La fregona
de Félix María Samaniego


 Estaba una fregona por enero   
 metida hasta los muslos en el río,   
 lavando paños con donaire y brío   
 y mil necios trayendo al retortero.   
 
 Un cierto conde alegre y placentero  
 la pregunta por gracia: —¿Tienes frío?   
 Respondió la fregona: —Señor mío,   
 siempre llevo conmigo yo un brasero.   
 
 El conde, que era astuto y supo dónde,   
 la dijo, haciendo rueda como un pavo, 
 que le encendiera un cirio que traía.   
 
 Y dijo entonces la fregona al conde,   
 alzándose las faldas hasta el cabo:   
 —Pues sople ese tizón Vueseñoría.