La gente honesta: 17


Escena VIII editar

Dichos - EL GUARDA.


EL GUARDA.- ¡Eh, señores! ¿De dónde han sacado eso?

ERNESTO.- (Escondiendo.) ¿Qué?...

EL GUARDA.- Esos patos.

ERNESTO.- ¡Qué tal, qué tal! No lo había conocido amigo. (Le pone la mano sobre el hombro, de modo que el pato le caiga sobre la espalda.) ¿Qué es lo que decía?

EL GUARDA.- Que de mí no se va a burlar, ¿entiende?

ADOLFO.- (Que se ha metido el pato en la espalda, debajo del saco.) ¡Eh, eh! No se enoje, joven. ¿De qué se trata?

EL GUARDA.- Y usted también. ¿De dónde saco eso?

ADOLFO.- ¿Quién? ¿Yo?... ¿Yo?... ¡Si yo no tengo nada! ¡Nada!... Vea. (Da una vuelta y EL GUARDA le toma el pato por las patas que asoman. Carcajadas.)

El GUARDA.- Bueno, mozos, van a tener la bondad de acompañarme.

LOLA.- ¡Nos lucimos!

ADOLFO.- ¿Acompañarlo? ¿Tiene miedo de ir solo? ¡No haga caso!... A usted no le han de hacer gritar, ¡viva Freyre!

El GUARDA.- ¿Que no vienen?... Ya verán. (Saca el pito y toca, ERNESTO le arroja el pato por la cara interrumpiendo el toque.) ¡Ah! ¡Cajetilla trompeta!... ¡Yo te voy a enseñar!... (Tumulto; todos se abalanzan a interponerse.)

ERNESTO.- ¡Lárguenlo! ¡Larguen esa fiera! ¡Déjenme a ese compadrón! (Saca el revólver: las mujeres dan un chillido y se apartan.)