La vida de HerodesLa vida de HerodesTirso de MolinaActo I
Acto I
Salen ANTIPATRO, viejo, JOSEFO,
FASELO y SALOMÉ, dama
JOSEFO:
Después de besar tus pies,
que en el humano teatro
siempre, invencible Antipatro,
pisando coronas ves;
porque a la Fortuna des
las gracias de tu grandeza
y porque estimes la alteza
de tus inmortales glorias,
en premio de tus vitorias
te da el Amor su belleza.
Contra su rueda voltaria
has triunfado de Idumea,
conquistado a Galilea
y sujetado a Samaria;
y porque con dicha varia
la vejez que se te atreve
al templo tus triunfos lleve
del tiempo inmortal tesoro,
hijos te dio en siglos de oro
restauración de tu nieve.
JOSEFO:
Dióte al príncipe Faselo,
fénix nuevo en quien se ve
tu imagen, y a Salomé,
bella exhalación del cielo;
dióte a Herodes, que en el suelo,
mientras a Alejandro imita,
para que con él compita,
y el mundo admire su fama,
en vez de Alejandro llama
a Herodes Ascalonita.
Filipo al nacerle un hijo
asombro de Babilonia
y blasón de Macedonia,
que era venturoso dijo,
no tanto porque predijo
en él su gloria real,
cuanto porque en tiempo tal
Aristóteles vivía,
porque a su filosofía
su valor hiciese igual.
Pero tú con más certeza
decirlo puedes mejor,
pues cría a un tiempo el Amor,
si hijos tú, Judá belleza;
que si la naturaleza
hace con ellos seguras
de Dios en vivas figuras
imágines naturales,
suerte es que para hijos tales
te dé tales hermosuras.
ANTIPATRO:
Tú seas, Josef, venido,
a nuestro Ascalón con bien,
pues que de Jerusalén
tales nuevas me has traído.
Sagaz medianero he sido
con el senado romano
para entronizar a Hircano,
que ya sepultaba el ocio,
en el reino y sacerdocio
que quiso usurpar su hermano.
Rey y sacerdote sumo
su Jerusalén le llama,
y en altar de Thimiama
aromas ofrece en humo,
reinando por mí, presumo,
si agradecido repara
en mi amistad noble y clara,
que estimé por justa ley
juntar sacerdote y rey,
la corona a la tiara.
Descendiente generoso
es de Judas Macabeo,
que al linaje Asamoneo
dio blasón limpio y glorioso;
el sacerdocio piadoso
que honró en el desierto a Arón,
propagó su sucesión
contra ambiciosos engaños
por ciento y setenta años
de varón siempre en varón.
ANTIPATRO:
Ilustrar mi descendencia
con renombre soberano
y emparentar con Hircano
apetece mi experiencia.
A Mariadnes, excelencia
de cuanta belleza ha habido,
para el príncipe he pedido,
como Aristóbulo dé
con la mano a Salomé
envidia al amor y olvido.
De Hircano hijos los dos son,
como Salomé y Faselo
míos, si permite el cielo
darme en ellos sucesión,
del alcázar de Sión
poseerán el solio real
y con ventura inmortal
gozará sangre idumea
mezclándole con la hebrea
un reino sacerdotal.
Si esto Hircano me concede
largas albricias me pide.
JOSEFO:
No sólo a tu gusto mide
el suyo, pero aún le excede. Dále a FASELO un retrato
Sacar de esta copia puede
el príncipe que se nombra
su esposo, si no se asombra
la luz que su cielo da,
qué tan bello el sol será
siendo tan bella su sombra. A SALOMÉ otro
Mire en éste vuestra alteza
a Aristóbulo en bosquejo.
SALOMÉ:
Hermoso asombro, Josefo.
JOSEFO:
No pudo la sutileza
del pincel en tal belleza
ostentar más su primor,
y aunque honrando a su pintor
Apeles se ha aventajado,
con ser éste su traslado
parece su borrador.
Aquí sólo no permite
la naturaleza sabia,
por más que el arte la agravia,
que sus estudios imite;
porque ni el oro compite
con sus cabellos, ni toca
su frente el cristal de roca,
ni hay clavel, rosa o jazmín
que se opongan al jardín
de sus mejillas y boca.
Vueltos aquí barbarismos
los hipérboles verás,
porque estos dos son no más
hipérboles de sí mismos;
de libertades abismos,
por no llamarles prisión,
y milagrosa lección
donde tomó en sus trasuntos
la Naturaleza puntos
para leer de ostentación.
FASELO:
No lisonjero procedes
en su alabanza, si es cierta
la fama con que despierta
Amor almas y armas redes;
pues no estiman las paredes
reales soberbios ornatos,
ni en doseles y aparatos
funda la ambición sus galas,
mientras no adorna sus salas
con estos bellos retratos.
Egipto dé testimonio,
pues sabe bien que idolatra
en Aristóbol Cleopatra,
en Mariadnes Marco Antonio.
¡Oh lazos del matrimonio
que por mi amor habéis vuelto!
A seguir estoy resuelto
vuestra recíproca ley
adonde el esclavo es rey
y cautivo el que anda suelto.
SALOMÉ:
Yo, bellísimos despojos,
no os hablo, que estoy en calma,
mientras la lengua y el alma
se trasladare a los ojos.
Si quitáis, pintado, enojos,
¿qué haréis, príncipe, presente?
Calle el alma lo que siente
porque sienta lo que calla,
que amor que palabras halla
tan falso es cuanto elocuente.
Sale HERODES, bizarro, a lo soldado
HERODES:
A tus pies, invicto padre,
trofeos mis dichas postran,
si imitación de tus hechos,
primicias de tus victorias;
que, puesto que comparadas
a las tuyas, serán pocas
las de Alejandro en Asiria
y las de Aníbal en Roma,
por ser las primera, creo
que antepondrás a las propias
las alabanzas de un hijo
enigma de tus memorias.
HERODES:
Salí de Ascalón, mi patria,
cuando el toro que hurtó a Europa
en oro pagaba al sol
un mes de hospicio y lisonjas,
y con doce mil soldados,
feliz número si notas
que con otros tantos puso
freno al Asia Macedonia,
cerqué a Pacono en Petrea;
Pacono, aquél con que asombran
los partos las cuatro letras
que Craso en Grecia enarbola.
Y de su madre sacando
al Ganges, porque se corra
que en los brazos de su madre
un hijo tan viejo corra,
guïado por el silencio,
una noche obscura y sorda,
restitüí a sus cristales
sangre, que aumentó sus olas.
Y degollando a su rey,
el alma, que iba a la boca,
saliendo por la garganta
la jornada halló más corta.
No perdoné ningún sexo;
lirio cano, joven rosa,
caña humilde, roble fuerte,
madre casta ni hija hermosa.
HERODES:
Pero donde se ve más
mi venganza victoriosa
fue en la pueril inocencia,
pues de las madres piadosas
arrancando tiernos hijos,
mostré que mi sed provoca
sangre en leche de inocentes
medio blanca y medio roja.
Bajé a Armenia desde allí,
y destruyendo sus tropas,
en púrpura de sus venas
teñí sus listadas tocas.
Encastillóse su rey
en un castillo, una roca
tan alta, que su cabeza
coronó del sol la zona.
Era de peña tajada
y con una entrada sola
tan inexpugnable y fuerte,
que haciendo dificultosa
su conquista, aseguraba
al rey la vida y las joyas
que atesoró en su homenaje
la codicia temerosa.
Pero como el interés
tiene alas, sus puertas rotas,
sirvió de escala una pica
por donde subió la honra.
Y franqueando las llamas
la entrada a mi gente heroica,
retrató el fuego en Armenia
venganzas griegas de Troya.
HERODES:
Di a saco la fortaleza,
y mientras el metal roban
que la codicia persigue,
aunque más el sol la esconda,
despeñando al rey armenio,
quedaron las peñas toscas
cada cual con un pedazo,
que también ellas despojan.
Bañado en sangre enemiga,
cantando el valor vitoria
a las voces destempladas
de los míseros que lloran,
entré en una galería
que por treinta claraboyas
de alabastro, jaspe y mármol
los bastidores de Flora
enamoradas miraban,
y en los cristales que adorna
con marcos de primavera,
se retratan majestuosas.
Colgaban de sus paredes
cuadros, en lugar de joyas,
si desvelos del pincel
emulación de la gloria,
pues retratando bellezas
refrescaban la memoria,
tal del milagro de Chipre
y tal de la virgen diosa.
HERODES:
Allí la griega robada,
si del pastor robadora,
que hurtó en las huertas de Venus
la manzana a la discordia,
a amor y aborrecimiento
provocaba a las historias,
por liviana aborrecible,
y adorada por hermosa.
Allí al honor consagraba
la, tarde cuerda, Matrona,
Tarquinos atrevimientos,
recuerdos tristes de Roma.
Y allí, en fin, la hermosa reina
que África estima y adora,
holocausto de sí haciendo,
dejaba ejemplos a Porcia.
Pero, entre tantas bellezas,
la que por fénix de todas
gozaba el lugar supremo
en la mitad de la lonja
era una hermosa judía,
perdone el dios de Helicona,
que no igualó a su hermosura
la ninfa que le corona.
HERODES:
Bien pudo Dina a Sichén
ser tragedia lastimosa,
librar Judith a Bethulia
del furor de Babilonia,
hacer Raquel que Jacob
juzgase distancia corta
catorce años de servicio,
poner a Amán en la horca
el casto hechizo de Asuero,
precipitar vitoriosa
Bersabé al profeta rey,
que aun cantando creo que llora,
y, en fin, bien pudo rendir
las letras, que el Amor postra,
del rey pacífico y sabio
la hermosura de Etiopia.
Mas con éstas comparada
es lo que el sol con la sombra,
con la ciencia la ignorancia,
con la verdad la lisonja.
Supe quién era, aunque callo,
porque la lengua no osa
dar celos al corazón,
que los tendrá si la nombra.
Y como una alma pintada,
dejando en prendas la propia,
salí de mí y del castillo
sin libertad ni memoria.
Doce mil hombres llevé,
y con ellos vuelvo agora
sin que falte, padre invicto,
ni de su sangre una gota.
Sola una alma vuelve menos
que por los ojos me roban,
para ofrecer a su origen
su más que divina copia.
Triunfa en Ascalón con ellos,
pisa reinos, trofeos goza,
premia heridas, honra hazañas,
haz mercedes, da coronas,
y a mí licencia que busque
en premio de esta vitoria
un alma que, fugitiva,
es vencida vencedora.
ANTIPATRO:
No hallo coronas a tu nombre iguales,
hijo invencible, que tu fortaleza
premien mejor que abrazos paternales;
ceñir tu cuello en vez de tu cabeza
las cívicas no bastan, ni murales,
ni cuantas dio de Roma la grandeza
a la ambición que eternizó su fama,
puesto que junte al oro, al roble y grama.
Conquista reinos que dichoso goces,
gana blasones que te inmortalicen,
plumas tu fama añada que veloces
el valor te aseguren que predicen,
y mientras la Fortuna que conoces
en tu favor los tiempos autoricen,
antes que acabe el círculo su rueda
un clavo al eje pon, y estará queda.
Si enamorado vuelves, no me espanto,
que Marte y Venus al amor producen,
pues sus hazañas triunfarán en tanto
que sus aceros a sus llamas lucen.
Tus dos hermanos a su yugo santo
dos cuellos dichosísimos reducen,
los más hermosos que en su ardiente carro
puso coyundas el Amor bizarro.
Hircano, rey y sacerdote sumo,
al reino y templo que eterniza el Arca
y a Dios da habitación en niebla y humo,
entre las alas que el querub abarca,
en premio del favor--según presumo--
con que se ve sacerdotal monarca,
sus dos hijos ofrece, luz del cielo,
a tus hermanos Salomé y Faselo.
Importa que prevenga su partida
por lo que el nombre ganará idumeo,
si a la corona aspira apetecida
que restauró a su sangre el Macabeo.
Vase ANTIPATRO
SALOMÉ:
Perdona si no doy a tu venida,
invicto hermano, a gusto del deseo
parabienes retóricos, que duda
de hablar quien ama agradecida y muda.
Vase SALOMÉ
FASELO:
Yo, que sin alma todo me vuelvo ojos,
salamandra de amor, vivo en su llama,
puesto que ufano de que a tus despojos
cinceles del valor, plumas la fama,
pues adoras del sol los rayos rojos,
mi cortedad perdona, y con tu dama
coteja esa belleza, aunque en pintura,
y alaba, si no envidia, mi ventura.
Dale el retrato y vase FASELO
HERODES:
¿Si no envidio tu ventura?
¿Por qué ocasión? Mas ¡ay, cielos!
¿No es ésta de mis desvelos
la causa? En esta pintura,
¿no se cifra la hermosura
que mi libertad abrasa?
Si con Faselo se casa
y mis dichos tiraniza,
celos, volad en ceniza
mi padre, hermanos y casa.
¿Qué importa que quiera Hircano
que se case con Faselo?
¿Es su padre Amor del cielo?
¿Es monarca soberano?
Antes que le dé la mano
cuando el corazón la di
un nuevo Caín en mí
verá Faselo mi hermano
que no es padre cuerdo Hircano,
ni rey; tigre hircano sí.
Celos, que os habéis entrado
al alma que atormentáis,
¿por qué vivo me abrasáis
si es mi amor solo pintado? ]
El Amor os ha engendrado.
Imitalde, pues procura
cifrarse en esta figura;
mas ay, que en tales motivos
me da los tormentos vivos,
y la esperanza en pintura.
HERODES:
Pero ¿de qué sirven, cielos,
quejas y lamentos vanos,
si el amor es todo manos
y todo furor los celos?
Lágrimas darán consuelos
a cobardes esperanzas,
como al olvido mudanzas,
pero a injurias conocidas
de pretensiones perdidas,
no hay quejas como venganzas.
¿No ha abrasado mi valor
la Armenia que he destrüido?
¿Pues es bien que sea vencido
en mi casa y vencedor?
¡Muera mi hermano traidor
y mi padre, pues que pasa
las leyes que mi amor tasa,
porque yo con ellas muera!
¡Al arma, venganza fiera;
al arma, asaltad mi casa!
Sale ANTIPATRO
ANTIPATRO:
¿Qué tienes, hijo, qué es esto?
HERODES:
Quejas son a que me incitas
cruel. ¿Es bien que permitas
el tormento en que estoy puesto?
Cuando a tus pies manifiesto
reinos al romano iguales,
¿así a recebirme sales,
y estos triunfos me previenes?
En lugar de parabienes
me recibes para males.
¿Tú eres mi padre y desdices
del amor que te ha obligado?
Miente el ser que tú me has dado
y mientes tú si lo dices.
Hoy llorarás infelices
mis años, padre crüel.
Ciprés en vez de laurel
Amor a mis sienes ata,
pues si a otros con flechas mata,
a mí con sólo un pincel.
ANTIPATRO:
¿Estás en ti?
HERODES:
Estoy sin mí,
sin ser, sin alma, sin vida,
sin cuerpo. Sombra fingida
soy; no más de lo que fui;
pero ¿qué te importa a ti
que yo tenga seso o no?
Quien el alma me quitó,
¿cómo mi padre será?
Ser el padre al hijo da;
mi ser por ti pierdo yo.
Pues si no te debo nada,
¿qué me quieres? Déjame.
Una alma perdí, y hallé
otra alma, pero es pintada.
Mátame. Saca esa espada;
más--¡ay, padre!--que estoy loco.
Si a lástima te provoco,
piadoso mi mal escucha;
mas no, que es mi pena mucha
y tu sentimiento poco.
Pero de mi poco seso
está, padre, reducida
la restauración y vida
en esta mano que beso;
que te he agraviado confieso,
mi remedio y salud trata.
¡Ay, mano crüel e ingrata!
¿Cómo a los labios te llego,
si de ti ha nacido el fuego
que mi esperanza maltrata?
Huyendo de los engaños
con que darme muerte quieres,
me voy, tirano, no esperes
remozar en mí tus años.
Padres serán los extraños,
................. [ -er]
pues tú lo dejas de ser;
no soy tu hijo desde hoy,
alma en pena, sí, que soy
de una pintada mujer.
Vase HERODES
ANTIPATRO:
¿Qué locuras serán estas
que en confusión me han dejado?
¿Qué hechizos, hijo, te han dado
que en llanto envuelve mis fiestas?
De tus acciones opuestas
solamente he colegido
que habiendo el seso perdido
anuncias mi desventura.
¿En qué retrato o pintura
dices que te has convertido?
Ya llamándome tirano
riguroso te despides;
ya, humilde, perdón me pides
con los labios en mi mano;
culpas me imputas en vano,
que ignoro y saber deseo;
o estás loco, o lo que creo
por más cierto, estás celoso,
que Amor con celos furioso
las formas hurta a Proteo.
Si porque al príncipe caso
con Mariadnes se agravió,
si fue el retrato que vio
de su libertad ocaso.
ANTIPATRO:
¡Oh, Amor liberal y escaso!
Ya mal podré remediarte,
por más que intente curarte,
si es el daño que recelo,
porque a casarse Faselo
a Jerusalén se parte.
Pues tienes alas, volaras,
que en la presteza dispuso
tu dicha, quien te las puso,
y sus celos remediaras.
Culpa tus plumas avaras
y no a mí, ciego tirano,
que cuando celoso, en vano
pierda a Herodes, me consuelo
del reino que por Faselo
a mis sucesores gano.
Vase ANTIPATRO.
Salen HIRCANO,
y ELIACER vistiéndole
HIRCANO:
Al rey de Tiro agradezco
su embajada y petición,
mas llega en mala ocasión
cuando al príncipe la ofrezco
de Idumea, por quien reino.
Es mi amigo y comarcano,
dióme el senado romano
por su intercesión el reino.
Hame pedido a mi hija
para esposa de Faselo.
Nuestra ley guarda, y el cielo
me aconseja que le elija.
Aristóbulo también
a Salomé su hija hermosa,
ha nombrado por esposa,
y alegre Jerusalén
su entrada espera festiva,
pues desde su puerta santa
arcos y estatuas levanta
y antiguos muros derriba.
Esto al rey de Tiro di,
y al de Sidón, que me pesa
no admitir de la princesa,
su hija, la mano, y "sí"
para Aristóbulo, en fe
de lo que la estimo y quiero;
adelantóse primero
el amor de Salomé
y ganóle por la mano
la mano que le apercibe.
Lo mismo, Eliacer, escribe
al rey de Persia, Artabano.
A la infanta de Corinto;
al rey de Libano, Hirán,
y a todos cuantos están
dentro el ciego laberinto
del amor de mis dos hijos;
y en fe de casar con ellos,
por generosos y bellos,
son pretendientes prolijos,
que siendo no más de dos
mal tantos yernos tendré.
ELIACER:
Liberal contigo fue
en hijos y en reinos Dios.
Rey Sacerdote te ha hecho
y el primero a quien ampara
con la corona y tïara
tu honra y nuestro provecho.
Dos hijos también te ha dado,
milagros de la hermosura,
con quien el cielo procura,
eternizando tu estado,
premiar de tus ascendientes
el celo con que ampararon
la ley que nos restauraron
los Macabeos valientes.
El reino y los hijos goces
siglos por años, señor.
HIRCANO:
¿Dónde están?
ELIACER:
Dando al Amor
y fama plumas y voces.
Como la belleza cría
Amor, y tan bellos son,
con inseparable unión
y amorosa compañía
uno con otro retrata
un Géminis que en el suelo,
avergonzando al del cielo,
usurpar su signo trata.
A caza querían salir
por dar luz a este horizonte,
y los caballos del monte
mandaban apercebir.
Sale EFRAÍM
EFRAÍM:
Sal a uno de los balcones
que honran tu parque, señor;
que si en él los ojos pones,
verás confuso el Amor
en iguales opiniones,
y a los dos príncipes bellos
en dos caballos, y en ellos,
Xantho y Pyrois transformados,
por más que a su sol atados
procura el sol detenellos.
Bordados caparazones
portátiles tronos son
cuyas verdes guarniciones
labró Flora a imitación
del campo hermoso a jirones.
Las crines entre distintas
lazadas, si al mayo pintas
que su tienda sale a abrir,
no harás poco en distinguir
si son flores o son cintas.
Ni el oro, aunque más presuma
en los jaeces mostrar
valor en suma, sin suma,
se podrá desestimar
del esmalte de su espuma.
EFRAÍM:
Los dos, en fin, muestras dan,
uno bayo, otro alazán,
cuán bien se les medra y luce,
que si el viento los produce
los apacienta el Jordán.
Los dos hermanos sobre ellos,
sueltos al sol los cabellos,
robando almas y dando ojos,
para que los suyos rojos
trence envidioso de vellos.
Gabanes de verdemar
honran, que el oro guarnece,
dando a Amor que recelar,
que en mar que esperanza ofrece
no es cordura confïar.
Con cuchillos damasquinos,
cuya hermosa guarnición
al sol puede ofrecer signos,
pues, cuando no estrellas, son
sus piedras esmaltes finos,
y de plumas tanta copia
que entre ellas la fama propia
fácilmente se ofuscara,
pues si Faetón las llevara
no fuera negra Etiopia.
Dos sacres llevan ufanos
que, en lugar de las pigüelas,
grillos de sus pies livianos,
habrán menester espuelas
para salir de sus manos,
pues ni águila ni garza real
les podrá dar presa igual
cuando la sigan traviesos
como la que gozan presos
a alcándaras de cristal.
EFRAÍM:
De esta suerte, porque igualen
pasatiempos con cuidados,
que por los montes señalen
de cazar almas cansados,
a caza de fieras salen.
Gózate en ver tus vasallos
mil bendiciones echallos;
mas los dos llegan aquí,
no sé si a volver por sí,
pues yo no supe pintallos.
Salen a caballo, y vestidos
como EFRAÍM dijo,
ARISTÓBULO y MARIADINES
MARIADNES:
Para la felicidad
de nuestra caza, señor,
y vuelta con brevedad,
su bendición y el favor
nos dé vuestra majestad,
porque en tales ocasiones
la Fortuna satisfecha
honrará nuestras acciones
si su mano real nos echa,
en una, tres bendiciones:
de sacerdote primero
y pastor de nuestra ley
que reverencio y prefiero,
de padre y luego de rey
con que buen suceso espero
cuando volvamos los dos.
HIRCANO:
Ya todas tres las gozáis
Mariadnes bella, vos,
pues que apacible os lleváis
la mía, del pueblo y Dios.
Garzas el viento embaracen
sin que el neblí las dé enojos,
que cuando el cielo amenacen
no es mucho que vuestros ojos
siendo garzos, garzas cacen.
Y vos, Aristóbulo mío,
¿también salís a cazar?
ARISTÓBALO:
Amor alienta mi brío.
No hay de cazar a casar
mucho; y pues me casas, fío
de mi ligera esperanza
empresas dignas de fe
contra el olvido y mudanza,
que si es garza Salomé,
más vuela Amor, pues la alcanza.
Dejad, señor, que la siga
el alma que en ella adora,
si una caza a la otra obliga.
MARIADNES:
Ya, padre y señor, es hora.
HIRCANO:
El mismo Amor os bendiga.
No os alejéis porque esté
alegre nuestro horizonte
si en sus cristales os ve,
que yo a la casa del monte
a recibiros saldré.
Vanse.
Salen PACHÓN y TIRSO, pastores
TIRSO:
En fin, ¿vos tenéis amor
a Fenisa?
PACHÓN:
Mirad, tío,
yo no sé si es amorío,
si estangurria o si sudor.
Mas sea lo que se sea,
mi real, como dijo el otro,
en viéndola me quillotro
y el alma se me menea.
El pecho se me bazuca
y me dan ceciones luego;
si éste es amor doile al huego,
que, pardiez, que es mala cuca.
Si vuesa edad no me endilga
lo que es esto, abrid la huesa
a Pachón.
TIRSO:
Celera es ésa.
PACHÓN:
Estoy hecho una pocilga
de celos, que por ser tercos,
ponerse siempre de lodo
y andar gruñéndolo todo
se comparan a los puercos.
TIRSO:
Pues bien, y ella, ¿sabe acaso
que la amáis?
PACHÓN:
Sí.
TIRSO:
Bueno está;
y ¿habéisla hablado?
PACHÓN:
Verá.
Pullas la echo a cada paso.
TIRSO:
Pescudo si la habéis dicho
vueso amor.
PACHÓN:
Por comparanzas,
tal vez hay, que entre otras chanzas
la declaro mi capricho.
TIRSO:
¿De qué modo?
PACHÓN:
Daros quiero
cuenta de vuesa demanda.
Ya vos veis del modo que anda
el gaticinio en Febrero.
Estaba una gata bizca
con cierto gato rabón
allá en el camaranchón,
tan tierno él como ella arisca,
cual si les pegaran ascuas
diciéndose cada uno
en su lenguaje gatuno...
TIRSO:
Sí.
PACHÓN:
...los nombres de las Pascuas.
Porque si explicaros quiero,
él siempre que maullaba
de maulera la llamaba
y ella con "fuf" de fullero.
En fin, con gritos feroces
andaban dando carreras,
que gatos y verduleras
sus faltas se echan a voces.
Escuchábalos Fenisa,
quizá envidiosa de verlos,
y yo, que iba a componerlos,
la manga de la camisa
la así, porque no se escape;
y como el amor me afrige,
"miz," hocicando la dije,
pero respondiendo "zape,"
me dio en la cara un aruño
que un carrillo me llevó;
agarréla entonces yo,
mas ella cerrando el puño
escopir me hizo dos muelas
deshaciéndome el gallillo.
TIRSO:
Hizo bien, porque un gatillo
de ordinario es sacamuelas,
y ese fue lindo favor.
PACHÓN:
¿Lindo? A otros dos si me toca
me ha de despoblar la boca;
pero otro me hizo mayor.
TIRSO:
¿Mayor, cómo?
PACHÓN:
Hué al molino,
y yo tras ella, antiyer;
y acabando de moler
llegué a cargarle el pollino.
Y él cuando el costal le pongo
dos yemas sin clara echó,
y a la primera que vio
dijo, "¡Papaos ese hongo!"
Yo, como la vi burlar,
las manos la así y beséselas,
y apartómelas y apartéselas,
y volviómelas a apartar.
Tiróme una coz después,
pronóstico de una potra,
y yo tornándole otra
jugamos ambos de pies.
y volviendo a porfïar,
volvióme dos y aparéselas,
y tirómelas y tiréselas,
y volviómelas a tirar.
TIRSO:
¿Qué más quieres si conoces
que te hace tanto favor?
PACHÓN:
Dad al diablo, tío, el amor
que entra a pellizcos y coces.
Sale FENISA
FENISA:
Valga el dimonio la gente
y quien acá la envió.
PACHÓN:
Ésta es mi Fenisa.
FENISA:
¡Yo,
que te estriego!
Llégase a ella y
FENISA le da una coz
TIRSO:
Impertinente,
dila, si casarte tratas,
que tenga de ti mancilla.
PACHÓN:
Llegad vos a persuadilla
que tenga quedas las patas.
FENISA:
¡Oh! ¿Es mi tío?
TIRSO:
Pues ¿con quién
gruñís?
FENISA:
Con el diablo gruño.
PACHÓN:
Burlaos con ella.
FENISA:
El dimuño
sacó de Jerusalén
aquestas damas machorras
que, olvidando los chapines,
andan corriendo rocines,
cazando gangas o zorras.
Y con unos pajarotes
tan grandes como milanos
que atados traen en las manos
con borlas y capirotes,
no han dejado lino a vida.
TIRSO:
Nuesos príncipes serán
que a volar garzas saldrán.
FENISA:
Yo vengo tan aburrida,
que quizá el diablo los trajo
acá. Si la honda desciño...
PACHÓN:
¡Mirad vos qué lindo aliño
de decirla un resquebrajo!
Fenisa, vuesos hocicos
me traen tan emberrinchado
desde que antiyer al prado
llevábamos los borricos,
que como amor me provoca
hoy he dado en retozón.
FENISA:
¡Yo, que te estriego, Pachón!
Dale un mojicón
PACHÓN:
¡Ay!
TIRSO:
¿Dónde te dió?
PACHÓN:
En la boca,
machucádomela ha toda.
A este andar, si no que os duela,
no ha de haber diente ni muela
para el día de la boda.
Salen HERODES y JOSEFO
HERODES:
No la gozará Faselo,
por más que lo intente Hircano,
aunque del primer hermano
renueve agravios el cielo.
JOSEFO:
Si ya se la ha prometido,
¿cómo estorballo podrás?
HERODES:
Loco estoy y necio estás;
amor que no se ha adquirido
con dificultad no sé
que tenga estima ni fama.
Veré mañana a mi dama;
mi hermano la pintaré
de suerte que lo aborrezca.
Diré que es desagradable,
descortés, tosco, intratable,
y porque mal le parezca,
como tú el fin me acredites,
pintaré en él el extremo
de un esposo, un Polifemo,
de un Coricleo, un Tersites.
Pero ¿qué gentes son éstas?
JOSEFO:
Rústicas de estas montañas,
cuyas pajizas cabañas
desprecian cortes compuestas.
HERODES:
¿Cuánto está Jerusalén
de aquí, buen hombre?
PACHÓN:
Una legua
que se la papa mi yegua,
señor, en un sancti amén.
Mas ¿para qué lo pescuda
si viene a cazar de allá
con la infanta?
HERODES:
Pues ¿está
la Infanta aquí?
PACHÓN:
¡Buena duda!
FENISA:
En un caballo sobida,
como hombre desparrancada,
a la jineta ensillado.
PACHÓN:
Tomárala yo a la brida.
FENISA:
Nos trae puestos en rencilla
de verla así cada vez,
si deja la doncellez
la infanta sobre la silla.
HERODES:
Y vos, serrana de plata,
¿vivís aquí?
FENISA:
Desde hoy más.
PACHÓN:
Quítese él de detrás
que es falsa de aquesa pata.
Guárdese que no le borre
de un golpe el encaramiento.
JOSEFO:
Sobre un caballo del viento
vuela un cazador o corre.
Ruído de dentro,
como que corre un caballo
TIRSO:
Será el príncipe, que hoy
vuela garzas por aquí. Voces dentro
¡Tener, tener!
HERODES:
¿Cayó?
JOSEFO:
Sí.
MARIADNES:
¡Válgame Dios, muerta soy!
HERODES:
¡Terrible golpe!
TIRSO:
No mueve
pie ni mano.
HERODES:
A darle ayuda
me manda el amor que acuda.
Éntranse HERODES y JOSEFO
FENISA:
Mas que el diablo se la lleve,
que así mis linos maltrata.
PACHÓN:
Si él vuesos sembrados pisa
no os venguéis en mí, Fenisa,
apartad allá la pata.
Saca HERODES a MARIADNES
desmayada en los brazos
HERODES:
Pastores, sentid conmigo
hoy la pérdida mayor
que pudo hacer el Amor.
Llamadme, si es que os obligo,
venturoso, desdichado,
en el hallazgo que he hecho.
FENISA:
Que es el príncipe sospecho.
PACHÓN:
Mas ¿si se ha descalabrado?
FENISA:
No es sino la hermosa infanta
de Jerusalén.
HERODES:
Si muere,
ni el sol dar vueltas espere
a su hermosa esfera y santa,
ni en sucesión infinita
piense la naturaleza
eslabonar su belleza
cuando la mayor nos quita,
que del fuego que amenaza
en el diluvio segundo
la destrabazón del mundo
llegó al término.
FENISA:
Esta caza
dola al diablo, nunca ha hecho,
si este bien, a los que engaña.
TIRSO:
En esta pobre cabaña,
aunque grosero, hay un lecho:
de heno y paja está lleno,
echadla sobre él, señor,
que toda hermosura en flor
viene a rematar en heno.
HERODES:
Decís bien. ¡Ay suerte incierta!
¡Qué avarienta os me mostráis,
pues la dicha que me dais
o es pintada o medio muerta!
Llévala HERODES
PACHÓN:
¡Por Dios que es desgracia extraña!
FENISA:
¿Quién diablos la metió a ella
en andar, siendo doncella,
corriendo por la montaña
a caza sobre un rocín?
TIRSO:
La mujer, si es recogida,
no ha de tener más caída
que la de un bajo chapín.
FENISA:
Metióse en oficio ajeno,
tomóse lo que la vino;
que lo que pecó en mi lino
lo paga ahora en mi heno.
PACHÓN:
¿No será bien avisar
a los que, desparramados,
andan por montes y prados
y vinieron a cazar
con ella, que a remediarla
acudan? No se nos muera
entre manos
TIRSO:
Bueno fuera
que aquí viniesen a hallarla
y nos pidiesen su muerte.
PACHÓN:
¡Oste puto! A avisar voy
al reye.
FENISA:
Yo también soy
de tu opinión.
PACHÓN:
De esa suerte
tú a los cazadores llama,
yo iré a Jerusalén.
TIRSO:
Yo voy contigo también,
que si se muere en mi cama
antes que se certifique,
mos tiene de acrebillar
el reye.
FENISA:
No hay que dudar,
por Dios, que nos crucifique.
Vanse.
Salen HERODES y JOSEF
HERODES:
Esperanza da de vida,
puesto Josefo que poca,
a lo menos con su boca,
temiendo la despedida
del alma, la mía sellé
para que, cuando saliera
en aura, no se me huyera,
porque cuando imaginé
que bebiéndola el aliento
el alma, que salir duda,
fuera huésped que se muda
de uno en otro aposento.
Debiólo de echar de ver,
y temiendo sus agravios,
cerró el recelo los labios
y volvió a retroceder
al corazón, donde ordena
vivir de asiento y me abrasa,
porque, dueño de tal casa,
¿cómo vivirá en la ajena?
Ve por agua, mi Josefo,
podrá ser que vuelva en sí.
JOSEFO:
Harélo, señor, así.
Amante y solo te dejo.
Que traiga el agua querrás
de las más lejas corrientes
que dan cristal a sus fuentes,
para que me tarde más.
Voy, pues, que no es de perder
por mí lo que tu amor fragua.
Yo volveré con el agua
cuando no sea menester.
Vase JOSEFO
HERODES:
Alma, agora sí que os veis
en más confusa porfía.
Al amor y cortesía
en competencia tenéis.
La ocasión porque gocéis
lo que vuestra fe merece,
a vuestra dama os ofrece;
cuando contra la esperanza
la nobleza y confïanza
la defiende y favorece.
Enamoróme pintada,
y la ocasión y ventura
me la dan casi en pintura,
pues me la dan desmayada.
La cortedad es culpada
en quien se precia de amar,
mal el Amor podrá usar
finezas hoy cortesanas.
HERODES:
Entre cabañas villanas
la ocasión entro a gozar.
Pero, Amor, si no os reporto,
mi nobleza os culpará
preciar de cortés, pues va
poco de cortés a corto.
No por un deleite corto
intenté perder así
los blasones que adquirí;
detened el paso, Amor,
que no hay vitoria mayor
como es el vencerse a sí.
Mas si pierdo por cortés
la ocasión, ¿volveré a hallalla?
No, que el tesoro que uno halla
en el campo, suyo es.
Si tengo derecho pues,
al que aquí acabé de hallar
y me le viene a quitar
Faselo en mi menosprecio,
en perderle seré necio.
La ocasión entro a gozar.
Mas no gozo, si lo advierto,
sino como Pigmaleón,
una estatua sin acción.
Volved en vos desconcierto;
que gozar un cuerpo muerto
será brutal frenesí;
la vida cortés la di,
dadla también el honor,
que no hay hazaña mayor
como es el vencerse a sí.
HERODES:
Obligaréla cortés,
si sabe que he refrenado
apetitos al cuidado,
ganancias al interés.
Para asegurarla, pues,
mudarme intento el vestido
por el de pastor fingido,
ya que asegurarla quiero,
que en viéndome caballero
ha de juzgarme atrevido.
Trajes vi de cazadores
colgados en la cabaña,
haced hoy en mí--¡oh montaña!--
transformaciones de amores.
No paguéis en disfavores
cortesanas cortedades,
que, si en estas soledades
no me ayudáis, siendo dios,
formaré quejas de vos
y no me fïaré en deidades.
Vase.
Sale MARIADNES
MARIADNES:
¡Cielos! ¿Quién me trajo aquí
y entre estos bárbaros techos,
en una cabaña pobre
de aqueste modo me ha puesto?
¿Dónde están mis cazadores?
El príncipe, ¿qué se ha hecho?
¿Cómo sóla me han dejado?
¿Si imaginan que me he muerto?
Acuérdome que caí
de un caballo que siguiendo
una garza remontada
iba imitando su vuelo,
y, aguardando la vitoria
de dos halcones soberbios,
imaginé con sus plumas
vender despojos al viento.
Debíme de desmayar
más del golpe que del miedo,
y algún pastor que me vio
me trajo y redujo al heno
de su rústico descanso
pabellones opulentos.
Si esto es así, ¿dónde está?
¡Ay temerosos recelos!
¿Si han hecho afrenta a mi honor
villanos atrevimientos?
Yo mujer y sin sentidos,
descorteses y groseros
labradores licenciosos,
la ocasión vendiendo al tiempo
tesoros que la honra guarda.
MARIADNES:
Yo, sobre el humilde lecho
de una despreciada choza,
mis vestidos descompuestos,
ausente el que aquí me trajo,
conjeturad pensamientos,
mi desdicha y vuestro daño,
y dadme muerte si es cierto.
¿Quién duda que si violó
un cuerpo sin alma el dueño
bárbaro de este hospedaje,
que con las alas del miedo
huiría el justo castigo
encomendando al silencio
afrentas que ya la fama
esparcirá por los vientos?
¡Triste de mí! ¿Qué he de hacer?
Mil veces maldiga el cielo
al inventor que los gustos
cifró en el errante vuelo
de un pájaro codicioso,
que entre leves pasatiempos
de plumas que lleva el aire,
Ícaro al honor ha hecho.
Mas de la misma cabaña,
sino del mal que sospecho,
parece que un pastor sale.
Hombre, ¿qué buscas adentro?
Sale HERODES de pastor
HERODES:
Busco lo que hallando en vos,
después que con vida os veo,
ha de hacer, hermosa infanta,
corte ilustre este desierto.
Agua rosada salí
a pedir a un arroyuelo
que, coronado de rosas,
les bebe el licor de Venus,
para espantar el desmayo
que de vuestro rostro bello
tiranizaba las flores
de Amor, que es su jardinero.
Mas, ya que volviendo en vos
la luz al sol habéis vuelto,
la primavera a estos prados,
las estrellas a estos cielos,
para dar a la Fortuna
justos agradecimientos,
quisiera que me feriaran
sus lenguas los lisonjeros.
MARIADNES:
¿Sabéis quién soy?
HERODES:
Por mi dicha.
MARIADNES:
¿Quién me trujo aquí?
HERODES:
Recelo
si os lo digo, gran señora,
que he de aguaros el contento.
MARIADNES:
¡Ay de mí! ¿Por qué ocasión?
Temores, si salís ciertos,
yo haré en mi vida injuriada
lo que el desmayo no ha hecho.
HERODES:
Corriendo sobre un caballo,
que del tercer elemento
debió de heredar las alas,
sino es que el dios mensajero
sus talares le prestó,
íbades siguiendo el vuelo
de una garza perseguida
de dos halcones hambrientos,
cuando en un hoyo que puso
la envidia, que salió a veros,
tropezando, renovaste
llantos del hijo de Febo.
Y retratando de Fidias
un mármol sin vida bello,
casi a infundiros el alma
quiso volver Prometeo.
Lloraban vuestra desgracia
las aves de este desierto,
las flores de aquestos prados,
las fuentes, guarnición de ellos,
cuando llegó presuroso
un atrevido mancebo,
si villano en sus acciones,
en su traje caballero,
y honrando con vos sus brazos
en mi humilde alojamiento,
el ébano y el marfil
tuvieron envidia al heno.
HERODES:
Lastimado y compasivo
buscara el temor remedios
en boticas naturales
de simples no descompuestos,
cuando, cargado de hierbas
como de lágrimas, vuelvo
a dar vida a vuestro honor,
en vez de dársela al cuerpo,
porque el atrevido joven
desnudo intentaba y ciego,
por dejar injurias vivas,
usurpar despojos muertos.
Yo entonces, que aunque villano,
tan ilustre el alma tengo
que por no violentar frutos
las encinas no vareo,
diciéndole mil oprobios
con medio roble grosero,
a lascivos desatinos
puse noble impedimento.
Y despreciando las voces
con que dijo, "Hombre grosero,
advierte que a quien injurias
es al príncipe Faselo,
que, a pesar de pretendiente,
a ser de la infanta vengo
venturoso poseedor,
si no legítimo dueño.
No estorbes en daño tuyo
ocasiones con que el tiempo
imposibles facilita
para que cumpla deseos."
HERODES:
Afrentado le hice hüir,
despejando el aposento,
porque no hay descortesía
a quien no acompañe el miedo.
Fue a buscar vasallos suyos
porque, volviendo con ellos,
con agravios dé principio
a tu amor, señora, honesto.
Aun no le dejé tomar
las ropas reales, que ofrezco
en muestra de mi valor
y prueba de sus intentos; Saca sus vestidos
que quien desnudó del alma
el noble comedimiento,
bien merece por castigo
que lleve desnudo el cuerpo.
Si aguardas su vuelta torpe,
que tardará poco, pienso
que has de llorar deshonrada
violadores menosprecios.
Porque no intenta casarse
el que pretende violento
gozar despojos robados
que le vienen de derecho.
Éstas son las ropas suyas,
y los brazos, señora, éstos,
que en defensa de tu fama
serán del honor trofeos.
Mira lo que determinas,
que, si tomas mi consejo,
huyendo de los peligros
sale vitorioso el cuerdo.
MARIADNES:
Pastor... no pastor, mas sí;
que pues hoy del lobo fiero
la inocencia de mi fama
has defendido, no tengo
blasón mejor con que honrarte.
Yo pagaré lo que debo
a tu generoso trato
con largos y nobles premios.
Estos vestidos infames
tu verdad abonan, puesto
que tal vez juraran falso
si a Josef doy por ejemplo.
Vamos a Jerusalén,
donde, con honroso trueco,
justos premios satisfagan
la nobleza de tus hechos,
y donde, libre y seguro,
juzgue el aborrecimiento
descorteses desacatos
del atrevido idumeo.
¿Cómo te llamas?
HERODES:
Claricio.
MARIADNES:
Hacerte claro prometo
entre cuantos la privanza
sobre sus alas ha puesto.
HERODES:
Dame a besar esas manos.
(¡Oh Amor crïado en enredos, (-Aparte-)
con bien de aqueste me saca,
labraréte de oro un templo!)
Atado al tronco dejé
un caballo de aquel cedro,
sube en él, seré la aurora
que va delante de Febo.
Vanse.
Salen HIRCANO, FASELO, ARISTÓBULO,
SALOMÉ, ELIACER, EFRAÍM y los pastores,
FENISIA, PACHÓN, y TIRSO
HIRCANO:
Muerta la infanta mi hija,
quebró el cristalino espejo
en que la naturaleza
se miraba.
FASELO:
Si esto es cierto,
en túmulos lastimosos
los tálamos de Himeneo
ha convertido la envidia,
cuando a desposarme vengo.
De mi vida a su memoria
la haré sacrificios tiernos,
sin que a restaurarla basten
persuasiones ni consuelos.
ARISTÓBALO:
¿Aquí dices que mi hermana
quedó?
PACHÓN:
Como se lo cuento. Entran
HIRCANO:
Entrad por ella, ¡ay de mi!
¿Cómo vivo, pues que muero?
Salen
ELIACER:
No hay en toda esta cabaña
sino es en su pobre suelo
unas pajas miserables,
y entre sayales groseros
estos curiosos y nobles. Saca los vestidos de HERODES
TIRSO:
¡Aun el diablo vería eso!
HIRCANO:
Villanos, ¿qué es de mi hija?
¿No habláis?
PACHÓN:
¿Qué quiere que hablemos?
FENISA:
¿No le juimos a llamar?
¿No la pusimos ahí dentro,
quemando porque oliscaba
a manojos el espliego?
Quizá quien la agarró el alma
volvió después por el cuerpo,
o la comieron a escote.
algunos grajos y cuervos.
FASELO:
¿Estos vestidos no son
de mi hermano?
HIRCANO:
¡Ay santos cielos!
Sin duda, que por robarle
estos villanos le han muerto.
TIRSO:
¡Aún peor está que estaba!
ARISTÓBALO:
¿Hay más trágico suceso?
HIRCANO:
¿Qué es de mi hija, traidores?
FASELO:
Mi sol, mi luz, ¿qué se ha hecho?
PACHÓN:
¿Hay son que, si se ha perdido,
le dé un real al pregonero
prometiendo buen hallazgo?
HIRCANO:
¡Oh crueles! Ya sospecho
que por hurtarles las joyas,
homicidas y avarientos,
dos soles habéis quitado
que daban luz a mis reinos.
Enterrados los habrán.
PACHÓN:
No les faltará a lo menos,
si es cerote lo que sudo,
cera hilada en el entierro.
HIRCANO:
Prended esta vil canalla,
descoyuntadla a tormentos
hasta que la verdad digan.
PACHÓN:
Fenisa potro tenemos.
FENISA:
Más quisiera tener potra.
HIRCANO:
¡Ay desventurado viejo!
No dejéis piedra ni planta
de este monte, caballeros,
que no busquéis.