La tragedia de Guernica (George Steer)


Crónica de George Steer realizada el 27 de abril de 1937 (día siguiente del bombardeo de Guernica) y publicada un día después en «The Times». Esta crónica sirvió para dar a conocer al mundo la tragedia que se vivió en esa ciudad y está considerada como la mejor crónica que se hizo del bombardeo. La crónica sirvió de inspiración a Pablo Picasso para elaborar su obra maestra, el «Guernica».



LA TRAGEDIA DE GUERNICA

CIUDAD DESTRUIDA EN ATAQUE AÉREO

RELATO DE UN TESTIGO OCULAR

De Nuestro Corresponsal Especial

BILBAO, 27 de abril (de 1937)

Guernica, la más antigua ciudad de los Vascos y centro de su tradición cultural, quedó completamente destruida en la tarde de ayer por invasores aéreos insurgentes. El bombardeo de esta ciudad desprovista de defensas y muy alejada de las líneas ocupadas precisó tres horas y cuarto, durante las cuales una poderosa flota de aeroplanos consistente en tres tipos de aparatos alemanes, bombarderos Junkers y Heinkel y cazas Heinkel, no cesó la descarga sobre la ciudad de bombas que pesaban hasta 1.000 lb y, se calcula, más de 3.000 proyectiles incendiarios de aluminio de dos libras. Los cazas, entre tanto, se lanzaban en picado sobre el centro de la ciudad para disparar sus ametralladoras contra la población civil que se había refugiado en los campos.

Todo Guernica estaba pronto en llamas excepto la histórica Casa de Juntas con sus ricos archivos de la raza vasca, donde el antiguo Parlamento Vasco acostumbraba a sentarse. El famoso roble de Guernica, con el viejo tocón seco de 600 años y los jóvenes brotes nuevos de este siglo, quedó también intacto. Aquí los reyes de España acostumbraban a tomar el juramento de respetar los derechos democráticos (fueros) de Vizcaya y a cambio recibían una promesa de lealtad como soberanos con el democrático título de Señor, no Rey Vizcaya. La noble iglesia parroquial de Santa María estaba también sin daños salvo la hermosa sala capitular, que fue golpeada por una bomba incendiaria.

A las 2 de la madrugada de hoy cuando visité la ciudad toda ella era una vista horrible, ardiendo de extremo a extremo. El reflejo de las llamas se podía ver en las nubes de humo sobre las montañas a 10 millas de distancia. A lo largo de la noche las casas fueron cayendo hasta que las calles se convirtieron en largos montones de rojos e impenetrables escombros. Muchos de los supervivientes civiles emprendieron la larga caminata de Guernica a Bilbao en antiguas carretas típicamente vascas de ruedas macizas tiradas por bueyes. Los carros apilados hasta arriba con las posesiones domésticas que se pudieron salvar de la conflagración obstruyeron los caminos toda la noche. Otros supervivientes fueron evacuados en camiones del Gobierno, pero muchos fueron forzados a permanecer alrededor de la ciudad en llamas acostados en colchones o en busca de familiares y niños perdidos, mientras unidades de los bomberos y la policía motorizada vasca bajo la dirección personal del Ministro del Interior, el señor Monzón, y su esposa, continuaron los trabajos de rescate hasta el amanecer.

LA ALARMA DE LA CAMPANA DE LA IGLESIA

Por la forma de su ejecución y la magnitud de la destrucción causada, así como por la selección de su objetivo, la incursión en Guernica no tiene paralelismo en la historia militar. Guernica no era un objetivo militar. Una fábrica que producía material de guerra estaba fuera de la ciudad y se encontraba intacta. También había dos cuarteles a cierta distancia de la ciudad. La ciudad estaba muy lejos de los frentes. El objetivo del bombardeo era aparentemente la desmoralización de la población civil y la destrucción de la cuna de la raza Vasca. Cada hecho corrobora esta apreciación, comenzando con el día en que se ha realizado la acción.

El lunes era el día de mercado habitual en Guernica en la ronda de la comarca. A las 4:30 de la tarde, cuando el mercado estaba lleno y los campesinos seguían llegando, la campana de la iglesia tocó la alarma por acercamiento de aeroplanos, y la población buscó refugio en bodegas y en las cuevas subterráneas preparadas después del bombardeo de la población civil de Durango el 31 de marzo, que abrió la ofensiva del general Mola en el Norte. Se dice que la gente ha mostrado un buen espíritu. Un sacerdote católico se hizo cargo y se mantuvo el orden perfecto.

Cinco minutos más tarde apareció un solitario bombardero alemán, voló en circulo sobre la ciudad a baja altura, y dejó caer seis bombas de gran potencia, aparentemente apuntando a la estación. Las bombas con una lluvia de granadas cayeron sobre un antiguo instituto y sobre casas y calles que lo rodeaban. El aeroplano entonces se fue. En otros cinco minutos llegó un segundo bombardero, que arrojó el mismo número de bombas en el centro de la ciudad. Alrededor de un cuarto de hora más tarde llegaron tres Junkers para continuar el trabajo de demolición, y desde entonces el bombardeo creció en intensidad y fue continuo, cesando sólo con el acercamiento del crepúsculo a las 7:45. Toda la ciudad de 7.000 habitantes, más 3.000 refugiados, fue lenta y sistemáticamente despedazada. Sobre un radio de cinco millas alrededor, un detalle de la técnica de los invasores era bombardear caseríos, o casas de campo, separados. En la noche estas ardían como pequeñas velas en las colinas. Todos los pueblos de alrededor fueron bombardeados con la misma intensidad que la propia ciudad, y en Múgica, un pequeño grupo de casas en la cabecera de la entrada de Guernica, la población fue ametrallada durante 15 minutos.

EL RITMO DE LA MUERTE

Es imposible determinar aún el número de víctimas. En la prensa de Bilbao esta mañana se informaba como «afortunadamente reducido», pero se teme que esto sea un eufemismo para no alarmar a la amplia población de refugiados de Bilbao. En el hospital de Josefinas, que fue uno de los primeros lugares bombardeados, los 42 milicianos heridos que albergaba murieron de una vez. En una calle que conduce cuesta abajo desde la Casa de Juntas vi un lugar donde 50 personas, casi todas mujeres y niños, se dice que quedaron atrapadas en un refugio antiaéreo, bajo una masa de escombros en llamas. Muchos murieron en los campos, y en conjunto los fallecidos pueden ser de cientos. Un anciano sacerdote llamado Aronategui murió por una bomba mientras rescataba a unos niños de una vivienda en llamas.

Las tácticas de los bombarderos, que quizás puedan ser de interés para los estudiosos de la nueva ciencia militar, fueron las siguientes: Primero, pequeños grupos de aviones lanzaron pesadas bombas y granadas de mano por toda la ciudad, seleccionando zona tras zona de manera ordenada. A continuación llegaron las máquinas de combate que se lanzaron en picado para ametrallar a aquellos que corrían presas del pánico desde los refugios, algunos de los cuales ya habían sido alcanzados por bombas de 1.000 lb, que creaban agujeros de 25 pies de profundidad. Muchas de estas personas murieron mientras corrían. Un gran rebaño de ovejas que era conducido al mercado quedó también exterminado. El objetivo de este movimiento era aparentemente para conducir a la población bajo tierra otra vez, para acto seguido tantos como 12 bombarderos aparecieron al mismo tiempo lanzando bombas de gran potencia e incendiarias sobre las ruinas. El ritmo de este bombardeo de una ciudad abierta seguía, por tanto, una lógica: primero, granadas de mano y bombas de gran potencia para provocar la estampida de la población, luego ametrallarla para conducirla a los subterráneos, acto seguido bombas de gran potencia e incendiarias para destruir las casas y quemarlas encima de sus víctimas.

Las únicas contra-medidas que los Vascos podrían emplear, puesto que no poseen suficientes aeroplanos para hacer frente a la flota insurgente, fueron las proporcionados por el heroísmo del clero Vasco. Estos bendecían y oraban por las multitudes arrodilladas —socialistas, anarquistas y comunistas, así como los fieles declarados— en los refugios derruidos.

Cuando entré en Guernica después de medianoche las casas estaban cayendo en cada lado, y era completamente imposible incluso para los bomberos entrar al centro de la ciudad. Los hospitales de Josefinas y del Convento de Santa Clara eran montones de brasas candentes, todas las iglesias excepto la de Santa María estaban destruidas, y las pocas casas que todavía aguantaban estaban condenadas. Cuando volví a visitar Guernica esta tarde la mayor parte de la ciudad estaba todavía ardiendo y nuevos incendios habían estallado. Unos 30 cadáveres fueron tendidos en un hospital en ruinas.

UNA LLAMADA A LOS VASCOS

El efecto aquí del bombardeo de Guernica, ciudad sagrada de los Vascos, ha sido profundo y ha llevado al presidente Aguirre a emitir la siguiente declaración en la prensa vasca de esta mañana:

"Los aviadores alemanes al servicio de los rebeldes españoles, han bombardeado Guernica, quemando la ciudad histórica que es tenida en tal veneración por todos los vascos. Han tratado de herirnos en el más sensible de nuestros sentimientos patrióticos, una vez más, dejando completamente en claro lo que Euzkadi puede esperar de aquellos que no dudan en destruirnos hasta el mismísimo santuario que registra los siglos de nuestra libertad y nuestra democracia."

"Ante este ultraje, todos los vascos debemos reaccionar con violencia, jurando desde el fondo de nuestros corazones defender los principios de nuestro pueblo con una tenacidad y heroísmo insólitos, si el caso lo requiere. No podemos ocultar la gravedad del momento; pero la victoria nunca se puede ganar por el invasor si, elevando nuestros espíritus a alturas de fortaleza y determinación, nos armamos de valor para su derrota."

"El enemigo ha avanzado en muchas partes en otros lugares para ser expulsado de ellos después. No dudo en afirmar que aquí sucederá lo mismo. Que el ultraje de hoy sea un estímulo más para hacerlo a toda velocidad."