La guarida del amor
Amor, como se vio desnudo y ciego, pasando entre las gentes mil sonrojos, pensó en buscar unos hermosos ojos donde vivir oculto y con sosiego. ¡Ay, Silvia!, vio los tuyos, vio aquel fuego que rinde a tu beldad tantos despojos, y hallando satisfechos sus antojos en ellos parte a refugiarse, luego. ¡Qué extraño ver a tantos corazones rendir, bien mío, los soberbios cuellos y el yugo recibir que tú le pones! Si a más de que esos ojos son tan bellos está todo el amor con sus traiciones haciéndonos la guerra dentro de ellos.