La muerte del desertor
La noche en silencio cubrió con sus gases
El valle lejano, la vega feraz;
Se ven a lo lejos las toldas alzadas
En medio la verde colina blanquear.
La luz vacilante de hogueras que en torno
De robles macizos alumbran, se ve...
Del humo que se alza los copos undosos
Y el valle enlutado tendido a sus pies.
Un grito resuena de en medio las toldas...
El eco repite, temblando, esa voz...
¡Atrás!, dicen luego. ¡Atrás!, y en las sombras
Y en el hondo silencio la tierra quedó.
Dos hombres pasaron camino del pueblo
Llevando en sus manos tendido el fusil.
Y dicen que luego, dejando el sendero,
Los vieron, callados, la sierra subir.
Las brumas velaron los verdes collados,
Los valles senosos, del cielo el azul.
¡Allá tras las sombras del valle enlutado
Percíbese sólo temblando una luz!
Anuncia esa lumbre la tolda enemiga
En medio de oteros alzados allá;
El pueblo tendido tras esa colina
Es nuestro y podemos en él descansar.
Tres hombres cruzaron el hondo camino,
Bajaron al pueblo y entraron en él;
Dos iban con armas, de blusas vestidos,
¿El otro haraposo... haraposo? ¿Quién es?
Su nombre se ignora... La oscura capilla
Alumbra indecisa la luz de un blandón.
¡Al pálido rayo que en ella vacila
Al pie de las aras se ve el desertor!
Un hondo redoble resuena estruendoso,
Se forman los cuerpos, las armas se ven,
El pueblo se agita: los unos medrosos
Se alejan, los otros se agrupan a él.
¡Las armas resuenan! Del pobre soldado
El cuerpo llevaron después al hogar,
Manchado de sangre: la viuda llorando
Con hondos gemidos llenó la ciudad...
1866