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La viña del Señor
de Pedro Calderón de la Barca
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Cantando dentro el LUCERO DEL DÍA, y respondiendo toda la MÚSICA, salen por una parte el LUCERO DE LA NOCHE, y por otra la MALICIA como oyendo a lo lejos lo que se canta.
LUCERO 1:

Jornaleros de la vida,
que a providencias de Dios,
pan de ángeles cogisteis,
sembrando pan de dolor,
venid a mi voz.

MÚSICA:

Venid a mi voz.

LUCERO 1:

Que el sueldo que os dio el señor de la mies,
igual os dará de la viña el señor.

MÚSICA:

Que el sueldo que os dio el señor de la mies,
igual os dará de la viña el señor.

MALICIA:

¿Qué misteriosas voces
saludan hoy al día,
alternando veloces
del ritmo de su métrica armonía,
las cláusulas suaves,
con las hojas, las fuentes y las aves?

LUCERO 2:

¿Qué misteriosa salva
tan festiva hoy madruga,
que al llorar de la aurora, al reír del alba,
risas aumenta y lágrimas enjuga,
a cuyo acorde acento
en aves, fuentes y hojas calma el viento?

MALICIA:

El orbe suspendido
yace al ver que en sus cóncavos más huecos
no hay parte en que no suene repetido
el balbuciente idioma de los ecos.

LUCERO 2:

Aún los troncos más áridos, más secos,
rejuvenecen al templado canto.

MALICIA:

Sola yo absorta...

LUCERO 2:

Solo yo adormido...

MALICIA:

Sierpe al conjuro...

LUCERO 2:

Víbora al encanto...

MALICIA:

Toda horror...

LUCERO 2:

Todo espanto...

MALICIA:

Su frase ignoro...

LUCERO 2:

Ignoro su sentido...

LOS 2:

Por más que articular oiga esparcido
en átomos al céfiro veloz...

MÚSICA:

Venid a mi voz,
que el sueldo que os dio el señor de la mies,
igual os dará de la viña el señor.

LUCERO 2:

Mas ¡ay de mí! ¿Qué mucho
que admire el nuevo cántico que escucho?

MALICIA:

Mas ¡ay de mí! ¿Qué extraño
que tema el nuevo cántico en mi daño?

LUCERO 2:

Cuando es objeto de mi devaneo...

MALICIA:

Cuando término es de mi suspiro...

LUCERO 2:

Nuevo alcázar que allí labrado miro.

MALICIA:

Nueva heredad que allí plantada veo.

LUCERO 2:

Lo que oigo dudo.

MALICIA:

Lo que dudo creo.

LUCERO 2:

¿Qué pirámide altiva será aquella
que a coronar de la mayor estrella
su chapitel tan elevada sube
que empieza torre y se remata nube?

MALICIA:

¿Qué fértil viña bella,
que hasta hoy no vi, será la que cercada
tanto sobre las bardas se descuella,
que deja ver en ella,
de fértiles verdores coronada,
los laberintos de amorosas lides
con que se enlazan pámpanos y vides?

LUCERO 2:

¿Qué fuera ¡ay infeliz! que la alta torre
de la viña atalaya, unión tuviera
con aquel canto?

MALICIA:

¡Ay infeliz! ¿Qué fuera
que aquella voz que tan sonora corre,
con este hermoso pago conviniera?

LUCERO 2:

Dándome en lo frondoso de su esfera
hoy las mismas fatigas
las vides, que me dieron las espigas.

MALICIA:

Dándome hoy en sus dos frutos opimos,
las ansias que los haces los racimos.

LUCERO 2:

Y es sin duda, pues que dijo,
convidando a su labor...

MALICIA:

Y es sin duda, pues llamando
a su afán, dijo el pregón...

LOS DOS Y MÚSICA:

Jornaleros de la vida,
que a providencias de Dios
pan de ángeles cogisteis
sembrando pan de dolor
venid a mi voz,
que el sueldo que os dio el señor de la mies,
igual os dará de la viña el señor.

LUCERO 2:

¿Qué señor ni qué viña? ¿De la era
del sembrador divino
el padre de familias no lo era?

MALICIA:

¿El padre de familias no es quien vino
a conducir obreros,
igualando primeros y postreros?

LUCERO 2:

¿Pues cómo de la siega
a la vendimia pasa?

MALICIA:

¿Pues cómo, si es que llega
a fabricar plantel, lagar y casa,
en dos sacras parábolas le infiero
una vez labrador y otra heredero?

LUCERO 2:

¡Oh quién, ya que la gracia y la hermosura
perdió, perdido hubiera
la ciencia, pues con eso no tuviera
que batallar en mí la conjetura!

MALICIA:

¡Quién, ya que me llamó docta escritura,
depravado delirio de la mente,
entre las sombras de la edad presente
ofuscara la luz de la futura!

LUCERO 2:

Y pues mi pena dura...

MALICIA:

Y pues mi ansia tirana...

LUCERO 2:

No hay con quien más se desvanezca vana.

MALICIA:

No hay con quien más sus senos desabroche.

LUCERO 2:

Me iré a valer de la Malicia humana.

MALICIA:

Consultaré al Lucero de la noche.

LOS DOS:

Donde, pues...

LUCERO 2:

¡Mas qué miro!

MALICIA:

¡Mas qué veo!

LUCERO 2:

¿Has venido a mi voz o a mi deseo?

MALICIA:

A tu deseo y a tu voz, supuesto
que en tu voz y deseo el mío se indicia.

LUCERO 2:

¡Oh, si se buscan, qué unos y qué presto
se hallan réprobo Espíritu y Malicia!
Dime, pues, ¿qué me quieres?

MALICIA:

Lo que tú a mí si en mí tu pena infieres.
Bien te acordarás, Lucero,
-que en ti no puede caber
lo flexible del olvido-
de aquel fiero pasmo, aquel
mortal susto en que nos puso
de dudar y de temer
el sembrador, que comprando
el trigo del mercader
para su siembra, y saliendo
al campo al amanecer,
en cuatro partes de tierra
los sulcos abrió a su mies.

MALICIA:

Dejo aparte si cayendo
el grano en piedras tal vez
no prendió raíces; dejo,
Lucero, aparte también
si cayendo en el camino,
ya del ave o ya del pie
robado, rindió el tributo
en secas aristas, bien
como el que cayó en vicioso
campo sufocado dél
en malas yerbas; y, en fin,
dejo si fue o si no fue
el que cayó en sazonada
tierra -en logro de la fe
del sembrador- fértil colmo
de lo inútil de los tres,

MALICIA:

y voy a que esta semilla
nos dio bien claro a entender
en metáfora de trigo
de Dios la palabra, pues
en el duro corazón
cae, de piedra, a no prender
raíces; en el perezoso,
flojo y descuidado, a que
el polvo le desvanezca;
y en el lascivo a que dé
en malas yerbas verdores
que hermosos al parecer
son luego adelfas y ortigas
siendo solo en quien se ve
útil fruto el corazón
de quien le concibe fiel.

MALICIA:

Hasta aquí he dicho por solo
dejar asentado que
significada en el trigo
de Dios la palabra esté
y en el trigo y la palabra
sombras y luces que den
esperanza a los mortales
de un gran prometido bien.
Sobre este principio paso
a que nadie dude ser
el gran padre de familias
rico mayoral de aquel
sembrador, pues labrador
le acredita ser de quien
su mismo hijo pronunció
«mi padre agrícola es»,

MALICIA:

en cuyo ejercicio vimos
que al primero rosicler
del sol llamó a su labranza
obreros y sin perder
tiempo otros al mediodía
y otros al anochecer,
dando a los de antes el mismo
sueldo que a los de después
como quien dice «a mis puertas
para ostentar mi poder
cualquiera y a cualquier hora,
como llegue, llega bien».
Este conducir obreros
para una cosecha ayer
y hoy para otra, ayer de pan
y hoy de vino; este ofrecer
igual el jornal mostrando
que no hay distinción en él
de tiempos ni de personas,

MALICIA:

pues llamados a merced
de su sueldo los iguala
sin injusticia de que
dando a unos lo suficiente
a otros lo gracioso dé,
me ha puesto en obligación
-como dije- de temer
viendo pasar a la viña
las tareas de la mies
si de aquel prometimiento
de Dios hay visos también
como en el pan en el vino.

LUCERO 2:

Bien temes y dudas bien;
pues la misma duda, el mismo
temor es mi ansia cruel,
mayormente si corriendo
aquella primera tez
de su corteza a las sombras
y figuras, de que ves
lleno el sagrado volumen,
noto que halla el que le lee
iguales lejos y visos
de su esperado placer
como en el pan en el vino.

MALICIA:

Eso ¿cómo puede ser
cuando acabamos de oír
que el hombre en la desnudez
de mísero jornalero
puede atento a su interés
sembrando pan de dolor
pan de ángeles coger?

LUCERO 2:

Como ese pan de dolor,
con dolor no dudo...

MALICIA:

¿Qué?

LUCERO 2:

Que a pan de ángeles sabrá
y a pan de dolor sin él.

MALICIA:

¿Con él y sin él no implica?

LUCERO 2:

No, Malicia, que ha de haber
muchos llamados y pocos
escogidos; y porque
veas si en el vino hay
vislumbres que al hombre den
señas de premio y castigo
la misteriosa embriaguez
de Noé lo diga, puesto
que fue el vino árbitro juez
de réprobos y elegidos,
pues dél resultó en Noé
dar la maldición a Can
y la bendición a Sen.

MALICIA:

Yo no sé más de que el trigo
inmenso mérito fue
de las espigas de Rut
en los campos de Belén.

LUCERO 2:

También sé yo que fue el vino
mérito inmenso, pues sé
que vino a campos de Amar
el racimo de Caleb.

MALICIA:

El subcinericio pan
fue viático con que
el espíritu de Elías
llegó a los montes de Horeb.

LUCERO 2:

Mezclado el vino, mandó
la sabiduría poner
las mesas y en su convite
solo se hizo mención dél.

MALICIA:

Montón de trigo, vallado
de lilios, llamó tal vez
allá el esposo a la esposa.

LUCERO 2:

Y tal vez la dijo: «Ven
del Líbano que ya empiezan
las viñas a florecer».

MALICIA:

El pan de proposición
el Levítico poner
mandó en el propiciatorio,
desde donde Aquimelech
se le ministró a David.

LUCERO 2:

Y David dijo después
que había alegrado Dios
su corazón recto y fiel
con frutos de pan y vino.

MALICIA:

La nave del mercader
de lejos condujo el pan.

LUCERO 2:

Y de cerca el vino quien
viéndole agua al repartir
vio que era vino al beber.

MALICIA:

La mortal hambre de Egipto
sació el trigo de Joseph.

LUCERO 2:

Ahora acabo de decir
transubstanciación en que
si allá el trigo sació el hambre
el vino en Canán la sed.

MALICIA:

En hacimiento de gracias
del victorioso laurel
sacrificio de Abrahán
fue el pan del Melchisedech.

LUCERO 2:

¿Cómo en ese sacrificio
te olvidas del vino, pues
sacrificio consumado
no sería a faltar él?

MALICIA:

¿Consumado sacrificio
no sería?

LUCERO 2:

No.

MALICIA:

¿Por qué?

LUCERO 2:

Porque así le instituyó
el gran sacerdote rey.

MALICIA:

Luego si corren iguales
desde el altar de Salén
tantos aparatos como
van disponiendo a la fe
en vino y pan, vid y espiga,
planta y siembra, viña y mies,
no en vano es nuestro temor.

LUCERO 2:

Eso me tray a valer
de ti, que yo, con ser yo,
Malicia, te he menester;
que en sacrílegos insultos
no tiene ¡ay de mí! poder
sin la malicia del hombre
la malicia de Luzbel.
Y pues de otra sementera
echaste el trigo a perder
sembrando en él la cizaña,
y de otra viña el plantel
viciaste haciendo que espinas
y abrojos por uvas dé,
mira cómo desta nueva
viña, casa de placer
de ese padre de familias,
nuestra sañuda altivez
podrá, apagando las luces
las sombras, desvanecer
haciendo... pero los ecos
me vuelven a suspender.

(Dentro los instrumentos sonando hasta que se cante.)
LUCERO 2:

Y no con menor asombro
a mí los ecos y el ver
que con alguna familia,
de las muchas de quien es
padre, hacia aquí repitiendo
la invocación viene.

MALICIA:

Pues
retirémonos los dos
y a la mira hasta saber
quién viene en su llamamiento
y qué pacto hace con él
andemos; cuya noticia
advertirnos podrá ser
de lo que nuestras calumnias
habrán de intentar después.

LUCERO 2:

Dices bien, y desde aquí
los podremos atender
y notar en lo que para
decir una y otra vez...

LUCERO 1:

(Canto.)
Jornaleros de la vida,
los que de Dios a merced
sembrando pan de dolor
pan de ángeles cogéis,
a mi voz atended.

MÚSICA:

A mi voz atended.

LUCERO 1:

Que igual os dará de la viña el señor,
el sueldo que os dio el señor de la mies.
(Repítese.)

(Con esta repetición salen los MÚSICOS de villanos; ISAÍAS, y JEREMÍAS de profetas; el LUCERO del día de pieles. Luego el PADRE DE FAMILIAS, viejo venerable, de mayoral, con la mano en el hombro del hijo, vestido de zagal. Representan dando vuelta al tablado, y tras ellos el LUCERO y la MALICIA como en acecho de ellos.)
PADRE:

Aunque con lástima advierto,
bello lucero del día,
que con ser tu voz la mía
es voz que clama en desierto,
pues tan pocos han venido
de sus acentos llamados,
con todo eso mis cuidados
que siempre ayudar han sido
al pobre, quieren que sea
tan otro mi llamamiento
que más al provecho atento
los traiga que a la tarea,
y así mudando el pregón,
no al trabajo los convides;
a la labor de esas vides,
lagar y torre, que son
hoy mis delicias mayores,
llama: acudan los obreros
no ya como jornaleros
sino como arrendadores;
veamos si hace el interés
menos molesto el afán.

HIJO:

A esa gracia que vendrán
no dudes, y más cuando es
la misma gracia, señor,
quien tus piedades publica.

MALICIA:

¿La misma gracia -¡qué horror!-
quien sus piedades publica?

LUCERO 2:

Calla, y el oído aplica
hasta entenderlo mejor.

JEREMÍAS:

Yo que en tu familia soy
quien más de este honor se obliga,
de parte de la fatiga
del hombre gracias te doy,
pues dándole la heredad
con que pague de su fruto
mismo algún leve tributo
de la excelsa majestad
y grandeza que hay en ti,
será no pequeño indicio
que cultive en tu servicio
y que gane para sí,
de cuyo inmenso favor
cargo le hará mi cuidado.

HIJO:

¿Qué mucho si tal criado
la grandeza es del señor?

MALICIA:

«¿Tal criado
la grandeza es del señor?»

LUCERO 2:

Atiende y calla.

ISAÍAS:

Gozoso,
yo qué te diga no sé,
mas sé que al mundo diré
cuán benigno, cuán piadoso,
llamaste a tu viña bella
a fin que el que la labrase
de sus achaques hallase
la salud de Dios en ella.
Esta mejora en los dos
yo al mundo publicaré.

HIJO:

¿Qué harás en eso si fue
tu nombre salud de Dios?

MALICIA:

¿Su nombre salud de Dios?

LUCERO 2:

Disimula la inquietud
que esos tres nombres te han dado.

MALICIA:

¿Cómo, si los ha nombrado
grandeza, gracia y salud
de Dios, templas mis extremos?

LUCERO 2:

Como hay, si tu ser lo ignora,
más que saber; calla agora
que después discurriremos.

PADRE:

Ya que de mi parecer
estáis, otra vez llamad;
veamos a quién la heredad
da qué obrar y merecer.

HIJO:

Para tan gloriosa acción
yo al cántico ayudaré.

ISAÍAS:

Si tú cantas bien podré
decir yo en otra ocasión
para que del himno cuadre
la alabanza al mundo entero,
que cantó el hijo heredero
a la viña de su padre.

LUCERO 1:

Jornaleros de la vida
que sujetos a hambre y sed,
bebéis de lágrimas agua
y pan de dolor coméis...

HIJO:

El gran padre de familias
atento a vuestro interés
llama a los que trabajáis
para que no trabajéis...

LOS DOS:

Venid y veréis.

MÚSICA:

Venid y veréis.

LOS DOS:

Que el que labra en su propio provecho
convierte el afán de pesar en placer.

MÚSICA:

Que el que labra en su propio provecho
convierte el afán de pesar en placer.

(Con esta representación se entran como salieron.)
MALICIA:

¿Qué más he de saber, cuando
viendo está mi dolor fiero
del día cantando al lucero
y al de la noche llorando?

LUCERO 2:

La confusa fantasía
de una representación
en que introducidos son
parábola, alegoría
y historia; y llegando al caso
si la parábola creo
padre de familias veo,
hijo y heredad; si paso
a cuál la familia es,
hallo una y otra virtud,
pues gracia, alteza y salud
del Señor me da en los tres
la alegoría fundada
en la historia; y si a ella acudo
la interpretación no dudo
en que puede estar fundada:
gracia de Dios dice Juan,
salud de Dios Isaías
y grandeza Jeremías,

LUCERO 2:

con que a dos luces están
para tu pena y la mía,
tu desgracia y mi desgracia,
alteza, salud y gracia
debajo de alegoría,
y corriendo la memoria
en los tres la paridad,
debajo de realidad
la parábola y la historia,
con que a nuestras agonías
gracia, alteza y salud dan
no sé qué visos en Juan,
Jeremías y Isaías.

MALICIA:

Aunque el concepto he entendido,
para explicarle mejor
ha de apurar mi rencor
a quién y con qué partido
lagar, viña y torre entrega,
para ver cómo podrá
introducirme a mí allá.

(Dentro ruido.)
LUCERO 2:

Pues sigámoslos, que llega
por uno y otro camino
ya varia gente a la voz
que vuelve a entonar veloz
aquel cántico divino
que el hijo compuso cuando
dijo al pueblo de Israel...
{{Pt|HIJO:|
(Dentro.)
Venid los que trabajáis
para que no trabajéis.

LOS DOS Y MÚSICA:

Venid y veréis
que el que labra en su propio provecho
convierte el afán de pesar en placer.

}}
(Vanse los dos y con la misma repetición salen por una parte la GENTILIDAD y por otra el HEBRAÍSMO.)
HEBRAÍSMO:

¡Ah del valle!

GENTILIDAD:

¡Ah de la selva!

HEBRAÍSMO:

Dime, oh tú, que su país
penetras.

GENTILIDAD:

Dime, oh tú, que
vagas su hermoso confín.
<poem>

GENTILIDAD:

Sí,
que a ella idólatra el hebreo
abrió la puerta al gentil.

HEBRAÍSMO:

¿Y dónde vas?

GENTILIDAD:

Una voz
que se ha sabido esparcir
de todo el orbe escuchada
y no entendida de mí,
ha puesto en tal confusión
la política civil
de todo el romano imperio,
que me ha obligado a venir
para quietar de mis gentes
el confuso discurrir
a inquirir cuya será.

HEBRAÍSMO:

¿Y qué has llegado a inquirir,
que también a mí me lleva
arrebatado tras sí?

GENTILIDAD:

Nada hasta aquí, porque solo
he discurrido hasta aquí,
ella dulce, ignoto el dueño,
que algún dios -de su turquí
salió, azul, desamparando
el cristalino zafir-,
ha descendido a la tierra
y bien para presumir
que es a esta parte, no en vano
lo ha llegado a persuadir
la amenidad de su sitio,
pues mirando competir
en las copas el verdor,
en las flores el matiz,
en los planteles los frutos
y en todo el primor, a fin
de ser por toda su esfera
el mayo en la juvenil
edad de los doce meses
florido virrey de abril,

GENTILIDAD:

no en vano -como ya dije-
me ha llegado a persuadir
a que este sitio es sin duda
aquel eterno pensil
del Elíseo, de los dioses
descanso, donde a vivir
vuelven las almas de nuevo
de un fin pasando a un sin fin.

HEBRAÍSMO:

¡Qué como gentil hablaste!
¿No era más justo decir
viendo en esa amenidad
correr a un tiempo y lucir
los arroyos del Cedrón,
las fuentes de Rafidín,
salpicando sus cristales
con envidias del Ofir,
entre palmas de Cadés
y entre olivas de Setín,

HEBRAÍSMO:

cedros del Líbano, haciendo
brotar en cada raíz
las márgenes de su riego
ciento a ciento y mil a mil
flores, en cuya vistosa
mezcla de nieve y carmín
la rosa es de Jericó
clavel de Getsemaní,
y, finalmente, no fuera
mejor, viendo en cada vid
toda la pompa abreviada
de las viñas de Engadí,
presumir que era su esfera
aquel ameno jardín
del terrenal paraíso,
primera patria feliz
de nuestros primeros padres?

GENTILIDAD:

Si esto te parece a ti,
a mí no; y porque no entremos
a disputar ni argüir
sigamos la voz, que ella
es la que ha de decidir
nuestra cuestión.

HEBRAÍSMO:

¿Quién adónde
se oyó nos dirá?

GENTILIDAD:

Hacia aquí
sola una zagala viene.

(Sale la INOCENCIA con un pellico de villano.)
HEBRAÍSMO:

¡Ah villana!

INOCENCIA:

No es a mí,
que yo so nobre.

GENTILIDAD:

¡Ah pastora

INOCENCIA:

Tampoco, que nunca fui
ni para empuñar arado
ni para guardar redil.

HEBRAÍSMO:

¡Ah rústica!

INOCENCIA:

Hartas hay, no
seré yo.

GENTILIDAD:

¡Ah simple!

INOCENCIA:

Ahora sí,
que inocente y simpre todo
se va allá: ¿quién llama?

HEBRAÍSMO:

Oíd:
¿sabréisnos decir...?

INOCENCIA:

Y cómo
que sabré, que en mi magín
como nada sé presumo
que lo sé todo.

GENTILIDAD:

Decid:
¿qué dulce voz es la que
los dos llegamos a oír
tan a lo lejos que no
la pudimos percibir
ni cúya es?

INOCENCIA:

¿Es una que
va sonando por ahí?

HEBRAÍSMO:

La misma.

INOCENCIA:

¿Y eso ignora?

HEBRAÍSMO:

Claro está, pues que de ti
saberlo queremos.

INOCENCIA:

Pues
sabed que es una voz...

LOS DOS:

Di.

INOCENCIA:

Tan dulcemente suave,
tan brandamente sotil
que con ser yo simpre, aún no
sé lo que quijo decir;
mas buen medio...

LOS DOS:

¿Qué es?

INOCENCIA:

Que vos,
pues a saberlo venís
y de mí queréis saberlo,
para saberlo de mí
me lo digáis, y yo a estotro,
y estotro a vos, con que así
lo sabremos de vos él,
yo de vos y vos de mí.

GENTILIDAD:

Quita, bárbara villana.

HEBRAÍSMO:

Aparta, rústica vil.

INOCENCIA:

Pensarán que han hecho algo
en apartarme de sí,
cosa que la hace cualquiera
que me llega a ver y oír.

GENTILIDAD:

¿Pues quién eres?

INOCENCIA:

Esa duda,
sin llegarlo yo a decir
os ha dicho ya quién so.

HEBRAÍSMO:

¿Cómo?

INOCENCIA:

Como siendo así
que so la Inocencia y no
conociéndome decís
que sin duda alguna anda
la Malicia por aquí.

GENTILIDAD:

¿Cómo siendo la Inocencia
-dime- has venido a vivir
a los despoblados?

INOCENCIA:

Como
esa infame pasión roín
me desterró de las cortes,
y aun temo, viéndoos aquí,
que en traje gentil y hebreo
se haya venido tras mí.

HEBRAÍSMO:

¿Por qué en traje de villana
andas?

INOCENCIA:

Porque como fui
sencilla vertud, conformen
el hablar con el vestir.

HEBRAÍSMO:

Esto es perder tiempo y no,
Gentilismo, conseguir
nuestro intento.

GENTILIDAD:

¿Qué podremos
hacer?

HEBRAÍSMO:

En su alcance ir
discurriendo por diversas
partes los dos el país,
con pacto de que el que antes
noticias halle, acudir
al otro deba con ellas.

GENTILIDAD:

Dices bien. Yo por aquí
que está más llano el camino
iré.

HEBRAÍSMO:

Yo, que a discurrir
asperezas del desierto
enseñado estoy, medir
sabré el monte.

(Vase la GENTILIDAD y al entrarse el HEBRAÍSMO suena en aquella parte la MÚSICA y él se detiene.)
GENTILIDAD:

Pues a Dios.

HEBRAÍSMO:

A Dios.

INOCENCIA:

Viendo dividir
al gentil y hebreo por varias
sendas no sé destenguir
cuál lleva mejor camino
de llegar antes a oír.

HIJO:

(Dentro.)
Venid los que trabajáis...

MÚSICA:

Venid, venid.

HIJO:

Para que no trabajéis.

MÚSICA:

Venid, venid,
que el que labra en su propio provecho
convierte el afán de llorar en reír.

HEBRAÍSMO:

Hacia allí la voz se escucha;
mejor camino elegí
yo que la Gentilidad.

INOCENCIA:

Y yo sacaré de aquí
que habló primero la voz
al hebreo que al gentil;
y pues ya a su vista llega
retírome, ¡ay infeliz!,
que no estoy bien a la mira
de quien no ha de usar de mí
por más que hable con él quien
repite una vez y mil.

HEBRAÍSMO:

¿Pues quién eres?

PADRE:

Soy en cuantos
fértiles campos amenos
ves hoy reducir a breve
mapa todo el universo
padre de familias: no hay
en sus rebaños cordero,
en sus sembrados espiga,
ni racimo en sus sarmientos
de que yo dueño no sea.

HEBRAÍSMO:

Que seas o no su dueño
aquí no es del caso: deja
la glosa y vamos al texto.

HEBRAÍSMO:

¿Pues quién eres?

PADRE:

Soy en cuantos
fértiles campos amenos
ves hoy reducir a breve
mapa todo el universo
padre de familias: no hay
en sus rebaños cordero,
en sus sembrados espiga,
ni racimo en sus sarmientos
de que yo dueño no sea.

HEBRAÍSMO:

Que seas o no su dueño
aquí no es del caso: deja
la glosa y vamos al texto.

PADRE:

Gozoso de mis haberes
planté para mi recreo
esa viña que en la tierra
verde pedazo es de cielo.
Para su seguridad
vallada la cerqué a efecto
de que animales nocivos
nunca puedan entrar dentro,
y porque de la campaña
se descubran a lo lejos
sus ámbitos -sin que puedan
tampoco los pasajeros
asaltando sus portillos
robar sin ser descubiertos
sus frutos- para atalaya
la puse esa torre en medio.

PADRE:

Dentro della el lagar yace
con todos cuantos aprestos
a su labor necesita,
tan a toda costa hechos,
que juzgo que no podrá
mellar la lima del tiempo
ni de su prensa la piedra,
ni de su viga el madero.
En fin, tan cabal en todo
me salió, sin que el deseo
pueda hacer cargo a la idea
ni la idea al pensamiento,
que viéndola tan hermosa
la elegí no sin misterio
para cláusula primera
de mi último testamento
en el mayorazgo que
fundar a los siglos pienso
en cabeza de mi hijo,
mi hijo en quien con tanto afecto
me complací, que en mi amor
es sin duda que le engendro
continuamente, bien como
acto de mi entendimiento.

PADRE:

Esta, pues, en una parte
cuánto necesita viendo
de quien la labre, y en otra
cuánto aprovechar deseo
a los que de su sudor
viven al trabajo expuestos,
los voy llamando, y porque
no diga algún malcontento
que el sueldo le desiguala
-siendo así que de mi sueldo
el mérito es el contraste-,
para dar segundo ejemplo
de mi piedad, en abono
de su beneficio, intento
que lo que ayer fue jornal
sea hoy arrendamiento:

PADRE:

trabajen para sí mismos,
a cuyo fin dijo el verso
que vengan los que trabajan
a no trabajar, supuesto
que no es trabajo el trabajo
tolerado en el consuelo
de que lo que afanen más
será en el tributo menos,
pues vendrá de su tarea
a ser resulta su aumento,
fuera de que otra razón
me mueve hoy a este convenio,
y es que yo he de hacer ausencia
deste valle, porque tengo
que ajustar en otra parte
la cuenta de unos talentos
que he dejado en confianza
del que use bien o mal dellos.

PADRE:

Y así, pueblo de Israel,
pues eres amado pueblo
de Dios, y el primero que
veniste a mi llamamiento
-quizá porque quise yo
que vinieses tú el primero-,
mira si quieres entrar
por ti y por todos aquellos
que aprovechados te sigan
en el contrato, advirtiendo
que el feudo en sus mismos frutos,
suave el yugo, leve el peso
de la labranza hará, en que
la vigilancia encomiendo,
porque a mí más me enriquece
la vigilancia que el feudo,
mayormente si en las gentes
que a su labor traigas veo
que el estado de inocencia
por mí le conservas, siendo
ella quien más los anime
a ganar para sí mesmos.

HEBRAÍSMO:

Primero que te responda
déjame pensar en ello,
que el fin del consejo siempre
fue el principio del acierto.
(Aparte.)
El logro desta heredad
según en sus plantas veo
no puede dejar de ser
grande, y más si considero
cuán leve será el tributo
pagado en sus frutos mesmos,
pues si no los hay no hay
razón de satisfacerlos,
y si los hay ¿quién me quita
coger más y decir menos?

HEBRAÍSMO:

¿Mi pueblo no ha de lastarlo?
Trabaje, pues le sustento,
sea suya la fatiga,
mío el aprovechamiento.
Sola la dificultad
es la palabra que tengo
dada de haber de dar parte
al Gentilismo, y es cierto
que tan segura ganancia
le ha de poner en deseo
de entrar en ella. Mas ¿cuándo
miró en humanos respetos
mi codicia? Una por una
haga yo el arrendamiento
y enójese o no se enoje
el gentil.

PADRE:

¿No te has resuelto?

HEBRAÍSMO:

Sí.

PADRE:

¿En qué?

HEBRAÍSMO:

En firmar el contrato.

PADRE:

Y para su cumplimiento
¿quién te ha de fiar?

HEBRAÍSMO:

Mi esposa,
que es la Sinagoga, ofrezco;
que se obligue con su dote,
caudal de infinito precio,
pues arca de sus tesoros
el Arca es del Testamento.

PADRE:

Buena es la fianza.

HEBRAÍSMO:

Dime
tú ahora: ¿qué tributo tengo
de pagarte yo?

PADRE:

Porque
veas cuán liberal quiero
andar contigo, del fruto
que ya de coger es tiempo,
solo el diezmo y la primicia.

HEBRAÍSMO:

Si es la primicia y el diezmo
lo que el Levítico manda
pagar al culto, mal puedo
decir yo que no sea justo
tributo de Dios impuesto:
de pagarle fe, palabra
y mano doy.

PADRE:

Yo la acepto.

LUCERO 1:

Yo fiel testigo seré
de la gracia que le has hecho.

ISAÍAS:

Yo de la salud con que hoy
desde el oriente a su pueblo
el cielo visita.

JEREMÍAS:

Yo,
de la alteza de tu pecho,
pues tan liberal entregas
de tus haberes inmensos
la heredad mejor.

HIJO:

Y yo,
como inmediato heredero,
mostrando que de mi padre
la voluntad obedezco,
aunque es patrimonio mío,
en el contrato convengo.

PADRE:

Pues venid todos a darle
la posesión, porque tengo
de ausentarme luego que
vea que en ella le dejo.

HIJO:

Sea en parabién festivo
tu voz, hermoso lucero,
quien su dicha a cielo y tierra
diga.

LUCERO 1:

Y porque tierra y cielo
lo oigan, siendo la voz mía
será de David el verso:
(Cantado.)
Suma felicidad,
oh soberano favor
de un pueblo a quien la piedad
del Señor para señor
eligió de su heredad.

MÚSICA:

Oh suma felicidad,
oh soberano favor
de un pueblo a quien la piedad
del Señor para señor
eligió de su heredad.

(Al irse a entrar sale la GENTILIDAD.)
GENTILIDAD:

Parad los blandos acentos,
que ya que descaminado
he perdido tanto tiempo
en su alcance, sobreseer
pretende en la causa dellos
la Gentilidad, de parte
de todo el romano imperio.

PADRE:

¿Pues el imperio romano
conoce del pueblo hebreo?

GENTILIDAD:

Sí, cuando por asociado
le llama en sus graves pleitos.

HEBRAÍSMO:

Pues en este no le llama,
que no lo es el que siguiendo
una dulce voz hallase
que el noble, el heroico dueño
de esa heredad, para darla
en seguro arrendamiento
llamase y en él hiciese
el ajuste del concierto.

GENTILIDAD:

¿Cómo, quedando conmigo
de avisarme de su encuentro
y su intención, no lo hiciste?

HEBRAÍSMO:

Como el natural derecho
es que cada uno procure
para sí lo mejor.

GENTILIDAD:

Ni eso
ni cuanto en la ingratitud
del más alevoso pecho
cabe, me coge de susto
en ti; ni de ti me quejo,
¡oh gran padre de familias!,
tampoco, porque suspenso,
absorto y mudo, no sé
qué reverencial respeto,
qué interior cariño, qué
ignorado amor, qué afecto
no conocido, qué oculta
veneración o qué miedo
-por decirlo todo- es
con el que te reverencio,
que no me atrevo a la queja
embargada del silencio.

GENTILIDAD:

Con dos contrarios impulsos
del uno y otro me ausento;
de ti porque te idolatro,
de ti porque te aborrezco,
y así aunque deste desdén
me haya de vengar él mesmo,
no por eso me he de dar
por vengado; antes te ofrezco
si él de ti me venga que
dél te vengue yo, y... mas esto
mejor que yo te lo diga
será te lo diga el tiempo.

(Vase.)
PADRE:

Desvalido el Gentilismo
va de mí.

HIJO:

Su sentimiento
podrás en otra ocasión
consolar; mas no por eso
dejes de cumplir en esta
la palabra de que fueron
las virtudes que te asisten
testigos, cuando al hebreo
prometiste la heredad.
Sácalos tan verdaderos
que vea el mundo que no solo
virtudes te asisten, pero
virtudes que profecías
son de tus prometimientos.

PADRE:

Claro está que mi palabra
no ha de faltar; y pues luego
que en la posesión le ponga
-como dije- partir tengo,
prosiga la aclamación,
y tú advierte que te entrego
en confianza la prenda
en quien está; pero esto
ahora no es de aquí, que ahora
basta saber que la llevo
tan dentro del corazón
y de la mente tan dentro
que aunque me ausento de ti
no es ella de quien me ausento.

HEBRAÍSMO:

Fía de mí que te dé
buena cuenta, y más si veo
que della la Sinagoga
hace, Señor, el aprecio
que merece su hermosura
cuando a su fértil recreo
llamada de mí me dé
gracias de tan alto empleo.

HIJO:

Pues para que a su noticia
llegue la nueva más presto,
y las albricias tu voz
gane, vuelvan tus acentos
a la aclamación.

TODOS:

Empieza
que todos te ayudaremos.

(Cantado.)
LUCERO 1:

Albricias, albricias.

MÚSICA:

¿De qué?

LUCERO 1:

Del favor.
Albricias, albricias.

MÚSICA:

¿De qué?

LUCERO 1:

Del empeño
que hoy hace el inmenso amor,
pues hace al obrero dueño
de la viña del señor.

MÚSICA:

Albricias, albricias,
pues hace al obrero dueño
de la viña del señor.

(Vanse todos y sale la MALICIA deteniendo al LUCERO .)
LUCERO 2:

«¿Al obrero dueño
de la viña del señor?»

MALICIA:

Detente.

LUCERO 2:

Suelta, Malicia.

MALICIA:

¿Dónde vas?

LUCERO 2:

¿Cuando, encubiertos
áspides de incultas flores,
hemos estado atendiendo
a tantos presagios como
el pasado temor nuestro,
en competencias del pan
nos da en el vino, anteviendo
en el padre de familias
piedades, en sus obreros
beneficios, en sus gentes
virtudes, y en su heredero
obediencias, me preguntas
dónde voy? A ver si puedo
abortar en sus verdores
el volcán de mis incendios,
antes que el tributo sea
de primicias y de diezmos
eclesiástico tributo,

LUCERO 2:

que si David en el verso
que han cantado dijo que era
bienaventurado pueblo
el que el Señor elegía,
graduándole hoy rentero
al que ayer era gañán,
también dijo en otro él mesmo
de otra viña, que habían dado
infestados sus renuevos
abrojos en vez de granos,
zarzas en vez de sarmientos,
y en vez de mosto el mortal,
el insanable veneno
de la hiel del dragón; pues
¿por qué mi abrasado aliento,
siendo el dragón, no pondrá
en esta el amargo tedio
de las viñas de Sodoma?

LUCERO 2:

Y pues que murada en cerco
la veo y veo la atalaya,
para que nadie en su centro
entre si no es por la puerta,
asegurando el recelo
de que el que entra por portillo
es ladrón, y, en fin, pues veo,
-porque para mí no hay
distancia, lugar ni tiempo-,
que habiendo la voz corrido,
y habiendo entrado en deseo
la Sinagoga de ver
si el tratado de su pueblo
es útil o no, en camino
con su familia se ha puesto
¿qué dudas que a introducirme
vaya en ella, pues no es nuevo
que el disfraz me disimule,
que no me faltará texto
que asegure que vistió
el lobo piel de cordero?
Y así, no, no me detengas.

(Cantando dentro.)
INOCENCIA:

¡Ay de heredad de quien se ausenta el dueño!

MALICIA:

Mas ¿qué triste acento, en traje
de suspiro uniendo extremos,
empieza como sonoro
y acaba como severo?
Vuelva a atender por si vuelven
a decir sus sentimientos.

INOCENCIA:

¡Ay de heredad de quien se ausenta el dueño!

(Sale la INOCENCIA.)
MALICIA:

La voz es de la Inocencia
y aun ella la que allí veo.
¿Adónde, Inocencia, vas?

INOCENCIA:

Si yo donde vo sopiera
nunca, Malicia, viniera
por donde al encuentro estás,
y pues con pasos inciertos
huyendo de tus enfados
te he dejado los poblados,
déjame tú los desiertos.

MALICIA:

No has de irte sin que yo
sepa dónde vas y qué
verso el que cantabas fue.

INOCENCIA:

A entrar a la viña vo,
y el verso es aquel que dijo
que donde el dueño no está
está el duelo. Y pues que ya
a ambas pescudas colijo
que he respondido no más
me detengas.

INOCENCIA:

Si yo donde vo sopiera
nunca, Malicia, viniera
por donde al encuentro estás,
y pues con pasos inciertos
huyendo de tus enfados
te he dejado los poblados,
déjame tú los desiertos.

MALICIA:

No has de irte sin que yo
sepa dónde vas y qué
verso el que cantabas fue.

INOCENCIA:

A entrar a la viña vo,
y el verso es aquel que dijo
que donde el dueño no está
está el duelo. Y pues que ya
a ambas pescudas colijo
que he respondido no más
me detengas.

MALICIA:

Oye, espera,
que de ambas saber quisiera
quién se ausenta y a qué vas
tú a la viña.

INOCENCIA:

Yo vo a que
el amo que ya partió
a su rentero dejó
encargado que yo esté
en su familia, y quiriendo
por huir de ti irme con él,
él, porque le sirva fiel
entre las gentes viviendo
que aquí han de obrar, me mandó
que de su parte viniera:
con que he dicho qué verso era,
quién se ausenta y dónde voy.

MALICIA:

Pues no has de pasar de aquí.

INOCENCIA:

¿Por qué?

MALICIA:

Porque a mi pesar
en la viña no has de entrar.

INOCENCIA:

Pues tenlo a pracer y así
no será a tu pesar.

MALICIA:

No
muevas el paso hacia ella,
que acercarte ni aun a vella
he de permitir.

INOCENCIA:

Pues yo
aunque te pese entraré.
(Luchan los dos.)

MALICIA:

¿Conmigo llegas a brazos?

INOCENCIA:

¿Por qué no?

MALICIA:

Porque en sus lazos
morirás.

(Cae la INOCENCIA.)
INOCENCIA:

No moriré,
bien que la eterna justicia,
no sin gran fin, dé licencia
de padecer la inocencia
ultrajes de la malicia
el día que significado
Dios en ese padre está
de familias y en él da
a entender que del pecado
se ausenta y el hombre sienta
en la lucha de los dos
que aunque no se ausenta Dios
¡ay del que hace que se ausenta!
Y ya que pasar no puedo
en su busca volveré
a darle cuenta.

MALICIA:

¿De qué?

INOCENCIA:

De que en yéndose él no quedo
yo en su viña.

MALICIA:

Ni a eso has de ir.

INOCENCIA:

Pues hoy, ¡oh inmenso poder!,
permites a ella el vencer,
permíteme a mí el huir.

(Teniéndola del pellico se le deja en las manos.)
MALICIA:

A detenerte me aplico:
ahora, si puedes, escapa.

INOCENCIA:

Sí haré, que Joseph su capa
me dio para mi pellico.

(Vase.)
MALICIA:

¿Joseph su capa, ¡ay de mí!,
y dejarla ella en mi mano?
Cielos, pues vengo no en vano
a ser la adúltera aquí
tema el mundo mi violencia:
alerta, humana milicia,
que se viste la Malicia
el traje de la Inocencia.
¡Hebraísmo!

(Pónese el pellico y sale el HEBRAÍSMO.)
HEBRAÍSMO:

¿Quién me llama?

MALICIA:

[Aparte.]
Ya que su disfraz tomé
su sencillez fingiré.
Quien no solo de la fama
de tu vendimia llamada
viene a servirte leal,
pero de tu mayoral
para ese efecto enviada.

HEBRAÍSMO:

¿Pues quién eres? Porque yo
no te conozco.

MALICIA:

[Aparte.]
Es así,
que a nadie conocer vi
a su malicia. ¿Que no
me conoce? La Inocencia
soy.

HEBRAÍSMO:

Tan de paso te vi
tal vez, que no percibí
mas que sola la apariencia
del humilde traje tuyo
y la villana rudeza
de tu sencilla simpleza.

MALICIA:

Bien de aqueste olvido arguyo
que el que con mala conciencia
solo atiende a su codicia,
ni conoce qué es malicia,
ni sabe qué es inocencia.

HEBRAÍSMO:

Pero seas bien venida
ya que dicen señas tales.

(Dentro grita y instrumentos de villanos.)
TODOS Y MÚSICA:

¡A la viña, a la viña, zagales!

HEBRAÍSMO:

Pero esta plática impida
este alborozo que da
a entender que de mi esposa
la aurora saluda hermosa.

MALICIA:

¿Quién duda que ella será
pues todo el prado se aliña
de flores y de cristales?

(Salen de villanos y villanas todos los que puedan y entre ellos el LUCERO y detrás la SINAGOGA.)
TODOS Y MÚSICA:

¡A la viña, a la viña, zagales,
zagales venid, venid a la viña!

ZAGAL 1:

Venid, que la esposa bella
al tomar posesión della,
cada estampa de su huella
la deja con su venida
dos veces fecunda y mil veces florida.

TODOS:

¡Zagales venid, venid a la viña!

ZAGAL 2:

Venid, que en su verde esfera
el otoño es primavera,
pues la deja lisonjera
de flor y fruto vestida
dos veces fecunda y mil veces florida.

TODOS:

¡Zagales venid, venid a la viña!

HEBRAÍSMO:

Hermosa esposa mía,
en cuya gran belleza
segunda vez empieza
a amanecer el día,
pues no había sol donde tu sol no había:
muy bien venida seas.

SINAGOGA:

Fuerza es ser bien venida
la que buscando en ti su media vida
halla la entera luz de sus ideas.

HEBRAÍSMO:

Entra en tu posesión, que es bien que veas
que supo mi firmeza
buscar también empleo
en que hallase el deseo
con no menor fineza
templo que consagrar a tu belleza.

SINAGOGA:

Informada venía
desta amena heredad, y su hermosura
más que juzgué asegura,
bien que me desconfía
que ajena sea y que la llames mía.

SINAGOGA:

Si la hubieras comprado
y propia tuya fuera,
aun siendo tal, mejor me pareciera,
pero esto de arrendado
para tener de ajeno bien cuidado
no sé si lo condeno,
mas sé que no lo apruebo cuando toco
que propio albergue es mucho aun siendo poco
y mucho albergue es poco siendo ajeno;
y con todo, mi amor de afectos lleno,
por no dar a entender que esto sentía
y en desdén de la heroica altivez mía
algún villano note
que el sentimiento era obligar mi dote,
sabiendo que había un hombre
que para descuidarte en la asistencia
del campo, por su crédito y su nombre
de agricultor hoy goza la excelencia,
le he recibido: llega a su presencia.

LUCERO 2:

Dame tus pies.

HEBRAÍSMO:

Levanta.

MALICIA:

¿Qué miro? Mas su astucia ¿qué me espanta?

HEBRAÍSMO:

¿De dónde eres?

LUCERO 2:

Distante patria bella
de imperial corte fue mi primer cuna.

HEBRAÍSMO:

Pues ¿por qué la dejaste?

LUCERO 2:

Una fortuna
deshecha fue quien me obligó a perdella,
bien que las ciencias no, que aprendí en ella.

HEBRAÍSMO:

¿Cómo te llamas?

LUCERO 2:

Genio.

HEBRAÍSMO:

¿Y sabes con primor la agricultura?

LUCERO 2:

No hay árbol, planta o flor que de mi ingenio
la oculta cualidad tenga segura:
algún tronco pudiera
decirlo.

HEBRAÍSMO:

¡Oh quién supiera
explicar lo que estimo a tu hermosura
esta atención! Y porque veas que en nada
a mi memoria en el ausencia excedes,
también tú a mí darme las gracias puedes
de haberte recibido otra criada:
llega, ¿qué aguardas? Llega.

MALICIA:

Estó enturbiada
al ver cuán dulcemente hermosa mira.

LUCERO 2:

¿Qué veo? ¿Pero su astucia qué me admira?

MALICIA:

Prodigio soberano,
si me la da la besaré la mano
y de muy buena gana.

SINAGOGA:

¡Qué sencillez tan pura de villana!
¿Quién eres?

MALICIA:

¿Mi locuencia
no la ha dicho que yo só la Nocencia?

HEBRAÍSMO:

El padre de familias cuando se iba
dicho dejó que entre nosotros viva.

SINAGOGA:

No disculpes haberla recibido
por pensar que he sentido
ver su simplicidad, que antes me ha dado
gusto por si aliviase algún cuidado
alternando tal vez burlas y veras
con su incapacidad.

MALICIA:

(Aparte.)
Si bien la vieras...

SINAGOGA:

Ven, mis tristezas templaré contigo.

HEBRAÍSMO:

Ven, no a ser mi zagal, sino mi amigo.
Y pues que ya el octubre,
de pámpanos y parras coronado,
la verde alfombra de los campos cubre
y está el pendiente fruto sazonado,
la vendimia empecemos;
vea mi esposa bella
los regocijos que resultan della
cuando los dos extremos
del interés y el gusto componemos.

ZAGAL 1:

Si siendo tú en común el Hebraísmo
y nosotros tu pueblo, es uno mismo
el logro que esperamos,
cuando para nosotros trabajamos,
¿quién no ha de obedecerte?

ZAGAL 2:

La fatiga engañemos.

TODOS:

¿De qué suerte?

MALICIA:

Yo lo diré bailando, y pues el día
que la vendimia empieza es de alegría,
a la viña, a la viña, zagales,
y vaya de jira, de bulla y de baile.

MÚSICA:

¡A la viña, a la viña, zagales,
y vaya de jira, de bulla y de baile!

MALICIA:

¡Zagales, venid, venid a la viña,
y vaya de baile, de bulla y de jira!

MÚSICA:

¡A la viña, a la viña, zagales!

(Dentro golpes.)
HEBRAÍSMO:

Oíd, esperad: ¿quién llama a esos umbrales?

ISAÍAS:

(Dentro.)
Abrid, pues cosa es cierta
que no es ladrón quien viene por la puerta.

HEBRAÍSMO:

Abrid: veamos quién llama de esos modos.

(Sale ISAÍAS.)
ISAÍAS:

La salud del Señor... asista en todos.

HEBRAÍSMO:

Aunque te reconozco por criado
del padre de familias y a su lado
te vi, pensé que hacerme creer querías
en la pausa que hiciste que tú eras
la salud del Señor; y bien pudieras
si usando las hebreas frases mías
nos dieses a entender ser Isaías.
Pero seas quien fueres
dime ¿a qué fin me buscas y qué quieres?

ISAÍAS:

El gran padre de familias
viendo que la edad es esta
del año en que agradecida
al cielo rinde la tierra
sus mejores frutos, pues
cuando la fértil cosecha
del trigo en agosto acaba
-testigo setiembre- empieza
en octubre la del vino,
como en misteriosas prendas
de ser juntos vino y pan
sus más altas providencias,
el gran padre de familias
-otra vez a decir vuelva-
salud conmigo te envía,
y de su parte me ordena
que en la vendimia te asista
para saber lo que de ella
por su primicia le toca,
conque tendrás esta deuda
pagada, mientras tras mí
otro por los diezmos venga.

HEBRAÍSMO:

¿Con tanta puntualidad
cobra ese señor sus deudas?

ISAÍAS:

Sí, que nunca este señor
quiere que el tiempo se pierda.

HEBRAÍSMO:

Pues al mejor has venido,
que este regocijo y fiesta
en que a mis obreros hallas
alborozo es de que sea
tiempo ya de la vendimia;
con ellos al lagar entra.
Tomarás la razón para
ajustar después la cuenta.

ISAÍAS:

Antes tantearé los frutos
dando a sus linderos vuelta.
(Vase.)

MALICIA:

Quien viene a cobrar, ¡qué dueño
viene del deudor! Apenas
hizo en ti reparo.

SINAGOGA:

¡Que esto
mis vanidades consientan!

HEBRAÍSMO:

¿No vais con él? ¿Qué esperáis?
¿Antes tanta diligencia
y tanta pereza ahora?

TODOS:

El despecho no es pereza.

HEBRAÍSMO:

¿Qué despecho?

TODOS:

El de...

ZAGAL 1:

Oíd, que yo
daré por todos respuesta.
Venid los que trabajáis
a no trabajar, aquella
voz dijo, en fe de que siendo
el trabajo conveniencia
no es trabajo; pues si dél
el primer logro se llevan
¿dónde está el no trabajar?

ZAGAL 2:

¿Dónde la ganancia nuestra
en beneficiar el fruto
para que otros por él vengan?

HEBRAÍSMO:

Así lo acepté, y conmigo
no en demandas ni respuestas
os pongáis: tras él, villanos,
id.

TODOS:

Será con la protesta
de cuán otro es que le sirva
la voluntad que la fuerza.

(Vanse.)
MALICIA:

Malcontento el pueblo va;
Lucero, aviva su queja.

LUCERO 2:

Ayuda tú, que no en vano
rompido habemos la cerca.

HEBRAÍSMO:

¿No vas tú con ellos?

LUCERO 2:

No;
y antes me daréis licencia
para volverme.

HEBRAÍSMO:

¿Por qué?

LUCERO 2:

Porque si pensara que era
rentero a quien yo venía
a servir, nunca viniera;
que no es bueno para dueño
pundonor que se sujeta
a que pueda un cobrador
llamar tan recio a sus puertas.

SINAGOGA:

¡Que esto oiga!

HEBRAÍSMO:

Esposa ¿qué es eso?

SINAGOGA:

Llorar con lágrimas tiernas
que tenga un advenedizo
razón de venir de ajena
patria a infamarte en la tuya.

MALICIA:

[Aparte.]
Ahora es tiempo que se vea
que en todas las disensiones,
asechanzas y cautelas,
si el demonio las propone,
la Malicia las alienta.
[Alto.]
Tiene razón que la sobra;
siente, llora, gime y pena
los desdoros a que siendo
quien eres te ves expuesta.

SINAGOGA:

Mira cuál es mi razón
pues aun la misma simpleza
la conoce, bien que no
toda, que alguna hay de que ella
no es capaz.

MALICIA:

Pues dila tú.

SINAGOGA:

No sé si sabrá mi pena
explicarse.

MALICIA:

[Aparte.]
Sí hará, que entre
mal Genio y Malicia puesta,
él te dictará la mente,
yo te moveré la lengua.

SINAGOGA:

Cuando el padre de familias
convidaba a sus tareas
¿eran más que unos gañanes
los que iban a las expensas
de sus sueldos? ¿Pues qué más
eres tú que ellos, si arriendas
a expensas de sus tributos
la heredad? ¿Qué consecuencia
hay para que sea mejor
servir pagando una renta
que servir cobrando un sueldo?

SINAGOGA:

Y si alguna diferencia
hay ¿no es ser cierta su paga
y tu ganancia no cierta?
Fuera desto ¿el hebraísmo
no es, por la ley que profesa,
desde Dan a Bersabé
dueño de toda esta tierra?
¿Pues quién le metió en plantar
con nuevo fuero, con nueva
ley y con nuevo dominio,
viña en posesión ajena,
para que la sinagoga
tributaria le obedezca
perjudicando el derecho
de su terreno?

HEBRAÍSMO:

¡Ay, que es fuerza
cumplir lo que contraté!

LOS DOS:

No es.

HEBRAÍSMO:

¿Pues qué medio me queda?

LOS DOS:

No pagarle la primicia
y negarle la obediencia.

HEBRAÍSMO:

De suerte vuestras razones
el corazón me penetran,
el espíritu me inflaman
y sentidos y potencias
me perturban, que parecen
dictadas de mi soberbia.
¿Qué Vesubio, qué Volcán,
qué Mongibelo, qué Etna,
es el que en mí han revestido,
que con su fuego me yela
y con su yelo me abrasa?
¡Oh! Apáguemele la enmienda
cuando a vista de los tres
ni tú mi valor ofendas,
ni tú mi honor abandones,
ni tú mis desdoros sientas.
(Vase.)

SINAGOGA:

Si a fuerza del sentimiento
dueño de la viña queda,
siempre diré agradecida
ser los dos a quien les deba
igual honor.

LUCERO 2:

No lo dudes,
mayormente cuando llega
diciendo a sus gentes que
vendimiaban malcontentas.

HEBRAÍSMO:

(Dentro.)
Amigos: no hay que apartar
fruto alguno; la promesa
trabajar para nosotros
fue, con que la viña es nuestra
pues es nuestra la fatiga.

TODOS:

Claro está, que solo della
es dueño nuestro sudor.

ISAÍAS:

Primero que lo consienta
mi lealtad...

HEBRAÍSMO:

Porque no clame,
ni puedan llegar sus quejas
al padre de las familias,
muera a vuestras manos.

TODOS:

Muera,
y a instrumento que le dé
más dolor y menos priesa.

ISAÍAS:

¡Ay, no de mí, mas de quien
la salud de Dios desprecia!

(Vuelve el HEBRAÍSMO.)
HEBRAÍSMO:

Divididle en dos mitades.
Ya no hay que temer que vuelva
no solo con la primicia
pero ni con la respuesta.
Dentada aguda segur,
en su púrpura sangrienta,
no acaso allí hallada, fue
su homicida.

(Sale ZAGAL 1.)
ZAGAL 2:

Con que al verla
en su cabeza bien como
si le aserraran se huelga.

SINAGOGA:

Ahora sí dame los brazos,
que es justo que te agradezca
haber cerrado con llave
de acero la dura puerta
del vasallaje, pues ya
es preciso que mantengas
libertad, en que una vez
te has declarado, y en muestra
de mi hacimiento de gracias,
para esta noche real cena
te iré a prevenir, y a todo
tu pueblo.

MALICIA:

Yo, porque sea
más festivo tu convite
y más cumplida la fiesta,
con disfrazados zagales
compondré un baile en que tengan
oído y vista, sobre el gusto,
también en qué se diviertan.

SINAGOGA:

No creerás lo que me agradas.

(Vase.)
MALICIA:

Sí haré, que es muy halagüeña
la cara de la malicia
cuando parece inocencia.

(Vase.)
HEBRAÍSMO:

A ti, Genio, te he debido
ver a mi esposa contenta.

LUCERO 2:

Más me he debido yo a mí
en servirte.
[Aparte.]
Ea, experiencia,
prosigue, que no vas mal;
que si es de Dios la primera
salud tener del primero
achaque convalecencia
y ésta hoy yace en esta viña
¿qué misterio habrá que tema
en vino que para serlo
caliente púrpura riega
de humana sangre?

(Dentro ruido, y salen algunos deteniendo a JEREMÍAS.)
ZAGAL 1:

Esperad
en ese umbral de la puerta
a que licencia le pida.

JEREMÍAS:

No he menester más licencia
yo de la que yo me traigo.

TODOS:

Teneos.

HEBRAÍSMO:

¿Qué voces son esas?

ZAGAL 2:

Este anciano dice que
para entrar a tu presencia
la licencia que él se trae
le basta.

HEBRAÍSMO:

[Aparte.]
Según las señas
también le vi entre la noble
familia del padre dellas.
No me dé por entendido:
quién eres me di.

JEREMÍAS:

La alteza
del Señor... que te habla en mí
lo dirá.

HEBRAÍSMO:

La intercadencia
con que lo has dicho parece
que darme a entender intenta
que eres Jeremías, porque
Jeremías se interpreta
alteza de Dios.

JEREMÍAS:

Aquí
basta que te lo parezca,
que es bien dejar algo a que
quien lo entendiere lo entienda.

HEBRAÍSMO:

Y bien, ¿qué quieres?

JEREMÍAS:

Que pues
las primicias satisfechas
tendrás ya en quien vino antes
que yo a su cobranza, entrega
me hagas a mí de los diezmos.

HEBRAÍSMO:

Buena pretensión es esa,
cuando ni aun de las primicias
le quise entregar la ofrenda.

JEREMÍAS:

¿Por qué?

HEBRAÍSMO:

Porque esta heredad
es mía y nada debo.

JEREMÍAS:

¿Es esa
la fe que juraste?

HEBRAÍSMO:

No
a redargüirme vengas
con tus lágrimas, que ya
sé que todo lo lamentas:
echadle de aquí, arrojadle,
no le oiga, no le vea,
ni pare un punto en la viña.

TODOS:

Venid, pues.

JEREMÍAS:

¿Desta manera
se maltrata a quien de parte
viene de...

HEBRAÍSMO:

Sacadle afuera
a pedradas, ya que no
os es bastante la fuerza.

(Hacen que le tiran y él se va cayendo y levantando.)
ZAGAL 1:

Desceñid todos las hondas
y muera apedreado.

TODOS:

Muera.

JEREMÍAS:

¡Ay, no de mí, mas de quien
la alteza de Dios desprecia!
(Vase.)

HEBRAÍSMO:

Dile al padre de familias
que vaya, Genio, a sus rentas
enviando cobradores,
y verás con cuanta priesa
se los voy yo despachando...
pero ¿qué música es esta?

LUCERO 2:

La salva que hace la esposa
por principio de la cena
que te tiene prometida.

(Las chirimías, y ábrese un carro en que habrá una mesa bien adornada de viandas, y aparadores, y en ella la SINAGOGA. Sube el HEBRAÍSMO y, sentados los dos comiendo en lo alto, sale al tablado la MALICIA con algunos de máscara y danzando los unos y comiendo los otros dice la MÚSICA.)
SINAGOGA:

Sube, Hebraísmo, a la mesa
que te previno mi amor
en oposición de aquella
que hizo la Sabiduría,
en que fue el vino la excelsa
suavidad de sus manjares,
como también lo es en esta
el de esas vides que ya
le tributan como nuestras.

HEBRAÍSMO:

Subiré a gozar la dicha
de tus favores.

SINAGOGA:

Pues sea
aumento de mi festejo
el festín de mi Inocencia.

MÚSICA:

En la cena que hoy hace la esposa,
que hermosa y discreta,
sus rizos corona el mayo con flores
y el sol con estrellas,
en la cena que hoy hace la esposa,
que ufana y contenta,
celebra el plantel de la viña, que goce
edades eternas,
en la cena que hoy hace la esposa,
manjar no hay que sea
más precioso que el vino, que excede
al ámbar y al néctar.

HEBRAÍSMO:

Jamás los sentidos tuve
más bien divertidos.

SINAGOGA:

Fuerza
es que a los dos nos agraden
mudanzas de la Inocencia.

MÚSICA:

Y porque sus mudanzas
más a los dos diviertan,
en otros instrumentos
las voces se conviertan,
a cuyo acorde ruido
ayuden lisonjeras
las copas en los montes,
las flores en las selvas.
Clarines son las aves,
los céfiros trompetas,
órganos los arroyos
y cítaras sus perlas,
diciendo al fuego, al aire, al agua y tierra...

LUCERO 1:

(Dentro, cantando.)
Penitencia, mortales, penitencia.

HEBRAÍSMO:

Parad y sabed qué voces
tan contrarias de las nuestras,
a consonantes preguntas
dan disonantes respuestas.

LUCERO 2:

Yo lo pudiera decir.
¡Ay, Malicia! ¿Quién creyera
que el Lucero de la noche
oyendo al del alba tiembla?

MALICIA:

No tan presto desconfíes
que aún esperanza nos queda.

LUCERO 2:

¿En qué?

MALICIA:

En que si la salud
del Señor en la primera
lid se perdió, y se perdió
en la segunda la alteza
¿quién duda si ese Lucero
gracia de Dios se interpreta,
que alteza y salud perdidas,
la gracia perdida venga?

ZAGAL 1:

Un hombre que toscas pieles
viste y de hacia las riberas
del Jordán viene, es el dueño
de la voz.

HEBRAÍSMO:

Ya sé quién sea.
Cerradle la puerta, no
entre... mas no vais, abierta
será mejor que la halle
porque quiero que me vea
en la pompa, el aparato,
la majestad y grandeza
de que gozan mis delicias:
dejadle, pues, que entre.

LUCERO 2:

¿Y desta
circunstancia qué dirás?

MALICIA:

¿Qué circunstancia?

LUCERO 2:

¿Es pequeña
que signifique la gracia
y que halle abierta la puerta?

SINAGOGA:

Porque, aunque entre, nuestro gozo
no turbe, la danza vuelva.

MÚSICA:

Clarines sean las aves,
los céfiros trompetas,
órganos los arroyos
y cítaras sus perlas,
diciendo al fuego, al aire, al agua y tierra...

(Sale el LUCERO 1.)
LUCERO 1:

¡Penitencia, mortales, penitencia!

HEBRAÍSMO:

Joven, que de las orillas
del Jordán dulce sirena
te acreditas, pues no hay
a quien tu voz no suspenda,
si de parte de tu dueño
vienes a cobrar sus rentas,
sabe que la vida a otros
esa cobranza les cuesta,
y vuélvete tú, que quiero
permitirte que te vuelvas
porque al padre de familias
le digas esta opulencia
con que me sirvo en su viña
coronado dueño de ella.

LUCERO 1:

No a cobrar sus rentas vengo
sino a acusar sus ofensas,
que ya sé tus tiranías,
pues me obligan a que venga
a reprehender cuán injustas
proceden sus inclemencias
el día que no hay en ti
propiedad que no sea ajena.
No solamente la viña
lo diga; dígalo esa
que como esposa a tu lado
prevaricada se asienta.
El tiempo que estuvo en gracia
¿de otro esposo no lo era,
por quien dijo, enamorado
que del Líbano descienda
a ver florecer las viñas?;
¿pues cómo la traes a esta
no a ver cómo se florecen
sino cómo se ensangrientan?
Vuelve en ti y vuelvan esposa
y viña a su dueño, y...

HEBRAÍSMO:

Cesa,
no prosigas, que me afligen
tus voces.

SINAGOGA:

¿Que esto consientas
sin hacer más sentimiento
de tu injuria y de mi afrenta!
Quitad ese asombro, ese
prodigio, de mi presencia;
llevadle de aquí, llevadle
a la prisión más estrecha
del más pavoroso seno
de la gruta más funesta
que se halle en toda la viña,
donde encarcelado muera.

TODOS:

Ven, antes que contra ti
tomemos hondas o sierras.

LUCERO 1:

¡Ay, no de mí, mas de quien
la gracia de Dios desprecia!

(Llévanle.)
MALICIA:

La puerta abierta ¿qué importa
donde el corazón la cierra?

LUCERO 2:

Como eso, malicia humana
veré yo si tú me alientas.

SINAGOGA:

¿De qué la tristeza es?

HEBRAÍSMO:

No te enojes, no te ofendas,
que mi tristeza no ha dicho
de qué nace mi tristeza
hasta decir que es de verte
quejosa a ti; y porque veas
el poco aprecio que hago
de reprehensiones tan necias,
mientras yo a la cena vuelvo
la música al baile vuelva.

MALICIA:

Temo...

HEBRAÍSMO:

¿Qué?

MALICIA:

Que repetida
no te canse.

HEBRAÍSMO:

De manera
me agrada por festín tuyo,
que nunca me hará molestia;
y para mostrarte cuánto
me divierte y me deleita
no habrá cosa que me pidas
que yo no te la conceda.
Por la vida de mi esposa
lo juro: pide ¿qué esperas?

MALICIA:

Yo no tengo voluntad.
Consultaré a quien la tenga:
¿qué quieres tú que le pida?

SINAGOGA:

Pídele...

MALICIA:

¿Qué?

SINAGOGA:

La cabeza
de esa fiera en forma de hombre,
de ese hombre en forma de fiera.

HEBRAÍSMO:

¿Por qué no pides? ¿Qué aguardas?
¿No fías de mi promesa?

MALICIA:

Tanto fío que a pedirte
me atrevo.

HEBRAÍSMO:

Di, ¿qué recelas?

MALICIA:

La cabeza de ese joven
que preso está.

HEBRAÍSMO:

¡Oh justa pena
del que ofrece o firma antes
de ver qué firme o qué ofrezca!
Ya lo juré, a la prisión
id y en un plato traedla.
[Aparte.]
Disimular es forzoso
mi dolor.
[Alto.]
El baile vuelva,
que a mí nada me perturba
como tú no te entristezcas.

MÚSICA:

En la cena que hoy hace la esposa,
que hermosa y discreta,
sus rizos corona el mayo con flores
y el sol con estrellas,
en la cena que hoy hace la esposa,
que ufana y contenta,
celebra el plantel de la viña, que goce
edades eternas,
en la cena que hoy hace la esposa
manjar no hay que sea
más precioso que el vino, que excede
al ámbar y al néctar.

(Repítese la máscara el tiempo que fuere menester para la tramoya, y trayendo en una fuente una cabeza de pasta cubierta, la ponen en la mesa sobre un escotillón, en que escondiéndose la una, saldrá en otra fuente la del mismo LUCERO.)
ZAGAL 2:

Este es el plato que mandas
hoy añadir a tu cena.
(Descúbrela.)

SINAGOGA:

Come dél, pues él es solo
el que faltaba a mi mesa.
¿Qué te admira? Toma y come.

LUCERO 2:

¡Penitencia, penitencia!

HEBRAÍSMO:

¡Qué horror! ¡Qué asombro! ¡Qué espanto!
No le mire, no le vea.
¿Dónde huiré dél y de mí?

(Levántase furioso.)
SINAGOGA:

Porque más no se enfurezca,
de la música el encanto,
siguiéndole, le adormezca.

MÚSICA:

Clarines son las aves,
los céfiros trompetas,
órganos los arroyos
y cítaras sus perlas.
Diciendo al fuego, al aire, al agua y tierra...

(Cantando unos y representando otros se cierra la tramoya, tasando los versos de manera que vengan a acabar juntos, y con el último sale la MALICIA.)
MALICIA:

Ya ¿qué hay que temer, Lucero,
que desta viña contenga
sagrado misterio el vino,
si ya no hay racimo en ella
que no convierta el furor
en sangre?

LUCERO 2:

¡Ay, Malicia, que esa
es nueva ansia!

MALICIA:

¿Cómo?

LUCERO 2:

Como
al exprimirle la prensa
en la viga del lagar,
están temiendo mis ciencias
que si hoy el furor convierte
racimos en sangre, venga
piedad que de estos racimos
el vino en sangre convierta.

MÚSICA:

Diciendo al fuego, al aire, al agua y tierra...

(Sale la INOCENCIA.)
INOCENCIA:

¡Ah de la sacra soberana esfera,
trono, dosel y silla
del padre universal de las familias!

(Salen el PADRE y el HIJO.)
PADRE:

¿Qué quieres, Inocencia?

INOCENCIA:

Ya esa pregunta dio a mi voz licencia
de hablar, pues cuando buscaba
Dios a Adán, que se escondió,
dónde estaba preguntó
sabiendo él adónde estaba,
y así pues humano modo
a él imitas, bien podré
decirte yo lo que sé
aunque tú lo sepas todo.
Mandásteme que viviera
en tu viña; a ella no entré
porque la Malicia fue
bastante a dejarme fuera
no solo vencida, pero
desnuda; de cuyo ultraje
resultó que con mi traje
la Sinagoga y su fiero
pueblo se prevaricase,
haciendo que con violencia
negándote la obediencia
tus enviados matase,
de suerte que...

PADRE:

No prosigas;
no al dolor añadas, no,
de haberlo previsto yo
el de que tú me lo digas.
¡Ay viña! ¿No te planté
para que me dieras fruto
de verdadero tributo?
¿Para tu guarda no fue
tu cerca obra singular?
¿Para tu adorno mayor
y alivio de tu labor
no te di torre y lagar?
¿Por ti no dijo Isaías,
contigo hablando de mí:
«qué más pude hacer por ti»?

PADRE:

¿No prosiguió Jeremías,
viéndote de mí elegida,
que temieses verte ajena
de abrojos y espinas llena,
en páramo convertida?
¿El Lucero, que de mí
luz te dio con desengaños,
no fue a reparar tus daños?
¿Pues cómo, cómo, ¡ay de ti!,
pagaste, a los tres matando,
los avisos que te dieron?
Y tú, pueblo que eligieron
mis piedades, ¿hasta cuándo
sangriento, ingrato y cruel
has de proceder conmigo?
Y pues ya para el castigo
mi viña es todo Israel,
sus cercas derribaré,
esté a las fieras desierta,

PADRE:

(Llora el HIJO.)
y aun ellas árida y yerta,
sin yerba la hallen, porque
en lóbrego seno frío
ni el sol la dé su esplendor,
ni las nubes su candor,
ni la aurora su rocío:
perezca, pues, al severo
decreto de mis enojos.

HIJO:

No en abrasados despojos,
padre, arda, sin que primero
consideres que plantaste
para mí esa viña bella,
y que a dos luces en ella
mi mayorazgo fundaste;
antes, pues ya la elegiste
sin ver las ofensas suyas,
que lo que hiciste destruyas,
perficiona lo que hiciste:

HIJO:

consérvala al esperado
tiempo de otra edad futura,
no perezca la figura
hasta ver lo figurado.
Si sientes verla en poder
de tan ingrato rentero,
yo iré, como tu heredero,
a tomar la cuenta y ver
si le puedo reducir
a tu obediencia, pues sé
que tu honra y tu gloria fue
que te lleguen a pedir
perdón, para cuyo efecto
con él quedaré después
a ser yo tu obrero, pues
a mí me tendrán respeto,
mayormente al ver que yo
vestido el tosco buriel
de la misma jerga que a él
para su abrigo le dio
la naturaleza humana,

HIJO:

despierto -el rubio cabello
argentado con el bello
rocío de la mañana-,
a ser, ¡oh padre!, el primero
que acudiendo a la labor,
ni agosto con el ardor,
ni con escarchas enero,
me acobarden para que
al sol, al agua y al viento,
lo inútil pode al sarmiento
y escarde la grama al pie
a costa de mi sudor.
Verás que horror no me dan
ni de la escoda el afán,
ni de la azada el rigor,
pues para que llegue a dar
el grano cosecha inmensa,
el hombro pondré a la prensa
de la viga del lagar.
Envíame a ser tu obrero
en la viña de Israel.

PADRE:

¡Ay, que es pueblo muy cruel!

HIJO:

¿Pues qué más honor si muero
por reducirle? Y no harán,
que para obrar albedrío
tienen.

PADRE:

Ve; por hijo mío,
quizá te venerarán,
y yo al mundo le argüiré,
si no atiende a esta piedad,
que a mi hijo no perdoné
por guardarle a él la heredad
de la viña que planté.
(Vase.)

HIJO:

Espera, que mi clemencia
redimirá su injusticia,
si a desterrar su malicia
va conmigo mi inocencia
sígueme pues.

INOCENCIA:

De ir desnuda
a ver gentes me acobardo.

HIJO:

La desnudez, Inocencia,
de humanas pompas y faustos
es gala de la verdad
con que yo llegar aguardo
a la viña de mi padre
a reparar sus agravios.

INOCENCIA:

Según la Malicia está
valida por sus engaños
de la Sinagoga, temo
que no bien seguros vamos.

HIJO:

No temas, que vas conmigo.

INOCENCIA:

¿Cómo no he de temer cuando,
ya que no tiemble de miedo,
de frío es fuerza ir temblando?

HIJO:

¿Qué mucho, si escarcha y yelo
ha de ser mi primer paso?
¡Qué fragoso es el camino!
Apenas la planta estampo
en yerba que no sea abrojo,
en terrón que no sea cardo,
y si para abrir la senda
con la mano los aparto,
al mismo instante me veo
herido de pies y manos.

INOCENCIA:

Yo como inocencia tuya
lo mismo que pasas paso;
pero bien que ya a la vista,
señor, de la torre estamos.

HIJO:

Llame desde aquí tu voz
porque sepan que llegamos.

INOCENCIA:

Ayúdame tú, porque
yendo más acompañado
mi acento, le oigan mejor
y más sonoro y más blando.

HIJO:

Sí haré, pues ya se previno
que oyó la viña mi canto.
(Cantan.)
¡Ah de la florida cerca,
ah de la torre y palacio
de la viña de Israel!

MÚSICA:

(Dentro.)
¡Ah de los desiertos campos!

LOS 2:

Abrid las puertas, abrid.

MÚSICA:

¿A quién, con imperio tanto?

LOS 2:

A vuestro príncipe.

MÚSICA:

Quién:
nuestro príncipe es sepamos.

LOS 2:

El señor de las virtudes
que primero que él llegaron.

MÚSICA:

Ni hay príncipe ni virtud
ni señor que conozcamos.

LOS 2:

Abrid las puertas, levad
sus fuertes rastrillos altos,
entrará el rey de la gloria.

HEBRAÍSMO:

Abrid ¿qué esperáis? Sepamos
quién rey de la gloria es,
quién príncipe soberano
es de las virtudes.

HIJO:

Yo,
yo soy. ¿De qué es el espanto?

HEBRAÍSMO:

Del «yo soy», a cuya voz
me asusto, estremezco y pasmo.

HIJO:

Pues ni te pasmes, ni asustes,
ni estremezcas, que enviado
de mi padre a tratar más
de tu enmienda y tu reparo
que de tu castigo vengo.

HEBRAÍSMO:

No te esperaba tan manso.

HIJO:

Ahí verás lo que le debes
y mejor lo verás cuando
no para menguar tus bienes,
sino antes para aumentarlos,
veas que a ser jornalero
tuyo vengo, sin que el ampo
de la nieve, el resistero
del sol me excuse al trabajo.

HEBRAÍSMO:

De suerte tu mansedumbre
me obliga, que arrodillado
a tus pies una y mil veces
en ellos pondré los labios.
¡Obreros del hebraísmo
venid a mi voz volando!

(Salen todos y el LUCERO 2 y la MALICIA.)
TODOS:

¿Qué nos mandas?

LOS 2:

¿Qué nos quieres?
Pero ¿qué es lo que miramos?

HEBRAÍSMO:

Que sepáis cómo de paz,
mansueto, apacible y blando,
convirtiendo en generosos
perdones nuestros agravios,
el heredero del padre
de familias a estos campos
a ser compañero nuestro
viene, igual en el cansancio,
afán, sed, hambre y fatiga,
y así a honor de favor tanto
como hacer virtud la queja,
de olivas y palmas lauros
tejed, siendo en nuestra viña
su entrada fiesta de Ramos,
y arrojando como yo
todos a sus pies los mantos,
en mil repetidas voces
le saludad: santo, santo.

MÚSICA:

Santo, santo.

HIJO:

Aunque el triunfo os agradezco,
festividad y agasajo
con que me admitís, sabed
que más vengo a acompañaros
que a excederos: como igual
me tratad.

TODOS:

Pues tan humano
se nos muestra, otra y mil veces
le aclamemos.

MÚSICA:

Santo, santo.

LUCERO 2:

¿Qué es esto, Malicia?

MALICIA:

Esto
es, Lucero, haber entrado
en la viña la Inocencia.
¿Qué hemos de hacer?

LUCERO 2:

Acudamos
a nuestro mismo furor.

MALICIA:

¿De qué manera?

LUCERO 2:

Inspirando
en la Sinagoga dudas,
confusiones, sobresaltos
y perturbaciones que
prorrumpan contra este aplauso,
de suerte que cuando ellos
diciendo están...

MALICIA:

Santo, santo.

LUCERO 2:

Ella diga revestida
del espíritu de entrambos.

(Sale la SINAGOGA.)
SINAGOGA:

Suspended los regocijos,
las músicas y los cantos,
que tan presto mis desdichas
han de convertir en llanto.

HEBRAÍSMO:

Pues, Sinagoga, ¿qué es esto?

SINAGOGA:

Esto es acusar el fausto
con que admites al que viene
a deponerte del mando
que has adquirido en la viña,
por más que muestre humanado
que viene de paz a ser
igual nuestro, siendo llano
que más vendrá a restaurar
su hacienda fingiendo halagos
que a dejárnosla, supuesto
que para dejarla en vano
era venir a decirlo,
pues con solo estarse al lado
de su padre sin memoria
della lo diría más claro.
Con segunda intención viene;
pregúntaselo a tus sabios
rabinos, tus doctos maestros,
o al cómputo de los años
de Daniel; verás si es
todo cuanto alega falso.
Y pues tu seguridad
se te ha venido a las manos,
pues matando al heredero
no queda quien propietario
pueda decir qué le toca,
muera, conque asegurado
quedarás del todo.

HIJO:

No
siento tus calumnias tanto
como que juzgues que en mí
pudo nunca haber engaño
siendo la misma verdad.

SINAGOGA:

¿Quién de renombre tan alto
te acredita?

INOCENCIA:

La Inocencia
de quien viene acompañado.

SINAGOGA:

La Inocencia está conmigo;
mira qué más desengaño
de sus cautelas.

HEBRAÍSMO:

No sé
cuál crea.

LUCERO

¿Qué estás dudando
en elección tan segura
como quedar, en quitando
de delante al heredero,
tu posesión puesta en salvo?

HEBRAÍSMO:

Segunda vez de tus voces
el espíritu inflamado,
el corazón en el pecho
se me está haciendo pedazos.

ZAGAL 1:

Dice bien; aseguremos
el dominio en que ya estamos.

ZAGAL 2:

Muera el heredero.

TODOS

Muera.

HEBRAÍSMO:

Y el tronco de aqueste árbol
de quien se cortó la viga
del lagar será en mi mano
el instrumento.

LUCERO 2:

Suspende
el golpe, baste el amago.
No sea dentro de la viña.

HEBRAÍSMO:

¿Por qué?

LUCERO 2:

Porque salpicado
con su sangre algún racimo,
sangre en vino no bebamos.

SINAGOGA:

Bien teme; sacadlo fuera
y al monte a morir llevadlo.

INOCENCIA:

¡Ay mortal, mira cuán poco
hay desde el triunfo al estrago!

HEBRAÍSMO:

Pues ya que este tronco fue
-como antes dije- en mi mano,
el elegido instrumento
por más baldón, más agravio,
él mismo al hombro le lleve.

HIJO:

A su grave peso caigo
rendido. ¿Dónde mi pena
descanso hallará?

INOCENCIA:

En mis brazos.

HIJO:

Sí, que solo en ti, Inocencia,
tiene igual pasión descanso.
Y pues en la mies del trigo
fui grano mortificado
por ti, por ti sea en la viña
racimo exprimido, dando
en la viña y en la mies
sagrada materia entrambos
a la misteriosa forma
del sacramento más alto.

(Vanse los dos.)
HEBRAÍSMO:

Ya, Sinagoga, no tienes
que temer los sobresaltos
que te daba con su vida.

SINAGOGA:

Claro está, pues ya quedamos,
sin heredero, señores
de la heredad.

LUCERO 2:

Y más cuando
al consumarse en el leño
del lagar, dice expirando:

HIJO:

 (Dentro.)
Padre mío, padre mío,
¿por qué me has desamparado?

(Fínjese terremoto.)

 

HEBRAÍSMO:

¿Qué súbito terremoto
de un instante a otro ha apagado
la luz del sol?
(El terremoto.)

SINAGOGA:

Bandolera
la noche le salió al paso
tan avaramente fiera
que le asalta anticipando
al robo del esplendor
la emboscada del ocaso.

(El terremoto.)
LUCERO:

¿Qué magna conjunción, cielos,
no hallada en mis astrolabios,
en nuevo motín confunde
sol, luna, planetas y astros?

(El terremoto.)
MALICIA:

Los ejes estremecidos
se trastornan desplomados
afianzando el precipicio
sobre los montes más altos.
(El terremoto.)

HEBRAÍSMO:

¿Qué se nos ha hecho el día,
que los elementos cuatro,
en sedicioso tumulto
nada es fuego y todo es rayos?

(El terremoto.)
SINAGOGA:

Lo que en ráfagas el viento,
pues en mi último desmayo
todo es cierzo que me yela,
nada que me alivie es austro.

(El terremoto.)
ZAGAL 1:

El mar, enfrenado monstruo,
el alacrán al bocado
del freno de arena rompe
al choque de los peñascos.
(El terremoto.)

ZAGAL 2:

Las piedras unas con otras
la tierra quiebra en pedazos,
y abierta en sepulcros es
toda un fúnebre teatro
de cadáveres.

TODOS:

¡Qué asombro!

HEBRAÍSMO:

En tan nunca visto acaso
huyendo de mí los montes
me sepulten.

(Vase.)
SINAGOGA:

Los peñascos
cayendo sobre mí sean
mis túmulos.
(Vase.)

LUCERO 2:

Sus candados
abra para mí el abismo.

TODOS:

¡Qué horror! ¡Qué susto! ¡Qué espanto!

(Vanse.)
MALICIA:

Todos huyen; sola yo
no puedo mover el paso.
¿Pero qué mucho si en todos
los sacrílegos fracasos
soy la primera que sobro
y la postrera que falto?

(El terremoto y sale la INOCENCIA despavorida.)
INOCENCIA:

Huérfana Inocencia ¿cómo
difunto tu soberano
príncipe vives tú? Pero
si virtud eres ¿qué extraño
el que viva lo divino
aunque fallezca lo humano?

MALICIA:

A pesar de las tinieblas,
en mis sombras tropezando,
de aquí huiré.

INOCENCIA:

¿Quién va? ¿Quién es?

MALICIA:

Quien si te viera a ti al paso
echara por otra senda.

INOCENCIA:

¿Dónde vas?

MALICIA:

Huyendo salgo
los horrores desta viña.

INOCENCIA:

Detente, que si luchamos
tal vez, tú porque no entrase
yo en ella, agora al contrario
hemos de luchar porque
tú no salgas hasta tanto
que veas para mayor
tormento tuyo mi aplauso.

MALICIA:

¿Qué aplauso?

INOCENCIA:

El que me promete
el orbe atemorizado
deste universal eclipse
en odio de tus agravios.
Y para que desde luego
empieces a examinarlos,
pues no se da entre las dos
distancia, tiempo ni espacio,
oye a la Gentilidad
que al mundo desafuciando
en su crítico delirio
diciendo está en Areopago...

(El terremoto, y sale la GENTILIDAD atravesando el tablado.)
GENTILIDAD:

O se disuelve la inmensa
máquina del orbe al caos,
o padece su hacedor;
según todos sus teatros
se visten lúgubres lutos
de tupidos velos pardos,
todo expira o él expira,
y si yo la causa alcanzo
llegando a saber quién fue
a su mismo dueño ingrato,
valido de las piedades
de Tito y de Vespasiano
empeñaré en su venganza
todo el imperio romano.
(Vase.)

MALICIA:

Primero que yo lo vea
huiré de aquí.

INOCENCIA:

Será en vano,
que sabré tenerte yo.

MALICIA:

¿Conmigo otra vez a brazos
llegas? ¿No te escarmentó
la lucha de aquel pasado
duelo nuestro?

INOCENCIA:

No, porque
tu poder determinado
punto tiene y ya a él llegó
desfallecida en sus lazos.

MALICIA:

¡Ay de mí! ¿De vencedora
tan presto a vencida paso?
Mas yo vengaré esta injuria
si de la fuga me valgo.

INOCENCIA:

¿Cómo has de valerte della
si yo te tengo?

MALICIA:

Dejando
en tus manos el pellico.

(Vase.)
INOCENCIA:

Albricias, que ya ha quedado
la Malicia descubierta,
pues yo mi traje restauro.
¡Gentilidad!

(Sale la GENTILIDAD.)
GENTILIDAD:

¿Quién me llama?
Mas no tienes que explicarlo,
que de una vez que te vi,
Inocencia, fijas guardo
en mi memoria tus señas.

INOCENCIA:

El hebreo hizo al contrario,
que luego las olvidó,
por eso contra él me valgo
de ti a glorioso fin.

GENTILIDAD:

¿Cómo?

INOCENCIA:

Como todo ese aparato
de tinieblas y de truenos,
de relámpagos y rayos,
arma es que los cielos tocan
contra aquese pueblo ingrato
a quien se entregó la viña,
pues no solo no pagando
al gran padre de familias
sus feudos, y a sus criados
dando muerte, aun a su mismo
hijo le mató y...

GENTILIDAD:

No el labio
muevas, que tan grande insulto
me empeña en su desagravio,
no tanto por la palabra
que di cuanto por el cargo
de ser árbitro del orbe,
iré en su busca.

INOCENCIA:

Excusado
será, que la Sinagoga
y él, despavoridos ambos,
sin que hallen en el menor
lugar quietud ni descanso,
hacia aquí vienen.

(Salen los dos cayendo.)
LOS DOS:

¿Adónde
o cayendo o tropezando
vamos a dar?

GENTILIDAD:

A mis pies,
para morir a mis manos.

LOS DOS:

Ampáranos tú, Inocencia.

INOCENCIA:

No venís a buen sagrado.

LOS DOS:

¿Qué es esto? ¿Cómo no siendo
tú, con sus señas te hallamos?

INOCENCIA:

Como descubierta ya
vuestra Malicia ha quedado
y huido de mí y de vosotros,
que es muy propio del pecado
influyendo en el deleite
dejar en el desamparo.

GENTILIDAD:

Y tan grande como ver
que en ti matándote mato
a ella y a tu esposa.

(Al darle sale el PADRE DE FAMILIAS teniéndole el brazo.)
PADRE:

Tente.

GENTILIDAD:

¿Tú le amparas?

PADRE:

Yo le amparo.

GENTILIDAD:

¿Pues cómo a salvar su vida
vienes?

PADRE:

Por ver si la salvo.
Vive, aborrecido pueblo,
vive, pero despojado
de haberes, que es el mayor
castigo de los avaros,
pues no solo de la viña
quedarás desheredado
mas del dote de tu esposa,
como bienes obligados
a mi crédito, y así
salid los dos desterrados
de mi gracia y de mi viña,
de quien hoy donación hago
irrevocable entre vivos
a la Gentilidad, dando
en propiedad a su fe
de sus labranzas el cargo,

PADRE:

y porque lo que has perdido
veas tú y tú lo que has ganado
en representable idea
los siglos adelantando,
volved los ojos a ver
al que matásteis triunfando
en el Lucero y Malicia,
de la muerte y del pecado.

(Ábrese el carro de la torre y vese el HIJO en la cruz como oprimido della.)
HIJO:

Venturoso Gentilismo,
a quien de mi mayorazgo
en mi nuevo testamento
constituyo propietario
heredero de la viña
que perdió por temerario,
torpe y ciego, el hebraísmo;

HIJO:

della y de los confiscados
bienes de la sinagoga
toma posesión, pasando
las sombras de la figura
a luces de figurado,
pues corriendo la cortina
sus visos, velos y rasgos,
a la militante Iglesia
de quien la viña es retrato,
hallarás en sus tesoros
la vara de los milagros,
el maná de los desiertos
y los preceptos del mármol,
pues hallarás en la vara
el tronco significado
desta cruz que de la viga
del lagar fue rama, dando
antídoto en el segundo
al áspid del primer árbol.
En la urna del maná
hallarás...

(En el segundo carro de la mies un NIÑO entre espigas con una forma grande.)
NIÑO 1:

Aquese raro
prodigio de los prodigios
toca a la mies explicarlo,
de quien yo la espiga soy
que dio al sembrador el grano
de aquella nave que trujo,
exenta al común naufragio,
en sus entrañas el trigo
de quien se amasó este blanco
círculo para la forma
del inmenso, el soberano
misterio de estar el pan
en carne transubstanciado.

(En el tercer carro de la viña otro NIÑO entre parras con un cáliz.)
NIÑO 2:

Yo porque aquese misterio
sacrificio consumado
llegue a ser, según el orden
de Melchisedech, añado
siendo como soy la vid
deste misterioso pago,
en este cáliz el vino
que exprimió en sangre bañado
al racimo de Caleb
la viga del lagar, cuando
en la prensa del martirio
se vertió por siete caños.

(En el cuarto carro la FE en la mesa quitados los manjares y puesto en ella un cáliz con hostia.)
FE:

El tercer tesoro, que es
la ley escrita en el mármol,
toca a la Fe, y así yo
la represento, pasando
los preceptos de la escrita
a la de gracia, y quitando
a la primera cuestión
la duda de si se hallaron
tantas sombras en el pan
como en el vino, mezclando
de la mies y de la viña
los dulces frutos de entrambos,
convido para esta mesa,
que si antes fue del pecado
ya es de la gracia, a que goce
hoy todo el género humano
carne y sangre en pan y vino.

LUCERO 2 Y HEBRAÍSMO:

Cesa que a misterio tanto...

MALICIA Y SINAGOGA:

Cesa que a tanto prodigio...

LUCERO 2 Y HEBRAÍSMO:

De horror tiemblo.

MALICIA Y SINAGOGA:

De ira rabio.

HEBRAÍSMO:

Y así huyendo dél iré
a vivir prófugo y vago,
sin patria y sin domicilio,
paz, quietud, gozo y descanso.

(Vase.)
SINAGOGA:

Yo no a vivir, a morir
iré, puesto que me hallo
sin pompa, sin majestad,
ara, altar, templo o palacio.
[Vase.]

LUCERO 2:

¡Ay de quien no puede huir,
preso a estos pies y aherrojado!

MALICIA:

¡Ay de quien morir no puede
viviendo en mis propios lazos!

LUCERO 2:

Para siempre padeciendo.

MALICIA:

Y para siempre penando.

GENTILIDAD:

Pues mis labios no capaces
son de hablar en honor tanto
besen tus plantas porque
no estén ociosos mis labios.

TODOS:

Todos hacemos lo mismo
pues descubierta miramos
nuestra malicia.

PADRE:

Llegad,
llegad todos a mis brazos.

TODOS:

Eso es obligar que todos
digamos en ecos altos...

MÚSICA:

A tan alto sacramento
venere el mundo postrado,
supliendo en la fe el oído,
gusto, olor, sabor y tacto.

INOCENCIA:

Y pues es de perdón día
merezca perdón el auto
porque a vuestros pies gozosos
una y mil veces digamos...

MÚSICA Y TODOS: