La luciérnaga y las arañas
Una luciérnaga, entre los yuyos, brillaba, y esta luz ofuscaba a las arañas escondidas en sus rincones obscuros.
Tácitamente se coaligaron las envidiosas para siquiera tapar, ya que no la podían apagar, esa lámpara molesta; sin ruido, la fueron envolviendo poco a poco con tantas y tan espesas telas, que, aunque siguiese prendida, no podían sus rayos traspasar el velo, y que para todos quedó como si no existiera.
El silencio suele ser a veces arma tan malévola como la maledicencia.