La redención
de Rafael María Baralt


 Cuando del pecho en la garganta helada
 sube de Cristo el postrimer aliento,
 para los orbes su feliz concento
 y absortos miran la fatal jornada.
 

 Del impío Lucifer en la morada
 suena aquel grito en tremebundo acento
 y el rayo vengador penas sin cuento
 fija en su mente de terror postrada.
 

 Mas luego alzando la incendiada frente
 de sierpes nido y de furor insano:
 «¿De qué os sirviera maldecida gente,
 

 la fruta de Eva, que os brindó mi mano?
 Dijo y bramando, en su dolor profundo,
 al Dios maldice Redentor del mundo.