La fregona
Estaba una fregona por enero metida hasta los muslos en el río, lavando paños con donaire y brío y mil necios trayendo al retortero. Un cierto conde alegre y placentero la pregunta por gracia: —¿Tienes frío? Respondió la fregona: —Señor mío, siempre llevo conmigo yo un brasero. El conde, que era astuto y supo dónde, la dijo, haciendo rueda como un pavo, que le encendiera un cirio que traía. Y dijo entonces la fregona al conde, alzándose las faldas hasta el cabo: —Pues sople ese tizón Vueseñoría.