Acto II

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En la fonda.

(En una fonda del pueblo. El comedor y despacho de bebidas. Puerta al foro, que da a la calle. Una o dos, a derecha e izquierda, que comunican con el interior. Mostrador y armazón con botellas. Profusión de mesas, una de ellas larga, ocupada por los Parroquianos que almuerzan. En otras, gente que bebe aperitivos, lee diarios o charla simplemente. En uno de estos últimos grupos, UN CURA. Detrás del mostrador un señor grueso -EL FONDERO- y sirviendo las mesas una muchacha, su hija. Las paredes del despacho, tapizadas de reclamos de máquinas agrícolas, retratos de los reyes italianos, etc. Del techo penden una gran lámpara y guirnaldas de papel de colores. Donde resulte más cómodo, un ventanillo que comunica con la cocina.)


Escena I

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GRINGO, FONDERO, CURA, MÉDICO, PARROQUIANOS 1.º y 2.º, NILDA y COLONOS.


(Al levantar el telón, gran bullicio. Un grupo de COLONOS, con trajes de pana, trenzados en los últimos tantos de una partida a la murra.)


COLONOS.- ¡Tre!...

¡Cuatro!...

¡Due!...

¡Tre!...

¡Due!...

¡Tre!...

¡Tutta la morra!...

E finita.


(Risas y exclamaciones.)


UN GRINGO.- ¡Patrone!... ¡Una botiglia de barbera!...

FONDERO.- ¡Súbito!...

EL CURA.- (Dejando un diario.) ¿Han acabado de gritar? ¡Ya era tiempo, hombre!... (Aproximándose al grupo.) Usted, doctor... ¿Qué tal se encuentra para una partidita a la escoba?... Mire que debe la revancha de anoche...

EL MÉDICO.- Podríamos hacerla de cuatro...

EL CURA.- Eso es. (A un PARROQUIANO.) ¿Usted juega, don Pedro?...

PARROQUIANO 1º.- Por pasar el rato... ¿Cómo no?

EL CURA.- Falta otra pierna... (A otro PARROQUIANO.) ¿Usted entra?

PARROQUIANO 2º.- No puedo; tengo que irme a la estación. Voy a acompañar a Próspero, el hijo de don Cantalicio, que se va para el Rosario del todo.

NILDA.- (Acercándose al ventanillo.) ¡Vitela para uno! ¡Minestra para dos!... ¡Un postre!... (Regresa con varios platos y sirve a diversos comensales.)

EL CURA.- ¡Caramba! ¿Y cómo hacemos? (Al FONDERO.) ¿Entra usted, patrón? Le jugamos yo y usted a don Pedro y al doctor.

FONDERO.- ¡Cómo no! Ya estuvo... Voy a servirles a estos borrachos el barbera y en seguida... (Se acerca a la mesa de los COLONOS con botellas, copas y tirabuzón.)

EL CURA.- Aquí, en esta mesa no más. ¡Nilda!... ¡Nilda!... Trae las cartas. Ya debían estar aquí, muchacha. Ya debían estar aquí...

NILDA.- ¡Ni que yo fuera Dios pa estar en todas partes!...


(Va en busca de las cartas al mostrador y vuelve con ellas. Mientras, el FONDERO destapa la botella y sirve vino a los COLONOS, que lo reciben con grandes muestras de alborozo.)


COLONOS.- ¡Evviva el vin!... ¡Evviva!... ¡Evviva Garibaldi!...

EL CURA.- (Volviéndose.) ¿Eh? ¿Eh? ¡Qué tanto Garibaldi ni Garibaldi!... Miren, mañana es fiesta y tendrán que ir a misa...

FONDERO.- (Acercándose.) Aquí estoy... A ver, padre, cómo se porta, ¿eh?...

EL CURA.- Yo doy...


(Da las cartas. Pausa. Los COLONOS, copa en mano, entonan uno de esos aires nostálgicos del Piamonte. Los Parroquianos escuchan atentamente, a excepción del CURA y sus compañeros, que continúan absorbidos en el juego. Antes de terminar el coro entra UN PAISANO y se recuesta contra el mostrador y así que ha concluido, golpea fuertemente con el mango del rebenque.)