La muerte de Alí
I ¡Quién fuera, sultana linda Aquel árbol tan sombrío Que cubre tu baño frío Con sus ramas...! ¡Di si quieres que lo sea, Que aunque es imposible cosa Me basta saber, hermosa, Cuánto me amas! Quien como glorioso Emir, Perla rica de Estambúl, Navegase el mar azul A tu lado, Señor de una nave llena De sedas y pedrería, En tu seno al fin del día Reclinado! ¡Al son de su leve canto Con un paso firme y cierto Quien guiase en el desierto Tu camella! ¡Dejase la caravana De sus amigos mejores Por hablar sólo de amores Con tal bella! ¡Quién tuviera para ti Minas de diamante duro, Zafiros de color puro Celestial, Pieles de manchado tigre, Mil ciudades, mil honores Y mil negros pescadores De coral! ¡De Delhí las maravillas, De los reyes el tesoro, Trípodes de nácar y oro Rutilantes Con las frutas que se crían De Damasco en los confines Y purpúreos palanquines Y elefantes! ¡Quién marchara a los combates, Gloria de la primavera, Con un beso que le diera Tu beldad! De las cortas azagayas A los tiros agarenos Murieron los nazarenos Sin piedad. Fugitivo por las sirtes, Buscando de airados mares Entre brumas de pesares Largo giro, ¡Quién tuviera en favor suyo En medio del onda inquieta Como súplica al Profeta Tu suspiro! ¡Quién en lóbrega mazmorra, Reina de las azucenas, Al son de duras cadenas Del dolor Pudiera cantar tu nombre, Sin tener más luz ni gloria Que la plácida memoria De tu amor! ¡Quién fuera, sultana linda, Aquel árbol tan sombrío Que cubre tu baño frío Con sus ramas...! ¡Di si quieres que lo sea, Que aunque es imposible cosa Me basta saber, hermosa, Cuánto me amas! II Envuelto en verde caftán De este modo Alí se expresa, Poniendo su blanca mano Del serrallo en una reja: Enamorado está el moro De una circasiana bella Cuyos labios de coral Si cautivan, embelesan. Dentro del harén se oían En alegre zambra y fiesta Arpas de ébano y marfil Con voz de doradas cuerdas Y de címbalos sonoros Al son blando, las bellezas Danzaban con gran primor Sobre alfombras de oro y seda. A las unas doró el sol, Otras son de blanca cera, Otras hijas de la noche Y como sus sombras negras: Pero en sus vivaces ojos Su delirio el amor muestra Y de su pie en las mudanzas Quiso retratar sus guerras. ¡Ah! la voz del tierno Alí No fue feliz por modesta Ni se perdió entre las rosas Que secretos no revelan: Un espíritu traidor Que por los jardines vuela Con alas de ave nocturna, Con graznidos que son quejas Al sultán de las armadas Refirió sin perder letra De la trova del amor Los conceptos y ternezas. Cuando se retira Alí De noche en la oscura niebla Sombras ve que le amenazan Y con puñales le cercan. -«Toma, le dice una voz, »Toma este cordón de seda: »Míralo, que es tu dogal; »Por Alá maldito seas.» III Sobre la puerta ojiva del Oriente Del gran serrallo, en Estambúl hermosa, La cabeza de Alí vio el sol naciente Separada del tronco y horrorosa. Al eunuco de Chipre que adornaba Los búcaros de nácar con las flores Llorando tiernamente preguntaba La sultana infeliz de los amores: -«¿Ha muerto el triste Alí?» -«Murió, señora; »Su memoria olvidad, su suerte impía.» -«¡Eunuco vil! ¿olvida la que adora... »Si eso pudiera ser, eso sería.»