No hallo coronas a tu nombre iguales,
hijo invencible, que tu fortaleza
premien mejor que abrazos paternales;
ceñir tu cuello en vez de tu cabeza
las cívicas no bastan, ni murales,
ni cuantas dio de Roma la grandeza
a la ambición que eternizó su fama,
puesto que junte al oro, al roble y grama.
Conquista reinos que dichoso goces,
gana blasones que te inmortalicen,
plumas tu fama añada que veloces
el valor te aseguren que predicen,
y mientras la Fortuna que conoces
en tu favor los tiempos autoricen,
antes que acabe el círculo su rueda
un clavo al eje pon, y estará queda.
Si enamorado vuelves, no me espanto,
que Marte y Venus al amor producen,
pues sus hazañas triunfarán en tanto
que sus aceros a sus llamas lucen.
Tus dos hermanos a su yugo santo
dos cuellos dichosísimos reducen,
los más hermosos que en su ardiente carro
puso coyundas el Amor bizarro.
Hircano, rey y sacerdote sumo,
al reino y templo que eterniza el Arca
y a Dios da habitación en niebla y humo,
entre las alas que el querub abarca,
en premio del favor--según presumo--
con que se ve sacerdotal monarca,
sus dos hijos ofrece, luz del cielo,
a tus hermanos Salomé y Faselo.
Importa que prevenga su partida
por lo que el nombre ganará idumeo,
si a la corona aspira apetecida
que restauró a su sangre el Macabeo.
Vase ANTIPATRO
|