La redención
Cuando del pecho en la garganta helada
sube de Cristo el postrimer aliento,
para los orbes su feliz concento
y absortos miran la fatal jornada.
Del impío Lucifer en la morada
suena aquel grito en tremebundo acento
y el rayo vengador penas sin cuento
fija en su mente de terror postrada.
Mas luego alzando la incendiada frente
de sierpes nido y de furor insano:
«¿De qué os sirviera maldecida gente,
la fruta de Eva, que os brindó mi mano?
Dijo y bramando, en su dolor profundo,
al Dios maldice Redentor del mundo.