La gringa: 22
Escena IV
editar- GRINGO, FONDERO, CURA, MÉDICO, PARROQUIANOS 1.º y 2.º, Colonos, NILDA, PAISANO, COMENSALES 1.º y 2.º, MARÍA, VICTORIA y MARGARITA.
MARGARITA.- (Que aparece secándoselas manos con el delantal.) ¿Cómo está, doña María?... Disculpe, que tengo las manos mojadas...
MARÍA.- ¡Oh! ¡No es nada!...
(Se abrazan y se besan efusivamente.)
MARGARITA.- Asiéntese, tome asiento...¿La salud bien?...
MARÍA.- ¡Cosí, cosí!... Por ahora buena, gracias... A usted ya la veo tan gorda, ¿eh?
MARGARITA.- ¿Y qué milagro es éste?...
MARÍA.- Un milagro de veras... Yo no pensaba venir al pueblo... pero ésta me empezó con que vamos y vamos... que le dije bueno. Quería comprarse un vestido, ¿sabe?, y acabamos de hacer una punta de gastos; cómo están caras las cosas, ¿eh?... una punta de gastos para la señorita hija... Yo no sé de veras qué hace esta muchacha con los trajes... El año pasado le compré ése que tiene... y dice que ya no le sirve... Ahora me han vendido este generito en casa Testaseca... Mírelo; ¿qué le parece?... (Desenvuelve un paquete y ambas examinan prolijamente el género.) Es bueno; ma es caro como la gran siete... Y ahora se le antoja que lo haga de la modista el vestido... Y yo le digo que no... ¿Para qué gastar más plata, que cuesta tanto ganarla, si podemos coserlo nosotras mismas?... No quedará de moda, pero anda vestida, y limpia... ¿Qué se piensa?... Ahí donde la ve a ésta, se le están viniendo muchos pájaros en la cabeza...
MARGARITA.- Y diga... don Nicola... ¿está también en el pueblo?...
MARÍA.- Vinimos con él en el carro grande... Tenía que arreglar el pleito con ese viejo Cantalicio... embrollón... Le metió cuestiones, ¿sabe?... para no pagar, procuradores y juez de paz y testigos y qué sé yo... Nicola tuvo que andar en viajes a Córdoba, al Rosario... Pero el viejo tenía los papelitos... y le ganó el asunto en el juez... Mas le ha costado buenos pesitos... Mire, doña Margarita, con estos criollos del país no puede tener negocio; son una punta de tramposos. Como no ganan la plata como nosotros...
(Tumulto en la mesa que sirve NILDA. Al acercarse ésta con los platos, uno de los Parroquianos se ha tomado cualquier libertad, y NILDA, dejando caer un plato, la arremete con él a moquetes.)
NILDA.- (Pegándole.) ¡Sinvergüenza!... ¡Sinvergüenza!... ¡Atrevido!...
(Risas, algarabía.)
FONDERO.- (Interrumpiendo el juego, sin moverse.) ¡Pero decime una cosa, Bachicha!... ¿Cuándo vas a dejar de embromar la paciencia?... ¿Andás buscando que un día te sosiegue yo?... ¿Qué te has pensado, eh?...
MARGARITA.- ¡Eso digo, eso digo yo! A ver si se acaba la historia, ¿eh? Todos los días tiene que hacer con la muchacha... ¡Sinvergüenza!... ¿Se ha creído que mi hija es un trapo?... ¡Caramba!... ¡Caramba!... Si va a seguir así se cambia de fonda...
MARÍA.- Déjelo estar, doña Margarita. Déjelo estar... Estos atrevidos no valen la pena de un bochinche... Se figuran, ¿sabe?, que todas las mujeres son iguales... La vez pasada... con ésta (Por VICTORIA.) también me sucedió una cosa. El compadrito del hijo de don Cantalicio se estaba propasando mucho, caramba... por eso lo echaron... Pero la muchacha...
NILDA.- (Que vuelve del ventanillo.) ¡Mama!... La llaman de la cocina...
MARÍA.- Haga su comodidad... Haga, no más... Vea, y con su permiso yo también voy un poco adentro a aflojarme este vestido que me incomoda...
MARGARITA.- Pase... Pase...
MARÍA.- (A VICTORIA.) ¡Che... venite vos también!...
VICTORIA.- No; yo me quedo... ¿Qué voy a hacer adentro?...
MARÍA.- ¡No, no, no!... Caminate no más para adentro...
(VICTORIA vase de mala gana, volviendo los ojos hacia la puerta y deteniéndose lo suficiente para ver a PRÓSPERO.)