La hormiga alada
Vino la primavera, y con ella le salieron alas a una hormiga negra, acostumbrada hasta entonces a caminar por el suelo, sin que jamás hubiera pensado en mirar hacia el cielo. Al sentirse tan liviana, se creyó dueña del orbe; miró con desprecio a sus compañeras que seguían arrastrándose en la senda del trabajo, con su pesada carga; y tomando su vuelo, partió para conquistar el mundo.
Corto fue el viaje: pasó una nube, cayó un aguacero, y la hormiga alada pronto quedó muerta entre el barro del camino.
Los favores de la suerte suelen traer consigo sus peligros.