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​La humildad coronada​ de Pedro Calderón de la Barca
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Salen los dos ángeles en dos bofetones.
ÁNGEL 1.º:

Árboles, plantas y flores
deste universal Jardín
del Mundo, pues que con alma
vegetativa venís...

ÁNGEL 2.º:

... sabed que hay entre vosotros
fruto tan dulce y feliz,
que ha de guarnecer su frente,
rayos de mejor Ofir.

MÚSICA:

Venid, venid
a coronaros en la nueva lid,
y formando lenguas las hojas,
de acentos el aire, que hiere sutil
para entrar al Divino Certamen,
naced, brotad, creced, y vivid.

ÁNGEL 1.º:

Y para obligar a todos
a engendrar, y producir
con más virtud los verdores
de que os adorna el abril,
en nombre del Venturoso,
que ha de merecer ceñir
esta Sagrada Diadema,
dirá deste duelo el fin.

MÚSICA:

Venid, venid,
[a coronaros en la nueva lid,
y formando lenguas las hojas,
de acentos el aire, que hiere sutil
para entrar al Divino Certamen,
naced, brotad, creced, y vivid.]

ÁNGEL 2.º:

Suponed que tenéis voz,
pues tenéis alma; y así,
sin decir lo que queréis,
lo que quisiereis decid,
porque al que mejor lidiare
en esta sangrienta lid
será premio esta corona,
que queda pendiente aquí.

MÚSICA:

Venid, venid,
a coronaros en la nueva lid,
[y formando lenguas las hojas,
de acentos el aire, que hiere sutil
para entrar al Divino Certamen,
naced, brotad, creced, y vivid.]

(Desaparecen los dos ángeles y van saliendo cada árbol de por sí.)
MÚSICA:

Venid, venid,
a coronaros en la nueva lid,
[y formando lenguas las hojas,
de acentos el aire, que hiere sutil
para entrar al Divino Certamen,
naced, brotad, creced, y vivid.]

ESPINO:

¿Qué articulado acento
es hoy afable escándalo del viento?

MORAL:

¿Qué confusa harmonía
es hoy ruidosa cláusula del día?

LAUREL:

¿Qué conceptos suaves
son hoy métrica envidia de las aves?

OLIVO:

¿Qué dulces ruiseñores
hoy son blandos clarines de las flores?

ENCINA:

¿Qué tonos diferentes
al compás acompañan de las fuentes?

ALMENDRO:

¿Qué músicos veloces
meten el pleito de mi sueño a voces?

ESPIGA:

¿Qué harmoniosa salva
letras entona al alba sin el alba?

VID:

¿Qué música sonora
al aurora despierta sin la aurora...

LOS 4:

... diciendo en dulce acento...

LOS OTROS:

... hablando con los árboles al viento...

MÚSICA:

... venid, venid,
a coronaros en la nueva lid,
[y formando lenguas las hojas,
de acentos el aire, que hiere sutil
para entrar al Divino Certamen,
naced, brotad, creced, y vivid?]

ESPINO:

¿Has por ventura oído,
sacro Laurel, este acordado ruido?

LAUREL:

Preguntarte quería,
armado Espino, si oíste su harmonía.

OLIVO:

Cuerdo Moral, ¿acaso has escuchado
la voz que nueva vida nos ha dado?

MORAL:

A ti, sagrada Oliva,
a consultar mis confusiones iba.

ENCINA:

¿Qué novedad, Almendro, es la que toco?

ALMENDRO:

¿No sabes, ruda Encina, que soy loco,
y que yo no sé nada?

ESPIGA:

Fértil Vid, de racimos coronada,
¿qué música es aquesta?

VID:

¿Cómo quieres que yo te dé respuesta
si soy en mi fatiga
villana como tú, dorada Espiga?

MORAL:

Supuesto que hoy, a efecto
de querer explicar algún concepto,
el Cielo nos desata
la voz, que el viento aprisionar nos trata,
siendo en tanta ventura
los árboles retórica figura
que allá en sus tropos la elegante Fama
prosopopeya llama,
el Valle discurramos.

OLIVO:

Has dicho bien, a examinarle vamos,
ya que las plantas, esta vez felices,
dispensan la prisión de las raíces,
y que libres nos veemos,
sepamos lo que es.

LAUREL:

El monte penetremos.

ENCINA:

Ven, Almendro, conmigo.

ALMENDRO:

Yo nunca atrás me quedo; ya te sigo.

ESPIGA:

Si a saber vais lo que es novedad tanta,
parad la voz, y suspended la planta,
que ya a la vista, con prodigio nuevo,
más que al oído admiraciones debo,
pues si una voz allí sonora admiro,
aquí pendiente una corona miro
que es en su vago asiento,
imperial jeroglífico del viento.

ESPINO:

¿Para quién este Iris peregrino
en la media región del aire vino?

MORAL:

¿A quién viene guiado
este rasgo de luz iluminado?

LAUREL:

¿Quién será digno de una pompa bella
que empieza en flor y se remata estrella?

OLIVO:

¿A quién, oh clara exhalación no breve,
el grande aplauso de su luz se debe?

ENCINA:

¿Quién será quien espera
ceñir los arreboles de tu esfera?

VID:

¡Oh, mil veces felice
a quien el triunfo tu esplendor predice!

ESPIGA:

¡Oh, mil veces dichoso
quien trofeo merece tan glorioso!

ALMENDRO:

Eso, ¿qué duda tiene?

TODOS:

Pues, ¿a quién viene?

ALMENDRO:

A mí es, que a mí me viene:
y así, ser el primero
que le llegue a beber los rayos quiero,
anticipado a tanta primavera.

MORAL:

No te adelantes; tente, Almendro, espera.

ALMENDRO:

Suelta, Moral filósofo, mas, ¡cielos!,
nieve mis hojas son, mis flores hielo,
contra mí sólo airado
el cierzo, de rigor, de furia armado,
la espada de sus ráfagas esgrime,
que airado brama, que enojado gime,
quedando en esqueleto informe mío,
desnudo y yerto, deshojado y frío,
porque, sin repararme,
intenté a los demás anticiparme,
tu consejo, Moral, teniendo en poco.

MORAL:

Por eso yo soy cuerdo, y tú eres loco;
y con este escarmiento,
de que castiga el viento
tempranas osadías,
aconsejado de las canas mías,
ya que prestada voz articulamos,
al Cielo que declare le pidamos
de esta enigma el efecto.

ALMENDRO:

Has advertido bien, eres discreto.

ESPINO:

Con los veloces
acentos de mis repetidas voces...

ESPIGA:

... Monarca soberano...

VID:

... a cuya majestad...

OLIVO:

... a cuya mano...

MORAL:

... los montes obedecen...

LAUREL:

... los mares menguan...

ESPINO:

... los arroyos crecen...

ENCINA:

... las plantas resucitan...

ALMENDRO:

... y los almendros míseros tiritan
heridos de los vientos.

TODOS:

¿Quién este premio aguarda?

(Sale el CEDRO con un bastón en forma de cruz, en un brazo de ella hojas de palma, en el otro hojas de ciprés, y en el medio otras ramas de las que más le imiten.)
CEDRO:

Estadme atentos,
que yo, sin que os asombre
mi voz, puedo deciros en su nombre.

ESPINO:

¿Qué árbol estranjero
este es, que no vi, ni veer espero?

CEDRO:

Armado Espino, ¡qué rigor me ofreces!
Presto, porque me ignoras, me aborreces.

MORAL:

¿Qué tronco es, peregrino,
el que a nacer entre nosotros vino?

CEDRO:

¡Oh prudente Moral, cuando me miras,
cuérdamente me dudas, y me admiras!

ALMENDRO:

Aún no le he conocido yo tampoco.

CEDRO:

Soy igual confusión del cuerdo y loco.

LAUREL:

En toda esta montaña
planta no vi más nueva, y más estraña.

OLIVO:

Aunque fruto ni flor no he conocido,
me huelgo de que al Valle haya venido.

CEDRO:

Bien Olivo y Laurel se han alegrado
al veerme, pues de entrambos coronado
me ha de mirar la Tierra,
árbitro de la paz y de la guerra.

ENCINA:

Como a ti, Espino, el veerle así me mata.

CEDRO:

¿Qué Encina con su dueño no fue ingrata?

ESPIGA:

Sea el que fuere, ¿viste igual belleza?

VID:

Él es de superior naturaleza
que nosotros.

ESPIGA:

El veerle a amor me obliga.

CEDRO:

¡Qué bien la fe comienza en Vid y Espiga!

ESPINO:

Árbol entre nosotros estranjero,
que eres en estos valles el primero
que de tu especie vimos,
una duda ofreciste, que tuvimos
declarar, ya son dos. Dinos, ¿quién eres,
o qué corona es esta, si es que quieres
quietar humanos nuestros pensamientos?

CEDRO:

Uno y otro sabréis; estadme atentos.
Árboles, plantas y flores
de este hermoso, de este ameno
Valle del Mundo, aunque valle
de lágrimas y tormentos.
Ya sabéis antes de ahora
que en el principio era el Verbo,
que el Verbo estaba conjunto
a Dios, y Dios era el mesmo
Verbo; esto era en el principio,
que todo por Él fue hecho,
y sin Él no fue hecho nada,
que cuanto hizo en un momento
fue vida y luz de las gentes;
y que la luz esparciendo
entre las sombras, las sombras
esta luz no comprehendieron.

CEDRO:

Hasta aquí palabras son
de aquel águila que el vuelo
remontó a luciente examen
del Sol de justicia eterno.
Y volviendo a otro principio,
del Génesis dice el texto
que en el principio crió
Dios a la tierra y al cielo,
la tierra estaba vacía,
informes los elementos,
siendo (según los poetas)
caos todo el Universo.

CEDRO:

Dios, que se estaba en sí mismo
sin tiempo gozando el tiempo,
por ostentarse Criador
sin necesidad de serlo,
crió la luz en esas dos
antorchas que presidiendo
al día y la noche están
tanta tropa de luceros,
tanto número de estrellas
sustentando de alimentos.
Y desatando las sombras,
y apartando, y dividiendo
a las aguas de las aguas,
unas en cavados senos
dejó de la tierra, y otras
puso sobre el firmamento
para poblar las estancias
y las mansiones que hicieron
los cuatro elementos, siempre
amigos, y siempre opuestos.

CEDRO:

Los peces entregó al mar,
los pájaros fió del viento,
y de la tierra las fieras,
dando a cada cual su centro.
De plantas pobló después
su verde esfera, añadiendo
aquesta hermosura más
de los árboles al bello
espacio suyo, en quien son
pompa ilustre y ornamento,
ya de sus humildes valles,
ya de sus montes soberbios.

CEDRO:

Jurado príncipe de esta
república, de este imperio,
crió al hombre con más noble
alma que todas, pues veemos
que la suya es vegetable
y sensitiva, y sobre esto
racional; la de los brutos,
un grado de estos tres menos
vegetable y sensitiva,
y la del tronco, en efecto,
solamente vegetable,
porque uno a otro prefiriendo
crezca el árbol. Crezca, y sienta
el bruto, y el hombre luego
crezca, sienta y raciocine,
que como a señor y dueño
de todos le dio la noble
porción del entendimiento;

CEDRO:

mas no porque fuese el árbol
inferior, dejó por eso
de dotarle y componerle
de naturales secretos,
por donde a tener llegase
la virtud que puso en ellos
merecimiento, que fuera
un como cuasi defecto,
que aún lo insensible tuviese
virtud sin merecimiento.
Y pues hoy en este acto
introducidos nos veemos,
usando, para explicarle,
metafórico el ingenio
de poéticas licencias
y retóricos preceptos,
dejando aparte una y otra
naturaleza, y viniendo
solamente a la que más
hace al propósito nuestro,

CEDRO:

del primer delito fue
el principal instrumento
un árbol; y porque a donde
halló la culpa el veneno,
el antídoto la Gracia
halle también, ha dispuesto
la eterna sabiduría
otro árbol, previniendo
que, por donde vino el daño,
venga también el remedio.
Así pues, fértiles plantas,
naced con mejor aliento,
brotad con mejor sazón,
creced con mejor esfuerzo
y venid con mejor alma
que hasta aquí, reconociendo
que aspirar cada uno puede
de aquella corona al cetro;
pues como entre hombres y fieras,

CEDRO:

aves y peces, el Cielo
dispuso un rey que tuviese
de las demás el imperio,
así entre las plantas hoy
quiere que haya rey que, siendo
superior, presida, bien
como el águila en los vientos,
como el delfín en los mares,
y el león en los desiertos.
Pero aquesta dignidad
la ha de tener, advirtiendo
que ha de merecer por sí
de su república el cetro,

CEDRO:

porque siendo así que no hay
árbol, planta ni renuevo
que no tenga oculta alguna
calidad en los secretos
de la gran Naturaleza,
la ha de aplicar a este intento
alguna virtud, tomando
religión, con que su afecto
simbolice; porque así
el Sol, que nos mira atento,
halle en la alegoría
de este imaginado ejemplo
que si la fruta de un árbol
fue tósigo, fue veneno
del hombre, los frutos de otro
son antídoto y sustento,
en cuya gran competencia,

CEDRO:

aunque yo de ser me precio
árbol, y quizá de vida,
no he de entrar, porque no tengo
de ser yo el que se corone,
sino el que el merecimiento
ha de ajustar al que sea
más feliz, a cuyo efecto
me dad vuestros memoriales,
pues a ser ministro llego
de esta causa; y aunque ahora
ignoréis mi nacimiento,
vendréis a saberlo cuando
en los jardines amenos
del Alcázar de Sión
quién es (por mí os diga el Cielo)
el árbol del mejor fruto,
que ha de ser príncipe vuestro.
(Vase.)

ESPINO:

Oye.

OLIVO:

Aguarda.

MORAL:

Escucha.

ESPIGA:

Espera.

ESPINO:

Por los fragosos espesos
laberintos de la vida
va de nosotros huyendo.

LAUREL:

Con grande gusto he escuchado
sus discursos, conociendo,
que aunque han hablado con todos,
parece que todos fueron
encaminados a mí.

OLIVO:

¿Por qué lo juzgas?

LAUREL:

Por esto:
porque yo soy el Laurel,
árbol que conserva eternos
todo el año sus verdores,
y que a los rayos exempto,
ni el relámpago me asusta,
ni me atemoriza el trueno.
Y si es que a profanas letras
crédito alguno debemos,
ninfa, del Sol adorada,
me celebraron un tiempo.
Mi virtud es el honor,
virtud política, puesto
que la humana idolatría
de los césares aumento,
y así, de su religión
tengo de valerme, siendo
desde hoy la Gentilidad;
pues si tantos dioses tengo,
¿quién me podrá competir
de todos?

OLIVO:

Yo solo puedo
oponerme a tu arrogancia;
pues siendo la Oliva, es cierto
que, Árbol de Paz coronado,
al de la Guerra prefiero,
¿cuánto va de ser mejor
lo afable que lo sangriento?
Ella es mi virtud, y así,
la religión que venero
es la adoración de un solo
Dios, desde este instante siendo
como símbolo de paz
la Ley Natural, perfecto
candor y yugo sencillo
de aquellos siglos primeros.

(Mira el LAUREL a la OLIVA.)
ESPINO:

¿Qué importa que tú en la guerra
laureles des al Imperio?
¿Qué importa que tú en la paz
des políticos consejos?
¿Que tú adores sólo un Dios,
ni que tú, dioses diversos?
Si para reinar ninguno
tiene los merecimientos
que yo en la campaña armado
de agudas puntas de acero,
por no herirse en mí, tal vez
aún no se me atreve el Tiempo.

ESPINO:

Cuando alguno de vosotros,
o todos juntos, atentos
a guarecer vuestros frutos,
solicitáis defenderos
de las hambres del ganado,
¿yo no soy el que os defiendo,
fortificándoos conmigo,
para mantener el cerco?
Pues, ¿qué calidad mejor
para rey que veer exemptos
a la sombra de sus armas
sus vasallos? Fuera de esto,
la virtud a que me inclino
es a la de justiciero:
y así, al ladrón que os despoja,
entre mis redes le prendo,
tal que, cuando escapa vivo
de mis garras, por lo menos
me deja en vellones suyos
más que lleva en frutos vuestros;
a cuya causa es la ley
que más me agrada, en efecto,
la gran ley del Judaísmo,
porque en los varios preceptos
de su Levítico tiene
mucho lugar lo severo
de mi condición, y así,
desde hoy me juzgad el mesmo.

ENCINA:

Bien a esa ley aplicaste
lo escabroso, lo sangriento,
pero yo, que soy la Encina,
con más justicia pretendo
de la república nuestra
el ignorado gobierno,
pues yo fui al dorado siglo
el natural alimento,
por quien la Naturaleza
se sustentó en los desiertos.
Su tienda fui de campaña
contra el Sol, y en mí tuvieron
su descanso, la fatiga,
su seguridad, el sueño.

ENCINA:

Pues ¿qué calidad mejor,
para merecer un reino,
que alimentar y hacer sombra?
La virtud de que me precio
es la abundancia: y así,
en el instante, el momento,
que a ajeno manjar se den
mayores merecimientos
que a mí, desde aqueste instante,
con dogmas, con argumentos,
a ellos me opongo, con nombre
de Herejía, que no quiero,
siendo yo alimento, que
se haga de otros sacramentos.

ALMENDRO:

Todo eso no importa nada;
pues todos los que comieron
de ti entonces, no podrás
negar ahora que fueron
animales de bellota,
y obraron como unos puercos;
fuera de que tú, ¿qué hiciste
en darles tu fruto, si ellos
te lo quitaron a palos?
Yo sí que reinar merezco,
que por dar luego, dos veces
doy, como dice el proverbio.
Y si vamos a los frutos,
¿en qué banquete opulento
no soy principio? Y en fin,
pues de mí para este efecto
se hacen también los turrones,
almendradas para el sueño,
aceites de almendras dulces,
almendrones, caramelos,
y peladillas tostadas.

ENCINA:

Quita, loco.

LAUREL:

Aparta, necio.

ESPINO:

Di, Moral, tu pretensión.

MORAL:

Para que yo hable aún no es tiempo.
Solamente lo que ahora
puedo decir es que espero
consultar con la Prudencia,
virtud de que me guarnezco,
la religión por que aguardo,
según las noticias tengo
de Ley Natural y Escrita,
en las sombras y bosquejos
una, que ha de preferir.
Soy tardo, no me resuelvo:
hablen la Vid y la Espiga.

VID:

¿Qué es lo que yo decir puedo?

ALMENDRO:

Cuerpo de Dios, que das vino,
que es el mejor compañero
de mis almendras del baile.

VID:

Si desde aquí me confieso
planta tan pobre y humilde
que apenas sale del suelo,
y arrastrando por la tierra,
los brazos de sus sarmientos
culebras vegetativas
son, tan sin vigor y aliento
que sin arrimo del olmo
no intentan mirar al Cielo;
pues si sólo mi virtud
es la Humildad, ¿cómo puedo
competir con majestades?

ESPIGA:

Y yo respondo lo mesmo,
que mal pudiera una caña,
tan débil que el blando peso
de sus granos la derriba,
antes que el fácil aliento
de cualquier soplo la haga
besar de la tierra el centro,
sustentar una corona.

ALMENDRO:

¡Qué humildes villanos estos!
Y en no lloviendo, no hay
quien se averigüe con ellos,
siendo su pan y su vino
quien más nos sube los precios.

ESPINO:

Puesto que ninguno puede
competirme a mí, yo quiero
seguir aquel ignorado
árbol; y si a mi sangriento
espíritu no prefiere,
ha de conocer que llevo
en mí todo el Judaísmo.

(Vase.)
LAUREL:

Yo sabré hallarle primero,
pues que van conmigo tantos
dioses como reverencio.

(Vase.)
OLIVO:

Uno sólo reconoce
la paz de mis pensamientos,
y he de coronarme, pues
la Ley Natural defiendo.

(Vase.)
ENCINA:

Guárdese el Mundo de mí,
pues soy la Herejía, y llego
a veer que otro fruto sea
más saludable alimento.

(Vase.)
MORAL:

Tras ellos voy, porque no obren
sin prudencia o sin consejo.

(Vase.)
ALMENDRO:

Y yo, por veer sólo si es
verdad, si un loco hace ciento.

(Vase.)
VID:

Pues solos hemos quedado,
ya que a tanta competencia
no da la Humildad licencia
en que nos hemos crïado,
discurra nuestro cuidado
cual será en nuestro placer
árbol que ha de merecer
dar el felice tributo,
cuyo sazonado fruto
el antídoto ha de ser
de aquel tasado veneno.

ESPIGA:

Si a la virtud que eligió
y ley cada uno, yo,
si bien de ignorancia lleno
el pecho, y de ciencia ajeno,
ofrecer mi voto hubiera,
a la Oliva se le diera,
porque de reinar capaz,
tiene por virtud la Paz,
símbolo de la primera
Ley Natural.

VID:

Es así;
mas ya esa ley prescribió,
desde que la Escrita dio
en el monte Sinaí
Dios a Moisén, cuando allí
desterrado y peregrino
su pueblo al desierto vino:
y así, yo, si dar hubiera
hoy mi voto, se le diera
en esta parte al Espino,
porque con la libertad
de que usa nuestra malicia,
necesita de Justicia
virtud que eligió.

ESPIGA:

Es verdad;
pero la sinceridad
de aquella ley me llevó
el afecto, porque yo
en eterna paz quisiera
que todo el mundo viviera,
desde que el Cielo me dio
en las sombras y figuras
de vislumbres y bosquejos,
unos rasgos, unos lejos,
de que están las Escrituras
llenas, para mis venturas,
en orden a que sería
pacífica monarquía
la que a veer en mi alimento
mereciese el cumplimiento
de una y otra profecía;

ESPIGA:

que no misteriosamente
en vano nos dijo ya
Isaías, pan será
el polvo de la serpiente;
no en vano, confusamente,
de Jeremías el celo,
el madero, ¡qué consuelo!,
«Echemos en el pan», dijo,
y Job mil veces bendijo
el Pan que vendrá del Cielo;
y no en vano, en fin, no están,
si sus sentidos penetras,
llenas las Sagradas Letras
de qué significa el Pan,
según los nombres le dan,

ESPIGA:

la tristeza y alegría,
el manjar de cada día,
la Fe de la Trinidad,
Beatitud y Caridad,
Iglesia y Eucaristía;
pues, ¿qué mucho, siendo así,
que viva con esperanza
de que es la Paz quien alcanza
los Misterios que hay en mí?
Pobre y humilde nací,
y aunque no tengo ambición
de reinar, mi inclinación
ha de dar a esta virtud,
en las espigas de Ruth,
el Pan de proposición.

VID:

No porque tu voz se funda
en la Paz, que el Mundo espera,
atenta a la ley primera,
ha de olvidar la segunda,
blanda suave coyunda
la Ley Escrita nos dio,
y en una y en otra yo
misterios también hallé.
Hable el primero Noé,
pues él primero exprimió
racimos, cuyo no usado
licor le deja rendido
al sueño, en que suspendido,
ajeno y arrebatado,
secretos mil le han hallado
los descendientes de Adán,
por quien divisos están
los bandos del Mal y el Bien,
en la bendición de Sen
y en la maldición de Can.

VID:

Dígalo en otra ocasión
el gran caudillo de Oreb,
el racimo de Caleb
y Tierra de Promisión.
No menos alta visión
es veerle, si se repara,
pendiente de aquella vara
que acudiendo a otro lugar
es la viga del lagar,
que Isaías nos declara,
exprimiendo en dulce lid
racimos, por quien allá
dice Ezequiel que será
del madero de la Vid.
En otra parte David
a la Espiga la aplicó,
y por Juan la pronunció
Dios en misteriosa calma,
si vosotros sois la Palma,
la Vid verdadera yo.

VID:

Luego si tan alto bien
de Justicia se codicia,
¿a la ley de la Justicia
haberme inclinado es bien?
Sus preceptos, pues, me den
luces, que ocultas están,
pues que no en vano a Abrahán
Melquisedec le previno
ofrenda de pan y vino.

ESPIGA:

Pues si en el Vino y el Pan,
frutos que ambos hemos dado,
tan altos misterios veemos,
sin vanidad esperemos
veernos en mejor estado.

VID:

¿Quién, pues, de tantos cuidados
podrá sacarnos? Decid,
Cielos.

ESPIGA:

Cielos, advertid,
¿quién nuestras dudas abona?

MÚSICA:

(Dentro.)
Quien hoy la Humildad ensalza y corona,
virtud que eligieron la Espiga y la Vid.

ESPIGA:

Segunda vez, ¡ay de mí!,
dulce música se oyó.

VID:

¿Si es ilusión nuestra?

MÚSICA:

No.

VID:

¿Si aviso es del Cielo?

MÚSICA:

Sí.

ESPIGA:

¿Quién, dulces voces, así
a discurrir nos obliga?

VID:

¿Quién en tan dulce fatiga
nuestros aplausos pregona?

MÚSICA:

¿Quién la Humildad ensalza y corona,
virtud que eligieron la Vid y la Espiga?

ESPIGA:

¿Planta humilde mereció
tanto favor?

VID:

¿Y que a mí
busca vuestro acento?

MÚSICA:

Sí.

VID:

¿Es soberbia creerlo?

MÚSICA:

No.

VID:

Pues sepa más claro yo
quién me habla.

ESPIGA:

Proseguid,
dulces voces, y decid,
¿quién nuestros triunfos corona?

MÚSICA:

Quien hoy la Humildad ensalza y corona,
virtud que eligieron la Espiga y la Vid.

(Tocan chirimías y van subiendo las voces, o si quieren por apariencia, y se verán los dos ángeles, el uno en un Arco Iris y el otro en un pirámide.)
ESPIGA:

Ya no solamente, ¡ha, cielos!,
nos da que admirar la voz,
pero una nube veloz,
rasgando entre azules velos
coluros y paralelos,
allí remontada sube.

VID:

Yo atento a veella no estuve,
porque bien a estotra parte,
que Naturaleza y Arte
han fabricado otra nube
que a aliviar nuestras congojas,
siendo el viento su jardín,
flor de púrpura y jazmín
va desplegando las hojas.

ESPIGA:

De nácar las líneas rojas
al Sol le causan desmayos,
y abriles vertiendo y mayos,
son ya del viento narcisos,
tornasoleándole a visos,
iluminándole a rayos.

VID:

¡Oh tú, Iris celestial,
que al Sol la campaña corre!

ESPIGA:

Globo de quien esa torre
aguja es piramidal.

VID:

Garza de nieve y cristal,
que no hay halcón que te siga.

ESPIGA:

¿Quién te mueve?

VID:

¿Quién te obliga
a correr de zona en zona?

MÚSICA:

¿Quien hoy la Humildad ensalza y corona,
virtud que eligieron la Vid y la Espiga?

ÁNGEL 1.º:

¡Dorado golfo de espigas!

ÁNGEL 2.º:

¡Verde vulgo de racimos,
qué fértiles, pues, y opimos!

ÁNGEL 1.º:

Ya rigurosas, ya amigas,
resistís tantas fatigas...

ÁNGEL 2.º:

... sufrís tantas inclemencias...

ÁNGEL 1.º:

... como ofrecen las violencias...

ÁNGEL 2.º:

... del tiempo y sus destemplanzas.

ÁNGEL 1.º:

Atiende a tus alabanzas.

ÁNGEL 2.º:

Escucha tus excelencias.

ÁNGEL 1.º:

En la gran Jerusalén,
eterno nombre darán
de casa a Belén. Dé pan
cuando Dios nazca en Belén.

ÁNGEL 2.º:

La Vid en Caná también,
eterno nombre divino,
para la de Arquiteclino,
cuando dé Dios el poder.

LOS DOS:

Muestre en sombras que ha de ser
carne el Pan y sangre el Vino.

ÁNGEL 2.º:

Y así, no ya tu Humildad
deje de aspirar a ella,
de aquesta corona bella
a la inmensa majestad.

ÁNGEL 1.º:

Y así, no por vanidad,
sino por merecimiento,
aspire tu pensamiento
a esa sagrada diadema...

ÁNGEL 2.º:

... sin que coronarse tema...

ÁNGEL 1.º:

... de la luz del firmamento.

ÁNGEL 2.º:

Yo que tus triunfos estimo...

ÁNGEL 1.º:

... yo que tus aplausos amo...

ÁNGEL 2.º:

... para la empresa te llamo...

ÁNGEL 1.º:

... para la guerra te animo.

VID:

Ya yo tus voces imprimo
en el alma.

ESPINO:

Yo a la lid
me prevengo.

ESPIGA Y VID:

Pues decid,
¿a quién de los dos abona?

LOS DOS ÁNGELES:

¿Quién hoy la Humildad ensalza y corona,
virtud que eligieron la Espiga y la Vid?

(Vanse, y sale el CEDRO con una cruz, y una palma en un brazo de ella, repitiendo los dos versos de la MÚSICA.)
CEDRO:

¿Quién hoy la Humildad ensalza y corona,
virtud que eligieron [la Espiga y la Vid?]
Grande ser de los mortales,
dame albricias, que ya tienes
cercanos todos tus bienes,
ausentes todos tus males.

CEDRO:

Bien la guerra introducida
en los árboles te advierte
que, contra la envejecida
culpa, al Árbol de la Muerte
venza el Árbol de la Vida,
después que haya merecido
tanto bien el Mundo; pero
estar (aunque esto no ha venido,
hasta que sea tiempo) quiero
ignorado, y escondido,
y así, a mi sombra podré
descansar la siesta, dando
tiempo al tiempo, para que,
las Hebdogmadas pasando,
llegue el tiempo de la Fe.
Al blando sueño rendido
estoy, y aunque no he podido
dormir yo, cúmplase aquí
la voz del Psalmo, en que oí
juzgarme David dormido.

(Arrímase al paño, y la cruz delante, que sea de su estatura, a manera de enclavada, en los brazos hojas de ciprés, de cedro y palma, y échase al pie de ella, y sale el ESPINO.)
ESPINO:

Por aquesta parte vino
sin duda aquel ignorado
árbol.

(Sale ENCINA.)
ENCINA:

Por aquí imagino
que ha de estar, sino es que ha errado
torpe mi planta el camino.

(Sale el LAUREL.)
LAUREL:

Entre una y otra torcida
senda de la humana vida
no es posible hallarle; pero
dar con él muy presto espero,
aunque ahora voy perdida.

(Salen el MORAL y el ALMENDRO.)
MORAL:

¿Siguiéndome vienes?

ALMENDRO:

Sí,
porque quien huir intente
de ti, venga a dar en mí.

ESPINO:

¡Oh loco Almendro! ¡Oh prudente
Moral! ¿Tú estabas aquí?

MORAL:

Por veer vuestra competencia
vengo. ¿Qué buscáis los tres?

LAUREL:

Aquel Árbol de la Ciencia.

MORAL:

Pues miradle allí, aquel es.

LAUREL:

¿Quién lo dice?

MORAL:

La Prudencia,
que es la que sólo ha sabido
hallarse bien escondido.

ALMENDRO:

Si la Locura le hubiera
visto, también lo dijera.

ENCINA:

¿Parece que está dormido?

MORAL:

No es sueño.

ESPIGA:

¿Qué es?

MORAL:

Suspensión,
por quien allá Salomón
en sus Cantares dirá
que, aunque está dormido, está
velando su corazón.

ESPINO:

Pues ya que en la alegoría
de los árboles parece
que el misterio de este día
las pasiones nos ofrece
como hermanas, no querría
despertarle hasta saber
qué árbol este pudo ser.

ENCINA:

Dices bien, los tres lleguemos,
y las hojas le arranquemos,
para que podamos veer
más de cerca qué hojas son.

LAUREL:

Lleguemos, pues. ¿Qué esperáis?

MORAL:

Tened, no hagáis tal acción.

ALMENDRO:

Si a la Prudencia escucháis,
perderase la ocasión.
Quita.

MORAL:

Si tanta violencia
los tres vais a ejecutar,
no ha de ser con mi asistencia:
y así, se habrá de apartar
de vosotros la Prudencia.

(Apártase el MORAL.)
ALMENDRO:

Aunque apartarse procura,
¿qué os suspende? ¿Qué os admira?
Pues si para esta ventura
la Prudencia se os retira,
se os acerca la Locura.

(Arranca las hojas de ciprés.)
ESPINO:

Llego el primero. ¡Qué abismo!
¡Temblando estoy de mí mismo!

MORAL:

Bien claro estaba de veer
que el primero había de ser
quien le ultraje el Judaísmo.

LAUREL:

Y a la segunda crueldad
estraña mi acción se funda.

(Arranca las hojas de cedro.)
MORAL:

¿Qué mucho si con verdad
su persecución segunda
será la Gentilidad?

ENCINA:

Tercera la mano nuestra
le despoja. ¡Qué agonía!

(Arranca las hojas de palma.)
MORAL:

Bien en las ansias que espera
su persecución tercera
habrá de ser la Herejía.

LAUREL:

Cedro es el árbol que ves.

ALMENDRO:

Ya salimos de esta calma.

ENCINA:

Engáñaste, palma es.

ESPINO:

¿Cómo ha de ser cedro y palma,
si es solamente ciprés?

LAUREL:

Cedro aquestas hojas son.

ESPINO:

¡Qué delirio!

ENCINA:

¡Qué ilusión!
¿Palma no es esta?

LAUREL:

¡Qué engaño!

ESPINO:

¡Qué locura!

ALMENDRO:

¡Árbol estraño!

ESPINO:

Ciprés es.

TODOS:

¡Qué confusión!

LAUREL:

¿Prudencia?

MORAL:

Siempre que a mí
me llamáis, hallarme es bien.

LAUREL:

¿Aqueste no es cedro, di?

MORAL:

Cedro es.

ENCINA:

¿No es palma?

MORAL:

También.

ESPINO:

¿Aqueste no es ciprés?

MORAL:

Sí.

ALMENDRO:

Pues ¿cómo, si un árbol es,
es cedro, palma y ciprés?

MORAL:

No sé; que tan alta ciencia
no la alcanza la Prudencia,
porque ser uno y ser tres,
mayor misterio incluyó
que yo pueda apercibir.

ESPINO:

Pues ¿quién, si a ti te faltó
discurso, podrá decir
qué secreto es este?

(Levántase el CEDRO.)
CEDRO:

Yo.
Cedro, árbol eterno es,
la palma triunfos advierte,
el ciprés, muerte después;
luego eterno hay triunfo y muerte
en cedro, palma y ciprés.
Del Cedro, lo incorruptible
un padre dice innacible;
de la palma, lo triunfante
un espíritu inflamante;
y un hijo humano y pasible
lo funesto del ciprés;
luego, bien este árbol es
jeroglífico oportuno
de quien en su ciencia es uno,
siendo en sus personas tres.

CEDRO:

Ser de la Gentilidad
la parte que ha profanado
el Cedro es clara verdad;
que por haber adorado
varios dioses, la deidad
del Padre ofendió, que ha sido
sólo un Dios haber habido.
La palma a la Apostasía
da a entender que la Herejía
al Espíritu ha ofendido,
que es quien los triunfos advierte
de la Iglesia: caer la suerte
del ciprés al Judaísmo
es dar a entender que él mismo
al Hijo ha de dar la muerte.

CEDRO:

Con que en tan clara evidencia
se vee, contra vuestro error,
del Padre la omnipotencia,
del Espíritu, el amor,
como del Hijo, la esencia,
siendo en una esencia tres
personas y un Dios: y así es
de todos tres sombra y luz,
árbol que en sombra de cruz,
es cedro, palma y ciprés.

(Estarán los árboles la mitad a un lado y la otra mitad al otro, el MORAL y el ALMENDRO juntos.)
LAUREL:

Por más que hayáis pretendido
con sutiles ingeniosos
argumentos convencernos,
no podréis, y yo respondo
en la parte que me toca.

MORAL:

De ti apartarme es forzoso,
porque vas a responder
de esta verdad en oprobio.

ALMENDRO:

Pues con eso podré yo
acercarme.

LAUREL:

Dime, ¿cómo
solicitas que yo creea,
que pueda haber un Dios solo,
si como Gentilidad
treinta mil dioses adoro?

ALMENDRO:

Y aún, para como ellos son,
trecientos mil son muy pocos.

ESPINO:

Yo un Dios creeo solamente.

MORAL:

Bien; hasta aquí me conformo
contigo. Dí, yo te asisto.

ESPINO:

Mas qué pueda ser ignoro
árbol que en forma de cruz
es instrumento afrentoso,
figura, ni sombra suya:
y así, con mortal enojo,
aunque le confieso a él,
a ti por él no conozco.

MORAL:

Presto de ti me alejaste.

(Apártase el MORAL.)
ALMENDRO:

Yo en tu lugar me acomodo.

ENCINA:

Que hay un Dios solo confieso;
que este humanado sea el propio
que esa cruz me representa,
confieso también.

MORAL:

Gozoso
estoy contigo, prosigue.

ENCINA:

Pero que este Dios en otro
manjar pueda en ningún tiempo
comunicarse a nosotros
no lo tengo de creer.

MORAL:

Ya de tu vista me escondo.

(Apártase el MORAL.)
ALMENDRO:

Y yo me acerco porque,
como Locura me nombro,
en faltando la Prudencia,
luego en su lugar me pongo.

CEDRO:

Pues ¿cómo, si tres principios
negáis los tres, tan forzosos
como son, que hay sólo un Dios,
que humano está entre vosotros,
y después sacramentado,
intentáis llegar al solio
de la Majestad, poniéndoos
delante tantos estorbos?
Si la virtud que elegisteis
y religión en lo heroico
de esta acción os ha de dar
aquel imperial adorno,
¿cómo queréis conseguirle,
si con errores tan locos
para ser de troncos reyes,
aún no dejáis de ser troncos?

ESPINO:

No le responda ninguno,
yo responderé por todos.
Dame una señal de que
secretos tan misteriosos
sean verdad.

CEDRO:

¡Señal pides,
oh pueblo ignorante y loco!
¿Qué más señal que decirlo
la verdad misma?

ESPINO:

Eso ignoro;
y por decir que lo crees,
te he de hacer de escandaloso
causa, pues soy el Justicia
del Monte, el Valle y el Soto,
prendiéndote entre las redes
de tantos aceros corvos.

LAUREL:

Pues ¿qué poder tienes tú,
si aún no tienes de nosotros
el Imperio?

ENCINA:

Dice bien;
y pues que venimos sólo
a dar nuestros memoriales,
en orden al generoso
triunfo que cada uno espera,
no intentes ponerle estorbos.

ESPINO:

Luego ¿no queréis los dos
ser parte en que riguroso
o justiciero examine
su verdad?

LOS DOS:

De ningún modo.

ESPINO:

Pues dad vuestros memoriales
que yo le daré el mío, y todo.

(Sale el OLIVO con un memorial.)
OLIVO:

Pues a tan buen tiempo llego,
la ocasión primera logro.

ALMENDRO:

Estemos a su respuesta
atentos.

MORAL:

A lo que noto,
el oficio de la cruz
será dar audiencia a todos.

OLIVO:

Yo, como a legal ministro
que eres de todos nosotros,
te digo que soy la Oliva.

CEDRO:

Ya de quien eres me informo.

OLIVO:

La Ley Natural defiendo,
diciendo el Cielo en mi abono.

(Da el memorial de rodillas, y cantan dentro.)
MÚSICA:

Pues eres Rey piadoso,
no estés, Señor, a sus lamentos sordo.

CEDRO:

Ya como Ley Natural
en primer lugar te pongo.

(Salen la VID y la ESPIGA.)
VID:

A buena ocasión llegamos.

ESPIGA:

Aunque los cielos piadosos
me animaron, mi humildad
me acobarda.

VID:

Y a mí, y todo.

ESPIGA:

Pues porque no nos turbemos
dejemos que lleguen otros.

ESPINO:

¡Con qué espanto y turbación
hoy a sus plantas me postro!

ALMENDRO:

Fiesta de Roma es mirar
de la Oliva lo amoroso
a sus pies, y veer tras ella
ya del Espino lo bronco.

ESPINO:

Yo represento la Ley
Escrita.

CEDRO:

Ya te conozco.
¿Tú conócesme a mí?

ESPINO:

No.

CEDRO:

Pues pasad; ¿llegad vosotros,
que aunque el segundo lugar
tienes, perderle es forzoso?

ESPINO:

Pues ¿cómo no habla por mí
la voz que ha hablado por otros?

CEDRO:

Como hasta que me conozcas
ella está muda y yo sordo.

ESPIGA:

Yo, Señor, con la Humildad
que de mi ser reconozco,
sin haber ley elegido,
sino este título solo
de Humildad, llego a tus plantas.

CEDRO:

¿Qué pides?

ESPIGA:

No los heroicos
imperios, que de justicia
no merecerlos conozco;
pero de gracia te pido,
que me honres.

VID:

Yo lo propio
te suplico, intercediendo
por mí el Cielo en dulces coros.

MÚSICA:

Pues eres Rey piadoso,
no estés, Señor, a sus lamentos sordo.

CEDRO:

¿De manera que los dos
de gracia pretendéis solo?

LOS DOS:

Sí.

CEDRO:

Pues yo os daré de gracia
el favor, que ya es forzoso
que haya Ley de Gracia en mí
que se vincule en vosotros,
porque a primera y segunda
siga la tercera.

ESPINO:

¿Cómo
esto mi furor consiente?
¿Cómo esto sufre mi enojo?

ENCINA:

Yo soy la Encina, que tengo
de ser de la Tierra asombro,
a otro alimento negando
antídotos misteriosos,
y así nueva religión
de apostasía me nombro,
y aunque sigo la Tercera
Ley, que establecerla oigo,
desta huiré, contra ella haciendo
silogismos ingeniosos:
aqueste es mi memorial.

(Dale el memorial, y no se levanta hasta que llega el LAUREL.)
CEDRO:

Con cuanto temor le tomo;
pero es fuerza que lo admita,
puesto que en él reconozco
que, habiendo a la Ley seguido
de Gracia, aunque nada docto,
viene ya en papel sellado,
con el sello misterioso
del carácter del Bautismo.

(Toma el memorial.)
LAUREL:

Yo soy de reinos remotos,
donde ese papel sellado
no está admitido.

CEDRO:

Ya noto
que eres la Gentilidad,
y aunque sin sello, le tomo
para hacer cuanto pudiere,
Gentilidad, en tu abono,
pues por ambas pide el Cielo,
diciendo acentos sonoros.

MÚSICA:

Pues eres Rey piadoso,
no estés, Señor, a sus lamentos sordo.

ESPINO:

Por todos han suplicado
aquestas voces, por todos
han intercedido, y han
faltado para mí solo.
¿Por qué ha sido?

ALMENDRO:

¿Por qué? Yo
lo diré, con ser un tonto.
Este el Árbol de la Cruz
es, según advierto, y toco,
y el Oficio de la Cruz
al Cielo ruega por todos;
y aunque por el Judaísmo
ruega, no responde el Coro.

ESPINO:

Pues ¿qué aguarda mi paciencia?
Ya aplausos no quiero heroicos,
sino saber, ¿con qué causa,
con qué título o qué modo
de los árboles pretendes
hacerte juez?

CEDRO:

No respondo
más de por qué soy quien soy.

ESPINO:

Aqueso es lo que yo ignoro,
y pues que no sé quién eres,
y yo el justicia me nombro
de estos valles, de estos montes,
como a árbol pernicioso
te he de arrancar las raíces,
por venir entre nosotros
a introducir nuevas leyes,
escándalos y alborotos:
date a prisión.

CEDRO:

¿Tú me prendes?

ESPINO:

Sí, y antes que deste hermoso
huerto salgas, has de veerlo.

CEDRO:

Ni me resisto, ni escondo.

MORAL:

¿Qué haces bárbaro?

OLIVO:

¿Qué intentas?

ESPINO:

¿Qué? Lo primero de todo,
que veean que a la Prudencia
y a la Ley Natural rompo.

LAUREL:

¿Qué solicitas?

ENCINA:

¿Qué intentas?

ESPINO:

Que veea el Mundo, que yo solo,
pues que contra la Herejía,
y Gentilidad me arrojo
a esta acción, que en ella no
tuvisteis parte vosotros.

VID:

Detente, bárbaro.

ESPIGA:

Mira.

ESPINO:

Atropellaraos mi enojo,
por veer que en las dos a toda
la Ley de Gracia me opongo.
Árbol que eres uno y tres,
humano te desconozco:
y así, he de hacerte pedazos,
si entre mis brazos te cojo.
(Abrázase con la cruz, y sale sangre.)

CEDRO:

Herido estoy de tus puntas,
y ya este divino tronco,
salpicado con mi sangre,
nace verde y muere rojo.

TODOS:

¿Qué has hecho?

ESPINO:

No sé, no sé.
¡Sobre mí los cielos todos
(Turbado.)
se trastornan!

ESPIGA:

¡Qué prodigio!

VID:

¡Qué maravilla!

OLIVO:

¡Qué asombro!

VID:

¡Qué pasmo!

ALMENDRO:

¡Qué confusión!

LAUREL:

¡Qué temor!

ENCINA:

¡Qué ansia!

ESPINO:

¡Qué ahogo!

CEDRO:

Toda la Naturaleza
me desampara, y absortos
todos andan, al mirar
teatro tan lastimoso;
con mi sangre iré bañando
todo el Orbe, porque todo
sea partícipe de ella.

(Llegan la VID y la ESPIGA.)
ESPIGA:

Yo en mis mieses la recojo.

VID:

Yo en mis vides la recibo.

CEDRO:

Pues humildes, pues piadosos,
los dos recibís mi Cuerpo
y mi Sangre, en los dos sólo
(desde hoy) mi Cuerpo y mi Sangre
será divino tesoro,
que os dé méritos con que
reyes os llaméis de todos.

(Vase.)
ENCINA:

¿Cómo su Cuerpo y su Sangre?
Aqueste misterio ignoro.

ESPINO:

Yo también, y ensangrentado,
helado, mudo y absorto,
con mis lágrimas me anego,
con mis suspiros me ahogo.
¿Oliva?

OLIVA:

¿Cómo me llamas,
si la Ley Natural formo,
y en mí fue el mayor delito
un homicidio alevoso?

(Vase.)
ESPINO:

¿Encina?

ENCINA:

Aunque la Herejía
pienso ser, no te conozco,
que asombrado de tu saña,
desde aquí enemigos somos.

(Vase.)
ESPINO:

¿Laurel?

LAUREL:

Gentilidad soy,
y de tu furor rabioso
he de tomar la venganza,
destruyendo mis enojos
tus alcázares y muros,
en venganza de este oprobio.

(Vase.)
ESPINO:

Óyeme tú; mas ¿quién eres?

MORAL:

El Moral.

ESPINO:

No te conozco.

MORAL:

¿Qué mucho, si soy Prudencia,
que no me conozca el Loco?

ESPINO:

¿Almendro?

ALMENDRO:

Aunque loco soy,
no tanto que te respondo,
que soy loco tolerado
y tú eres loco furioso.

(Vase.)
ESPINO:

¡Ay de mí! Todos me dejan,
y me desamparan todos,
aun mi gran patria la Tierra
me echa de sí; donde pongo
la planta, un áspid parece
que nace, armado de abrojos.

ESPINO:

Todo el Cielo contra mí
se amotina pavoroso,
el Sol a la media tarde
espira, lleno de asombros,
y anticipada la Noche
le eclipsa la faz, y como
toda esta fábrica inmensa
desquiciada de sus polos,
titubea y se estremece;
los montes, poniendo el hombro
al estrago de la ruina,
y chocando unos con otros,
batallas se dan los riscos,
piedra a piedra y tronco a tronco;
la sangre con que manché
aquel madero, hecha golfos
de púrpura y de jazmín,
justicia pide, bien como
la sangre de Abel. ¡Oh, quién
arrancando los escollos
arrojárselos encima
pudiera, su mauseolo
labrando en bárbaras tumbas
de rústicos promontorios!

ESPINO:

No me viera, no me viera
el Mundo, pues es forzoso,
que sin casa y domicilio,
pobre, forajido y solo,
el Espino en los desiertos
más silvestres, más ignotos,
ya prófugo y vago viva,
aborrecido de todos,
porque así representando
vaya el Judaísmo: absorto,
helado, ciego y confuso,
razón ni discurso formo.
Y aún no es mi mayor tormento,
mi mayor pena ni enojo
todo aquesto, sino haber
llegado, sin saber como,
del Alcázar de Sión
a veer desde sus contornos
el segundo Paraíso
de sus jardines hermosos.

ESPINO:

Cerradas para mí están
sus puertas, y entre el adorno
de sus delicias, que patria
son del descanso y el ocio,
a escuchar van los decretos
de sus memoriales todos
los árboles, coronados
de sus flores, ya contornos,
acompañando las fuentes
a sus acentos sonoros,
cítaras son de cristal.
¡Oh cómo, cielos, oh cómo
no oyera ya su harmonía
por la boca y por los ojos!
¡Volcán soy, llamas escupo!
¡Etna soy, rayos arrojo!

ESPINO:

En la mejor fuente, que es
corona de sus contornos,
el árbol a quien yo herí
se coloca y en arroyos
de cristal por siete caños
fertiliza el Orbe todo.
Mas por vengarme de mí,
yo proprio (¡ay de mí!) yo proprio
asistiré introducido
a la jura del dichoso
árbol, que merezca ser
rey absoluto de todos.

(Aparecen en lo alto de una fuente la Cruz y el CEDRO, y salen todos los árboles.)
MÚSICA:

¡Ha de las plantas y flores,
adornos deste vergel!
¡Ha de las flores y frutos,
que son hermosura dél!

CORO 2.º:

¿Qué mandáis? ¿Qué queréis?

CORO 1.º:

¿Qué vamos a oír? ¿Qué vamos a ver?
¿Quién merece de todos nosotros
ceñir la corona, lograr el Laurel?

MORAL:

Fuente de divina Gracia,
en quien nos muestra la Fe
triunfante aquel árbol hoy
que vimos sangriento ayer;
la moral, prudencia mía,
rústicamente cortés,
te pide en nombre de todos
que a sus memoriales des
respuesta, y que les declares
quién entre nosotros es
el árbol de mejor fruto
que hemos de jurar por rey;
a cuyo efecto, y compás
destos cristales, por quien
fructifican sus raíces,
dicen una y otra vez.

MÚSICA:

¿Quién merece de todos nosotros
ceñir la corona, lograr el Laurel?

OLIVO:

Yo, Ley Natural, que fui
la primera que llegué
a ver las luces del Sol,
soy la primera también
que a beber de tus cristales
ahora llego, porque
a mi primer memorial
primero respuesta des.

CEDRO:

Símbolo hermoso de Paz,
fértil Oliva, porque
conozcas cuán de justicia
mis decretos han de ser,
tú no te has de coronar,
sino coronarme, pues
vengo a ser la Paz del Mundo;
la razón oye. En la Ley
que elegiste, ¿cuántos fueron
tus preceptos?

OLIVO:

Dos: tener
amor solamente a un Dios,
y a mi prójimo después,
no queriendo para mí
lo que no quiero para él.

CEDRO:

¿A esos dos no se reducen
del Decálogo los diez?

OLIVO:

Sí.

CEDRO:

Luego ya reformada
quedaste, viniendo a haber
Ley Escrita.

ESPINO:

Según eso,
aunque aborrecido esté,
podré hablar yo, pues yo fui
el que mereció tener
en la gran Ley, que eligió
esos preceptos, de quien
para esculpirlos en mármol
fue el dedo de Dios pincel.

CEDRO:

Sí; pero también perdiste
derecho, y acción de ser
heredero de la Viña,
cuanto soberbio crüel
tus manos tiñó la justa
sangre del segundo Abel.
Y así, de reino, de casa,
de familia y de poder,
desde aqueste infausto día
desposeído te ves.

LAUREL:

Luego yo, que de esa muerte
la satisfacción tomé,
asolando los altivos
muros de Jerusalén,
desde la más baja almena
al más alto capitel,
en su venganza, mejor
derecho vengo a tener.

CEDRO:

Si tienes, Gentilidad,
supuesto que tú has de ser
la que ocupará el lugar
que ha desocupado él,
mas no para coronarte,
sino para merecer
ser admitida a la Gracia,
ofreciéndome también
ramas de que me corone
vencedor, pues la cruel
muerte (muriendo) vencí,
para que se llegue a veer
que, árbitro de paz y guerra,
admito a Oliva y Laurel.

ENCINA:

Según eso, para mí
guardáis la corona; pues
nadie la compite ya,
y yo la merezco en fee
de que creo lo que veo.

CEDRO:

Engáñate tu altivez,
que has de creer lo que oyeres
primero que lo que ves.

ENCINA:

No es posible.

CEDRO:

Pues tampoco
lo es la corona, porque
no merece conseguir
quien no merece creer.

MORAL:

¿Para quién, Señor, la guardas?

ALMENDRO:

Para mí debe de ser,
que a falta de buenos dice
el refrán que el ruin es rey.

MORAL:

Preguntémoselo todos.

TODOS:

Dinos, gran Señor, quién es.

MÚSICA:

¿Quién merece de todos nosotros
ceñir la corona, lograr el Laurel?

CEDRO:

Solamente la Humildad
merece tan alto bien;
y así, coronada en Vid
y en Espiga la veréis.
Ellos mi Cuerpo y mi Sangre
recibieron para que
mi Sangre y mi Cuerpo eternos
en el Pan y el Vino estén.

ESPIGA:

¡Dichosa quien mereció
por su humildad, tanto bien!

VID:

¡Feliz quien por su humildad
tanta dicha llega a veer!

ÁNGEL 1.º:

Porque empiece vuestro triunfo,
el hermoso rosicler
desta corona que aquí
depositada otra vez
quedó recibid los dos.

ÁNGEL 2.º:

Llegad, pues sabemos que es
para Vid y Espiga, frutos
de la viña y de la mies.

CEDRO

Aquesas especies dos,
antídotos son de aquel
primer veneno del hombre.

MORAL:

La Prudencia soy, y en fee
de que lo dices, lo creo.

ALMENDRO:

Si a aqueso va, yo también.

ESPINO:

Pues yo no.

ENCINO:

Ni yo tampoco.

ESPINO:

Porque, ¿cómo puede ser
que eso sea, y que su Sangre
misma y su Cuerpo nos dé
para comer?

ENCINA:

Porque, ¿cómo
en el Pan y el Vino es
posible que Cuerpo y Sangre
con real asistencia estén?

ESPIGA:

¿Cómo está sacramentado
su Cuerpo Divino en él?

VID:

¿Cómo su Divina Sangre
en él transformado esté?

ESPINO:

Sólo aquí se toca Pan.

ENCINA:

Sólo aquí Vino se ve.

ESPIGA:

¿Qué importa, si los sentidos
se engañan, y ya no es
substancia de Pan?

VID:

¿Qué importa
que ellos confusos estén,
si huida la substancia, solos
los accidentes después
quedaron?

ESPINO:

¿Quién lo asegura?

ENCINA:

¿Quién lo acredita?

VID:

La Fe.

LOS DOS:

¿Cómo puede ser?

ESPIGA:

Cautivando
al Entendimiento.

MORAL:

Dél
la parte más principal
siempre la Prudencia fue;
y pues que yo cuerdamente
al mejor tiempo esperé,
ahora daré mis frutos.

ENCINA:

Puesto que ahora lo es,
yo me rindo, y lo creo.

ESPINO:

Y yo,
no sólo me rendiré,
mas contra ese Sacramento
escándalo pienso ser
del Mundo.

ENCINA:

De sus Misterios
seré yo asombro también.

ALMENDRO:

Por eso en la Cristiandad
un tribunal de la Fe
habrá, que a la depravada
Apostasía infiel,
al Judaísmo arroje rayos
de fuego.

ESPINO:

La voz detén,
que a la Majestad...

ENCINA:

... que al nombre...

ESPINO:

... de tanto severo juez...

ENCINA:

... de tanto docto ministro...

ESPINO:

... mudo el labio...

ENCINA:

... helado el pie...

ESPINO:

... me confundo...

ENCINA:

... me estremezco...

ESPINO:

... y huyendo dellos iré
a los más remotos climas.

ENCINA:

Yo, desterrada también
a las islas más remotas.

ESPINO:

Llevando, siempre crüel,
un Etna en el corazón.

ENCINA:

Yo, en la garganta un cordel.

ALMENDRO:

Pues no ha de ser sólo eso
vuestro dolor, sino que
también en la gran Toledo
hagan con sumo placer
fiestas al grande misterio
que es el triunfo de la Fe.

MORAL:

Y puesto que coronada
en aqueste Acto se vee
la Humildad...

VID:

... la de un ingenio...

LAUREL:

... que hoy se rinde a vuestros pies...

OLIVO:

... coronad, sino de aplausos...

VID:

... de perdones esta vez...

ALMENDRO:

... para que con tanto demos...

MORAL:

... uno, y otro parabién...

LAUREL:

... y fin al AUTO, sabiendo...

<poem>
OLIVO:

... que sola la Humildad es...

VID:

... quien merece de todos nosotros...

ESPIGA:

... ceñir la corona...

MORAL:

... lograr el laurel.

(Con esta repetición, y al son de las chirimías se da fin al AUTO.)