La fuente de lágrimas
Nota: Se ha conservado la ortografía original.
LA FUENTE DE LAGRIMAS.
De pesadumbres libre y de recelos,
Antes pura y gozosa,
Cabe el cristal de fuente limpia y clara
Contemplaba una niña al par dos cielos:
El del sereno azul y el de su cara.
Al verse tan gentil, con voz gozosa
un ruiseñor oyó que ella decia:
«¡Qué hermosa soy, qué hermosa!»—
Estar sola pensaba,
Pero aquel ruiseñor que la escuchaba
Todo me lo ha contado. Hay ruiseñores
Que son—nadie lo dude—muy traidores,
Y luego, ¡tan parleros!
Aun mas contóme el narrador alado:
Dijome que sus ojos hechiceros
De aquel cristal brillante
No apartaba la niña un solo instante ,
Y con gesto animado
Mirando y remirando su hermosura,
En la fuente sencilla
La sonrisa ensayaba y la mirada
Que la agraciase mas. ¡Vanidosilla!
Pasaron tiempos y á la misma fuente
Una tarde de mayo,
Antes que el sol de su encendida frente
Lanzara el postrer rayo,
Volvió la niña aquella
A saber otra vez que nació bolla.
Mas ¡cuánto no seria
Su dolor, al hallar pérdida y seca
La fuente de esta historia,
La fuente que aquel dia
Sus gracias reflejó y su vanagloria!
Sobre la urna hueca
En que un tiempo moró la linfa pura,
Su frente doblegó con amargura,
Y á su dolor soltando
La contenida rienda.
Habló de esta manera, suspirando:
«— Cándida fuentecilla,
«De este lugar encanto y de mis ojos,
«¿Por qué aquel tu cristal ¡ay! ya no brilla
«En que bañaba el sol sus rayos rojos,
»Y á cuya fresca orilla
«Iban con amoroso afán rendido
«Sus trinos á endulzar los ruiseñores
»Y á dibujar sus cálices las flores?
»¿Por qué aquí te has secado? ¿A dónde has ido?
Calló á este punto la quejosa niña,
Y á modo de gemido
(Refiere el ruiseñor que allí escudriña)
Secreta y mansamente
Se deslizó la plática siguiente:
«—Aquella rumorosa
«Fuente en que te miraste reflejada,
«Murió desconsolada
«Porque ella te anunció que eras hermosa,
«Porque en ella orgullosa
«La sonrisa adiestraste, y la mirada
«Que un amor conquistó para tu anhelo
«Y para tu virtud un triste duelo...
«La plañidera fuente
«Al temor sucumbió de que si un dia
«Aquí volvieses tú, sólo podría
«Reflejar tu belleza,
«Mas no como otro tiempo tu pureza ,
«Aun recuerda esta umbría
«El último lamento
«Que tu suerte al saber le arrancó el viento!-
... Quien asi habló se ignora, pero afirma
El ruiseñor testigo
Que fue el céfiro el tal, su íntimo amigo.
El hecho es,—y esto si que se confirma—
Que la cuitada hermosa
Rindiéndose al dolor, vino de hinojos,
Y en corriente abundosa
Por los caídos ojos
Sus lágrimas rodar dejó y sus penas;
Y el pecho lacerado
Lejanas horas recordó serenas
Y un pasado feliz y afortunado,
Más que por ser feliz, por ser pasado.
¡Jamas tan buenas vió sus horas buenas!
Sobre la ya vacia
Cuna de aquella fuente
Que más que ella vivir supo inocente,
Y que murió á la par que su alegría,
Caudal tan generoso
De lágrimas vertió en el desvarío
Que al recuerdo nació de un estravio;
Tanto su triste pecho
Lloró sobre el enjuto árido lecho
De la perdida fuente,
Que en su fondo las lágrimas juntando
Fuéronse mansamente
Hasta que, semejando
Obra do magia ó raro maleficio,
Un diminuto espejo allí formóse
Que con dulce artificio
Fue creciendo y creciendo... y ¡oh alegría!
Ya en él la triste niña se veía!
Mas no como se quiera,
Sino mas bella aun de lo que era,
Pura, Cándida, en fin, como aquel dia.
Miróse enagenada
En el espejo aquel, hijo sublime
De su pena pasada,
Espejo allí formado.
Gota á gota por su alma acongojada
Para mirarse en él purificada.
..............
Aun allí seguiría
Contemplándose llena de ufania,
A no ocurrir que. el sol, temiendo acaso
Que á ella volviese vanidad impía,
Apresuró su ocaso;
Y la noche sintiendo igual recelo,
Tendió también su pudibundo velo.
Enrique Frexas de Sabater.