La gringa: 19
Acto II
editarEn la fonda.
(En una fonda del pueblo. El comedor y despacho de bebidas. Puerta al foro, que da a la calle. Una o dos, a derecha e izquierda, que comunican con el interior. Mostrador y armazón con botellas. Profusión de mesas, una de ellas larga, ocupada por los Parroquianos que almuerzan. En otras, gente que bebe aperitivos, lee diarios o charla simplemente. En uno de estos últimos grupos, UN CURA. Detrás del mostrador un señor grueso -EL FONDERO- y sirviendo las mesas una muchacha, su hija. Las paredes del despacho, tapizadas de reclamos de máquinas agrícolas, retratos de los reyes italianos, etc. Del techo penden una gran lámpara y guirnaldas de papel de colores. Donde resulte más cómodo, un ventanillo que comunica con la cocina.)
Escena I
editar- GRINGO, FONDERO, CURA, MÉDICO, PARROQUIANOS 1.º y 2.º, NILDA y COLONOS.
(Al levantar el telón, gran bullicio. Un grupo de COLONOS, con trajes de pana, trenzados en los últimos tantos de una partida a la murra.)
COLONOS.- ¡Tre!...
¡Cuatro!...
¡Due!...
¡Tre!...
¡Due!...
¡Tre!...
¡Tutta la morra!...
E finita.
(Risas y exclamaciones.)
UN GRINGO.- ¡Patrone!... ¡Una botiglia de barbera!...
FONDERO.- ¡Súbito!...
EL CURA.- (Dejando un diario.) ¿Han acabado de gritar? ¡Ya era tiempo, hombre!... (Aproximándose al grupo.) Usted, doctor... ¿Qué tal se encuentra para una partidita a la escoba?... Mire que debe la revancha de anoche...
EL MÉDICO.- Podríamos hacerla de cuatro...
EL CURA.- Eso es. (A un PARROQUIANO.) ¿Usted juega, don Pedro?...
PARROQUIANO 1º.- Por pasar el rato... ¿Cómo no?
EL CURA.- Falta otra pierna... (A otro PARROQUIANO.) ¿Usted entra?
PARROQUIANO 2º.- No puedo; tengo que irme a la estación. Voy a acompañar a Próspero, el hijo de don Cantalicio, que se va para el Rosario del todo.
NILDA.- (Acercándose al ventanillo.) ¡Vitela para uno! ¡Minestra para dos!... ¡Un postre!... (Regresa con varios platos y sirve a diversos comensales.)
EL CURA.- ¡Caramba! ¿Y cómo hacemos? (Al FONDERO.) ¿Entra usted, patrón? Le jugamos yo y usted a don Pedro y al doctor.
FONDERO.- ¡Cómo no! Ya estuvo... Voy a servirles a estos borrachos el barbera y en seguida... (Se acerca a la mesa de los COLONOS con botellas, copas y tirabuzón.)
EL CURA.- Aquí, en esta mesa no más. ¡Nilda!... ¡Nilda!... Trae las cartas. Ya debían estar aquí, muchacha. Ya debían estar aquí...
NILDA.- ¡Ni que yo fuera Dios pa estar en todas partes!...
(Va en busca de las cartas al mostrador y vuelve con ellas. Mientras, el FONDERO destapa la botella y sirve vino a los COLONOS, que lo reciben con grandes muestras de alborozo.)
COLONOS.- ¡Evviva el vin!... ¡Evviva!... ¡Evviva Garibaldi!...
EL CURA.- (Volviéndose.) ¿Eh? ¿Eh? ¡Qué tanto Garibaldi ni Garibaldi!... Miren, mañana es fiesta y tendrán que ir a misa...
FONDERO.- (Acercándose.) Aquí estoy... A ver, padre, cómo se porta, ¿eh?...
EL CURA.- Yo doy...
(Da las cartas. Pausa. Los COLONOS, copa en mano, entonan uno de esos aires nostálgicos del Piamonte. Los Parroquianos escuchan atentamente, a excepción del CURA y sus compañeros, que continúan absorbidos en el juego. Antes de terminar el coro entra UN PAISANO y se recuesta contra el mostrador y así que ha concluido, golpea fuertemente con el mango del rebenque.)