La princesa doña Luz

​La princesa doña Luz​ de José Zorrilla

LEYENDA PRIMERA. edición de 1840-1841 de Cantos del Trovador

LA PRINCESA DOÑA LUZ. editar

I. LA VENTANA DE LA TORRE (entrega I) editar

Fria y lóbrega es la noche
A mas de húmeda y medrosa,
Que el pabellon de los cielos
Confusas nieblas embozan.
Se afana en vano la vista
Para registrar la sombra
Porque la menor distancia
Los objetos encapota.
Desiertas estan las calles,
Las puertas cerradas todas,
Las centinelas ocultas
Y bajo techo las rondas.
No hay una sola ventana
En donde aceche ó se esconda
Una doncella atrevida
Ni una madre recelosa.
Ni hay en reja ni en esquina
Galan que yerto se esponga
Las monótonas goteras
(12)
A contar una tras otra.
Que es asaz cruda la noche
Y el cierzo sutil que sopla
Deja las manos sin brios
Para asir de la tizona.
Solo en una torrecilla
Del alcazar donde moran
Los reyes, brilla una luz
Tras unos vidrios dudosa.
Tan débil y tan opaca
Que apenas no se coloran
Las ricas alegorias
Con que los vidrios se adornan.
Mas al exámen prolijo
De vista escudriñadora
Se alcanza que en este instante
Quien vive alli no reposa.
Pues aunque hay unas cortinas
Que las vidrieras entoldan,
Oscilan continuamente
Luces produciendo y sombras.
Y apelando á unos celillos
O á una recta y buena lógica
Pudiera darse en que hay dentro
Desvelada una persona,
Que sin descanso pasea
La estancia, y dando á la atmósfera
(15)
Movimiento, el de los lienzos
Con cada paso ocasiona.
La verdad es que alli dentro
Está pasando á estas horas
Una escena que sin duda
Mucho saber nos importa;
Si no por lo que interese
A quien esto lea ú oiga,
Por nuestra naturaleza
Entremetida y curiosa.

En un sillon de dos brazos,
La faz y la vista torva
Descolorido el semblante
Y entre ofendida y llorosa
(Aunque en nudos de respeto
Aprisionada la boca)
La princesa doña Luz,
Con su silencio razona.
Y su apostura modesta,
Y su calma magestuosa
Por su causa buena ó mala
Imperiosamente abogan.
El rey Egica su tio
Sin disimular su cólera,
Mide sin compas ante ella
A largos pasos la alfombra.
Y su barba mal peinada,
(14)
Sus cejas negras, cerdosas,
Sus lábios trémulos, pálidos,
Y la aspiracion que sorda
Del aire que le circunda
Tan dificilmente toma,
Le semejan á una fiera
Cuanto enjaulada rabiosa.
Paróse en medio la estancia
Por fin, y en su encantadora
Sobrina puso los ojos
Dó la rábia se le asoma;
Y él altivo y ella humilde,
El feroz, ella medrosa
Bien comparárseles puede
Al milano y la paloma.
Por último el rey la dijo,
Con voz destemplada y cóncaba:
---¿Conque ello es que lo desprecias
Mozuela atrevida y loca?
¿Con que tienes en tan poco
Mi cariño y mi persona
Cuya dueña hacerte quise
Por hacerte venturosa?---
A cuyas palabras necias
Insolentes é injuriosas
Subió al rostro de la infanta
Todo el carmin de la honra,
(15)
---Mirad lo que hablais, repuso,
Que una sangre nos es propia,
Y aqui somos dos mugeres
Y no hay mas que una corona.
Para dama, no he nacido,
Si vuestra intencion es otra
Ventura y razon os faltan
Y resolucion me sobra.
---Y amor en otro parece...
---Eso, tio, no os importa,
Basta que no os quiera á vos
Para lo que á entrambos toca.
---Pues probaremos entrambos
Nuestra fortuna, señora,
Y si hay galan de por medio
Cuidad bien que no os le coja,
Porque ya sabeis que hay leyes
Que queman á las sin honra,
Y que es sentencia que dada
Ni el mismo rey la revoca.

Y esto hablando el rey Egica
En el manto se reboza
Y dando un fuerte portazo
Dejó á la princesa á solas.

Corrió á la puerta el cerrojo
Doña Luz, y en su congoja
Soltó las riendas al llanto
Que á sus párpados se agolpa.
Llenó el aire de suspiros,
Se mesó la faz hermosa,
Y la belleza maldijo
Que con pesares la agobia.
Destrenzóse los cabellos
Arrojó al suelo la toca,
Pisó los ricos collares,
Y renegó de las joyas,
Y renegó de la sangre
Heredada, régia, y goda
Que á ocultar tenaz la obliga
Su inspiracion amorosa:
Y desesperada al cabo
Dirigióse hácia la alcoba
Sin dar aviso á sus damas
Que la desciñan las ropas.
(17)
Las lágrimas á los ojos
Mas que nunca abrasadoras,
Mas triste que nunca estuvo
LLena de negras memorias,
Iba á soplar en la lámpara
Soledad ansiando y sombra,
Cuando á una puerta escusada
Sonó señal cautelosa.
---¡Luz mia! dijeron, ¡Luz
De mi esperanza! ¿estás sola?
E introduciendo una llave
Se abrió la puerta en dos hojas.
---«¡Amor mio! esclamó el mozo.
---¿Eres tú? dijo la hermosa,
Y se tendieron los brazos,
Y se besaron las bocas.
---¿Tú has llorado, Luz?
                      ---Y mucho.
---¿Pues hay razon?
                  ---Poderosa!
---¡Por Dios, alma de mi alma,
Que me digas quien te enoja!
---Está lejos de tu alcance.
---¿Lejos? ¡por Nuestra Señora
Que como espectro no sea
Ha de pesarle su obra!
(18)
Dime su nombre.
            ---Mi tio.
---Tu tio! Luz, estás loca!
---Mi tio, el rey.
              ---¡Por san Pablo!
Jamas pensara tal cosa,
¡El, que tanto te queria!
---Esa es mi desdicha toda
Que hoy de mi amor se consume
En la hoguera licenciosa.
---Eso mas?
          ---Vino á mi estancia
De noche, solo, á deshora,
Besó mis plantas de hinojos
Y con palabras fogosas
Me vino á decir las ansias
Que su corazon devoran.
---¿Y tú, Luz?
             ---Yo le he tirado
A la cara su corona.
Yo te amo y nunca tu imágen
Del corazon se me borra.

Y á las caricias tornaron,
Y á las confianzas propias,
De quien idólatra encuentra
Siempre firme á quien adora.
---Mira, Luz, (dijo el mancebo)
(19)
Nuestras visitas se acortan
Cada dia, y mas difíciles
Me van siendo y mas penosas.
Hay ojos que nos escuchan,
Y envidiosos que me rondan,
Y se aportilla tu honor,
Y mi dicha se malogra,
¿Quieres otorgarme un bien?
---Un bien? tú mismo le toma,
Que puedo negarte yó?
¿Cuál es?
        ---Que seas mi esposa.
---¿Y el rey?
            ---¿Qué pueden los hombres
Contra la ley protectora
De el cielo que nos escucha
Y por nosotros aboga?
Ven, ante esta santa imágen
De la Concepcion te postra,
Y júrame que eres mia.
---Sí que lo juro, y gustosa
Te doy mi vida y mi alma
Que lejos de tí me estorban.
---Y yo te juro amor mio
Ante esa virgen piadosa
Ser tuyo aunque á nuestro amor
El universo se oponga.

(20)
Y una y otra vez juraron
Asi de hinojos, y á solas
Adorarse hasta la muerte
Como esposo y como esposa.

Crecia en tanto la lluvia,
Y con furia asoladora
Cruzaba el viento bramando
Entre las almenas góticas.
Estrellábanse en los vidrios
Las arrebatadas gotas,
Y en el nocturno silencio
De aquella tiniebla lóbrega,
Duraba en la torrecilla
Donde la princesa mora
Aquella luz que brillaba
Tras de los vidrios dudosa.
Mas ya no es interrumpido
Su reflejo por la sombra
De las cortinas movidas
Al paso de una persona.
Todo permanece quieto,
Tranquilo está todo ahora
y es claro que quien la habita
O vive ausente, ó reposa.
Y allá mas tarde calmada
La tormenta, y ya la aurora
(21)
Vecina al nublado oriente
Se apagó la misteriosa
Luz, y por postigo oculto
Con precaucion previsora
Bajó á la puente de Alcántara
Un bulto de humana forma.

Pasó la siguiente noche,
Y pasaron otra y otras,
Y siempre ardia la luz
Hasta el alba, en cuya hora
Bajaba á la puente misma
La misma figura lóbrega,
Embozada, solitaria,
Recatada y recelosa.

Y asi se fueron pasando
Noches tras noches, y en todas
Al apagarse la luz
Aparecia la sombra.
Y allá á lo lejos se via
Por la ribera arenosa
Huir un hombre al escape
De un potro negro que monta.

II. AVENTURAS Y DESVENTURAS. editar

 
Mas dió el rey en sospechar,
Y doña Luz dió en finjir;
Ella empezó á no salir
Y el rey en la cuenta á dar.

Cerró la infanta su puerta
A sus damas y á su tio,
Achacando este desvio
A una enfermedad incierta.

Y pasó un mes y otro mes
Y seis, y segun parece
Doña Luz está en sus trece...
Mas el rey se está en sus tres.

Cada mañana subia
De la infanta al aposento,
Pero, siempre en el momento
En que doña Luz dormia.

(23)
Ya por la noche fatal,
Ya porque el mal la acosaba
Nunca para hablar estaba,
E iba adelante su mal.

Si el tio no satisfecho,
Llegaba hasta la cortina
De la alcoba, á su sobrina
Hallaba siempre en su lecho.

Los ajustados tapices
Indiscreto alzó una vez;
Y halló su pálida tez
Sin sus hermosos matices.

«Luego está enferma verdad!
Dijo, y mordióse los labios,
Añadiendo, mas hay sabios
Que vean su enfermedad.»

Y llamando á sus doctores
Visitarla les mandó.
Mas ella les regaló
Con los desaires mayores.

Decia su camarera,
Siempre: duerme, está en el baño,
Y no llegara en un año,
Dia en que los recibiera.

(24)
«La noche ha sido muy mala,
Yace en un sueño apacible,
Despertarla es imposible...»
Y ellos siempre en la antesala.

Y el rey con noticia tal
Zeloso de la princesa,
La dió iracundo por presa
En su misma estancia real.

Damas quitóla y donceles,
Y no escusando cautelas,
La señaló centinelas
Entre sus siervos mas fieles.

En emboscada los puso
A los pies de la escalera,
Muerte amagando á cualquiera
Que tapara algun abuso.

Nadie alli debia entrar
Ni salir noche ni dia,
Mas que Leonor que solía
A la infanta acompañar.

Mas ¡ay de quien cela necio
A dama que le aborrece!
Que mas el peligro crece
Cuanto á su engaño da precio.

(25)
Cuanto mas su empeño es
En dar tenaz con su objeto,
Mas de quien vela el secreto
Va creciendo el interes.

Y cuanto mas su tesoro
Guarda afanoso y avaro
Mas pronto, cuanto mas caro,
Se halla quien se venda al oro.

Andaba el celoso rey
Sin que le bastaran ojos,
Guardas doblando y cerrojos
Y amagando con la ley,

Resuelto á no perdonar
A quien despreció su amor,
Aunque otra mancha mayor
Hubiera de resultar.

Y juraba en su coraje
Que á hallar falta en la doncella
Habia de hacer en ella
Grave escarmiento y ultraje.

Y á caerle entre las manos
El galan (si al fin le hubiera)
Moririan en la hoguera
Como patanes villanos.

(26)
Y asi el tio en acechar
Y la sobrina en finjir,
Estan los dos en seguir
Hasta perder ó ganar.

Ella está en guardar su encierro,
El en doblar centinelas,
Ella en frustrar sus cautelas
Y el en preparar su entierro.

Y asi van y vienen dias,
Y asi amarrados al potro
Siguen la una y el otro
Con su mal y sus porfias.


Hasta que allá en una noche
Se oyeron sordas, confusas
Y sentidísimas quejas,
Que aunque escusarlas procura
Quien las exala, no puede
Del todo ahogarlas sin duda,
Y se le arrancan del pecho
Con desolacion profunda.
Ya eran ayes agudísimos
De quien con dolores lucha,
Ya tristísimos gemidos
De una muger moribunda.

(27)
Los que oidos por los guardias
Que á doña Luz aseguran
Interpretacion tomaron
De diversas conjeturas.
Dijeron unos que acaso
Por un gran crimen que oculta
La atormentan fieramente
Los incubos y las brujas.
Otros dijeron que el rey
Porque su aficion repulsa
Mandóla dar unas yerbas
Con que cayó en la locura.
Y algunos mas perspicaces
Que ambas cosas dificultan,
Que haya misterio sospechan
Y del misterio murmuran.
Asi pasó largo tiempo
De la media noche, á cuya
Hora cesaron de pronto
Aquellos ayes de angustia.
Y en las distintas creencias
De los crédulos que escuchan,
Los unos se condolieron
De la apenada hermosura,
Los otros de su accidente
Juzgaron menos la furia,
Y algunos se santiguaron
(28)
Creyendo en la sombra oscura
Sentir huyendo de espíritus
Densa y espantada turba,
Ante el poder de un conjuro
o al resplandor de la luna.
Mas brevemente olvidadas
Sus aprensiones nocturnas
Cayeron presa del sueño
Que las memorias sepulta.


La noche es mansa y tranquila
Y aunque la atmósfera enturbian
Algunas nubes errantes
Raras estrellas la alumbran.
Sopla revoltoso el cierzo
Y aunque tormentoso nunca
Segun por donde se arrastra
Silva, gime, brama, ó zumba.
Todo en Toledo reposa,
Y negra, apiñada y junta
Se vé la ciudad que á trechos
Ya se oscurece ó se alumbra,
Segun que los nubarrones
Por ante los astros cruzan.
Y allá por entre las peñas
(29)
Del valle opaco en la hondura
Se oye el ronco son del agua
Del Tajo que se derrumba,
Entre los rudos peñascos
Alzando hervorosa espuma.
¡Medrosos sitios son estos;
Medrosos por las figuras!
Informes que representan
Y por tradiciones muchas.
¡Misteriosos son aquellos
Peñascos y quebraduras,
Cuyos contornos se estienden
En irregulares curvas,
Y en la fantasia toman
Forma y variedad difusa,
Y vida en el miedo encuentran,
Y en las creencias se abultan.

Deslizándose en silencio
Por su superficie rústica
Viene á estas horas bajando
Una sombra lenta y muda.
Aparicion que nacida
En alguna grieta inmunda
Vaga de una en otra peña
Sobre el aura que la empuja.
Pálida ilusion diabólica
Inútil, perdida y única
(30)
Evocada en un conjuro
Pronunciado á la aventura.
Doliente imágen de alguno
Que mal hallado en su tumba
Viene á la orilla del agua
De sus recuerdos en busca.
Alma penada y maldita
Que por ignoradas culpas
Desorientada en la noche
El mundo á deshora cruza.
Pues ni se sienten sus pasos
Ni de su peligro cura,
Y ya resbala, ya salta,
Huye, aparece ó se ofusca.
Y ya pisa de las márgenes
La arena blanca y menuda,
Ya toca al agua, y parece
Que consigo misma lucha,
Y vuelve do quiera el rostro
Con miedo, y se ve que oculta
Incomprensible designio
Cuya ejecucion la angustia.
Al fin la luna amarilla
Rasgando las importunas
Nubes, de lleno en las rocas
Derramó su lumbre pura:
Y en este momento rápida
(31)
Con mano firme y segura
Lanzó la sombra un objeto
Que rompiendo el agua turbia
Sumióse por un instante
En la corriente profunda.
Quedó la vision un punto
Sobre la ribera húmeda
Inmóvil y confundida
Entre la sombra y la bruma,
Contemplando de las aguas
La superficie que arruga,
El vientecillo que corre
Llevando encontrada ruta.
Hasta que en medio del rio
Sobre el agua que le impulsa
Viendo el objeto, que espera
Que á la superficie suba,
Volvió á alejarse del rio
Por entre las peñas rudas
Tomando una áspera senda
Que los brezos dificultan.
Asi llegó á la muralla
Del real alcazar en cuya
Piedra hay abierto un postigo
Por resortes que le empujan,
Y al sumirse de la sombra
Por él la informe figura
(32)
A merced de una linterna
Que tras el postigo alumbra
Se dejó ver claramente
Aquella vision nocturna,
Que aunque enlutada y medrosa
Era una muger en suma.


Cuanto mas se recataba
Doña Luz y resistia,
Mas el rey se enfurecia
De ver que no la lograba.

Llevaban ambos su empeño
Con tan resuelto teson
Que ella seguia en prision
Y el rey de la torre dueño.

Por mas que madrugador
Llegaba todos los dias
A su puerta, en sus porfías
Nunca el rey iba mejor.

De verla no hallaba medio,
Por mas protestas que hacia
Doña Luz de él no admitia
Ni visita ni remedio.

Decia su camarera
Siempre «duerme.»--«Está en el baño.»
Y no llegara en un año
Dia en que le recibiera.

(34)
«La noche ha sido mala!...
La convulsion fue terrible...
Despertarla es imposible...»
Y el rey siempre en la antesala.

Hasta que ya enfurecido
Con desprecios tan tenaces
Juró de no hacer las paces
Ni darse nunca á partido.

Cesó pues en sus visitas,
Y cesando en su esperanza
Se dió á buscar su venganza
Por maneras inauditas.

Seguro que tal desden
Por otro se le causaba
Ya solamente trataba
De asegurarse por quien.

Y hasta juró en su coraje
Que al fin con culpa ó sin ella
Iba á hacer en la doncella
Grave escarmiento y ultraje.

Y á no dar en conclusion
Con el galan que tenia
En la hoguera moriria
La mitad de la nacion.

(35)
Y ciego y sin atender
A que era su sangre real
Citóla ante un tribunal
Como á una infame muger.
 
Y para injuria mayor
Pública haciendo su audiencia
Compró la torpe insolencia
De un villano acusador.

Llegó pues la hora fatal,
Mandaron á la princesa
Que bajara en faz de presa
A dar cuenta al tribunal.

Lloró, suplicó, rogó,
Resistió... mas todo en vano;
Delante el vulgo villano
A fuerza se presentó.

Y estaba la estancia llena
De vil y soez canalla
Que siempre deleites halla
En la pesadumbre agena.

Se hizo notar con malicia
De aquel juicio lo imparcial,
Pues hasta la sangre real
Se entregaba á la justicia.

(36)
Corria voz de que el rey
No hallaba paz ni consuelo
En lance tal, mas su celo
Por la justicia y la ley,

A su pesar le arrastraba
A no derogarla injusto,
Porque atendiendo á su gusto
La rectitud olvidaba.

Y el vulgo que tal oia
Engañado torpemente
La voz alzaba insolente
Y con descaro aplaudia.

Y oíanse carcajadas
Groseras, y dicharachos,
Y chanzas que entre borrachos
Aun fueran mal toleradas.

Que cuando pone sus ojos
La plebe en quien algo vale
Porque con ella se iguale
No escasea los sonrojos.

Y asi ni aun para consuelo
En tan injusto quebranto
Para que oculte su llanto
La permitieron un velo.

(37)
Descubierta estaba, sí,
Doña Luz y avergonzada,
¡Vergüenza centuplicada
Por ser ella y ser alli!

Su noble hermosura espuesta
Con vilipendio brutal
Al ojo y lengua carnal
De la turba deshonesta...

¡Ah! corramos mas atentos
Con su memoria nosotros
El velo que osaron otros
Negar á sus sufrimientos!

Corrámosle, que en verdad
Le necesita y bien doble
Para oir siendo tan noble
Cual la acusan sin piedad.

Llamado el acusador
Por los jueces, en voz alta
Demandó á doña Luz, falta
De aliento, en este tenor:

---«Yo, noble y page del rey
»Invoco aqui por tres veces
»Del rey mismo, de sus jueces,
»Y de su pueblo, la ley.

(38)
»Y ante ella, á esta dama acuso
»Por muger torpe y liviana
»Pues su amor vendió villana...
»Cuyas pruebas no reuso.

»Y asi en su justicia grande
»El Dios sumo á quien apelo
»Vea lo cierto en el cielo
»Y si no me lo demande.»

Calló aqui el mal caballero
Y al ver que en la turba inmensa
No hay quien salga á la defensa
Lo dieron por verdadero.

A doña Luz condenaron
A morir en una hoguera
Si desmentir no pudiera
Lo que alli la demandaron.

Entonces la hermosa dama
Mirándose sin amparo
Pensó en vender lo mas caro
Las pruebas contra su fama.

E hincando en tierra las dos
Rodillas, con voz doliente
Esclamó: «¡juro que miente
Y apelo al juicio de Dios!»

(39)
Reinó un silencio solemne
En la atenta muchedumbre;
Y el juez segun la costumbre,
«Si estaba firme y perenne

«Y confiaba en su causa.»
La preguntó á la princesa,
Cuya voluntad espresa,
Siguióse otra breve pausa.

Tras cuya seria consulta
Fijose un plazo de un mes
Atenidos á él despues
Todos sin otra resulta.

Admitio el acusador
El combate, si es que habia
Caballero que admitia
La lid del mantenedor,

Y tornaron otra vez
Cada cual con su esperanza
El rey á su ruin venganza,
Doña Luz á su estrechez.


Y pues que nadie nos corre
Y un mes tenemos de espacio
Dejémosle á él en Palacio
Y á doña Luz en su torre.

III. EL CABALLERO (entrega II) editar

Si por mi dichosa estrella,
Lector, te place mi historia,
Y hasta el fin quieres sabella,
Fuerza es que vengas tras ella
A pocas leguas de Coria.

Al cabo no es largo viage,
Ni habrá postas que pagar,
Ni que hacer grande equipage,
Y á mas te daré carruage,
Con que déjate llevar.

Pues te advierto ¡oh! complaciente
Lector (por si aun no lo sabe
Tu altitud), que á la presente
Los poetas somos gente
Muy cortesana y muy grave,

(44)
Que en este siglo sin valla
Machucho y conciliador,
Cualquier criticon nos halla
Tan buenos como el mejor
Que hoy anda entre la canalla.

Por cuya razon me atrevo,
Seas lector quien te fueres,
A proponerte de nuevo,
Que me acompañes, si quieres,
Que á mal lugar no te llevo.

Pues teniendo que tomar
Noticias de un caballero
Noble y valiente á la par,
Creo justo irle primero
Nosotros á visitar.

Asi, pues, por concedido,
Yo quedaré agradecido;
Tú sabrás toda mi historia;
Y yo alegre y tú servido,
Aqui paz y despues gloria.


Hay, si no me acuerdo mal,
Cerca ya de Portugal,
De lo mas noble de España
Villa antigua y principal
Que el Tajo revuelto baña.

Yace en su frondosa orilla,
Y al pie de un monte sentada,
La nobilísima villa,
Por las armas de Castilla
Defendida y almenada.

Y hoy aunque en menos grandeza,
En mas honra y mejor fama
Sustenta bien su nobleza,
Y con altiva fiereza
Aun Alcántara se llama.

Y allá en los años remotos
Por do mi leyenda marcha,
Diz que de sus anchos sotos
Por las zanjas y los cotos
Cubiertos de fria escarcha,

(46)
Corria al salir la aurora,
Sobre un potro cordovés
Un noble, con quien mal hora
Dió una cierva corredora,
Pero cansada de pies.

Íbase el buen caballero
Sobre las crines tendido
Recortándola un sendero,
Con un venablo de acero
A matarla apercibido;

Y huía desalentada
La cierva delante de él,
Sintiendo desesperada
La carrera aventajada
Del poderoso corcel.

Y ya olvidado el camino,
Sin ver si pierde ó si avanza,
Seguia huyendo sin tino,
Luchando sin esperanza
Contra su fiero destino,

Cuando á la fin de la vega
La triste sin poder mas
Al agua lanzóse ciega;
Y el hombre, que á tiempo llega,
Lanzóse al agua detrás.

(47)
Hendia el raudal rugiente
La cierva con fuerza estraña,
Y hendia el potro valiente
La arrebatada corriente
Trás la medrosa alimaña.

Mas ya la infeliz vencida
Del agua al impulso fiero,
Dejóse desfallecida,
Y al cabo rindió la vida
A manos del caballero.

El, viendo en su potro brio,
Asió de ella y remolcola,
Cuando por medio del rio
Vió que se avanzaba un lio
Arrastrado de ola en ola.

Un tronco acaso creyólo;
Y sin volverlo á mirar,
A la corriente dejólo;
Mas el hidalgo iba solo
Y oia cerca llorar.

Registra la faz inmensa
Del agua maravillado
Y que está soñando piensa;
Nada hay en su tabla estensa,
Y oye llorar á su lado.

(48)
Ya la ruin supersticion
Se le empezó á despertar,
Y empezó su corazon
A temer de la ocasion
Algun desdichado azar,

Cuando el descarriado objeto
Que sobre el agua venia,
Se atravesó y quedó quieto
Entre las bridas sujeto
Del potro que conducia.

Mil pensamientos perdidos
Le trajo el estraño encuentro,
Y mas cuando oyó gemidos
Cóncabos y comprimidos
En su misterioso centro.

No osaba mas que mirarle
Temeroso, y sin aliento
Para asirle ni dejarle,
Dejaba al potro arrastrarle
Sin resolucion ni intento.

Y asi á la par remolcados
Y al azar encadenados,
Dieron al par en la yerba
Por el caballo ayudados
Lio, cazador y cierva.

(49)
Y aqui oyendo sin cesar
Los mismos tiernos gemidos
Resolvióse el hombre á dar
Con la causa singular
Por quien eran producidos.

Del cuchillo pues asió,
Deshizo las ligaduras
Que por encima encontró,
Y cuanto eran reparó
Bien dispuestas y seguras.

Halló en un lienzo embreado
Cuidadosamente atado,
Y por un lado vencido
Con peso al lienzo cosido,
Un cajoncillo cerrado.

Encima de la cubierta
Con primoroso artificio
Y con resortes abierta,
Dejaba al aire un resquicio
Una pequeña compuerta.

Mas puesta con tal primor,
Que á la compresion menor
Que en sus dos lados obraba
Cerrábase, y recobraba
Despues su forma anterior.

(50)
Mas absorto cada vez
De abrirlo con avidez
El caballero, seguia
Cortando con rapidez
Cuantas ligaduras via.

Dió en un resorte por fin,
Saltó la tapa, y un niño
Topó como un serafin,
Mostrando origen no ruin
Sus vestiduras y aliño.

Ricos encajes traia
Y ricas prendas sobre él,
Y en terciopelos yacia,
Aunque asi espuesto venia
Sobre tan debil bajel.

Mas al verle lastimero
Gemir de frio y temblar,
Por el semblante severo
Dejó el noble caballero
Una lágrima rodar.

Y mientra en brazos le alzaba,
Y con afan le besaba,
Y con su aliento cansado
A su rostro delicado
Vida y calor procuraba,

(51)
En turba alegre y ligera
Bajaban por la ribera
Los cazadores veloces,
Con alaridos y voces
Acorralando una fiera.

Y escapando de sus hierros
El cerdoso javalí,
Cruzaba setos y cerros,
Hombres, caballos y perros
Llevándose tras de sí.

Y con los dientes agudos,
Para escapar mas veloz
Los jarales mas talludos
Y los brezos de mas nudos
Rompia el monstruo feroz.

Y ya los roncos alanos
A sus espaldas sentia
Cada punto mas cercanos,
Y un montero en cuyas manos
Tarde ó temprano daria;

Cuando por su buena suerte
Los vió el hidalgo bajar;
Y el son de su trompa fuerte
Paró la turba, y la muerte
Dejó su presa escapar.

(52)
Lanzóse al agua jadeando
La fiera, y los ojeadores
Los perros atraillando
Al rio fueron llegando
Detras de los cazadores.

Entonces el caballero
Volvió á su gente y la dijo:
«Volverme á Alcantara quiero,
»Dejad que ese monstruo fiero
»Viva en nombre de mi hijo.

»Y conducidle con tiento
»Que pues su buena fortuna
»Le trajo á mi amparamiento,
»Si tuvo mal nacimiento
»Tendrá al menos buena cuna,

»¡Sus, y á caballo! señores.»
Y el caballero montando
Obedecieron callando
Monteros y cazadores.


Era entonces como ahora
Harto dificil de hallar
Un caballero, sin tacha,
Llamado en justicia tal.
Y andaba la corte Goda
Tan corrompida en verdad,
Tan licenciosa y tan torpe,
Que no era el mejor lugar
Para hallarle, dado caso
De haber de él necesidad.
Lo que es á mi parecer
Prueba inconcusa y fatal
De que siempre fuimos unos,
Punto menos punto más.
Y esto por mas que se encomien
Las mejoras de la edad.
Pues aunque hay del rey Egica
Quien se empeña en elogiar
La religion y grandeza
(54)
Y prendas de ánimo real,
Yo confieso llanamente
Que por mas que ando tenaz
A caja de sus virtudes
No doy con una jamas.

El trató en honras y vidas,
Y fue magnanimidad
Con casadas y doncellas
Andar siempre liberal.
Casóse con Egilona
Matrona muy egemplar,
Pero exigente sin duda
Y malhumorada asaz:
Porque al cabo malamente
La tuvo que repudiar
Por ser muy parienta suya:
Impedimento legal
Encontrado á los dos años
Despues de matrimoniar.

Mas de hombres son los descuidos,
Y en habiendo voluntad
De corregirlos en tiempo
Se deben disimular.

Asi que el bueno del rey
Dió en amar la soledad
Y en andar triste y mohino;
Lo que me inclina á pensar

(55)
Que dió en hacer penitencia
Penado y contrito ya
De aquel matrimonio infando
Y escandaloso ademas.

Para este tan santo objeto,
Y para hacer olvidar
Murmuraciones del vulgo
Insolente y lenguaraz,
Tornóse ciego de amores
Por su sobrina carnal,
Que era la dama mas bella
Con que pudo el pobre dar.

Mas doña Luz espantada
De tamaña fealdad
Dió en resistir sus antojos,
Y su vergüenza fue tal,
Y tal su arrepentimiento,
Que en su profunda humildad
Encerróla en una torre
Suponiéndola un galan.

Mas dejemos noramala
Tan necio filosofar
Que no nos toca á nosotros
Tarea tan principal.
Y vamos con nuestra historia
Aunque por lo dicho atras
Verás lector, de este mundo

(56)
Lo que se puede esperar;
Y en corte tan corrompida
Cuanto es dificil verás
Que hallemos un caballero
Llamado en justicia tal.

Habíale sin embargo,
Pero harto de la ciudad,
Y de la corte (aunque oriundo
De cuna y sangre real)
Vivia consigo mismo
En apartado lugar
Con sus perros y sus potros
Sin boato mundanal.
Y por ocupar en algo
Vida tan sin vanidad,
A las fieras de sus bosques
Combatia sin cesar.

No era ni mozo, ni viejo,
Mas de alma y cuerpo cabal,
Justo, afable, comedido,
Recto, severo y veraz.
Usaba luenga la barba
Y bien peinada, lo cual
Daba á su noble figura
Respetable dignidad.
Y pródigo con los pobres,
Con sus amigos leal,

(57)
Piadoso sin finjimiento,
Modelo en la sobriedad,
Afable en el corregir,
Cariñoso en el tratar,
El primero en el egemplo
Y en virtud el principal,
Era el ídolo de Alcántara,
Dó el rey no podia enviar
Ley que no se consultara
Con su recta voluntad.

Tal era el buen caballero
Que pocos momentos há
Tras una medrosa cierva
Al Tajo lanzóse audaz.
Y tal quien al tierno infante
Abandonado al azar,
Acogió en su propia casa
Con cariño paternal.

El es quien solo en su cuarto
Cerrado por dentro está,
Sentado frente á una mesa
Con pensativo ademán.

Y grave asunto le debe
A estas horas ocupar
Porque ha tiempo yace inmóvil
Tendido en el espaldar
De un ancho sillon de brazos,

(58)
La cabeza echada atras,
Entrambas manos cruzadas
Y en silencio pertinaz.

Abierto tiene delante
Aquel cajon singular
Habilmente preparado,
Que mitad cuna, y mitad
Barco, condujo en su centro
Al desdichado rapaz.
Y vénse sobre la mesa
Derramadas á la par
Monedas y alhajas de oro
De valor muy especial.
Joyas y esquisitas prendas
Que atestiguándole estan,
Que al infante las destina
Quien quisiera darle mas.

De unas en otras los ojos
No cesaba de pasar
El caballero, abismado
En honda perplegidad,
Cuando tendiendo una mano
Por movimiento casual
La lleva al cajon y dentro
Con un pergamino dá.

Dice lo escrito en un lado
«Condúzcate Dios en paz

(59)
»Pedazo de mis entrañas
»Que no has merecido mal.
»Metido desde el nacer
»En aventuras estás.
»La infeliz que aqui te puso
»No fue por su voluntad,
»Llorando queda tu suerte...
»¿Cuando á verte volverá?»

Con cuyas tiernas palabras
Llenas de amor maternal
Se inclinó el buen caballero
Dos lágrimas á enjugar;
Y al volver el pergamino
Halló estas letras detrás.
«Quien tuviere la fortuna
»Tal tesoro de encontrar
»Guarde secreto y no tema
»Daño por ello jamas.
»Que es este niño olvidado
»Infante de origen tal
»Que puede á quien le sirviere
»Sobre gigantes alzar.»

Y aqui volviendo á la caja
El pergamino, leal
Don Godofredo á lo escrito
Tornó el cajon á cerrar
Diciendo:«Pobre inocente

(60)
»Sin padre no quedarás.
»Y pues tan noble es tu sangre
»Nada de hoy te faltará.
»Niño que sales al mundo
»En los brazos de un azar
»Encomendado á las aguas
»Sin saber á donde vás;
»Pues á los mios te trajo
»La divina voluntad,
»De cristiano ni de noble
»Nada menos has de echar.
»Tu nacimiento la iglesia
»Como es justo cantará,
»Hermosas y caballeros
»Te saldrán á acompañar,
»Y ya que callan tu origen
»Por infortunios quizá,
»Tu primer sueño seguro
»Arrullarán á compas
»Las trompas y las campanas
»Con alientos de metal.
»Pues ya que madre te falte,
»Mientras yo viva tendrás
»Un brazo que te defienda
»Y un labio que te dé paz.»
Y saliendo Godofredo
Sus criados á buscar

(61)
Mandó aprontar un banquete
Con regia suntuosidad.
Hizo invitar á los nobles,
Y mandó en la parroquial
Un espléndido bautizo
Al momento preparar;
Repartiendo entre los pobres
Grandemente liberal
Cuanto oro vino en la caja
Para asistir al rapaz.
Le hizo llamar don Pelayo,
Y celebró fiesta tal
Que no la hubiera tan grande
A ser su hijo en realidad.


Y hablábase todavía
Entre la gente de Alcántara
De esta grandeza estupenda
Que en Godofredo encomiaban,
Cuando despues del bautizo
Poco mas de una semana
El gozo del caballero
Mató una noticia infausta.

Estaban á el medio dia
Reunidos en la plaza
Los nobles y caballeros
Que con Godofredo tratan,
Dispuestos y apercibidos
Entre una inmensa canalla
De monteros y ojeadores
Para una famosa caza.
Dispúsola Godofredo
Con su pompa acostumbrada,
(63)
Y á ver los preparativos
El pueblo se despoblaba.
Al murmullo de la gente
Y al estruendo de las armas
Muchos caballos relinchan
Y muchos lebreles ladran.
Los que en la villa se quedan
Envidiando á los que marchan
De no ser de la partida
Se querellan ó se alaban.
Unos la poca destreza
De los ojeadores tachan,
Otros cuentan de los mismos
Lances que en proezas rayan.
Otros hallan de los perros
Algo cortas las amarras,
Y opinan que las traillas
Han de llegar muy cansadas.
Quien habla de un perro negro
Cual si de Alejandro hablara
Y dice que con él solo
Para una partida basta.
Quien apuesta en contra suya
Por una pareja blanca,
Y quien dice que no hay otros
Mejores en la comarca.
Y mientras, los caballeros
(64)
De mas brios é importancia
Con mucho calor disputan
De correrías pasadas.
Este acogotó seis ciervos
El solo en una mañana,
Aquel mató un jabalí
De doce arrobas y largas.
Aquel usa unos venablos
De tres pantas, que no faltan
Jamás al tiro, y de un golpe
Con la rés mas recia acaban.
Uno dá la preferencia
A una ponderosa lanza,
El otro en vez de puñal
Usa de tajante espada.
Unos gustan á pié firme
Ver la fiera y esperarla,
Otros juzgan mas alegre
Vencerla tras de cansada.
Y en tanto que los dichosos
Divierten con tales pláticas
El tiempo que ya impacientes
A don Godofredo aguardan,
Abiertos de par en par
Miradores y ventanas
Se gozan con la presencia
De las mas hermosas damas.
(65)
Y aqui se cruzan suspiros,
Y alli se truecan palabras,
Allá se quedan con miedo
Y acullá con esperanza
Reconoce una su lazo
Carmesí, y otra su banda,
Uno recuerda un cintillo
Y otro un cífra bordada.
Y el toque del mediodia
Empezaron las campanas
Cuando entró don Godofredo
A caballo por la plaza.

Rompió universal aplauso
Por la gente, y ya se daban
Besamanos á las bellas,
Y se rompia la marcha,
Cuando ágrio son de trompetas
Oyeron á sus espaldas.
Todos los pies se pararon,
Volvieron todar las caras
Y hubo un punto de silencio
En la turba aglomerada.
Y aun duraba su estrañeza,
Y su atencion aun duraba
Cuando se entró plaza adentro
Con un pregon un rey de armas.
Paróse en medio la turba
(66)
Al rey aclamó en voz alta,
Y quedaron las cabezas
Descubiertas y humilladas.
Y luego con voz solemne
Habló con estas palabras:
«La princesa doña Luz
»De incontinencia acusada
»Y condenada á la hoguera,
»En nombre de Dios reclama
»Como permiten las leyes
»Un caballero que salga
»Por su honor, si es que hay alguno
»Que admitiere la demanda.
»Un plazo de un mes y un dia
»Dió el rey por última gracia
»Siendo el primero que corre
»El que va de la semana.»
Y las frases de costumbre
Añadiendo, dió la espalda
A la multitud absorta
Y volvió á salir de Alcántara.

Quedó en silencio la gente
Que allá en su interior pesaba
La grandeza de un delito
Que á los príncipes alcanza.
Y con los ojos en tierra
Cada cual por sí evitaba
(67)
Del valiente Godofredo
Encontrar con las miradas.
Hasta que al fin viendo éste
Que no hay una sola lanza
Dispuesta á hacerse pedazos
En honor de la acusada,
Pidió en voz alta la suya,
Pajes tomó y gente de armas
Y dió la vuelta á Toledo
Descolorida la cara.

Pero ningun caballero
Salió tras él, que está clara
La voluntad de su rey,
Pues lo permite y lo manda.


IV. EL PLAZO. editar

¡Ay triste de quien llora
Y en soledad amarga
Los perezosos dias
Numera con afan,
Y puede solamente
De su existencia larga
Temer los venideros
Llorar los que se van!

(69)
¡Ay triste del que jóven
Y alegre todavia
Sus horas de ventura
Recuerda con dolor,
Y siente que aun adora
Su ardiente fantasia
La fugitiva sombra
De su perdido amor.


¡Ay de la esposa triste
Que del esposo lejos
Con tierna voz le llama
Y el á su voz no vá.
¡Ay si, de quien no tiene
Ni amigos ni consejos,
Y el plazo de sus dias
Determinado está!


(70)
¡Ay de la hermosa y noble
Cuanto infeliz princesa,
Que á los pintados vidrios
Sentada sin cesar,
Desesperada aguarda
De incertidumbres presa
La vuelta del que solo
La puede consolar.


En vano sus miradas
Por el camino tiende
Por donde puede acaso
Su rondador venir.
Y en vano nuevas suyas
Dar á su amor pretende
Si no las pueden ambos
Ni dar ni recibir.


(71)
¡Oh Zéfiros ligeros
Cuyo murmullo errante
Espira entre las hojas
Del árbol y la flor;
Vosotros que el espacio
Cruzais en un instante
Llevad al caballero
Las cuitas de su amor!


¡Palomas de los valles,
Que al pie de su ventana
Con vuestro blanco esposo
A reposar venís,
Doleos de la hermosa
Que morirá mañana
Si al valeroso amante
Su mal no le decís!


(72)
¡Espíritus sin cuerpo
Que en medio las tinieblas
Estremeceis el aura
Con misteriosa voz;
Contadle las que apiña
Desapiadadas nieblas
Sobre su triste vida
La tempestad veloz!


Volad hasta encontrarle,
Decidle quien le espera,
Que rasgue los hijares
De su leal corcel,
Y que se lance al brio
De su veloz carrera...
Mas ¡ay! que será tarde
Cuando llegueis á él.


(73)
Mañana no habrá tiempo,
Porque de plebe henchida
Del polvoroso circo
La redondez fatal,
En medio de la arena
Dará la dulce vida
La que desgarra el velo
De la lujuria real.


Mañana espira el plazo:
!Valientes caballeros,
Mañana es el combate
Y aun falta justador!
Jamas peor parecen
Que limpios los aceros,
Lidiad por la belleza,
Lidiad por el honor!


(74)
Mas ¡ay! que habeis nacido
De estirpe cortesana,
Y cortesanos torpes
De corazon servil,
Adorareis cobardes
La imagen soberana
Aunque los pies os ponga
Sobre la frente vil.


Lo sé: para vosotros
No hay honra ni grandeza
Que iguale á la sonrisa
O la amistad de un rey,
Y pues el rey condena
La dicha y la belleza,
Que espire bajo el peso
De la nefanda ley.


(75)
¡Traidores! como viles
Que al fin habeis nacido
La gloria vuestro nombre
Jamas recordará,
Y el harpa del poeta
Que os deja en el olvido
Primero que nombraros
Sus cuerdas romperá.


Mas quiero verlas rotas
Y rota mi garganta
Que nombres recordando
De gentes sin valor!
Mi voz no está vendida,
Y solamente canta
Los que valientes fueron
Con gloria y con honor.


(76)
¡Ay cuan en vano acechan
De doña Luz los ojos
Allá desde su torre
Por si venir le vé,
Pues de vosotros no halla
Quien calme sus enojos,
Ni quien la dé esperanza,
Ni proteccion la dé.


¡Ay de la esposa triste
Que del esposo lejos
Con tierna voz le llama
Y él á su voz no vá!
¡Ay si, de quien no tiene
Ni amigos ni consejos
Y el plazo de sus dias
Determinado está!



Brilló la fatal aurora
Limpia, apacible y serena,
Porque las penas del hombre
A los astros no interesan.
Brilló, y donde el plazo acaba
El juicio de Dios empieza,
Si es que Dios toma su parte
Donde hay injusticia y fuerza.

La muchedumbre se lanza
Precipitada en la vega,
Toledo en yermo se torna,
Y el ancho circo se llena.
Asi se lanza en el valle
Banda de buitres hambrienta
A cebarse sanguinaria
En la moribunda presa.
¿Qué importa que el condenado
Larga agonía padezca
Como en nombre de quien vence
La multitud se divierta?
¿Que importa que quien espire
(78)
Sea inocente ó no sea
Como con pompa concluya
Y en espectáculo muera?
¿Qué importa que los insultos
De mil insolentes lenguas
De oprobios colmen la víctima
Y centupliquen su pena,
Y que ella desesperada
En su venganza consienta
Y el alma ansiosa de sangre
Míseramente se pierda?
¡Qué importa, si la canalla
Diz que en su ejemplo escarmienta
Y amor cobra á la justicia,
Aunque viene á escarnecerla!
¡Pobres humanos! ¡Imbéciles
Hijos de la madre tierra
Cuando ostentais mas poder
Se vé mas vuestra miseria!
Leyes y penas hicisteis
De la virtud en defensa
Y cada pena tomais
En vez de escarmiento á fiesta.


Pero asi van de este mundo
Todas las cosas, revueltas,
Van todos á donde estorban
(79)
Y lo que les cumple dejan.
Que al cabo no es la canalla
Quien reparte las sentencias,
Y viene á ver como cumplen
Los condenados por ellas!
No es ella del fin del hombre
Quien ha de pedirle cuentas,
Y con descaro examina
Quien va sereno ó quien tiembla.
Vulgaridad insolente
E impia ademas de necia,
Pues quien á morir camina
Por Dios que no representa;
Que no hay en ello mas paso
De sátira ó de comedia
Que el perdon que él da á una turba
Que está para él sorda y ciega.
¡Acaso en el mundo luego
Doble su memoria queda,
Y unos por traidor le infaman,
Y otros por leal le aprecian...!
Pero tales son del mundo
Las ridículas quimeras,
Y acaso lo que hoy es culpa
Mañana mérito sea.

(80)
El sol se viene arrastrando
Su magnífica lumbrera,
Y ya á gran trecho del cielo
Avanza su luz espléndida.
La escarcha tornasolada
Se desvanece en la yerba,
Y en transparentes vapores
Huye á lo lejos la niebla.
Oyése el Tajo espumoso
Murmurar entre las peñas,
Con el canto de las aves
Que las orillas le pueblan,
Y que al son de su corriente
Desvanecidas se alegran,
Y le beben los cristales
Y le pican las arenas.
¡Hermosa está la mañana
Y está la naturaleza
En su claridad bañándose
Encantadora y risueña.
Suave y natural frescura
Perfuma el aire, y penetra
En el cerebro alejando
Meláncolicas ideas.
La vista cruza la atmósfera
Hasta una distancia inmensa
Por entre su velo diáfano
(81)
Perdiéndose sin violencia.
Y los objetos reciben
De la luz formas tan bellas,
Que enamoran los sentidos
Con mil ilusiones nuevas.
Un pajarillo volando
Si pasa rápido y cerca
Bajo sus alas tendidas
Mil tornasoles refleja:
Mil armonias silvestres
Del pico parlero suelta,
Y tras su rápida sombra
Ojos y oidos nos lleva.
Una triste florecilla
Que en los céspedes vegeta,
A la luz pura del alba
Ricos matices ostenta,
Y aroma grato despide,
Y jugo abundante deja,
Y el cáliz dó el semen guarda
Menudas hojas conservan.
Y si la flor por acaso
Crece en un áspera piedra
En un carcomido muro,
O de un tronco en una grieta
Y alli libre y encumbrada
Su forma al aura presenta
(82)
Y la estremece vagando
Sutil el aura y risueña...,
¡Oh! delicia de los ojos,
Dulce iman de las inciertas
Memorias mal adormidas
Nos encanta y enagena
La florecilla silvestre;
Y tanto bien nos recuerda
Que nos detiene á mirarla...
Y ¡qué embeleso se encuentra,
Que de ilusiones suavísimas,
Que de deleites en ella!
¿Cómo pensar en desastres,
Ni como tender tras verla
Los desencantados ojos
Por la ensangrentada arena?
Mas ¡ay! que ya por Toledo
Las roncas trompas resuenan
Y se oye son de caballos,
Y vivas, que la presencia
Anuncian del rey Egica,
Cuya venganza no alteran
Ni la beldad de la víctima,
Ni la crueldad de la pena.
Allá en el estenso circo
La muchedumbre que espera
A las ventanas se agolpa
(85)
Y se empuja y se atropella.
Los que no ven se encaraman,
Los oprimidos se quejan,
Los ventajosos insultan,
Los pendencieros contestan,
Y crúzanse las palabras,
Y trábanse las pendancias,
Y las puñadas se emprenden
Y la chusma se revela.
Gritan unos---¡Que se matan!
Otros gritan---vayan fuera!
Los que ven gritan ya vienen!
Y aplauden y victorean.
El rey al cabo en el circo
Con sus cortesanos entra,
Y cada cual toma puesto,
Y la multitud se aquieta.
Vuélvense todos los ojos
Al sitio dó el rey se sienta,
Y al fin como hay que ver algo
La multitud se contenta.
Los que aguardaban ya dentro
Saludan á los que llegan,
Los recien llegados buscan
A los que saben que esperan.
Y crúzanse besamanos,
Nombres, sonrisas y señas;
(84)
Y repárase en el lujo,
En la gracia y la belleza,
Y el rico incomoda al pobre
Y el pobre aguanta y se estrecha.
Alli les distrae un calvo,
Allá abajo una mozuela
Que con descoco replica
A algunas gracias groseras.
Acá una dama notable
Por una hermosura estrema
Llama la atencion del vulgo
Que atrevido la contempla.
Y allá un hombre de justicia
Con impavidez austera
A los chispazos del vulgo
Oidos hace de piedra.

Mas otra vez enterados
Los ociosos, de que aquella
Detencion no tiene causa,
Y que la funcion no empieza,
Vuelven con largo murmullo
Memoria á hacer de la fiesta;
Corre la voz por las gradas
Y á grados la voz se aumenta
Y poco á poco concluye
Gritando la masa entera:
---Que saquen á la acusada.
(85)
---El acusador que venga!
Y unos piden el combate
Y otros claman por la hoguera.
Crecen la audacia y las voces,
El tumulto se acrecienta,
Ni la majestad se mira
Ni la razon se respeta.
Y al fin con fúnebre pompa
De Occidente por las puertas
Entró cercada de lanzas
En la liza la princesa.
Desmelenada venía,
Sin esperanza, ni fuerzas,
A pie y en el bello rostro
El carmin de la vergüenza.
El pueblo elevó un murmullo
De ambigüo sentido al verla,
De compasion á una parte,
A otra parte de insolencia.
Dijeron unos:---qué lástima!
Tan jóven... y una princesa...
---Y contestaron algunos,
Esa es la ley verdadera
La que igual para con todos
Hasta todas partes llega.
Aunque muchos por lo bajo
(Y de virtud más severa)
(86)
Dijeron: Esto es venganza,
Y si eso al rey interesa
Matárala en su prision
Si es que morir mereciera,
Al menos por escusarse
Ver en su sangre esta mengua.
Asi el pueblo se dolía
Pero por fin iba á verla.

Llevaron á doña Luz
A un tablado de madera
Do hay un sitial sin respaldo
Preparado para ella.
Detras se sentó el verdugo,
Y al pie se hacinó la leña
Donde debia morir
A no probar su inocencia.
Cercaron todo aquel sitio,
Soldados, y hecha la vénia
Al rey, los jueces del campo
Fueron á abrir las barreras.
Leyóse el pregon dos veces,
Y al sonar de las trompetas
Armado el acusador
Se presentó en el arena.
Salió por frente al tablado,
Pero por la parte opuesta
No pareció un caballero
(87)
Ni se apercibió una seña.
Volvió á entablarse en voz alta
La acusacion y en presencia
Del pueblo fue condenada
Pues que no hay quien la defienda.
Rompió en aplausos la gente,
Prendió el verdugo la hoguera
Y desplomóse de espaldas
Desmayada la princesa.
Perdon! dijeron algunos,
Y la muchedumbre---!Muera!
Cuando á la puerta del Norte
Sonó aguda una trompeta.
Calló asombrada la turba,
Y apercibido á la guerra
Seguido de cinco pajes
Entró un ginete á la prueba.
Con los blasones reales
Su negro escudo acuartela,
Y corona en la cabeza.
Y es personge sin duda
De real casa y reales prendas,
Pues mete en liza escuderos
Y pages delante lleva.

V. EL JUICIO DE DIOS. editar

Llegó el caballero incógnito
A los andamios reales,
Y alzandose la visera
Y con el rey encarándose
Del infante don Favila
Mostró el severo semblante.
Quedaran los cortesanos
Atónitos al mirarle;
Perdió la color el rey,
Y sobre el escaño alzándose
Plática entabló con él
Entre iracundo y amable.

EL REY: Primo seais bien venido.
¿Que viento á Toledo os trae?

(89)
DON FAVILA: El que vuestros pregoneros
Con vuestras sentencias hacen.

EL REY: ¿Sabeis pues vuestra deshonra?

DON FAVILA: Vedlo, pues no llego tarde.

EL REY: ¿Habeis caminado mucho?

DON FAVILA: Toda cuanta tierra cabe
Desde Asturias á Toledo.

EL REY: Y habeis hecho tanto viaje...?

(90)
DON FAVILA: (vivamente.)
Para lidiar como es justo.

EL REY: (con ira.)
¡Favila...! por la culpable?

DON FAVILA: Por Dios que he corrido bien
Por llegar en este instante!

EL REY: ¡Sabeis cuál es su delito!

DON FAVILA: Sé primo, que es nuestra sangre,
Y que por no defenderla
Es mengua que se derrame.

EL REY: ¿Tendréis tal vez prueba alguna
(91)
De su inocencia?

DON FAVILA: Eso atañe
A los que esto sentenciaron:
Bástame á mí su linage.
Y sabed que aunque otra fuera,
Ser muger era bastante
Para romper yo una lanza
A no defenderla nadie.

EL REY: ¡Noble sois!

DON FAVILA: Nací en palacio
Nadie como vos lo sabe.

Y su caballo volviendo
Dejó al rey, que á replicarle
Iba, y desairado viendose
Dijo iracundo, ¡adelante!
Fuese el duque don Favila
Al acusador, y en grave
(92)
Acento y gesto sañudo
Díjole palabras tales.
---«Yo, para lidiar conmigo
»Os dispenso lo que os falte,
»Y no riño mas que á muerte:
»Ved pues si podeis matarme
»Porque si acabo con vos
»He de daros por infame
»A vos y á todos los vuestros
»A donde la raza alcance.
»Conque á quien Dios se la diere
»Bendígasela su madre.»

Y asiendo un caballo negro
Que de hinojos le dá un paje
Tomó campo don Favila
Su antagonista imitándole.
Quedó en profundo silencio
La multitud un instante,
Y la atencion fue profunda,
Y el temor inesplicable.
Unos están por el duque,
Otros que el deseo saben
Del rey, anhelan inícuos
Que doña Luz no se salve.
Y otros que ven la nobleza
Del que á la batalla sale,
De la princesa dolidos
(93)
Por ella plegarias hacen.
Ellos, mientras, lanza enristre,
Tendidos hácia adelante,
A la señal de los jueces
Salieron á todo escape.
Viniéronse uno para otro
Y en el medio al encontrarse
Tal nube de polvo alzaron
Que oscurecieron el lance.
Por movimiento uniforme
Todos en su asiento alzándose
Tendieron tras de los ojos
Los cuerpos para mirarles.
Y el espeso remolino
Con el viento disipándose
Dejó ver las consecuencias
Del encuentro formidable.
Por valor ó por fortuna
De un bote acabó el combate:
Nadie con el cómo atina
Pero el hecho está palpable.

El bueno de don Favila
Al acusador cobarde
Tenía á sus pies tendido,
Y la lanza asegurándole
Al pecho, le amenazaba
Con morir ó retractarse.
(94)
Grande fue entonce el asombro,
Y el bullicio fue muy grande,
Que hay quien á magia lo achaca,
Y otras causas semejantes.
Y el rey que á su favorito
Mira en tan estremo trance
Lanzó á la arena su cetro:
Mas don Favila mas hábil
Antes que á tierra llegara
Pasóle de parte á parte.
Rompió en aplausos la turba
Que todo al cabo lo aplaude,
Gozó don Favila el tríunfo,
Y el rey gimió de coraje.

Dióse por libre á la infanta,
Y empezó á salir la gente,
Cuando confuso tumulto
Se levantó en el palenque.
Asustáronse las damas,
Y hubo voces diferentes
De alarma ---¡fuego!---¡á la vega!
¡Fuera!---¡matarle!¡cojerle!
Y el alboroto redobla,
Y en la confusion que crece
Unos á huir se preparan,
Otros á la bulla vuelven.
Allá abajo entre una turba
Se ven apenas los jueces
Con sus insignias por alto
A las que ninguno atiende.
Y suenan voces de riña,
Y puños por alto vense,
Aun que en verdad del tumulto
Nadie la razon comprende.
(96)
Sonaron, por fin, clarines
Del rey, y entraron ginetes
Que despejaron el campo
Con que logran entenderse.
Volvióse la multitud
A los asientos, volviéronse
Con el rey los cortesanos
A sus sitios preferentes,
Y demandando la causa
El rey, fueron á ponerse
A sus pies tres caballeros
Armados hasta los dientes.
Enojado el rey Egica,
Díjoles: ---Quién son? qué quieren?
Y alzó la voz uno de ellos
Diciendo: vasallos fieles,
Amigos de la justicia,
Y del difunto parientes.
Señor, la misma demanda
Entablamos nuevamente,
Y á desafiar venimos
A su vencedor á muerte.

Brilló en el rostro del rey
Traidora sonrisa oyéndole,
Y dijo con voz de triunfo
A don Favila volviéndose:
(97)
---Primo,¿admitis la demanda?
Ya veis que con causa vienen!
---Que vengan en horabuena!
Yo traigo quince ginetes,
Y admito por cada cuatro
De mis caballeros, siete.
---Y yo soy con mi sobrino
Mantenedor del palenque.
Esclamó entrando en la liza
Otro, cuya voz potente
Cubrió el rumor que en el pueblo
La nueva noticia mueve.
Frunció las cejas Egica
Viendo al nuevo combatiente
Y esclamó:¡vos Godofredo
Vais á lidiar!
             ---Me parece
¡Ea! buen duque, á caballo!
Que hombres de nuestra progenie,
Por un contrario de mas
Batalla escusar no pueden.
---No tio, ¡viven los cielos!
Pero algo ha de concederse
A quien como noble lidia,
Y abriga sangre de reyes.
Yo solo mantengo el campo,
Que tiren entre ellos suertes
(98)
Y al que le toque, que salga.
Pero, ¡ay de ellos si no vencen!
Todos quedarán esclavos
Para cuidar mis lebreles,
Yo arrastraré al que derribe,
Y escupiré á los que queden.
---Eso si, sobrino mio.
Mas si por desdicha vencen
Soy tu padrino y no dudes
Que vengaré bien tu muerte.
---Pues á caballo!
                 ---¡A caballo!
Y al punto la lid resuelven,
Sentadas las condiciones
Entre padrinos y jueces.

Volvió á temer doña Luz
Acusada doblemente,
Y el pueblo volvió á gozar,
Porque el pueblo goza siempre.
Salió al combate don Bristes,
Mozo de años veinte y nueve,
De alma relajada y fiera
Y esforzado como un Hércules.
Mucho de su fama y bríos
Por don Favila se teme
Y dicen que el rey le nombra
Por el mas recio escojiéndole.
(99)
Ello es que él y don Favila,
Lanza en ristre y frente á frente,
Apercibidos esperan
La señal de acometerse.
Diéronsela los padrinos,
Y uno para otro viniéndose
En la mitad de la arena
Se hallaron bizarramente.
Don Bristes de una lanzada
Hendió escudo y coselete
A don Favila, que apenas
En la silla se mantiene.
Y don Favila mas diestro,
Aunque en golpe menos fuerte
El hombro derecho á Bristes
Certero le desguarnece.
Pero ambos en los arzones
Con buena prez manteniéndose,
Con nuevas lanzas que toman
Segunda carrera emprenden.
Erró don Bristes el golpe
Por fiarse solamente
De su fuerza, y don Favila
De su falta apercibiéndose
En un vigoroso encuentro
Tendió caballo y ginete.
Muerto, al ver que toca en tierra
(100)
Todos á la par creyéronle
Mas caballero famoso,
De su destreza valiéndose,
Con rapidez inaudita
Tornó á alzarse de repente.
Glorioso, arrancó un aplauso...
Y por Dios que lo merece,
Porque es asombroso lance
Y sutilísima suerte!
Atónito don Favila
Quedó, y receloso al verle
Venírsele espada en mano,
Rabioso como una sierpe.
Tambien acudió á la suya,
Mas no tan pronto revuelve
Que no le alcance del tajo
Mucha parte en el almete.
Cargóle el rápido Bristes
Colérico por dos veces
Y evitóle don Favila
Casi milagrosamente.
Y siempre entrando y saliendo,
Y acuchillándose siempre,
Si bien le trabaja Bristes
Bien el duque se defiende
Pero viendo don Favila
La ventaja que en sí tiene
(101)
Por ser mejor su caballo
Al que manda facilmente,
Dió en esquivar á don Bristes,
Acechando cautamente
Un paso sentado en vago
Que descubierto le deje.
Con lo que el otro creyendo
Que ya don Favila teme,
Su afan redobla, y su potro
Con tal ímpetu revuelve
Que ya doña Luz desmaya,
Y ya murmura la gente,
Y ya con harto trabajo
Los aplausos se contienen.
Mas el diestro don Favila
Se cierra tan de repente
Con Bristes, que ambos á dos
A tierra á un tíempo se vienen.
Cayó bajo su caballo
Don Bristes ignoblemente,
Y el duque por la garganta
Su agudo puñal le mete.
Soltó la espada el vencido,
Tendió los brazos inermes;
Y asieron de don Favila
Los padrinos y los jueces.
(102)
DON GODOFREDO: ¡Dame los brazos sobrino!

DON FAVILA: Tio, matarle no basta,
Fuerza es que á toda su casta
Llegue su fatal destino.

JUEZ: Se abrió el campo caballero
A la lid, no á la venganza.

DON FAVILA: Cuanto derriba mi lanza
Pertenece á mi escudero.
Si en leyes entendeis vos
Yo entiendo en lances de riñas,
Con que dejad socaliñas
Que me cansais ¡voto á Dios!
Escudero, en buena ley
De impostores para mengua
Arranca al muerto la lengua
(103)
Y ponla á los pies del rey.

JUEZ: A nadie se permitió...

DON FAVILA con desprecio.
Si á nadie se ha permitido
Tampoco permiso pido,
Que primo del rey soy yo.

Con cuyas fieras palabras
Desairados los presentes,
Los jueces se desconciertan
Y el escudero obedece.
Y sigue aplaudiendo al duque
Con estrépito la plebe
Y entréganse despechados
Del vencido los parientes.

DON FAVILA: Tio, decid á esa dama
Si está su honor satisfecho,
Y al rey si basta lo hecho.
Para volverla su fama.

(104)
DON GODOFREDO: El rey se partió, indignado
Tal vez de tu demasia.

DON FAVILA: Mañana será otro dia
Y se habrá desenojado.
Pues si llora por el muerto
No me tendrá en gran favor.

DON GODOFREDO: Que lo cuentes es mejor
Sobrino.

DON FAVILA: Estais en lo cierto.
Con que tio Dios os guarde,
Que he apretado bien los puños
Y tengo varios rasguños,
Segun creo, y se hace tarde.

(105)
Y en tanto que hablaban esto
Don Godofredo y el duque,
El rey se salió del circo
Con ira ó con pesadumbre.
Dió por libre á doña Luz,
Pero segun se presume
Secretos designios guarda,
Y negra intencion encubre.
Porque al punto que don Bristes
Cayó bajo el brazo ilustre
De Don Favila, sus guardias
Con celo que bien no arguye,
Asieron de la princesa
Y quedó la incertidumbre
De si vá libre y honrada
O si presa la conducen.

Ello es que estos pormenores
Que por entre el vulgo cunden
Sospechas alzan y miedos
Que hacen que asaz se murmure
Y ello es que á hablar en secreto
Por la tarde se reunen
Los vecinos, y se teme
Que en partidos se pronuncien.
Porque se habla demasiado
Del combate, y atribuyen
A Dios mucha parte y dicen
(106)
Que su mano se descubre
Pues que vuelve por el justo,
Y no obra el rey cual le cumple.
Lo cierto es que hay destinados
Cien ginetes que patrullen,
Y el rey ha enviado á su primo
Un mensage, que en resumen
Le intima que á sus estados
Para volver se apresure.

Y asi se pasó la tarde,
Y el mundo en sombras se sume,
Y envuelve el cielo la noche
Con pabellones azules.
Algunas estrellas lánguidas
Acá y acullá relucen,
Diseminadas antorchas
Que mas que aparecen huyen.
La luna asoma á pedazos
Por un peloton de nubes
Que la circunda fantástico
En forma y color voluble.
Y al fin por mas que los nobles
El juicio de Dios divulguen
Haciendo favor al rey,
Y por mas que él disimule,
No queda nadie en Toledo
Tan necio, á quien se le oculte
(107)
Que doña Luz sigue presa
Y que se destierra al duque.
Por eso en la torrecilla
Del gótico alcazar luce
La lámpara misteriosa
Que pena y desvelo arguye
En quien la habita, y por eso
El reposo se interrumpe
De la noche con los ayes
Que necio pavor infunden
En los guardias de la torre,
Y cuyo son les aturde
Mientras en el aire vaga
Y en el aire se consume.

VI. ENCUENTRO Y RESOLUCION editar

¡Ay triste del que ufano
Y alegre en apariencia
Figura á los placeres
Quimérica aficion,
Y rie y goza y muchos
Envidian su existencia,
Y un torcedor secreto
Le roe el corazon.

(109)
Ay triste del que lleva
Los celos en el alma
Y afecta en el semblante
La risa del placer,
Y sus palabras mienten
La venturosa calma,
Por que suspira ansioso
Su contristado ser.

Sí, triste á quien asalta
Perdido un pensamiento
Cuya horrorosa duda
Destruye su ilusion,
Y vaga por su mente
Cual á merced del viento
Vagel desorientado
Sin velas ni timon.

(110)
¡Ay pobre caballero
Cuyo leal cariño
Secreto largos años
A su beldad guardó,
Soñando á su querida
Mas pura que el armiño
Y al cabo de una ausencia
Sin honra la encontró.

 
¿Quién hallará palabras
Que al caballero amante
Consuelen, ó á lo menos
Satisfaccion le dén,
Cuando en la lengua torpe
Del vulgo petulante
Prostituido encuentra
El nombre de su bien!

(111)
¡Ay! la princesa amaba
En otro tiempo á un hombre
Que los rabiosos celos
Estimuló del rey,
Y de quien no bastaron
A descubrir el nombre,
Ni el pavoroso juicio
Ni la sangrienta ley.


Si aun la ama, si el delito
Tal vez es verdadero
¿Por qué por honra propia
No viene á combatir?
¿Por qué si la ha infamado
No sabe el caballero
Satisfacer cual noble,
O cual leal morir?

(112)
Mas pues la acusan todos
Habrá razon alguna
Para que todos la hagan
Tan vil imputacion:
Y entonces ¡ay! ¿quién sabe
Si por fatal fortuna
Ageno será el crímen,
Y agena la pasion?


Y ¡ay triste del que lleva
Los celos en el alma
Y afecta en el semblante
La risa del placer,
Y sus palabras mienten
La venturosa calma
Por que suspira ansioso
Su contristado ser!

(113)
Mas doña Luz á solas
Llorando sin consuelo
Por su galán oculto
Se aflige sin cesar,
Y prematura muerte
De hinojos pide al cielo
Si acaso pudo ingrato
Su corazon cambiar.


Y acaso en este instante
Con torcedor secreto
Los celos se apoderan
A un tiempo de los dos,
Y van por dos caminos,
Entrambos á un objeto,
El uno en pos del otro
De su ventura en pos.


Está avanzada la noche
Fria por demas y oscura,
Apagadas las estrellas
Y encapotada la luna.
Sopla á ráfagas el cierzo
Y aunque tormentoso nunca,
Segun por donde se arrastra
Silva, gime, brama ó zumba.
Todo en Toledo reposa,
Y negra, apiñada y mustia
Se vé la ciudad que á trechos
En la sombra se dibuja.
Y allá por entre las peñas
Del valle opaco en la hondura,
Se oye el ronco son del agua
Del Tajo, que se derrumba
Entre los rudos peñascos
Alzando hervorosa espuma.
¡Medrosos sitios son estos!
Medrosos por las figuras
Informes que representan
(115)
Y por tradiciones muchas.
¡Misteriosos son aquellos
Peñascos y quebraduras,
Cuyos contornos se estienden
En irregulares curvas,
Que en la fantasía toman
Forma y variedad difusa,
Y vida en el miedo encuentran
Y en las creencias se abultan.
Avanzando silenciosa
Por su superficie rústica
Viene á estas horas subiendo
Una sombra lenta y muda.
Y ya por paso mas fácil,
O porque mejor le encubran
Con la sombra mas espesa
De los peñascos se escuda.
Cumplido manto la emboza,
Y aunque impedirlo procura
La malla y los acicates
Por debajo le relumbran,
Y á cada paso se siente
El crujir de la armadura,
Cuyas piezas al moverse
Se separan y se juntan.
Y no sé que de siniestro
En tales sitios augura
(116)
Quien en tan lóbrega noche
Su fria soledad turba.
Y bien á lo que parece
Conoce el lugar sin duda,
Pues ni en lo áspero tropieza
Ni lo dificil le asusta;
Y avanza y gira á su tiempo
Con precision, y segura
Su planta evita los brezos,
Y los pedregales cruza
Asi de una en otra en peña
Llegó trepando á la altura
Hasta tocar del alcázar
Las viejas murallas húmedas,
Donde apartado una piedra
Que falso postigo oculta,
Iba á alzar con una llave
La mohosa cerradura.
Mas no bien la estrecha puerta
Tocaba, cuando la punta
De una espada en la garganta
De repente le aseguran.
---«¿Quién vá allá?» le preguntaron
Mas con repentina astucia,
---¡El diablo! contestó al punto,
Y con impensada furia
Dando sobre el que le amaga
(117)
---¿Quién vá? á su vez le pregunta.
Quedaron pues, cara á cara,
Aunque cada cual la suya
Recata cuidosamente,
Y aprestados á la lucha.
Mas el que amagó primero
Ya por miedo ó por cordura
Bajando primero el arma
Asi la cuestion escusa,
Diciendo: «De todo el muro
Es esta la puerta única.
Solo dá entrada á esta torre,
Y vos conoceis la ruta.
Que ibas á entrar está claro,
Conque de dos cosas una:
O el galan de Doña Luz
Sois, ó en la sombra nocturna
Fiado, en la torre entrabais
De oro y de alhajas en busca.
Si lo primero en mis manos
Tengo yo vuestra fortuna,
Si lo segundo, mis gentes
Apostadas en la hondura
Dan con vos á una señal
En la corriente profunda.
Conque hablad pues.»
                   ---«Norabuena!
(118)
Y escuchadme: esta es la única
Puerta que lleva á esta torre
Y vos conoceis la ruta.
Que ibais á entrar me sospecho,
Con que de dos cosas una:
O el galan de doña Luz
Sois, ó en la sombra nocturna
Sorprendido su secreto
Habeis venido en su busca.
Si lo primero me importa
Estorbar vuestra fortuna;
Si lo segundo, uno es fuerza
Que en la eternidad se hunda.
Con que hablad pues.»
                   ---Norabuena,
Y ó la razon se me ofusca
O al cabo de la cuestion
Nos encontramos en suma
Vos sois el galan oculto.
---Y vos mi rival.
                 ---Sin duda.
---Defendeos pues.
                 ---Primero
Fuerza es que aclaremos una.
---¿Cual?
        ---La de con quien reñimos.
---Yo no me descubro nunca
(119)
Cuando riño por guardarme.
---Aparte necias escusas
Señor valiente, que ha dado
Con quien de razones gusta;
Porque me importa el asunto
Mas de lo que se os figura,
Y si es tal vuestro secreto
Que en descubrirlo haya culpa,
Mi nombre es la garantia
De que lo echais en la tumba;
Que el príncipe Godofredo...
---Vos, mi tio?
              ---Bondad justa
De Dios, eres don Favila?
---Yo soy.
         ---¿Pero que te turba?
¡Oh! de hallarme tan á tiempo
Da gracias á la fortuna,
Que sé mas de lo que crees
Por mucho que te presumas.
Pero entremos, que no es justo
Platicar en pie y á oscuras.»
Tras cuyas frases metiendo
La llave en la cerradura
Desaparecieron ambos
Por la puertecilla oculta.


Su infortunio en maldecir,
Y en suspirar y gemir
Se ocupaba la princesa,
Cuando oyó con mucha priesa
Por el caracol subir.

Sobresaltóse advertida
Y asió por dentro el cerrojo
Tal vez temió por su vida
Que no hay precaucion perdida
Del rey contra el fiero enojo.

Dieron cautelosamente
Dos golpecitos por fuera,
Mas doña Luz cautamente
A oir aguardó prudente
La voz del de la escalera.
«Luz!»---dijeron, mas tan quedo
Que no pudo conocer
El acento y tuvo miedo;
Porque tenia en Toledo
Mucha traicion que temer.

(121)
DON FAVILA: «Abre Luz, ¿no me conoces?

DON GODOFREDO: Despierta si estas dormida.

DON FAVILA: Por dulce sueño que goces
Desvélente, Luz mis voces,
Despierta por Dios mi vida!

A cuyo amoroso acento
Respondiendo el corazon
De doña Luz, y un momento
Dudando, abrió su aposento
Al iman de su pasion.

Pero mirando turbada
A Godofredo con él,
Recibióles reservada
Severa y disimulada,
Siempre á su secreto fiel.

(122)
DOÑA LUZ: Tal vez buenos caballeros
Con nobleza ya escesiva
Venis de nuevo á ofreceros;
Tal favor agradeceros
Sabré yo mientras que viva.

Que aunque será segun creo
Por breve tiempo quizás,
Lo grande de mi deseo
Podrá suplir lo demás.

DON GODOFREDO:(¡Que farsa es esta que veo!)
Luz, la brevedad importa,
Responde: esta letra ¿es tuya?

Quedó doña Luz absorta
Cuestion tan precisa y corta
Sin atinar como huya.
 
Y el tio que esto previno
A los ojos la ponia
El escrito pergamino,
Que á dar en sus manos vino
Allá en Alcantara un dia.

(123)
Posaba convulsamente
En él la avara pupila
Doña Luz; su tio en frente
Sonreia dulcemente,
Y temblaba don Favila.

Al cabo rompió á llorar
La pobre madre culpada,
Sin osarle preguntar
Por su prenda abandonada
En los brazos del azar.

Y abriéndola con ternura
Los suyos don Godofredo
»¡Ven (la dijo) está segura
»Esa prenda de ventura,
»Pero lejos de Toledo.

»Y abrazaos ¡vive Dios!
»Que el cielo piadoso aprueba
»Lo que harto costó á los dos;
»Que vá de la culpa en pos
»Pero aborrece la nueva.»

Y los dos tiernos amantes
Por tanto tiempo constantes
En un cariñoso abrazo
Lid, olvidaron y plazo
En tan ansiados instantes.

(124)
Lloraban ambos al par
Con lágrimas de ternura,
Y ya próximo á llorar
El tio sin respirar
Bendecia su ventura;

Cuando oyeron de repente
De pobre instrumento el son,
Y entre el son de la corriente
Del Tajo, alegre cancion
Entonada diestramente.

DON GODOFREDO: ¡Ea! no escuse lo menos
Quien ha emprendido lo mas,
Id vuestra ruta serenos
Que mis caballos son buenos,
Y os queda un amigo atras.

DOÑA LUZ: ¡Como señor, ¿que es aquesto?

DON GODOFREDO: Todo lo tengo dispuesto.
Y no hay remedio mejor
(125)
Ni para guardar tu honor,
Ni para evitar su arresto.

DON FAVILA: ¿Y el rey?

DON GODOFREDO: Yo me quedo aqui.
Esposos sed ante Dios,
Que el rey Egica ante mí
Tendrá que ver que nací
El mas justo de los dos.

CONCLUSION. editar

Estaba cercano el dia;
La luna en el horizonte
Escasa luz despedia
Y á largos pasos se hundia
Detrás del alzado monte;

Cuando solo y descuidado
En largo manto embozado
Despacio entraba en Toledo
Un hombre, que bien mirado
No era otro que Godofredo.

Y allá á lo lejos se vian
La estensa vega cruzando
Varios ginetes que huian,
Que mas se desvanecian
Cuanto se iban alejando.

Pasó Godofredo el puente,
Y apenas apareció
La aurora en el rojo oriente,
Firme el pié y alta la frente
En el alcazar entró.


Lo que pasó dentro de él
Entre el infante y Egica
Nadie en Toledo lo esplica
Ni se halla en ningun papel.

Ello es que don Godofredo
De un hora tras el despacio,
Volvió á salir de palacio,
Y se ausentó de Toledo.

Y en el aire triunfado
Con que dicen que salía
Bien claramente se vía
Que llevaba lo mejor.

El rey desde su partida
Presa de oculto pesar
Cercano estuvo á exalar
A sus rigores la vida.

Y en cuanto esta le duró
Ni al duque persiguió mas
Ni el bello nombre jamás
De la Princesa mentó.

(128)
Y aunque recias tempestades
Fueron á turbarles luego,
De su retiro el sosiego
Y el bien de sus soledades,

Del rey su tio á cubierto
Ellos allá en sus estados
Vivieron muy bien casados,
Y esto es, ¡oh lector! lo cierto.

Y acaso en otra ocasion
Si tu favor me aseguras,
Sabrás otras aventuras,
De doña Luz, que hartas son,

Mas si no son de tu gusto
Lector las que te conté,
No hablemos mas, porque á fé
Que no me coje de susto.

FIN DE LA LEYENDA PRIMERA.