Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original.


La imitación.

Se moria un hombre gracioso, y sin decir para qué, mandó llamar á toda priesa á un posador y á un molinero, sus conocidos.

Llegaron los pobres hombres, entraron en la alcoba, y apenas los vio el moribundo les dijo:

— Amigos mios, hacedme el favor de poneros el uno al un lado y el otro al otro de la cama.

Los dos hombres obedecieron en silencio, después le dijeron:

— ¿Qué quieres que hagamos por tí, pobre amigo?

El enfermo levantó las manos al cielo y esclamó:

— ¡Gracias, Dios mió! pues queréis concederme el favor de que imite en mis últimos momentos á mi Señor Jesucristo, muriendo como él, entre dos ladrones.