La sed
de Delmira Agustini


 -Tengo sed, sed ardiente- dije a la maga, y ella
 me ofreció de sus néctares-. Eso no: ¡me empalaga!-
 Luego una rara fruta, con sus dedos de maga
 exprimió en una copa, clara como una estrella;
 

 y un brillo de rubíes hubo en la copa bella.
 Yo probé.- ¡Es dulce, dulce! Hay días que me halaga
 tanta miel, pero hoy me repugna, me estraga-.
 Vi pasar por los ojos del hada una centella.
 

 Y por un verde valle perfumado y brillante,
 llevóme hasta una clara corriente de diamantes.
 -¡Bebe!- dijo. Yo ardía; mi pecho era un fragua.
 

 Bebí, bebí, bebí la linfa cristalina...
 ¡Oh frescura!, ¡oh pureza!, ¡oh sensación divina!
 -Gracias, maga; y bendita la limpieza del agua.