La oliva y el laurel: 06

La oliva y el laurel
Alegoría escrita para las fiestas de la proclamación de S. M. LA REINA DOÑA ISABEL II
 de José Zorrilla
del tomo dos de las Obras completas ordenadas por Narciso Alonso Cortés.


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ESCENA VI editar

EL GENIO DE LA PAZ, EL TIEMPO, LA BUENA FE; ECO, oculta; EL GENIO DE LA GUERRA, seguido de los otros Genios secuaces suyos.

EL GENIO DE LA GUERRA.

Así que vuestros gritos de victoria
la cavidad de mi recinto atruenen,
y las hojas del árbol de mi gloria
a vuestra voz estremecidas suenen.
Tejedme de laurel doble corona,
cuya sacra verdura inmarcesible
hasta el rayo de Júpiter perdona,
prestándonos valor irresistible.
Lejos de aquí las de aromosos ramos
del arrayán de Venus, que cautiva
de amor el corazón; nunca ciñamos
encina verde ni jugosa oliva.
El laurel nada más, que es lo que toca
a quien con su valor domó la tierra:
laurel que arraiga en la escarpada roca
al dintel del alcázar de la guerra.
Y tú, de serenatas y festines
genio, enter la molicie envilecido,
yace ahí, mientras tienen mis clarines
el aire de tu España ensordecido.
Yace mientras agita la discordia
su fiera población: llorando queda,
mientras caen tus olivas de concordia
de mi carro triunfal bajo la rueda.

ECO.

Rueda.

EL GENIO DE LA GUERRA.

¿Quién remeda mi voz bajo ese hueco?

ECO.

Eco.

EL GENIO DE LA GUERRA.

Esa audacia, ¡por Hércules!, me admira.

ECO.

Mira.

EL GENIO DE LA GUERRA.

Arrastrad a mis plantas a quien sea.

ECO.

Sea.
(Los genios sacan a la ninfa Eco.)

EL GENIO DE LA GUERRA.

¿Quién eres tú?

ECO.

De hoy más soy tu cautiva.
El eco soy de la infeliz España,
a quien traen tus combates fugitiva
de montaña en montaña.

EL GENIO DE LA GUERRA.

¿Y quién te trajo aquí?

ECO.

Mi pie extraviado.

EL GENIO DE LA GUERRA.

Reconozco la mano del destino
que me quiere dejar de ti vengado.
Yo por los campos con afán corría
de España; a lid sus pueblos convocaba,
y tan sólo mi voz se obedecía
en el círculo escaso en que sonaba.
¿Y eras tú quien mi voz entorpecía
porque mi ronca voz te amedrentaba,
porque tu eco mi voz no repetía
y en tus mudas cavernas expiraba?
Pues bien; de tu traición y tu malicia
el vengarme a mi vez será justicia.
Atadla allí también con nudo recio,
y que mueran las dos.

LA BUENA FE.

Son dos mujeres,
Señor.

EL GENIO DE LA GUERRA.

¿Otro extranjero? ¿Y tú, quién eres?

LA BUENA FE.

Yo… soy… la Buena Fe.

EL GENIO DE LA GUERRA.

Por eso, necio,
perdón para los otros solicitas
cuando al par para ti lo necesitas,
pues que las tiende tu amistad la mano.

LA BUENA FE.

Es cierto; yo jamás mentí, villano.

EL GENIO DE LA GUERRA.

Bien: pagaréis los tres al mismo precio:
mueran sin compasión.

EL TIEMPO.

Tente, tirano.

EL GENIO DE LA GUERRA.

Fuena, estúpido viejo, aparta ahora
y cuenta sus instantes postrimeros.

EL TIEMPO.

¿Ni aún tu ira calma la mujer que llora?
¿Qué te harán esos pobres prisioneros?
¿Rendidos no los ves bajo tu planta?
¿Qué podrán estorbarte, si les dejas
con el dogal atado a la garganta?

EL GENIO DE LA GUERRA.

Excusa, anciano impertinente, quejas:
mis enemigos son: y si que vivan
dejo, y te imitan en tu porte ambiguo,
tal vez mañana libertad reciban
y vuelvan otra vez al daño antiguo.

EL TIEMPO.

Escucha, pues.

EL GENIO DE LA GUERRA.

Aparta, nada escucho.

EL TIEMPO.

Repara que es el Tiempo poderoso.

EL GENIO DE LA GUERRA.

¿Quién más que yo?

EL TIEMPO.

Quien menos orgulloso
blasona poco, pero alcanza mucho.

EL GENIO DE LA GUERRA.

Inútil bravear. Yo sólo quiero
el orbe dominar: y a España toda
de mi parte tener, que al orbe entero
prefiero el germen de su sangre goda;
sí, este sol de la Paz es el postrero.

EL TIEMPO.

Piénsalo bien y al Tiempo te acomoda.

EL GENIO DE LA GUERRA.

Quiero ser solo, y morirá sin duda
por más que el Tiempo a su socorro acuda.

EL TIEMPO.

Mira que avanza de su triunfo el día.

EL GENIO DE LA GUERRA.

Su triunfo a detener basta mi mano.

EL TIEMPO.

Puede esa arena acelerar la mía.

EL GENIO DE LA GUERRA.

No caer debe hasta el postrero grano;
y quedan los de un año todavía.

EL TIEMPO.

Tal vez no.

EL GENIO DE LA GUERRA.

¿Me provocas?

EL TIEMPO.

La cabeza
respeta de la Paz.

EL GENIO DE LA GUERRA.

Ruegas en vano.

EL TIEMPO.

No puedo con tan torpe villanía:
ríndeme, vil, tu bárbara fiereza:
suprimo ese año en que tu rabia fía;
mira, EL REINADO DE ISABEL EMPIEZA.
(El tiempo vuelve su reloj de arena.)