La triste ausencia
Su manto recogió la noche oscura que cobija al mundo tristemente, y abriéndose las puertas del oriente se asoma a su balcón la aurora pura. De la fresca arboleda en la espesura los céfiros susurran blandamente; desata el arroyuelo su corriente, y por márgenes verdes se apresura. Sus fragancias respiran flores suaves, y llenando los vientos de armonía requiebros trinan las parleras aves. Todo el mundo se llena de alegría, menos yo, que en mis penas siempre graves, ausente estoy de la zagala mía.