La guirnalda literaria
G U I R N A L D A
LITERARIA.
G U I R N A L D A
LITERARIA.
COLECCION DE PRODUCCIONES
DE LAS PRINCIPALES
POETISAS I ESCRITORAS CONTEMPORANEAS
DE
AMERICA I ESPAÑA
TOMO I.
GUAYAQUIL.
IMPRENTA I ENCUADERNACION
DE CALVO I CA.
BELLAS HIJAS
DE
Al escribir estas pálidas líneas, triste i mezquina fachada que ponemos ante el bello monumento que aparece iluminado por los resplandores de ese sol que se llama civilizacion; ante el delicioso jardin que va a engalanar el hermoso campo de la literatura, donde se cultivau árboles robustos, de cuyas ramas se desprenden ricos frutos que derraman en el alma saludable dulzura cuando esos árboles crecen a orillas de las purísimas fuentes de la relijiou y la moral, que lavan las manchas de la materia para que el espíritu brille con todo su esplendor, elevándose a la contemplacion de la grandeza de Dios, reflejada en nuestra misma alma, en las innumerables maravillas de la creacion, i, más que todo, en el sublime sacrificio del Calvario: al escribir estas líncas, decimos, vacilamos, porque sentimos que nuestras fuerzas son demasiado pequeñas para poder 11egar al términode nuestro atrevido intento, para que nuestra pobre pluma alcance a poner el punto final a estos oscuros renglones i el lector no se demore en aspirar el delicioso perfume que encierra este monumento, cuya belleza resplandece como una fuente murmuradora, límpida, que hace brotar flores de mil colores i retrata en sus cristales el azul del cielo.
Pero he aquí que cuando nos creemos vencidos por nuestra impotencia; cuando nuestra pluma retrocede sintiéndose débil e insuficiente, un rayo de luz de este precioso libro viene a darnos valor para recorrer el camino que habiamos empezado i que nos resolvemos a seguir, guiados por esa 1uz i confiados en la induljencia del lector, que sabrá perdonarnos todos los tropiezos que demos en él, como a pobres viajeros a quienes hai que tender1es la mano para conducirlos por una senda dificil que no conocen.
La MUJER: hé aquí la luz que nos alumbra ; hé aquí el sér que se presenta hoi a nuestra vista, con toda su hermosura, con toda su sublimidad, para que le dirijamos una palabra. I nosotros desposeidos de los divinos dones de la inspiraciou i de la elocuencia, nos atrevemos a hacerlo, uos atrevemos a dirijlrle estos borrones, a ella que es toda inspiraciou i elocuencla.
La mujer es el complemento de la divina creacion del hombre, la imájeu de la caridad, de la piedad i del amor. Ella es la que velando al lado de nuestra cuua cou esquisito amor, enjuga nuestras primeras lágrimas i guarda en su corazon los jemidos con que vemos la primera luz: ella es la que adorna nuestra alma con las divinas flores de la virtud : ella es la que, cuando empezamos a subir la diffícil pendiente de la vida, eutre afanes i congojas, nos sosiene, nos anima con su amor i su virtud, hasta que llegamos a ese lugar que se llama la tumba, que ella cubre con sus lágrimas i santifica con su oracion.
Sin embargo, esta obra maestra de Dios, esta bella mitad del jéuero humauo, llevó por muchos siglos la más vil i degradada existencia. Herida en los más vil tieruos afectos, sin hogar i sin familia, era, nó la compañera del hombre, sino la esclava que arrastraba la cadena que la presentaba como el sér más infeliz de la creation. Los más sabios lejisladores la envolvieron en la más cruel esclavitud, i las costumbres de los pueblos la cubrieron con los negros harapos de la vergũenza i el oprobio.
Pero el mundo pagauo, autor de tautos críemes, tenia que huudirse en los osouros abismos de la nada, por su corrupcion en inmoralidad; i la divina luz del cristianismo, que habia de iluminar la haz de la tierra, vino a disipar las tinieblas del error, como se disipan las sormbras de la noche a los primeros rayos del sol. I cuando la saugre del Salvador se regaba en el Calvario para nuestro rescate; cuando ella rompia las cadenas, devolviendo sus derechos a todos los oprimidos, enjugando todas las lágrimas i cicatrizaudo todas las heridas, eutónces la mujer se levantó radiante del polvo eu que yacia, i con las cadenas de la esclavitud destrozadas a sus piés, i el divino signo de la redencion en su corazon, tomó posesiou del puesto que Dios le hahia designado por su noble naturaleza.
Diez i ocho siglos hace que se consumó esta gran rehabilitacion de la más iuteresante mitad de nuestra especie; i desde entónces la mujer viene civilizando al mundo, dulcificaudo las costumbres, suavizando el carácter feroz del hombre, i la humanidad doliente tiene en ella un áujel siempre prouto a mitigar sus dolores, a enjugar sue lágrimas, a aliviar sus miserias. Comparemos las épocas: comparemos la mujer esclava con la que nace a sombra del árbol del Evanjelio, i habremos de convenir en que peor enfermedad para los pueblos es la esclavitud. Por eso los pueblos libre, los pueblos cristianos, porque en el cristiaismo es que funda la verdadera libertad, son los dignos obreros de la Providencia.
I en este siglo, en que los hombres han levantado tantos altares a la libertad i a la igualdad, en que el corazon protesta contra toda tiranía, la mujer está llamada a desempeñar un gran papel en ese hermoso teatro que se llama el hogar doméstico. Porque ese es el templo levantado para su gloria, donde están sus verdaderos triunfos, donde están sus altares, en los cuales aparece como una diosa en medio de sus hijo, dispensándoles sus caricias, infundiendo en sus tiernos corazones el santo amorr a Dios i a los demas hombres. Porque es en la virtud privada que se radican las demas virtudes; es en el hogar doméstieo, en ese grato asilo del corazon, donde se forman los buenos padres, los buenos hijos, los buenos hermanos i los buenos ciudadanos, leales servidores de su patria, defensores de la justicia, amante de su dignidad i celoso del derecho de los demas, porque es tambien el suyo. Por eso ninguna mision hai sobre la tierra más grande, mãs sublime, más sauta, que la que Dios ha confiado a los padres de familia.
Pero si queremos que esta mision se cumpla tal como Dios lo ha dispueosto; si queremos que la impiedad i la auarquía dejeu de aflijir a las naciones; si queremos que los pueblos entren en el camino de su perfeccion moral, erijamos altares a la virtud i a la paz en el seno del hogar doméstico, en el corazon de la mujer. Porque la virtud en ella es el bálsamo que, esparciéndose por h tierra, cura todas las dolencias, cicatriza todas las heridas, hasta que envolviéudonos en su perfume nos presenta limpios allá en ese divino hogar que se llama el cielo.
Oh! los que creeis que no hai uu cielo que brille más que el oro, ni mayor placer que el brutal instinto del sentido; los que dudais de la virtud, sois, en verdad, diguos de compasiou. Alzad la vista i ved ese inmenso cielo que rueda sobre nuestras cabezas, que esparce la luz de la vidadesde el humilde rincon del desvalido hasta el palacio del poderoso: ¡ah! despojaos de vuestra miseria, postraos reverentes ante el altar de la virtud, i vereis que es allí donde están depositados los verdadeos goces, las fruiciones puras i divinas del alma, i que eu los placeres pasajeros del
GUIRNALDA
LITERARIA.
AGRIPINA MONTES DEL VALLE.
(COLOMBIA).
A MARIA
Sus ósculo primeros
Posaron, hechieeros,
Sobre la sien jentil.
Vibrantes en el bosque
Resuenan a porfía
Lo dejos de armonía
Cantor de la espesura,
Con íntima ternura
Murmura una cancion.
Sobre los blancos lirios
Relucen oscilantes
Las perlas i diamantes
Que el alba les dejó.
Vertiendo rayos de oro,
Sobre el azul flotante
Yá el astro rutilante
Mostró la réjia faz.
Su lumbre bermejiza
Resbala en los reosales,
Formando en espirales
Un íris al pasar.
Se ostenta en la alta cima
Del Ruiz la nívea frente:
Espléndida, viviente,
Magnífica vision.
C]on musical concierto,
El ruido del torrente
Se mezcla al de la fuente
Con toda su hermosura
Te ensalza, Vírjen pura,
Con réjia esplendidez.
Hoi los querubes i ánjeles
De gozo estremecidos
Entonarán, rendidos,
Cantares a tus piés.
Hoi Vírjen bendecida,
Hasta el infierno mismo
Celebra entre su abismo
Tu vírjen CONCEPTION.
Por eso estǽn de la gala
Los árboles, las flores,
Los nítidos albores
I toda la creacion.
Todos celebran tu fiesta ......
Hoi tan solo, Madre mia,
La negra melancolía
Se asila en mi corazon.
Porque no tenggo una ofrenda,
Vírjen, para tus altares;
Ni la voz de mis cantares,
Sin color, pálida, ierte;
Las negras sombras de muerte
Sus pétalos cercan yá.
Solo tú, Vírjen querida,
Tu con tu ruego ferviente
Podrás ¡ oh Madre clemente !
Volverla a resucitar.
Lágrimas tan solo tengo;
I, así, perdon si en tu dia
Solo una lágrima fria
Vengo a consagrarte yo:
Gota triste i silenciosa
Del hondo seno vertida !
Tú, como Madre querida,
Acepta mi triste dón
Pobre i mísera es mi ofrenda;
Empero, a tu altar llevada,
Quedará santificada
La espresion do mi dolor.
I adios ¡ oh Madre ! no olvides
A la hija desconsolada,
Que ante tus aras postrada
A UNA AMIGA
EN LA MUERTE DE SU HERMANO.
Si en tierra estraña sonare
La hora de mi agonía,
Para entonce, hermana mía,
Tu canto reclamo yo.
Por eso el arpa sombría
De quien reclamara un dia
La plegaria fraternal,
Viene a enviarle reverente
Sobre las alas del viento
Su mudo i trémulo acento,
Que quizá no escuchará.
El que hoi en los cielos oye
Las vibrantes arpas de oro
De los ánjeles que en coru
Saliéronle a recibir,
¡ Qué va a escuchar los acentos
Del pesar mudo i profundo
Que se escapa aquí en el mundo
Donde todo es luz i flores,
Del canto de los dolores
No llega la, vibracion;
Pero la oracion doliente,
La lágrima fervorosa
De la hermana cariñosa
Sí puede llegar a Dios !
Lloremos por él, Clotilde,
I a su tumba solitaria
Vaya unida mi plegaria
Con tus plegarias por él.
Ai ! aun persisten dolientes,
Como un sollozo, en mi oido
De su cántico sentido
La tristas notas do ayer.
Si, vibra aquí en mi memoria
Palpitante todavía
La dulce i suave armonía
De su postrera cancion.
Como un suspiro del cielo
Sobre el aura estremecido,
Fué así el último jemido
I se haga mi enemiga.
Mui feliz ocupaba
A su lado una silla
In jóven; i he sabido
Su corazon latia
Aceleradamente
Desde que entró la niña.
Cayósele una rosa
Del seno desprendida;
Volviósela al galan
Con una cortesía
En tanto que animaba
Su rostro una sonrisa;
I a hablarle de jardines
Desde luego principia,
Sin duda por hallar
Ocasion de decirla
Que entre todas las flores
Era ella la más linda;
O acaso presumiendo
Que allá en su mente habría
De bellos pensamientos
Siquiera una matita
Que en casos tan urjentes
Estuviese florida.
Pero como él usara
En vano trataria,
Creyó que habia propuesto
Una cuestion científica
Para burlarse de ella;
I, temblaudo de ira,
Por respuesta le dió
Una vuelta en la silla,
Con la que le hizo ver
Su espalda alabastrina.
Uu instante despues
Terminó la visita;
I en tanto que la bella
Uu «adios» nos decia
Con su habitual desden
I su glacial sonrisa,
Reverente inclinándose
El jóven le pedia
Con la voz balbuciente
I la faz dolorida
Que aceptar se dignara
Su humilde compañía.
«¿Qué importa los desaires
De una mujer tan linda
Si a amarme por instinto
Llega tal vez un dia?
Robusta i mui bonita!...
¡Oh vírjen de mis sueños,
Del cielo descendida!
Tú estás predestiuada
Para colmar mi dicha!
¿Qué haria yo frente a frente
De una mujer leida,
De esas que hablan de historia
I comentan la Biblia,
I con la gloria sueñan,
Cou el saber deliran?
Cuando yá se agotaran
Mis frases aprendidas,
¿No seria posicion
Enojosa i ridícula
Mirara así humillada
Mi soberbia inaudita?»
Aquestas reflexiones
Tal vez se ofrecerian
Al jóven, cuando supo
Con quién se las habia.
I aun temo que me juzgue
Injusta con su ninfa,
Por no haberla cantado
En alta cancion digna,
Sino en ramplones versos,
Responderé trauquila:
—El haberla cantado,
Vaya por ser tan linda!
¿Son mui malos mis versos?...
Ella es ignorantilla;
I creo que es mi canto
Tan digno de la niña
Como usted, caballero,
Si a tal belleza aspira.
¡Ojalá que encontraran
Mutuamente la dicha
Usted, amigo mio,
I aquella señorita!
I que el mundo os aplauda,
I que el cielo os asista,
Es cuanto desear puede
A los setenta murió,
I a los siete consagró
Su vida a tocar el piano.
Aunque del divino Apolo
La gracia en vano imploró,
No ha muerto Constancia, no,
Con su elocuente mirada
Tu mente privilejiada
I tu vasta erudicion;
Esos ojos que en tus años
De hermosura i lozanía
Con denuedo i gallardía
Hirieron el corazón
De colejiales incautos;
De médicos, abogados;
Ministros i diputados
Segun refiere la historia,
Para colmo de tu gloria
Rindieron a discrecion;
Esos tus májicos ojos,
Con su audaz mirar profundo,
De nuestro pícaro mundo
Nueva maravilla son.
Conforme el tiempo voraz
Va tu beldad destruyendo,
En tus ojos va creciendo
De conquistas la ambicion.
Mas si acuden presurosos
Al clamoreo de tus ojos,
Si a tus plantas caen de hinojos
Finjiéndote admiracion.
Es que solo con mirarte,
Señora, comprenderán
Que fácil triuufo obtendrán
Jurándote adoracion,
De tus ojos las hazañas,
Con sublime inspiracion.
Pues más imposible creo
Enumerar tus victorias
Que entre aplausos i entre glorias
Escalar el Helicon.
Mas confieso que me pasma,
Aun ,más que tu habilidad,
Que con tanta impunidad
Ejerzas tu profeción.
Por eso al ver que toleran
Tu criminal existencia,
Tú calumnias la inocencia
Lentamente descendia
Al ocaso el sol radiante
Por sus hermosas ondinas,
Mil cumplidos caballeros
Homenajes les rendian
A los brilladores ojos
I a las plácidas sonrisas
Que siempre aplauso merecen
I que siempre amor inspiran.
Mas nótase de improviso
Que todos la atencion fijan
En un birlocho elegante,
Donde como en triunfo iba
Una jóven, que ostentaba
En su faz i en su alegría
La edad siempre venturosa
De las gracias i ñas risas.
Como son mui inoportunas
Las descripciones prolijas,
Solo diré que su traje
Con lo que el buen gusto dicta,
Si no estaba mui de acuerdo,
Tampoco estaba de riña;
Mas creyó por su desgracia
Que no quedaba lucida
Si una estupenda corona
De rosas no se ponia,
Las señoras sorprendidas:
«En birlocho i coronada!
«Ocurrencia peregrina!.....»
I en tanto que Don Vicente
Le gritaba a cierto artista:
«Improvisa un Capitolio
«Para esa nueva Corina,»
A unos marinos franceses
Un español les decia:
«A la verdad, caballeros,
«Que está mui guapa la chica;
«Pero tienen las mujeres
«Ocurrencias tan malditas,
«Que convierten lo que es bello
«En un objeto de risa.»
Parece que Luzbel mismo
Juramento hizo ese dia
Aun a los rostros más graves
De arrancar una sonrisa;
Pues de improviso trabó
Formal disputa la niña
Con el viento que, insolente,
Arrebatarle queria
De su gloria el fiel emblema;
I ella, viendo acometida
La corona por el viento,
Reforzaba las horquillas,
Con destreza a todos lados
Iba haciendo cortesías
Que ya pecaban por sérias
O ya por mui espresivas.
Mas como siempre del mundo
Fueron mui cortas las dichas,
Cuando llegaba de todos
A su colmo la alegría,
«Tiempo es de volver a casa,
«Que la noche se avecina,»
Díjole a su compañero
La triunfante señorita;
I dicen que, al desprenderse
La corona de las risas
A su mamá le hizo cuenta
De más de veinte conquistas:
Tanto puede el ver las cosas
Por un engañoso prisma.
Pero la ciega fortuna
A las necias señoritas
En poderosas señoras
Se complace en convertirlas;
I tal vez aquellos mismos
Que burlaron a la niña,
Aunque corona de rosas
Se ponga todos los dias
I en prueba de ello, ¿no veis
A la hermosa Doña Rita,
Tan soberbia, tan ufana,
Tau descarada i altiva,
Tan pobre en merecimientos
Como en pretensiones rica,
Que yá presurosa marcha
Al invierno de la vida,
I aun aspiraciones tiene
De victorias y conquistas?.....
Os confieso que esa dama
Es una célebre artista
Cuando deslumbrarnos quiere
Con su juventud postiza;
Mas cuando a veces la miro
De mil colores vestida,
I con sombrero con plumas
Verdes, rojas o amarillas;
Gala haciendo de destreza
I singular gallardía
Al recorrer desalada
De nuestro Guáyas la orilla,
En un alazan fogoso
Ciertas historias antiguas,
I la gallarda amazona
Con su penacho i sus cintas
Un adalid me parece
Que vuelve de Palestina
Ostentando los trofeos
Que le dieron sus conquistas.
I esa es la misma señora
Que a sus salones invita
A damas i a caballeros
De grande categoría....
I habla de literatura!...
I habla tambien de política!...
De todo habla, por supuesto
En español que lastima.
I cuando ella cree que todos
Absortos están de oirla
I aun teme que las señoras
Furiosas estén de envidia,
Ellos hacen un esfuerzo
Por disimular la risa,
I ellas sufren convulsiones,
I los nervios se les crispan
Al ver que darle no pueden
A su hilaridad salida;
De una mujer el burlarse,
Cuando la mujer es rica.—
Mas ya basta de censura:
Detente, audaz musa mia!
Que temo que desdeñosos
Mis compatriotas me digan:
«¿Quién te ha metido a censora,
«Pobre mujer desvalida?...
«¡Vaya, que es mucha insolencia
«O mucha pedantería!
«¿Qué, no ves que más que nadie
«Estás espuesta a la crítica?
«Poetisa i sin herencia...
«¿Habrá cosa más ridícula?»
I no ha faltado un amigo,
Anciano yá, que me diga:
«Calla, sufre con paciencia;
«Este es tu destino, niña.
«Sigue, sigue los consejos
«Que mi esperiencia te dicta:
«Tiempo habrá para que escuchen
«Los sonidos de tu lira
«Si en carro de la fortuna
«Llegas a pisa un dia;
«I parecerán entónces
«De insulsas i tontas rinmas.»
Confieso que en mi amor propio
El consejo hizo una herida
Mas le di a mi buen amigo
Las gracias más espresivas,
Jurando guardar por siempre
Sátiras no; que producen
Odio i encono mortal,
I entre los tontos padece
Martirio la injenuidad.
Hermosas mujeres hai
A quienes altas virtudes
El cielo quiso otorgar,
¿Por qué me excitais, amigos,
A la sátira mordaz,
Pidiéndome alegres versos,
De belleza virjinal,
De encantadora sonrisa,
De ruboroso mirar,
De talle esbelto i flexible
Que envidia puede inspirar
A la naciente palmera
De este suelo tropical;
Si ella, modesta, se esquiva
Cuando, audaces, la mirais,
¿No sentis el corazon
Blandamente palpitar.
Adivinando un tesoro
De virtud anjelical?...
Si a los pies de esa mujer
Compasion viene a implorar.
Doliente y mísero un niño
Víctima de la orfandad;
I entónces la dulce vírjen
De ruboroso mirar,
Bañados los bellos ojos
Eu lágrimas de piedad
I temprano presintiendo
La ternura maternal,
Pide al cielo para el niño
Proteccion i caridad.
Si sensible un corazon
Me dió el cielo por piedad?
Si burlándome festiva
Antes yo solia cantar
I por eso el sacro Númeu
Airado conmigo está;
Si es tan dura la mision
De los vicios censurar
I la sátira produce
Odio i encono mortal;
Si Dios quiso que nacieran
Las mujeres para amar,
¿Por qué me excitais, amigos,
A la sátira mordaz,
Pidiéndome alegres versos,
Va el mísero peregrino,
Entre abrojos una flor,
Se detiene a contemplarla
I por un instante olvida
Que pasaron de la vida
Las horas de la ilusion.
I yo, así como el viandante
Mira la flor hechicera,
Tu bella faz placentera
Me detengo a contemplar;
I sintiéndome inspirada
Por tu virjinal encanto,
Quiero suspender mi llanto
I ofrecerte mi cantar.
Mas fuera en vano mi esfuerzo
Por dejar atras las penas
I desatar las cadenas
De la dura adversidad;
I con el triste lenguaje
Del dolor i la esperiencia,
Oh! niña! fuera inclemencia
Tus placeres perturbar.
Que ordena el cielo que cumpla
Siempre cantar el dolor!...
I en la oscura i alta noche,
Para aliviar mis tormentos,
En las alas de los vientos
Sube mi plegaria a Dios.
Que no quiero que las fiestas
De bulliciosos salones
El eco de mis canciones
Vaya importuno a turbar;
Ni anhelo yo que comprendan
Los felices de la tierra
La amargura que se encierra
En mi lúgubre cantar.
No es el ai! desesperado
De fantástico poeta
Que sus fuerzas cree de atleta
Aunque pigmeo le hizo Dios
I porque el mundo le niega
Aplausos que no merece
Cree que el mundo le escarnece
I arroja una maldición!
Es el lamento de un alma
En vano siempre aguardó;
Es el ai! de una mujer
Que al ver que lucha impotente
Con su destino inclemente,
Desfallece de dolor!
I nadie propicio escucha
A la infeliz trovadora
Que en sus cantares implora
Piedad para su afliccion!
I solo alcanza del mundo
La que compasion invoca
Que diga: «la pobre loca!...»
I desdeñen su cancion!...
Mas tú dirás que nos unen
Iutimos i puros lazos
I que siempre nuestros brazos
Se estrecharán al sufrir;
Pues tu dulce i tierna madre
Con jenerosa constancia
Te enseñó desde la infancia
Mi dolor a compartir.
También dirás que no debes
Los ayes del padecer;
I que es temerario ultraje
Pensar que será posible
Que sea al dolor insensible
El alma de la mujer.
Pero, oh niña! tú engañas...
En el umbral de la vida,
Si una lágrima sentida
Vierte acaso el corazon,
Se apresuran a enjugarla
Con mil voces placenteras,
I en pos vamos de quimeras
I olvidamos el dolor!
Es la niñez tu pasado;
Es tu presente un Eden
Donde está el árbol del bien,
Arbol bendito de Dios:
Nunca, oh vírjen! te separes
De su sombra protectora,
Que es la imájen bienhechora
De la celestial mansion.
¡Que del mal el negro instinto
Perturbando tu razon!
¡Que el oro no te deslumbre,
Ni desees dichas ajenas,
Ni de la envidia las penas
Desgarren tu corazon!
Pero si tambien el cielo
Te reserva triste suerte
I tu alma hiere de muerte
Del mundo la iniquidad;
Si al folpe del infortunio
Sientes que tu fe vacila
I tu pensamiento oscila
Entre la virtud i el mal;
Entónces mira a tu madre;
Vuelve los ojos a ella,
Como el náufrago a la estrella
Implorando salvacion;
Contempla esa noble frente
Surcada por el martirio
Cual hermoso i puro lirio
Que cruel mano destrozó.
I si de santos ejemplos
De esa sublime mujer.
Que la virtud es heróica
Luchando con el tormento,
Tu virjinal pensamiento
Podrá entónces comprender.
Yo la amé desde mi infancia
Siempre con filial ternura,
I anhelo que tu ventura
Premio sea de su dolor.
¡Quiera el cielo concederle
A tu madre infortunada
Que mire a su hija colmada
I en deliciosa calma
A tí dirije el alma
Un suspiro de amor!
Recíbelo, i recuerda
Que suelo darte yo.
I si quieres recobre
La salud quebrantada,
Ven tú, mi bien amada,
Al escuchar mi voz.
Aquí tengo yo un bosque
De mirto y pasionarias
De en férvidas plegarias
Rogaremos a Dios
Ven, Rosa, a demandarle,
En voz de gracia llena,
Bendiga la cadena
Del fraternal amor.
Tú, feliz todavía
I de todos amada,
De un alma lastimada
Ignoras el dolor.
I encontrarás en todo
Aquí placer, oh niña,
Si vas por la campiña
En límpido arroyuelo
Las gracias con que el cielo
Benigno te dotó;
O bien cuando en la márjen
Florida i perfumada
Eleves tu inspirada
I mística oracion,
Sin pensar que se esconde
Un áspid venenoso
Cabe un capullo airoso,
Cabe una hermosa flor...
Ah! que jamas yo vea
Anublada tu frente
Por la huella inclemente
De un martirio precoz!
Ah! que jamas yo mire
Surcada tu mejilla
Por lágrima que brilla
A impulso del dolor!
Para ti quiero nn mundo
Basta a mi corazon:
Que el tiempo ni la ausencia,
Las dichas ni las penas,
No rompen las cadenas
Mis descuidados, insonoros versos?...
Pues silenciosa i reverente escucha;
Que te voi a contar un gran portento:
Del Gnáyas en la márjen ha nacido,
Con gracias, y con virtudes, con injenio,
Una preciosa i singular Conchita
Que el ávido mirar del estranjero
El Gnáyas la presenta... mas celoso,
Su adorada Conchita esconde luego.
Mas ai! que siempre es tarde... el que la mira
De la sin par Conchita es privilejio.
I el infeliz, cuando a su patria vuelve,
Así cantando va con triste acento:
«Bellas son las Conchitas de mi rio;
Mas ninguna de mor enciendo el fuego,
Que solo una Conchita vino al mundo
Que uniera a la beldad, virtud e injenio.»
¿Mas acaso dirásme que te enseñe
La misteriosa Concha de mi cuento...
No te diré cuál es, curiosa niña:
Mejor que to te lo dirán los ecos
De los vates del Guáyas que inspirados
Ensalzen su Conchita en dignos versos.
Pero de Eva eres hija... i yá te miro
Aflijida, anhelante, sin sosiego...
No te fatigues, no, mi buena amiga;
Es fácil que adivines mi secreto,
Si escuchando propicia mi romance
Aceptas, obediente, mi consejo:
Cuando en la noche tu jentil cabeza
Abrumada se incline por el sueño
Y displicente i con desden arrojes
Las flores que realzaban tu embeleso,
Al desatar con perezosa mano
La cinta que anudaste en tus cabellos,
«¿ Qué, no sabes, oh niña! que tú cres
el señor jeneral
D. TOMAS C. WRIGHT.Por dar alivio al jeneral quebrantado,
I en raudales de fúnebre armonía
Suba el doliente e inspirado canto!
Sensibles hijas de la patria mia,.
Mirad mi acerbo i angustioso llanto;
Venid piadosas a llorar conmigo
Sobre la tumba del mejor amigo!
I cantemos del Támesis al hijo
Que a sus riberas, de opulencia llenas,
Jeneroso i audaz «adios» les dijo
Al contemplar de América las penas.
I el noble i esforzado caballero
Al pueblo esclavo consagró su acero.
Mas ensalzar la espada vencedora
Fuera mui ardua pretension estraña;
Que no aspira la humilde trovadora
Jamas a eternizar bélica hazaña.
I en tanto que ella sufre, jime i llora,
Del soldado invencible en la campaña
Haga ilustre i eterna la memoria
En elocuentes pájinas la historia.
I si a veces al último reflejo
Moribundo del sol, cuando declina,
Mirais que solitaria yo me alejo
I a un sepulcro mi paso se encamina;
Si una corona, reverente, dejo,
I nublada mi frente allí se inclina,
Es que por dar alivio a mi quebranto
Del Guáyas en la márjen encantada,
¿ En esta pobre i mustia florecilla
Cómo detienes, niña, tu mirada?
¿No temes, dime, que mi audacia asombre
Al bardo ilustre o al censor altivo,
Al ver que dejo mi ignorado nombre
En estos versos que temblando escribo?
¡Qué importa, si mis trobas merecieran
Algun sentido aplauso de tu labio,
Que los necios jamas las aplaudieran,
O que severo las condene el sabio!
Si u simpático i noble sentimiento
Tú me consagras, virjinal María
Al escuchar vagando por el viento
El flébil eco de la lira mia!
Si tú, bella i feliz, a quien el cielo
A la que jime i canta sus dolores!
Yo tambien fuí feliz: tambien amaba
Como amas tú, las artes y la historia;
I al estudio tambien me consagraba
Fecundando anhelante, mi memoria.
Mas, ai! de mi entusiasmo se reian,
I pedante los hombres me llamaron,
I mi noble ambicion no protejian,
I de la pobre niña se burlaron......
I la niña, infeliz en su aislamiento,
Algo sintió fatídico i estraño;
I se eclipsó la luz del pensamiento
I mi alma hirió de muerte el desengaño!
Al suelo se inclinó mi frente mustia:
Quise rasgar el velo del destino;
I entónces, ai! se redobló mi angustia
Las espinas al ver mi camino.
I vi de mis ensueños la mentira...
Clamé, implorando a mi dolor consuelo...
I el ánjel de piedad trajo la lira,
Por enjugar de mi infortunio el llanto,
Nó por legar al mundo mi memoria,
Mi débil voz para cantar levanto.
I aunque hoi la voz de mi conciencia clama
Que digno elojio de tus gracias diga,
Oigo otra voz que me conturba el alma
I, poderosa, a enmudecer me obliga:
Voz estraña, fatídica i sombría,
Que en la niña enjendró la desconfianza...
Hoi la mujer la escucha en su agonía
I pide al cielo en su dolor bonanza!
Perdona si me impide la amargura
Cantar el jenio que en tu frente brilla;
Mas ruego a Dios que el ánjel de ventura
Al puerto, en paz, conduzca tu barquilla.
No te desgarre de ilusion la venda
Jamas el dardo del dolor profundo!
Feliz al verte por florida senda,
Melancólica vírjen de estas playas,
Que Dios no quiere que tu caro Guáyas
A retarte vuelva en su corriente;
Si cuando jimas de tu patria ausente
I sola i triste por el mundo vayas,
Nuevos cantaresde dolor ensayas
I doblas mustia la abatida frente;
Si el mundo entónces te parece yermo
I a lo pasado vuelves la memoria,
I tiemblas al pensar en el mañana...
Por dar alivio al corazon enfermo
Recuerda, amiga, mi doliente historia...
¡I amarle pude! Al sol de la existencia
Se abria apénas soñadora el alma......
Perdió mi pobre corazon su calma
Desde el fatal instante en que le hallé!
Sus palabras sonaron en mi oido
Como música blanda i deliciosa;
Subió a mi rostro el tinte de la rosa;
Como la hoja en el árbol, vacilé.
Su imájen en el sueño me acosaba,
Siempre halagüeña, siempre enamorada:
Mil veces sorprendiste, madre amada,
En mi boca un suspiro abrasador.
I era él quien arrancaba de mi pecho,
Él, la fascinacion de mis sentidos;
Él, ideal de mis sueños mas queridos;
Él, mi primero, mi ferviente amor.
Sin él, para mí, el campo placentero
En vez de flores me obsequiaba abrojos:
Sin él eran sombríos a mis ojos
Del sol los rayos en el mes de Abril.
Vivia de su vida apasionada;
Era el centro de mi alma el amor suyo;
Era mi aspiracion, era mi orgullo......
¿Por qué tan presto me olvidara el vil?
No es mio yá su amor, que a otra prefiere:
Sus caricias son frias como el hielo,
Es mentira su fe, finje desvelo;
Mas no me engañará con su ficcion!......
¡I amarle pude delirante, loca!
Nó, mi altivez no sufre su maltrato;
I si a olvidar no alcanzas al ingrato
Te arrancaré del pecho, corazón!
El negro manto que la noche umbría
Tiende en el mundo, a descansar convida;
Su cuerpo estiende yá en la tierra fria
Cansado el pobre, i su dolor olvida.
Tambien el rico en su mullida cama
Duerme soñando avaro en sus riquezas;
Duerme el guerrero i en su sueño exclama:
«Soi invencible i grandes mis proezas!»
Duerme el pastor feliz en su cabaña,
I el marino tranquilo en su bajel:
A ese no alteran la ambicion i saña;
El mar no inquieta el reposar de aquel.
Duerme la fiera en lóbrega espesura;
Duerme el ave en las ramas guarecida;
Duerme el reptil en su morada impura,
Como el insecto en su mansion florida.
Duerme el viento... la brisa vagarosa
Jime, apénas las flores cariciando;
Todo entre sombras a la par reposa,
Aquí durmiendo, más allá soñando.
Tú, dulce amiga, que tal vez un dia
Al contemplar la luna misteriosa
Exaltabas tu ardiente fantasía,
Derramando una lágrima amorosa:
Duermes tambien tranquila i descansada,
Cual marino calmada la tormenta,
Así olvidando la inquietud pasada,
Miéntras tu amiga su dolor lamenta.
Déjame que hoi en soledad contemple
De mi vida las flores deshojadas;
Hoi no hai mentira que mi dolor temple...
Murieron yá mis fábulas soñadas!
Hoi en mi yermo espíritu no existe
Ese incesante sueño de ventura;
Yá el mustio tronco de mi vida triste
Lo ha desgarrado el rayo de tristura.
Llegué al instante postrimero, amiga,
Que mi destino cruel me señaló...
Propicio el cielo siempre te bendiga!...
De mi vida la antorcha se apagó...