Elenco
La protestación de la fe
de Pedro Calderón de la Barca
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Suena dentro la música, y sale oyéndola la HEREJÍA vestido de marinero, con un pedazo de remo en la mano.
MÚSICOS:

Venid, venid a la fiesta
que hace la Iglesia este día,
que ya la Sabiduría
os tiene la mesa puesta.

HEREJÍA:

¿Qué cláusulas son suaves
las que en ritmos diferentes
al prado entonan las fuentes,
al aire trinan las aves,
que ya dulces y ya graves
convidan con la alegría
de su métrica armonía,
diciendo por la floresta:

MÚSICOS:

Venid, venid a la fiesta
que hace la Iglesia este día.

HEREJÍA:

Porque aunque llego a escuchar
que es a la fiesta que hace
la Iglesia, no satisface
a mi razón de dudar,
si paso a considerar,
que con la media respuesta
se queda el eco, pues resta
saber por qué añadiría…

MÚSICOS:

Que ya la Sabiduría
os tiene la mesa puesta.

HEREJÍA:

Dulce misterioso acento,
ya que disuenes veloz,
no des al viento la voz,
o dale el sentido al viento.
Sepa, pues, mi pensamiento,
qué fiesta y qué mesa es ésta.

MÚSICOS:

Venid, venid a la fiesta
que hace la Iglesia este día,
que ya la Sabiduría
os tiene la mesa puesta.

HEREJÍA:

Aun no bien me responde;
la voz permite y el misterio esconde.
Pero, ¿qué es lo que veo
de un deseo pasando a otro deseo?
Ya de la vista ha sido
la duda, que antes era del oído.
¿Qué fábrica es aquélla
que en los dorados campos del oriente
empina al orbe de zafir la frente,
y altivamente bella,
desde esa cima a la mayor estrella
tanto piramidal aguja sube,
que empieza monte y se remata nube,
de la inferior y superior esfera
los extremos tocando, de manera
que la más perspicaz vista no atiende
si desciende del sol, o al sol asciende?

HEREJÍA:

Y es verdad, pues a un viso
las señas me parece que diviso
de la nueva Sión, cuyo modelo
vio el águila de Juan bajar del cielo.
Díganlo doce puertas,
a doce vientos todas doce abiertas,
cuyas láminas bellas,
no sin luciente emulación de estrellas,
de rubíes adornan sus espacios,
crisólitos, diamantes y topacios;
bien como allá, costosamente hermosa,
a ver su Amante descendió la Esposa.
Y a otro viso, que veo me parece
la no nueva Sión, que al mundo ofrece,
para vivir sin noche, eterno el día
en los Proverbios la Sabiduría.

HEREJÍA:

O dígalo también, que en sí elevada,
sobre siete colunas fabricada,
es sola una coluna,
en quien estriba el orbe de la luna.
¡Oh tú, ya seas la Sión triunfante,
o ya la militante
Roma, que haces en estos horizontes
siete colunas de tus siete montes!,
merezca un peregrino
(que a robar del Ofir la flota vino
desde la obscura Corte
que ven sin rey los piélagos del Norte,
cuya angélica turba, amotinada,
ánglica se apellida, sincopada
la voz, conque un sentido,
angélica, o ánglica han tenido);
merezca, pues, un argonauta isleño
(que del mar derrotado
a tus sacros umbrales ha llegado),
saber quién es de tu edificio dueño.

HEREJÍA:

Mas, ¡ay! como el empeño
no dudo, y atrevido,
oso decir quien soy, habiendo oído
cuán sonoramente pía
dice en su primer propuesta

MÚSICOS:

Venid, venid a la fiesta
que hace la Iglesia este día.

HEREJÍA:

Pero en vano es la duda,
pues la ruina del mar mi intento ayuda.
Y así, llegar no temo,
que de pirata me desmiente el remo
bordón, que en estos páramos me ha dado
señas de peregrino y de forzado,
sin que descubra la derrota mía,
que soy la Religión de la Herejía,
apóstata primero
de aquel gran Sol de quien nací lucero.
¡Ah de este nuevo templo de la fama!

SABIDURÍA:

Abrid, abrid las puertas a quien llama,
sea quien fuere, pues a esta
parte el escuchar le guía.

(Salen cantando la FE con su cruz, la ORACIÓN con un instrumento, la RELIGIÓN con un incensario, la PENITENCIA con una fuente, y en ella una camisa de velillo blanco con muchas flores, y detrás, la SABIDURÍA con un penacho de plumas de diversos colores: pajizos, azules, verdes, carmesíes y blancos.)
ELLAS Y MÚSICOS:

Que ya la Sabiduría
le tiene la mesa puesta.
Venid, venid a la fiesta
que hace la Iglesia este día,
que ya la Sabiduría
os tiene la mesa puesta.

HEREJÍA:

Hermosísima deidad,
de estos montes y estas selvas
que haces que en tu sol el Sol
segunda vez amanezca,
¿quién eres, que de esas cinco
colores las rizas trenzas
coronas de tu tocado?
¿Quién eres, que de tan nuevas
hermosuras asistido
te avienes con todas ellas,
bien como la blanca rosa
que en montes y valles reina
con el vulgo de las flores?
¿Quién eres, que de esa excelsa
fábrica te aplaudes dueño,
y perdona a la rudeza
de un náufrago marinero
(que aquí arrojó la tormenta)
ignorarte, e ignorar
qué voz, casa y tropa es ésta.

HEREJÍA:

Conque a un tiempo dos sentidos
admiras y lisonjeas,
tanto que, absorto no sabe
saludar a tu belleza,
porque, elevado el oído,
porque la vista suspensa,
se han levantado con todos
los oficios de la lengua.

SABIDURÍA:

Derrotado peregrino,
quienquiera que fueres seas,
porque de lo oculto no
toca juzgar a la Iglesia,
¿quién soy, preguntas? ¿Qué alcázar
éste? ¿Qué cinco diversas
colores las de estas plumas?

SABIDURÍA:

¿Qué hermosa familia bella,
la de estas damas?, y en fin,
¿qué casa, música y mesa
la que prevengo? Y aunque
culpa el dudarlo parezca,
ya el querer saberlo basta
para remitir la ofensa,
pues entre el que ignora y sabe,
sólo halló una diferencia
el Eclesiastés, diciendo:
«que el que sabe, en la derecha
mano tiene el corazón,
y el que no sabe, en la izquierda»,
dando a entender que del alma
igual es la suficiencia,
sino que la ponen unos
donde pueden usar de ella
ágilmente; y otros donde
se la embarga la pereza
del poco uso. Y así, aunque hoy
tú traigas en la siniestra
mano el corazón, podrás,
como a mis voces atiendas,
a la derecha pasarle.

SABIDURÍA:

Y porque mejor lo veas,
he de responderte a todo,
que en tan sagradas materias
ya el confesar ignorarlas
es empezar a saberlas.
Yo soy del Eterno Padre
una substancia, a su esencia
tan una, que soy como Él,
sin fin ni principio; eterna
en su Mente estoy. Y como
al Hijo en su Mente engendra,
soy atributo del Hijo,
y para más excelencia
soy del Espíritu Santo
noble don, como Job muestra
y Salomón lo publica,

SABIDURÍA:

cuando pide que yo sea
la dádiva liberal
de su mano. De manera
que en la comunicación
de Personas, dando en ellas
al Espíritu el amor,
al Padre, la omnipotencia
y la sabiduría al Hijo,
vengo yo a ser, por ser ésta,
de uno, palabra y concepto,
de otro, don, de otro, riqueza
en la ley del evangelio;
escondida a las primeras
leyes y sólo enseñada
en sombras a los profetas.

SABIDURÍA:

Las plumas de mi tocado
son aquí exteriores muestras
que sólo dicen lo real
de mi física presencia,
significándome aquí
para que mejor me entiendas,
la docta universidad
de la Ciencia de las Ciencias;
el Altísimo crió
la medicina, y por ella
me adorna, entre esotras flores
la pajiza, macilenta
color, porque con la muerte
a cada paso se encuentra.
La azul, que es color de cielo,
la filosofía ostenta,
porque en el cielo la hallaron
el desvelo y la agudeza
de los que en él aprendieron
aquella Causa Primera
de las causas, alma y vida
de la gran naturaleza.

SABIDURÍA:

De los Cánones Sagrados,
la verde en mí representa
la católica esperanza
que los pontífices muestran,
de que todo el universo
ha de estar a su obediencia,
cuando a un redil y a un rebaño
se reduzcan las ovejas.
La carmesí, que es color
de la justicia severa,
es divisa de las leyes
a que humildes y sujetas,
las repúblicas están
políticamente atentas.
En la sacra teología
la blanca color demuestra
de su docta facultad
el candor y la pureza
(quien tiene a Dios por objeto,
¿qué esplendor hay que no tenga?)

SABIDURÍA:

Hasta aquí he dicho quién soy,
y habiendo asentado aquella
proposición en que dije
que era tesoro y riqueza
de la ley del evangelio,
de quien el Hijo es cabeza,
encarnado Verbo en una
Virgen Madre, tan perfecta
que sin contagio de culpa
concibió y parió doncella,
siempre intacta y siempre virgen.
Bien excusarme pudiera
de decirte lo demás,
pues que lo demás se encierra
en que yo, como atributo
suyo, liberal pretenda
que su evangélica ley
a todo el mundo se extienda.

SABIDURÍA:

A este fin labré esta casa,
no sólo para que en ella
se alberguen los peregrinos,
mas para que mi grandeza
conste a todos los mortales;
para una espléndida cena
los voy convidando a todos,
y traduciendo a la letra
el lugar de los Proverbios,
fundé su fábrica inmensa
en siete hermosas colunas
que son, según interpretan
sacros doctores, los siete
sacramentos de la Iglesia.

SABIDURÍA:

Doce apóstoles no digo
que son esas doce puertas,
a cuyo fin, guarnecidas
están de labradas piedras;
Juan lo dirá, y voy a que
después que yo ofrecí en ella
víctimas y que mezclé
el vino y puse en la mesa
el pan, desde el menor llamo
al mayor (¡ah, cuántos yerran
de este humano laberinto
las siempre intrincadas sendas
de la vida y de la muerte!),
sonando en voces diversas
el real convite por todos
los ámbitos de la tierra,
desde donde el sol madruga
hasta donde el sol se acuesta.

SABIDURÍA:

La familia de mis damas,
que también el texto alega,
son las virtudes, de quien
la Fe, en todo la primera
(sin otras muchas, que ahora
en sus ejercicios quedan)
es la que sirve la copa.
La que se sigue tras ella
con el sonoro instrumento,
es la Oración que penetra
los cielos con su armonía,
siendo sus voces las cuerdas,
la Católica Romana
Religión es la que maestra
la significa el incienso
de las ceremonias nuestras.
La Penitencia, la ropa
nupcial trae, porque el que venga
del camino de la vida
con el polvo de su misma
miseria humana, no llegue
sucio a sentarse a la mesa.

SABIDURÍA:

Conque, habiendo respondido
a todas tus dudas, resta
que entres donde renovando
la túnica, como cuerda
sierpe, la cándida veste
te ponga la Penitencia;
la Oración te dé sus voces;
la Religión su obediencia;
y finalmente, la Fe
te dé la real asistencia
de Cristo sacramentado
en la blanca, pura y tersa
hostia del pan y del vino,
que mezclé con agua en muestra
de que están en él divina
y humana naturaleza,
siendo sangre el vino, el pan
carne, y…

HEREJÍA:

No prosigas; cesa,
que primero que yo escuche
(mira qué será que crea)
la real asistencia de ese
sacramento, ni que pueda
ser carne el pan, sangre el vino,
verás presidir la negra
noche al día, poseídas
las luces de las tinieblas;
y no sólo en no creerlo
ha de parar mi soberbia,
pero aunque ahora derrotado
del mar tu beldad me vea,
sin el logro de robar
las auxiliares riquezas
que a la católica curia
envía la Providencia
de otro mundo, volveré
donde, cobradas las fuerzas,
no sólo con nueva armada,
infeste de tus riberas
católicos mares, pero
tomando en tus tierras tierra,
de que la Isla de Domingo
será mi invasión primera,
arrancaré de su centro
las siete colunas bellas
porque todo el edificio
desplomado al suelo venga.

SABIDURÍA:

Ya te he conocido, y no
podrás, aunque eres la fiera
del mar que vio Juan, por quien
dijo el salmista que eran
las aguas tribulaciones,
hacer que zozobre en ellas
la hermosa nave mía, pues
cuando más sus ondas muevas,
harás que tormenta corra,
no que la hunda la tormenta,
pues no la faltará puerto
donde triunfante parezca.
Y si a la Isla de Domingo
fueres, ella hará que veas
que el tribunal de la Fe
la Isla de Domingo alberga,
cuando huyendo de sus armas
al mar rechazado vuelvas.

HEREJÍA:

Rey soy del norte, y el Anglia,
corte mía, hará en tu ofensa,
desde donde el océano
acaba, el Báltico empieza,
bajando a Suecia y Gocia,
Moscovia, Rusia y Noruega,
confederada alianza
con cuantas provincias cerca
el mar del Septentrión,
donde hoy coronada reina
de Luter la reformada
religión, aunque parezca
afectada liga; pues
para hacerte a ti la guerra,

HEREJÍA:

¡qué más poder, qué más armas,
que aquella beldad, que aquella
heroica heredera, hija
del que en la más dura guerra
que vio del sol la campaña,
murió, sin que borrar pueda
lo grande de la osadía,
lo infeliz de la tragedia?
Aquella, pues, o Cristina
se llame, o Cristiana, en prueba
de que aunque admite el bautismo,
otros sacramentos niega,
mayormente el de ese pan.
Y para que te estremezca
su nombre, vuelvo a decir,
¿qué más armas, qué más fuerzas
ha menester la Herejía,
porque otra mujer te venza,
que tener por reina suya
a Cristina de Suecia?

SABIDURÍA:

Quizá Cristina, que el nombre
hoy imperfecto conserva
de cristiana, mal viciado
por la falta de una letra,
(siendo la A la que falta,
que es la Alfa en frase griega,
significación de Dios,
pues Dios es Alfa y Omega)
podrá ser que se la añada
algún día y que a ser venga
cristiana perfectamente
quien hoy lo es mente imperfecta.

HEREJÍA:

¿Cómo ha de serlo si docta
desde su niñez se emplea
en los sutiles estudios
de la gran religión nuestra?
A cuyo fin, para sólo
refutarlos, son el tema
de sus desvelos los Padres
que acá llamáis de la Iglesia.

SABIDURÍA:

En eso está mi esperanza.
Si estudia, fuerza es que sepa,
y quien sabe, el bien y el mal
también distinguir es fuerza.

HEREJÍA:

¿Cómo ha de darse al partido
de tu Fe, cuando eso sea,
si sin protestar la suya
ninguno en su reino reina?

SABIDURÍA:

La política de Dios
es filosofía discreta,
que sabe que sólo goza
imperios quien los desprecia.

HEREJÍA:

En su espíritu no cabe
no mandar; tan bien maneja
la espada como la pluma.

SABIDURÍA:

Huélgome de que le tenga
porque cosas grandes, no
sin espíritu se intentan.

HEREJÍA:

Ella es sabia y es altiva.

SABIDURÍA:

Ahí están mis conveniencias.

HEREJÍA:

¿Cómo?

SABIDURÍA:

En buscarme, si es sabia.

HEREJÍA:

¿Si altiva?

SABIDURÍA:

En que se resuelva.

HEREJÍA:

Vive con esa esperanza
mientras yo vivo con esta
posesión; y pues la tengo
en mi poder, iré a hacerla
acuerdos de que homicida
fuiste de su padre.

SABIDURÍA:

Esa razón milita por mí.

HEREJÍA:

¿Por qué?

SABIDURÍA:

Porque verá en ella…

HEREJÍA:

¿Qué?

SABIDURÍA:

Que no pelea dichoso…

HEREJÍA:

¿Quién?

SABIDURÍA:

Quien contra Dios pelea.

HEREJÍA:

Ella (volviendo al asunto)
no ha de sentarse a la mesa
(Vase.)

SABIDURÍA:

Suyo es su albedrío, mas yo
la convidaré con ella.
Y pues (volviendo al asunto)
dice del Texto la letra
que envió la Sabiduría
por el orbe sus doncellas
a llamar los convidados,
parte al Asia, Penitencia,
y al Judaísmo convida,
que allí forajido alberga.
Dile que de su delito
la haga, y contigo se venga.
Tú, Oración, a África parte
y de aquel falso profeta
la secta convida, que
a nadie mi amor exceta.

SABIDURÍA:

Tú, Fe, a la América pasa,
y a la Gentilidad lleva
tu luz. Y tú, Religión
Católica, pues te quedas
en Europa, sus provincias
discurre; hallarás en ellas
las que el Héspero corona,
por quien España la Hesperia
hoy se intitula, regida
del domador de las fieras,
que quiere decir Felipe.
Dile que pues es herencia
del Austria este sacramento,
que te dé sus asistencias,
y con ellas transcendiendo,
al septentrión no vuelvas
sin dar noticias de ti
a Cristina de Suecia.

RELIGIÓN:

Católica Religión
soy, alada inteligencia,
y así, elevada en el viento,
penetrando iré su esfera.

ORACIÓN:

Yo transcendiendo veloz
del mar las cerúleas selvas.

FE:

Rayo es la Fe, y así el fuego
hoy su actividad me presta.

PENITENCIA:

Y a mí me da franco paso
en sus límites la tierra.

SABIDURÍA:

Pues decid todas a un tiempo,
para que todos atiendan
y nadie alegue ignorancia…

MÚSICA

Venid, venid a la fiesta
que hace la Iglesia este día.

SABIDURÍA:

Y añadid, porque lo sepan
en América, África, Asia
y Europa, Judaísmo, Secta,
Gentilidad y Herejía,
por mar, aire, fuego y tierra…

MÚSICOS:

Que ya la Sabiduría
les tiene la mesa puesta.

(Vanse. Tócanse cajas y trompetas, y salen los SOLDADOS que las tienen, y detrás, CRISTINA, vestida de corto, armada. Y como lo dicen los versos, se va desarmando, recibiendo plumas, espada, y bengala en fuentes de plata.)<poem>
CRISTINA:

Ya que de mi pupilar
edad el tiempo pasó,
y que Suecia me dio
posesión en tierra y mar;
ya que llegué a escarmentar
a quien negarme presuma
la obediencia; y ya que en suma
feliz reino, vea la aurora
que ha de ser, tomando ora
la espada y ora la pluma,
y así el arnés me quitad,
y al tiempo que despojada
de él, de bengala y espada,
vuelvo a la tranquilidad,
esos libros me llegad
(Llegan una mesa con libros, recado de escribir, y una silla.)
que en las lides que he tenido,
mudos clarines han sido,
que informando al corazón
de que letras y armas son
los polos que han mantenido
la máquina del reinar,
me han ayudado a vencer,
pues no menos el poder
estriba en la singular
toga, que en la militar
túnica de Marte.

SOLDADO 1º:

En esta
mesa están.

CRISTINA:

Idos; molesta
me es cualquiera compañía.

(Siéntase y lee.)
SOLDADO 1º:

Lee, pues la Sabiduría
te tiene la mesa puesta.

MÚSICOS:

Lee, pues la Sabiduría
te tiene la mesa puesta.

CRISTINA:

¿Qué interior música ha sido
(que la escucho y no la veo)
la que siempre que algo leo
me está sonando al oído,
cuya ilusión ha podido
mi espíritu arrebatar,
tanto que, llegando a dar
toda la rienda al cuidado
de saber, casi he llegado
a aborrecer el reinar?
Y más cuando el genio mío,
inclinándome a este fin,
(Mira el libro.)
encuentra con Agustín
en lo del libre albedrío,
adonde en vano porfío
saber la definición
de la predestinación,
pues aunque aquí la defina,

CRISTINA:

(Lee.)
«De la voluntad divina
es por Gracia una elección»,
(Abre en otra parte del libro.)
y aquí: «Que en conocimiento
está Dios de la futura
beatitud de la criatura
racional», en vano intento
convencer un argumento
que a mí misma me hago yo.
Si Dios me predestinó,
¿como estoy tan mal hallada
en la Fe en que fui criada?
¿Para qué este fin, que dio
motivos al docto empleo
de la sagrada lección,
que ha sido mi inclinación?

CRISTINA:

¿Para qué en cierto deseo,
que le dudo y que le creo,
consulté a España, a quien hoy
plática de paces doy?
Y aunque en odio de mi ley
haya ya escrito a su rey,
y si elegida no soy,
¿cómo ha de tomar de mí
satisfacción de que erré,
si de mi parte guardé
los ritos en que nací?
(Abre en otra parte.)
Mas, ¡ay!, que también aquí
da razón con que me quita
la duda y la facilita,
pues dice con cuerdo aviso

CRISTINA:

(Lee.)
«Llamó Dios a los que quiso
con clemencia gratuita
¿Gracia es? Luego bien se infiere
que en el mérito no esté,
y que a quien quiere la dé,
porque quiere y cuando quiere;
y así en su piedad espere
que dármela a mí querrá.
(Cierra el libro.)
Conque, dejándole allá,
sin que yo con Dios arguya,
que use de ella, pues es suya,
(Recuéstase sobre la mano.)
paso a pensar ¿qué será
sentir un auxilio cuando
Dios le envía? ¡Oh, si yo fuera
tan feliz que mereciera
(Durmiendo y despertando.)
mi discurso iluminando
ver algún rasgo, mostrando
cómo instruye y cómo advierte!

CRISTINA:

Pero, ¡qué letargo fuerte
me da cuando ver querría
de qué suerte Dios envía
un auxilio!

(Ábrese la nube y se ve en ella un ETÍOPE vestido de indio, ricamente aderezado, sentado en una peña leyendo en un libro.)
ETÍOPE:

De esta suerte
el día me ha de coger
y la noche me ha de hallar,
hasta que llegue a apurar,
hasta que llegue a saber,
a penetrar y entender
este lugar de Isaías.

CRISTINA:

(En sueños.)
Aparentes fantasías,
¿un etíope leyendo
me enseñáis? No, no os entiendo.

ETÍOPE:

Atiende a las voces mías,
Causa de Causas, y no
te niegues a mi deseo,
pues es justo. Esto que leo,
¿quién me lo explicará?

(Sale por detrás de la nube FELIPE, en lo alto, vestido de apóstol.)
FELIPE:

Yo,
pues a este fin me inspiró
Dios que a este lugar viniese.

ETÍOPE:

¿Quién eres, y quién es ese
Dios que te envía?

FELIPE:

Yo soy
Felipe, y el Dios que hoy
me trujo a que te instruyese,
el verdadero Mesías,
cuya doctrina aprendí;
qué quieres saber me di.

(Siéntase con él.)
ETÍOPE:

Este lugar de Isaías.

CRISTINA:

¿Maestro a quien estudia envías,
gran Dios?

FELIPE:

Ya el lugar espero
ver cuál es.

ETÍOPE:

Leértele quiero
por si de él me das indicio.
(Lee.)
«Como oveja al sacrificio,
como al esquilmo el cordero
fue llevado, sin abrir
la boca al menor balido
ni dar un solo gemido,
sabiendo que iba a morir
¿De qué profeta inferir
debo esto?

FELIPE:

Del Inmolado
Cordero Sacrificado,
para dar al mundo luz
en el ara de la cruz.

ETÍOPE:

¿Dónde está?

FELIPE:

Sacramentado
en el ara del altar.

ETÍOPE:

¿Como?

FELIPE:

Con Real Asistencia,
Presencia, Esencia y Potencia.

ETÍOPE:

Dime, ¿y podréle yo hallar?

FELIPE:

Sí.

ETÍOPE:

¿En qué parte o lugar?

(Levántase.)
FELIPE:

En aquella fuente, en cuanto,
pues no basta la del llanto,
vayas a ella, y yo te dé,
más industriado en la Fe,
agua de Espíritu Santo.
(A CRISTINA.)
Ven, y tú la dicha espera,
pues lees, y discursos haces
del eunuco de Candaces.

(Ciérrase la nube, y despierta CRISTINA.)
CRISTINA:

Oye, aguarda, no ligera
te devanezca la esfera
del aire o nube, que hermosa
tanto como misteriosa
vas desplegando a tu fin
entre rasgos de carmín
hojas de jazmín y rosa.
Mas, ¿con quién hablo? ¡Qué raro
sueño! Pero si me halló,
deseando saber yo,
qué es auxilio, ¿en qué reparo,
ni qué admiro? Pues es claro
que habiendo yo antes leído
esto en los libros, no ha sido
mucho, que en fe del empeño
con que me dormí, haya el sueño
de los auxilios traído
sombras a la fantasía,
y que ésta a otras se anticipe.

(Sale un SOLDADO.)
SOLDADO:

El católico Felipe
un embajador te envía.

CRISTINA:

Cuando estoy leyendo ¿es cuando
leyendo a un gentil atiendo?
Si discurro, ¿discurriendo?,
si pregunto, ¿preguntando?
Misterios voy cotejando,
y no el menor que a él y a mí
busque un Felipe, y pues vi
que a él luz sus auxilios den,
alma, ¡albricias! que también
hay Felipe para ti.
Decidle que entre.

(Salen el BRAZO SEGLAR con hábito de Santiago, el ECLESIÁSTICO, de español, también con un báculo de oliva, y en el remate, un escudo de las armas de Santo Domingo, y en medio de los dos, la RELIGIÓN.)
SEGLAR:

A tus reales
plantas (¡oh hermosa Cristina
cuyo nombre de cristiana
ni te niega ni te afirma!)
feliz un embajador
llega, en fe de quien le envía,
representando por él
aquí su persona misma.
El rey, pues, de la austrial parte,
estación del mediodía,
por ser la que con más luz
alumbra el Sol de Justicia,
de cuyos altos reflejos
tantos lustres participa,
que hasta ser cuarto y ser grande,
si no le iguala, le imita;
salud y gracia por mí
te da. Y aunque gracia diga,
y salud, no yerro, pues
esta carta lo confirma
de creencia. Y siendo así,
la consecuencia es precisa,
pues donde está la creencia,
la gracia y salud se cifran.
La paz contigo desea
cuyas condiciones libra
al pliego en que tú su buena
Fe verás, como la admitas.

CRISTINA:

Alzad del suelo, que ya
os entiendo, y recibida
la carta, con toda aquella
reverencia al dueño digna,
en mi cabeza la pongo.
(Besa la carta, y ve a la RELIGIÓN con algún espanto.)
¿Quién viene en vuestra familia?

SEGLAR:

A quien de parte de España
viene, y a quien acredita
la roja espada Diego
con su generosa insignia
por Brazo Seglar, de aquella
Fe que en la edad primitiva
de la Iglesia a España trujo,
¿quién queréis vos que le asista
si no es la Religión
Católica?

CRISTINA:

¿Qué os admira
no conocerla?

RELIGIÓN:

Aun por eso
solicitaron mis dichas
venir donde la mayor
es ser de vos conocida.
Y puesto que iguales corren
las dos paralelas líneas
de las dos luces, que hacen
lo real y la alegoría,
en la embajada de España
vengo oculta y escondida
a convidaros de parte
de la gran Sabiduría
a una cena que en su grande
hermosa fábrica rica
hace, para cuyas fiestas
todas las leyes convida
con el vino que mezcló
y el pan, que puso en la limpia
mesa, de quien testimonio
dará quien todos los signa.

(Señala al ECLESIÁSTICO.)
CRISTINA:

¿Quién sois?

ECLESIÁSTICO:

Quien por secretario
de aquesta embajada envía
la Sabiduría del rey
que más tu amistad estima.
En mi báculo esta cruz
(siendo su vara una oliva)
bien Eclesiástico Brazo
de su Fe me significa,
y su secretario, pues
de la legalidad mía
el poder confesarás
si tus secretos me fías.

CRISTINA:

¿Cómo os llamáis?

ECLESIÁSTICO:

Juan, que en esto
aun también corre el enigma
de ser Juan el secretario.

CRISTINA:

¿Y a mí esa Verdad Divina
para su fiesta me llama?

ECLESIÁSTICO:

Y ser fiesta lo acredita
la orden que traigo en el pecho.

CRISTINA:

¿Qué orden?

ECLESIÁSTICO:

Aunque no la diga,
baste saber.

CRISTINA:

¿Qué?

ECLESIÁSTICO:

Que es fiesta.

CRISTINA:

¿Cómo?

ECLESIÁSTICO:

Como es dominica.

CRISTINA:

También os entiendo a vos,
y para salir de cifras
de dos sombras a dos luces,
dígalo la carta misma.
(Lee.)
«Dame Vuestra Majestad
parte de cuánto la instan
doctos motivos a que
la Fe Católica admita.

CRISTINA:

Yo (de parte de Dios antes,
y después de parte mía),
la doy las gracias. Y puesto
que para que lo consiga
es fuerza que de su patria
salga, y del reino desista,
pues de declararse en él
sus repúblicas peligran,
y aunque su vida no tema,
es bien temer otras vidas,
lo que la puedo ofrecer
en toda mi monarquía
es el reino que en España
o Flandes, o Italia elija,
adonde la pareciere
que más a su gusto viva,
de que desde luego la hago
donación. Y si por dicha
cosas tan grandes, que no
suelen obrarse escondidas,
se saben, y su persona
de mis armas necesita,
aunque hoy dentro de mi casa
tantos contrarios me aflijan,
lo dejaré todo en manos
de Dios y con una pica,
cuando otros medios no hubiera,
fuera en persona a asistirla.

CRISTINA:

Felipe, su más afecto
servidor». ¡Oh carta digna
que en corazones, que son
más que los bronces, se imprima!
Ya con este aliento, ¿qué
esperan las ansias mías
que no se declaran? Pero,
su afecto el alma reprima
hasta mejor ocasión.
Tú, Católica divina
Religión, vuelve a esperarme;
no el ser aquí conocida
atrase nuestros intentos,
y di a esa Virtud invicta
que ya voy a su banquete,
y que ir tú delante indicia
el que yo a buscarte vaya.

CRISTINA:

([Al SEGLAR.])
Tú ve donde al Rey escribas
que su piedad y su celo,
su fe y su galantería
y su generosidad,
son hoy las que más animan
mi resolución, que presto
iré, no a que en sus provincias
ninguna me admita reina,
huéspeda basta me admita.
([Al ECLESIÁSTICO.])
Tú vuelve a verme después,
ya que este disfraz te libra
de ser conocido, donde
mis ceguedades antiguas
absuelvas con tus verdades,
pues el orden te acredita
que oculto traes, de que sabio
me iluminen tus noticias.

RELIGIÓN:

Contenta con esta nueva
vuelvo.

(Vase.)
SEGLAR:

Yo con esta dicha
felice voy.

(Vase.)
ECLESIÁSTICO:

Y yo ufano
de que en tan gran acción sirva.
(Vase.)

CRISTINA:

Ea, soberano auxilio,
dame tu luz, no se diga
que un etíope bozal,
eunuco de una etiopisa,
reina de Oriente, que quiso
saber, supo con más dicha
aprovecharse que yo,
y más teniendo a la mira
de un Felipe, otro. ¿Qué espera,
pues, mi voz que no publica
mi resolución a voces?
Mas segunda vez reprima
el afecto que me inflama
la vocación que me inspira,
hasta que, dando color
a causas que me motivan
para retirarme, el reino
renuncie en quien de justicia
natural toca; y nombrando
para mi albergue una isla,
la nave en que vaya tuerza
a sus guiñadas la vira
y en Alemania la proa
victoriosa y fugitiva,
surque católicos mares
tomando la travesía
por Flandes, después a Italia,
hasta llegar a la silla
donde me llama a su mesa
la Eterna Sabiduría;

CRISTINA:

que aunque el corazón España
con sus afectos me tira,
más me tira el corazón
la nueva Sión, que pisa
en vez de colunas siete,
de siete montes las cimas,
donde, la Fe protestando,
perdón a la Iglesia pida
al ver que la abjuración
con ella me reconcilia
cuando en su mesa…

(Sale la HEREJÍA, de gala.)
HEREJÍA:

¿Qué mesa?

CRISTINA:

¿Quién eres, oh tú que habitas
de mis retiros la estancia,
sin que antes licencia pidas?

HEREJÍA:

¿No me conoces?

CRISTINA:

No sé,
que titubeada la vista,
porque tu horrible semblante
la turba y la atemoriza,
aunque te ha visto otras veces
por ahora no determina
bien quién seas.

HEREJÍA:

No me espanto
que cuando ciega me miras,
no me conozcas, habiendo
vivido en tu compañía
tantos años.

CRISTINA:

Pues, ¿quién eres?
que aunque real te significas,
interior guerra en el pecho
mis sentidos amotina
después que te vi; las dudas
que en él padezco lo digan
revolviendo en mi memoria,
moviendo en mi fantasía
mal formado embrión de todos
los sucesos de mi vida.

HEREJÍA:

¿Qué mucho, si soy a quien
la heresis, (que el griego explica:
contrariedad de opiniones),
le dio el nombre de Herejía,
que civilmente interior
con tus afectos te embista?

CRISTINA:

Pues si eres de quien deseo
huir, ¡deténte, no me sigas!
Herejía Antes, porque huir deseas,
es tu rémora mi ira.
¿Dónde vas?

CRISTINA:

Soy convidada
a un real banquete.

HEREJÍA:

¿Y no miras
que pocos en fiesta empiezan
que no acaben en desdicha?

CRISTINA:

Engáñaste, que antes son
efectos de la alegría,
de la unión y de la paz.

HEREJÍA:

La experiencia te lo diga.
El primer convite fue
de una manzana nociva
que avenenada dejó
de Adán toda la familia.

CRISTINA:

Por eso resultó de él
que Cristo encarne en tan limpia
madre, y que de ese veneno
su sangre al mundo redima.

HEREJÍA:

Sobre los hijos de Job
un banquete fue la ruina.

CRISTINA:

Por eso, Dios su paciencia
premió con dobladas dichas.

HEREJÍA:

El convite de Jacob
del mayorazgo a Esaú priva.

CRISTINA:

Por eso Jacob fue dueño
de la Raquel más divina.

HEREJÍA:

Al pueblo previrtió el ciego
banquete de los moabitas.

CRISTINA:

Por eso el blanco maná
todo el mal sabor le quita.

HEREJÍA:

El convite de Absalón
fue de Amón el fratricida.

CRISTINA:

Por eso Salomón fue
quien a Dios templo fabrica.

HEREJÍA:

El repudio de Vastí
fue de Asuero en la comida.

CRISTINA:

Por eso le sucedió
que a la hermosa Ester elija.

HEREJÍA:

El banquete de Ester, luego
la horca para Amán aplica.

CRISTINA:

Por eso el cautivo pueblo
de sus rencores se libra.

HEREJÍA:

De Baltasar la cena hizo
que un dedo su muerte escriba.

CRISTINA:

Por eso Daniel, profeta
de Dios, quedó en más estima.

HEREJÍA:

Al Bautista dio la muerte
el convite de Herodías.

CRISTINA:

Por eso, canonizado
de mártir quedó el Bautista.

HEREJÍA:

La cena a que vas, costó
azotes, clavos y espinas.

CRISTINA:

Por eso resultó de ella
que en la pura, tersa y pía
mesa del pan a que voy,
Cristo triunfe, reine y viva.

HEREJÍA:

¿Qué importa, si es pan de muerte?

CRISTINA:

¿Qué importa, si es pan de vida?

HEREJÍA:

Por más que me digas sabia…

CRISTINA:

Por más que ciego me digas…

HEREJÍA:

En fin, ninguno hay sin pena.

CRISTINA:

En fin, ninguno hay sin dicha.

HEREJÍA:

Tú lo verás, cuando de una
corona desposeída,
su soledad toque al arma.

CRISTINA:

¿No sabré yo prevenirla,
lugar adónde ponerla,
en que me haga compañía
más que soledad?

HEREJÍA:

¿Adónde?

CRISTINA:

A las plantas de María,
si es tal mi dicha, que puerto
toma en Loreto mi dicha.

HEREJÍA:

Primero diré yo a voces
tu intento; mas ¿quién me priva
de aliento, y del pecho al labio
la respiración me quita?
¡Suecos nobles, nobles godos,
Cristina (¡ay de mí!), Cristina…!
Hablar no puedo.

CRISTINA:

¿Qué mucho
que quien la frente te pisa
para que no abras la boca
a morder, hablar te impida?

HEREJÍA:

¡Qué importa, que en vez de hablar
llore, en vez de alentar, gima,
si soy, aunque gima y llore,
aquella troncada hidra
sobre quien mortal veneno
en copa dorada brinda
la herejía a los mortales!
Y haré que esta copa mía
sobre la mesa se vierta,
manchando al mantel la riza
nieve de su puridad.

CRISTINA:

No podrás, que es infinita.

HEREJÍA:

Infinito es mi dolor.

CRISTINA:

Eterna es.

HEREJÍA:

También mi envidia.

CRISTINA:

Inmortal es.

HEREJÍA:

Y mi pena.

CRISTINA:

Durable es.

HEREJÍA:

Y mi desdicha.

CRISTINA:

Allá lo verán mis gozos.

HEREJÍA:

Y allá lo dirán mis iras.

(Vanse. Sale la SABIDURÍA.)
SABIDURÍA:

Aunque yo nada dudar
puedo, porque lo veo todo,
puedo, hablando humano modo,
ajustarme a preguntar,
bien como Dios, que sabía
donde Adán oculto estaba,
y en fe de que le buscaba,
«¿Dónde estás, Adán?» decía.
Así yo, en explicación
de un concepto, bien podré
a la Oración y a la Fe,
Penitencia y Religión
preguntar, pues con alado
espíritu han discurrido,
quién mi banquete ha admitido
y quién me le ha despreciado.
¡Ah de Asia, a quien nombre dan
de fértil por excelencia!
¿Cómo va de Penitencia?

(Sale la PENITENCIA, llorando.)
PENITENCIA:

Mis lágrimas lo dirán.

SABIDURÍA:

¿Llorando vuelves?

PENITENCIA:

Quien vuelve
no solamente admitida
pero tan mal respondida
de quien cruel se resuelve
a no escucharme jamás,
ciego en su primero abismo,
¿qué ha de hacer? El Judaísmo,
en fin, a quien parte das
de tus piedades, aunque
hoy mísero y fugitivo,
en el Asia más cautivo
que en Babilonia se ve,
pues sin casa, domicilio,
ni sinagoga, su estrago
llora vil, prófugo y vago,
desprecio hace de tu auxilio,
tanto, que de mí llamado,
sin llegar a conocerme
ni hablarme quiso ni verme.

SABIDURÍA:

¡Oh pueblo siempre obstinado!
Consuelo en tu error me dé
ver si otro mejor se aplica.
¡Ah de América la rica!
¿Cómo le va en ti a la Fe?

(Canta dentro la FE.)
FE:

(Dentro.)
¡Viva en la Gentilidad
la Fe victoriosa!

MÚSICOS:

¡Viva!
(Salen cantando la FE y el ETÍOPE.)
Pues es por la sinagoga
la heredera de la viña.
¡La Fe viva!
Pues es por la sinagoga
la heredera de la viña.

SABIDURÍA:

¿Cantando vienes, Fe hermosa?

FE:

Sí, pues traigo a quien deseas.

SABIDURÍA:

¿Qué hay de América?

ETÍOPE:

Que veas
cuán felizmente piadosa
tu Fe admite, pues te envía
para tu festividad
en mí a la Gentilidad,
convidada desde el día
que de Felipe ilustrada
a Etiopía se volvió
de donde después pasó
a América. Y porque nada
a su celo se anticipe,
para crédito de que
ya es vasalla de la Fe,
siendo su dueño Felipe,
viene a hallarse en tu banquete,
diciendo alegre y festiva

MÚSICOS:

¡La Fe viva!
pues es por la sinagoga
heredera de la viña.

SABIDURÍA:

Vengas muy enhorabuena.
Penitencia, la nupcial
ropa le da, pues leal
viene a sentarse en mi cena.
¡Ah del África arrogante!
Sepa como en tu región
su efecto hace mi Oración.

(Sale la ORACIÓN, llorando.)
ORACIÓN:

Dígatelo mi semblante,
que aunque lloroso, pudiera
ser feliz; no lo es ahora,
pues no fervoroso llora,
sino ofendido. Tan fiera
es la Secta a que me envías,
y tan de la parte están
hoy todos de su Alcorán,
que no oyen las voces mías.

SABIDURÍA:

¡Ah de Europa hermosa y bella!
¿Cómo en tu septentrión
lo pasa mi Religión
Católica? ¿Son en ella
oídos mis auxilios? ¡Di!
(Canta dentro voz triste.)
No.
(Canta dentro voz alegre.)
Sí.

SABIDURÍA:

Eso no entiendo yo.
Despreciáronlos?
(Canta dentro voz triste.)
Sí.
(Canta dentro voz alegre.)
No.

SABIDURÍA:

¿Admitiéronlos?
(Voz triste.)
No.
(Voz alegre.)
Sí.

SABIDURÍA:

¿Qué quieren a mis sentidos
decir el no y sí mezclados?

MÚSICOS:

Que son muchos los llamados,
y pocos los escogidos.

(Sale la RELIGIÓN.)
RELIGIÓN:

Y así de unos admitida,
y de otros despreciada,
bien que en una parte alegre,
vuelvo, Señora, a tus plantas.

SABIDURÍA:

¿Cómo?

RELIGIÓN:

Como ya Cristina
(tú lo dijiste) a quien falta
una letra para ser
perfectamente cristiana,
siendo Alfa la letra, viene,
buscando a Dios a buscarla.
En la embajada del Rey
del Héspero disfrazada,
me introduje entre los dos
brazos que tu ley ensalzan:
el Político Seglar,
que ciñe la roja espada,
y el Eclesiástico, que
empuña la oliva blanda.

RELIGIÓN:

Habléla, y admitió el convite,
y porque a buscarme salga
fuera de su patria, hube
de salir yo de su patria.
Ella, pues, sin mí y conmigo,
representando las causas
de la oposición que tiene,
por natural repugnancia
a casarse, dejó el reino,
y eligiendo para estancia
una isla con los dos
polos de la fe se embarca.
Apenas en alto mar
vio la nave, cuando manda
poner en cristianos puertos
la proa, con dicha tanta,
(mas, ¿qué mucho, si del austro
sus velas inspira el aura?)
que con favorable rumbo
tomó puerto en Alemania.

RELIGIÓN:

Dejo de contar aquí
por extenso sus jornadas,
que habiendo de quedar corta,
no es bien que parezca larga,
y a Inspurg voy, del Archiduque
de Tirol, corte. Bastaba
ser para admitirla en ella,
católico ramo de Austria.
Aquí con solemne pompa
(ya la máscara quitada
al Eclesiástico Brazo,
con el hábito y la capa
que del mastín de la Iglesia
son colores negra y blanca).

RELIGIÓN:

Misa oyó en público, y luego
la fe protestando, pasa
de Flandes a los confines
y tocando los de Italia,
la corona que traía
de diamantes, reservada
para este fin, en Loreto
puso de María a las plantas.
Y aunque desde aquí quisiera
ir al cariño de España
a quien debió los alientos,
en fe de sus confianzas,
por hallarse en tu convite
viene primero a tu casa,
(¡oh eterna Sabiduría!)
viendo que sus torres altas
de los siete sacramentos
en las colunas descansan,
donde más públicamente
la fe protestar aguarda,
cuyo gran recibimiento
representado en la clara
luz alegórica, el mundo
en sombras verá…

SABIDURÍA:

Te engañas,
que si es la Sabiduría
Cristo, y vice-Cristo el Papa,
luces verá, que no sombras,
pues sale él como yo salga.
Y así la carroza mía
(de quien allá David habla,
cuando dice, que es Selmón
monte donde Dios descansa;
en ella le vio aquel día,
que lleno de fiesta y gala,
multiplicados querubes

SABIDURÍA:

«¡Santo!» al estribo le cantan)
para que a mis montes llegue,
al punto por ella vayan,
que yo en el carro triunfal,
que es escabel de sus plantas,
saldré a recibirla. En tanto,
vosotras, para que haya
más fiesta en mi mesa, viendo
cuando una reina la gana
que un esclavo no la pierde,
y que es igual la vianda
al rico y al pobre, ya que
Sinagoga y Secta faltan,
convidad por los caminos
cuantos peregrinos pasan.
Y tú, Penitencia, a todos
como aquí llegando vayan,
ve dando nupciales ropas,
porque no ha de haber sentada
persona a mi mesa que
cándida veste no traiga.

FE:

Todas te obedeceremos.

SABIDURÍA:

Pues para más alabanza
de una constante mujer,
ya que a mí un lugar me ensalza
de los Proverbios, a ella
otro ensalce. Vuestras altas
voces traduzcan aquel
que preguntando, repara
«¿Quién hallará mujer fuerte?»

(Vase.)
RELIGIÓN:

Haremos lo que nos mandas.

(Vanse.)
PENITENCIA:

Y yo de gala hoy a todos
vestiré, y así tú, sabia
Gentilidad, que estudiaste
en la Causa de las Causas
la mejor filosofía,
ven por la tuya.

(Sale la HEREJÍA, de peregrino.)
ETÍOPE:

Repara
en que un peregrino llega,
por si también has de darla,
que se venga con nosotros.

PENITENCIA:

Por delante de mí pasa
sin hacer caso de mí;
no me busca. ¡Ven! ¿Qué aguardas?

ETÍOPE:

Pues ¿cómo aquí te le dejas?

PENITENCIA:

¿Por qué el dejármele extrañas?

ETÍOPE:

Que no se siente a la mesa
(supuesto que del Alcázar
ha pasado los umbrales),
sin la vestidura blanca.

PENITENCIA:

A quien no llega a pedirla,
mal la Penitencia darla
puede.

ETÍOPE:

¿Y si te engaña?

PENITENCIA:

A mí
no puede engañarme en nada,
porque el que sin Penitencia
se sienta a esta mesa es clara
cosa que no engaña a otro
porque a sí solo se engaña.

(Vanse los dos.)
HEREJÍA:

Fortuna, ya que dos veces
peregrino, mis desgracias
de mar y tierra me traen
derrotado a estas montañas,
sea para dar alguna
siquiera alivio a mis ansias.

HEREJÍA:

Mas, ¡ay, infeliz! ¿Qué alivio
pueden ya tener mis ansias,
si esperanza de tenerle
aún no tiene mi esperanza?
Si ya no es (pues las Virtudes
a los pasajeros llaman)
hipócritamente entre ellos
introducir mi venganza,
profanando de esta mesa
la prevenida vianda,
cuando en desprecio del pan
y el vino llegue a robarla,
sacrílegamente osado,
no más que por ultrajarla,
que no será la primera
vez que vean sus sagradas
reliquias, para este fin,
que de sus custodias faltan.

HEREJÍA:

Mas, ¡ay, infelice, otra
y otras mil veces! que aunque haya
de robarlas mi osadía,
no es más lo que de ellos saca
que despertarles la Fe
en su mayor alabanza.
(Las chirimías.)
Y más día que ya a vista
de este soberano alcázar
la Alegoría y la Historia
tan una de otra se enlazan,
que en metáfora Cristina
llega ya de convidada
al prevenido banquete
donde la mesa la aguarda.

HEREJÍA:

En la carroza (¡ay de mí!)
viene de quien David habla,
a tiempo que en el triunfal
plaustro que Isaías señala,
la eterna Sabiduría,
en sus sienes la tiara,
en metáfora también
del vice-Dios, va a buscarla,
de una parte acompañando
al triunfo, oliva y espada,
dando a entender como viene
a la protección de España,
y de otra, las Virtudes
porque lugar a lugar
y Gentilidad, con blancas
túnicas todas y todos,
diciendo entre voces varias,
de los Proverbios se añada:
(Una voz.)
«¿Quién hallará mujer fuerte?»

TODOS Y MÚSICOS:

Quien advierte
que hay quien noblemente pía
tantas dichas se previene,
que de los fines más últimos viene
buscando feliz a la Sabiduría.

(Suenan las chirimías y dan vueltas a un tiempo los dos carros; en el uno viene la SABIDURÍA con tiara, manto imperial, y la cruz de tres cruces en la mano; y en el otro, CRISTINA, con corona de laurel y manto imperial. Del primer carro salen las VIRTUDES y la GENTILIDAD, todos con túnicas de velillos blancos y flores de nácar; y del segundo, el BRAZO SEGLAR, con el estoque al hombro. Y el ECLESIÁSTICO, con vestido blanco y manto negro y la oliva levantada. Dan vuelta, y parando los carros, representan.)
CRISTINA:

¡Salve, Alcázar de Dios! ¡Salve triunfante
Fábrica Militante
que para sí la gran Sabiduría
labró desde el primer día sin día!
Salve otra vez, y admite
a la unión de tu espléndido convite
un afecto que impulsos celestiales,
no sin auxilio, traen a tus umbrales,
diciendo al verte

MÚSICOS:

¿Quién hallará mujer fuerte?

SABIDURÍA:

¡Salve, Reina feliz! que coronada
del vencedor laurel, serlo blasonas,
tanto que apenas de una despojada
te ves, cuando con tres tu triunfo abonas,
pues reina y fiel y sabia te coronas.
¡Salve, otra vez! y venturosa vengas,
donde en mi gremio tu hospedaje tengas
diciendo al verte

MÚSICOS:

¿Quién hallará mujer fuerte?

CRISTINA:

¡Oh tú, Esposa Divina
del más amante Esposo!

(Bajando las dos de los carros.)
SABIDURÍA:

¡Oh tú, del más dichoso,
huéspeda peregrina!

CRISTINA:

Felice quien camina
al puerto de tus plantas.

SABIDURÍA:

Felice quien de tantas
dichas, bella Cristina,
cumplidos ve los plazos.

(En el tablado, besa el suelo, y abrázanse.)
CRISTINA:

Dame a besar el pie.

SABIDURÍA:

Llega a mis brazos...

CRISTINA:

Diciendo al adorarte...

SABIDURÍA:

Diciendo al conocerte...

MÚSICOS:

¿Quién hallará mujer fuerte?
Quien advierte
que hay quien noblemente pía
tantas dichas se previene,
que de los fines más últimos viene
buscando feliz a la Sabiduría.

FE:

¡Qué dicha!

SEGLAR:

¡Qué ventura!

RELIGIÓN:

¡Qué contento!

ECLESIÁSTICO:

¡Qué amor!

PENITENCIA:

¡Qué paz!

GENTILIDAD:

¡Qué gozo!

HEREJÍA:

¡Qué tormento!

SABIDURÍA:

Mucho es mi gozo.

CRISTINA:

Aunque mi dicha es mucha,
puedo hacerla mayor.

SABIDURÍA:

Di, ¿cómo?

CRISTINA:

Escucha.
Yo, Cristina Adolfo, Reina
de Suecia y Gocia, rama
de aquel generoso tronco
que siglos y edades largas
dio tantos héroes al mundo,
y tantos reyes a España,
cuyas cenizas conservan
hasta hoy Recisundo y Vamba,
yo, Cristina Adolfo, que
delincuente voluntaria
presente parezco ante
tu justicia soberana,
para sentarme más digna
a tu mesa con la blanca
veste que la Penitencia
para mi persona guarda:
primeramente delato
de mí misma, en confianza
de que tu misericordia
piadosamente me valga,

CRISTINA:

y confieso convencida
en la criminal probanza
que el fiscal de mi conciencia
conclusa tiene en mi causa,
que es verdad que, miserable,
incurrí con ignorancia
en el heredado error
de Lutero, cuya falsa
doctrina seguí los años
de mi edad, y dando gracias
al cielo de que me diese
la luz verdadera y clara
de su Religión, que es
la Católica Romana,
abjuro, anatematizo,
y detesto mi pasada
vida y religión, jurando
vehementemente dejarla;

CRISTINA:

y no sólo no volver
a sus ceguedades vanas
en público ni en secreto,
mas, sometida a la Sacra
Sede Apostólica, y
a la severidad sacra
de sus cánones, segunda
y tercera vez postrada,
abjuro, anatematizo
y detesto sus instancias
en obediencia del que hoy
ciñe la sacra tiara,
y adelante la ciñere,
a cuyas piadosas plantas
desde ahora para entonces
pido con vida y con alma
saludable medicina,
con absolución de cuantas
culpas tuve, en especial
de aquella de que acusada
más vehementemente estoy,

CRISTINA:

pues como sacramentaria
hereje formal, confieso
el haber negado, ingrata,
a tan alto beneficio
de Dios, a merced tan alta,
la Real Asistencia que
tiene en la pura, la blanca
hostia del altar, adonde
en virtud de las palabras,
real y verdaderamente
le creo en cuerpo y en alma,
bien como en alma y en cuerpo
está en el cielo, dejadas
las especies en el pan
y huida del pan la substancia,
siendo carne y sangre, en cuyo
gran sacramento se engañan
tacto, vista, olfato y gusto,

CRISTINA:

y sólo el oído halla
la verdad por el oído
cautivo (a la Fe las gracias)
el entendimiento, cuya
potencia, bien que sea esclava,
religiosamente libre
y libremente espontánea,
a las llaves de la Iglesia
sujeta hoy, como vasalla
de su imperio, la que ayer
era reina de su patria.

(Envaina la espada el BRAZO SEGLAR; la SABIDURÍA toma la oliva y la toca con ella.)
SABIDURÍA:

Ya con esa abjuración
que entre la oliva y la espada
has hecho, la paz te toque,
pues la justicia se envaina.

SEGLAR

Por España nos tocó
el venir a acompañarla.

ECLESIÁSTICO:

Y bien se ve, pues no pudo
darla otro reino estas armas.

HEREJÍA:

Con la vara la ha tocado
en el hombro: ¡Oh ira! ¡Oh rabia!
¿Cómo sufres verla absuelta
con Penitencia tan blanda?

CRISTINA:

Sujeta al piadoso golpe,
otra vez beso tus plantas
y te pido que confirmes
la protestación pasada.

SABIDURÍA:

En la confesión que has hecho,
yo te confirmo; levanta.

HEREJÍA:

Cariñosamente puesta
la mano (¡ay de mí) en la cara,
la llega al pecho porque
no falte esa circunstancia,
cuando no sólo la deja
absuelta, mas confirmada.

SABIDURÍA:

Penitencia la nupcial
ropa la trae, y a adornarla
lleguen todas las Virtudes.

(Saca la túnica blanca la PENITENCIA.)
FE:

La fe pone al Sol el alba.

(Pónesela la FE.)
PENITENCIA:

La Penitencia la ciñe.

(Cíñesela.)
ORACIÓN:

La Oración la da la Gracia.
(Compónesela.)

RELIGIÓN:

Y la Religión la lleva
a la mesa que la aguarda.

SABIDURÍA:

Ven, Gentilidad también,
y vosotras; pues sentadas
las Virtudes han de estar
para esta cena, entre ambas.

ETÍOPE:

Gentilidad y Herejía,
si llegas a ver con cuánta
piedad te admite la Iglesia
siempre que llegas, ¿qué aguardas?

CRISTINA:

¡Qué felicidad!

HEREJÍA:

¡Qué ira!

SABIDURÍA:

Todas id a acompañarla.

RELIGIÓN:

Todas iremos, señora,
cantando tus alabanzas.

SABIDURÍA:

Cantad hoy las de Cristina,
que son las que más me ensalzan.

TODOS:

¿Quién hallará mujer fuerte?
Quien advierte
que hay quien noblemente pía
tantas dichas se previene
que de los fines más últimos viene
buscando feliz a la Sabiduría.

(Éntranse con majestad al carro de la mesa.)
HEREJÍA:

Que de lo oculto la Iglesia
no juzga, fue la palabra
primera que la oí. Y pues
lo que mi pecho recata
no juzga bien, entre todos
me mezcle esta confianza
para llegar a la mesa
a profanar sus viandas.
(Vase con ellos.)

ECLESIÁSTICO:

Feliz es para los dos
el día.

SEGLAR:

Y para ti, que alcanzas
todos los misterios, más.

ECLESIÁSTICO:

¿Pues cuál de entender te falta?

SEGLAR:

Seglar Brazo soy, y así
disculpa mis ignorancias.
¿Cómo la Sabiduría
aquí es la de la tiara?

ECLESIÁSTICO:

Como a Cristo representa
dondequiera que se halla,
porque él la Sabiduría
es, y así evidencia es clara
que si el mismo Cristo es ella,
y es el vice-Cristo el Papa,
que ella en esta alegoría
entrambos papeles haga.

SEGLAR:

Y ¿el confirmarla, que ha sido,
primero que bautizarla?

ECLESIÁSTICO:

A no estarlo ya, no fuera
hereje sino pagana,
porque el hereje es un nervio
cancerado que se aparta
porque el cuerpo no inficione,
pero no porque no haya
recibido en el bautismo
el sacramento.

SEGLAR:

Oye, aguarda;
si el sacramento recibe,
la Gracia de él, ¿cómo falta?

ECLESIÁSTICO:

Como Sacramento es una
cosa, y otra…

SEGLAR:

Di, ¿qué aguardas?

ECLESIÁSTICO:

La Gracia del sacramento
bien como, si uno llegara
a comulgar en pecado,
pues comulgado quedara
sacramentalmente, pero
en culpa; conque alcanzara
el sacramento, mas no
del sacramento la Gracia.
Y esto mismo es el bautismo.

SEGLAR:

Prosiguiera en tu enseñanza
si la música y la mesa
la atención no arrebataran
a mis sentidos.

ECLESIÁSTICO:

Atiende, escuchemos lo que cantan.

(Chirimías. Ábrese el carro de la mesa, sentadas en la frente la SABIDURÍA y CRISTINA. Luego, a un lado y a otro, las VIRTUDES y los últimos, de una parte la GENTILIDAD, de otra la HEREJÍA; ha de haber en medio de la mesa un cordero.)
VOZ:

Pan del cielo preveniste.

TODOS:

¡Alegría!

VOZ:

¡Oh eterna Sabiduría,
en cuya Fe al hombre diste
todo el consuelo en un día!

TODOS:

¡Alegría!

SABIDURÍA:

Este es de Abel el Cordero,
ofrecido en la pasada
ley natural, y en la escrita,
el legal que se cenaba
allá en el parascevé
con las lechugas amargas
de la Penitencia; pero
ahora en la Ley de Gracia
es el que sacramentado
está en tersa forma blanca.

(Vuelve el Cordero, y se ve el sacramento.)
TODOS:

A tan alto sacramento
venere el mundo rendido,
y el antiguo documento
ceda al Nuevo Testamento,
supliendo la Fe al sentido.

HEREJÍA:

Mientras su alabanza todos
tan alegremente cantan,
he de alcanzarle yo, haciendo
ultraje de la alabanza.

VOZ:

Pan del cielo preveniste.

TODOS:

¡Alegría!

SABIDURÍA:

Esperad, no prosigáis;
¿quién es aquél, que con tanta
osadía, sin traer
la nupcial veste, adelanta
la mano al plato conmigo?

HEREJÍA:

¡Aliento y vida me faltan!

SABIDURÍA:

¿Quién eres?

HEREJÍA:

No sé quién soy.

CRISTINA:

Yo, como ladrón de casa
le conozco; la Herejía
sacramental es.

SABIDURÍA:

Levanta,
bárbaro, atrevido, loco,
de mi mesa.

ECLESIÁSTICO:

Espera, aguarda
que yo le levantaré,
pues las sacrílegas causas
tuyas me tocan. Di, ¿cómo
en esta mesa te hallas,
vil apóstata, sin que
te pongan miedo estas armas?

HEREJÍA:

Ya las conozco y las temo.

ECLESIÁSTICO:

¡Pues deja la mesa y baja
de ella despeñado!

HEREJÍA:

¿Dónde
voy a parar?

SEGLAR:

A mis plantas;
y pues al Brazo Seglar
del Eclesiástico pasas,
sin ensangrentar su oliva,
en ti teñiré mi espada.

HEREJÍA:

No me da la muerte ella
tanto, no, como mi rabia
al ver que cuando yo muero
queda Cristina sentada
con la gran Sabiduría
en compañía (¡qué ansia!)
de la Fe y la Religión
Católica, acompañada
de Oración y Penitencia
para que aquella vianda
del sacramento la entre
en mayor provecho. ¡Oh, abra
sus gargantas el abismo
y ocúlteme en sus entrañas
para que yo no lo vea!

CRISTINA:

Pues si ésa es su mayor saña,
para aumentársela, todos
proseguid sus alabanzas.

SABIDURÍA:

A cuyo compás, pues ya…

ECLESIÁSTICO:

Queda la virtud premiada…

FE:

Y castigado el delito…

SEGLAR:

Conque cumplido se halla…

RELIGIÓN:

El lugar de los Proverbios…

ETÍOPE:

Viendo entre dos luces claras…

ORACIÓN:

La Historia y la Alegoría…

PENITENCIA:

Digamos todas ufanas…

CRISTINA:

Después que hayamos pedido
el perdón de nuestras faltas…

TODOS:

A tan grande sacramento
venere el mundo rendido,
y el antiguo documento
ceda al Nuevo Testamento,
supliendo la Fe al sentido.

Si quid dictum contra fidem et bonos mores quasi non dictis et omnia sub correctione.

Don P. Calderón de la Barca.