La mujer que manda en casaLa mujer que manda en casaTirso de MolinaActo I
Acto I
Música de todos géneros y por una parte suben al tablado
(habiendo venido a caballo al son de un clarín) en hábito de caza,
JEZABEL, RAQUEL, CRISELIA y cazadores, con perros,
ballestas y venablos. Por la otra parte al mismo tiempo suben también
(al son de cajas y trompetas) soldados marchando, y entre ellos
NABOTG, ABDÍAS y JEHÚ; detrás de todos, a lo hebreo con corona
y bastón, el Rey ACAB. Tocan chirimías y en estando todos arriba
llega ACAB a JEZABEL y dice:
ACAB:
Por más que inmortalice,
eterna en sus murallas
Babilonia, a Semíramis su Reina
y su fama felice,
diosa de las batallas;
lauros la ciña cuando Ofires peina,
pues sin cuidar prendellos,
causando al Asia espantos
y ocasionando simulacros tantos,
opuesta al sol, enarboló cabellos;
su fama en vos admiro,
luz de Sidón, Semíramis de Tiro.
Guerra es también la caza,
estratagemas tiene,
inventa ardides y emboscadas pone;
vos de la misma traza
(cuando en triunfo solemne
mis sienes manda Marte que corone
del árbol fugitivo,
al dios planeta esquivo)
porque Moab postrado,
sujeto a vuestro Acab, parias le ha dado,
divino cazadora,
triunfos de fieras blasonéis, Aurora.
Envidia tengo al ave
que ejecutando vuela
(rayo veloz de pluma) altanerías;
si lo que goza sabe
no ha menester pigüelas
que en las alas repriman osadías;
en cárcel generosa
alcándara es hermosa
de cristal transparente
vuestra mano: si en ella favor siente
que mi fortuna pueda hacer dichosa,
la garza que hay más bella
renunciará por no apartarse della.
ACAB:
Provincia es tributaria
Moab (por mí abatida)
de Israel, porque en dichas trueque quejas;
su rey pecha a Samaria,
en cambio de su vida,
cada año para vos cien mil ovejas:
vellocinos de plata
daros en ellas trata,
que se blasonen dignos
como el de Colcos, ser del cielo signos
y el múrice convierta en escarlata,
porque Jezabel pueda
anteponer la púrpura a la seda.
Cargados mil camellos
de marfil y oro puro,
espolios son que os sirvan de tesoro,
con que alcázares bellos
os labre (que procuro
palacios de marfil a deidad de oro).
Hónrenlos vuestros ojos
y mezclando despojos
de la caza y la guerra,
yo valles conquistando, vos la sierra,
vencedores los dos lloren enojos
enemigos agravios,
mientras este cristal sellan mis labios.
Bésale una mano
JEZABEL:
Ni la mano, Rey, me pidas,
ni vitorioso blasones
conquistas de otras naciones
a tus banderas rendidas,
mientras en tu reino olvidas
tu desacato y mis penas;
que en balde triunfos ordenas
cuando haces de hazañas copia,
rebelde tu nación propia
y obedientes las ajenas.
Mano que el cetro interesa
(por tu causa) de Israel,
y menospreciada en él
tu reino todo no besa,
no es digna que en tal empresa
lisonjas tuyas admita:
sírvate el pueblo moabita,
y rebelde tu nación
desprecie mi religión,
si es bien que tal se permita.
Hija soy del rey sidonio,
por tu esposa me eligió,
presumí contigo yo
dar de mi amor testimonio;
coyundas del matrimonio
enlazan, tal vez ardientes,
dos corazones; no intentes
mostrar de tu amor extremos
porque mal nos uniremos
los dos en ley diferentes.
JEZABEL:
Baal es mi dios, Baal
satisface mis deseos;
dioses de los amorreos
tienen poder inmortal;
soberbio, no admite igual
el que en desprecio de Apolo
dice que de polo a polo,
autor de la noche y día,
gobierna sin compañía
y dios se intitula solo.
Ese verdugo de Egipto
que, cruel, tantos ha muerto;
ése que por un desierto
llevó número infinito
de hebreos y sin delito
cuarenta años desterrados
por veniales pecados
(criminal siempre con ellos,
cuchillo para sus cuellos)
fueron siempre castigados.
Por adorar a un becerro
dio muerte a una inmensidad.
¿Será de Dios tal crueldad,
tal castigo por tal yerro?
¿Para qué tanto destierro,
si darles luego podía
la tierra que prometía?
¿Para qué de Egipto huyendo,
si no fue porque temiendo
sus dioses, los perseguía?
JEZABEL:
Profeta falso, Moisén,
ocasionó tantos daños:
como brutos cuarenta años
entre páramos se ven.
Labróle en Jerusalén
templo después Salomón,
mas como su religión
juzgó por cosa de risa,
los dioses de la etiopisa
mudaron su adoración.
Las tres partes de la tierra
veneran (sino unos pocos
hebreos, ciegos y locos)
los dioses que el cielo encierra.
¿Diremos que el mundo yerra
y ellos solos acertaron?
Sabios que a Grecia ilustraron,
filósofos que nos dieron
las ciencias ¿todos mintieron?
¿todos, en fin, se engañaron?
¿Qué ceguedad, Rey, es ésta?
No dije bien, que no es rey
quien, defensor de su ley,
los blasfemos no molesta.
Ten por cosa manifiesta
que entretanto que a Baal
con aplauso general
no reverencie Israel,
no has de hallar en Jezabel
agrado a tu amor igual.
Llora
ACAB:
Antes que el sol de tu cara
(hechizo del alma mía)
eclipse la luz al día
que mis tinieblas repara,
llore el mundo en noche avara
obscuridades eternas;
enjugue lágrimas tiernas
que el alba envidie al llorarlas,
que es lástima malograrlas
cuando mis dichas gobiernas.
Adore Jerusalén
su dios en su templo de oro
que yo a Jezabel adoro
y al sacro Baal también.
Cuantos en mi reino estén
reverencien a Baal
por deidad universal,
pues Jezabel se le humilla;
quien no le hinque la rodilla
tenga pena capital.
De pórfido y jaspe hermoso
le labre templo sutil,
de alabastro y marfil,
del metal más generoso,
y a su culto religioso
consagre profetas tantos
que causen a Judá espantos
y a mi inclinación empleos;
dioses de los amorreos
ilustren altares santos,
bosques a sus sacrificios
plante en sus montes Samaria;
quien fuere de ley contraria
prevenga sus precipicios,
mi amor ha de dar indicios
de que soy amante fiel.
La corona de Israel
tiene en mi esposa su esfera;
quien no obedeciere, muera,
a mi hermosa Jezabel.
Vase
JEZABEL:
La jurisdición acepta
mi fe, que el Rey me concede:
del Dios de Sión no quede
con vida ningún profeta;
quien a Baal se sujeta
venga a medrar su privanza;
el que me diere venganza
de cuantos siguen a Elías,
espere en promesas mías
y logrará su esperanza.
Aras a Baal levanten
cuantos en Samaria están;
seguiré de Jeroboán
cultos que a la fama espanten;
en selvas y bosques canten
himnos a la adoración
de los dioses de Sidón
y con festivos empleos
a cuantos los amorreos
consagran su adoración.
De mi mesa han de comer
sus sacerdotes manjares
dignos de quien sirve altares
que frecuenten mi poder.
Verá el mundo (aunque mujer)
mi gobierno en breves días;
honrad las deidades mías,
dejad leyes imperfetas.
¡Mueran los ciegos profetas
que siguen al falso Elías!
Por cada cabeza ofrezco,
que sirva al Dios de Abrahán,
hacerle mi capitán;
beber su sangre apetezco.
Si gobernaros merezco,
hijos nobles de Israel,
servid a Baal, que en él
todo nuestro bien estriba.
Decid ¡viva Baal!
TODOS:
¡Viva!
JEZABEL:
¿Quién más?
TODOS:
¡Viva Jezabel! Vanse con el aparato que entraron. Quédanse RAQUEL y NABOT
NABOT:
¿Podrá darte los brazos
quien, tras la ausencia que dilata plazos,
el premio de esta guerra
cifra en la vista que el pesar destierra
(hermosa Raquel mía),
que el alma sin tus ojos padecía?
RAQUEL:
Podrás (esposo caro)
con ellos a mis ansias dar reparo,
que en su círculo espera
ser centro el alma de tan dulce esfera.
¿Cómo en Moab te ha ido?
¡Qué asustada en sus riesgos me has tenido!
Despierta te lloraba,
dormida mi recelo te soñaba
lastimosos despojos
de la Parca fatal; todo era enojos
todo es ya regocijo.
¡Qué gloria causa el bien tras mal prolijo!
NABOT:
Peligros tu memoria
atropelló, cantando la vitoria.
Postró al fiero moabita
Acab blasfemo, que la gloria quita
al Dios único y santo,
ingrato a tanta dicha, a triunfo tanto.
RAQUEL:
Tiénele loco y ciego,
rendido el amoroso y torpe fuego
de esta mujer lasciva,
que, idólatra, le postra y le cautiva.
NABOT:
Si ella el gobierno goza
de las tribus hebreas y destroza
leales, ya la igualo
a Pasifé.
RAQUEL:
Será Sardanapalo
rey que no se aconseja,
y afeminado su gobierno deja
a mujer enemiga
de la piadosa ley.
NABOT:
Dios nos castiga.
RAQUEL:
¿Qué será, Nabot mió,
la causa que con tanto desvarío
Jezabel arrogante
persiga a nuestro Dios, aras levante
al ídolo sidonio
y a tanto simulacro de demonio?
Discreta es y no ignora
que quien al verdadero Dios adora
peligros asegura,
gozando en paz riquezas y hermosura.
Bien sabe los castigos
con que se venga de sus enemigos,
desde el sepulcro egipcio
(el mar Bermejo digo), precipicio
de tantos guerreadores
(abriéndose a Israel jardín de flores
por las doce carreras
más frescas que esmaltaron primaveras)
hasta Roboán, que necio
por hacer de sus tribus menosprecio,
perdió en los reinos doce
los diez y medio; si esto, pues, se conoce
¿cómo se precipita
y la debida adoración nos quita?
NABOT:
No es solamente tema
la que enloquece a Jezabel blasfema,
sino la licenciosa
ley de Baal, al orbe escandalosa.
Permite (esposa mía)
de aquel ídolo vil la idolatría,
que después que la plebe
toda a su templo sacrificios lleve
y entre incendios infaustos
le aplauda en libaciones y holocaustos
en el bosque (que junto
del infierno en tinieblas es trasunto),
cuando el planeta hermoso
ausente a los trabajos da reposo,
con lasciva licencia
se mezcle el apetito y la insolencia
de todos, de tal modo
que privilegie el vicio sexo todo;
allí con lo primero
que encuentra, desde el noble al jornalero,
como si fuera bruto,
paga al deleite escandaloso fruto;
allí tal vez la dama
de ilustre sangre y generosa fama
con el plebeyo pobre
(mezcla de plata y abatido cobre)
porque Venus instiga
bate moneda amor, de infame liga.
Consiéntelo el marido
más sabio, más soberbio y presumido
sin que en tales desvelos
quejas se admitan, ni se pidan celos;
porque en tan torpes modos
es la mujer allí común de todos.
Como Jezabel vence
(sin que el solio y corona la avergüence)
en lascivos regalos
a cuantos se han preciado de ser malos,
debajo de pretexto
de religión, su trato deshonesto
de esta suerte pretende
que admita el reino cuanto en él se enciende,
porque en tan infame hecho
a cualquiera varón tenga derecho.
RAQUEL:
¿A qué Circe, a qué Lamia
no causó horror tan inaudita infamia?
¡Ay, Nabot de mi vida!
Primero juzgaré por bien vertida
mi sangre que el respeto
púdico (con que al tálamo sujeto
mi amorosa limpieza)
ose aplaudir tan bárbara torpeza. Sale ABDÍAS
ABDÍAS:
Nabot, la Reina os llama.
NABOT:
La Reina ¿a mí?
ABDÍAS:
Merece vuestra fama
hacer de vos empleo,
y para honraros que os aguarda creo.
Al margen de la risa
de esa fuente os espera: andad aprisa. Vase
RAQUEL:
¿Qué es esto, esposo mío?
¡La Reina a vos, cuando tan poco fío
de su apetito ciego;
cuando me habéis contado el torpe fuego
con que su honor abrasa!
¡Vos al jardín llamado de su casa!
NABOT:
Pues ¿qué temor, esposa,
en mi agravio te tiene sospechosa?
¿Quién tu quietud lastima?
Soy ciudadano en Jezrael de estima,
está la Reina en ella,
querrá que vaya a consultar con ella
algún negocio grave
que con el pueblo en su servicio acabe.
RAQUEL:
Di que querrá quererte.
NABOT:
No ofendas mi constancia de esa suerte.
RAQUEL:
Querrá que tú el primero,
a Dios ingrato, a ella lisonjero,
a Baal sacrifiques;
porque después torpezas comuniques
(en el bosque que infamas)
del sacrílego incendio de sus llamas.
NABOT:
Anda, que estás hoy necia,
pues tu temor, mi bien, me menosprecia;
con que la fe de nuestro Dios me anima,
no ignoras, en la estima
y por conservarla
morir sabré, mas no sabré violarla.
Vecinos de palacio
somos los dos; en el ameno espacio
de esa viña (que opimos
joyeles cuelga al pecho de racimos)
me aguarda, pues su cerca
la quinta real junto a la nuestra cerca,
que yo espero que presto,
segura del recelo en que se han puesto
tus livianos temores,
conviertas las sospechas en amores.
RAQUEL:
¡Ay! No quieran los Cielos
que pronostiquen llantos mis recelos. Vanse. Salen JEZABEL y CRISELIA
JEZABEL:
En dando en contradecirme
será fuerza aborrecerte.
CRISELIA:
Aconsejarte es quererte.
JEZABEL:
Replicarme es deservirme.
¿De cuándo acá escrupulosa
vas de amor contra la ley?
CRISELIA:
Eres esposa del Rey.
JEZABEL:
Tengo amor si soy su esposa.
Los preceptos he seguido
de Venus y de Baal.
CRISELIA:
Sólo el amor conyugal
te puede ser permitido.
JEZABEL:
Esposa fue de Vulcano
Venus, y aunque diosa fue,
de Marte amante se ve
rendida a su amor tirano.
CRISELIA:
Si esos ejemplos imitas
¿por qué no temes en ellos
la red que pudo cogellos
a los dos? ¿Por qué acreditas
deleites de su amor sólo
que la afrenta ocasionaron
en que los dioses la hallaron,
descubriéndolos Apolo?
JEZABEL:
¿Qué castigo dio Vulcano
a Venus por ese error?
La afrenta fue de su honor,
pues hizo público y llano
lo que Venus, prevenida,
oculto intentó lograr.
CRISELIA:
Venus se pudo infamar
pero no perder la vida,
que es diosa. Mas tú, señora,
siendo mortal ¿de qué suerte
podrás excusar tu muerte
si sabe el Rey, que te adora,
que con un vasallo suyo
su tálamo honesto ofendes?
JEZABEL:
Arguyes lo que no entiendes.
CRISELIA:
Tu honor defiendo si arguyo.
JEZABEL:
¿Por qué piensas tú que he muerto
tanto profeta hablador
que, contrarios de mi amor,
engaños han descubierto,
sino porque no limiten
deleites con que se aumenta
la especie humana, contenta
en que con gustos la inciten?
¿Por qué imaginas que quiero
que a Baal mi reino adore
y con su culto mejore
regalos que considero,
sino porque coyunturas
ofrece en sus ejercicios
y acaban sus sacrificios
en que por las espesuras
dedicadas a su culto,
facilitando ocasiones,
da a los gustos permisiones,
gozando en silencio oculto
el amoroso apetito
cuanto el deleite desea,
sin que mientras dura sea
cualquier liviandad delito?
¿Hay gusto igual al que siente
el amor que alcanza y calla
prendas que en los bosques halla,
sin que siendo pretendiente
pase por las dilaciones
de melindres y de quejas,
de noche adorando rejas
y examinando balcones,
y de día entre desvelos
solicitando un favor?
Aquí solamente amor
gustos feria y no da celos.
Aquí se compra barato,
pues las fiestas de Baal
con ocasión liberal
a todo gusto hacen plato.
Si es lícito, pues, todo esto
¿por qué no podré yo ser
de quien gustare mujer,
cuando ocupare aquel puesto?
¿Por qué no podré yo amar
a Nabot, gallardo hechizo
que mis ojos satisfizo,
sin que se pueda quejar
el Rey?
CRISELIA:
Tu resolución
me asombra. (¿Hay tal frenesí?) (-Aparte-)
JEZABEL:
Con mi gusto cumplo ansí
y aumento mi religión.
CRISELIA:
Ya está en el jardín tu amante.
JEZABEL:
Pues retírate tú del.
Flores brota este vergel,
viendo entrar su abril delante.
Fingiré que estoy dormida,
porque de mi sueño advierta
lo que no osaré despierta
decirle.
CRISELIA:
(¡Ay, mujer perdida!) (-Aparte-)
JEZABEL:
Que aquí se acerque le avisa,
pero que no me despierte,
mientras que el cristal que vierte
esta fuente toda risa
contempla. Esa silla acerca
y vete.
Siéntase en una silla
CRISELIA:
(Sin seso está.) (-Aparte-)
JEZABEL:
Que oírme de ahí podrá,
pues la fuente está tan cerca. Finge que duerme y sale NABOT
NABOT:
¿Qué puede su Majestad
quererme, Criselia, a mí?
CRISELIA:
Según lo que presumí,
cosas son de calidad.
Llegad...pero, detenéos,
que esperándoos se durmió.
NABOT:
Vuélvome, pues.
CRISELIA:
Eso no.
Aquí, Nabot, hay recreos
en que, mientras que despierta,
entreteneros podáis.
Si oír murmurar gustáis,
los pájaros de esa huerta,
las hojas de aquesas plantas
y las aguas de estas fuentes
murmuran, mas no de ausentes.
Escuchaldas, pues son tantas
y el tiempo es más oportuno
para que contento os den,
que aunque murmurando estén,
no dicen mal de ninguno.
Sentaos aquí.
NABOT:
Pues ¿os vais?
CRISELIA:
Tengo que hacer.
NABOT:
¿Si se enoja
la Reina?
CRISELIA:
No os dé congoja,
que solo, a su gusto estáis. Vase
NABOT:
¡Válgame Dios! ¿A qué fin
me llamará esta mujer? Sale a una reja Raquel.
RAQUEL:
(Desde aquí lo puedo ver (-Aparte-)
a estas rejas del jardín.
Acechad, sospechas mías,
y averiguaréis desvelos
de mi pena, pues los celos
inventaron celosías.)
NABOT:
Recostada la cabeza
en la mano Jezabel,
la azucena y el clavel
compiten con su belleza. (Como que duerme ella.)
¡Qué peregrina beldad!
¡Si menos crueldad tuvieras!
Mas siempre son compañeras
la belleza y la crueldad.
¡Qué igual consorte tenía
Acab, si no deslustrara
la perfección de su cara
con manchas de idolatría!
En uno y otro es asombro.
Quitarme quiero el sombrero, (Quítaselo.)
que descortés y grosero
cuando la miro y la nombro
su persona desacato.
La cama real, los vestidos,
reverencian bien nacidos;
el sello real, el retrato,
en su original su copia
goza la Reina esculpida,
pues mientras está dormida
es imagen de sí propia.
NABOT:
¡Quién pudiera reprendella
con eficacia tan clara
que sus costumbres mudara,
y al paso que la hizo bella
el Cielo, la hiciera santa!
Durmiendo está: los sentidos
tal vez, aunque estén dormidos,
suelen tener virtud tanta
que escuchan a quien se llega
a hablarlos. ¿Podré atreverme
a decirla, mientras duerme,
lo que despierta me niega
el temor de su crueldad?
¿Por qué no? Casi no vive
quien duerme; si me percibe
podrá ser que mi lealtad
temple el rigor de sus manos
y que mude pareceres,
que idólatras y mujeres
dan crédito a sueños vanos.
Sospechará que ha soñado
lo que decirla pretendo.
A la industria me encomiendo,
Dios ayude mi cuidado.
Llego, y las tres reverencias
que como a Reina y señora
se le deben, la hago agora.
Hace tres reverencias y llégasele al oído de rodillas.
RAQUEL:
(¿Qué es lo que veis, impaciencias? (-Aparte-)
Sentada la Reina está
y mi esposo descubierto
que le llega a hablar advierto.
¡Ay, Cielos! ¿Qué la dirá?
¡Oh, quién tuviera en los ojos
los oídos! Desde aquí
oírlos no, verlos sí,
pueden mis ansias y enojos.)
NABOT:
Hanme, señora, avisado
que me llama vuestra Alteza.
RAQUEL:
(¡Tan cerca de su belleza (-Aparte-)
vasallo que no es privado!
¡Los labios junto a su oído!
¿Y aseguraré yo agravios
de sus oídos y labios?
¡Loca estoy, pierdo el sentido!) Todo esto dice [JEZABEL] como entre sueños
JEZABEL:
A Nabot mandé llamar.
NABOT:
Serviros humilde aguardo.
JEZABEL:
¿Sois vos Nabot, el gallardo?
NABOT:
Soy quien os llega a besar
la mano, por el blasón
que me dais y no merezco.
JEZABEL:
Besalda, pues.
NABOT:
Encarezco
tanta merced, mas no son
dignos mis labios de empresa
tan alta.
JEZABEL:
Por uso y ley
común, a la Reina y Rey
la mano el vasallo besa.
NABOT:
Es ansí, mas no en secreto,
que es vuestra Alteza mujer
y está sola.
JEZABEL:
Al real poder
se le guarda este respeto
solo como acompañado.
Su reino en mí renunció
Acab.
NABOT:
No lo niego yo.
JEZABEL:
Palestina me ha besado
la mano como a señora.
NABOT:
¡Ojalá todo el Oriente!
JEZABEL:
Vos no, Nabot, solamente.
NABOT:
Temí...
JEZABEL:
Pues, besalda agora.
NABOT:
Reverenciaros procura
mi fe, mas considerad
lenguas.
JEZABEL:
Una Majestad
por sí mesma está segura;
tendré a poca reverencia
la cortedad que mostráis.
¿Qué es esto? ¿Vos me negáis
sólo, Nabot, la obediencia?
NABOT:
No lo permitan los Cielos
si en eso mi lealtad toca;
honre este marfil mi boca.
Besa una mano.
RAQUEL:
(Besóla la mano. ¡Celos, (-Aparte-)
transformaos en desengaños!
¿Cómo de aquí no me arrojo?
¿Cómo consiente mi enojo
deslealtades entre engaños?
Daré voces. Diré al Rey
lo que le ofenden los dos,
a la gente, al Cielo, a Dios
y a su profanada ley.)
JEZABEL:
Ahora sí, que esa lealtad
desmiente recelos míos.
Alzad del suelo, cubríos,
pedid mercedes, llegad.
NABOT:
Yo, gran señora, estoy bien.
JEZABEL:
Haced lo que os mando yo. Levántase y cúbrese
NABOT:
Ya, señora, me cubrió
vuestro favor.
JEZABEL:
Quiéroos bien.
RAQUEL:
(Cubrióse delante della, (-Aparte-)
del suelo se ha levantado;
mi agravio ha certificado,
con su lealtad atropella.
Si no es que finja despierta
sueños aquesta mujer
¿cómo puede responder
y hablando no desconcierta?
¿Qué es eso, Cielos?)
JEZABEL:
Pedid
mercedes que recibáis.
NABOT:
Si vos, señora, aumentáis
mi cortedad, advertid
lo primero que os suplico.
JEZABEL:
Decid, no tengáis temor.
NABOT:
Tiembla de vuestro rigor
este imperio noble y rico,
siente el ver que en tal belleza
puede caber tal crueldad;
en los reyes la piedad
acrecienta la grandeza.
Habéis mandado dar muerte
a los profetas sagrados
que nuestros antepasados
reverenciaban, de suerte
que, oráculos de Israel,
su dicha estribó en oírlos.
Si vos dais en perseguirlos
y el reino por Jezabel
pierde favores del Cielo
¿que mucho que os quieran mal?
JEZABEL:
Sirva Israel a Baal,
que es más piadoso este celo;
servilde vos y tendréis
acción que al Rey os iguale;
lo que su corona vale,
y más que ella, gozaréis.
Frecuentad su culto vos,
que en su bosque y espesura
os aguarda una ventura
que no os dará vuestro Dios.
Deidad que gusta y dispensa
imposibles de otro modo
que a todos iguala en todo,
quien menospreciarla piensa
no es cuerdo. Yo os amo mucho,
amadme otro tanto vos,
que os importo más que el Dios
que adoráis.
NABOT:
¿Qué es lo que escucho?
Antes que la ley olvide,
que en Sinaí nos dio Moisén,
que a idólatras quiera bien,
que cumpla lo que me pide
quien el tálamo sagrado
de su esposo trata mal,
que me llame desleal
Raquel, a quien he adorado;
por un falso testimonio
me juzgue mi patria aleve,
me saque al campo la plebe,
me usurpe mi patrimonio
y apedreado de todos,
en vez de alabastro pulcro
montones me den sepulcro
de piedras de varios modos.
Mi ley, mi Rey natural
reverencio, esto profeso.
JEZABEL:
Pues, cumpliráse todo eso,
no siendo a mi amor leal.
NABOT:
¿Gran señora? Vuestra Alteza
algo sin duda ha soñado
que la altera.
JEZABEL:
Hame alterado
vuestra mucha rustiqueza.
Industria para deciros
lo que os quiero me fingió
dormida; juzgaba yo
que entre sueños mis suspiros
hicieran en vos señales
de estima que agradecer,
pues no entibian su poder,
por dormir, suspiros reales.
Mas vos, cuyo corazón
desprecia tales empeños,
diréis, porque os amo en sueños,
que los sueños sueños son.
NABOT:
A resolución, señora,
tan extraña... Quiérese ir, levántase la Reina [JEZABEL] como que despierta y detiénele
JEZABEL:
Deteneos
y estimad más mis empleos.
RAQUEL:
(La Reina a su Rey traidora, (-Aparte-)
como a nuestro Dios, pretende
obligar a su regalo
a mis esposo; menos mal
es, pues de ella se defiende.)
Entrase Raquel
NABOT:
Vuestra Majestad repare...
JEZABEL:
No hay reparos en amor.
NABOT:
...que soy leal.
JEZABEL:
Sois traidor
a mis llamas.
NABOT:
Quien juzgare
sin pasión lo que al Rey debo,
JEZABEL:
Amor es dios si él es Rey.
NABOT:
...a mi Dios y ley.
JEZABEL:
No hay ley
ni hay dios sino el que os doy nuevo,
Baal, que me améis permite;
por eso os mando adorarle.
NABOT:
¿Y vuestro esposo?
JEZABEL:
Matarle.
NABOT:
¡Gran señora!
JEZABEL:
Cuando imite
a Semíramis que a Nino
(en tres días que la dio
el reino que le pidió)
a ser su homicida vino,
en su ejemplo hallaré excusa;
no soy yo de mi hijo amante
como ella, causa bastante
doy a la llama difusa
que me abrasa. ¡Baal vive,
que ejemplo de desdichados,
si despreciáis mis cuidados,
habéis de ser!
NABOT:
Pues derribe
mi cabeza la crueldad
que, torpe, me asombra en vos,
Reina. Que vive mi Dios,
que contra la Majestad
del Rey que obedezco fiel,
de la esposa a quien adoro,
ni el interés de un tesoro,
ni el castigo más cruel,
ha de hacer mella en mi honor
porque a vuestra culpa iguale. Vase
JEZABEL:
Sabes, bárbaro... Sale primero CRISELIA y luego el Rey [ACAB], JEHÚ, ABDÍAS, JOSEPHO y otros
CRISELIA:
El Rey sale.
JEZABEL:
Yo me vengaré, traidor.
ACAB:
No como Rey, hermosa prenda mía,
como ministro vuestro solamente,
de Israel desterré la hipocresía
que ciega amotinaba nuestra gente.
Trescientos y más son los que este día
en Samaria, llamándome inclemente,
porque los pueblos predicando engañan,
las aras de Baal en sangre bañan.
Si alguno queda vivo, que lo dudo,
él mismo, temeroso, se destierra
y el falso Elías, que ofenderos pudo,
desembaraza, huyendo, nuestra tierra.
Bosques consagro, en sus altares mudo
la adoración que sola Judá encierra.
Célebre templo al dios Baal dedico,
en fábrica admirable, en rentas rico.
Mandado he convocar el reino nuestro
para que, junto con él, quien la rodilla
no postrare a Baal, por gusto vuestro,
sujete la cerviz a la cuchilla.
De esta manera lo que os amo muestro;
Baal is dios, vos sois la maravilla
de la beldad mayor que Apolo alienta;
piérdase el reino y téngaos yo contenta.
JEZABEL:
¡Los brazos, no la lengua, han de premiaros,
que de ellos, caro esposo, he de quereros!
¡Huya Elías, que vino a amenazaros,
perezcan sus secuaces agoreros!
Ya no podrán, mi Acab, pronosticaros
trágicos fines de peligros fieros.
Gracias al cielo, que nos deja Elías
limpio a Israel de sus hipocresías.
ELÍAS muy venerable a lo penitente.
ELÍAS:
No blasones impiedades,
lascivo y bárbaro Rey,
hijo del esclavo Amrí,
consorte de Jezabel.
No blasones impiedades
contra el Cielo, a quien infiel
provocas contra tu vida,
yo su profeta, El tu juez.
Afemina tu diadema,
no en la cabeza, en los pies,
pues indigno de ser hombre
te gobierna una mujer.
Sigue idólatras engaños
del primero que a Israel
apartó del culto pío
que Dios intimó en Oreb.
Simulacros del demonio
erige, porque después
que Samaria te obedezca
la transformes en Babel.
Que pues blasfemas del templo
que adora Jerusalén,
receptáculo del Arca
del Dios de Melquisedec,
nombre y fama adquirirás
del príncipe más cruel
que tendrán las tribus doce
de Saúl a Manasés.
ELÍAS:
Ni el torpe Jeroboán,
que ingrato al Cielo y su Rey,
hizo que el pueblo adorase
los becerros de Betel,
en los insultos te iguala,
ni los cinco que tras él
infamaron la corona
que ciñe las tribus diez.
Bebe la sangre inocente
de tanto profeta Abel,
que en el seno de Abrahán
clamando los cielos ven.
Sigue las supersticiones,
por no irritar su desdén,
de esa harpía de Sidón,
de esa Parca de Israel;
que pues por ella te riges,
yo, imitador de Finés,
de parte de Dios te anuncio,
pues ciego blasfemas dél,
que mientras a ruegos míos
no me abriere su poder,
los tesoros de esas nubes,
que el campo vuelven vergel,
con llave de acero y bronce
cerrados, no han de llover
sobre tu mísero reino;
porque perezcáis tú y él,
rayos de adusto calor
yesca tienen que volver
las más fértiles riberas
que en vuestros valles tenéis.
Ni el ganado ha de hallar pastos,
ni los hombres que comer,
porque vuestras rebeldías
se castiguen de una vez.
Esto os intimo de parte
del Dios que adoró Israel;
o a tragedias te apercibe,
o vuelve a abrazar su ley.
ACAB:
¡O rígido anunciador
de agüeros, por más que estés
en ese Dios confiado
que en mi vida adorare,
no te librarás agora
de la muerte más soez
que dio escarmiento al delito
y al engaño que temer... Saca el Rey [ACAB] la daga, va a herir a ELÍAS y vuela
¡Aguarda, profeta falso,
blasfemo, bárbaro, infiel!
ELÍAS:
Ansí sabe Dios guardar
a los que esperan en El.
JEZABEL:
¡Seguilde, vasallos míos,
si vengarme pretendéis!
ACAB:
Flechalde por esos aires
y al vuelo le mataréis.
JEZABEL:
O hechicero encantador!
No sosiegue Jezabel
mientras no beba tu sangre,
mientras no bañes mis pies.
Baal te pondrá en mis manos
¡Hebreos, volad tras él!
Alas lleva la venganza,
con ellas le alcanzaréis.
ACAB:
Ministros de mi justicia
he de despachar tras él;
por cuanto circunda el mar
no se me podrá esconder.
JEZABEL:
Yo desharé tus hechizos.
ACAB:
Quien su cabeza me dé
será en mi reino el segundo.
JEZABEL:
Quien le ampare, guárdese. Vanse
JOSEPHO:
¿Qué sentís de estas crueldades?
ABDÍAS:
Que es fuerza el obedecer.
JEHÚ:
Yo parto en su busca al punto,
que temo y respeto al Rey.
JOSEPHO:
¿Qué importan sus amenazas
si vuelve el Cielo por él?
JEHÚ:
Esto y mucho más peligra
reino en que manda mujer.