La lucha por la vida I: 061

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La lucha por la vida I Tercera parte Pío Baroja


-¡Adiós, cañí! -le dijo Vidal.

-Vaya con Dios la gente buena -contestó el gitano, con voz ronca-. Al llegar a una taberna del camino, al lado de la casucha de un trapero, se detuvieron, y Vida] pidió la botella de vino.

-¿Qué es esa fábrica? -preguntó Manuel, señalando una que estaba a la izquierda de la carretera de Andalucía, según se había vuelto a Madrid.

Ahí hacen dinero con sangre -contestó Vidal solemnemente.

Manuel le miró asustado.

-Es que hacen cola con la sangre que sobra en el Matadero -añadió su primo riéndose.

Escanció Vidal en las copas y bebieron los tres. Se veía Madrid en alto, con su caserío alargado y plano, sobre la arboleda del Canal. A la luz roja del sol poniente brillaban las ventanas con resplandor de brasa; destacábanse muy cerca, debajo de San Francisco el Grande, los rojos depósitos de la fábrica del gas, con sus altos soportes, entre escombreras negruzcas; del centro de la ciudad brotaban torrecillas de poca altura y chimeneas que vomitaban, en borbotones negros, columnas de humo inmovilizadas en el aire tranquilo. A un lado se erguía el observatorio, sobre un cerrillo, centelleando el sol en sus ventanas; al otro, el Guadarrama, azul, con sus crestas blancas, se recortaba en el cielo limpio y transparente, surcado por nubes rojas.

-Na -añadió Vidal, después de un momento de silencio, dirigiéndose a Manuel-, tú has de venir con nosotros; formaremos una cuadrilla.

-Eso es -tartamudeó el Bizco.

-Bueno; ya veré -dijo Manuel de mala gana.

-¿Qué ya veré ni que hostia? Ya está formada la cuadrilla. Se llamará la cuadrilla de los Tres.

-Muy bien -gritó el Bizco.

-¿Y nos ayudaremos unos a otros? -preguntó Manuel.

-Claro que sí —contestó su primo-. Y si hay alguno que hace traición...

-Si hay alguno que haga traición -interrumpió el Bizco-, se le cortan los riñones. Y para dar fuerza a su afirmación sacó el puñal y lo clavó con energía en la mesa.

Al anochecer volvieron los tres por la carretera hasta el puente de Toledo, y se separaron allí, citándose para el día siguiente.

Manuel pensaba en lo que le podía comprometer la promesa hecha de entrar a formar parte de la Sociedad de los Tres. La vida del Bizco y de Vidal le daba miedo. Tenía que resolverse a dar a su existencia un nuevo giro; pero ¿cuál? Eso es lo que no sabía.

Durante algún tiempo, Manuel no se atrevió a aparecer en casa de la patrona; veía a su madre en la calle, y dormía en la cuadra de la casa en donde servía una de sus hermanas. Luego se dio el caso de que a la sobrina de la patrona la encontraron en la alcoba de un estudiante de la vecindad, y esto rehabilitó un tanto a Manuel en la casa de huéspedes.


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