La historia de Tobías/Acto II

Acto I
La historia de Tobías
de Félix Lope de Vega y Carpio
Acto II

Acto II

Salen BATO y TAMAR.
BATO:

  Ando, Tamar, asombrado
y como fuera de mí:
siete veces se ha casado
después que al monte me fui
a apacentar mi ganado.

TAMAR:

  Siete son, Bato, con esta
las que se ha casado Sara;
pero apenas manifiesta
el alba su lumbre clara,
cuando es entierro la fiesta;
  que antes del amanecer
ya estamos todos llorando.

BATO:

¡Siete veces! Puede ser,
Tamar, que te estés burlando;
¿es de bronce esta mujer?

TAMAR:

  Siete con este marido,
que los seis ya se los cubre
la tierra.

BATO:

Valiente ha sido,
pues en tan extraña guerra
siete veces ha vencido:
  ¡Oh! si nos diera unas señas,
si no dices testimonios
para que de ciertas dueñas
cesaran los matrimonios
que diz que duran por peñas!
  Es hermosa: habrá vencido
con hermosura la vida
del más robusto marido.
¡Oh terrible esposicida,
pues que de tantos lo ha sido!
  ¡Voto al sol! que fui dichoso
en no poder merecer
ser de mi señora esposo;
que con tan fuerte mujer,
¿quién puede ser poderoso?
  Ya estuviera el pobre Bato
hecho, sin carne y sin liato,
calavera de rocín.

TAMAR:

Ya espera Ragel el fin
de aqueste a su vida ingrato,
  que anoche se desposó
habiéndose muerto seis.

BATO:

¿Cómo este hombre se atrevió?

TAMAR:

Porque, en fin, hombres nacéis
y porque amor le obligó;
  es tan grande la belleza
de Sara, que aunque ven muertos
tantos con tanta fiereza,
y están de su muerte ciertos,
y él se la da con tristeza,
  se oponen mil cada día.

BATO:

¡Oh, gran fuerza de hermosura!
De mí jurarte osaría,
que amándola con locura
quiero más la vida mía!
  Si fuera cuatro docenas
de palos, yo los tomara
con cuatro mil norabuenas
por la belleza de Sara,
de que están las almas llenas.
  Pero morir por conciertos
son casos muy desastrados
si no son ejemplos ciertos,
por decir que los casados
todos amanecen muertos.

TAMAR:

  Antes no hay más dulce vida
que la de un casado.

BATO:

Siento
que es acertando escogida,
mas errando el casamiento,
muerte cierta y conocida.

TAMAR:

  Tú no debes de saber
el secreto de estas muertes.

BATO:

¿Qué secreto puede haber?

TAMAR:

¿Luego de todas no adviertes
que es la causa esta mujer?
  Porque un espíritu fiero
de noche se los ahoga
como de este novio espero,
si no es que el cielo deroga
esta ley con el postrero.
  Que este número de siete
más felicidad promete:
Dios cielo y tierra crió
en siete días, y dio
quien mar y tierra sujete,
  y descansó en ese día:
y así puede ser que ahora
descanse quien esto guía.

BATO:

¿Espíritu?

TAMAR:

Mi señora
lo dice.

BATO:

Pues, Tamar mía,
  dame presto mi recado
de harina, de aceite y sebo.

TAMAR:

Parece que te has turbado.

BATO:

Dame presto lo que llevo
por todo el añío al ganado,
  que no he de volver acá.
Espíritu, ¿y dónde está
ese que ahoga maridos?

TAMAR:

Por lascivos y atrevidos,
Bato, la muerte les da.
  Mas tú ¿qué tienes que ver?

BATO:

Si yo he deseado ser
marido también de Sara,
¿no puede matarme?

TAMAR:

Para:
di que yo soy tu mujer.

BATO:

  Más peligro.

TAMAR:

¿Cómo?

BATO:

Advierte
que si ese Espíritu fuerte
a esos novios muerte da,
algún criado tendrá
para que nos dé la muerte,
  o viniendo de ganar
siete muertes de barato,
si se debe, del pesar
dará la muerte de Bato
por marido de Tamar:
  no me casare en mi vida:
Espíritu, estoy temblando.

TAMAR:

Luego que el alba vestida
de oro y luz se va mostrando,
se vee la cama homicida.

BATO:

  Déjame, por Dios, Tamar;
que estoy temblando de miedo.

(Salen RAGEL y CRIADO.)
RAGEL:

Aún no me atrevo a llegar.

CRIADO:

Ni yo parece que puedo
tantas desdichas mirar.

RAGEL:

  Corred aquesa cortina.
(Véase en una cama el desposado y el DEMONIO que le ahoga, y SARA de rodillas, vestida.)
¿Qué es esto?

DEMONIO:

Ya te obedezco,
alta majestad divina.

RAGEL:

¿Posible es que ver merezco
mi casa en tanta rüina?

DEMONIO:

  Tú, que en trono de marfil
y electro, asiento tomaste,
manda a este espíritu vil;
que como siete mandaste
mataré setenta mil.
  Manda a quien tienes cautivo,
que con fuerza poderosa
no deje ni un hombre vivo:
porque hacer mal es la cosa
de que más gusto recibo.

(Quítase el DEMONIO.)
RAGEL:

  Sara, ¿qué es esto?

SARA:

Señor,
Men sabe Dios mi inocencia.

BATO:

Temblando estoy de temor.

RAGEL:

El cielo nos dé paciencia,
y en tantas penas valor:
  cerrad, e iremos a dar
a mi yerno sepultura.

SARA:

Ya no sé cómo llorar,
padre, tanta desventura,
aunque me convierta en mar;
  Dios, cuya bondad inmensa
los pensamientos conoce,
si alguno engañado piensa
que no quieres que me goce
por ocasión de mi ofensa,
  tú sabes bien la pureza
de mi pensamiento casto.

RAGEL:

Muriendo voy de tristeza;
que para mirar no basto
tal tragedia en tu belleza.

BATO:

  Detente un poco, Tamar:
no me dejes solo aquí.

RAGEL:

Éstos te pueden guardar
mientras yo, Jorán y Elí,
vamos la tierra a cavar.

SARA:

  ¡Que le dé tantos enojos
esta mi vana hermosura!

RAGEL:

Demos tierra a sus despojos,
que no la hallaréis muy dura
regándola con mis ojos.

BATO:

  Tamar, vuelve acá: detente.

TAMAR:

Vela el difunto entretanto,
Bato, que vuelve esta gente:
¿qué tienes?

BATO:

Tiemblo de espanto.

TAMAR:

¡Qué enamorado valiente!

BATO:

  Mándame tú que revuelva,
la onda, y con un guijarro
a un lobo en su sangre envuelva,
o que al león más bizarro
tire un venablo en la selva;
  mándame que tenga un toro
del cuerno hasta que el arena
bese en tu honor y decoro;
mándame que a una colmena
castre los panales de oro,
  y no me mandes que vele
un difunto, y mas que ha muerto
en desgracia de Dios.

TAMAR:

¿Suele
levantarse alguno?

BATO:

Advierto
que ya este difunto huele,
  y que conviene sacalle
del aposento a la calle,
por que no dé pestilencia.

TAMAR:

Si no ha muerto de dolencia,
sino de sólo ahogalle,
  no puede ser ni percibo
olor ninguno por cierto.

BATO:

Yo notable le recibo,
o es que el mal olor del muerto
se va pasando a algún vivo;
  huéleme a ver.

TAMAR:

Miedo tienes:
voyme por no te sufrir.

BATO:

Tamar, si luego no vienes,
para dos te sé decir
que sepultura previenes.
  El Diablo me trujo acá:
heme aquí solo, y el muerto,
puesto que cubierto está;
mas ¿qué importa estar cubierto?
Si él quiere salir, podrá.
  No sé qué tengo de hacer:
sospecho que se levanta:
ya se comienza a mover:
o es la sombra que me espanta;
sí, sombra debe de ser.
  Señor muerto, por amor,
también soy enamorado:
no se levante, señor,
que en verdad que me ha pesado
su desgracia. ¡Qué temor!
  Hablan, sí: sin duda es él.

(Dicen dentro.)
[VOZ]:

Sepultémosle con él.

BATO:

Mas que lo dicen por mí:
novio en pensamiento fui:
por Dios que es cosa cruel.

(Dentro.)
[VOZ]:

  Vayan por él luego al punto.

BATO:

Que vengan por mí les manda.

(Dentro.)
[VOZ]:

Todo el vestido está junto.

BATO:

Ya tras mis vestidos anda,
¡que codicioso difunto!

(Dentro.)
[VOZ]:

  Bien grande es la sepultura:
dos cabrán, cuanto más uno.

BATO:

Dos dicen: mi desventura
me trajo a ser importuno;
en tan mala coyuntura
  nunca yo me enamorara;
señor muerto, yo no soy
de los casados con Sara.

(Dentro.)
[VOZ]:

Ya voy por él.

BATO:

¿Qué es «ya» voy?
Por mí vienen, cosa es clara.

(Dentro.)
[VOZ]:

  Véngame a ayudar alguno.

BATO:

Como han de llevar a dos,
ayuda pide importuno:
pues no me han de hallar por Dios,
ni llevar dos, sino el uno.
  A la cocina me voy
y tras mí cierro la puerta:
ya huelo a muerto o lo estoy.

(Dentro.)
[VOZ]:

Dadme el azadón y espuerta.

BATO:

Espuerta; yo el vivo soy.

(Vase, y salen TOBÍAS ciego y su hijo.)
TOBÍAS VIEJO:

  El principio del saber
es, hijo, el temor de Dios:
éste aprendamos los dos;
que no hay tan alto aprender.
  Teme a Dios, hijo, y sabrás
la mayor sabiduría:
ama y teme, y cada día
sabrás de su ciencia más.

TOBÍAS MOZO:

  Padre, con tales consejos
el que no se aprovechase,
¿quién hay que le disculpase?

TOBÍAS VIEJO:

No hay libro como los viejos.
  Y aunque soy libro cerrado,
porque en efecto soy ciego,
que me leas bien te ruego,
pues que Dios vista te ha dado.
  Que estoy por cosas extrañas,
ya en los caducos despojos,
cerrado de hojas de ojos,
y abierto de alma y entrañas.
  Que si aquestas hojas son
de arrugado pergamino,
que te han de ser imagino
de divina erudición.

TOBÍAS MOZO:

  Señor, mi madre ha venido
de su labor.

TOBÍAS VIEJO:

¡Gran valor!
Susténtanos su labor;
mas ¿que es eso que ha traído?
  Que pienso que oí balar
un cabrito.

TOBÍAS MOZO:

Verdad fue.
Hoy con aqueste podré
mi familia sustentar.

TOBÍAS VIEJO:

  Ana, ¿qué es eso?

ANA:

Un cabrito
que por mi labor me han dado.

TOBÍAS VIEJO:

Ana, mirad no sea hurtado:
ya veis el precepto escrito,
  no nos conviene comer
ni aun tocar a cosa hurtada:
al dueño, mujer amada,
luego le podéis volver.

ANA:

  ¿Hay malicia semejante,
disfrazada en santidad?

TOBÍAS MOZO:

Madre, madre, perdonad:
no prosigáis adelante.

ANA:

  ¡Oh, qué bien has merecido
el vano premio que alcanza
el fruto de tu esperanza,
por dar limosnas perdido
  ¡Ea, enterrador de muertos,
desenterrador de vivos,
con tan inciertos recibos,
después de gastos tan ciertos!
  Murmura fundando en bien
la condición de hablar mal.

(Híncase de rodillas TOBÍAS VIEJO.)
TOBÍAS VIEJO:

Padre Eterno celestial,
cuyos altos ojos ven
  la tierra, el aire, la mar
y hasta el pensamiento humano,
oye mi oración.

ANA:

¡Qué en vano
llora!

TOBÍAS MOZO:

No es vano el llorar.

ANA:

  Agora gime.

TOBÍAS MOZO:

Señora,
ese llanto miserable,
que a su barba venerable
de sus ojos baja agora,
  no ha sido sino ocasión,
ni dará esperanzas vanas
la hierba de tales canas
regada con tal sazón.

TOBÍAS VIEJO:

  Justo eres, Señor divino,
y tu jüicio y bondad,
misericordia y verdad
y jüicio es tu camino.
  En tan míseros estados.
de mí te acuerda, Señor,
y no tome tu rigor
venganza de mis pecados.
  Señor, no te acuerdes dellos
ni de los vanos errores
de nuestros antecesores,
si nos castigas por ellos.
  Tus preceptos quebrantamos:
por eso en castigo fuerte
nos das perdición y muerte
y el cautiverio en que estamos.
  Por eso quieres que demos
risa, fábula y baldones
a las extrañas naciones
donde esparcidos nos vemos.
  Agora son tus secretos
grandes porque no anduvimos
sinceramente, ni fuimos
humildes a tus preceptos.
  Finalmente, gran Señor,
haga en mí tu Majestad
conforme a su voluntad,
pero merezca un favor:
  que en paz mandes recibir
mi espíritu, porque ya
conveniente me será
más que el vivir el morir.

TOBÍAS MOZO:

  A lágrimas me ha movido:
su muerte le pide a Dios;
llevémosle entre los dos,
que está en extremo afligido,
  donde descanse y sosiegue.

ANA:

Pésame de haber hablado:
no esté Dios conmigo airado,
aunque él su muerte le ruegue.

TOBÍAS MOZO:

  Vamos, padre de mi vida,
enjugad el tierno llanto;
que en darme veneno tanto
vendréis a ser mi homicida;
  que sabed que me desalma
¡oh lengua, qué presto pecas!
Ver sobre hierbas tan secas
perlas del alba del alma.
  No entendí yo en la distancia
de cosas tan diferentes,
que unas tan cerradas fuentes
dieran agua en abundancia.
  Pero ya estoy satisfecho
viendo que lloráis, señor;
que la llave del dolor
abre el aljibe del pecho.
  Ciego estáis; mas he notado,
aunque por mi desconsuelo,
que cuando más llueve, el cielo
es cuando está más cerrado.

TOBÍAS MOZO:

  Mostrad el claro arrebol
con que mi ingenio alumbráis:
no lloréis más si lloráis,
pues habéis de ser mi sol.
  De escribir me dais lición:
mal con lágrimas se pinta
la letra, porque es la tinta
más blanca del corazón.
  Perlas lloráis por desprecio;
pero como ciego estáis,
no viendo lo que lloráis,
no podéis saber su precio.
  Que esos pedazos de hielo
son perlas tan soberanas,
que las detienen las canas
porque no caigan al suelo.
  Mas venid, padre, conmigo,
porque un rato descanséis
si en mí descanso tenéis
como en verdadero amigo.

TOBÍAS VIEJO:

  Hijo, siempre te enseñé
a traer muertos en los brazos;
tierra soy: tú los pedazos
que de mi tierra formé.
  Dame sepultura en ti,
entretanto que estoy vivo.

TOBÍAS MOZO:

En mi virtud te recibo
para que vivas por mí.
(Vanse, y salen TAMAR, BATO y SARA.)
  Siempre has de estar, ignorante,
con las criadas.


BATO:

No soy
mal criado, pues estoy
con ellas tan adelante.

SARA:

  ¿Y tú, sin vergüenza alguna,
consientes esto a un pastor?

TAMAR:

No me culpes de su error
y condición importuna;
  que es un villano cansado,
muy amigo de cocina.

BATO:

¿Y en qué ley se determina
que eso se tenga a pecado?
  ¿Hay por dicha mandamiento,
si dos mil vueltas le das,
de «En cocina no estarás
cuando hay lumbre y sopla el viento?»,
  Ni se puede bien culpar
a un hombre.

SARA:

Pues, ¿quién te inquieta?

BATO:

Un poyo con su carpeta
que está llamando a sentar.

SARA:

  Adonde están las mujeres
no han de entrar hombres, villano,
ni en invierno ni en verano.

BATO:

¿Y tú la discreta eres?
  Pues dime:¿estarán mejor
donde las bestias están?

SARA:

No, sino al campo se irán
a entender en su labor.
  La mujer amase, cueza,
guise, labre; el hombre a arar,
podar, cavar y cortar
leña.

BATO:

Quebrar la cabeza.
  ¿Dios no dio por compañera
de sus trabajos a Adán,
a Eva? no sólo el pan.
Que el sudor de entrambos era.
  Aquí la cojo.

SARA:

Es verdad:
pues trabajen los dos juntos
y no hay por qué andar en puntos.
Partiéndole la mitad
  del sudor, cabrá en la casa
la mujer, y allá tome
el campo el hombre.

BATO:

Cogióme.

SARA:

La mujer cuece y amasa
  en casa; por eso el hombre
siega y siembra.

BATO:

No te espante
que un labrador ignorante,
pues le disculpa este nombre,
  tal vez entre a calentarse.

SARA:

Si la estopa viene al fuego,
¿qué puede haber?

BATO:

Arder luego,
eso no puede negarse.

SARA:

  Pues id allá noramala
donde los bueyes están.

BATO:

Denme pan.

SARA:

Daránle pan:
vaya a esperarlo a la sala.

BATO:

  Denme queso.

SARA:

¿Regalitos?

BATO:

A la cocina me voy.

SARA:

Por hacerle dar estoy...

BATO:

Torreznos con huevos fritos.

SARA:

  No, sino crudos y palos.

BATO:

Denme vino.

SARA:

Allá a Teresa.

BATO:

Denme sebo y una artesa,
que artesas no son regalos,
  o vuélvome a la cocina.

SARA:

Eso le darán después.

BATO:

Y denme para este mes
costal y medio de harina.

SARA:

  ¡Mas que me voy enojando,
y que ha de llover sobre él!

BATO:

¿Mas qué?

SARA:

¡Ah señor, ah Ragel!

BATO:

¿No ve que me estoy burlando?
  Vuelva, mire que me voy:
cuente los pasos, sí, a fe:
uno, dos, tres. ¿Volveré?

SARA:

No.

BATO:

Pues en el poyo estoy.

(Vase.)
SARA:

  Por ti, Tamar, por tu culpa
me han de perder el respeto,
por ti; pues yo te prometo...

TAMAR:

¿Por mí?

SARA:

Pues ¿tienes disculpa?

TAMAR:

  ¿Ellos no se entran allá?

SARA:

Si tú ocasión no le dieras,
le incitaras, le dijeras:
entra, que no hay nadie acá,
  no se atreviera un villano
tan rústico, que en mil días
no ve esta casa.

TAMAR:

Aún porfías.

SARA:

Es darme disculpa en vano,
  desvergonzada, atrevida,
loca, sin honestidad,
sin recato, sin verdad.

TAMAR:

Tú eres santa y recogida;
  a la fe que no veamos
hijo ni hija de ti
sobre la tierra.

SARA:

¡Ay de mí!

TAMAR:

Ni fruto que bendigamos.
  ¡Matadora de maridos,
que no sé cómo la fama
de la espada de tu cama,
no les abre los sentidos!
  ¿Querrásme matar a mí
como a los siete mataste?
Pues a fe que te engañaste,
que me he de guardar de ti.

(Vase.)


SARA:

  ¡Esto escucho a una mujer
que me sirve! ¡muerta soy!
¡Dios mío, quejas os doy!
Vos solo podéis saber
  si soy en esto culpada
de las afrentas que veo,
y si yo, por mi deseo,
fui tantas veces casada.
  Señor, yo no he deseado
mis casamientos, que ordena
vuestro gusto para pena
de algún notable pecado,
  o porque Vos me guardáis
para lo que Vos sabéis;
que algún secreto tenéis
en lo que conmigo obráis.
  Irme quiero a mi aposento,
a donde las ansias mías
os muevan, porque en tres días
no pienso probar sustento.
  Con lágrimas y suspiros,
siempre estaré en oración,
porque bien sé yo que son
para vuestro pecho tiros.
  Y pues que no hay mejor medio,
creedme que con llorar
os tengo de importunar
hasta que me deis remedio.

(Vase, y sale en lo alto el ÁNGEL RAFAEL, puesto en la invención, y dice la VOZ desde dentro.)
VOZ:

  Oye, Rafael.

RAFAEL:

Señor.

VOZ:

Dos oraciones oí
de dos personas que aquí
me están pidiendo favor.
  En Nínive está Tobías,
y Sara vive en Ragés:
favor quiero que les des.

RAFAEL:

Ya parto donde me envías.

VOZ:

  Pues baja con forma humana;
que allí sabrás lo que quiero.

RAFAEL:

Ya tu inspiración espero
y voluntad soberana.
(Baja con música y dice abajo.)
  ¡Oh, cuánto debe a la bondad divina
el hombre, pues le pone en tal cuidado,
pues aun airado del primer pecado,
el grave oído a su oración inclina!
Mientras venir al mundo determina
su santo Verbo, a quien está postrado
el Serafín en gracia confirmado,
que en el crisol de Dios el oro afina,
regala el pueblo de quien carne espera
tomar por bien del hombre el dulce día
que baje a donde por librarle muera.
¿Qué más clara piedad, pues hoy me envía
para que al hombre, cuando errar pudiera,
le sirva un ángel de defensa y guía?

(Vase.)


(Salen TOBÍAS EL VIEJO y EL MOZO, y ANA, su mujer.)
TOBÍAS VIEJO:

  Hijo, en aquesta ocasión
quiero que me estés atento,
por ser la que más te importa.

TOBÍAS MOZO:

Mi padre, ya os obedezco.

TOBÍAS VIEJO:

Oye, hijo, mis palabras,
y ponlas por fundamento
de tu corazón.

TOBÍAS MOZO:

¡Ay, padre!
Santos son vuestros consejos.

TOBÍAS VIEJO:

Cuando Dios me lleve a sí,
darás sepulcro a mi cuerpo:
tendrás en honra a tu madre,
acordándote que fueron
de tu carne sus entrañas
nueve meses aposento.
Y cuando ya de su vida
cumpliere el preciso tiempo,
sepúltala junto a mí,
allá honor y aquí consuelo,
siempre a Dios mientras vivieres
tendrás en tu entendimiento,
y guárdate de pecar,
ni quebrarle algún precepto.

TOBÍAS VIEJO:

De tu hacienda harás limosna,
a ningún pobre volviendo
el rostro, y harás ansí
que no te le vuelva el cielo:
como tuvieres darás
lo poco o mucho partiendo,
si mucho, mucho; si poco,
poco, y con rostro risueño.
Para tu necesidad
tesaurizas alto premio;
limosnas cubren pecados
y libran del fuego eterno.
En tu sentido, o tu boca,
jamás haya pensamiento
de soberbia; que es principio
de perdición ser soberbio.
Agradece el bien al punto:
no te quedes con el sueldo
del hombre que te sirviese,
ni amistad de amigo o deudo;
ni fuera de tu mujer
ocupes lugar ajeno;
viste al que vieres desnudo,
da de tu pan al hambriento,
y no quieras para nadie
lo que para ti no es bueno.

TOBÍAS VIEJO:

Ofrece tus oraciones,
y vino y pan por los muertos,
y no comas con los malos:
toma del sabio consejo.
Darás a Dios, hijo mío.
alabanza en todo tiempo;
pide que tus pasos guíe:
no salgan dél tus deseos.
Quiero que sepas también
que cuando eras niño tierno
presté a Gabelo en Ragés,
y esto en plata, diez talentos.
Y aunque ya siento tu ausencia,
quiero que vayas por ellos,
y a Gabelo restituyas
su firma y conocimiento.
No temas, hijo, aunque agora
tan pobre vida pasemos;
que muy rica la esperamos,
y con tesoros inmensos,
si temiéremos a Dios,
y guardando sus preceptos,
de pecar nos apartamos
y al prójimo bien hacemos.

TOBÍAS MOZO:

Cuanto me habéis enseñado
haré, padre, muy contento,
mas no sé cómo podré
cobraros ese dinero;
ni él me conoce, ni yo
le conozco; ¿cómo puedo
pedírselo, o con qué señas?
Y el camino, fuera de esto,
de ningún modo le sé.

TOBÍAS VIEJO:

Cuanto al dinero, yo tengo
el conocimiento aquí,
que en viéndole, estoy muy cierto
le pague de buena gana,
con justo agradecimiento.
Cuanto al camino, algún hombre
puedes buscar que sea diestro,
y porque te lleve y guíe
le daremos su estipendio.

TOBÍAS MOZO:

Pues yo voy, padre, a buscarle.
(Sale RAFAEL.)
Pero detente, mancebo.

TOBÍAS VIEJO:

¿A quién llamas?

TOBÍAS MOZO:

Por la calle
pasa un caminante bello.

TOBÍAS VIEJO:

¿Pues en qué ves que camina?

TOBÍAS MOZO:

En el bordón y sombrero.

RAFAEL:

¿Llámasme?

TOBÍAS MOZO:

A ti te llamo.

RAFAEL:

¿Qué me quieres?

TOBÍAS MOZO:

¿De do bueno?

RAFAEL:

De los tribus de Israel.

TOBÍAS MOZO:

¿Sabes mancebo, aunque lejos,
el camino de Ragés,
en la región de los Medos?

RAFAEL:

Sí, que mil veces le anduve,
porque he estado con Gabelo.

TOBÍAS MOZO:

¿Con Gabelo?

RAFAEL:

Sí.

TOBÍAS MOZO:

Por Dios,
que me esperes un momento.
Padre, el mancebo que os dije
sabe el camino que emprendo,
y la ciudad, porque ha estado
con Gabelo.

TOBÍAS VIEJO:

Buen suceso;
llégale a mí, por tu vida.

TOBÍAS MOZO:

Yo voy; peregrino bello,
mi padre te quiere ver:
entra a su pobre aposento.

RAFAEL:

Vamos, Dios te salve y dé
alegría, honrado viejo.

TOBÍAS VIEJO:

¿Qué alegría, noble joven,
si en las tinieblas me asiento
y de la luz celestial
como me miras carezco?

RAFAEL:

Buen ánimo: ya se acerca
tu cura.

TOBÍAS VIEJO:

¿Podrás, mancebo,
llevar mi hijo, y tendrás
a la vuelta cierto el premio?

RAFAEL:

Yo me ofrezco de llevarle,
y de volverle me ofrezco.

TOBÍAS VIEJO:

Dime de qué casa eres,
y de qué tribu, te ruego.

RAFAEL:

¿Buscas caminante noble,
o caminante maestro
para que enseñe a tu hijo?
Mas porque no estés suspenso,
yo soy Azarías, hijo
de Ananías, no el pequeño,
sino el grande.

TOBÍAS VIEJO:

De gran casa;
pero como viejo y ciego,
te pido que me perdones
las preguntas que te he hecho.

RAFAEL:

Yo te traeré el hijo tuyo
sano y salvo.

TOBÍAS VIEJO:

Así lo creo;
id enhorabuena, y Dios
sea en el camino vuestro:
su Ángel santo os acompañe.

TOBÍAS MOZO:

Lo necesario llevemos.

ANA:

Estas alforjas, Tobías,
aunque de poco provecho,
tienen algo.

TOBÍAS MOZO:

Este bordón
para muchas cosas llevo:
el perro se regocija;
¡to! Melampo, lindo perro,
¿quieres caminar conmigo?
Dice que sí, caminemos;
padres, adiós.

RAFAEL:

Mis señores,
adiós.

TOBÍAS MOZO:

¡To! Melampo: creo
que no nos has de dejar;
padres, Dios me vuelva a veros.

(Vanse.)


ANA:

¿Qué es lo que has hecho? Rompiste
el báculo y el gobierno
de nuestros años. ¡Pluguiera
a Dios que nunca el dinero
a Gabelo hubieras dado!
La pobreza que tenemos
era riqueza con él.

TOBÍAS VIEJO:

No llores: sosiega el pecho;
sano volverá a nosotros
nuestro hijo, porque pienso
que el Ángel de Dios le guía;
que sus cosas disponiendo,
nos le volverá con gozo.
{{Pt|ANA:|
En su piedad santa espero.

TOBÍAS VIEJO:

Esperanza puesta en Dios,
siempre tiene a Dios por puerto.
(Vanse, y sale BATO con una cesta, y JORÁN.)

BATO:

  Hechas ya las amistades,
según me ha dicho, señor,
y porque siempre el amor
paga en ricas voluntades,
  traigo un presente a nuesama
de lo mejor que topé.

JORÁN:

¿Qué tal el enojo fue?

BATO:

¿No te le ha dicho la fama?
  Pues ¡voto a mi sayo el viejo!
Que me dicen que en tres días
no comió por más porfías:
tal la tuvo el sobrecejo.

JORÁN:

  Tres días oí decir
que estuvo Sara llorando,
mas era al gran Dios orando.

BATO:

De eso fue causa el reñir,
  porque dicen que Tamar
la llamó matamaridos.

JORÁN:

¡Qué palos bien merecidos!

BATO:

Yo me pretendo casar
  con ella a ese efeto solo.

JORÁN:

¿Qué efeto?

BATO:

Dalle una tunda
de palos.

JORÁN:

La vez segunda
que casó con ella Etolo,
  había de escarmentar
su padre, y no esperar siete.

BATO:

Parecen puercos que mete
por el Noviembre a matar;
  hétela aquí, ¡voto a mí!

JORÁN:

Con ella viene Ragel.
(Salen RAGEL y SARA.)

RAGEL:

Pues vaya Sara, Ismael.

JORÁN:

Mientras hablaren aquí,
  a Bato quiero engañar
con un disfraz, de tal modo,
que me dé el presente todo,
y ayudaráme Tamar.
(Vase.)

SARA:

  Yo haré que vaya al ganado
y que llame los pastores.

RAGEL:

Haz que vengan los mejores
y más valientes del prado.

SARA:

  Vete a prevenir a Elí.

RAGEL:

Ya voy.

BATO:

Y yo a verte llego,
(Vase RAGEL.)
Más que de vergüenza, ciego
de ver la luz que hay en ti.

SARA:

  ¡Bato!

BATO:

Dame diez estrellas
sólo con las manos darme,
para que pueda alabarme
que puse la boca en ellas.

SARA:

  Seas, Bato, bien venido.

BATO:

Señas son que ya no estás
enojada.

SARA:

Nunca más;
¿qué es eso que me has traído?

BATO:

  En buena confirmación
destas santas amistades,
que duren por más edades
que el tribu de Zabulón,
  te traigo, Sara, en presente
toda esta cesta de cosas,
no preciosas, amorosas,
con ánimo diligente.
  Un queso tal, que bien creo
que hacerte ratón merece,
cuya corteza parece
que viene escrita en hebreo.
  No traigo frutas, ni enjutas
servas, ni pero ninguno
con su afeite, por si alguno
espera que pinte frutas.

BATO:

  Que andan unos, no sé quiénes,
copiando y diciendo mal;
pero tráigote un panal:
tal viera yo tus desdenes.
  Con tantas casillas bellas
que las abejas hacían,
que parece que querían
aposentar las estrellas.
  Toda en encerados velos
su miel, porque las adules,
antes fue flores azules:
tal hace el amor los celos.
  Si como él casas, tuviera
almas, sin duda ninguna
que pusiera en cada una
un alma que te ofreciera.
  Traigo de tres ruiseñores
un nido con todo el colmo
de heno y paja, que de un olmo
bajé y entoldé con flores.
  Acá los puedes criar
con pasta de almendra y huevos,
muy menuda, que son nuevos
y no la podrán pasar.
  Después habrá corazón
tan picado como el mío,
y cantarán, yo los fío,
porque nacen en prisión.
  Que el que gozó libertad
como y, mal canta preso;
mas veréis cómo os confieso
mi pobreza y voluntad.
  porque en daros ruiseñores
digo que el presente es ruin,
y vos, señora, que en fin
lo sois de vuestros pastores.

SARA:

  Estimo la relación
en tanto como el presente;
di a Tamar que te aposente
muy bien, que es mucha razón:
  y dale la cesta, y di
que me la guarde.

BATO:

Yo iré,
y la cesta le daré,
pues vos lo mandáis ansí.
  que después podré pediros
cierto favor.

SARA:

Aquí estoy.

BATO:

Contento en extremo voy.
(Vase BATO.)

SARA:

Yo quedo con mis suspiros;
  los cielos he consultado,
y al alto Dios he pedido
me libre, y pienso que ha sido
mi ruego humilde escuchado.
  Preguntar quiero a la tierra,
al prado, al eco y al viento,
y a mi propio pensamiento,
la paz de tan triste guerra.
  Que de falta de consuelo
tan vanos remedios sigo,
que me entretengo conmigo,
y mis desdichas desvelo.

(Responden dentro con MÚSICA a los ecos de este soneto.)

SARA:

  ¿Qué es mi cuidado, paz o guerra?

MÚSICA:

Guerra.

SARA:

¿Va errado el gusto aquí encerrado?

MÚSICA:

Errado.

SARA:

¿Y habrá perdido por callado?

MÚSICA:

Hallado.

SARA:

¿Y si el deseo se desyerra?

MÚSICA:

Yerra.

SARA:

¿Cierro la puerta al mal que encierra?

MÚSICA:

Cierra.

SARA:

¿Tendré acaso algún bien prestado?

MÚSICA:

Estado.

SARA:

¿Pues qué es la suerte en mi cuidado?

MÚSICA:

Dado.

SARA:

¿Y todo lo que a Dios destierra?

MÚSICA:

Tierra.

SARA:

¿Vino mi bien dulce adivino?

MÚSICA:

Vino.

SARA:

¿Cómo iré a oír su voz gloriosa?

MÚSICA:

Osa.

SARA:

Pídale a Dios que no se impida.

MÚSICA:

Pida.

SARA:

¿Es esperarle desatino?

MÚSICA:

Tino.

SARA:

¿Pues posa cerca de su esposa?

MÚSICA:

Posa.

SARA:

¿Hay muerte ya que aquí resida?

MÚSICA:

Es ida.

SARA:

  Tendré por felice agüero,
viento, esa dulce respuesta;
pues que ya el bien manifiesta
que de mi remedio espero:
  tan puramente he vivido,
señor, como sabéis vos,
que aun el pensamiento a Dios
no puede serle escondido.
  Todo sois ojos y manos,
todo lo sabéis y veis,
y como tal, conocéis
los pensamientos humanos.
(Sale BATO.)

BATO:

  Yendo a buscar a Tamar
para darle aquella cesta,
me dijo ahora Doresta
que era subida al pajar.
  Subí, y en lo más oscuro
un bulto blanco me habló
por mi nombre, y me obligó
a más de un fuerte conjuro.
  Díjome, en fin...

SARA:

¿Pues así
tiemblas?

BATO:

Temo que no vuelva.

SARA:

Bato, en el monte y la selva
duermes, ¿y tiemblas aquí?

BATO:

  Díjome que un año había
que en aquel pajar penaba,
que desde entonces estaba
sin comer.

SARA:

Muerto se habría.

BATO:

  Que la diese aquella cesta.

SARA:

¿Dístesela?

BATO:

¡Si me llamó
por mi nombre!

SARA:

Él te engañó;
necedad fue manifiesta.

BATO:

  Él no me ha engañado a mí,
sino a ti.

SARA:

Suceso raro.
¿a mí, por qué?

BATO:

¿No está claro,
si te di la cesta a ti?

SARA:

  Bien dices; voy a saber
quién es el muerto fingido.

BATO:

Dijo que era tu marido.

SARA:

No te puedo responder.
(Vase SARA.)

BATO:

  Enojada se ha conmigo,
mal hice en nombrar los muertos,
ya de su tierra cubiertos;
otra vez soy su enemigo.
  Mas que me engañen a mí
con tantas harbas... ¿Qué haré?
Pero yo me vengaré;
cesta y amistad perdí.
(Vase, y salen TOBÍAS, el ÁNGEL y el perro.)

TOBÍAS:

  Apenas siento el áspero camino
con tus razones santas y agradables,
que aun parece que el perro que nos sigue
con el son de la voz recibe aliento.

ÁNGEL:

De tres maneras es, Tobías caro,
esta efusión de la bondad suprema,
que por generación es la primera,
y por expiración es la segunda,
y por creación es la tercera, advierte;
que las emanaciones dos primeras
son abeterno, y la tercera en tiempo;
de la cual solamente diré agora.

TOBÍAS:

¡Qué notable doctrina, qué divina!
Pero como es tu cara es tu doctrina.

ÁNGEL:

Entre criar, hacer y engendrar, vemos
gran diferencia, que el criar, de nada
hace que salga aquello que se cría,
mas lo que se hace de algo, se hace y sale,
porque hacer es obrar de otra materia.

TOBÍAS:

Concepto voy haciendo, aunque ignorante,
de lo que dices.

ÁNGEL:

Dios es de las cosas
de tres maneras causa: es eficiente,
ejemplar y final, mas de ninguna
puede ser material.

TOBÍAS:

Todo lo entiendo.

ÁNGEL:

Entre el obrar de Dios y la criatura,
hay esta diferencia: que Dios obra
en un instante, el ángel de repente,
y la naturaleza poco a poco;
los primeros principios de las cosas.
son de Dios inmediatos.

TOBÍAS:

Adelante.

ÁNGEL:

La materia y la forma...

TOBÍAS:

Espera un poco.
que hemos llegado al Tigris.

ÁNGEL:

Este río
se llama Tigris porque en lengua Media
Tigris quiere decir flecha, y su curso
es tan veloz, que le llamaron flecha
por la velocidad con que se escapa
de la cuerda del arco que la tira.

TOBÍAS:

Los pies quiero lavarme: que los traigo
llenos de polvo, si me das licencia.

ÁNGEL:

Aquí te aguardaré.

TOBÍAS:

Cristales puros,
no os ofendáis que en vos los pies me lave;
siéntome aquí.

ÁNGEL:

Descálzate.

TOBÍAS:

Comienzo.
Señor, señor, ayúdame.

ÁNGEL:

¿Qué es eso?

TOBÍAS:

Ayúdame, Azarías, que me quiere
tragar aqueste pez.

ÁNGEL:

Cógele y tira:
no hayas temor.

TOBÍAS:

Favor, divino cielo,
¡qué temeraria bestia!

ÁNGEL:

Ten buen ánimo.

TOBÍAS:

Ya le tengo en la tierra.

ÁNGEL:

Ábrele luego.

TOBÍAS:

Mejor será pasalle a aquella orilla.

ÁNGEL:

La hiel y el corazón has de sacalle.

TOBÍAS:

Aunque está palpitando se defiende;
mas corazón y hiel, ¿de qué aprovecha?

ÁNGEL:

Muy presto lo sabrás.

TOBÍAS:

Yo te suplico,
Azarías querido, que me digas
para qué serán buenos.

ÁNGEL:

Si en las brasas
pones el corazón, el humo solo
destierra los demonios, y no vuelven
eternamente a la mujer, o al hombre;
la hiel, puesta en los ojos del que es ciego
le da la vista.

TOBÍAS:

¡Oh pez maravilloso!
Extraña es su virtud, mayor la tuya,
pues que sabes secretos tan extraños.

ÁNGEL:

Vamos donde le partas y le sales,
para que en el camino nos sustente.

TOBÍAS:

¡Gracias te doy, gran Dios Omnipotente!
Nunca el socorro de tus manos tarda.

ÁNGEL:

Pues deso sirve el Ángel de la Guarda.