La revolución proletaria y el renegado Kautsky
PREFACIO
editarEl folleto de Kautsky La dictadura del proletariado, aparecido hace poco en Viena (Wien, 1918, Ignaz Brand, 63 págs.), constituye un ejemplo evidentísimo de la más completa y vergonzosa bancarrota de la II Internacional, de esa bancarrota de que hace tiempo hablan todos los socialistas honrados de todas las naciones. El problema de la revolución proletaria pasa ahora prácticamente al orden del día en bastantes países. De ahí que sea imprescindible analizar los sofismas de Kautsky, propios de un renegado, y ver cómo abjura por completo del marxismo.
Pero ante todo hay que subrayar que quien escribe estas líneas, desde el mismo principio de la guerra, ha tenido que indicar muchas veces que Kautsky había roto con el marxismo. A ello estuvo consagrada una serie de artículos, publicados de 1914 a 1916 en Sotsial-Demokrat y Kommunist, que apare cían en el extranjero. El Soviet de Petrogrado ha reunido estos artículos y los ha editado: G. Zinóviev y N. Lenin, Contra la corriente, Petrogrado, 1918 (550 págs.). En un folleto publicado en Ginebra en 1915, y traducido también entonces al alemán y al francés, decía yo del "kautskismo":
"Kautsky, autoridad suprema de la II Internacional, constituye un ejemplo sumamente típico y claro de cómo el reconocer el marxismo de palabra condujo, de hecho, a transformarlo en 'struvismo' o en 'brentanismo' (es decir, en la doctrina liberal burguesa que admite una lucha de 'clase' no revolucionaria del proletariado, lo que han expresado con especial claridad el escritor ruso Struve y el economista alemán Brentano). Lo vemos también en el ejemplo de Plejánov. Con manifiestos sofismas se castra en el marxismo su alma revolucionaria viva, se reconoce en él todo, menos los medios revolucionarios de lucha, la propaganda y la preparación de estos medios, la educación de las masas en este sentido. Kautsky, prescindiendo de ideologías, 'concilia' el pensamiento fundamental del socialchovinismo, es decir, el reconocimiento de la defensa de la patria en la guerra actual, con una concesión diplomática y ostensible a la izquierda, absteniéndose al votarse los créditos, declarando verbalmente su oposición, etc. Kautsky, que en 1909 escribió todo un libro sobre la proximidad de una época de revoluciones y sobre la relación entre la guerra y la revolución; Kautsky, que en 1912 firmó el manifiesto de Basilea[4] sobre la utilización revolucionaria de la guerra que se avecinaba, se desvive ahora por justificar y cohonestar el socialchovinismo y, como Plejánov, se une a la burguesía para mofarse de toda idea de revolución, de toda acción dirigida a una lucha efectivamente revolucionaria.
La clase obrera no puede realizar su objetivo de revolución mundial si no hace una guerra implacable a esta apostasía, a esta falta de carácter, a esta actitud servil ante el oportunismo, a este inaudito envilecimiento teórico del marxismo. El kautskismo no ha aparecido por casualidad, es un producto social de las contradicciones de la II Internacional, una
combinación de la fidelidad al marxismo de palabra y de la subordinación al oportunismo de hecho" (G. Zinóviev y N. Lenin, El socialismo y la guerra, Ginebra, 1915, págs. 13-14).
Prosigamos. En mi libro El imperialismo, la más nueva etapa del capitalismo escrito en 1916 (aparecido en Petrogrado en 1917), analizaba yo en detalle la falsedad teórica de todos los razonamientos de Kautsky sobre el imperialismo. Allí citaba la definición que da Kautsky del imperialismo: "El imperialismo es un producto del capitalismo industrial en un alto grado de su evolución. Se caracteriza por la tendencia de cada nación industrial capitalista a anexionarse o a someter regiones agrarias cada vez mayores (la cursiva es de Kautsky), sin tener en cuenta las naciones que las pueblan". Hacía ver también que esta definición es absolutamente falsa, que es "adecuada" para encubrir las más hondas contradicciones del imperialismo, y luego para conseguir la conciliación con el oportunismo. Presentaba mi definición del imperialismo: "El imperialismo es el capitalismo en la fase de desarrollo en la cual ha tomado cuerpo la dominación de los monopolios y del capital financiero, ha adquirido una importancia de primer orden la exportación de capital, ha empezado el reparto del mundo por los trusts internacionales y ha terminado el reparto de todos los territorios del globo entre los países capitalistas más importantes". Demostraba que la crítica que Kautsky hace del imperialismo es incluso inferior a la crítica burguesa, filistea.
Finalmente, en agosto y septiembre de 1917, es decir, antes de la revolución proletaria de Rusia (25 de octubre - 7 de noviembre de 1917), escribí El Estado y la revolución. La doctrina marxista del Estado y las tareas del proletariado en la revolución, folleto aparecido en Petrogrado a principios de 1918. En el capítulo VI, de esta obra, que lleva por título El envilecimiento del marxismo por los oportunistas, presto una atención especial a Kautsky, demostrando que ha desnaturalizado por completo la doctrina de Marx, suplantándola por el oportunismo, "que ha renunciado a la revolución de hecho, acatándola de palabra".
En el fondo, el error teórico fundamental de Kautsky en su folleto sobre la dictadura del proletariado, consiste precisamente en que desvirtúa de un modo oportunista la doctrina de Marx sobre el Estado, en las formas que he expuesto detalladamente en mi folleto El Estado y la revolución.
Estas observaciones preliminares eran necesarias porque prueban que he acusado públicamente a Kautsky de ser un renegado mucho antes de que los bolcheviques tomaran el Poder y de que eso les valiera la condenación de Kautsky.
COMO HA HECHO KAUTSKY DE MARX UN ADOCENADO LIBERAL
editarEl problema fundamental que Kautsky trata en su folleto es el del contenido esencial de la revolución proletaria, es decir, el de la dictadura del proletariado. Se trata de un problema de gran importancia para todos los países, sobre todo para los avanzados, más aún para los beligerantes, y particularmente en el momento actual. Puede decirse sin exagerar que es el problema principal de toda la lucha de clase del proletariado. Por ello es imprescindible estudiarlo con atención.
Kautsky plantea el problema del modo siguiente: "La oposición de las dos corrientes socialistas" (es decir, bolchevique y no bolchevique) es "la oposición de dos métodos radicalmente distintos: el democrático y el dictatorial " (pág. 3).
Observemos de paso que llamando socialistas a los no bolcheviques de Rusia, es decir, a los mencheviques y eseristas, Kautsky se guía por su denominación, es decir, por la palabra, y no por el lugar que efectivamente ocupan en la lucha del proletariado contra la burguesía. ¡Magnífico modo de concebir y de aplicar el marxismo! Pero ya hablaremos de esto con más detalle.
Ahora hemos de fijarnos en lo principal: el gran descubrimiento de Kautsky sobre la "antítesis fundamental" de los "métodos democrático y dictatorial". Es la clave del problema. Es la esencia del folleto de Kautsky. Y se trata de una confusión teórica tan monstruosa, de una apostasía tan completa del marxismo, que es preciso reconocer que Kautsky ha dejado muy atrás a Bernstein.
El problema de la dictadura del proletariado es el problema de la actitud del Estado proletario frente al Estado burgués, de la democracia proletaria frente a la democracia burguesa. Parece que está claro como la luz del día. ¡Pero Kautsky, como un profesor de instituto, momificado por la repetición de textos de historia, se vuelve tozudamente de espaldas al siglo XX, da la cara al XVIII y por centésima vez, en una larga sucesión de párrafos de un aburrimiento infinito, sigue rumia que te rumia los viejos conceptos sobre la actitud de la democracia burguesa hacia el absolutismo y el medievalismo!
¡En verdad, parece como si masticara dormido una esponia!
Porque esto significa no comprender en absoluto la relación que guardan las cosas. Porque sólo una sonrisa provoca ese afán de Kautsky de presentar las cosas como si hubiera gentes que predicaran "el desprecio a la democracia" (pág. 11), etc. Kautsky se ve obligado a oscurecer y embrollar el problema con tonterías como éstas, porque lo plantea al modo de los liberales, hablando de la democracia en general y no de la democracia burguesa; incluso evita este exacto concepto de clase y procura hablar de la democracia "presocialista". Casi una tercera parte del folleto, 20 páginas de 63, las ha llenado nuestro charlatán de una palabrería que le resulta muy agradable a la burguesía, porque equivale a adornar la democracia burguesa y dejar en la sombra el problema de la revolución proletaria.
Ahora bien, el folleto de Kautsky se titula La dictadura del proletariado. Todo el mundo sabe que ésta es precisamente la esencia de la doctrina de Marx. Y Kautsky, después de charlar fuera del tema, tiene que citar las palabras de Marx sobre la dictadura del proletariado.
¡Lo que es una verdadera comedia es cómo la ha hecho el "marxista" Kautsky! Escuchad:
"En una sola palabra de Marx se apoya ese punto de vista" (que Kautsky califica de desprecio a la democracia): así lo dice textualmente en la pág. 20. Y en la pág. 60 se repite, llegando a decir que (los bolcheviques) "han recordado a tiempo una palabreja" (¡¡Así como suena!! des Wörtchens ) "sobre la dictadura del proletariado, que Marx empleó una vez en 1875, en una carta".
Veamos la "palabreja" de Marx:
"Entre la sociedad capitalista y la sociedad comunista media el período de la transformación revolucionaria de la primera en la segunda. A este período corresponde también un período político de transición, cuyo Estado no puede ser otro que la dictadura revolucionaria del proletariado".
En primer lugar, decir que es "una sola palabra", y hasta una "palabreja", este famoso razonamiento de Marx, que resume toda su doctrina revolucionaria, es burlarse del marxismo, es renegar de él plenamente. No hay que olvidar que Kautsky se sabe a Marx casi de memoria y que, a juzgar por todos sus escritos, tiene en su mesa de trabajo o en su cabeza una serie de ficheros donde todo lo que Marx escribió está distribuido con el máximo orden y comodidad para las citas. Kautsky no puede ignorar que, tanto Marx como Engels, tanto en sus cartas como en las obras impresas, han hablado muchas veces de la dictadura del proletariado, antes de la Comuna y, sobre todo, después de ella. Kautsky no puede ignorar que la fórmula "dictadura del proletariado" no es sino un enunciado históricamente más concreto y científicamente más exacto de la misión del proletariado consistente en "destruir" la máquina estatal burguesa, misión de la que tanto Marx como Engels, teniendo en cuenta la experiencia de las revoluciones de 1848 y aún más de la de 1871, hablan de 1852 a 1891, durante cuarenta años.
¿Cómo explicar esta monstruosa deformación que del marxismo hace Kautsky, exégeta del marxismo? Si se busca la base filosófica de semejante fenómeno, todo se reduce a una sustitución de la dialéctica por el eclecticismo y la sofistería. Kautsky es gran maestro en esta clase de sustituciones Si se pasa al terreno político práctico, todo se reduce a servilismo ante los oportunistas, es decir, al fin y al cabo, ante la burguesía. Haciendo progresos cada vez más rápidos desde que comenzó la guerra, Kautsky ha llegado al virtuosismo en este arte de ser marxista de palabra y lacayo de la burguesía de hecho.
Se convence uno aún más de ello al ver la admirable "interpretación" que Kautsky da a la "palabreja" de Marx sobre la dictadura del proletariado. Escuchad:
"Marx, desgraciadamente, no indicó en forma más detallada cómo concebía esta dictadura". . . (Mentira completa de renegado, porque Marx y Engels han dado bastantes indicaciones detalladisimas, que intencionadamente deja de lado Kautsky, exégeta del marxismo). . . "Literalmente, la palabra dictadura significa supresión de la democracia. Pero, naturalmente, esta palabra, tomada al pie de la letra, significa también el Poder personal de un solo individuo no sujeto a ley alguna. Poder personal que se diferencia del despotismo en que no se entiende como institución estatal permanente, sino como medida extrema de carácter transitorio. La expresión 'dictadura del proletariado', es decir, no la dictadura de una persona, sino de una clase, excluye ya la hipótesis de que Marx, al utilizarla, entendiera literalmente la palabra dictadura. No se referia en este caso a una forma de gobierno, sino a una situación que necesariamente habrá de producirse en todas partes donde el prole tariado conquiste el Poder politico. El hecho de que Marx mantuviera el punto de vista de que en Inglaterra y en Norteamérica la transición puede efectuarse pacificamente, es decir, por via democrática, demuestra ya que aquí no se refería a las formas de gobierno" (pág. 20).
Hemos citado intencionadamente todo este razonamiento para que el lector pueda ver claramente los procedimientos de que se vale el "teórico" Kautsky.
Kautsky ha tenido a bien abordar el problema de manera que le permitiese empezar por la definición de la "palabra " dictadura.
Muy bien. Cada cual tiene perfecto derecho a abordar los problemas como quiera. Pero hay que distinguir el modo serio y honrado de hacerlo, del que no es honrado. Quien quisiera tratar seriamente el problema, abordándolo de ese modo, tendría que dar su definición de la "palabra". Entonces la cuestión quedaría clara y francamente planteada. Kautsky no lo hace. "Literalmente -- escribe --, la palabra dictadura significa supresión de la democracia".
En primer lugar, esto no es una definición. Si Kautsky desea evitar la definición del concepto de dictadura, ¿para qué eligió esa forma de abordar el problema?
En segundo lugar, esto es notoriamente falso. Es lógico que un liberal hable de "democracia" en términos generales. Un marxista no se olvidará nunca de preguntar: "¿Para qué clase?" Todo el mundo sabe, por ejemplo -- y el "historiador" Kautsky lo sabe también --, que las insurrecciones e incluso las grandes perturbaciones de los esclavos en la antiguedad hacían ver inmediatamente la esencia del Estado greco-romano como dictadura de los esclavistas. ¿Suprimía esta dictadura la democracia entre los esclavistas, para ellos? Todo el mundo sabe que no.
El "marxista" Kautsky ha dicho un absurdo monstruoso y una falsedad, porque "se ha olvidado " de la lucha de clases. . .
Para transformar la afirmación liberal y mentirosa de Kautsky en afirmación marxista y verdadera, hay que decir: la dictadura no significa necesariamente supresión de la democracia para la clase que la ejerce sobre las otras clases, pero sí significa necesariamente la supresión (o una restricción esencialísima, que es también una de las formas de supresión) de la democracia para la clase sobre la cual o contra la cual se ejerce la dictadura.
Pero, por cierta que sea esta afirmación, no define la dictadura.
Examinemos la frase siguiente de Kautsky:
..."Pero, naturalmente, esta palabra, tomada al pie de la letra, significa también el Poder personal de un solo individuo no sujeto a ley alguna"...
Como un cachorro ciego que mete la nariz al azar en todos los sitios, Kautsky ha tropezado aquí por casualidad con una idea justa (que la dictadura es un Poder no sujeto a ley alguna), pero, sin embargo, no ha dado una definición de la dictadura y ha dicho, además, una falsedad histórica evidente: que la dictadura significa el Poder de una sola persona. Esto es incluso gramaticalmente inexacto, porque la dictadura puede ejercerla un grupo de personas, una oligarquía, una clase, etc.
Luego indica Kautsky la diferencia entre dictadura y despotismo, pero, aunque su afirmación es falsa a todas luces, no nos detendremos en ella, porque no tiene nada que ver con el problema que nos interesa. Conocida es la afición de Kautsky a volverse de espaldas al siglo XX, de cara al siglo XVIII, y del XVIII a la antiguedad greco-romana, y esperamos que, cuando el proletariado alemán implante la dictadura tendrá en cuenta esta afición y lo nombrará, por ejemplo, profesor de historia antigua de un liceo. Rehuir una definición de la dictadura del proletariado, limitándose a elucubraciones sobre el despotismo, es o extrema necedad o muy torpe bellaquería.
¡En resumen, Kautsky, que se proponía hablar de dictadura, ha dicho a sabiendas muchas cosas falsas, pero no ha dado ninguna definición! Sin confiar en sus facultades intelectuales, hubiera podido recurrir a su memoria y sacar de los "ficheros" todos los casos en que Marx ha hablado de la dictadura. Habría obtenido, de seguro, la definición siguiente, u otra que, en el fondo, coincidiría con ella:
La dictadura es un Poder que se apoya directamente en la violencia y no está sometido a ley alguna.
La dictadura revolucionaria del proletariado es un Poder conquistado y mantenido mediante la violencia ejercida por el proletariado sobre la burguesía, un Poder no sujeto a ley alguna.
¡Y esta sencilla verdad, verdad clara como la luz del día para todo obrero consciente (representante de las masas, y no de la capa superior de la canalla pequeñoburguesa vendida a los capitalistas, como son los socialimperialistas de todos los países), esta verdad evidente para todo representante de los explotados que luchan por su liberación, esta verdad in discutible para todo marxista hay que "arrancársela en guerra" al sapientísimo señor Kautsky! ¿Cómo explicarlo? Por el espíritu de servilismo de que se han penetrado los jefes de la II Internacional, convertidos en despreciables sicofantes al servicio de la burguesía.
Kautsky ha empezado tergiversando los términos, afirmando, cosa evidentemente absurda, que en su sentido literal la palabra dictadura significa dictadura de una sola persona, y luego -- ¡apoyándose en esa tergiversación! -- declara que, "por consiguiente", las palabras de Marx sobre la dictadura de clase no tienen sentido literal (sino un sentido, según el cual dictadura no significa violencia revolucionaria, sino "pacífica" conquista de la mayoría bajo la "democracia" burguesa, no se pierda de vista esto).
Hay que distinguir, figuraos, entre "situación" y "forma de gobierno". ¡Distinción de maravillosa profundidad, lo mismo que si hiciéramos diferencias entre la "situación" de la tontería de una persona que razona de un modo necio, y la "forma" de sus tonterías!
Kautsky necesita interpretar la dictadura como "situación de dominio" (es la expresión que emplea literalmente en la página siguiente, en la 21), porque entonces desaparece la violencia revolucionaria, desaparece la revolución violenta. ¡La "situación de dominio" es la situación en que se halla cualquier mayoría bajo. . . la "democracia"! ¡Con este ardid de mala fe desaparece felizmente la revolución !
Pero el ardid es demasiado burdo y no salvará a Kautsky. Que la dictadura supone y significa una "situación" de violencia revolucionaria de una clase sobre otra, cosa desagradable para los renegados, es algo imposible de ocultar. Distinguir entre "situación" y "forma de gobierno" es un absurdo que salta a la vista. Hablar en este caso de forma de gobierno es triplemente necio, porque cualquier niño sabe que monarquía y república son formas de gobierno distintas. Al señor Kautsky es necesario demostrarle que estas dos formas de gobierno, como todas las "formas de gobierno" de transición bajo el capitalismo, no son sino variedades del Estado burgués, es decir, de la dictadura de la burguesía.
En fin, hablar de formas de gobierno es falsificar a Marx de manera no sólo necia, sino torpe, porque Marx, bien claramente, se refiere aquí a la forma o tipo de Estado, y no a la forma de gobierno.
La revolución proletaria es imposible sin destruir violentamente la máquina del Estado burgués y sin sustituirla por otra nueva, que, según las palabras de Engels, "no es ya un Estado en el sentido propio de la palabra".
Kautsky tiene que encubrir y tergiversar todo esto; lo exige su posición de renegado.
Ved a qué miserables subterfugios recurre.
Primer subterfugio: . . . "El hecho de que Marx mantuviera el punto de vista de que en Inglaterra y en Norteamérica la transición puede efectuarse pacíficamente, es decir, por vía democrática, demuestra ya que aquí no se refería a las formas de gobierno" . . .
La forma de gobierno no tiene que ver con esto nada en absoluto, porque hay monarquías que no son típicas para el Estado burgués, que se distinguen, por ejemplo, por la ausencia de militarismo, y hay repúblicas absolutamente típicas en este aspecto, por ejemplo, con militarismo y con burocracia. Esto es un hecho político e histórico notorio, y Kautsky no conseguirá falsificarlo.
Si Kautsky hubiera querido razonar seria y honradamente, se habría preguntado: ¿Hay leyes históricas que se refieran a la revolución y no tengan excepciones? La contestación hubiera sido: no, no existen tales leyes. Estas leyes se refieren tan sólo a lo tipico, a lo que Marx llamó una vez "ideal", en el sentido de capitalismo medio, normal, típico.
Prosigamos. ¿Había en la década del 70 algo que hiciera de Inglaterra o de Norteamérica una excepción en el sentido que examinamos? Para toda persona un poco familiarizada con lo que la ciencia pide en el terreno de los problemas históricos, es evidente que esta pregunta es necesario plantearla. No plantearla significa falsificar la ciencia, significa jugar a los sofismas. Y una vez planteada, la contestación no ofrece dudas: la dictadura revolucionaria del proletariado es violencia contra la burguesia; esta violencia se hace particularmente necesaria, según lo han explicado con todo detalle y múltiples veces Marx y Engels (principalmente en La guerra civil en Francia y en el prólogo a esta obra) por la existencia del militarismo y de la burocracia. ¡Estas instituciones precisamente, en Inglaterra y en Norteamérica precisamente y en la década del 70 del siglo XIX, precisamente cuando Marx hizo su observación, n o e x i s t í a n ! (Y ahora existen, tanto en Inglaterra como en Norteamérica.)
¡Kautsky tiene que hacer trampas materialmente a cada paso para encubrir su apostasia!
Y observad la manera como esta vez ha enseñado sin quererlo sus orejas de burro: ha escrito ¡¡"pacíficamente, es decir, por vía democrática"!!
Al definir la dictadura, Kautsky ha hecho todos los esfuerzos posibles para ocultar al lector el rasgo fundamental de este concepto: la violencia revolucionaria. Y ahora se ha impuesto la verdad: se trata de la oposición entre revolución pacífica y revolución violenta.
Ahí está el quid. Todos los subterfugios, los sofismas, las viles falsificaciones de que Kautsky se vale, le hacen falta para rehuir la revolución violenta, para ocultar que reniega de ella, que se pasa al lado de la política obrera liberal, es decir, al lado de la burguesía. Ahí está el quid.
El "historiador" Kautsky falsifica la historia con tal cinismo, que "olvida" lo fundamental: el capitalismo premonopolista -- cuyo apogeo corresponde precisamente a la década del 70 del siglo XIX -- en virtud de sus rasgos económicos esenciales, que en Inglaterra y en Norteamérica se manifestaban de un modo particularmente típico, se distinguía por un máximo apego, relativamente hablando, a la paz y a la libertad. En cambio, el imperialismo, es decir, el capitalismo monopolista, que sólo ha llegado a una plena madurez en el siglo XX, atendidos sus rasgos económicos esenciales, se distingue por un apego mínimo a la paz y a la libertad, por un desarrollo máximo del militarismo en todas partes. "No advertir" esto, hablando de lo típico o de lo probable que es una revolución pacífica o violenta, es rebajarse al nivel del más adocenado lacayo de la burguesía.
Segundo subterfugio: La Comuna de París fue una dictadura del proletariado, pero fue elegida por sufragio universal, sin privar a la burguesía de su derecho al voto, es decir, "democráticamente ". Y concluye Kautsky, con aire de triunfo: . . . "La dictadura del proletariado era para Marx" (o según Marx) "una situación que resulta necesariamente de la democracia pura si el proletariado constituye la mayoría" (bei überwiegendem Proletariat, pág. 21).
Este argumento de Kautsky es tan divertido, que se ve uno en un verdadero embarras des richesses (dificultad nacida de la abundancia . . . de objeciones). En primer lugar, es cosa sabida que la flor, el Estado Mayor, las capas altas de la burguesía huyeron de París a Versalles. En Versalles estaba el "socialista" Luis Blanc, lo cual demuestra, por cierto, que es falsa la afirmación de Kautsky cuando dice que en la Comuna participaron "todas las tendencias" del socialismo. ¿No es ridículo presentar como "democracia pura" con "sufragio universal" la división de los habitantes de París en dos campos beligerantes, en uno de los cuales estaba concentrada toda la burguesía de espíritu belicoso, políticamente activa?
En segundo lugar, la Comuna luchó contra Versalles, como gobierno obrero de Francia contra el gobierno burgués. ¿A qué viene aquí eso de "democracia pura" y de "sufragio universal", cuando París decidía la suerte de Francia? Cuando Marx consideraba que la Comuna había cometido un error por no haberse incautado del Banco, que pertenecía a toda Francia, ¿¿partía acaso de los principios y la práctica de la "democracia pura"??
Bien se ve que Kautsky escribe en un país donde la policía prohibe a la gente reirse "en grupo", porque de otro modo la risa le hubiera ya matado.
En tercer lugar, me permitiré recordar respetuosamente al señor Kautsky, que se sabe de memoria a Marx y a Engels, el siguiente juicio de Engels sobre la Comuna desde el punto de vista . . . de la "democracia pura":
"¿No han visto nunca una revolución estos señores" (los antiautoritarios)? "Una revolución es, indudablemente, la cosa más autoritaria que existe; es el acto por medio del cual una parte de la población impone su voluntad a la otra parte por medio de fusiles, bayonetas y cañones, medios autoritarios si los hay; y el partido victorioso, si no quiere haber luchado en vano, tiene que mantener este dominio por el terror que sus armas inspiran a los reaccionarios. ¿La Comuna de París habría durado acaso un solo día, de no haber empleado esta autoridad de pueblo armado frente a los burgueses? ¿No podemos, por el contrario, reprocharle el no haberse servido lo bastante de ella?"
¡Ahí tenéis la "democracia pura"! ¡Cómo se hubiera mofado Engels del vulgar pequeñoburgués, del "socialdemócrata" (en el sentido que se daba en Francia a estas palabras en la década del 40, y en el que se les da en toda Europa en 1914-1918) al que se le hubiera ocurrido hablar en general de "democracia pura" en una sociedad dividida en clases!
Pero basta. Es imposible enumerar todos los absurdos a que llega Kautsky, porque cada una de sus frases es un abismo sin fondo de apostasía.
Marx y Engels han analizado con todo detalle la Comuna de París, demostrando que su mérito consistió en la tentativa de destruir, de romper "la máquina del Estado existente". Tal importancia atribuían Marx y Engels a esta conclusión, que en 1872 s ó l o introdujeron esa enmienda en el programa, "anticuado" (en parte) del Manifiesto Comunista Marx y Engels han demostrado que la Comuna suprimía el ejército y la burocracia, suprimía el parlamentarismo, destruía "la excrecencia parasitaria que es el Estado", etc., pero el sapientísimo Kautsky se cala el gorro de dormir y repite lo que mil veces han dicho los profesores liberales, los cuentos de la "democracia pura".
No sin razón dijo Rosa Luxemburgo el 4 de agosto de 1914 que la socialdemocracia alemana es ahora un cadáver hediondo.
Tercer subterfugio: "Si hablamos de la dictadura como forma de gobierno, no podemos hablar de dictadura de clase. Porque una clase, como ya hemos señalado, sólo puede dominar, pero no gobernar" . . . Gobiernan "organizaciones" o "partidos".
¡Embrolla usted, embrolla usted de un modo atroz, señor "consejero del embrollo"! La dictadura no es una "forma de gobierno", eso es un absurdo ridículo. Marx no habla de "forma de gobierno", sino de forma o tipo de Estado, lo que es absolutamente distinto, lo que se dice absolutamente distinto. Totalmente inexacto es también eso de que no puede gobernar una clase : semejante absurdo sólo puede decirlo un "cretino parlamentario", que no ve nada más allá del parlamento burgués, que no advierte nada más que los "partidos gobernantes". Cualquier país europeo puede ofrecer a Kautsky ejemplos de gobierno ejercido por la clase dominante, por ejemplo, los terratenientes en la Edad Media, a pesar de su insuficiente organización.
Resumen. Kautsky ha desvirtuado del modo más inaudito el concepto de dictadura del proletariado, haciendo de Marx un adocenado liberal, es decir, se ha deslizado él mismo al nivel de un liberal que dice frases vulgares acerca de la "democracia pura", velando y encubriendo el contenido de clase de la democracia burguesa y rehuyendo por encima de todo la violencia revolucionaria por parte de la clase oprimida. Cuando Kautsky "interpreta" el concepto de "dictadura revolucionaria del proletariado" de tal modo que desaparece la violencia revolucionaria por parte de la clase oprimida contra los opresores, bate el record mundial de desvirtuación liberal de Marx. El renegado Bernstein no es más que un cachorrito al lado del renegado Kautsky.
DEMOCRACIA BURGUESA Y DEMOCRACIA PROLETARIA
editarEl problema que tan atrozmente embrolla Kautsky, se plantea en realidad así.
Si no es para mofarse del sentido común y de la historia, claro está que no puede hablarse de "democracia pura" mientras existan diferentes clases, y sólo puede hablarse de democracia de clase. (Digamos entre paréntesis que "democracia pura" es, no sólo una frase de ignorante, que no comprende ni la lucha de clases ni la esencia del Estado, sino una frase completamente vacía, porque en la sociedad comunista la democracia, modificándose y convirtiéndose en costumbre, se extinguirá, pero nunca será democracia "pura".)
La "democracia pura" es un embuste de liberal que embauca a los obreros. La historia conoce la democracia burguesa, que reemplaza al feudalismo, y la democracia proletaria, que sustituye a la burguesa.
Cuando Kautsky consagra casi decenas de páginas a "demostrar" la verdad de que la democracia burguesa es más progresiva que el medievo, de que el proletariado debe utilizarla obligatoriamente en su lucha contra la burguesía, eso no es sino charlatanería liberal, que embauca a los obreros. En la culta Alemania, lo mismo que en la inculta Rusia, se trata de una perogrullada. Lo que hace Kautsky es arrojar su "sabia" tierra a los ojos de los obreros, hablándoles con aire grave de Weitling, de los jesuitas del Paraguay y de otras muchas cosas para pasar por alto la esencia b u r g u e s a de la democracia contemporánea, es decir, de la democracia capitalista.
Kautsky toma del marxismo lo que los liberales admiten, lo que admite la burguesía (la crítica del medievo, el papel progresivo que desempeñan en la historia el capitalismo en general y la democracia capitalista en particular) y arroja por la borda, calla y oculta en el marxismo lo que es inadmisible para la burguesía (la violencia revolucionaria del proletariado contra la burguesía para aniquilar a ésta). Por ello, dada su posición objetiva, sea cual fuere su convicción subjetiva, Kautsky resulta ser inevitablemente un lacayo de la burguesía.
La democracia burguesa, que constituye un gran progreso histórico en comparación con el medievo, sigue siendo siempre -- y no puede dejar de serlo bajo el capitalismo -- estrecha, amputada, falsa, hipócrita, paraíso para los ricos y trampa y engaño para los explotados, para los pobres. Esta verdad, que figura entre lo más esencial de la doctrina marxista, no la ha comprendido el "marxista" Kautsky. En este problema -- fundamental -- Kautsky ofrece "cosas del gusto" de la burguesía, en lugar de una crítica científica de las condiciones que hacen de toda democracia burguesa una democracia para los ricos.
Comencemos por recordar al doctísimo señor Kautsky las declaraciones teóricas de Marx y Engels que nuestro exégeta, para verguenza suya, "ha olvidado" (con objeto de complacer a la burguesía), y después explicaremos las cosas del modo más popular.
No sólo el Estado antiguo y feudal, sino también "el moderno Estado representativo es instrumento de que se sirve el capital para explotar el trabajo asalariado" (Engels, en su obra sobre el Estado). "Siendo el Estado una institución meramente transitoria, que se utiliza en la lucha, en la revolución, para someter por la violencia a los adversarios, es un absurdo hablar de un Estado libre del pueblo: mientras el proletariado necesite todavía del Estado, no lo necesitará en interés de la libertad, sino para someter a sus adversarios, y tan pronto como pueda hablarse de libertad, el Estado como tal dejará de existir" (Engels, en su carta a Bebel del 28 de marzo de 1875). "El Estado no es más que una máquina para la opresión de una clase por otra, lo mismo en la república democrática que bajo la monarquía" (Engels, en el prólogo a La guerra civil de Marx). El sufragio universal es "el índice de la madurez de la clase obrera. No puede llegar ni llegará nunca a más en el Estado actual " (Engels, en su obra sobre el Estado. El señor Kautsky rumia en forma extraordinariamente aburrida la primera parte de esta tesis, admisible para la burguesía. ¡En cambio la segunda, que hemos subrayado y que no es admisible para la burguesía, el renegado Kautsky la pasa por alto!) "La Comuna no había de ser un organismo parlamentario, sino una corporación de trabajo, ejecutiva y legislativa al mismo tiempo. . . En vez de decidir una vez cada tres o seis años qué miembros de la clase dominante han de representar y aplastar (ver- und zertreten) al pueblo en el parlamento, el sufragio universal había de servir al pueblo organizado en comunas, como el sufragio individual sirve a los patronos que buscan obreros y administradores para sus negocios" (Marx, en su obra sobre la Comuna de París La guerra civil en Francia).
Cada una de estas tesis, que conoce perfectamente el doctísimo señor Kautsky, es para él una bofetada y descubre toda su traición. En todo el folleto de Kautsky no hay ni una sola gota de comprensión de estas verdades. ¡Todo él es una burla del marxismo!
Tomad las leyes constitucionales de los Estados contemporáneos, tomad la manera como son regidos, la libertad de reunión o de imprenta, la "igualdad de los ciudadanos ante la ley", y veréis a cada paso la hipocresía de la democracia burguesa que tan bien conoce todo obrero honrado y consciente. No hay Estado, incluso el más democrático, cuya Constitución no ofrezca algún escape o reserva que permita a la burguesía lanzar las tropas contra los obreros, declarar el estado de guerra, etc. "en caso de alteración del orden" -- en realidad, en caso de que la clase explotada "altere" su situación de esclava e intente hacer algo que no sea propio de esclavos --. Kautsky acicala desvergonzadamente la democracia burguesa, callándose, por ejemplo, lo que los burgueses más democráticos y republicanos hacen en Norteamérica o en Suiza contra los obreros en huelga.
¡Oh, el sabio y docto Kautsky se lo calla! Este erudito político no comprende que silenciarlo es una villanía. Prefiere contar a los obreros cuentos de niños, como lo de que democracia significa "defensa de la minoría". ¡Resulta increíble, pero así es! En este año de nuestro Señor, 1918, el quinto año de carnicería imperialista mundial y de que en todas las "democracias" del mundo se estrangula a las minorías internacionalistas (es decir, a los que no han traicionado vilmente el socialismo, como los Renaudel y los Longuet, los Scheidemann y los Kautsky, los Henderson y los Webb, etc.), el sabio señor Kautsky entona sus melifluas loas a la "defensa de la minoría". Quien lo desee puede leerlo en la página 15 del folleto de Kautsky. Y en la página 16, tan docto. . . individuo os hablará ¡de los whigs y de los tories del siglo XVIII en Inglaterra!
¡Oh erudición! ¡Oh refinado servilismo ante la burguesía! ¡Oh civilizada manera de reptar ante los capitalistas y lamerles las botas! Si yo fuera Krupp, Scheidemann, Clemenceau o Renaudel, le pagaría al señor Kautsky millones, le recompensaría con besos de Judas, lo elogiaría ante los obreros, recomendaría "la unidad socialista" con gentes tan "respetables" como él. ¿No es prestar lacayunos servicios a la burguesía eso de escribir folletos contra la dictadura del proletariado, traer a colación a los whigs y tories del siglo XVIII en Inglaterra, afirmar que democracia significa "defensa de la minoría" y guardar silencio sobre los pogroms desencadenados contra los internacionalistas en la "democrática" República de los Estados Unidos?
El sabio señor Kautsky "ha olvidado" -- probablemente por casualidad... -- una "pequeñez": el partido dominante de una democracia burguesa sólo cede la defensa de la minoría a otro partido burgués, mientras que al proletariado, en todo problema serio, profundo y fundamental, en lugar de "defensa de la minoría" le tocan en suerte estados de guerra o pogroms. Cuanto más desarrollada está la democracia, tanto más cerca se encuentra en toda divergencia política profunda, peligrosa para la burguesía, del pogrom o de la guerra civil. El sabio señor Kautsky podía haber advertido esta "ley" de la democracia burguesa en el asunto Dreyfus en la Francia republicana, en el linchamiento de negros e internacionalistas en la democrática República de los Estados Unidos, en el ejemplo de Irlanda y de Ulster en la democrática Inglaterra, en la persecución de los bolcheviques y en la organización de pogroms contra ellos en abril de 1917, en la democrática República de Rusia. Intencionadamente cito ejemplos que no corresponden sólo al período de guerra, sino también al período prebélico, al tiempo de paz. El melifluo señor Kautsky estima oportuno cerrar los ojos ante estos hechos del siglo XX, y contar, en cambio, a los obreros cosas admirablemente nuevas, de extraordinario interés, inusitadamente instructivas e increíblemente enjundiosas sobre los whigs y los tories del siglo XVIII.
Considerad el parlamento burgués. ¿Puede admitirse que el sabio Kautsky no haya oído decir nunca que los parlamentos burgueses están tanto más sometidos a la Bolsa y a los banqueros cuanto más desarrollada está la democracia? Esto no quiere decir que no deba utilizarse el parlamentarismo burgués (y los bolcheviques lo han utilizado quizá con mayor éxito que ningún otro partido del mundo, porque en 1912-1914 habíamos conquistado toda la curia obrera de la cuarta Duma). Pero sí quiere decir que sólo un liberal puede olvidar, como lo hace Kautsky, el carácter históricamente limitado y condicional que tiene el parlamentarismo burgués. En el más democrático Estado burgués, las masas oprimidas tropiezan a cada paso con una contradicción flagrante entre la igualdad formal, proclamada por la "democracia" de los capitalistas, y las mil limitaciones y tretas reales que convierten a los proletarios en esclavos asalariados. Esta contradicción es lo que abre a las masas los ojos ante la podredumbre, la falsedad y la hipocresía del capitalismo. ¡Esta contradicción es la que los agitadores y los propagandistas del socialismo denuncian siempre ante las masas a fin de prepararlas para la revolución! Y cuando ha comenzado una era de revoluciones, Kautsky le vuelve la espalda y se dedica a ensalzar los encantos de la democracia burguesa agonizante.
La democracia proletaria, una de cuyas formas es el Poder soviético, ha infundido un desarrollo y una extensión como jamás se conocieron a la democracia para la inmensa mayoría de la población, para los explotados y los trabajadores. Escribir todo un folleto sobre la democracia, como lo hace Kautsky, que dedica dos páginas a la dictadura y decenas de páginas a la "democracia pura", y no advertir esto, significa tergiversar por completo las cosas al modo liberal.
Considerad la política exterior. En ningún país burgués, ni aun en el más democrático, se hace abiertamente. En todas partes se engaña a las masas; y en la democrática Francia, en Suiza, en Norteamérica y en Inglaterra se hace de un modo cien veces más amplio y refinado que en otros países. El Poder soviético ha arrancado revolucionariamente el velo de misterio que cubría la política exterior. Kautsky no lo ha notado. Nada dice de ello, aunque en una época de guerras de rapiña y de tratados secretos para el "reparto de las esferas de influencia" (es decir, para la partición del mundo entre los bandoleros capitalistas) tiene una importancia cardinal, porque de eso depende la paz, la vida y la muerte de decenas de millones de personas.
Considerad la estructura del Estado. Kautsky se aferra a "minucias", incluso a que las elecciones son "indirectas" (en la Constitución soviética), pero no ve el fondo del problema. No nota que la máquina estatal, el aparato del Estado tiene una esencia de clase. En la democracia burguesa, valiéndose de mil ardides -- tanto más ingeniosos y eficaces cuanto más desarrollada está la democracia "pura" --, los capitalistas apartan a las masas de la participación en el gobierno, de la libertad de reunión y de imprenta, etc. El Poder soviético es el primero del mundo (mejor dicho el segundo, porque la Comuna de París empezó a hacer lo mismo) que incorpora al gobierno a las masas, precisamente a las masas explotadas. Mil obstáculos impiden a las masas trabajadoras participar en el parlamento burgués (que nunca resuelve las cuestiones más importantes dentro de la democracia burguesa: las resuelven la Bolsa y los Bancos) y los obreros saben y sienten, ven y perciben perfectamente que el parlamento burgués es una institución extraña, un instrumento de opresión de los proletarios por la burguesía, la institución de una clase hostil, de la minoría de explotadores.
Los Soviets son la organización directa de los trabajadores y de las masas explotadas, a los que dan toda clase de facilidades para organizar por sí mismos el Estado y gobernarlo. La vanguardia de los trabajadores y de los explotados, el proletariado de las ciudades, tiene en este sentido la ventaja de ser el más unido, gracias a las grandes empresas; a él le es más fácil que a nadie elegir y controlar a los elegidos. La organización soviética facilita automáticamente la unificación de todos los trabajadores y explotados alrededor de su vanguardia, el proletariado. El viejo aparato burgués, la burocracia, los privilegios de la fortuna, de la instrucción burguesa, de las relaciones, etc. (privilegios de hecho, tanto más variados cuanto más desarrollada está la democracia burguesa) desaparecen totalmente con la organización soviética. La libertad de imprenta deja de ser una farsa, porque se desposee a la burguesía de los talleres gráficos y del papel. Lo mismo sucede con los mejores edificios, con los palacios, hoteles particulares, casas señoriales de campo, etc. El Poder soviético desposeyó inmediatamente a los explotadores de miles y miles de los mejores edificios, haciendo de este modo u n m i l l ó n d e v e c e s más "democrático" el derecho de reunión para las masas, ese derccho de reunión sin el que la democracia es un engaño. Las elecciones indirectas de los Soviets que no son locales hacen más fáciles los congresos de los Soviets, hacen que todo el aparato sea menos costoso, más ágil, esté más al alcance de los obreros y de los campesinos en un período en que la vida se encuentra en efervescencia y es necesario poder proceder con gran rapidez para revocar a un diputado local o enviarle al Congreso general de los Soviets.
La democracia proletaria es u n m i l l ó n d e v e c e s más democrática que cualquier democracia burguesa. El Poder soviético es un millón de veces más democrático que la más democrática de las repúblicas burguesas.
Para no advertirlo es preciso ser un servidor consciente de la burguesía o un hombre políticamente muerto del todo, al que los polvorientos libros burgueses le impiden ver la vida real y que está impregnado hasta la médula de prejuicios democrático-burgueses, por lo que objetivamente se ha convertido en lacayo de la burguesía.
Esto sólo podía escapársele a un hombre incapaz de plantear la cuestión desde el punto de vista de las clases oprimidas:
¿Hay un solo país del mundo, entre los países burgueses más democráticos, donde el obrero medio, de la masa, el bracero medio, de la masa, o el semiproletario del campo en general (es decir, el representante de la masa oprimida, de la inmensa mayoría de la población) goce, aunque sea aproximadamente, de la libertad de celebrar sus reuniones en los mejores edificios; de la libertad de disponer para expresar sus ideas y defender sus intereses, de las imprentas más grandes y de las mejores reservas de papel; de la libertad de enviar hombres de su clase al gobierno y para "poner en orden" el Estado, como sucede en la Rusia Soviética?
Es ridículo pensar siquiera que el senor Kautsky pueda hallar en ningún país un obrero o un bracero entre mil, que, puesto al corriente, dude al contestar a esta pregunta. Instintivamente, sin oir más que las confesiones fragmentarias de la verdad que se les escapan a los periódicos burgueses, los obreros de todo el mundo simpatizan con la República de los Soviets porque ven en ella la democracia proletaria, la democracia para los pobres, y no una democracia para los ricos, como en realidad es toda democracia burguesa, incluso la mejor.
Nos gobiernan (y "ordenan" nuestro Estado) funcionarios burgueses, parlamentarios burgueses y jueces burgueses. Esta es una verdad pura, evidente, indiscutible, que conocen por experiencia, que sienten y perciben cotidianamente decenas y centenares de millones de seres de las clases oprimidas de todos los países burgueses, incluso de los más democráticos.
En cambio, en Rusia se ha deshecho por completo el aparato burocrático, no dejando de él piedra sobre piedra, se ha echado a todos los antiguos magistrados, se ha disuelto el parlamento burgués y se ha dado a los obreros y a los campesinos una representación mucho más accesible ; s u s Soviets han venido a ocupar el puesto de los funcionarios o s u s Soviets han sido colocados por encima de los funcionarios, s u s Soviets son los que eligen a los jueces. Este mero hecho basta para que todas las clases oprimidas proclamen que el Poder de los Soviets, es decir, esta forma de dictadura del proletariado, es un millón de veces más democrático que la más democrática de las repúblicas burguesas.
Kautsky no comprende esta verdad, inteligible y evidente para todo trabajador, porque "ha olvidado", "ha perdido la costumbre" de preguntar: ¿democracia p a r a q u é c I a s e ? El razona desde el punto de vista de la democracia "pura" (¿es decir, sin clases? ¿o por encima de las clases?). Argumenta como Shylock: "una libra de carne", y nada más. Igualdad de todos los ciudadanos; si no, no hay democracia.
Debemos preguntar al sabio Kautsky, al "marxista" y "socialista" Kautsky:
¿Puede haber igualdad entre el explotado y el explotador?
Es monstruoso, es increíble que tengamos que hacer esta pregunta al tratar de un libro del dirigente ideológico de la II Internacional. Pero hemos puesto manos a la obra, y hay que llevarla a término. Nos hemos propuesto escribir sobre Kautsky; hay que explicar, pues, a este erudito por qué no puede haber igualdad entre el explotador y el explotado.
¿PUEDE HABER IGUALDAD ENTRE EL EXPLOTADOR Y EL EXPLOTADO?
editarKautsky argumenta así:
(1) "Los explotadores han constituido siempre una pequeña minoría de la población" (pág. 14 del opúsculo de Kautsky).
Esto es una verdad indiscutible. ¿Cómo deberemos razonar partiendo de ella? Podemos razonar como marxistas, como socialistas; entonces habremos de basarnos en la relación entre explotados y explotadores. Podemos razonar como liberales, como demócratas burgueses; entonces habremos de basarnos en la relación entre mayoría y minoría.
Si razonamos como marxistas, tendremos que decir: los explotadores transforman inevitablemente el Estado (porque se trata de la democracia, es decir, de una de las formas del Estado) en instrumento de dominio de su clase, de la clase de los explotadores, sobre los explotados. Por eso, aun el Estado democrático, mientras haya explotadores que dominen sobre una mayoría de explotados, será inevitablemente una democracia de explotadores. El Estado de los explotados debe distinguirse por completo de él, debe ser la democracia para los explotados y el aplastamiento de los explotadores ; y el aplastamiento de una clase significa la desigualdad en detrimento suyo, su exclusión de la "democracia".
Si argumentamos en liberal, tendremos que decir: la mayoría decide y la minoría se somete. Los desobedientes son castigados. Y nada más. No hay por qué hablar del carácter de clase del Estado en general ni de la "democracia pura" en particular; no tiene nada que ver con la cuestión, porque la mayoría es la mayoría y la minoría es la minoría. Una libra de carne es una libra de carne, y nada más.
Kautsky razona exactamente así:
(2) "¿Qué motivos hay para que la dominación del proletariado tomase o haya de tomar una forma que sea incompatible con la democracia?" (pág. 21). Después explica, con frase larga y redundante, hasta con una cita de Marx y con estadísticas electorales de la Comuna de París, que el proletariado posee la mayoría. Conclusión: "Un régimen con tan hondas raíces en las masas no tiene motivo alguno para atentar contra la democracia. No siempre podrá abstenerse de la violencia cuando se haga uso de ella contra la democracia. Sólo con la violencia puede contestarse a la violencia. Pero un régimen que sabe que cuenta con las masas usará de ella únicamente para defender la democracia, y no para suprimirla. Cometería un verdadero suicidio si quisiera suprimir su base más segura, el sufragio universal, profunda fuente de poderosa autoridad moral" (pág. 22).
Como se ve, la relación entre explotados y explotadores ha desaparecido de la argumentación de Kautsky. No queda más que la mayoría en general, la minoría en general, la democracia en general, la "democracia pura" que ya conocemos.
¡Obsérvese que esto se dice a propósito de la Comuna de París ! Para mayor evidencia, veamos lo que decían Marx y Engels de la dictadura a propósito de la Comuna :
Marx : ... "Si los obreros sustituyen la dictadura de la clase burguesa con su dictadura revolucionaria... para vencer la resistencia de la burguesía. . ., dan al Estado una forma revolucionaria y transitoria"...
Engels : ... "El partido victorioso" (en la revolución) "si no quiere haber luchado en vano, tiene que mantener este dominio por el terror que sus armas inspiran a los reaccionarios. ¿La Comuna de París habría durado acaso un solo día, de no haber empleado esta autoridad de pueblo armado frente a los burgueses? ¿No podemos, por el contrario, reprocharle el no haberse servido lo bastante de ella?"...
Engels : "Siendo el Estado una institución meramente transitoria, que se utiliza en la lucha, en la revolución, para someter por la violencia a los adversarios, es un absurdo hablar de un Estado libre del pueblo: mientras el proletariado necesite todavía del Estado, no lo necesitará en interés de la libertad, sino para someter a sus adversarios, y tan pronto como pueda hablarse de libertad, el Estado como tal dejará de existir"...
Entre Kautsky, por un lado, y Marx y Engels, por otro, existe el mismo abismo que entre el cielo y la tierra, que entre un liberal y un revolucionario proletario. La democracia pura, y sencillamente la "democracia" de que habla Kautsky, no es más que una paráfrasis de ese mismo "Estado libre del pueblo", es decir, un puro absurdo. Con la erudición de un doctísimo imbécil de gabinete, o con el candor de una niña de diez años, pregunta Kautsky: ¿Para qué ejercer la dictadura teniendo la mayoría? Marx y Engels lo explican:
-- -- Para aplastar la resistencia de la burguesía.
-- -- Para inspirar temor a los reaccionarios.
-- -- Para mantener la autoridad del pueblo armado contra la burguesía.
-- -- Para que el proletariado pueda someter por la fuerza a sus adversarios.
Kautsky no comprende estas explicaciones. Enamorado de la "pureza" de la democracia, no viendo su carácter burgués, sostiene "consecuentemente" que la mayoría, puesto que lo es, no tiene necesidad de "aplastar la resistencia" de la minoría, de "aplastarla por la fuerza"; sostiene que es suficiente reprimir los casos de violación de la democracia. ¡Enamorado de la "pureza" de la democracia, Kautsky incurre por descuido en ese pequeño error en que siempre incurren todos los demócratas burgueses: toma por igualdad real la igualdad formal (que no es más que mentira e hipocresía en el régimen capitalista)! ¡Nada menos!
El explotador no puede ser igual al explotado.
Esta verdad, por desagradable que le resulte a Kautsky, es lo más esencial del socialismo.
Otra verdad: No puede haber igualdad real, efectiva, mientras no se haya hecho totalmente imposible la explotación de una clase por otra.
Se puede derrotar de golpe a los explotadores con una insurrección victoriosa en la capital o una rebelión de las tropas. Pero, descontando casos muy raros y excepcionales, no se puede hacer desaparecer de golpe a los explotadores. No se puede expropiar de golpe a todos los terratenientes y capitalistas de un país de cierta extensión. Además, la expropiación por sí sola, como acto jurídico o político, no decide, ni mucho menos, el problema, porque es necesario desplazar de hecho a los terratenientes y capitalistas, reemplazarlos de hecho en fábricas y fincas por otra administración, la obrera. No puede haber igualdad entre los explotadores, a los que durante muchas generaciones han distinguido la instrucción, las condiciones de la vida rica y los hábitos adquiridos, y los explotados, que, incluso en las repúblicas burguesas más avanzadas y democráticas, son una masa embrutecida, inculta, ignorante, atemorizada y falta de cohesión. Durante mucho tiempo después de la revolución, los explotadores siguen conservando de hecho, inevitablemente, tremendas ventajas: conservan el dinero (no es posible suprimir el dinero de golpe), algunos que otros bienes muebles, con frecuencia considerables; conservan las relaciones, los hábitos de organización y administración, el conocimiento de todos los "secretos" (costumbres, procedimientos, medios, posibilidades) de la administración; conservan una instrucción más elevada, sus estrechos lazos con el alto personal técnico (que vive y piensa en burgués); conservan (y esto es muy importante) una experiencia infinitamente superior en lo que respecta al arte militar, etc., etc.
Si los explotadores son derrotados solamente en un país -- y éste es, naturalmente, el caso típico, pues la revolución simultánea en varios países constituye una rara excepción -- seguirán siendo, no obstante, más fuertes que los explotados, porque sus relaciones internacionales son poderosas. Además, una parte de los explotados, pertenecientes a las masas menos desarrolladas de campesinos medios, artesanos, etc., sigue y puede seguir a los explotadores, como lo han probado hasta ahora todas las revoluciones, incluso la Comuna (porque entre las fuerzas de Versalles había también proletarios, cosa que "ha olvidado" el doctísimo Kautsky).
Por tanto, suponer que en una revolución más o menos seria y profunda la solución del problema depende sencillamente de la relación entre la mayoría y la minoría, es el colmo de la estupidez, el más necio prejuicio de un liberal adocenado, es engañar a las masas, ocultarles una verdad histórica bien establecida. Esta verdad histórica es la siguiente: en toda revolución profunda, lo normal es que los explotadores, que durante bastantes años conservan de hecho sobre los explotados grandes ventajas, opongan una resistencia larga, porfiada y desesperada. Nunca -- a no ser en la fantasía dulzona del melifluo tontaina de Kautsky -- se someten los explotadores a la decisión de la mayoría de los explotados antes de haber puesto a prueba su superioridad en una desesperada batalla final, en una serie de batallas.
El paso del capitalismo al comunismo llena toda una época histórica. Mientras esta época histórica no finalice, los explotadores siguen inevitablemente abrigando esperanzas de restauración, esperanzas que se convierten en tentativas de restauración. Después de la primera derrota seria, los explotadores derrocados, que no esperaban su derrocamiento ni creían en él, que no aceptaban ni siquiera la idea de él, se lanzan con energía decuplicada, con pasión furiosa y odio centuplicado a la lucha por la restitución del "paraíso" que les ha sido arrebatado, en defensa de sus familias, que antes disfrutaban de una vida tan dulce y a quienes la "chusma del populacho vil" condena a la ruina y a la miseria (o al "simple" trabajo. . .). Y detrás de los capitalistas explotadores viene arrastrándose una gran masa de pequeña burguesía, de la que decenios de experiencia histórica en todos los países nos dicen que titubea y vacila, que hoy sigue al proletariado y mañana se asusta de las dificultades de la revolución, se deja llevar del pánico ante la primera derrota o semiderrota de los obreros, se pone nerviosa, se agita, lloriquea, se pasa de un campo a otro. . . lo mismo que nuestros mencheviques y eseristas.
¡¡Y en estas condiciones, en una época de lucha desesperada, agudizada, cuando la historia pone al orden del día problemas de vida o muerte para privilegios seculares y milenarios, hablar de mayoría y minoría, de democracia pura, de que no hace falta la dictadura, de igualdad entre explotadores y explotados!! ¡Qué abismo de estupidez y de filisteísmo se necesita para ello!
Pero decenios de un capitalismo relativamente "pacífico", de 187I a 1914, han convertido los partidos socialistas que se adaptan al oportunismo en establos de Augias de filisteísmo, de estrechez mental y de apostasía . . .
El lector habrá advertido probablemente que Kautsky, en el pasaje de su libro más arriba citado, habla de atentado contra el sufragio universal (al que califica, dicho sea entre paréntesis, de profunda fuente de poderosa autoridad mGral, mientras que Engels, a propósito de la misma Comuna de París y del mismo problema de la dictadura, habla de la autoriadad del pueblo armado contra la burguesía; resulta característico comparar las ideas que sobre la "autoridad" tienen un filisteo y un revolucionario..).
Es de advertir que el privar a los explotadores del derecho de voto es un problema puramente ruso, y no un problema de la dictadura del proletariado en general. Si Kautsky, sin hipocresía, hubiera titulado su folleto Contra los bolcheviques, el título correspondería al contenido, y Kautsky tendría entonces derecho a hablar directamente del derecho de sufra gio. Pero Kautsky ha querido ser, ante todo, un "teórico". La dictadura del proletariado ha titulado su folleto en general. De los Soviets y de Rusia habla especialmente sólo en la segunda parte del opúsculo, a partir del apartado sexto. En cambio, en la primera parte (que es de donde yo he tomado la cita), trata de la democracia y de la dictadura e n g e n e r a l. Puesto a hablar del derecho electoral, Kautsky se ha desenmascarado como polemista contra los bolcheviques sin un ápice de respeto por la teoría. Porque la teoría, es decir, el estudio de los fundamentos generales de clase (y no de un carácter específico nacional) de la democracia y de la dictadura, no debe tratar de un problema especial, como es el derecho electoral, sino del problema general: ¿Puede mantenerse la democracia para los ricos y los explotadores en un período histórico en que se derriba a los explotadores y su Estado es sustituido por el Estado de los explotados?
Así y sólo así es como puede plantear el problema un teórico.
Conocemos el ejemplo de la Comuna, conocemos todos los razonamientos de los fundadores del marxismo sobre ella y a propósito de ella. Apoyándome en estos materiales he analizado yo, por ejemplo, el problema de la democracia y de la dictadura en el folleto El Estado y la revolución, escrito antes de la Revolución de Octubre. Acerca de la restricción del derecho al sufragio no he dicho ni una palabra. Y ahora hay que afirmar que este problema es un asunto específico nacional, y no un problema general de la dictadura. Es un problema que hay que enfocar con un estudio de las condiciones peculiares de la revolución rusa, con un estudio de su camino especial de desarrollo. Esto es lo que me propongo hacer en las páginas que siguen. Pero sería un error asegurar por anticipado que las próximas revoluciones proletarias de Europa, todas o la mayor parte de ellas, originarán necesariamente una restricción del derecho de voto para la burguesía. Puede suceder así. Después de la guerra y de la experiencia de la revolución rusa, es probable que así suceda, pero no es indispensable para el ejercicio de la dictadura, no constituye un rasgo imprescindible del concepto lógico de dictadura, no es condición indispensable del concepto de dictadura en el terreno histórico y de clase.
Lo que es rasgo indispensable, condición imprescindible de la dictadura, es la represión por la fuerza a los explotadores como clase, y, por consiguiente, la violación de la "democracia pura", es decir, de la igualdad y de la libertad en relación con esa clase.
Así y sólo así es como puede plantearse el problema en el terreno teórico. Y Kautsky, al no hacerlo así, demuestra que no procede contra los bolcheviques como teórico, sino como un sicofante de los oportunistas y de la burguesía.
Determinar en qué países, en qué condiciones específicas nacionales de un capitalismo u otro se va a aplicar (de un modo exclusivo o preponderante) una restricción determinada, una violación de la democracia para los explotadores, es una cuestión que depende de las particularidades nacionales de cada capitalismo, de cada revolución. Teóricamente, el problema es distinto, y se formula así: ¿Es posible la dictadura del proletariado sin violación de la democracia respecto a la clase de los explotadores?
Kautsky ha eludido esta cuestión, la única teóricamente esencial e importante. Cita toda clase de pasajes de Marx y de Engels salvo los que se refieren al problema que nos ocupa, que yo he citado más arriba.
Habla de todo lo que se quiera, de todo lo que admiten los liberales y los demócratas burgueses, de lo que no rebasa el círculo de ideas de éstos, menos de lo principal, de que el proletariado no puede triunfar sin vencer la resistencia de la burguesía, sin reprimir por la violencia a sus adversarios ; y donde hay "represión violenta", donde no hay "libertad", desde luego no hay democracia.
Esto no lo ha comprendido Kautsky.
Pasemos a la experiencia de la revolución rusa y a la divergencia entre los Soviets de Diputados y la Asamblea Constituyente, que condujo a la disolución de la Constituyente, privándose a la burguesía del derecho de sufragio.
QUE NO OSEN LOS SOVIETS CONVERTIRSE EN ORGANIZACIONES ESTATALES
editarLos Soviets son la forma rusa de la dictadura del proletariado. Si el teórico marxista que escribe un trabajo sobre la dictadura del proletariado hubiera estudiado de veras este fenómeno (en lugar de repetir las lamentaciones pequeñoburguesas contra la dictadura, como hace Kautsky, cantando las melodías mencheviques), habría comenzado por dar una definición general de la dictadura, y después habría examinado su forma particular, nacional, los Soviets, criticándolos como una de las formas de la dictadura del proletariado.
Claro que nada serio puede esperarse de Kautsky después de su "interpretación" liberal de la doctrina de Marx sobre la dictadura. Pero es curioso en el más alto grado ver cómo aborda el problema de los Soviets y cómo lo resuelve.
Los Soviets, escribe, recordando su aparición en 1905, crearon "una forma de organización proletaria que era la más universal (umfassendste ) de todas, porque comprendía a todos los obreros asalariados" (pág. 31). En 1905 los Soviets no eran más que corporaciones locales; en 1917, se han convertido en una organización que se extiende a toda Rusia.
"Ya ahora -- prosigue Kautsky -- tiene la organización soviética una historia grande y gloriosa. La que le está reservada es aún más grande, y no sólo en Rusia. En todas partes se observa que, contra las gigantescas fuerzas de que dispone el capital financiero en sentido económico y político, son insuficientes" (versagen : esta palabra alemana dice algo más que "insuficientes" y algo menos que "impotentes") "los antiguos métodos del proletariado en su lucha politica y económica. No puede prescindirse de ellos; siguen siendo indispensables para tiempos normales, pero de cuando en cuando se les plantean problemas para cuya solución son impotentes, problemas en que el éxito se cifra tan sólo en la unión de todos los instrumentos de fuerza políticos y económicos de la clase obrera" (32).
Sigue una disquisición en torno a la huelga de masas, después de lo cual afirma que "la burocracia de los sindicatos", tan necesaria como los sindicatos mismos, "no es apta para dirigir las gigantescas batallas de las masas que son cada vez más características de nuestros tiempos"...
..."Así, pues -- concluye Kautsky --, la organización soviética es uno de los fenómenos más importantes de nuestra época. Promete adquirir una importancia decisiva en los grandes combates decisivos que se avecinan entre el capital y el trabajo. Pero ¿podemos exigir más a los Soviets? Los bolcheviques, que después de la revolución de noviembre (según el nuevo calendario, es decir, de octubre, según nuestro calendario) de 1917, juntamente con los socialistas revolucionarios de izquierda, conquistaron la mayoría en los Soviets de Diputados Obreros rusos, después de la disolución de la Asamblea Constituyente han convertido el Soviet, que hasta entonces había sido organización de combate de una clase en una organización estatal. Han suprimido la democracia, que el pueblo ruso había conquistado en la revolución de marzo (según el nuevo calendario, de febrero, según nuestro calendario). Consecuentemente, los bolcheviques han dejado de llamarse socialdemócratas. Se llaman comunistas" (pág. 33; la cursiva es de Kautsky).
Quien conozca la literatura menchevique rusa habrá observado en seguida que Kautsky copia servilmente a Mártov, Axelrod, Stein y compañía. "Servilmente" es la palabra, porque ha desnaturalizado los hechos hasta un punto grotesco en provecho de los prejuicios mencheviques. Por ejemplo, no se ha tomado la molestia de preguntar a sus informadores, al Stein de Berlín o al Axelrod de Estocolmo, acerca del momento en que se planteó el cambio de nombre de los bolcheviques en comunistas y lo relativo al papel de los Soviets como organizaciones estatales. Sencillamente con haber solicitado estos datos, no habría escrito Kautsky unas líneas que mueven a risa, porque ambos asuntos los plantearon los bolcheviques en abril de 1917, por ejemplo, en mis "tesis" del 4 de abril de 1917, es decir, mucho tiempo antes de la Revolución de Octubre de 1917 (por no hablar ya de la disolución de la Constituyente el 5 de enero de 1918).
Pero el razonamiento de Kautsky, que he reproducido por entero, es el quid de todo el problema de los Soviets. El quid está en saber si los Soviets deben tender a convertirse en organizaciones de Estado (los bolcheviques lanzaron en abril de 1917 la consigna de "¡Todo el Poder a los Soviets!" y en la Conferencia del Partido Bolchevique del mismo mes de abril de 1917 declararon que no les satisfacía una república parlamentaria burguesa, sino que reivindicaban una república de obreros y campesinos del tipo de la Comuna o del tipo de los Soviets); o bien los Soviets no han de seguir esa tendencia, no han de tomar el Poder, no han de convertirse en organizaciones de Estado, sino que deben seguir siendo "organizaciones de combate" de una "clase" (según dijo Mártov, adecentando con estos inocentes deseos el hecho de que, bajo la dirección menchevique, los Soviets eran un instrumento de subordinación de los obreros a la burguesía ).
Kautsky repite servilmente las palabras de Mártov, tomando fragmentos de la controversia teórica de los bolcheviques con los mencheviques y proyectando estos fragmentos, sin crítica ni razón, sobre el terreno teórico general, sobre el terreno europeo. El resultado es un embrollo capaz de provocar una risa homérica en todo obrero ruso consciente que llegase a conocer el citado razonamiento de Kautsky.
Con la misma risa acogerán a Kautsky todos los obreros europeos (a excepción de un puñado de empedernidos socialimperialistas) cuando les expliquemos de qué se trata.
Llevando al absurdo, con extraordinaria evidencia, el error de Mártov, Kautsky le ha prestado el servicio del oso de la fábula. En efecto, veamos lo que le resulta a Kautsky.
Los Soviets comprenden a todos los obreros asalariados. Contra el capital financiero son insuficientes los antiguos métodos del proletariado en su lucha política y económica. Los Soviets están llamados a cumplir un papel importantísimo y no sólo en Rusia. Cumplirán un papel decisivo en las grandes batallas decisivas entre el capital y el trabajo en Europa. Esto es lo que dice Kautsky.
Muy bien. ¿No deciden "las batallas decisivas entre el capital y el trabajo" cuál de esas dos clases se adueñará del Poder del Estado?
Nada de eso. Guárdenos Dios.
En las batallas "decisivas", los Soviets, que comprenden a todos los obreros asalariados, ¡no deben convertirse en una organización de Estado!
Pero ¿qué es el Estado?
El Estado no es sino una máquina para la opresión de una clase por otra.
Por tanto, la clase oprimida, la vanguardia de todos los trabajadores y de todos los explotados en la sociedad actual, debe lanzarse a "las batallas decisivas entre el capital y el trabajo", ¡pero no debe tocar la máquina de la que se sirve el capital para oprimir al trabajo! ¡No debe romper esa máquina! ¡No debe emplear su organización universal para reprimir a los explotadores !
¡Magnífico, admirable, señor Kautsky! "Nosotros" reconocemos la lucha de clases, como la reconocen todos los liberales, o sea, sin derribar a la burguesía. . .
Aquí es donde se hace patente la total ruptura de Kautsky, tanto con el marxismo como con el socialismo. Esto es, de hecho, pasarse al lado de la burguesía, que se halla dispuesta a admitir todo lo que se quiera, menos la transformación de las organizaciones de la clase que ella oprime en organizaciones de Estado. No hay ya medio de que Kautsky salve su posición, que todo lo concilia y que no tiene más que frases para salvar todas las profundas contradicciones.
Sea que Kautsky renuncia en absoluto a que el Poder del Estado pase a manos de la clase obrera, sea que admite que la clase obrera se adueñe de la vieja máquina estatal, de la máquina burguesa, pero de ningún modo consiente que la rompa y la destruya, sustituyéndola por una nueva, por la máquina proletaria. Que se "interprete" o se "explique" de uno u otro modo el razonamiento de Kautsky, en ambos casos resulta evidente su ruptura con el marxismo y su paso al lado de la burguesía.
Ya en el Manifiesto Comunista, al hablar del Estado que necesita la clase obrera triunfante, escribía Marx: "El Estado, es decir, el proletariado organizado como clase dominante". Y ahora un hombre que pretende seguir siendo marxista, declara que el proletariado totalmente organizado y que sos tiene "una lucha decisiva" contra el capital, no debe hacer de su organización de clase una organización de Estado. La "fe supersticiosa en el Estado", que según escribía Engels en 1891 "en Alemania se ha trasplantado a la consciencia general de la burguesía e incíuso a la de muchos obreros", es lo que en este caso ha puesto de manifiesto Kautsky. Luchad, obreros, "autoriza" nuestro filisteo (también lo "autoriza" el burgués porque de todos modos los obreros luchan, y lo único que hace falta es buscar el modo de embotar el filo de su espada). ¡Luchad, pero no tratéis de vencer! ¡No destruyáis la máquina del Estado burgués, no sustituyáis la "organización estatal" burguesa por la "organi zación estatal" proletaria!
Una persona que compartiera en serio la idea de Marx de que el Estado no es más que una máquina para el aplastamiento de una clase por otra, que se hubiera parado a meditar sobre esta verdad, no habría podido llegar nunca al absurdo de decir que las organizaciones proletarias, capaces de vencer al capital financiero, no deben transformarse en organizaciones de Estado. Eso es lo que revela al pequeñoburgués, para el que el Estado es, "a pesar de todo", una entidad al margen de las clases, o situada por encima de las clases. En efecto, ¿por qué puede el proletariado, "una sola clase ", hacer una guerra decisiva al capital, que no sólo domina sobre el proletariado, sino sobre el pueblo entero, sobre toda la pequeña burguesía, sobre todos los campesinos, y no puede, siendo "una sola clase ", transformar su organización en organización de Estado? Porque el pequeñoburgués teme la lucha de clases y no la lleva a término, a lo más importante.
Kautsky se ha metido en un embrollo completo y deja traslucir su verdadera fisonomía. Fijaos: él mismo ha reconocido que Europa se acerca a batallas decisivas entre el capital y el trabajo y que los antiguos métodos del proletariado en la lucha política y económica son insuficientes. Pero estos métodos consistían precisamente en utilizar la democracia burguesa. ¿Por tanto?... Kautsky ha tenido miedo de terminar el razonamiento y ver lo que de ello se deduce.
...Por tanto, sólo un reaccionario, enemigo de la clase obrera, lacayo de la burguesía, puede dedicarse ahora a pintar los encantos de la democracia burguesa y a cotorrear acerca de la democracia pura, vuelto hacia un pasado ya caduco. La democracia burguesa fue progresiva en comparación con la Edad Media, y había que utilizarla. Pero ahora es insuficiente para la clase obrera. Ahora hay que mirar no hacia atrás, sino hacia adelante, hay que ir a la sustitución de la democracia burguesa por la proletaria. Ha sido posible (y necesario) realizar en el marco del Estado democrático burgués el trabajo preparatorio de la revolución proletaria, la instrucción y formación del ejército proletario, pero encerrar al proletariado dentro de ese marco cuando se ha llegado a las "batallas decisivas", es traicionar la causa proletaria, ser un renegado.
Kautsky ha caído en una situación particularmente ridícula, porque repite el argumento de Mártov ¡sin ver que Mártov apoya este argumento en otro que Kautsky no emplea! Mártov dice (y Kautsky lo repite) que Rusia no está todavía madura para el socialismo, de lo cual se deduce naturalmente que es aún temprano para convertir los Soviets, de órganos de lucha, en organizaciones de Estado (léase: lo oportuno es transformar los Soviets, con ayuda de los jefes mencheviques, en órganos de subordinación de los obreros a la burguesía imperialista). Ahora bien, Kautsky no puede decir abiertamente que Europa no está madura para el socialismo. En 1909, cuando aún no era un renegado, escribió que no había que tener miedo de una revolución prematura, que sería traidor quien renunciara a la revolución por miedo a la derrota. Kautsky no se atreve a retractarse francamente. Y resulta un absurdo que descubre por entero toda la necedad y la cobardía del pequeñoburgués: por una parte, Europa está madura para el socialismo y va a las batallas decisivas entre el trabajo y el capital; pero, por otra parte, la organización de combate (es decir, la organización que se está formando, desarrollando y afianzando en la lucha), la organización del proletariado, vanguardia, organizador y jefe de los oprimidos, ¡no se debe convertir en organización de Estado!
Desde el punto de vista práctico de la política, la idea de que los Soviets son necesarios como organización de combate, pero no deben convertirse en organizaciones de Estado, es todavía infinitamente más absurda que desde el punto de vista teórico. Incluso en tiempos de paz, sin situación revolucionaria, la lucha entre las masas obreras y los capitalistas, por ejemplo, la huelga de masas, origina en ambas partes formidable irritación, extremo ardor en el combate, constantes manifestaciones de la burguesía en el sentido de que ella es y quiere seguir siendo "el ama de su casa", etc. Y en tiempos de revolución, cuando la vida política está en efervescencia, una organización como los Soviets, que comprende a todos los obreros de todas las ramas de industria, y también a todos los soldados y a todos los campesinos pobres y trabajadores, es una organización que por sí misma, por la marcha del combate, por la simple "lógica" de la ofensiva y de la defensiva, llega necesariamente a plantear el problema en forma tajante. Querer tomar una posición neutra, "conciliar" al proletariado con la burguesía, es una necedad condenada a un fracaso lastimoso: esto fue lo que sucedió en Rusia con las prédicas de Mártov y otros mencheviques; esto es lo que inevitablemente sucederá en Alemania y en otros países si los Soviets se desarrollan bastante ampliamente, si llegan a unirse y a afianzarse. Decir a los Soviets que luchen, pero que no tomen todo el Poder del Estado en sus manos, que no se transformen en organizaciones de Estado, equivale a predicar la colaboración de clases y la "paz social" entre el proletariado y la burguesía. Es ridículo pensar siquiera que, en una lucha encarnizada, semejante posición pueda conducir a algo que no sea una vergonzosa derrota. El eterno destino de Kautsky es nadar entre dos aguas. Hace como si en teoría no estuviera de acuerdo en nada con los oportunistas, pero de hecho está de acuerdo con ellos, en todo lo esencial (o sea, en todo lo que concierne a la revolución), en la práctica.
LA ASAMBLEA CONSTITUYENTE Y LA REPUBLICA SOVIETICA
editarEl problema de la Asamblea Constituyente y de su disolución por los bolcheviques es la clave de todo el folleto de Kautsky. A él vuelve constantemente. Toda la obra del jefe ideológico de la II Internacional rebosa alusiones a que los bolcheviques "han suprimido la democracia" (véase más arriba una de las citas de Kautsky). El problema, en efecto, tiene interés e importancia, porque la relación entre democracia burguesa y democracia proletaria se plantea en él prácticamente ante la revolución. Veamos cómo lo analiza nuestro "teórico marxista".
Kautsky cita mis Tesis acerca de la Asamblea Constituyente, publicadas en Pravda del 26 de diciembre de 1917. Parece que no podía esperarse mejor prueba de seriedad por su parte, ya que aborda la cuestión con documentos en las manos. Pero veamos c ó m o cita Kautsky. No dice que las tesis eran 19, ni que en ellas se hablaba, tanto de la relación entre una república burguesa ordinaria con Asamblea Constituyente y la República de los Soviets, como de la historia de la divergencia entre la Asamblea Constituyente y la dictadura del proletariado en nuestra revolución. Kautsky prescinde de todo esto y dice simplemente al lector que (entre estas tesis) "dos tienen particular importancia": una, que los eseristas se fraccionaron después de las elecciones a la Asamblea Constituyente, pero antes de reunirse ésta (no dice que esa tesis es la quinta); otra, que la República de los Soviets es en general una forma democrática superior a la Asamblea Constituyente (no dice que esa tesis es la tercera).
Y sólo de esa tercera tesis cita Kautsky por entero un fragmento, la afirmación siguiente:
"La República de los Soviets no es sólo una forma de tipo más elevado de instituciones democráticas (comparándola con la república burguesa ordinaria coronada por una Asamblea Constituyente), sino la única forma capaz de asegurar el tránsito menos doloroso[1] al socialismo" (Kautsky omite la palabra "ordinaria", y las palabras de introducción de la tesis: "Para la transición del régimen burgués al socialista, para la dictadura del proletariado").
Después de esta cita, Kautsky exclama con magnífica ironía:
"Es de lamentar únicamente que llegasen a esa conclusión al encontrarse en minoría en la Asamblea Constituyente. Nadie había pedido antes la Asamblea Constituyente con mayor empeño que Lenin".
¡Asi, lo dice textualmente en la página 31 de su libro!
¡Una verdadera perla! ¡¡Sólo un sicofante al servicio de la burguesía puede falsear tanto los hechos, para dar al lector la impresión de que los discursos de los bolcheviques sobre un tipo superior de Estado son una invención, a la que sólo han recurrido después de haberse visto en minoria en la Asamblea Constituyente!! Una mentira tan vil sólo pudo decirla un canalla vendido a la burguesia, o, lo que es absolutamente igual, que se ha fiado de P. Axelrod y encubre a sus informadores.
Porque todo el mundo sabe que el mismo dia de mi llegada a Rusia, el 4 de abril de 1917, leí públicamente las tesis en que proclamaba la superioridad de un Estado del tipo de la Comuna sobre la república parlamentaria burguesa. Después lo he vuelto a manifestar repetidamente en la prensa, por ejemplo, en un folleto sobre los partidos políticos que se tradujo al inglés y fue publicado en Norteamérica en enero de 1918, en el Evening Post de Nueva York. Es más, la Conferencia del Partido Bolchevique, celebrada a fines de abril de 1917, adoptó una resolución diciendo que la república de proletarios y campesinos es superior a la república parlamentaria burguesa, que nuestro Partido no se conformaba con esta última y que el programa del Partido debia modificarse en este sentido.
¿Cómo calificar después de esto la ocurrencia de Kautsky, que afirma a los lectores alemanes que yo exigia con el mayor empeño la convocatoria de la Asamblea Constituyente y que sólo al quedar los bolcheviques en minoría dentro de ella empecé a "mancillar" el honor y la dignidad de esa Asamblea? ¿Cómo puede justificarse esta ocurrencia?[2] ¿No estaba Kautsky al corriente de los hechos? ¿Para qué, pues, se ha puesto a escribir sobre ellos? ¿Por qué no ha declarado lealmente: Yo, Kautsky, escribo apoyándome en datos de los mencheviques Stein, P. Axelrod y compañía? Con su pretensión de objetividad, quiere disimular su papel de criado de los mencheviques, a quienes la derrota ha puesto furiosos.
Pero esto no es más que el principio. Lo bueno viene después.
Admitamos que Kautsky no haya querido o no haya podido (¿?) recibir de sus informantes una traducción de las resoluciones de los bolcheviques y de sus declaraciones acerca de si les satisface la república democrática parlamentaria burguesa. Admitámoslo, aunque es inverosímil. Pero mis tesis del 26 de diciembre de 1917 las menciona abiertamente Kautsky en la pág. 30 de su libro.
¿Conoce Kautsky el texto completo de estas tesis, o conoce sólo lo que le han traducido los Stein, Axelrod y compañía? Kautsky cita la tercera tesis sobre la cuestión fundamental de si antes de las elecciones a la Asamblea Constituyente los bolcheviques comprendían y decían al pueblo que la República de los Soviets es superior a la república burguesa. P e r o K a u t s k y n o h a b l a d e l a s e g u n d a t e s i s.
Esta segunda tesis dice:
"La socialdemocracia revolucionaria, que reclamaba la convocatoria de la Asamblea Constituyente, desde los primeros días de la revolución de 1917 subrayó en repetidas ocasiones que la República de los Soviets es una forma de democracia superior a la república burguesa ordinaria con su Asamblea Constituyente ". (La cursiva es mía.)
Para presentar a los bolcheviques como gente sin principios, como "oportunistas revolucionarios" (esta expresión se encuentra, no recuerdo con qué motivo, en un pasaje del libro de Kautsky), ¡el señor Kautsky ha ocultado a los lectores alemanes que las tesis hacen mención de "r e p e t i d a s " declaraciones!
Tales son los pobres, míseros y despreciables procedimientos a que recurre el señor Kautsky. De este modo se desentiende de la cuestión teórica.
¿Es o no verdad que la república parlamentaria democrático-burguesa es inferior a una república del tipo de la Comuna o de los Soviets? Este es el nudo de la cuestión pero Kautsky lo elude. Kautsky "ha olvidado" todo lo que Marx dice en su análisis de la Comuna de París. También "ha olvidado" la carta de Engels a Bebel del 28 de marzo de 1875, que expresa en forma bien evidente y comprensible la misma idea de Marx: "La Comuna no era ya un Estado en el sentido propio de la palabra".
Y ahí tenéis al teórico más eminente de la II Internacional que, en un folleto especial sobre La dictadura del proletariado, al tratar en particular de Rusia, donde se ha planteado muchas veces y sin ambages el problema de una forma de Estado superior a la república democrático-burguesa, pasa por alto esta cuestión. ¿En qué se diferencia esto, de hecho, del paso al lado de la burguesía?
(Observemos entre paréntesis que también en esto se arrastra Kautsky a la cola de los mencheviques rusos. Entre ellos sobran gentes que se saben "todas las citas" de Marx y Engels; pero ni un solo menchevique, de abril a octubre de 1917 y de octubre de 1917 a octubre de 1918, ha tratado una sola vez de analizar el problema de un Estado del tipo de la Comuna. Plejánov lo ha eludido también. Por lo visto, han tenido que callarse.)
Claro que hablar de la disolución de la Asamblea Constituyente con gentes que se llaman socialistas y marxistas, pero que en realidad, en lo esencial, en el problema de un Estado del tipo de la Comuna, se pasan a la burguesía, sería echar margaritas a puercos. Bastará imprimir como anexo de este folleto mis tesis completas sobre la Asamblea Constituyente. Por ellas verá el lector que la cuestión se planteó el 26 de diciembre de 1917 desde el punto de vista teórico, histórico y en el terreno práctico de la política.
Aunque Kautsky, como teórico, ha renegado por completo del marxismo, hubiera podido analizar como historiador la lucha de los Soviets contra ]a Asamblea Constituyente. Muchos de sus trabajos nos dicen que Kautsky sabía ser historiador marxista, y esos trabajos quedarán como patrimonio perdurable del proletariado, a pesar de haberles seguido la apostasía de su autor. Pero en este punto Kautsky, también como historiador, se vuelve de espaldas a la verdad, cierra los ojos ante hechos universalmente notorios, se conduce como un sicofante. Quiere presentar a los bolcheviques como gentes sin principios y relata cómo intentaron atenuar su conflicto con la Constituyente antes de disolverla. No hay absolutamente nada malo en ello, de nada tenemos que desdecirnos. Las tesis las publico por entero, y en ellas digo con la claridad del día: Señores pequeñoburgueses vacilantes que os habéis atrincherado en la Asamblea Constituyente: aceptad la dictadura del proletariado o triunfaremos sobre vosotros "por vía revolucionaria" (tesis 18 y 19).
Así es como ha procedido y procederá siempre el proletariado verdaderamente revolucionario con respecto a la pequeña burguesía vacilante.
Kautsky adopta en la cuestión de la Asamblea Constituyente una posición formalista. En mis tesis he dicho clara y repetidamente que los intereses de la revolución están por encima de los derechos formales de la Asamblea Constituyente (véase las tesis 16 y 17). El punto de vista democrático formal es precisamente el del demócrata burgués, que no admite la supremacía de los intereses del proletariado y de la lucha proletaria de clase. Kautsky, como historiador, no hubiera podido menos de reconocer que los parlamentos bur gueses son órganos de una u otra clase. Pero ahora (para su inmunda labor de repudiar la revolución), Kautsky ha tenido que olvidar el marxismo, y no se pregunta de qué clase era órgano la Asamblea Constituyente en Rusia. No analiza las circunstancias concretas, no quiere ver los hechos, nada dice a los lectores alemanes de que mis tesis exponen, no sólo un estudio teórico de la insuficiencia de la democracia burguesa (tesis I-3), no sólo las condiciones concretas, en virtud de las cuales las listas de los partidos, compuestas a mediados de octubre de 1917, no respondían a la realidad en diciembre de 1917 (tesis 4-6), sino también la historia de la lucha de clases y de la guerra civil de octubre a diciembre de 1917 (tesis 7-15). De esta historia concreta dedujimos (tesis 14) que la consigna de "Todo el Poder a la Asamblea Constituyente" se había convertido de hecho en la consigna de los demócratas constitucionalistas, kaledinistas y sus cómplices.
El historiador Kautsky no lo ve. El historiador Kautsky no ha oído decir jamás que el sufragio universal da lugar a veces a parlamentos pequeñoburgueses y a veces a parlamentos reaccionarios y contrarrevolucionarios. Kautsky, historiador marxista, no ha oído decir que una cosa es la forma de las elecciones, la forma de la democracia, y otra el contenido de clase de una institución determinada. Este problema del contenido de clase de la Asamblea Constituyente está claramente planteado y resuelto en mis Tesis. Puede ser que mi solución no sea justa. Nada nos agradaría tanto como una crítica marxista de nuestro análisis. En lugar de escribir frases absolutamente necias (hay muchas en Kautsky) acerca de que hay quien impide criticar el bolchevismo, Kautsky hubiera debido realizar esta crítica. Pero el asunto es que la crítica brilla en él por su ausencia. Ni siquiera plantea el problema de un análisis de los Soviets por una parte y de la Constituyente por otra desde el punto de vista de clase. Y por ello es imposible discutir con Kautsky, y sólo cabe demostrar a los lectores por qué no puede dársele otro nombre que el de renegado.
La divergencia entre los Soviets y la Asamblea Constituyente tiene su historia, que no podría dejar de lado el historiador, aun cuando no se colocara en el punto de vista de la lucha de clases. Tampoco ha querido Kautsky tocar esta historia de los hechos. Ha ocultado a los lectores alemanes el hecho universalmente notorio (que ahora sólo ocultan los mencheviques empedernidos) de que los Soviets, también bajo la dominación menchevique, es decir, desde fines de febrero hasta octubre de 1917, divergían con las instituciones "generales del Estado" (es decir, burguesas). En el fondo, Kautsky adopta una actitud de conciliación, de conformismo, de colaboración entre el proletariado y la burguesía; por mucho que Kautsky lo niegue, este punto de vista es un hecho que confirma todo su folleto. No había que disolver la Asamblea Constituyente, es decir, no había que llevar hasta el final la lucha contra la burguesía, no había que derribarla; el proletariado hubiera debido conciliarse con la burguesía.
¿Por qué no dice Kautsky que los mencheviques se dedicaron a esta labor poco honrosa de febrero a octubre de 1917 y no consiguieron nada? Si era posible conciliar a la burguesía con el proletariado, ¿por qué no se consiguió la conciliación bajo el dominio menchevique, por qué se mantenía la burguesía apartada de los Soviets y se decía (lo decían los mencheviques ) que los Soviets eran la "democracia revolucionaria" y la burguesía los "elementos censatarios"?
Kautsky oculta a los lectores alemanes que los mencheviques, en la "época" de su dominio (febrero a octubre de 1917), calificaban a los Soviets de democracia revolucionaria, reconociendo así su superioridad sobre todas las demás instituciones. Sólo a esta omisión voluntaria se debe que, tal como lo presenta el historiador Kautsky, la divergencia entre los Soviets y la burguesía sea algo sin historia, que se ha producido de la noche a la mañana, inopinadamente, sin motivos, a causa de la mala conducta de los bolcheviques. En realidad, más de medio año (lapso de tiempo inmenso para una revolución) de experiencia de conformismo menchevique, de tentativas de conciliar al proletariado con la burguesía, es lo que convenció al pueblo de la inutilidad de estas tentativas, lo que apartó al proletariado de los mencheviques.
Los Soviets son una magnífica organización de combate del proletariado, con un gran porvenir, reconoce Kautsky. Pero si es así, toda la posición de Kautsky se desmorona como un castillo de naipes o como la ilusión pequeñoburguesa de que se puede evitar la encarnizada lucha entre el proletariado y la burguesía. Porque la revolución toda, no es más que una lucha continua, y además desesperada, y el proletariado es la clase de vanguardia de todos los oprimidos, el foco y el centro de todas las aspiraciones de todos los oprimidos a su emancipación. Los Soviets -- órgano de lucha de las masas oprimidas -- reflejaban y traducían, como es natural, el sentir y los cambios de opinión de esas masas incomparablemente más de prisa, más completa y fielmente que hubiera podido hacerlo cualquiera otra institución (ésta es, por cierto, una de las razones de que la democracia soviética sea un tipo superior de democracia).
Del 28 de febrero (calendario antiguo) al 25 de octubre de 1917, los Soviets consiguieron convocar dos Congresos de toda Rusia con representantes de la inmensa mayoría de la población del país, de todos los obreros y soldados y de siete u ocho décimas partes de los campesinos, sin contar un sin-número de congresos locales, de distrito, urbanos, provinciales y regionales. Durante este período, la burguesía no pudo reunir ni una sola institución que representara una mayoría (excepción hecha de la "Conferencia Democrática", manifiestamente falsificada, que era una mofa y que suscitó la cólera del proletariado). La Asamblea Constituyente reflejó el mismo sentir de las masas, el mismo agrupamiento político que en el primer Congreso de los Soviets de toda Rusia (Congreso de junio). En el momento de reunirse la Asamblea Constituyente (enero de 1918) se habían celebrado el segundo Congreso de los Soviets (octubre de 1917) y el tercero (enero de 1918); los dos demostraron bien claramente que las masas se habían radicalizado, que eran más revolucionarias, que habían vuelto la espalda a mencheviques y eseristas, que habían pasado al lado de los bolcheviques, es decir, que repudiaban la dirección pequeñoburguesa, la ilusión de un acuerdo con la burguesía, y optaban por la lucha revolucionaria del proletariado para derribar a la burguesía.
Por consiguiente, la sola historia externa de los Soviets demuestra ya lo inevitable de la disolución de la Asamblea Constituyente y el carácter reaccionario de ésta. Pero Kautsky se aferra a su "consigna": ¡perezca la revolución, triunfe la burguesía sobre el proletariado, pero florezca la "democracia pura"! ¡Fiat justitia, pereat mundus![3]
He aquí un breve resumen de los congresos de los Soviets de toda Rusia en la historia de la revolución rusa:
Congresos de los Soviets de toda Rusia
Total de delegados
Número de bolcheviques
% de bol- cheviques
Primero (3. VI. 1917) . . . Segundo (25. X. 1917) . . . Tercero (10. I. 1918) . . . Cuarto (14. III. 1918) . . . Quinto (4. VII. 1918) . . .
790 675 710 1,232 1,164
103 343 434 795 773
13% 51% 61% 64% 66%
Basta lanzar una ojeada a estas cifras para comprender que no despierten en nosotros más que la risa los argumentos en favor de la Asamblea Constituyente o los discursos de quienes (como Kautsky) dicen que los bolcheviques no representan la mayoría de la población.
LA CONSTITUCION SOVIETICA
editarComo ya he señalado, el negar a la burguesía el derecho de sufragio no constituye un elemento obligatorio e indispensable de la dictadura del proletariado. Tampoco en Rusia los bolcheviques, que mucho antes de Octubre habían proclamado la consigna de tal dictadura, hablaron de antemano de privar a los explotadores de derechos electorales. Este elemento de la dictadura no procede "del plan" de ningún partido, sino que ha surgido por sí mismo en el curso de la lucha. El historiador Kautsky, claro, no lo ha advertido. No comprende que la burguesía, ya cuando en los Soviets dominaban los mencheviques (partidarios de la conciliación con la burguesía), se había apartado por propia iniciativa de los Soviets, los boicoteaba, se oponía a ellos, e intrigaba contra ellos. Los Soviets surgieron sin Constitución alguna y subsistieron más de un año (desde la primavera de 1917 hasta el verano de 1918) sin Constitución alguna. El frenesí de la burguesía contra la organización de los oprimidos, organización independiente y omnipotente (por comprender a todos), la lucha más desvergonzada, más egoísta y más vil de la burguesía contra los Soviets, y, en fin, la complicidad manifiesta de la burguesía (desde los demócratas constitucionalistas hasta los eseristas de derecha, desde Miliukov hasta Kerenski) en la aventura de Kornílov, todo ello preparó la expulsión formal de la burguesía del seno de los Soviets.
Kautsky ha oído hablar del complot de Kornílov, pero manifiesta olímpico desprecio por los hechos históricos y el curso y las formas de la lucha, que deben determinar las formas de la dictadura: ¿qué tienen que ver, en efecto, los hechos si se trata de la democracia "pura"? Debido a esto, la "crítica" de Kautsky, dirigida contra la privación de derechos electorales a la burguesía se distingue por una . . . cándida ingenuidad, que sería enternecedora en un niño, pero que produce náuseas tratándose de un hombre a quien todavía no se ha declarado cretino oficialmente.
..."Si los capitalistas, con el sufragio universal, hubieran quedado reducidos a insignificante minoría, se habrían conformado más fácilmente con su suerte" (pág. 33) . . . ¿Verdad que es encantador? El inteligente Kautsky ha visto muchas veces en la historia, y por experiencia de la vida conoce muy bien a terratenientes y capitalistas que conceden beligerancia a la voluntad de la mayoría de los oprimidos. El inteligente Kautsky se mantiene firme en el punto de vista de la "oposición", es decir, en el punto de vista de la lucha parlamentaria. Así lo dice textualmente: "oposición" (págs. 34 y otras muchas).
¡Oh sabio historiador y político! Sepa usted que "oposición" es un concepto de lucha pacífica y exclusivamente parlamentaria, es decir, una noción que responde a una situación no revolucionaria, a la ausencia de revolución. En la revolución nos encontramos con un enemigo que es implacable en la guerra civil; ninguna jeremiada reaccionaria de pequeñoburgués, que teme a esa guerra como la teme Kautsky, hará cambiar en nada este hecho. Es ridículo enfocar desde el punto de vista de la "oposición" los problemas de una guerra civil implacable cuando la burguesía se decide a todos los crímenes -- el ejemplo de los versalleses y de sus tratos con Bismarck dice bastante a todo el que no vea la historia como el Petrushka de Gógol --, cuando la burguesía llama en su auxilio a Estados extranjeros e intriga con ellos contra la revolución. Lo mismo que Kautsky, "consejero del confusionismo", el proletariado revolucionario debe calarse el gorro de dormir y considerar como una simple "oposición" legal a esta burguesía que organiza las revueltas contrarrevolucionarias de Dútov, de Krasnov y de los checoslovacos, que prodiga millones a los saboteadores. ¡Qué profundidad de pensamiento!
Lo único que a Kautsky le interesa es el lado formal y jurídico del asunto, de modo que al leer sus razonamientos sobre la Constitución soviética nos vienen a la memoria unas palabras de Bebel: Los juristas son gente reaccionaria hasta la médula. "En realidad -- escribe Kautsky -- no se puede privar de derechos únicamente a los capitalistas. ¿Qué es el capitalista en sentido jurídico? ¿Un hombre que posee bienes? Incluso en un país económicamente tan avanzado como Alemania, cuyo proletariado es tan numeroso, la implantación de una república soviética privaría de derechos políticos a grandes masas. En 1907, en el imperio alemán el número de personas (comprendidas sus familias) ocupadas en los tres grandes grupos -- agricultura, industria y comercio -- ascendía a casi 35 millones de empleados y obreros asalariados y 17 millones de productores independientes. Por tanto, el partido puede muy bien ser mayoría entre los obreros asalariados, pero minoría en la población" (pág. 33).
Típico modo de razonar de Kautsky. ¿No es esto una lamentación contrarrevolucionaria de burgués? ¿Por qué ha incluido usted, señor Kautsky, a todos los "independientes" en la categoría de personas desprovistas de derechos, cuando sabe muy bien que la inmensa mayoría de los campesinos rusos no tienen obreros asalariados y por tanto no se les priva de derechos? ¿No es esto una falsificación?
¿Por qué usted, sabio economista, no ha reproducido datos que conoce perfectamente y que figuran en la misma estadística alemana de 1907 sobre el trabajo asalariado en los diversos grupos de explotaciones agrícolas? ¿Por qué no ha citado usted estos datos a los obreros alemanes, lectores de su folleto, que así verían cuántos e x p l o t a d o r e s, qué pocos explotadores hay entre el total de los "agricultores" de la estadística alemana?
Porque su apostasía le ha convertido en un simple sicofante al servicio de la burguesía.
El capitalista, viene a decirnos, es un concepto jurídico impreciso, y Kautsky dedica unas cuantas páginas a fulminar la "arbitrariedad" de la Constitución soviética. El "concienzudo erudito" permite a la burguesía inglesa componer y perfeccionar durante siglos una Constitución burguesa nueva (nueva para la Edad Media), pero a nosotros, los obreros y campesinos de Rusia, este representante de una ciencia servil no nos concede plazo alguno. A nosotros nos exige una Constitución ultimada hasta el más pequeño detalle en unos cuantos meses. . .
... ¡"Arbitrariedad"! Juzgad qué abismo del más vil servilismo ante la burguesía y de estúpida pedantería descubre semejante reproche. Los juristas de los países capitalistas, burgueses hasta la médula y en su mayoría reaccionarios, han dedicado siglos o decenios a redactar las más minuciosas reglas, a escribir decenas y centenares de volúmenes de leyes y comentarios para oprimir al obrero, para atar de pies y manos al pobre, para oponer mil argucias y trabas al simple trabajador del pueblo, ¡oh, pero los liberales burgueses y el señor Kautsky no ven en ello ninguna "arbitrariedad"! ¡No ven más que "orden" y "legalidad"! Allí, todo está meditado y prescrito para "estrujar" todo lo posible al pobre. Allí hay millares de abogados y funcionarios burgueses (de los que Kautsky no habla en absoluto, seguramente porque Marx concedía muchísima importancia a la destrucción de la máquina burocrática...); millares de abogados y funcionarios que saben interpretar las leyes de manera que el obrero y el campesino medio no consigan atravesar nunca las alambradas que sus preceptos levantan. Eso no es "arbitrariedad" de la burguesía, eso no es una dictadura de viles y ávidos explotadores, hartos de sangre del pueblo, nada de eso. Es la "democracia pura", que cada día va haciéndose más y más pura.
¡Pero cuando las clases trabajadoras y explotadas, aisladas por la guerra imperialista de sus hermanos extranjeros, crean por primera vez en la historia sus Soviets, incorporan a la actividad política a las masas que la burguesía oprimía, embrutecía y embotaba, cuando comienzan a construir ellas mismas un Estado nuevo, proletario, cuando, en el ardor de una lucha encarnizada, en el fuego de la guerra civil, co mienzan a esbozar los principios fundamentales de un Estado sin explotadores, todos los canallas de la burguesía, toda la banda de vampiros con su acólito Kautsky, claman contra la "arbitrariedad"! En efecto, ¿cómo pueden esos ignorantes, esos obreros y campesinos, ese "populacho", interpretar sus leyes? ¿Dónde van a adquirir el sentido de la justicia esos simples trabajadores, sin los consejos de cultos abogados, de escritores burgueses, de los Kautsky y de los sabios funcionarios de antaño?
De mi discurso del 28 de abril de 1918 el señor Kautsky cita estas palabras: ... "Las masas determinan ellas mismas la forma y la fecha de las elecciones" ... Y el "demócrata puro" Kautsky concluye:
... "De modo que, por lo visto, cada asamblea de electores establece como gusta el procedimiento de las elecciones. La arbitrariedad y la posibilidad de deshacerse de los elementos de oposición molestos, en el seno del mismo proletariado, se multiplicarían de este modo en grado extremo" (pág. 37).
¿En qué se distingue esto de los discursos de un coolí de la pluma vendido a los capitalistas, que clama porque en una huelga la masa sojuzga a los obreros aplicados que "desean trabajar"? ¿Por qué no es arbitrariedad que los funcionarios burgueses determinen el procedimiento de las elecciones en la democracia burguesa "pura"? ¿Por qué el sentido de justicia de las masas que se han levantado para luchar contra sus explotadores seculares, de las masas a las que instruye y templa esta lucha desesperada, ha de ser inferior al de un puñado de funcionarios, intelectuales y abogados nutridos de prejuicios burgueses?
Kautsky es un verdadero socialista, no se ponga en duda la sinceridad de este venerable padre de familia, de este honradísimo ciudadano. Es partidario ardiente y convencido de la victoria de los obreros, de la revolución proletaria. Su único deseo sería que primero, antes del movimiento de las masas, antes de su furiosa lucha contra los explotadores y obligatoriamente sin guerra civil, los melifluos intelectualillos pequeñoburgueses y filisteos, calado el gorro de dormir, compusieran unos moderados y precisos estatutos del desarrollo de la revolución...
Con profunda indignación moral refiere nuestro doctísimo Judas Golovliov a los obreros alemanes que el 14 de junio de 1918, el Comité Ejecutivo Central de los Soviets de toda Rusia acordó expulsar de los Soviets a los representantes del partido eserista de derecha y de los mencheviques. "Esta medida -- escribe el Judas Kautsky, ardiendo de noble indignación -- no va dirigida contra personas determinadas, que hayan cometido determinados actos punibles... La Constitución de la República Soviética no dice ni una palabra de la inmunidad de los diputados a los Soviets. No son determinadas personas, sino determinados partidos a los que en este caso se expulsa de los Soviets" (pág. 37).
Sí, esto es en efecto horrible, es apartarse de un modo intolerable de la democracia pura, con arreglo a cuyas normas hará la revolución nuestro revolucionario Judas Kautsky. Nosotros, los bolcheviques rusos, debimos haber empezado por prometer la inmunidad a los Sávinkov y compañía, a los Líberdan, Pótresov (los "activistas") y compañía y después redactar un código penal por el que se declarara "punible" la participación en la guerra contrarrevolucionaria de los checoslovacos, o la alianza con los imperialistas alemanes en Ucrania o en Georgia contra los obreros de su país; sólo después, en virtud de este código penal, hubiéramos estado facultados según la "democracia pura", para expulsar de los Soviets a "determinadas personas". Se sobreentiende que los checoslovacos, que recibían dinero de los capitalistas anglo-franceses por mediación de los Sávinkov, Pótresov y Líberdan (o gracias a su propaganda), lo mismo que los Krasnov, que han recibido proyectiles de los alemanes por mediación de los mencheviques de Ucrania y de Tiflís, se habrían estado quietos hasta que nosotros hubiésemos redactado nuestro código penal en la forma debida y, como los más puros demócratas, habríanse limitado a un papel de "oposición"...
La misma indignación moral siente Kautsky ante el hecho de que la Constitución soviética priva de los derechos electorales a los que "emplean obreros asalariados con fines de lucro". "Un trabajador a domicilio o un pequeño patrono con un oficial -- escribe Kautsky --, pueden vivir y sentir como verdaderos proletarios y no tienen derecho a votar" (pág. 36).
¡Qué desviación de la "democracia pura"! ¡Qué injusticia! Bien es verdad que hasta ahora todos los marxistas suponían, y miles de hechos lo confirmaban, que los peque ños patronos son los más crueles y mezquinos explotadores de los obreros asalariados; pero el Judas Kautsky no habla, naturalmente, de la clase de los pequeños patronos (¿quién habrá imaginado la funesta teoría de la lucha de clases?), sino de individuos, de explotadores, que "viven y sienten como verdaderos proletarios". La famosa Agnes la hacendosa, a la que se creía muerta hace tiempo, ha resucitado bajo la pluma de Kautsky. Esta Agnes la hacendosa la inventó hace algunos decenios y puso en boga en la literatura alemana un demócrata "puro", el burgués Eugenio Richter. Este predijo indecibles males como consecuencia de la dictadura del proletariado, de la confiscación del capital de los explotadores, y preguntó con candor qué significaba un capitalista en sentido jurídico. Como ejemplo, citaba a una costurera pobre y hacendosa (Agnes la hacendosa ), a la que los malos "dictadores del proletariado" arrebataban hasta el último céntimo. Hubo un tiempo en que toda la socialdemocracia alemana se rió de esta Agnes la hacendosa del demócrata puro Eugenio Richter. Pero esa época está ya lejos, tan lejos que se refiere a los tiempos en que aún vivía Bebel y decía francamente esta verdad: en nuestro partido hay muchos nacional-liberales. Tanto tiempo hace, que Kautsky aún no era renegado.
Y ahora Agnes la hacendosa ha resucitado en la persona del "pequeño patrono con un solo oficial, que vive y siente como un verdadero proletario". Los malvados bolcheviques se portan mal con él, le privan del derecho a votar. Verdad es que "cada asamblea de electores", según dice el mismo Kautsky, puede en la República Soviética admitir a un pobre artesano relacionado, por ejemplo, con una fábrica, si por excepción no es un explotador, si en realidad "vive y siente como un verdadero proletario". ¿Pero puede uno fiarse del conocimiento de la vida, del sentido de justicia de una asamblea de simples obreros de una fábrica, mal organizados y que proceden (¡horror!) sin estatutos? ¿No está claro acaso que vale más conceder derechos electorales a todos los explotadores, a todos los que emptean obreros asalariados, que correr el riesgo de que los trabajadores traten mal a Agnes la hacendosa y al "artesano que vive y siente como un proletario"?
Dejemos a los despreciables canallas de la apostasía, alentados por los aplausos de los burgueses y de los socialchovinistas[4], que vilipendien nuestra Constitución soviética porque priva a los explotadores del derecho de votar. Tanto mejor, porque así se hará más rápida y profunda la escisión entre los obreros revolucionarios de Europa y los Scheidemann y Kautsky, Renaudel y Longuet, Henderson, y Ramsay MacDonald, los viejos jefes y viejos traidores del socialismo.
Las masas de las clases oprimidas, los jefes conscientes y honrados del proletariado revolucionario estarán con nosotros. Bastará dar a conocer a estos proletarios y a estas masas nuestra Constitución soviética para que digan en seguida: Esos son de verdad h o m b r e s n u e s t r o s, ése es un ver dadero partido obrero, un verdadero gobierno obrero. Porque no engaña a los obreros con palabrería acerca de reformas, como nos han engañado todos los jefes mencionados, sino que lucha en serio contra los explotadores, lleva a cabo en serio la revolución, combate de veras por la plena emancipación de los trabajadores.
Si los Soviets, después de un año de "práctica", privan a los explotadores del derecho a votar, esto quiere decir que los Soviets son de veras organizaciones de las masas oprimidas, y no de los socialimperialistas ni de los socialpacifistas vendidos a la burguesía. Si estos Soviets han quitado a los explotadores el derecho a votar, esto quiere decir que los Soviets no son órganos de conciliación pequeñoburguesa con los capitalistas, no son órganos de charlatanería parlamentaria (de los Kautsky, Longuet y MacDonald), sino órganos del proletariado verdaderamente revolucionario, que sostiene una lucha a muerte contra los explotadores.
"Casi no se conoce aquí el opúsculo de Kautsky", me ha escrito desde Berlín uno de estos días (hoy estamos a 30 de octubre) un camarada bien informado. Yo aconsejaría a nuestros embajadores en Alemania y Suiza que no escatimaran recursos para comprar este libro y distribuirlo gratis entre los obreros conscientes, para enterrar en el fango a la socialdemocracia "europea" -- léase imperialista y reformista --, esa socialdemocracia que desde hace tiempo es un "cadáver en descomposición".
Al final de su libro, en las páginas 61 y 63, el señor Kautsky deplora amargamente que "la nueva teoría" (que es como llama al bolchevismo, temiendo abordar el análisis que Marx y Engels hicieron de la Comuna de París) "encuentre partidarios incluso en viejas democracias como Suiza". "Es incomprensible", para Kautsky, "que acepten esta teoría los socialdemócratas alemanes".
Por el contrario, es perfectamente comprensible, porque después de las serias lecciones de la guerra, tanto los Scheidemann como los Kautsky inspiran repugnancia a las masas revolucionarias.
¡"Nosotros", que hemos propugnado siempre la democracia -- escribe Kautsky --, vamos de pronto a renunciar a ella!
"Nosotros", los oportunistas de la socialdemocracia, hemos estado siempre contra la dictadura del proletariado, y los Kolb y Cía. lo dijeron francamente hace mucho tiempo. Kautsky lo sabe, y en vano cree que conseguirá ocultar a los lectores un hecho tan evidente como su "vuelta al seno" de los Bernstein y Kolb.
"Nosotros", los marxistas revolucionarios, no hemos hecho nunca un fetiche de la democracia "pura" (burguesa). Se sabe que Plejánov era en 1903 un marxista revolucionario (antes de su lamentable viraje, que hizo de él un Scheidemann ruso). Y Plejánov dijo entonces, en el Congreso del Partido en que se adoptó el programa, que en la revolución el proletariado, si era necesario, privaría de derechos electorales a los capitalistas, disolvería cualquier parlamento si éste resultaba ser contrarrevolucionario. Tal es el único punto de vista que responde al marxismo; así puede verlo cualquiera, siquiera sea por las manifestaciones de Marx y Engels citadas anteriormente. Es un corolario evidente de todos los principios marxistas.
"Nosotros", los marxistas revolucionarios, no hemos dirigido al pueblo los discursos que gustaban de pronunciar los kautskianos de todos los países en sus funciones de lacayos de la burguesía, adaptándose al parlamentarismo burgués, disimulando el carácter burgués de la democracia contemporánea y reclamando tan sólo su ampliación, su aplicación completa.
"Nosotros" le hemos dicho a la burguesía: Vosotros, explotadores e hipócritas, habláis de democracia y al mismo tiempo levantáis a cada paso millares de obstáculos, para impedir que las masas oprimidas participen en la vida política. Os cogemos la palabra y exigimos, en interés de estas masas, que ampliéis v u e s t r a democracia burguesa, a fin de preparar a las masas para la revolución que os derribará a vosotros, los explotadores. Y si vosotros, los explotadores, intentáis hacer frente a nuestra revolución proletaria, os aplastaremos implacablemente, os privaremos de derechos, es más, no os daremos pan, porque en nuestra república proletaria los explotadores carecerán de derechos, se verán privados del agua y del fuego, porque somos socialistas de verdad, y no como los Scheidemann y los Kautsky.
Así es como hemos hablado y hablaremos "nosotros", los marxistas revolucionarios, y por ello las masas oprimidas estarán en favor nuestro y con nosotros, mientras que los Scheidemann y los Kautsky irán a parar al basurero de los renegados.
¿QUE ES EL INTERNACIONALISMO?
editarKautsky, con la máxima convicción, se cree y se proclama internacionalista. A los Scheidemann los califica de "socialistas gubernamentales". En la defensa que hace de los mencheviques (él no confiesa francamente su solidaridad con ellos, pero aplica todas sus ideas), Kautsky ha demostrado con extraordinaria evidencia la calidad de su "internacionalismo". Y como Kautsky no es una unidad aislada, sino que representa una corriente inevitablemente nacida en el ambiente de la II Internacional (Longuet en Francia, Turati en Italia, Nobs, Grimm, Graber y Naine en Suiza; Ramsay MacDonald en Inglaterra, etc.), es instructivo detenerse en el "internacionalismo" de Kautsky.
Después de subrayar que los mencheviques estuvieron también en Zimmerwald (diploma, sin duda, pero. . . un poco deteriorado), traza Kautsky el siguiente cuadro de las ideas de los mencheviques, con los cuales se muestra de acuerdo:
..."Los mencheviques querían la paz universal. Querían que todos los beligerantes aceptasen la consigna de paz sin anexiones ni contribuciones de guerra. Mientras esto no se consiguiera, el ejército ruso, según ellos, debía mantenerse en disposición de combate. En cambio, los bolcheviques exigían la paz inmediata a toda costa, estaban dispuestos a concertar una paz por separado en caso de necesidad; pugnaban por hacerla inevitable mediante la fuerza, aumentando la desorganización del ejército, que ya de por sí era grande" (pág. 27). Según Kautsky, los bolcheviques no debieron tomar el Poder, sino contentarse con la Constituyente.
Por tanto, el internacionalismo de Kautsky y de los mencheviques consiste en lo siguiente: Exigir reformas del gobierno burgués imperialista, pero continuar sosteniéndolo, continuar sosteniendo la guerra dirigida por este gobierno hasta que todos los beligerantes hayan aceptado la consigna de paz sin anexiones ni contribuciones. Esta idea la han expresado muchas veces Turati, los kautskianos (Haase y otros) y Longuet y Cía., quienes manifestaron que estaban por la "defensa de la patria".
Desde el punto de vista teórico, esto supone total incapacidad de separarse de los socialchovinistas y un completo embrollo en el problema de la defensa de la patria. Desde el punto de vista político, es suplantar el internacionalismo por un nacionalismo pequeñoburgués y pasarse al lado del reformismo, renegar de la revolución.
Reconocer la "defensa de la patria" es justificar esta guerra desde el punto de vista del proletariado, legitimarla. Y como la guerra sigue siendo imperialista (tanto bajo la monarquía como bajo la república) lo mismo si los ejércitos adversarios están en un momento dado en territorio propio que si están en territorio extranjero, reconocer la defensa de la patria es de hecho apoyar a la burguesía imperialista y depredadora, hacer completa traición al socialismo. En Rusia, con Kerenski, con una república democrático-burguesa, la guerra seguía siendo imperialista, porque la hacía la burguesía como clase dominante (y la guerra es "continuación de la política"); con particular evidencia han demostrado el carácter imperialista de la guerra los tratados secretos que sobre el reparto del mundo y el pillaje de otros países había estipulado el ex zar con los capitalistas de Inglaterra y de Francia.
Los mencheviques engañaban miserablemente al pueblo diciendo que se trataba de una guerra defensiva o revolucionaria, y Kautsky, al aprobar la política de los mencheviques, aprueba que se engañe al pueblo, aprueba el papel de los pequeños burgueses, que para servir al capital embaucan a los obreros y los atan al carro del imperialismo. Kautsky mantiene una política típicamente pequeñoburguesa, filistea, imaginándose (e inculcando a las masas esa idea absurda) que con lanzar una consigna cambian las cosas. Toda la historia de la democracia burguesa pone al desnudo esta ilusión: para engañar al pueblo, los demócratas burgueses han lanzado y lanzan siempre todas las "consignas" imaginables. El problema consiste en comprobar su sinceridad, en comparar las palabras con los hechos, en no contentarse con frases idealistas o charlatanescas, sino en ver la realidad de clase. La guerra imperialista no deja de serlo cuando los charlatanes o los mesócratas filisteos lanzan una "consigna" dulzona, sino únicamente cuando la clase que dirige la guerra imperialista y está ligada a ella por millones de hilos (incluso de maromas) de carácter económico, es en la realidad derribada y la sustituye en el Poder la clase verdaderamente revolucionaria, el proleta riado. De otro modo es imposible librarse de una guerra imperialista, así como de una paz imperialista, rapaz.
Al aprobar la política exterior de los mencheviques, al calificarla de internacionalista y zimmerwaldiana, Kautsky pone al descubierto en primer lugar toda la podredumbre de la mayoría oportunista de Zimmerwald (¡no sin razón nosotros, la izquierda de Zimmerwald, nos separamos inmediatamente de tal mayoría!), y en segundo lugar -- y esto es lo más importante --, pasa del punto de vista proletario al pequeñoburgués, de la posición revolucionaria a la reformista.
El proletariado lucha para derribar a la burguesía imperialista mediante la revolucion; la pequeña burguesía propugna el "perfeccionamiento" reformista del imperialismo, la adaptación a él, sometiéndose a él. Cuando Kautsky era todavía marxista, por ejemplo en 1909, al escribir El camino del Poder, defendía precisamente la idea de que la revolución era inevitable en caso de guerra, hablaba de la proximidad de una era de revoluciones. El Manifiesto de Basilea de 1912, habla clara y terminantemente de la revolución proletaria derivada de la guerra imperialista entre los grupos alemán e inglés, que fue precisamente la que estalló en 1914. Y en 1918, cuando han comenzado las revoluciones derivadas de la guerra, en vez de explicar su carácter inevitable, en vez de meditar y concebir hasta el fin la táctica revolucionaria, los medios y los procedimientos de prepararse para la revolución, Kautsky se dedica a llamar internacionalismo a la táctica reformista de los mencheviques. ¿No es esto una apostasía?
Kautsky elogia a los mencheviques porque insistieron en que se mantuviera el ejército en disposición de combate. A los bolcheviques les censura el haber aumentado la "desorganización del ejército", que ya de por sí era grande. Esto significa elogiar el reformismo y la subordinación a la burguesía imperialista, censurar la revolución y renegar de ella, porque mantener bajo Kerenski la disposición de combate significaba y era conservar el ejército con los mandos burgueses (aun cuando republicanos). Todo el mundo sabe -- y el curso de los acontecimientos lo ha demostrado con evidencia -- que el ejército republicano conservaba el espíritu kornilovista, pues los mandos eran kornilovistas. La oficialidad burguesa no podía menos de ser kornilovista, de inclinarse hacia el imperialismo, hacia el sojuzgamiento violento del proletariado. La táctica de los mencheviques se reducía de hecho a dejar intactas todas las bases de la guerra imperialista, todas las bases de la dictadura burguesa, arreglando detalles de poca monta y componiendo pequeños defectos ("reformas").
Y a la inversa. Sin "desorganización" del ejército no se ha producido ni puede producirse ninguna gran revolución. Porque el ejército es el instrumento más fosilizado en que se apoya el viejo régimen, el baluarte más pétreo de la disciplina burguesa y de la dominación del capital, del mantenimiento y la formación de la mansedumbre servil y la sumisión de los trabajadores ante el capital. La contrarrevolución no ha tolerado ni pudo tolerar jamás que junto al ejército existieran obreros armados. En Francia -- escribía Engels --, después de cada revolución estaban aún armados los obreros "por eso, el desarme de los obreros era el primer mandamiento de los burgueses que se hallaban al frente del Estado". Los obreros armados eran germen de un ejército nuevo, la célula orgánica de un nuevo régimen social. Aplastar esta célula, impedir su crecimiento, era el primer mandamiento de la burguesía. El primer mandamiento de toda revolución triunfante -- Marx y Engels lo han subrayado muchas veces -- ha sido deshacer el viejo ejército, disolverlo y reemplazarlo por un ejército nuevo. La clase social nueva que se alza a la conquista del Poder, no ha podido nunca ni ahora puede conseguir ese Poder ni afianzarse en él sin destrozar por completo el antiguo ejército ("desorganización", claman con este motivo los mesócratas reaccionarios o sencillamente cobardes); sin pasar por un período sembrado de dificultades y de pruebas, falto de todo ejército (la gran revolución francesa pasó también por este terrible período); sin formar poco a poco, en dura guerra civil, el nuevo ejército, la nueva disciplina, la nueva organización militar de una nueva clase. El historiador Kautsky lo comprendía antes. El renegado Kautsky lo ha olvidado.
¿Con qué derecho llama Kautsky a los Scheidemann "socialistas gubernamentales", cuando él mismo aprueba la táctica de los mencheviques en la revolución rusa? Los mencheviques, que apoyaban a Kerenski y entraron a formar parte de su ministerio, eran igualmente socialistas gubernamentales. Kautsky no podrá rehuir en modo alguno esta conclusión, si es que intenta referirse a la clase dominante que hace la guerra imperialista. Pero Kautsky rehuye hablar de la clase dominante, problema obligatorio para un marxista, porque sólo el plantearlo bastaría para desenmascarar a un renegado.
Los kautskianos de Alemania, los longuetistas de Francia y los Turati y Cía. de Italia, razonan del modo siguiente: el socialismo presupone la igualdad y la libertad de las naciones, su autodeterminación; por tanto, cuando nuestro país es atacado o lo invaden tropas enemigas, los socialistas tienen el derecho y el deber de defender la patria. Pero este razonamiento es, desde el punto de vista teórico, una burla completa del socialismo o un vil subterfugio, y en el terreno político-práctico coincide con el de un rústico de supina ignorancia que ni siquiera sabe pensar en el carácter social de la guerra, en su carácter de clase, ni en las tareas de un partido revolucionario durante la guerra reaccionaria.
El socialismo se opone a la violencia ejercida contra las naciones. Esto es indiscutible. Y el socialismo se opone en general a la violencia ejercida contra los hombres. Sin embargo, exceptuando a los anarquistas cristianos y a los discípulos de Tolstói, nadie ha deducido todavía de ello que el socialismo se oponga a la violencia revolucionaria. Por tanto, hablar de "violencia" en general, sin distinguir las condiciones que diferencian la violencia reaccionaria de la revolucionaria, es equipararse a un filisteo que reniega de la revolución, o bien, sencillamente, engañarse uno mismo y engañar a los demás con sofismas.
Lo mismo puede decirse de la violencia ejercida contra las naciones. Toda guerra es una violencia contra naciones, pero esto no obsta para que los socialistas estén a favor de la guerra revolucionaria. El carácter de clase de una guerra es lo fundamental que se plantea un socialista (si no es un renegado). La guerra imperialista de 1914-1918 es una guerra entre dos grupos de la burguesía imperialista que se disputan el reparto del mundo y del botín, que quieren expoliar y ahogar a las naciones pequeñas y débiles. Así es como definió la guerra el Manifiesto de Basilea en 1912, y los hechos han confirmado su apreciación. El que se aparte de este punto de vista sobre la guerra no es socialista.
Si un alemán del tiempo de Guillermo o un francés del tiempo de Clemenceau dicen: Tengo, como socialista, el derecho y el deber de defender mi patria si el enemigo la invade, no razona como socialista, como internacionalista, como proletario revolucionario, sino como pequeñoburgués nacionalista. Porque en este razonamiento desaparece la lucha revolucionaria de clase del obrero contra el capital, desaparece la apreciación de toda la guerra en conjunto, desde el punto de vista de la burguesía mundial y del proletariado mundial, es decir, desaparece el internacionalismo y no queda sino un nacionalismo miserable e inveterado. Se agravia a mi país, lo demás no me importa: a esto se reduce tal razonamiento, y en ello reside su estrechez pequeñoburgués-nacionalista. Es como si alguien razonara así en relación con la violencia individual contra una persona: el socialismo se opone a la violencia; por eso, yo prefiero cometer una traición antes que ir a la cárcel.
El francés, alemán o italiano que dice: el socialismo condena la violencia ejercida contra las naciones, y por esto yo me defiendo contra el enemigo que invade mi país, traiciona al socialismo y al internacionalismo. Ese hombre no ve más que su "país", coloca por encima de todo "su". . . burguesía, sin pensar en los lazos internacionales que hacen imperialista la guerra, que hacen de s u burguesía un eslabón en la cadena del bandidaje imperialista.
Todos los mesócratas y todos los rústicos necios e ignorantes razonan igual exactamente que los renegados -- kautskianos, longuetistas, Turati y Cía. --, o sea: el enemigo está en mi país, lo demás no me importa[5].
El socialista, el proletario revolucionario, el internacionalista razona de otra manera: el carácter de la guerra (la guerra es reaccionaria o revolucionaria) no depende de quién haya atacado ni del territorio en que esté el "enemigo", sino de la clase que sostiene la guerra y de la política de la cual es continuación esa guerra. Si se trata de una guerra imperialista reaccionaria, es decir, de una guerra entre dos grupos mundiales de la burguesía reaccionaria imperialista, despótica y expoliadora, toda burguesía (incluso la de un pequeño país) se hace cómplice de la rapiña, y yo, representante del proletariado revolucionario, tengo el deber de preparar la revolución proletaria mundial como ú n i c a salvación de los horrores de la guerra mundial. No debo razonar desde el punto de vista de "mi" país (porque ésta es la manera de razonar del mesócrata nacionalista, desgraciado cretino que no comprende que es un juguete en manos de la burguesía imperialista), sino desde el punto de vista de mi participación en la preparación, en la propaganda, en el acercamiento de la revolución proletaria mundial.
Esto es internacionalismo, éste es el deber del internacionalista, del obrero revolucionario, del verdadero socialista. Este es el abecé que "olvida" el renegado Kautsky. Pero su apostasía se hace aún más evidente cuando, después de dar el visto bueno a la táctica de los nacionalistas pequeñoburgueses (mencheviques en Rusia, longuetistas en Francia, Turati en Italia, Haase y Cía. en Alemania), pasa a criticar la táctica bolchevique. Veamos esta crítica:
"La revolución bolchevique se basaba en la hipótesis de que sería el punto de partida para la revolución general europea, de que la osada iniciativa de Rusia incitaría a todos los proletarios de Europa a levantarse. Partiendo de este supuesto, poco importaban, naturalmente, las formas que pudiera tomar la paz separada rusa, los sacrificios y las pérdidas territoriales (literalmente: mutilaciones, Verstümmnelungen ) que trajera al pueblo ruso, la interpretación que diera a la autodeterminación de las naciones. Entonces carecia también de importancia si Rusia era o no capaz de defenderse. Desde este punto de vista, la revolución europea era la mejor defensa de la revolución rusa, debía dar a todos los pueblos del antiguo territorio ruso una verdadera y completa autodeterminación. La revolución en Europa, que debia instaurar y afianzar allí el socialismo, tenía que servir también para apartar los obstáculos que el atraso económico del país ponía en Rusia a la realización de una producción socialista. Todo esto era muy lógico y bien fundado, siempre que se admitiera una hipótesis fundamental: la revolución rusa tiene que desencadenar infaliblemente la europea. Pero ¿y en el caso de que no suceda así? Hasta ahora no se ha confirmado esta hipótesis. Y ahora se acusa a los proletarios de Europa de haber abandonado y traicionado a la revolucion rusa. Es una acusación contra desconocidos, porque ¿a quién puede hacerse responsable de la conducta del proletariado europeo?" (pág. 28).
Y Kautsky remacha esto añadiendo que Marx, Engels y Bebel se equivocaron más de una vez en lo que respecta al estallido de la revolución que esperaban, pero que nunca basaron su táctica en la espera de la revolución "a fecha fija " (pág. 29), mientras que, según él, los bolcheviques "lo han jugado todo a la carta de la revolución general europea".
Hemos reproducido expresamente una cita tan larga para que el lector pueda ver claramente con qué "habilidad" falsifica Kautsky el marxismo, sustituyéndolo por viles y reaccionarias concepciones filisteas.
En primer lugar, atribuir al adversario una evidente necedad y refutarla después es procedimiento de personas no muy inteligentes. Hubiera sido una tontería indiscutible por parte de los bolcheviques el fundar su táctica en la espera de la revolución a fecha fija en otros países. Pero el Partido Bolchevique no la ha cometido: en mi carta a los obreros norteamericanos (20 de agosto de 1918) yo la descarto rotundamente, diciendo que contamos con la revolución en Norteamérica, pero no para una fecha determinada. En mi polémica contra los eseristas de izquierda y los "comunistas de izquierda" (enero a marzo de 1918) he expuesto muchas veces la misma idea. Kautsky recurre a una pequeña. . . a una pequeñísima treta, fundando en ella su crítica del bolchevismo. Kautsky mete en un mismo puchero la táctica que cuenta con la revolución europea para una fecha más o menos próxima, pero no fija, con la táctica que espera la revolución europea a fecha fija. ¡Una pequeña, una pequeñísima adulteración!
La segunda táctica es una estupidez. La primera es obligatoria para el marxista, para todo proletario revolucionario y para todo internacionalista; obligatoria, porque es la única que tiene en cuenta acertadamente como lo exige el marxismo, la situación objetiva resultante de la guerra en todos los países de Europa, la única que responde a las tareas internacionales del proletariado.
¡Suplantando el gran problema de los principios de la táctica revolucionaria en general por la mezquina cuestión del error que hubieran podido cometer los revolucionarios bolcheviques, pero que no han cometido, Kautsky ha renegado sin el menor tropiezo de la táctica revolucionaria en general!
Renegado en política, en teoría no sabe ni plantear el problema de las premisas objetivas de la táctica revolucionaria.
Y aquí hemos llegado al segundo punto.
En segundo lugar, todo marxista debe contar con la revolucion europea si es que existe una situación revolucionaria.
Es un axioma elemental del marxismo que la táctica del proletariado socialista no puede ser la misma cuando se encuentra ante una situación revolucionaria que cuando ésta no existe.
Si Kautsky se hubiera planteado esta cuestión, obligatoria para todo marxista, habría visto que la respuesta iba indudablemente contra él. Mucho antes de la guerra, todos los marxistas, todos los socialistas estaban de acuerdo en que la conflagración europea daría lugar a una situación revolucionaria. Kautsky lo admitía clara y terminantemente cuando aún no era renegado, tanto en 1902 (La revolución social ) como en 1909 (El camino del Poder ). El Manifiesto de Basilea lo reconoció en nombre de toda la II Internacional: ¡no sin razón los socialchovinistas y los kautskianos (los "centristas", gentes que oscilan entre los revolucionarios y los oportunistas) de todos los países temen como al fuego las correspondientes afirmaciones del Manifiesto de Basilea!
Por tanto, el esperar una situación revolucionaria en Europa no fue un arrebato de los bolcheviques, sino la opinión general de todos los marxistas. Cuando Kautsky se desen tiende de esta verdad indiscutible diciendo que los bolcheviques "han creído siempre en el poder omnipotente de la violencia y de la voluntad", esto no es más que una frase vacía, que encubre la huida, la vergonzosa huida de Kautsky ante el problema de la situación revolucionaria.
Prosigamos. ¿Estamos o no en presencia de una situación revolucionaria? Tampoco esto ha sabido plantearlo Kautsky. Responden a esa pregunta hechos de orden económico: el hambre y la ruina, a que en todas partes ha dado lugar la guerra, denotan una situación revolucionaria. Contestan también a esa pregunta hechos de carácter político: desde 1915 se observa en todos los países un claro proceso de escisión en los viejos y podridos partidos socialistas, un proceso en virtud del cual las masas del proletariado se separan de los jefes socialchovinistas para orientarse hacia la izquierda, hacia las ideas y tendencias revolucionarias, hacia los dirigentes revolucionarios.
El 5 de agosto de 1918, cuando Kautsky escribía su folleto, sólo a un hombre que temiera la revolución y la traicionara se le podían escapar estos hechos. Ahora, a fines de octubre de 1918, la revolución crece ante los ojos de todos, y con gran rapidez, en una serie de países de Europa. ¡¡El "revolucio nario" Kautsky, que quiere continuar pasando por marxista, resulta, pues, un filisteo miope que, como los filisteos de 1847, de los que se burlaba Marx, no ha visto la revolución que se aproxima!!
Hemos llegado al tercer punto.
En tercer lugar, ¿cuáles son las particularidades de la táctica revolucionaria, aceptando que existe en Europa una situación revolucionaria? Kautsky, convertido en renegado, tiene miedo de plantearse esto, que es obligatorio para todo marxista. Razona como un típico mesócrata filisteo o como un campesino ignorante: ¿ha estallado o no "la revolución general europea"? ¡Si ha estallado, también él está dispuesto a hacerse revolucionario! ¡Pero en ese caso -- haremos notar nosotros -- cualquier canalla (como los granujas que se cuelan a veces entre los bolcheviques victoriosos) se declarará revolucionario!
¡En caso contrario, Kautsky vuelve la espalda a la revolución! Ni por asomo comprende una verdad: lo que distingue al marxista revolucionario del mesócrata y del filisteo es el saber predicar a las masas ignorantes la necesidad de la revolución que madura, demostrar su inevitabilidad, explicar su utilidad para el pueblo, preparar para ella al proletariado y a todas las masas trabajadoras y explotadas.
Kautsky ha atribuido a los bolcheviques la insensatez de que lo habían jugado todo a una carta, esperando que la revolución europea se produciría a fecha fija. Esta insensatez se ha vuelto contra Kautsky, porque resulta que ¡la táctica de los bolcheviques habría sido justa si la revolución hubiera estallado en Europa el 5 de agosto de 1918! Esta es la fecha que pone Kautsky a su folleto. ¡Y cuando algunas semanas después de ese 5 de agosto se vio bien claramente que la revolución se avecinaba en una serie de países europeos, toda la apostasía de Kautsky, toda su falsificación del marxismo, toda su incapacidad para razonar como revolucionario e incluso para plantear los problemas como revolucionario, aparecieron en todo su esplendor!
Acusar de traición a los proletarios de Europa -- escribe Kautsky -- es acusar a desconocidos.
¡Se equivoca usted, señor Kautsky! ¡Mírese al espejo y verá a los "desconocidos" contra quienes va dirigida la acusación! Kautsky se hace el ingenuo, finge no comprender quién lanza la acusación y qué sentido tiene. En realidad, sabe perfectamente que esta acusación la han lanzado y la lanzan los "izquierdistas" alemanes, los espartaquistas, Liebknecht y sus amigos. Esta acusación expresa la clara conciencia de que el proletariado alemán incurrió en una traición con respecto a la revolución rusa (e internacional) al aplastar a Finlandia, Ucrania, Letonia y Estonia. Esta acusación va dirigida, ante todo y sobre todo, no contra la masa, siempre oprimida, sino contra los jefes que, como Scheidemann y Kautsky, no han cumplido su deber de agitación revolucionaria, de propaganda revolucionaria, de trabajo revolucionario entre las masas para superar la rutina de éstas; contra los jefes cuya actuación ha contrarrestado de hecho los instintos y aspiraciones revolucionarios siempre latentes en el fondo de la masa de una clase oprimida. Los Scheidemann han traicionado franca, grosera y cínicamente al proletariado, la mayor parte de las veces por motivos egoístas, y se han pasado al campo de la burguesía. Los kautskianos y longuetistas han hecho lo mismo titubeando, vacilando, mirando cobardemente a los que eran en aquel momento fuertes. Durante la guerra, Kautsky, con todos sus escritos, no ha hecho más que apagar el espíritu revolucionario en vez de fomentarlo y desarrollarlo.
¡Como un monumento de la estupidez pequeñoburguesa del jefe "medio" de la socialdemocracia oficial alemana quedará en la historia el que Kautsky no comprenda siquiera el gigantesco valor teórico y la importancia aún más grande que para la agitación y la propaganda tiene esta "acusación" de que los proletarios de Europa han traicionado a la revolución rusa! ¡Kautsky no comprende que esta "acusación", bajo el régimen de censura del "imperio" alemán, es casi la única forma en que los socialistas alemanes que no han traicionado al socialismo, Liebknecht y sus amigos, expresan su llamamiento a los obreros alemanes para que derriben a los Scheide mann y a los Kautsky, aparten a tales "jefes" y se desem baracen de sus prédicas, que les embotan y envilecen; para que se levanten a pesar de ellos, sin ellos y por encima de ellos, hacia la revolución, a la revolución !
Kautsky no lo comprende. ¿Cómo puede comprender la táctica de los bolcheviques? ¿Cómo puede esperarse que un hombre que reniega de la revolución en general, sopese y aprecie las condiciones del desarrollo de la revolución en uno de los casos más "difíciles"?
La táctica de los bolcheviques era acertada, era la única táctica internacionalista, porque no se basaba en un temor cobarde a la revolución mundial, en una "falta de fe" filistea en ella, en un deseo estrechamente nacionalista de defender "su" patria (la patria de su burguesía), desentendiéndose del resto; estaba basada en una apreciación acertada (antes de la guerra y de la apostasía de los socialchovinistas y socialpacifistas, todo el mundo la admitía) de la situación revolucionaria europea. Esta táctica era la única internacionalista, porque llevaba a cabo el máximo de lo realizable en un solo país p a r a desarrollar, apoyar y despertar la revolución en todos los países. Esa táctica ha quedado probada por un éxito enorme, porque el bolchevismo (y no debido a los méritos de los bolcheviques rusos, sino en virtud de la profundísima simpatía que por doquier sienten las masas por una táctica verdaderamente revolucionaria) se ha hecho mundial, ha dado una idea, una teoría, un programa y una táctica que se diferencian concreta y prácticamente del socialchovinismo y del socialpacifismo. El bolchevismo ha rematado a la vieja Internacional podrida de los Scheidemann y los Kautsky, de los Renaudel y los Longuet, de los Henderson y los MacDonald, que ahora se atropellarán unos a otros, soñando con la "unidad" y resucitando un cadáver. El bolchevismo ha creado la base ideológica y táctica de la III Internacional, verdaderamente proletaria y comunista, que tiene en cuenta tanto las conquistas del tiempo de paz como la experiencia de la era de revoluciones que ha comenzado.
El bolchevismo ha popularizado en el mundo entero la idea de la "dictadura del proletariado", ha traducido estas palabras primero del latín al ruso y después a todas las lenguas del mundo, demostrando con el ejemplo del Poder soviético que los obreros y los campesinos pobres, incluso en un país atrasado, incluso los de menos experiencia, los menos instruídos y menos habituados a la organización, han podido durante un año entero, rodeados de gigantescas dificultades, luchando contra los explotadores (a los que apoyaba la burguesía de t o d o el mundo), mantener el Poder de los trabajadores, crear una democracia infinitamente más elevada y amplia que todas las democracias anteriores en el mundo, iniciar el trabajo creador de decenas de millones de obreros y campesinos para la realización práctica del socialismo.
El bolchevismo ha favorecido realmente el desarrollo de la revolución proletaria en Europa y en América de manera más intensa que ningún otro partido de ningún país lo había hecho hasta ahora. Al mismo tiempo que los obreros de todo el mundo comprenden cada día más claramente que la táctica de los Scheidemann y de los Kautsky no libraba de la guerra imperialista, ni de la esclavitud asalariada bajo el Poder de la burguesía imperialista, que esta táctica no sirve de modelo para todos los países, las masas proletarias del mundo entero comprenden cada día con mayor claridad que el bolchevismo ha señalado el único camino seguro para salvarse de los horrores de la guerra y del imperialismo, que el bolchevismo sirve de modelo de táctica para todos.
La revolución proletaria madura ante los ojos de todos, no sólo en Europa entera, sino en el mundo, y la victoria del proletariado en Rusia la ha favorecido, acelerado y sostenido. ¿Que todo esto no basta para el triunfo completo del socialismo? Desde luego, no basta. Un solo país no puede haccr más. Pero, gracias al Poder soviético este país solo ha hecho, sin embargo, tanto, que incluso si mañana el Poder soviético ruso fuera aplastado por el imperialismo mundial, por una coalición, supongamos, entre el imperialismo alemán y el anglo-francés, incluso en este caso, el peor de los peores, la táctica bolchevique habría prestado un servicio extraordinario al socialismo y habría apoyado el desarrollo de la revolución mundial invencible.
SERVILISMO ANTE LA BURGUESIA CON EL PRETEXTO DE "ANALISIS ECONOMICO"
editarComo ya hemos dicho, el libro de Kautsky, si el título correspondiera al contenido, no debería llamarse La dictadura del proletariado, sino Paráfrasis de ataques burgueses contra los bolcheviques.
Nuestro teórico vuelve a dar vida a las viejas "teorías" de los mencheviques sobre el carácter burgués de la revolución rusa, es decir, la antigua deformación que del marxismo hacían los mencheviques (¡y que Kautsky refutó en 1905!). Por fastidiosa que sea esta cuestión para los marxistas rusos, tendremos que detenernos en ella.
La revolucion rusa es una revolución burguesa, decían todos los marxistas de Rusia antes de Igos. Los mencheviques, sustituyendo el marxismo por el liberalismo, deducían de ahí: por tanto, el proletariado no debe salirse de lo que acepta la burguesía, debe seguir una política de buena armonía con ella. Los bolcheviques decían que esto era una teoría liberal burguesa. La burguesía se esfuerza en transformar el Estado al modo burgués, reformista, no revolucionario, conservando en lo posible la monarquía, la propiedad de los terratenientes, etc. El proletariado debe llevar a término la revolución democrático-burguesa, sin permitir que le "ate" el reformismo de la burguesía. Los bolcheviques formulaban del modo siguiente la correlación de fuerzas de las clases en el momento de la revolución burguesa: el proletariado, ganándose a los campesinos, neutraliza a la burguesía liberal y deshace totalmente la monarquía, el medievalismo y la propiedad terrateniente.
El carácter burgués de la revolución lo revela la alianza del proletariado con los campesinos en general, porque los campesinos en general son pequeños productores, que tienen por base la producción mercantil. Además, añadían ya entonces los bolcheviques, el proletariado, ganándose a todo el semiproletariado (a todos los trabajadores y explotados), neutraliza a los campesinos medios y derriba a la burguesía: en esto consiste la revolución socialista, a diferencia de la revolución democrático-burguesa (véase mi folleto de 1905 Dos tácticas, reimpreso en la recopilación Doce años, Petersburgo, 1907).
Kautsky tomó indirectamente parte en esta discusión en 1905, cuando, consultado por Plejánov, entonces menchevique, se pronunció en el fondo contra él, lo que originó entonces extraordinarias burlas de la prensa bolchevique. Ahora no dice Kautsky ni una palabra de los antiguos debates (¡teme que lo desenmascaren sus propias manifestaciones!). Y así deja al lector alemán absolutamente imposibilitado para comprender el fondo del problema. El señor Kautsky no podía decir a los obreros alemanes en 1918 que en 1905 él era partidario de la alianza de los obreros con los campesinos, y no con la burguesía liberal, no podía decirles en qué condiciones propugnaba esta alianza, ni el programa que él proycctaba para esta alianza.
Kautsky da marcha atrás, y so pretexto de un "análisis económico", con frases altaneras sobre el "materialismo histórico", propugna ahora la subordinación de los obreros a la burguesía, rumiando, con ayuda de citas del menchevique Máslov, las viejas concepciones liberales de los mencheviques; ¡estas citas le sirven para demostrar una idea nueva sobre el atraso de Rusia, de cuya idea nueva se saca una conclusión vieja, diciendo, poco más o menos, que en una revolución burguesa no se puede ir más lejos que la burguesía! ¡Y esto a pesar de todo lo que tienen dicho Marx y Engels al comparar la revolución burguesa de 1789-1793 en Francia con la revolución burguesa de Alemania en 1848!
Antes de pasar al "argumento" de más peso y a lo principal del "análisis económico" de Kautsky, observemos la curiosa confusión de ideas o la ligereza del autor que denotan ya las primeras frases:
"El fundamento económico de Rusia -- afirma nuestro "teórico" -- es hasta ahora la agricultura, y concretamente la pequeña producción campesina. De ella viven cerca de las cuatro quintas partes, quizá hasta las cinco sextas partes de la población" (pág. 45). En primer lugar, ¿ha pensado usted, respetable teórico, cuántos explotadores puede haber entre esta masa de pequeños productores? Naturalmente, todo lo más una décima parte, y en las ciudades aún menos, porque allí está más desarrollada la gran producción. Ponga usted incluso una cifra inverosímilmente elevada, suponga usted que una quinta parte de los pequeños productores son explotadores que pierden el derecho electoral. Y aun así verá usted que ese 66% de bolcheviques del V Congreso de los Soviets representaba a la mayoría de la población. A ella debe añadirse, además, que un número muy importante de eseristas de izquierda fueron siempre partidarios del Poder soviético, es decir, en principio, todos los eseristas de izquierda estaban por el Poder soviético, y cuando una parte de ellos se lanzó a la aventurera revuelta de julio de 1918, de su antiguo partido se separaron dos partidos nuevos, el de los "comunistas populistas" y el de los "comunistas revolucionarios" (constituidos por destacados eseristas de izquierda, a los que ya el antiguo partido había elevado a los puestos más importantes del Estado, perteneciendo al primero, por ejemplo, Zax y al segundo Kolegáev). Por consiguiente, el mismo Kautsky ha refutado -- ¡sin querer! -- la ridícula leyenda de que con los bolcheviques está la minoría de la población.
En segundo lugar: ¿Ha pensado usted, gentil teórico, que el pequeño productor campesino vacila inevitablemente entre el proletariado y la burguesía? ¡Esta verdad marxista, que confirma la historia entera de la Europa contemporánea, la "ha olvidado" Kautsky muy a tiempo, porque reduce a polvo toda la "teoría" menchevique que él reproduce! Sin "olvidarla", no habría podido negar la necesidad de la dictadura del proletariado en un país en que predominan los pequeños productores campesinos. -- -- --
Examinemos lo principal del "análisis económico" de nuestro teórico.
Es irrebatible, dice Kautsky, que el Poder soviético es una dictadura. "Pero ¿es la dictadura del proletariado ?" (pág 34).
"Según la Constitución soviética, los campesinos constituyen la mayoría de la población con derecho a participar en las actividades legislativas y administrativas. Lo que se nos presenta como dictadura del proletariado, si se realizara de un modo consecuente, y si, hablando en general, una clase pudiera ejercer directamente la dictadura, cosa que sólo puede hacer un partido, resultaría ser una dictadura de los campesinos " (pág. 35).
Y encantado de tan profundo y sagaz razonamiento, el bueno de Kautsky intenta ironizar: "Resulta como si la realización menos dolorosa del socialismo estuviese asegurada cuando se la confía a los campesinos" (pág. 35).
Con gran lujo de detalles y citas extraordinariamente eruditas del semiliberal Máslov, prueba nuestro teórico una idea nueva: los campesinos están interesados en que el precio de los cereales sea clevado y bajo el salario de los obreros de las ciudades, etc., etc. Estas ideas nuevas, dicho sea de paso, están expuestas de manera tanto más fastidiosa cuanto menos atención se concede a los fenómenos verdaderamente nuevos de la postguerra, por ejemplo, al hecho de que los campesinos piden a cambio de los cereales mercancías y no dinero, que los campesinos están faltos de aperos y no pueden conseguirlos en la cantidad debida a precio alguno. De esto volveremos a tratar de un modo especial más adelante.
Así, pues, Kautsky acusa a los bolcheviques, al partido del proletariado, de haber puesto la dictadura, la tarea de realizar el socialismo, en manos de los campesinos pequeño burgueses. ¡Muy bien, señor Kautsky! ¿Cuál debería ser, a su ilustrado juicio, la actitud del partido proletario ante los campesinos pequeñoburgueses?
Nuestro teórico prefiere callar sobre esto, probablemente recordando el refrán: "La palabra es plata, el silencio es oro". Pero le traiciona el razonamiento siguiente:
"En los primeros tiempos de la República Soviética, los Soviets campesinos eran organizaciones de los campesinos en general. Ahora, esta República proclama que los Soviets son organizaciones de proletarios y de campesinos pobres. Los campesinos acomodados pierden el derecho de participar en la elección de los Soviets. El campesino pobre se reconoce como producto permanente y de masas de la reforma agraria socialista bajo la 'dictadura del proleeariado'" (pág. 48).
¡Qué atroz ironía! En Rusia se la puede oir en boca de cualquier burgués: todos ellos se regocijan y se ríen de que la República Soviética reconozca francamente la existencia de campesinos pobres. Se burlan del socialismo. Están en su derecho. Pero el "socialista" que se ríe de que, después de una guerra de cuatro años extraordinariamente ruinosa, haya todavía en nuestro país -- y los habrá para largo -- campesinos muy pobres, es un "socialista" que no podía nacer más que en un ambiente de apostasía en masa.
Pero hay más:
. . ."La República Soviética interviene en las relaciones entre campesinos ricos y pobres, pero no mediante una nueva distribución de tierra. Para evitar que los habitantes de las ciudades carezcan de pan, se envían al campo destacamentos de obreros armados que arrancan a los campesinos ricos su sobrante de cereales. Una parte de estos cereales se da a los habitantes de las ciudades y otra a los campesinos más pobres" (pág. 48).
Naturalmente, el socialista y marxista Kautsky se indigna profundamente ante la idea de que tal medida pueda rebasar los alrededores de las grandes ciudades (y en Rusia se extiende por todo el país). El socialista y marxista Kautsky observa sentenciosamente, con inimitable, con incomparable, con admirable flema (o necedad) de filisteo: . . ."Estas (expropiaciones de campesinos acomodados) introducen un nuevo elemento de perturbación y de guerra civil en el proceso de la producción". . . (¡la guerra civil trasplantada al "proceso de la producción" es ya una cosa sobrenatural!). . . "que para su saneamiento necesita imperiosamente de tranquilidad y seguridad" (49).
Sí, sí, la tranquilidad y seguridad de los explotadores y de los que especulan con los cereales, esconden sus sobrantes, sabotean la ley sobre el monopolio de los cereales y condenan al hambre a la población de las ciudades, debe, naturalmente, arrancar suspiros y lágrimas al marxista y socialista Kautsky. Todos nosotros somos socialistas y marxistas e internaciona listas, gritan a coro los señores Kautsky, Enrique Weber (Viena), Longuet (París), MacDonald (Londres), etc.; todos estamos por la revolución de la clase obrera, pero. . . ¡pero a condición de no turbar la tranquilidad ni la seguridad de los especuladores de cereales! Y esta inmunda obsequiosidad ante los capitalistas la encubrimos con alusiones "marxistas" al "proceso de la producción". . . Si esto es marxismo ¿qué será servilismo ante la burguesía?
Veamos lo que le resulta a nuestro teórico. Acusa a los bolcheviques de hacer pasar una dictadura de los campesinos por la dictadura del proletariado. Al mismo tiempo nos acusa de llevar la guerra civil al campo (nosotros consideramos que esto es un mérito nuestro), de enviar al campo destacamentos de obreros armados los cuales proclaman francamente que ejercen "la dictadura del proletariado y de los campesinos pobres", ayudan a éstos, expropian a los especuladores, a los campesinos ricos, los sobrantes de grano que ocultan en violación de la ley sobre el monopolio de cereales.
Por una parte, nuestro teórico marxista se muestra partidario de la democracia pura, partidario de que la clase revolucionaria, dirigente de los trabajadores y explotados, se someta a la mayoría de la población (incluyendo, por consiguiente, a los explotadores). Por otra parte, explica contra nosotros que la revolución tiene imprescindiblemente un carácter burgués, porque los campesinos, en su conjunto, se mantienen en un terreno de relaciones sociales burguesas; ¡y al mismo tiempo pretende que propugna el punto de vista proletario, de clase, marxista!
En vez de "análisis económico", esto es un lío y un enredo de primer orden. En lugar de marxismo, fragmentos de doctrinas liberales y prédicas de servilismo ante la burguesía y los kulaks.
En 1905 los bolcheviques pusíeron ya totalmente en claro el problema que Kautsky enreda. Sí, nuestra revolución es burguesa mientras marchamos juntamente con los campesinos como un todo. Nosotros teníamos una conciencia clarísima de esto, desde 1905 lo hemos dicho cientos y miles de veces; nunca hemos intentado saltarnos ni abolir con decretos esta etapa necesaria del proceso histórico. Los empeños de Kautsky de emplear este punto como "prueba" contra nosotros no prueban sino el enredo de sus opiniones y su temor a recordar lo que él mismo escribió en 1905, cuando aún no era un renegado.
Pero en 1917, desde el mes de abril, mucho antes de la Revolución de Octubre, de que tomásemos el Poder, dijimos abiertamente y explicamos al pueblo que ahora la revolución no podía detenerse en esta etapa, pues el país había seguido adelante, el capitalismo había seguido avanzando, la ruina había alcanzado proporciones nunca vistas, lo cual habría de exigir (quiérase o no) que marchásemos hacia el socialismo, pues no cabía avanzar de otro modo, salvar de otro modo al país, agotado por la guerra, y aliviar de otro modo los sufrimientos de los trabajadores y explotados.
Ocurrió, en efecto, tal y como nosotros dijimos. La mar cha de la revolución ha confirmado el acierto de nuestro razonamiento. Al principio, del brazo de "todos" los cam pesinos contra la monarquía, contra los terratenientes, contra el medievalismo (y en este sentido, la revolución sigue siendo burguesa, democrático-burguesa). Después, del brazo de los campesinos pobres, del brazo del semiproletariado, del brazo de todos los explotados contra el capitalismo, incluyendo los ricachos del campo, los kulaks, los especuladores, y en este sentido, la revolución se convierte en socialista. Querer levantar una muralla china artificial entre ambas revoluciones, separar la una de la otra por algo que no sea el grado de preparación del proletariado y el grado de su unión con los campesinos pobres, es la mayor tergiversación del marxismo, es adocenarlo, reemplazarlo por el liberalismo. Sería hacer pasar de contrabando, mediante citas seudocientíficas sobre el carácter progresivo de la burguesía en comparación con el medievalismo, una defensa reaccionaria de la burguesía frente al proletariado socialista.
Por cierto que los Soviets son un tipo y una forma muy superior de democracia porque, aunando e incorporando a la política a la masa de obreros y campesinos, son el barómetro más próximo al "pueblo" (en el sentido en que Marx hablaba en 187I de verdadera revolución popular), el barómetro más sensible del desarrollo y aumento de la madurez política y de clase de las masas. La Constitución soviética no se ha escrito según un "plan", no ha sido compuesta en despachos ni impuesta a los trabajadores por los juristas burgueses. No, esa Constitución ha surgido del proceso de desarrollo de la lucha de clases, a medida que maduraban las contradicciones de clase. Así lo demuestran hechos que Kautsky se ve obligado a reconocer.
Al principio, los Soviets agrupaban a los campesinos en su totalidad. La falta de desarrollo, el atraso y la ignorancia de los campesinos pobres ponían la dirección en manos de los kulaks, de los ricos, de los capitalistas y de los intelectuales pequcñoburgueses. Fue la época de hegemonía de la p.queña burguesía, de los mencheviques y ]os socialistas revolucionarios (sólo bobos o renegados como Kautsky pueden creer que unos u otros sean socialistas). La pequeña burguesía, inevitable e imprescindiblemente oscilaba entre la dictadura de la burguesía (Kerenski, Kornílov, Sávinkov) y la dictadura del proletariado, porque la pequeña burguesía es incapaz de nada independiente atendidos los caracteres esenciales de su situación económica. Dicho sea de paso, Kautsky reniega totalmente del marxismo cuando en su análisis de la revolución rusa sale del paso con la noción jurídica y formal de "democracia", que sirve a la burguesía para disimular su dominación y engañar a las masas, olvidando que "democracia" quiere decir de hecho unas veces dictadura de la burguesía, y otras impotente reformismo de la mesocracia que se somete a esa dictadura, etc. Según Kautsky, resulta que en un país capitalista había partidos burgueses, había un partido proletario (los bolcheviques), que llevaba tras de sí a la mayoría del proletariado, a su masa, pero, ¡no había partidos pequeñoburgueses! ¡Los mencheviques y eseristas no tenían raíces de clase, raíces pequeñoburguesas!
Las vacilaciones de la pequeña burguesía, de los mencheviques y eseristas han ilustrado a las masas y han apartado de tales "dirigentes" a su inmensa mayoría, a todas las "capas bajas", a todos los proletarios y semiproletarios. Los bolcheviques lograron prevalecer en los Soviets (hacia octubre de 1917 en Petrogrado y Moscú), y entre los eseristas y mencheviques se acentuó la escisión.
El triunfo de la revolución bolchevique significaba el final de las vacilaciones, la destrucción completa de la monarquía y de la propiedad terrateniente (antes de la Revolución de Octubre no había sido destruida). Nosotros llevamos a término la revolución burguesa. Los campesinos estaban a nuestro lado en su totalidad. Su antagonismo respecto al proletariado socialista no podía manifestarse inmediatamente. Los Soviets agrupaban a los campesinos en general. La diferenciación de clase en el seno de la masa campesina no estaba todavía madura, no se había manifestado todavía exteriormente.
Este proceso fue desenvolviéndose durante el verano y el otoño de 1918. La insurrección contrarrevolucionaria de los checoslovacos despertó a los kulaks, que desencadenaron en Rusia una ola de revueltas. No han sido los libros ni los periódicos, sino la vida lo que ha hecho ver a los campesinos pobres la incompatibilidad de sus intereses con los de los kulaks, de los ricachos, de la burguesía rural. Los "eseristas de izquierda", como todo partido pequeñoburgués, reflejaban las oscilaciones de las masas, y en el verano de 1918 se escindieron: una parte de ellos hizo causa común con los checoslovacos (insurrección de Moscú, cuando Proshián, apoderándose -- ¡durante una hora! -- del telégrafo, anuncia a Rusia la caída de los bolcheviques; luego vino la traición de Muraviov, comandante en jefe del ejército destinado a combatir contra los checoslovacos, etc.). Otra parte, señalada más arriba, siguió con los bolcheviques.
La agudización de la crisis del abastecimiento de las ciudades imponía en forma cada vez más tajante el problema del monopolio de los cereales (¡lo cual "ha olvidado" el teórico Kautsky en su análisis económico, que repite cosas viejas leídas hace diez años en Máslov!).
El antiguo Estado, el Estado de los terratenientes y burgueses, incluso el Estado democrático republicano, enviaba al campo destacamentos armados que se encontraban de hecho a disposición de la burguesía. ¡El señor Kautsky no lo sabe! ¡No ve en ello, Dios nos libre, "dictadura de la burguesía"! ¡Es "democracia pura", sobre todo si lo aprueba el parlamento burgués! ¡De que Avkséntiev y S. Máslov, con los Kerenski, Tsereteli y demás elementos eseristas y mencheviques encarcelaban durante el verano y el otoño de 1917 a los miembros de los Comités agrarios, de eso "no ha oído hablar" Kautsky, eso lo silencia!
Todo se reduce a que el Estado burgués, que ejerce la dictadura de la burguesía mediante la república democrática, no puede reconocer ante el pueblo que sirve a la burguesía, no puede decir la verdad y tiene que recurrir a la doblez.
En cambio, el Estado del tipo de la Comuna, el Estado soviético dice franca y honradamente la verdad al pueblo, declarando que es la dictadura del proletariado y de los campesinos pobres, atrayéndose con esta verdad a decenas y decenas de millones de nuevos ciudadanos mantenidos en la ignorancia dentro de cualquier república democrática, incorporándolos a la política, a la democracia, a la administración del Estado, de los Soviets. La República Soviética envía al campo destacamentos de obreros armados, en primer lugar a los más avanzados, a los de las capitales. Estos obreros llevan el socialismo al campo, ponen de su lado a los campesinos pobres, los organizan e instruyen y les ayudan a aplastar la resistencia de la burguesia.
Todos los que están al corriente de la situación y han visitado el campo dicen que solamente en el verano y el otoño de 1918 ha llegado a éste la Revolución de "Octubre" (es decir, la revolución proletaria). Se produce el viraje. A la ola de revueltas de kulaks sigue un movimiento ascensional de los campesinos pobres, el incremento de los "Comités de campesinos pobres". En el ejército aumenta el número de comisariGs que proceden de la clase obrera, el número de oficiales y de comandantes de división y de ejército que proceden de la clase obrera. Mientras que el imbécil de Kautsky, asustado por la crisis de julio (de 1918) y los alaridos de la burguesía, corre tras ella como un "polluelo" y escribe todo un folleto del que emana la convicción de que los campesinos están a punto de derribar a los bolcheviques, mientras que este imbécil ve en la defección de los eseristas de izquierda una "reducción" (pág. 37) del círculo de los que sostienen a los bolcheviques, en ese momento, se extiende inmensamente el círculo verdadero de los partidarios del bolchevismo, porque decenas y decenas de millones de campesinos pobres despiertan a una vida política independiente, emancipándose de la tutela e influencia de los kulaks y de la burguesía rural.
Hemos perdido unos centenares de eseristas de izquierda, de invertebrados intelectuales y de campesinos kulaks, pero hemos conquistado a millones de campesinos pobres[6].
Un año después de la revolución proletaria en las capitales, bajo su influencia y con su ayuda ha llegado la revolución proletaria a los rincones más atrasados del campo, afianzando definitivamente el Poder soviético y el bolchevismo, demostrando definitivamente que en el interior del país no hay fuerzas que se le opongan.
Después de haber llevado a cabo la revolución democrático-burguesa con los campesinos en general, el proletariado de Rusia pasó definitivamente a la revolución socialista cuando hubo logrado escindir el campo, cuando se hubo ganado a los proletarios y semiproletarios del campo, cuando supo unirlos contra los kulaks y la burguesía, comprendiendo en ésta a la burguesía campesina.
Si el proletariado bolchevique de las capitales y de los grandes centros industriales no hubiera sabido agrupar alrededor suyo a los campesinos pobres contra los campesinos ricos, habríase demostrado que Rusia "no estaba madura" para la revolución socialista: el campesinado habría seguido siendo "un todo", es decir, habría seguido sujeto a la dirección económica, política y espiritual de los kulaks, los ricachos y la burguesía, y no se habría ido más allá de una revolución democrático-burguesa. (Pero ni aun esto, dicho sea entre paréntesis, habría demostrado que el proletariado no debía tomar el Poder, porque sólo él ha llevado efectivamente a término la revolución democrático-burguesa, sólo él ha hecho algo serio para acercar la revolución proletaria mundial, sólo él ha creado el Estado soviético, que es, después de la Comuna, el segundo paso hacia el Estado socialista.)
Por otra parte, si el proletariado bolchevique, inmediatamente, en octubre o noviembre de 1917, sin haber sabido aguardar la diferenciación de clases en el campo, sin haber sabido prepararla ni realizarla, hubiera intentado "decretar" la guerra civil o la "instauración del socialismo" en el campo, si hubiese intentado prescindir del bloque (alianza) temporal con los campesinos en general, sin hacer ciertas concesiones al campesino medio, etc., esto habría sido una desnaturalización blanquista del marxismo; una minoría habría intentado imponer su voluntad a la mayoría, se habría llegado a un absurdo teórico, a no comprender que la revolución de todos los campesinos es todavía una revolución burguesa y que sin una serie de transiciones, de etapas transitorias, no se puede hacer de ella una revolución socialista en un país atrasado.
En un problema político y teórico de la mayor trascendencia, Kautsky lo ha confundido todo, y en la práctica ha demostrado ser un simple lacayo de la burguesía que clama contra la dictadura del proletariado.
Idéntica o mayor es la confusión que Kautsky ha armado en otro problema de capital interés e importancia: el de si ha sido bien planteada en principio y luego convenientemente llevada a la práctica la labor legislativa de la República Soviética en cuanto a la transformación agraria, transformación socialista dificilísima y de máxima importancia al mismo tiempo. Le quedaríamos infinitamente agradecidos a todo marxista del occidente de Europa que, después de leer aunque sólo fuera los documentos más importantes, hiciera la crítica de nuestra política, porque de este modo nos ayudaría extraordinariamente y ayudaría a la revolución que está madurando en todo el mundo. Pero en lugar de crítica, Kautsky nos ofrece una confusión teórica increíble, que convierte el marxismo en liberalismo, y que de hecho es un conjunto de invectivas pequeñoburguesas, vacías y venenosas, contra los bolcheviques. Que el lector juzgue:
"No se podía mantener la gran propiedad territorial a causa de la revolución. Esto se vio claro desde el primer instante. No había más remedio que entregarla a la población campesina". . . (No es exacto, señor Kautsky; usted ponc lo que está "claro" para usted en lugar de la actitud de las diversas clases frente al problema. La historia de la revolución ha demostrado que el gobierno de coalición de burgueses con pequeñoburgueses, mencheviques y eseristas seguía una política dirigida a mantener la gran propiedad agraria. La mejor prueba está en la ley de S. Máslov y en las detenciones de los miembros de los Comités agrarios. Sin la dictadura del proletariado la "población campesina" no habría vencido al terrateniente unido al capitalista.)
. . . "Pero en cuanto a las formas en que esto se había de hacer, no existía unidad de criterio. Eran concebibles diferentes soluciones". . . (Kautsky se preocupa, ante todo, de la "unidad" de los "socialistas", sean quienes sean los que se llamen así. Pero olvida que las clases fundamentales de la sociedad capitalista deben llegar a soluciones diferentes.) . . . "Desde el punto de vista del socialismo, la solución más racional hubiera sido transformar las grandes empresas en propiedades del Estado y confiar a los campesinos, que hasta entonces habían estado trabajando en ellas como obreros asalariados, el cultivo de las grandes propiedades agrícolas en forma cooperativa. Pero esta solución supone la existencia de un tipo de trabajador agrícola que no existe en Rusia. Otra solución hubiera sido transferir al Estado la gran propiedad agraria dividiéndola en pequeños lotes, que se concederían en arriendo a los campesinos con pocas tierras. De esta manera se habría realizado algo de socialismo". . .
Kautsky, como siempre, sale del paso con su famoso estribillo: de una parte no se puede por menos de confesar, de otra, hay que reconocer. Pone juntas soluciones diferentes, sin pararse en la única idea real, en la única idea marxista: ¿cuál debe ser la transición del capitalismo al comunismo en unas determinadas condiciones particulares ? En Rusia hay obreros agrícolas asalariados, pero pocos, y Kautsky no toca siquiera la cuestión, que el Poder soviético ha planteado, de cómo pasar al cultivo en comunas y en cooperativas. Pero lo más curioso es que Kautsky quiere ver "algo de socialismo" en el arrendamiento de pequeños lotes de tierra. Esto no es, en el fondo, más que una consigna pequeñoburguesa y no tiene nada "de socialismo". Si el "Estado" que da en arriendo las tierras no es un Estado del tipo de la Comuna, sino una república burguesa parlamentaria (y esto es lo que supone siempre Kautsky), el arrendamiento de la tierra por pequeños lotes será una típica reforma liberal.
Nada dice Kautsky de que el Poder soviético ha abolido toda propiedad sobre la tierra. Peor aún: baraja los datos de manera increíble y cita decretos del Poder soviético omitiendo en ellos lo esencial.
Después de declarar que "la pequeña producción aspira al derecho absoluto de propiedad privada sobre los medios de producción", que la Constituyente hubiera sido "la única autoridad" capaz de impedir el reparto (afirmación que provocará una carcajada en Rusia, porque todo el mundo sabe que los obreros y campesinos sólo reconocen la autoridad de los Soviets, mientras la Constituyente se ha hecho consigna de los checoslovacos y de los terratenientes), Kautsky continúa:
"Uno de los primeros decretos del Gobierno soviético dice: 1. La propiedad terrateniente sobre la tierra queda inmediatamente abolida sin indemnización alguna. 2. Las haciendas de los terratenientes y todas las tierras de la familia imperial, de los conventos y de la Iglesia, con todo su ganado de labor y aperos de labranza, sus edificios y todo cuanto hay en ellos pasan a depender de los Comités agrarios comarcales de los Soviets de Diputados Campesinos de distrito, que dispondrán de ellos hasta que la Asamblea Constituyente decida el problema de la tierra".
Kautsky n o c i t a m á s q u e e s t o s d o s p u n t o s y concluye:
"La referencia a la Constituyente ha sido letra muerta. De hecho, los campesinos de las distintas comarcas han podido hacer con la tierra lo que han querido" (pág. 47).
¡Ahí tenéis muestras de la "crítica" de Kautsky! Ahí tenéis un trabajo "científico" que más que nada parece una falsificación. ¡Se induce al lector alemán a creer que los bolcheviques han capitulado ante los campesinos en cuanto al derecho de propiedad privada sobre la tierra y que han dejado a los campesinos hacer ("en las distintas comarcas") lo que cada uno quería!
En realidad, el decreto que cita Kautsky, el primer decreto, promulgado el 26 de octubre de 1917 (calendario antiguo), comprende cinco artículos y no dos, sin contar los ocho artículos del "Mandato", del que se dice que "debe servir de norma de conducta".
El tercer artículo del decreto señala que las haciendas pasan "a l p u e b l o " y que es obligatorio hacer "el inventario exacto de todos los bienes confiscados" e "instituir una guardia revolucionaria del mayor rigor". Y el Mandato señala que "el derecho de propiedad privada sobre la tierra queda abolido para siempre", que "las fincas mejor organizadas" "no serán divididas ", que "todo el ganado de labor, aperos de labranza y dependencias de las tierras confiscadas pasan al disfrute exclusivo del Estado o de las comunidades, según la importancia y valor de estas tierras, sin indemnización", que "toda la tierra pasa a formar parte del fondo agrario nacional".
Más tarde, al mismo tiempo que era disuelta la Asamblea Constituyente (5 de enero de 1918), el III Congreso de los Soviets aprobó la "Declaración de derechos del pueblo trabajador y explotado", que ahora es parte de la Ley fundamental de la República Soviética. Su artículo II párrafo 1 dice que "queda abolida la propiedad privada sobre la tierra" y que "las fincas y empresas agrícolas modelo se declaran patrimonio nacional".
Por tanto, la alusión a la Asamblea Constituyente no era letra muerta, porque otra institución nacional representativa, muchísimo más autorizada para los campesinos, se ha encargado de resolver el problema agrario.
Luego, el 6 (19) de febrero de 1918 se promulgó la ley sobre la socialización de la tierra, que confirma una vez más la abolición de toda propiedad sobre la tierra, poniendo ésta y todo el ganado de labor y los aperos de labranza de las explotaciones privadas a disposición de las autoridades soviéticas, bajo el control del Poder soviético federal ; como objetivo de esta gestión señala
"el fomento de la hacienda colectiva en la agricultura, por ser la más ventajosa desde el punto de vista de la economía del trabajo y de los productos, a expensas de las haciendas individuales, con objeto de pasar a la hacienda socialista" (art. II, punto d).
Al instituir el disfrute igualitario del suelo, la ley dice acerca del problema fundamental de "quién tiene derecho a gozar de la tierra":
(Art. 20.) "Dentro de la República Federativa Soviética de Rusia pueden disfrutar lotes del suelo para fines públicos y personales: A) Con fines educativos e instructivos: 1) El Estado, representado por los órganos del Poder soviético (federal, regional, provincial, comarcal, de distrito y de aldea). 2) Las organizaciones sociales (bajo el control y con la autorizacion del Poder soviético local). B) Para el cultivo: 3) Las comunas agrícolas. 4) Las cooperativas agrícolas. 5) Las comunidades rurales. 6) Familias e individuos sueltos". . .
El lector puede ver que Kautsky ha desnaturalizado totalmente la cuestión, presentando al lector alemán de una manera falsa por completo la política y la legislación agraria del Estado proletario de Rusia.
¡Ni siquiera ha sabido plantear Kautsky los problemas importantes, fundamentales desde el punto de vista teórico!
Estos problemas son los siguientes:
1) Disfrute igualitario de la tierra y
2) Nacionalización de la tierra: relación de una medida y otra con el socialismo en general y con el paso del capitalismo al comunismo en particular.
3) Cultivo social de la tierra, como transición del trabajo agrícola pequeño, parcelado al trabajo agrícola social de gran escala; ¿responde la forma en que ha sido planteado este problema en la legislación soviética a los postulados del socialismo?
Sobre el primer punto es preciso dejar sentados, ante todo, los dos hechos siguientes que son fundamentales: a) Teniendo ya en cuenta la experiencia de 1905 (recordaré, por ejemplo, mi obra acerca del problema agrario en la primera revolución rusa), señalaban los bolcheviques la importancia que, desde el punto de vista democrático progresista y democrático revolucionario, tenía la consigna del igualitarismo, y en 1917, antes de la Revolución de Octubre, hablaron de ello en forma absolutamente clara. b) Al hacer aprobar la ley de socialización de la tierra -- "alma" de la cual es la consigna del disfrute igualitario del suelo -- los bolcheviques declararon del modo más preciso y concreto: esta idea no es la nuestra, nosotros no estamos conformes con esta consigna, pero creemos nuestro deber hacerla aprobar, porque así lo pide la inmensa mayoría de los campesinos. Y la idea y las reivindicaciones de una mayoría de trabajadores deben ser superadas por ellos mismos ; no es posible "abolir" semejantes reivindicaciones ni "saltar" por encima de ellas. Nosotros, los bolcheviques, ayudaremos a los campesinos a superar las consignas pequeñoburguesas, a pasar lo más rápida y fácilmente posible de esas consignas a consignas socialistas.
Un teórico marxista que quisiera ayudar a la revolución obrera mediante su análisis científico, debería decir, en primer lugar, si es verdad que la idea del disfrute igualitario de la tierra tiene un valor democrático revolucionario, el valor de llevar a término la revolución democrático-burguesa. En segundo lugar, debería decir si han procedido bien los bolcheviques al hacer aprobar con sus votos (y al observar con la mayor lealtad) la ley pequeñoburguesa relativa al disfrute igualitario.
¡Kautsky no ha sabido advertir siquiera en qué consiste teóricamente el quid de la cuestión!
Jamás hubiera conseguido refutar que el principio igua litario tiene un valor progresista y revolucionario en una revolución democrático-burguesa. Esta revolución no puede ir más allá. Al llegar a su término, descubre a las masas, con tanta más claridad, rapidez y facilidad l a i n s u f i c i e n c i a de las soluciones democrático-burguesas, la ne cesidad de rebasarlas y de pasar al socialismo.
Los campesinos que han derribado al zarismo y a los terratenientes quieren la nivelación, y no hay fuerza que pueda impedírselo una vez libertados de los terratenientes y del Estado parlamentario-burgués republicano. Los proletarios dicen a los campesinos: nosotros os ayudaremos a llegar al capitalismo "ideal", porque el disfrute igualitario de la tierra es la idealización del capitalismo desde el punto de vista del pequeño productor. Pero al mismo tiempo os señalaremos la insuficiencia de este sistema, la necesidad de pasar al cultivo social de la tierra.
¡Sería interesante ver qué hacía Kautsky para refutar el acierto del proletariado al dirigir así la lucha de los cam pesinos!
Kautsky ha preferido eludir el problema. . .
Además, ha engañado francamente a los lectores alemanes, ocultándoles que en la ley sobre la tierra el Poder soviético da preferencia directa a las comunas y a las cooperativas, colocándolas en primer lugar.
¡Con el campesinado hasta el fin de la revolución democrático-burguesa; con el sector más pobre, proletario y semiproletario del campesinado, adelante, hacia la revolución socialista! Esta ha sido la política de los bolcheviques, y es la única política marxista.
¡Pero Kautsky se embrolla, no acertando a plantear ni un solo problema! Por una parte, no se atreve a decir que los proletarios debieron haber divergido de los campesinos en el problema del disfrute igualitario, porque comprende lo absurdo de semejante divergencia (por lo demás, en 1905, antes de ser renegado, Kautsky propugnaba clara y francamente la alianza de obreros y campesinos como condición para el triunfo de la revolución) Por otra parte, cita con simpatía las vulgaridades liberales del menchevique Máslov, que "demuestra" lo utópico y reaccionario de la igualdad pequeñoburguesa desde el punto de vista del socialismo y pasa en silencio lo progresista y revolucionario de la lucha pequeñoburguesa por la igualdad, por el principio igualitario, desde el punto de vísta de la revolución democrático-burguesa.
Kautsky se ha metido en un lío sin fin: advertid que el Kautsky de 1918 insisíe en el carácter burgués de la revolución rusa. El Kautsky de 1918 exige: ¡No os salgáis de ese marco! ¡¡Y este mismo Kautsky ve "algo de socialismo " (para la revolución burguesa ) en la reforma pequeñoburguesa que entrega a los campesinos pobres en arriendo pequeños lotes de tierra (es decir, en la aproximación al igualitarismo)!!
¡Que lo entienda quien pueda!
Y por si fuera poco, Kautsky muestra una incapacidad filistea para tener en cuenta la política real de un partido determinado. Cita frases del menchevique Máslov, sin querer ver la política r e a l del partido menchevique en 1917, que, en "coalición" con terratenientes y demócratas constitucionalistas, propugnaba de hecho una reforma agraria liberal y el acuerdo con los terratenientes (lo prueban las detenciones de miembros de los Comités agrarios y el proyecto de ley de S. Máslov).
Kautsky no ha visto que las frases de P. Máslov acerca del carácter reaccionario y utópico de la igualdad pequeñoburguesa encubren de hecho la política menchevique de conciliación de campesinos y terratenientes (es decir, el engaño de aquéllos por éstos), en lugar del derrocamiento revolucionario de los terratenientes por los campesinos.
¡Qué "marxista" es Kautsky!
Los bolcheviques son los que han tenido muy en cuenta la diferencia entre la revolución democrático-burguesa y la socialista: al llevar la primera a término, abrían las puertas para el paso a la segunda. Esta es la única política revolucionaria y la única politica marxista.
En vano repite Kautsky las agudezas insípidas de los liberales: "Nunca ni en parte alguna han pasado los pequeños campesinos a la producción colectiva movidos por la persuasión teórica" (pág. 50).
¡Qué ingenioso!
Nunca ni en parte alguna han estado los pequeños cam pesinos de un gran país bajo la influencia de un Estado pro letario.
Nunca ni en parte alguna han llegado los pequeños campesinos a una lucha de clase abierta de los campesinos pobres los contra los campesinos ricos, hasta la guerra civil entre unos y otros, con la condición de estar sostenidos los pobres por la propaganda, la política y la ayuda económica y militar del Poder estatal proletario.
Nunca ni en parte alguna se han enriquecido tanto los especuladores y ricachos a consecuencia de una guerra, en medio de una ruina semejante de la masa campesina.
Kautsky repite antiguallas, rumia cosas viejas, temiendo pensar siquiera en las nuevas tareas de la dictadura del proletariado.
Y si los campesinos, querido Kautsky, no tienen bastantes instrumentos para la pequeña producción y el Estado proletario les ayuda a encontrar máquinas para cultivar el suelo colectivamente, ¿será eso "persuasión teórica"? -- -- --
Pasemos al problema de la nacionalización de la tierra. Nuestros populistas, y entre ellos todos los eseristas de izquierda, niegan que la medida que nosotros hemos llevado a la práctica sea la nacionalización de la tierra. Se equivocan teóricamente. Puesto que no hemos rebasado el marco de la producción mercantil y del capitalismo, la abolición de la propiedad privada sobre la tierra es su nacionalización. La palabra "socialización" no expresa más que una tendencia, un deseo, una preparación del tránsito al socialismo.
¿Cuál debe ser, pues, la actitud de los marxistas respecto a la nacionalización de la tierra?
Tampoco esta vez sabe Kautsky plantear siquiera el problema teórico, o -- lo que es peor -- lo elude intencionadamente, aunque por las publicaciones rusas se sabe que Kautsky conoce las antiguas discusiones de los marxistas rusos sobre la nacionalización de la tierra, sobre su municipalización (entrega de las grandes fincas a los ayuntamientos) y sobre su reparto.
Kautsky se mofa abiertamente del marxismo cuando dice que el paso de las grandes propiedades a manos del Estado y su arrendamiento en pequeños lotes a los campesinos que tuvieran poca tierra realizaría "algo de socialismo". Ya hemos dicho que no hay en ello nada de socialismo. Es más: no hay ni siquiera revolución democrático-burguesa llevada a término. Kautsky ha tenido la gran desgracia de fiarse mucho de los mencheviques. De ello resulta un hecho curioso. Kautsky, que defiende el carácter burgués de nuestra revolución, que reprocha a los bolcheviques su ocurrencia de emprender el camino que lleva al socialismo, ¡presenta él mismo una reforma liberal como socialismo, sin llevar esta reforma hasta la supresión completa de todos los elementos medievales en las relaciones de propiedad territorial! Resulta que Kautsky, lo mismo que sus consejeros mencheviques, defiende a la burguesía liberal, temerosa de la revolución, en lugar de defender una revolución democrático-burguesa consecuente.
En efecto, ¿por qué hacer propiedad del Estado únicamente las grandes fincas y no todas las tierras? La burguesía liberal llega así al máximo en el mantenimiento de lo viejo (es decir, una revolución de mínima consecuencia) y deja en pie las máximas facilidades para volver a ello. La burguesía radical, es decir, la que quiere llevar a término la revolución burguesa, propone la consigna de nacionalización de la tierra.
Kautsky, que en tiempos muy remotos, hace casi veinte años, escribió una obra marxista admirable sobre el problema agrario, no puede ignorar lo que ha indicado Marx: La nacionalización de la tierra es una consigna consecuentemente burguesa. Kautsky no puede ignorar la polémica entre Marx y Rodbertus y las notables explicaciones de Marx en Teorías de la plusvalía, donde muestra con particular evidencia el valor revolucionario que la nacionalización de la tierra tiene desde el punto de vista democrático-burgues.
El menchevique P. Máslov, a quien con tan mala fortuna ha elegido Kautsky para consejero, negaba que los campesinos rusos pudieran aceptar la nacionalización de toda la tierra (incluyendo la de ellos). Este punto de vista estaba relacionado en cierto grado con su "original" teoría (repetición de lo dicho por los críticos burgueses de Marx), que negaba la renta absoluta y aceptaba la "ley" (o el "hecho", según decía Máslov) "de la fertilidad decreciente del suelo".
En realidad, la revolución de 1905 puso ya de manifiesto que la inmensa mayoria de los campesinos rusos, tanto miembros de las comunidades como propietarios de sus parcelas, deseaban la nacionalización de toda la tierra. La revolución de 1917 ha venido a confirmarlo y, después de pasar el Poder a manos del proletariado, lo ha convertido en realidad. Los bolcheviques han sido fieles al marxismo, no intentando (a pesar de que Kautsky nos acusa de ello sin sombra de pruebas) "saltar" por encima de la revolución democrático-burguesa. Los bolcheviques han empezado por ayudar a los ideólogos democrático-burgueses de los campesinos que eran más radicales, más revolucionarios, que estaban más cerca del proletariado, es decir, a los eseristas de izquierda, a realizar lo que era de hecho la nacionalización de la tierra. La propiedad privada sobre la tierra fue abolida en Rusia el 26 de octubre de 1917, es decir, el primer día de la revolución proletaria, socialista.
De este modo se ha creado una base, la más perfecta desde el punto de vista del desarrollo del capitalismo (Kautsky no podrá negarlo sin romper con Marx), y, al mismo tiempo, el régimen agrario más flexible para el paso al socialismo. Desde el punto de vista democrático-burgués, los campesinos revolucionarios de Rusia no pueden ir más lejos : nada "más ideal" puede haber, desde este punto de vista, que la nacionalización de la tierra y la igualdad de su disfrute, nada "más radical" (desde el mismo punto de vista). Los bolcheviques, sólo los bolcheviques, y sólo en virtud del triunfo de la revolución proletaria, son los que han ayudado a los campesinos a llevar de veras a término la revolución democrático-burguesa. Y únicamente de este modo han hecho el máximo para facilitar y apresurar el paso a la revolución socialista.
Por ello puede juzgarse de la increíble confusión que ofrece a sus lectores Kautsky cuando acusa a los bolcheviques de no comprender el carácter burgués de la revolución y se aparta él mismo del marxismo hasta el punto de pasar en silencio la nacionalización de la tierra y de presentar la reforma agrazia liberal, la menos revolucionaria (desde el punto de vista burgués), como ¡"algo de socialismo"! -- --
Con ello nos acercamos al tercero de los problemas planteados más arriba: ¿Hasta qué punto ha tenido en cuenta la dictadura del proletariado en Rusia la necesidad de pasar al cultivo social de la tierra? Kautsky vuelve a cometer a este respecto algo que se parece mucho a una falsificación: ¡se limita a citar las "tesis" de un bolchevique, en las que se trata del problema del paso al cultivo colectivo de la tierra! Después de haber citado una de estas tesis, exclama nuestro "teórico" en tono de triunfo:
"Con declarar que una cosa es un problema no se resuelve éste, por desgracia. La agricultura colectiva en Rusia está por ahora condenada a quedarse en el papel. Nunca ni en parte alguna han pasado los pequeños campesinos a la producción colectiva movidos por la persuasión teórica" (50).
Nunca ni en parte alguna ha recurrido un autor a tan grande argucia como Kautsky. Cita las "tesis", pero no dice ni una palabra de la ley del Poder soviético. ¡Habla de "persuasión teórica" y no dice ni una palabra del Poder estatal proletario que tiene en sus manos las fábricas y las mercancías! Todo lo que el marxista Kautsky escribía en 1899 en el Problema agrario sobre los medios de que dispone el Estado proletario para hacer pasar gradualmente a los pequeños campesinos al socialismo, lo olvida el renegado Kautsky en 1918.
Claro que unos centenares de comunas agrícolas y explotaciones soviéticas apoyadas por el Estado (es decir, de grandes explotaciones cultivadas por cooperativas obreras, a cuenta del Estado), representan muy poco. Pero ¿puede llamarse "crítica" el mutismo de Kautsky ante este hecho?
La nacionalización de la tierra, obra en Rusia de la dictadura del proletariado, constituyó la mejor garantía de que la revolución democrático-burguesa fuese llevada a su término, incluso en el caso de que una victoria de la contrarrevolución hiciera retroceder de la nacionalización al reparto (caso que analizo especialmente en mi libro sobre el programa agrario de los marxistas en la revolución de 1905). Además, la nacionalización de la tierra da al Estado proletario las máximas posibilidades para pasar al socialismo en la agricultura.
En resumen: Kautsky nos ofrece, teóricamente, una confusión increíble, apartándose por completo del marxismo; en la práctica vemos su servilismo ante la burguesía y el reformismo burgués. ¡Buena crítica, en verdad!
Su "análisis económico" de la industria lo inicia Kautsky con el magnífico razonamiento siguiente:
Rusia tiene una gran industria capitalista. ¿Sería factible montar sobre esta base la producción socialista? "Podría pensarse así si el socialismo consistiera en que los obreros de las distintas minas y fábricas las tomen en propiedad" (literalmente: se las apropien) "llevando a cabo la producción en cada una de ellas por cuenta propia" (52). "Precisamente hoy, 5 de agosto, el día en que escribo estas líneas -- añade Kautsky --, llegan de Moscú noticias sobre un discurso pronunciado por Lenin el 2 de agosto y en el cual, según comunican, ha dicho: 'Los obreros tienen firmemente las fábricas en sus manos, los campesinos no devolverán las tierras a los terratenientes'. La divisa de 'la fábrica para los obreros, la tierra para los campesinos' no ha sido hasta ahora una divisa socialdemócrata, sino anarcosindicalista" (52-53).
Hemos citado por entero este razonamiento para que los obreros rusos, que estimaban antes a Kautsky, y con razón, vean por sí mismos cómo procede este tránsfuga que se ha pasado a la burguesía.
En efecto: el 5 de agosto, cuando existía ya un sinnúmero de decretos sobre la nacionalización de las fábricas en Rusia, no "apropiándose", además, los obreros ni una sola de ellas, puesto que todas pasaron a ser propiedad de la República, el 5 de agosto Kautsky, interpretando con manifiesta superchería una frase de un discurso mío, trata de inculcar a los lectores alemanes la idea de que ¡en Rusia se entregan las fábricas a los obreros aislados! ¡Y después, en decenas y decenas de renglones, rumia eso de que las fábricas no deben entregarse a obreros aisladamente!
Esto no es crítica, sino un procedimiento de lacayo de la burguesía, a sueldo de los capitalistas para calumniar a la revolución obrera.
Las fábricas tienen que pasar a manos del Estado, de las comunidades o de las cooperativas de consumo, repite una y otra vez Kautsky, y por fin añade:
"Este es el camino que se ha intentado emprender ahora en Rusia". . . ¡¡Ahora!! ¿Qué quiere decir esto? ¿En agosto? Pero ¿no pudo encargar Kautsky a sus Stein, Axelrod o demás amigos de la burguesía rusa que le tradujeran siquiera algún decreto sobre las fábricas?
. . ."No se ve aún hasta dónde se ha llegado en este sentido. En todo caso, este aspecto de la República Soviética presenta para nosotros el máximo interés, pero sigue enteramente en las tinieblas. No faltan decretos". . . (¡Por eso ignora Kautsky su contenido o lo oculta a sus lectores!), "pero faltan noticias fidedignas sobre el efecto de tales decretos. La producción socialista es imposible sin una estadística completa, detallada, segura y rápida. Hasta ahora, la República Soviética no ha podido crearla. Lo que sabemos de sus medidas económicas es en extremo contradictorio, y resulta imposible comprobarlo. Esto es también uno de los resultados de la dictadura y del aplastamiento de la democracia. No hay libertad de imprenta ni de palabra". . . (53).
¡Así se escribe la historia! En la "libre" prensa de los capitalistas y de los partidarios de Dútov hubiera encontrado Kautsky datos sobre las fábricas transferidas a los obreros. . . ¡Es en verdad magnífico este "serio erudito" que se coloca por encima de las clases! Kautsky no quiere ni rozar ninguno de los innumerables hechos demostrativos de que las fábricas se transfieren únicamente a la República, de que de ellas dispone un órgano del Poder soviético, el Consejo Superior de Economía Nacional, compuesto principalmente por delegados de los sindicatos obreros. Con necio empeno del hombre enfundado en su caparazón repite porfiadamente: yo quiero una democracia pacífica, sin guerra civil, sin dictadura, con buenas estadísticas (la República Soviética ha creado un instituto de estadística, llevando a él a los elementos más competentes de Rusia, pero claro que una estadística ideal no puede conseguirse en seguida). En una palabra: lo que pretende Kautsky es revolución sin revolución, sin lucha enconada, sin violencias. Es como pedir que hubiera huelgas sin apasionada lucha entre obreros y patronos. ¡A ver quién distingue entre semejante "socialista" y un adocenado burócrata liberal!
Y basándose en semejantes "datos", es decir, rehuyendo intencionadamente, con pleno desprecio, los numerosísimos hechos, Kautsky "concluye":
"Es dudoso que, en lo que se refiere a verdaderas conquistas prácticas y no a decretos, haya conseguido el proletariado ruso con la República Soviética más de lo que hubiera obtenido de la Asamblea Constituyente, en la cual, lo mismo que en los Soviets, predominaban los socialistas, aunque de un matiz distinto" (58).
¿Verdad que es una perla? Aconsejamos a los partidarios de Kautsky que difundan ampliamente entre los obreros rusos estas palabras, porque no podían haber dado mejor prueba acreditativa de su caída política. ¡Kerenski era también "socialista", camaradas obreros, sólo que "de un matiz distinto"! El historiador Kautsky se contenta con un nombre, con un calificativo del que se "apropiaron" los eseristas de derecha y los mencheviques. Pero no quiere ni oir hablar de los hechos, que prueban que, bajo Kerenski, mencheviques y eseristas de derecha apoyaban la política imperialista y el pillaje de la burguesía, y silencia discreto que la Asamblea Constituyente daba la mayoría a esos héroes de la guerra imperialista y de la dictadura burguesa. ¡Y esto se llama "análisis económico"!. . .
Para terminar, otra muestra de "análisis económico":
. . ."A los nueve meses de existencia, en lugar de haber extendido el bienestar general, la República Soviética se ve obligada a explicar a qué se debe la escasez general" (41).
Los demócratas constitucionalistas nos tienen acostumbrados a semejantes razonamientos. Todos los lacayos de la burguesía siguen razonando en Rusia así: Dadnos, dicen, a los nueve meses, el bienestar general, después de cuatro años de una guerra destructora, con una ayuda múltiple del capital extranjero a la burguesía de Rusia, para que ésta siga el sabotaje y las insurrecciones. En la práctica no queda absolutamente ninguna diferencia, ni asomo de diferencia entre Kautsky y el burgués contrarrevolucionario. Discursos melosos, disfrazados de "socialismo", repiten lo que brutalmente, sin ambages ni adornos, dicen en Rusia las gentes de Kornílov, de Dútov y de Krasnov.
Las líneas que preceden fueron escritas el 9 de noviembre de 1918. El 9 por la noche han llegado de Alemania noticias que anuncian el comienzo victorioso de la revolución, primero en Kiel y otras ciudades del norte y del litoral, donde el Poder ha pasado a manos de los Soviets de Diputados Obreros y Soldados, y luego en Berlín, donde también ha pasado el Poder a manos de un Soviet.
Huelga la conclusión que me quedaba por escribir para el folleto sobre Kautsky y la revolución proletaria.
10 de noviembre de 1918.
ANEXO I. TESIS ACERCA DE LA ASAMBLEA CONSTITUYENTE
editar1. Era completamente justo que la socialdemocracia revolucionaria incluyera en su programa la reivindicación de la convocatoria de la Asamblea Constituyente, porque en una república burguesa la Asamblea Constituyente es la forma superior de democracia y porque al instituir el parlamento la república imperialista, con Kerenski a la cabeza, preparaba una falsificación de las elecciones y numerosas infracciones de la democracia.
2. La socialdemocracia revolucionaria, que reclamaba la convocatoria de la Asamblea Constituyente, desde los primeros días de la Revolución de 1917 subrayó más de una vez que la República de los Soviets es una forma de democracia superior a la república burguesa ordinaria, con su Asamblea Constituyente.
3. Para la transición del régimen burgués al socialista, para la dictadura del proletariado, la República de los Soviets de Diputados Obreros, Soldados y Campesinos no es sólo una forma de tipo más elevado de instituciones democráticas (comparándola con la república burguesa ordinaria, coronada por una Asamblea Constituyente), sino la única forma capaz de asegurar el tránsito menos doloroso al socialismo.
4. En nuestra revolución la Asamblea Constituyente se reúne con arreglo a listas presentadas a mediados de octubre de 1917, en condiciones que imposibilitan que las elecciones a esa Asamblea Constituyente sean una expresión exacta de la voluntad del pueblo en general y de las masas trabajadoras en p~articular.
5. En primer término, la representación proporcional no expresa fielmente la voluntad del pueblo sino cuando las listas presentadas por los partidos responden a la división real del pueblo en grupos políticos que sean realmente los mismos que los que se reflejan en las listas. Y es sabido que en nuestro país, el partido que entre mayo y octubre tenía más adeptos en el pueblo y sobre todo entre los campesinos, el partido socialista-revolucionario, que presentó listas únicas a la Asamblea Constituyente a mediados de octubre de 1917, se ha escindido después de las elecciones a la Asamblea Constituyente y antes de que ésta se hubiese reunido.
Por eso, incluso desde el punto de vista formal, la composición de los elegidos a la Asamblea Constituyente no responde ni puede responder a la voluntad de la masa de los electores.
6. En segundo término, otra circunstancia, aún más importante, no formal ni jurídica, sino socio-económica, una circunstancia que constituye el origen de clase de la diferencia entre la voluntad del pueblo y sobre todo de las clases trabajadoras, por una parte, y la composición de la Asamblea Constituyente, por otra, es que las elecciones a la Asamblea Constituyente se han celebrado cuando la enorme mayoría del pueblo no podía conocer todavía toda la extensión y alcance de la Revolución de Octubre, de la revolución soviética, proletario-campesina, comenzada el 25 de octubre de 1917, es decir, después de haber sido presentadas las listas de los candidatos para la Asamblea Constituyente.
7. La Revolución de Octubre, que ha conquistado el Poder para los Soviets, arrancando el dominio político a la burguesía y entregándoselo al proletariado y a los campesinos pobres, atraviesa ante nuestra vista por sucesivas etapas de desarrollo.
8. La revolución comenzó por la victoria del 24-25 de octubre en la capital, cuando el II Congreso de los Soviets de Diputados Obreros y Soldados de toda Rusia, vanguardia de los proletarios y de la parte políticamente más activa de los campesinos, dio la mayoría al Partido Bolchevique y lo elevó al Poder.
9. Luego, durante los meses de noviembre y diciembre, se apodera la revolución de toda la masa del ejército y de los campesinos, lo que se traduce ante todo en la destitución y renovación de los viejos organismos directivos (Comités de ejército, Comités campesinos provinciales, Comité Ejecutivo Central del Soviet de Diputados Campesinos de toda Rusia, etc.), que constituían la expresión de una etapa oportunista ya superada de la revolución, de su etapa burguesa y no proletaria, y que por esta razón debían desaparecer inevitablemente bajo el empuje de las masas populares más profundas y más amplias.
10. Este poderoso movimiento de las masas explotadas para renovar los organismos dirigentes de sus organizaciones, no ha terminado aún hoy, a mediados de diciembre de 1917, y una de sus etapas es el Congreso de los ferroviarios, actualmente reunido.
11. La agrupación de las fuerzas de clase que se hallan en lucha en Rusia es, pues, en noviembre y en diciembre de 1917, de hecho, radicalmente diferente de la que pudo hallar su expresión en las listas de candidatos presentadas por los partidos para las elecciones de la Asamblea Constituyente a mediados de octubre de 1917.
12. Los recientes acontecimientos en Ucrania (en parte también en Finlandia y en Bielorrusia, así como en el Cáucaso) indican asimismo que se está operando una nueva agrupación de las fuerzas de clase en el curso de la lucha entre el nacionalismo burgués de la Rada ucraniana, de la Dieta finlandesa, etc., por un lado, y el Poder de los Soviets, la revolución proletario-campesina de cada una de esas repúblicas nacionales, por otro.
13. Por último, la guerra civil, comenzada con la sublevación contrarrevolucionaria de los demócratas constitucionalistas y Kaledin contra las autoridades soviéticas, contra el Gobierno Obrero y Campesino, ha agudizado definitivamente la lucha de clases y eliminado toda posibilidad de resolver por un camino democrático formal los problemas más candentes que la historia plantea a los pueblos de Rusia y, en primer lugar, a su clase obrera y sus campesinos.
14. Unicamente la victoria total de los obreros y campesinos sobre la insurrección de los burgueses y los terratenientes (que ha hallado su expresión en el movimiento de los demócratas constitucionalistas y Kaledin), sólo una implacable represión militar de esa sublevación de esclavistas puede salvaguardar realmente la revolución proletario-campesina. La marcha de los acontecimientos y el desarrollo de la lucha de clases en la revolución han hecho que la consigna de "Todo el Poder a la Asamblea Constituyente", que no tiene en cuenta las conquistas de la revolución obrera y campesina, que no tiene en cuenta el Poder soviético, que no tiene en cuenta las decisiones tomadas por el II Congreso de los Soviets de Diputados Obreros y Soldados de toda Rusia, por el II Congreso de los Diputados Campesinos de toda Rusia, etc., se haya convertido de hecho en la consigna de los demócratas constitucionalistas, de los kaledinistas y de sus cómplices. El pueblo entero comienza a comprender que esa consigna significa en realidad la lucha por la supresión del Poder soviético y que la Asamblea Constituyente se vería condenada sin remisión a la muerte política si se divorciase del Poder soviético.
15. El problema de la paz es uno de los más candentes de la vida del pueblo. No se ha emprendido en Rusia una lucha verdaderamente revolucionaria por la paz hasta después del triunfo de la revolución del 25 de octubre, y este triunfo ha tenido como primeros frutos la publicación de los tratados secretos, la conclusión del armisticio y el comienzo de negociaciones públicas con objeto de conseguir una paz general, sin anexiones ni contribuciones de guerra.
Sólo ahora las grandes masas populares obtienen de hecho, franca y completamente, la posibilidad de ver una política de lucha revolucionaria por la paz y de estudiar sus resultados.
Durante las elecciones de la Asamblea Constituyente, las masas populares no podían verlo así.
Es evidente, pues, que también en este aspecto es inevitable la incompatibilidad entre la composición de los elegidos a la Asamblea Constituyente y la verdadera voluntad del pueblo en el problema de la terminación de la guerra.
16. El conjunto de circunstancias que acabamos de examinar hace que la Asamblea Constituyente, reunida con arreglo a las listas de los partidos existentes antes de la revolución proletario-campesina, bajo el dominio de la burguesía, choque inevitablemente con la voluntad y los intereses de las clases trabajadoras y explotadas que han iniciado el 25 de octubre la revolución socialista contra la burguesía. Es natural que los intereses de esta revolución prevalezcan sobre los derechos formales de la Asamblea Constituyente, incluso si estos últimos no hubiesen sido quebrantados por la circunstancia de que la ley relativa a la Asamblea Constituyente no reconoce el derecho del pueblo a elegir de nuevo y en cualquier momento a sus diputados.
17. Todo intento, directo o indirecto, de plantear el problema de la Asamblea Constituyente desde un punto de vista jurídico formal, en el marco de la democracia burguesa ordinaria, sin tener en cuenta la lucha de clases y la guerra civil, es traicionar la causa del proletariado y adoptar el punto de vista de la burguesía. La socialdemocracia revolucionaria tiene el indiscutible deber de alertar a todo el mundo contra ese error que cometen ciertos dirigentes, poco numerosos, del bolchevismo, que no han sabido valorar la insurrección de Octubre y la misión de la dictadura del proletariado.
18. La única posibilidad de resolver sin dolor la crisis producida como resultado de la divergencia existente entre las elecciones a la Asamblea Constituyente y la voluntad del pueblo, así como los intereses de las clases trabajadoras y explotadas, consiste en ejercer de la manera más amplia y rápida posible el derecho del pueblo a proceder a nuevas elecciones de miembros de la Asamblea Constituyente, consiste en que la propia Asamblea Constituyente se adhiera a la ley del Comité Ejecutivo Central relativa a esas nuevas elecciones, reconozca sin reservas el Poder de los Soviets, la revolución soviética y su política en el problema de la paz, de la tierra y del control obrero, y se coloque resueltamente al lado de los adversarios de la contrarrevolución de los demócratas constitucionalistas y Kaledin.
19. Si no se dan estas condiciones, la crisis planteada en relación con la Asamblea Constituyente no podrá resolverse más que por vía revolucionaria, con las medidas revolucionarias más enérgicas, rápidas, firmes y resueltas del Poder soviético contra la contrarrevolución de los demócratas constitucionalistas y Kaledin, cualesquiera que sean las consignas y las instituciones (incluso la calidad de miembro de la Asamblea Constituyente) en que se ampare esa contrarrevolución. Intentar atar, de cualquier manera que sea, las manos del Poder soviético en esta lucha, sería hacerse cómplice de la contrarrevolución.
Escrito el 12 (25) de diciembre de 1917.
Publicado el 26 (13) de diciembre de 1917, en
el Nº 213 de Pravda.
Vuelto a publicar en La revolución proletaria
y el renegado Kautsky, de N. Lenin
(V. Uliánov) por la Editorial Kommunist,
Moscú 1918.
ANEXO II. UN NUEVO LIBRO DE VANDERVELDE SOBRE EL ESTADO
editarSólo después de haber leído el libro de Kautsky ha llegado a mis manos el de Vandervelde: El socialismo contra el Estado (París, 1918). Aun sin quererlo, se impone la comparación de uno y otro. Kautsky es el jefe ideológico de la II Internacional (1889-1914). Vandervelde es su representante oficial en su calidad de presidente del Buró Socialista Internacional. Ambos simbolizan la plena bancarrota de la II Internacional, ambos encubren con palabrejas marxistas, "hábilmente", con toda la destreza de duchos periodistas, esa bancarrota, su propio fracaso y su paso al lado de la burguesía. Uno nos muestra con particular evidencia lo típico del oportunismo alemán que, pesado y teorizante, falsifica burdamente el marxismo amputando en él todo cuanto la burguesía no puede aceptar. El segundo es una figura típica de la variedad latina -- hasta cierto punto podría decirse de la Europa occidental (es decir, de la Europa situada al oeste de Alemania) --, del oportunismo dominante, variedad más flexible, menos pesada, que falsifica el marxismo de un modo más sutil, sirviéndose del mismo procedimiento fundamental.
Ambos tergiversan de raíz tanto la doctrina de Marx sobre el Estado como la doctrina del mismo sobre la dictadura del proletariado, dedicándose Vandervelde más bien al primer problema y Kautsky al segundo. Ambos velan el nexo estrechísimo e indisoluble que enlaza ambos problemas. Ambos son de palabra revolucionarios y marxistas, y en la práctica renegados que hacen todo lo posible por zafarse de la revolución. Ni uno ni otro tienen ni sombra de lo que impregna todas las obras de Marx y Engels, de lo que distingue al socialismo verdadero de su caricatura burguesa: el aclarar las tareas de la revolución diferenciándolas de las tareas de la reforma, la táctica revolucionaria diferenciándola de la táctica reformista, el papel del proletariado en la destrucción del sistema, orden de cosas o régimen de la esclavitud asalariada, diferenciándolo del papel del proletariado de las "grandes" potencias, que disfruta con la burguesía una pequeña parte de sus superganancias y de su cuantioso botín imperialista.
Veamos unos cuantos de los argumentos más esenciales de Vandervelde para confirmar esta afirmación.
Vandervelde cita a Marx y a Engels con extraordinario celo, como Kautsky. Y como Kautsky, cita de Marx y de Engels todo lo que se quiera menos lo que la burguesía no puede aceptar de ningún modo, lo que distingue al revolucionario del reformista. Todo lo que se quiera de la conquista del Poder político por el proletariado, porque eso lo ha circunscrito ya la práctica dentro de un marco exclusivamente parlamentario. Pero ni una palabra de que Marx y Engels, después de la experiencia de la Comuna, creyeron necesario completar el Manifiesto Comunista, parcialmente anticuado, explicando una verdad: ¡la clase obrera no puede adueñarse sencillamente de la máquina estatal existente, tiene que destruirla! Vandervelde, lo mismo que Kautsky, como si se hubieran puesto de acuerdo, guarda completo silencio acerca de lo más esencial de la experiencia de la revolución proletaria, lo que distingue la revolución del proletariado de las reformas de la burguesía.
Lo mismo que Kautsky, Vandervelde habla de la dictadura del proletariado para zafarse de ella. Kautsky lo realiza valiéndose de burdas falsificaciones. Vandervelde hace lo mismo con más sutilidad. En el apartado correspondiente, el 4, La conquista del Poder político por el proletariado, dedica el punto "b " al problema de la "dictadura colectiva del proletariado", "cita" a Marx y a Engels (repito, omitiendo precisamente lo más importante, lo que se refiere a la destrucción de la vieja máquina estatal democrático-burguesa) y concluye:
. . ."En los medios socialistas se suele imaginar la revolución social como una nueva Comuna, esta vez triunfante no en un punto, sino en los principales centros del mundo capitalista. Hipótesis, pero hipótesis que no tiene nada de improbable en estos tiempos en que se ve ya que la postguerra conocerá en muchos países antagonismos de clase y convulsiones sociales jamás vistos. Sólo que, si el fracaso de la Comuna de Paris, por no hablar de las dificultades de la revolución rusa, demuestra algo, es que no se puede poner fin al régimen capitalista mientras el proletariado no se prepare suficientemente para ejercer el Poder que las circunstancias hayan podido poner en sus manos" (pág. 73).
¡Y ni una palabra más sobre el fondo del asunto!
¡Así son los jefes y representantes de la II Internacional! En 1912 suscriben el Manifiesto de Basilea, en el que hablan francamente de la relación que guardan la guerra que estalló en 1914 y la revolución proletaria y amenazan abiertamente con ésta. Pero cuando la guerra llegó y se ha creado una situación revolucionaria, esos Kautsky y Vandervelde empiezan a zafarse de la revolución. Fijaos: ¡la revolución del tipo de la Comuna no es más que una hipótesis que no tiene nada de improbable! Esto guarda una analogía completa con el razonamiento de Kautsky sobre el posible papel de los Soviets en Europa.
Pero así razona cualquier liberal culto, que indudablemente coincidirá ahora con que una nueva Comuna "no tiene nada de improbable", que los Soviets tienen reservado un gran papel, etc. El revolucionario proletario se distingue del liberal en que, como teórico, analiza el nuevo valor estatal de la Comuna y de los Soviets. Vandervelde calla todo lo que sobre este tema exponen detalladamente Marx y Engels al analizar la experiencia de la Comuna.
Como práctico, como político, un marxista debería aclarar que sólo traidores al socialismo podrían actualmente evadir la tarea de explicar la necesidad de la revolución proletaria (del tipo de la Comuna, del tipo de los Soviets o, supongamos, de cualquier tercer tipo), de explicar la necesidad de prepararse para ella, difundir entre las masas la revolución, refutar los prejuicios pequeñoburgueses contra ella, etc.
Nada parecido hacen ni Kautsky ni Vandervelde, puesto que son traidores al socialismo, que quieren conservar entre los obreros su reputación de socialistas y marxistas.
Veamos cómo se plantea teóricamente el problema.
Incluso en la república democrática, el Estado no es más que una máquina para la opresión de una clase por otra. Kautsky sabe esta verdad, la reconoce, la comparte, pero. . . elude el problema más esencial: a qué clase, por qué y con qué medios tiene que someter el proletariado cuando conquiste el Estado proletario.
Vandervelde sabe, reconoce, comparte y cita esta tesis fundamental del marxismo (pág. 72 de su libro), pero. . . ¡¡pero no dice ni una palabra acerca de un tema tan "desagradable" (para los señores capitalistas) como es el aplastamiento de la resistencia de los explotadores!!
Vandervelde, lo mismo que Kautsky, evita totalmente este tema "desagradable". Por ello son renegados.
Lo mismo que Kautsky, Vandervelde es gran maestro en el arte de sustituir la dialéctica por el eclecticismo. De una parte, no se puede menos de confesar, de otra, hay que reconocer. De una parte, puede entenderse por Estado el "conjunto de una nación" (véase el diccionario de Littré, obra sabia, ni que decir tiene, pág. 87 de Vandervelde); de otra parte, puede entenderse por Estado el "gobierno" (ibídem). Esta docta vulgaridad la copia Vandervelde, aprobándola, junto a citas de Marx.
El sentido marxista de la palabra "Estado" se diferencia del corriente -- escribe Vandervelde --, por ello son posibles los "malentendidos". "El Estado, en Marx y Engels, no es Estado en sentido amplio, no es el Estado como órgano de administración, representante de los intereses generales de la sociedad (intérets généraux de la société ). Es un Estado-Poder, el Estado órgano de autoridad, el Estado instrumento de la dominación de una clase sobre otra" (págs. 75-76 de Vandervelde).
De la destrucción del Estado hablan Marx y Engels tan sólo en el segundo sentido. . . "Afirmaciones demasiado absolutas correrían el riesgo de ser inexactas. Entre el Estado de los capitalistas, fundado en la dominación exclusiva de una clase, y el Estado proletario, que persigue la supresión de las clases, hay muchos grados transitorios" (pág. 156).
Ahí tenéis la "manera" de Vandervelde, que apenas si se distingue de la de Kautsky y que en realidad es idéntica a ella. La dialéctica niega las verdades absolutas, explicando la alternación de contrarios y el significado de las crisis en la historia. El ecléctico no quiere afirmaciones "demasiado absolutas" para pasar de contrabando su deseo pequeñoburgués y filisteo de sustituir la revolución por los "grados transitorios ".
Los Kautsky y los Vandervelde silencian que el grado transitorio entre el Estado órgano de dominación de la clase de los capitalistas, y el Estado órgano de dominación del proletariado, es precisamente la revolución, la cual consiste en derribar a la burguesía y en romper, en destruir su máquina estatal.
Los Kautsky y los Vandervelde ocultan que la dictadura de la burguesía tiene que ser sustituida por la dictadura de una clase, el proletariado, que a los "grados transitorios" de la revolución seguirán los "grados transitorios" de la extinción paulatina del Estado proletario.
Allí radica su apostasía política.
En esto reside, teórica, filosóficamente, la sustitución de la dialéctica por el eclecticismo y la sofistería. La dialéctica es concreta y revolucionaria, distingue el "tránsito" de la dictadura de una clase a la de otra clase del "tránsito" del Estado proletario democrático al no-Estado ("e Vandervelde, como ecléctico y sofista, tiene más arte y más sutileza que Kautsky, porque con la frase "transición del Estado en sentido estricto al Estado en sentido amplio" pueden eludirse absolutamente todos los problemas de la revolución, toda diferencia entre revolución y reforma, incluso la diferencia entre un marxista y un liberal. En efecto, ¿a qué burgués culto de Europa se le ocurrirá negar "en general" los "grados transitorios" en este sentido "general"?
"Coincidimos con Guesde -- escribe Vandervelde -- en que es imposible socializar los medios de producción y de cambio sin que se hayan cumplido previamente las dos condiciones siguientes: 1. La transformación del Estado actual, órgano de dominación de una clase sobre otra, en lo que Menger llama Estado popular del trabajo, mediante la conquista del Poder político por el proletariado. 2. La separación del Estado órgano de autoridad, del Estado órgano de administración, o, empleando la expresión de Saint-Simon, la dirección de los hombres de la administración de las cosas" (89).
Esto lo escribe Vandervelde en cursiva, subrayando especialmente la importancia de tales principios. ¡Pero esto no es sino el más puro embrollo ecléctico, una ruptura completa con el marxismo! Porque el "Estado popular del trabajo" no es más que una paráfrasis del viejo "Estado popular libre" de que hacían gala los socialdemócratas alemanes en la década del 70 y que Engels condenaba como un absurdo. La expresión "Estado popular del trabajo" es una frase digna de un demócrata pequeñoburgués (por el estilo de nuestros eseristas de izquierda), una frase que sustituye los conceptos de clase por conceptos al margen de las clases. Vandervelde coloca la conquista del Poder estatal por el proletariado (por una clase ) al lado del Estado "popular", sin ver la confusión que de ello resulta. A Kautsky, con su "democracia pura", le sale la misma confusión, el mismo desconocimiento antirrevolucionario y pequeñoburgués de las tareas de la revolución de clase, de la dictadura de clase, proletaria, del Estado de clase (proletario).
Prosigamos. El gobierno de los hombres desaparecerá y cederá su puesto a la administración de las cosas tan sólo cuando se haya extinguido todo Estado. Con este porvenir relativamente lejano, Vandervelde vela, deja en la sombra la tarea inmediata: el derrocamiento de la burguesía.
Este proceder es también servilismo ante la burguesía liberal. El liberal no tiene inconveniente en hablar de lo que sucederá cuando no haya que gobernar a los hombres. ¿Por qué no dedicarse a tan inofensivos sueños? Pero no digamos nada de que el proletariado tiene que aplastar la resistencia de la burguesía, que se opone a su expropiación. Así lo exige el interés de clase de la burguesía.
El socialismo contra el Estado. Esto es una reverencia de Vandervelde al proletariado. No es difícil inclinarse en un saludo, todo político "demócrata" sabe inclinarse ante sus electores. Pero tras la "reverencia" viene el contenido antirrevolucionario y antiproletario.
Vandervelde parafrasea detalladamente a Ostrogorski acerca del sinfín de engaños, violencias, sobornos, mentiras, hipocresías y opresión de los pobres que encubre la fachada civilizada, pulida y alisada de la democracia burguesa contemporánea. Pero de ello no saca consecuencia alguna, no advierte que la democracia burguesa aplasta a las masas trabajadoras y explotadas, mientras que la democracia proletaria tendrá que aplastar a la burguesía. Kautsky y Vandervelde son ciegos ante ello. El interés de clase de la burguesía, tras la que se arrastran estos pequeñoburgueses traidores al marxismo, exige que se evite este problema, que se calle o se niegue francamente la necesidad de tal represión. xtinción del Estado"). ¡El eclecticismo y la sofistería de los Kautsky y Vandervelde, para complacer a la burguesía, borran todo lo concreto y exacto de la lucha de clases, sustituyéndolo por el concepto general de "tránsito", en el que puede esconderse (y en el que las nueve décimas partes de los socialdemócratas oficiales de nuestra época esconden ) la renuncia a la revolución!
Eclecticismo pequeñoburgués contra marxismo, sofistería contra dialéctica, reformismo filisteo contra revolución proletaria. Así debería titularse el libro de Vandervelde.
Escrito en octubre noviembre de 1918.
Publicado en 1918 en libro aparte por la
Editorial Kommunist, de Moscú.
Se imprimió de acuerdo con el texto del libro,
cotejado con el manuscrito.
- ↑ Por cierto que Kautsky cita repetidas veces la expresión del tránsito "menos doloroso", por lo visto con pretensiones de ironía. Pero como recurre a malas artes, algunas páginas más adelante, con mala fe, cita falseando: ¡paso "sin dolor"! Claro que con semejante sistema es fácil atribuir al adversario una insensatez. Esta falsificación permite, además desentenderse del fondo del argumento: el transito menos doloroso al socialismo sólo es posible con la organización total de los pobres (los Soviets) y con la ayuda del Poder estatal central (el proletariado) a tal organización.
- ↑ A propósito: ¡hay muchos de estos embustes mencheviques en el folleto de Kautsky! Es un libelo de un menchevique enfurecido.
- ↑ ¡Hágase justicia, aunque perezca el mundo! -- N. de la Red.
- ↑ Acabo de leer en el editorial de la Gaceta de Francfort del 22 de octubre de 1918 (núm. 293) un resumen entusiasta del folleto de Kautsky. El periódico de los bolsistas está encantado. ¿Cómo no? Y un camarada de Berlín me escribe que Vorwärts, el periódico de los Scheidemann ha declarado en un artículo especial que suscribe casi todas las líneas de Kautsky. ¡Le felicitamos y le felicitamos!
- ↑ Los socialchovinistas (los Scheidemann, los Renaudel, los Henderson, los Gompers y Cía.) no quieren oir hablar de la "Internacional" durante la guerra. Consideran a los enemigos de "su " burguesía "traidores". . . al socialismo. Propugnan la política de conquistas de su burguesía. Los socialpacifistas (es decir, socialistas de palabra y en realidad pacifistas pequeñoburgueses) expresan todo género de sentimientos "internacionalistas", protestan contra las anexiones, etc., pero de hecho continúan apoyando a s u burguesía imperialista. No es grande la diferencia entre estos dos tipos, algo así como entre un capitalista que pronuncie discursos atrabiliarios y otro que los pronuncie melifluos.
- ↑ En el VI Congreso de los Soviets (del 6 al 9 de noviembre de 1918) hubo 967 delegados con voz y voto, 950 de los cuales eran bolcheviques, y 351 con voz y sin voto, de los cuales 335 eran bolcheviques. Por tanto, un 97% de bolcheviques.