La fuente envenenada

Rojeces de Marte de Emilio Bobadilla
Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original.


LA FUENTE ENVENENADA editar


Cantaba en el silencio de la noche la fuente,
y en torno suyo, luego de acabada la lucha,
fraternizaban todos, bebiendo ávidamente,
a la luz de los astros, sin temor del escucha.

Y era aquel un refugio de efímero sosiego,
de paz un simulacro, pasajero armisticio;
campo mustio que anhela el benéfico riego,
beso puro que ansía harto de carne el vicio.

Y un día envenenaron la fuente —intermediaria
de frescura y silencio, entre uno y otro bando—
(¿era más cruel el hombre de la edad cuaternaria?)

y con ritmo, al estruendo de la metralla ajeno,
en la noche la fuente continuaba cantando,
sin saber que brindaba en su linfa veneno...!


Biarritz, Mayo, 1916.