Nota: Poema número 7 de Las flores del mal (edición de 1861).

Mi pobre Musa, ¡ah! ¿Qué tienes, pues, esta mañana?
Tus ojos vacíos están colmados de visiones nocturnas,
Y veo una y otra vez reflejados sobre tu tez
La locura y el horror, fríos y taciturnos.

El súcubo verdoso y el rosado duende,
¿Te han vertido el miedo y el amor de sus urnas?
La pesadilla con un puño despótico y rebelde;
¿Te ha ahogado en el fondo de un fabuloso Minturno?

Yo quisiera que exhalando el perfume de la salud
Tu seno de pensamientos fuertes fuera siempre frecuentado,
Y que tu sangre cristiana corriera en oleadas rítmicas,
Como los sones numerosos de las sílabas antiguas,
Donde reinan vez a vez el padre de las canciones,
Febo, y el gran Pan, el señor de las mieses.