La perfecta casada: Capitulo 6
Fué como navío de mercader, que de lueñe trae su pan.
Pan llama la Sagrada Escriptura a todo aquello que pertenece y ayuda a la provisión de nuestra vida. Pues compara a esta su casada, Salomón, a un navío de mercader, bastecido y rico. En lo cual hermosea y eficazmente da a entender la obra y el provecho desto que tratamos y llamamos casero y hacendoso en la mujer. La nao, lo uno corre la mar por diversas partes, pasa muchos senos, toca en diferentes tierras y provincias, y en cada una dellas coge lo que en ellas hay bueno y barato, y, con sólo tomarlo en sí y pasarlo a su tierra, le da mayor precio, y dobla y tresdobla la ganancia. Demás desto, la riqueza que cabe en una nao y la mercadería que abarca, no es riqueza la que basta a un hombre solo o a un género de gente particular, sino es provisión entera para una ciudad, y para todas las diferencias de gentes que hay en ella; trae lienzos, y sedas, y brocados, y piedras ricas, y obras de oficiales, hermosas, y de todo género de bastimentos, y de todo gran copia. Pues esto mismo acontece a la mujer casera, que, como la nave corre por diversas tierras buscando ganancia, así ella ha de rodear de su casa todos los rincones, y recoger todo lo que pareciere estar perdido en ellos, y convertido en utilidad y provecho, y tentar la diligencia de su industria, y como hacer prueba della, así en lo menudo como en lo granado. Y, como el que navega a las Indias, de las agujas que lleva, y de los alfileres, y de otras cosas de aqueste jaez, que acá valen poco y los indios las estiman en mucho, trae rico oro y piedras preciosas, así esta nave que vamos pintando ha de convertir en riqueza lo que pareciere más desechado, y convertirlo sin parecer que hace algo en ello, sino con tomarlo en la mano y tocarlo, como hace la nave, que, sin parecer que se menea, nunca descansa, y cuando los otros duermen, navega ella, y acrecienta con sólo mudar el aire el valor de lo que recibe; y así, la hacendosa mujer estando asentada, no para; durmiendo, vela, y ociosa, trabaja, y, cuasi sin sentir cómo o de qué manera, se hace rica.
Visto habrá vuestra merced alguna mujer como ésta, y dentro de su casa debe haber no pequeño ejemplo de aquesta virtud. Pero si no quiere acordarse de sí, y quiere ver con cuanta propriedad y verdad es nao la casera, ponga delante los ojos una mujer que rodea su casa, y que de lo que en ella parece perdido hace dinero, y compra lana y lino, y junto con sus criadas lo adereza y lo labra, y verá que, estándose sentada con sus mujeres, volteando el huso en la mano y contando consejas (como la nave, que, sin parecer que se muda, va navegando, y pasando un día y sucediendo otro, y viniendo las noches, y amaneciendo las mañanas, y corriendo como sin menearse), la obra anda, y se teje la tela, y se labra el paño, y se acaban las ricas labores, y, cuando menos pensamos, llenas las velas de prosperidad, entra esta nuestra nave en el puerto, y comienza a desplegar sus riquezas, y sale de allí el abrigo para los criados, y el vestido para los hijos, y las galas suyas, y los arreos para su marido, y las camas ricamente labradas, y los atavíos para las paredes y salas, y los labrados hermosos, y el abastecimiento de todas las alhajas de caza, que es un tesoro sin suelo. Y dice Salomón que trae esta nave de lueñe su pan, porque, si vuestra merced coteja el principio desta obra con el fin della, y mide bien los caminos por donde se viene a este puerto, apenas alcanzará cómo se pudo llegar a él, ni cómo fué posible, de tan delgados y apartados principios, venirse a hacer después un tan caudaloso río. Mas pasemos a lo que después de esto se sigue: