Escena V

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PEONES 1.º y 2.º, ALBAÑIL, CANTALICIO, VICTORIA, DON NICOLA y HORACIO.


DON NICOLA.- (Un poco sorprendido.) Cosa... Cosa... ¡Ah!... ¿Es usted, don Cantalicio?... ¿Cómo dice que le va?... ¿Qué anda haciendo por estos pagos?... Ha venido a ver su antigua casa, ¿eh? Está un poco cambiada, ¿no? Pero todavía va a quedar mejor... (CANTALICIO, que se ha quedado mudo, hace jugar el rebenque entre sus manos.) Ahora, cuando edifique este otro ranchito de dos pisos... y venga el jardín y la quinta de frutales... y la lechería allá abajo... (Sacude la ceniza de la pipa y vuelve a colgársela de los dientes.) Va a quedar mejor... bastante mejor... Pero ya se va notando el cambio... ¡Ah, y mire qué pichón de alfalfar!... Y todo lo está haciendo mi hijo el mayor, que ha estudiado en Buenos Aires de ingeniero... ¿Dónde anda Horacio?...

HORACIO.- (Saliendo.) ¿Qué hay, viejo?... (Saludando cortésmente a CANTALICIO.) ¡Buen día, señor!...

DON NICOLA.- Aquí te presento a don Cantalicio, el que era dueño de este terrenito... Mi hijo Horacio...

HORACIO.- (Dándole la mano.) Muchísimo gusto, señor...

CANTALICIO.- (Muy seco.) Igualmente.


(DON NICOLA se aparta y luego se va.)


HORACIO.- Yo debo haberlo conocido cuando era muchacho; pero, francamente, no recuerdo.

CANTALICIO.- Así ha de ser...

HORACIO.- Acércate, Victoria... A ella la conocería, ¿verdad?... ¿Se conocían ustedes?

CANTALICIO.- La he saludao ya...

VICTORIA.- Somos viejos amigos.

HORACIO.- ¡Pero qué cabeza la mía!... Si mal no recuerdo usted tiene un hijo en el Rosario...

CANTALICIO.- Sí, señor, Próspero.

HORACIO.- ¡Lo conozco!... ¡Lindo muchacho!... Nos hicimos amigos últimamente, cuando fui a contratar la trilla con míster Daples.

VICTORIA.- Dale noticias de él, porque creo que el señor hace tiempo que no lo ve...

HORACIO.- Está muy bien. Es el hombre de confianza de Daples... Tiene trilladoras a su cargo... Precisamente le propuse que viniese a hacer nuestro trabajo.

CANTALICIO.- ¿Cree que vendrá?

HORACIO.- No sé... Pensaba salir con una máquina rumbo a Arias... No sería difícil... (Pausa.) Usted hace mucho que no cae por estos pagos. Le habrá extrañado esta transformación.

CANTALICIO.- ¡Ya he visto, señor, ya he visto!...

HORACIO.- Con un poquito de pena, ¿no es cierto?...

CANTALICIO.- ¿Por qué? Ustedes eran muy dueños...

HORACIO.- Acompáñenos un rato... Le enseñaré algunas cosas...

CANTALICIO.- No puedo... Tengo que dir lejos...

VICTORIA.- ¡Qué se ha de ir con este sol!... Lo invitaremos a almorzar en casa...

HORACIO.- ¡Excelente idea!... (Muy familiarmente.) Venga, amigo viejo... Verá qué lindo le vamos dejando su campito... Vamos, vamos pues... y no tenga pena... que esto es pa bien de todos...

CANTALICIO.- Vea, mocito, que no hemos dormido juntos que se tome tanta confianza... Ya le he dicho que tengo que dirme...

HORACIO.- Bueno, señor... Disculpe... Usted es muy dueño... Pero le aseguro que no he tenido el ánimo de ofenderlo...

CANTALICIO.- (Mirando al campo.) Güeno... Adiosito...


(Se va casi corriendo.)