La infancia de Edgar Poe

LA INFANCIA DE EDGAR POE.

Siempre ha sido materia de curiosa investigación la juventud de los hombres extraordinarios. Detalles que en tiempo de la no sospechada gloria futura dejábanse pasar inapercibidos, como otros tantos acontecimientos triviales de la vida diaria, son después rebuscados á porfía y constatados con meticulosa exactitud.

Es la eterna historia de los genios desconocidos. Tropezamos á cada paso con ellos; los codeamos en la calle, los oímos, respiramos su aliento, pero sus obras nos parecen de ordinario alcance, porque no ha habido una mirada sagaz ó feliz para hacer fijar sobre ellas nuestra atención.

Llegado el día en que el genio es conocido, nos volvemos asombrados hacia aquella figura que tantas veces hemos mirado indiferentemente, y en la cual no sospechábamos otra cosa que un modesto burgués, sin pretensiones exageradas... ¿Pero cómo? nos decimos. ¿Esa frente tan soberbia, esos ojos de águila, esa boca fina y desdeñosa, flexible como el arco de Apolo, esa naturaleza apasionada y palpitante, toda fuego, ha podido escapar así, desapercibida á nuestros ojos?

¡Pero sí, os digo! Recorred la historia de los hombres célebres. Es la misma siempre. Hasta un cierto punto, se ha creído que formaban parte integrante y regular de Don Todo el Mundo. Una bella mañana, alguien los ha conocido, se han vuelto objeto de admiración, y sus menores acciones han sido entonces recordadas, no ya como antes, en su calidad de detalle vulgar, sino como resplandecimientos y explosiones de claridad que os habían anunciado su augusta aparición.

Manos piadosas y sinceras han puesto hoy en su verdadera luz la figura tan discutida, tan execrada por unos, y tan ensalzada por otros, de Edgar Poe, el más grande poeta de su patria, y el más original de los fantasistas conocidos. La envidia asquerosa, no encontrando presa en el hombre literario, se cebó durante veinticinco años en el hombre íntimo; pero gracias á la legitima curiosidad que rodea á los hombres célebres, la infancia de Poe ha sido retrazada á su origen, y alumbrada por el faro de la verdad, esta justiciera póstuma, se destaca luminosa y pura entre los detalles oscuros de su vida.

No es, pues, del poeta profundo, ni del literato original y suprahumano, que vamos á hablar, sino del hombre, en los primeros resplandecimientos de su genio.



Mr. Allan, un rico propietario de Richmond, adoptó á Edgar Poe como hijo y presunto heredero, cuando el niño sólo tenia de 3 á 4 años. El matrimonio Allan no había tenido descendientes, y la adopción fué hecha á causa de que aquel señor había sido encantado por la gracia é inteligencia del pequeño Poe.

Mistress Allan queria entrañablemente al niño; ella era quien lo salvaba siempre de las reprensiones de su padre adoptivo, ocultando sus faltas, como hubiera hecho la madre en persona. Edgar era apasionado, generoso y violento, lleno de ímpetu, y aunque á veces fuera terco, su natural era bueno y sincero.

Los esposos Allan estaban orgullosos de él. Lo vestían como á un príncipe, y trataban de que su rango fuera dignamente sostenido. Tenía un poney, perros propios que lo acompañaban en sus paseos á caballo, y un groom de librea.

Aun siendo tan pequeño, Edgar demostraba ya su predilección por las musas. «Mr. Stoddard, dice Gill, en su Life of Poe — libro de que entresaco principalmente estos apuntes — nos dice que era notable por una memoria tenaz y un oído maravillosamente musical, y que tenía la costumbre de declamar los más brillantes trozos de poesía inglesa, á los amigos de Mr. Allan, que asistían de noche á su casa. El más insensible de los auditores, no podía menos de sorprenderse, ante la exactitud de su énfasis, y su evidente apreciación de los poemas que recitaba; ganaba todos los corazones, por la ingeniosa simplicidad y maneras agradables de que hacía gala en su elocución.»

La belleza del niño Poe era digna de llamar la atenrión; se anunciaba ya la hermosura severa y espléndida de que tan orgulloso se mostró toda su vida.

Mr. Allan era de un carácter pronto, y muchas veces castigaba á Edgar severamente. Mistress Allan lo defendía siempre, y había entre ambos una simpalía tan profunda, que nunca la rompió acontecimiento alguno, ni aun las amenazas de enojo de Mr. Allan. Edgar no guardaba á su padre adoptivo ningún rencor por aquellas reprensiones que herían su naciente amor propio y su altivez natural; muy al contrario, á menudo arrojaba los brazos al cuello de Mr. Allan, y lo besaba cordialmente, en el momento mismo de haber sido castigado. De igual hidalguía hacía gala en sus relaciones con sus compañeros de juego.

Como si sintiera la necesidad de concentrar en alguien sus afecciones, y de consagrar en algún altar delicado las cosas más brillantes que la fortuna le procuraba, las ofrecia siempre á alguna ninita de su edad, á quien miraba con el sentimiento más ideal y caballeresco, colmándola de dulces, juguetes y flores, y haciéndola el ostensible objeto de su adoración.

Había en él una precocidad extraordinaria. Tenia apenas 5 años, y la vista de una niña lo emocionaba, encantándole la perspectiva de serle simpático. Una vez, en un banquete, al que Mr. Allan lo había llevado, vio una jovencita, cuya conversación y amabilidad lo llenaron de placer. En lo mejor de la charla inocente que sostenían, Mr. Allan le comunicó su resolución de retirarse. Llenólo de turbación y despecho este contratiempo, pero disimulándolo con gran arte, salió de la casa con el Sr. Allan, á quien acompañaban varios amigos. En el camino, se subió, sin que nadie lo viera, á un catalpa, con la intención de sustraerse momentáneamente al dominio de su padre, y continuar su romántica aventura, mientras era buscado por todas partes.

Sin embargo, una de las ramas del catalpa se rompió, y Edgar cayó á un pozo que había debajo el árbol, habiéndose salvado de una muerte segura por la oportunidad de los auxilios que le prestaron. Entonces confesó su plan con la sinceridad que le era propia.

El niño Poe procedia de una familia morbidamente inclinada y sujeta á la influencia del vino, y unas cuantas gotas bastaron siempre para embriagarlo. Mr. Allan contribuyó inconscientemente á que esta tendencia se desarrollara y afirmara, por medio de un inocente juego que producia placer á sus convidados. Había enseñado á Edgar á beber á la salud de los visitantes. Lo subían sobre una silla, le daban una copa de vino con agua, y él la alzaba á la altura de sus ojos, con las minuciosas ceremonias de los antiguos tiempos, y bebia un trago, graciosamente, saludando á alguno de los convidados; y lanzando una carcajadita de alegría, se volvia á sentar, entre los aplausos de la concurrencia.

Un caballero inglés que visilaba en aquella época á la familia Allan, habla del pequeño Edgar como de algo sorprendente. Podia leer, dibujar y bailar de una manera admirable cuando sólo tenia 6 años.

Edgar acompañaba continuamente á ese señor, en largos paseos á caballo. El inglés tomaba á Poe de la cintura con una mano y lo llevaba en su misma silla, haciéndose leer por el camino toda una colección de diarios, que Edgar recorría gentilmente, escogiendo las noticias ó pasages más interesantes.

No hay nada más notable que la semejanza entre la juventud de Lord Byron y la de Poe. Éste, como aquél, era aficionado á boxear, y sentía gran placer cuando podia entrar en liza con algun muchacho negro, bien robusto. Ganó de esta manera muchisimas apuestas, realizando victorias que, consideradas del punto de vista de su edad y su menor corpulencia, eran verdaderas hazañas.

Era muy travieso. Su amor á las aventuras lo llevó varias veces á peligrosas calaveradas, que le costaban caras, en seguida que Mr. Allan las conocía. Tenía una disposición natural á la libertad y no soportaba el yugo de las restricciones paternales, sino á condición de romperlo cuando se le antojaba.

Esta impetuosidad y salvaje amor de su autonomía, unido á los mimos y condescendencias extraordinarias de que era objeto por parte de los esposos Allan, lo hacían muy desobediente. No tenía miedo alguno á su padre adoptivo, á pesar de los severos castigos que le imponía á menudo. Semejante al altivo potro de nuestras pampas, se doblegaba sin estallar de cólera, más por docilidad, que por bajo sentimiento medroso. Y la prueba de esto es que conservaba siempre su libertad absoluta, atropellando por todas las conveniencias, cuando sentía ansia de beber aire libre á plenas bocanadas.

Mr. Allan no tenía valor para anonadarlo con algún castigo terrible. Los rasgos de increíble inteligencia, de maravidosa destreza que el niño ponía en obra á cada paso, lo desarmaban.

Una vez, á causa de una desobediencia inexcusable, Mr. Allan iba á castigarlo. El pequeño Poe, después de tentar inútilmente, con su madrastra una salvación cualquiera, quedó un instante pensativo. Luego, como herido de una idea repentina, se fué al jardín, cogió un manojo de ramas, volvió con ellas, y se las presentó en silencio á Mr. Allan, que se paseaba en su cuarto, con un ceño terrible.

— ¿Para qué es esto? le preguntó aquél. -- ¡Para que me castiguéis!, replicó el niño de cinco años, recogiendo sus manos sobre la espalda, y fijando altivamente sus grandes y negros ojos en los de su padre adoptivo. Esta escena tuvo el desenlace que había previsto; Mr. Allan se conmovió, y todo quedó concluído con un mutuo abrazo.

Hasta la edad de seis años, Poe no fué enviado nunca regularmente al colegio. Había tenido siempre, hasta entonces, profesores particulares, pero no le habían dado lecciones seguidas; en una palabra, no había habido aún ni pretensiones de disciplina. En 1817, la familia Allan fué obligada á residir por algún tiempo en Inglaterra; y el niño Poe quedó en la escuela melódica y rigurosa del Dr. Bransby, en Stok-Newington.

Edgar Poe ha hablado largamente de la casa-colegio, y de su vida en ella, en William Wilson, fantasía inimitable, en que al simbolismo que reina en todas sus composiciones, une el estilo vigoroso y correcto que le es peculiar, y una intensidad notable de pensamiento poético.

El colegio de Stok-Newington, con todos sus pormenores, quedó impreso profundamente en su memoria tenaz. Á propósito de la fijeza de sus recuerdos á ese respecto, dice Poe lo siguiente, en la fantasía ya citada:

« El fecundo cerebro de la nitidez no necesita un mundo externo de incidentes para ocuparlo ó divertirlo, y la aparente monotonía triste de la escuela estaba repleta, para mí, de excitaciones más intensas que las que mi madura juventud ha derivado de la lujuria, ó mi entera virilidad del crimen. Sin embargo, debo creer que mi primer desarrollo mental tenía en sí mucho de incomún — y hasta mucho de outré. Sobre la humanidad en general, los sucesos de los años primeros dejan siempre huellas indefinidas para la edad madura. Todo es sombra gris, débil é irregular recuerdo, vistas vagas de ligeros placeres, y fantasmagóricas penas.»

«En mí no ha sido así. En la niñez, debo haber sentido con la energia de un hombre lo que ahora encuentro estampado sobre la memoria con líneas tan vividas, tan durables como los exergos de las medallas cartaginesas.»

Después de dos años de permanencia en Inglaterra, los esposos Allan volvieron á Richmond. Poe fué enviado entonces á la escuela del Profesor Clarke, de Trinity College, en Dublín. Allí entró á los estudios ingleses de costumbre, y pasó á los clásicos. Durante su curso de cinco años, leyó la mayor parte de los tipos escogidos de Latin y Griego.

Sus maestros de entonces dicen que demostró siempre una gran preferencia por la poesía, y una aversión profunda por las matemáticas. Su carácter gentil y caballeresco, no cambió; se intensificó y abrió como una flor que entra á un período de plenilud y lozanía. Escribió peomas, y los dedicó á varias condiscipulas, cuando apenas tenia 10 años de edad, los preparó para la prensa, y los mandó á Mr. Allan, para que los hiciera publicar.

Los juiciosos consejos de Mr. Clarke impidieron, sin embargo, la publicación de los versos. Los biógrafos de Poe, á quienes pido prestados todos estos detalles, hablan del desordenado amor propio que el joven poeta alimentaba en esta época, debido á las indulgencias de Mr. Allan.

Los condiscipulos de Poe que sobreviven, dice Gil, — «se unen para hablar de él como de un niño bravo y generoso.» Sus favoritos eran John Preston, ahora coronel del ejército de los Estados Unidos, y Robert Sully, sobrino del artista Tomás Sully. El jóven Sully, que después llegó á ser un artista de talento extraordinario, era de un físico delicado, y del temperamento más refinado y sensitivo, pero tan irritable y receloso que era difícil, aun á sus mejores amigos, estar en buenas relaciones con él.

Sin embargo, en las numerosas pendencias de Sully con sus condiscípulos, Poe fué siempre su campeón abnegado, habiendo recibido muchos y buenos golpes en defensa de su amigo. La amistad de estos seres no se rompió nunca, ni se desmintió jamás, como la de Lord Byron con Roberto Peel, á quien sirviera también de campeón en el colegio, por su débil naturaleza.

En la vida y obras de Poe, se encuentra trozos de su inclinación al arte del teatro. Durante su estadía en el colegio de Clarke, se disfrazó varias veces con un éxito tan completo, que nunca pudo conocerlo ninguno de sus mas íntimos camaradas.

Preguntábasele en una ocasión porqué no había abrazado la carrera del teatro, á la cual habíase consagrado la madre.

— Siento, respondió, que hubiera podido sobrealir como actor, pero no me gusta la vida ruidosa y de publicidad continua de los artistas.

El profesor Clarke partió de Richmond en 1823, y su escuela quedó á cargo de Mr. William Burke: el poeta pepmaneció allí hasta 1825.

Hacia esta época, el niño-poeta experimentó una de las profundas emociones de su vida, precoz como un fruto de los trópicos, y de la que él habla, llamándola uno de los amores idólatras y puramente ideales de su niñez apasionada.»

Un dia, acompañando á uno de sus condiscipulos á su casa, vió por la vez primera á la madre de su camarada, Mistress Jane Stanard. Las palabras gentiles y dulces que ella le dirigió, tomándole al mismo tiempo las manos, penetraron tanto en su alma de niño huérfano, que le privaron del poder de la palabra, y hasta, por un instante, del conocimiento de sí mismo.

Gill, de quien extracto esas bellas frases, dice que Poe volvió á su casa, como en un sueño, con un solo pensamiento, con una sola esperanza en la vida: la de oir de nuevo aquellas gentiles y graciosas palabras de bienvenida que habían hecho tan bello para él al mundo desolado, llenando su corazón solilario con la opresión de un goce desconocido.

Aquella afección purísima le inspiró muchas de sus exquisitas creaciones.

Entró Poe en seguida á las Universidad de Virginia, en Charlottesville, y hé aquí lo que el Secretario de ella, Mr. Wertenbaker, escribe sobre la estadía del poeta en el establecimento:

«Había nacido Poe el 10 de Enero de 1809, teniendo 17 años, cuando entró á la Universidad. Pertenecía á la clase de lenguas antiguas y modernas, y era un estudiante distinguido, que obtuvo los premios más altos que entonces existían.

«En una ocasión, el profesor Batterman, pidió á su clase de italiano la traducción, en versos ingleses, de un trozo de Tasso, designado para la próxima lección. Mr. Poe fué el único que cumplió el pedido, y fué altamente cumplimentado por el profesor.»

En el infame libro que Griswold publicó después de la muerte de Poe, se dice que este fué expulsado de la Universidad de Virginia, pero M. Werlenbaker ha desautorizado la calumnia bajo su palabra, y con el testimonio de los registros escrupulosos del establecimiento.

Aunque dotado de un carácter algo melancólico, que de tiempo en tiempo lo llevaba á extrañarse de sus amigos, Poe era un joven querido de sus camaradas. No era, como lo ha representado el siniestro Griswold, un sér tétrico y sombrío, enemigo de todo el mundo, por todos odiado, á causa de su carácter insufrible.

Durante los felices días en que estuvo en Charlottesville, empleaba lo superfluo de su tiempo reviviendo las atrevidas hazañas de sus antepasados normandos. Ejecutó algunas proezas gimnásticas, que apenas si se ·pueden creer, á pesar de las pruebas documentadas que de ellas existen.

Una vez saltó una distancia de 21 piés, seis pulgadas, de tierra, á nivel muerto, en una carrera de veinte yardas. En las columnas del Richmond Enquiver, y otros diarios de Richmond, se registra una hazaña de nadador que llevó á cabo á los 15 años de edad. En un ardiente día de Julio, nadó contra una marea de tres nudos, desde el puente de Ludlam, en el río James, hasta Warwick — siete millas y media — igual á treinta millas de agua tranquila. La imposibilidad de reposar ni siquiera por un momento, flotando, hace á esta proeza verdaderamente hercúlea, pues nadie hasta ahora la ha igualado.