La gente honesta: 11


Escena II editar

LUISA - ADELA - UN GUARDIA


LUISA.- ¿Y nos habrá conocido el señor Chifle?

ADELA.- Creo que no. Estaba muy oscuro.

LUISA.- De cualquier modo es una vergüenza. ¿Para qué habremos venido? ¡Ah, Ernesto! ¡Me has de pagar tanto mal rato!...

ADELA.- Hijita puede consolarte de que no eres la única desgraciada. Imagínate como lo pasaron las pobres esposas de todos esos viejos calaverones que hemos encontrado esta noche.

LUISA.- ¡Todos los maridos son iguales! ¿Para qué se casarán?

ADELA.- ¿Para qué?... ¡Para eso, para farrear con mis libertad!

LUISA.- ¡Ay, Dios mío!... ¡Pero!... ¿Por qué no habrán venido? Debe ser muy tarde ya... ¿Qué te parece que nos fuéramos?...

ADELA.- Mujer, ya que estamos aquí nada cuesta esperar un rato más.

LUISA.- ¡Pero es que estoy tan nerviosa, me siento mal!... (Se oyen voces y cantos.) ¿Qué es eso?... ¡Vamos, vámonos al coche! (Arrastra a ADELA hacia la derecha.)

ADELA.- Ven, ven, subamos por acá a la montaña.

El GUARDIÁN.- (Se asoma buscando en todas direcciones.) ¡Yo les voy a dar! ¡Sinvergüenzas, indecentes! ¡Burlarse de mí! (Se va izquierda.)