La piedra cansada: cuadro tercero
ACTO PRIMERO
Cuadro Tercero
Cámara en el palacio de Uyurqui, rectangular y toda de piedra pulida.Adosados a los muros, cuatro monolitos ornamentales. En torno, bancos de piedra, cubiertos de pieles felinas y cojines de lana de alpaca. Por el suelo, alfombras y más pieles. A la derecha, segundo plano, una puerta. En el muro del fondo, ventanas abiertas al cielo.
Kaura está sentada en el suelo, sobre una piel de jaguar, a la derecha de la escena. Dos doncellas sostienen, de pie, un pequeño telar portátil, en el cual la ñusta teje una honda.
Al pie de cada monolito, un amauta anciano, sentado, consulta enanchas y finas hojas de plátano, viejos caracteres. Hay un silencio.
AMAUTA PRIMERO: — Durante el reinado de Sinchi Roca, las Escogidas del Acllawassi tejieron con lana de las alpacas del Hatun, una faja para el príncipe heredero. En la faja aparecían bordados, en vívidos tintes vegetales, todos los animales del reino, cada especie dentro de su clima y paisaje propios. Asombraba la sutileza de los hilados, y compleja era su disposición, según los colores y matices. Pero desconcertaban, sobre todo,la habilidad y acierto con que se sucedían las sombras y las luces en las pieles y plumajes de los animales. La retina sufría extrañas desviaciones a la vista de la faja maravillosa... Y he aquí que el príncipe heredero, cuando escrutó la faja, para captar su contenido en todos sus detalles y pormenores, lloró sangre y volvióse ciego... (Por la puerta de la derecha, entra el siervo del cuadro anterior, portando su gran aríbalo sobre la cabeza. Los amautas y las doncellas se vuelven a él y le siguen con la mirada. Sólo Kaura no le ve, sumida como está en su telar y en sus reflexiones. El siervo da, ritual y lentamente, la vuelta a la cámara y va a detenerse ante el amauta que habla, posando el críbalo en el suelo, delante del anciano. Luego se dirige hacia la puerta por donde entró y vase, en medio del silencio general. Pausa. El amauta que hablaba, añade) ¡Unancha yawarpa!...
AMAUTA 2, volteando una hoja: — Las cinturas de los reyes van fajadas con los ríos de llanto de sus pueblos.
AMAUTA 3: — En las cinturas de los príncipes caben todos los círculos, menos uno.
AMAUTA PRIMERO: — A propósito de ciegos: ¡ser extraño es un ciego! ¡Extraño! ¡Sibilino!... ¡Un día, el sol entrará en el alma de los ciegos y no volverá a salir tras de los Andes!
KAURA, alegre, despreocupada, examinando su tejido: — ¡Será una honda peregrina! ¡Verde rana, rojo huayruro, cinabrio, otro verde, y oro delavadero!
AMAUTA 4: — ¡Ñusta, acuérdate que el verde con el verde dan oráculo funesto!
KAURA: — Hace algún tiempo, Sajta, mi prima, del señorío de los yungas, salió por la mañana, de caza al bosque, con amigas. Entradas en la espesura, Sajta fue la primera en disparar su honda. El cadáver de un joven campesino, fue hallado, a pocos pasos, con una herida de piedra en la frente. Tibios aún estaban sus cabellos. Desde entonces, para dar forma viva a su piedad por esta desgracia, Sajta lleva, prendida al pecho, una mecha de cabellos del quechua muerto involuntariamente por su mano.
AMAUTA PRIMERO: — Los astrónomos chancas aseveran que no es bueno enamorarse de un cadáver.
KAURA: — ¡El pobre! ¡Era un joven del pueblo! Un pastorcillo.
AMAUTA 4, hundido en otra suerte de reflexiones: — Una cuestión me embarga desde hace mucho tiempo. Entre los trece pecados que un hombre del pueblo puede cometer, figura el del adulterio en cuarto lugar y el de amar a una mujer de estirpe, en séptimo lugar, y, sin embargo, el pecado del adulterio es castigado con la muerte por el frío. ¡Enigma de las leyes!
KAURA, se hecha a reír: — Venerables amautas, el amor es una fiera misteriosa, que tienen las zarpas apoyadas sobre cuatro piedras negras: la piedra de la cuna, la piedra breve, asustadiza, de la boca, la gran piedra del pecho y la piedra alargada de la tumba.
LOS CUATRO AMAUTAS: — ¡Palabras de una gran sabiduría! (Entra Runto Kaska)
RUNTO KASKA: — ¡Ama Sua! ¡Ama Llulla! ¡Ama Kella!
KAURA: — Runto Kaska, bienvenido. (Los amautas tornan a su lectura en silencio)
RUNTO KASKA: — Princesa, el Inca va a asistir esta tarde al levantamiento de una piedra cansada, en Sajsawaman. La kolla irá también y desea que formes en su séquito.
KAURA: — Amable mensajero, nuestra kolla es indulgente.
RUNTO KASKA: — La ñusta más hermosa del Imperio forma parte, por derecho propio, de la corte de los Incas.
KAURA, que mira por una ventana, ahoga un grito, amedrentada: — ¡El koyllur! ¿El koyllur, en pleno mediodía?
RUNTO KASKA: — ¡Halagüeño presagio, Kaura!
KAURA, bajo, inclinada, en una queja: — ¡En otoño, nadie sabe lo que anuncia su presencia al mediodía!
RUNTO KASKA: — ¡Que los dólmenes de oriente nos sean propicios! ¡Que los luceros del sur pasen sobre las tumbas tutelares!... (Disponiéndose a partir) ¡Princesa!... (Kaura siempre inclinada) ¡Ama Sua! ¡Ama Llulla!¡Ama Kella! (Runto Kaska se inclina y vase)
AMAUTA 3, leyendo profundamente: — Más allá de la puerta, está el camino. ¡Más allá de los labios, el aliento! ¡Más allá de las alas, está el vuelo!...(Kaura, taciturna, retorna a su telar, se sienta y teje)
AMAUTA 2, leyendo, profundamente: — ¡Más triste que los pasos, son los pies! ¡Más lejos que la muerte, está la vida! ¡Más duele el ser amado,que el amar!... (El amauta, ante quien puso el siervo el aríbalo, se levanta. Los demás amautas, las dos doncellas y Kaura le miran alejarse, reconcentrados, graves).
TELÓN