La flor del valle.
IMPRESIONES DE UN DIA DE VIAJE.

 Flor columpiada entre abrojos,
Que en tan apacible calma
Trocando estás mis enojos,
tanto me encantas el alma
cuanto suspendes mis ojos.

 Y no para mi tormento
quieras divertir mi intento
que asaz divertido está;
deja á un triste que en el viento
sembrando ilusiones va.

 Y aunque acia tí me encamina
tu purpurino arrebol,
déjame, flor peregrina,
que trasponga esa colina
antes que ese monte el sol.

 Porque en mi amante locura
comparándote á mi bien,
al lado de tu hermosura
me hallara la noche oscura,
y el claro dia también.

 Huyendo voy del amor
y de sus templadas iras;

si voy ó no con dolor,
¡bien claro lo miras, flor,
si es que á los ojos me miras!

 ¡Cuál en un pecho afligido
la ya adormecida holganza
despierta un valle florido,
y mas cuando está vestido
del color de la esperanza!

 ¡Qué dulce si canta un ave
con tierno y sentido afán!
¡si forma el aura suave
sonidos que nadie sabe
si cruzan, vienen ó van!

 ¡Y cómo el alma enajena
el agua murmuradora,
cuando, al tumbarse serena,
roba las conchas sonora
rodando sobre la arena!

 ¡Qué regaladas dulzuras
la queja, en el alma deja,
de aquellas tórtolas puras,
pues se dicen mil ternuras
para decirse una queja!

 Y los sentidos atentos
á tan deliciosos sones,
¡oh! ¡cómo escuchan contentos

las acordadas canciones
de los acordados vientos!

 ¡Bien hayas, pintada flor,
gloria del pintado abril,
de tan delicado olor,
que estiende el aura sutil
con tus olores, tu honor!

 Los rayos del sol te doran;
por tí las aves suspiran;
los céfiros te enamoran;
y los viajeros te admiran,
si las serranas te adoran.

 Te prestan són los ambientes,
el plácido abril sus galas,
ruido las mansas corrientes,
oro las rubias zagalas,
plata las serenas fuentes.

 Te arrulla el árbol sombrío,
el alba aljófarte llora,
te da la noche rocío,
perlas y espumas el rio,
luz y diamantes la aurora.

 Y al valle tu olor prestando,
con muelle calma estás viendo
cruzar por el aire blando,

ya las tórtolas gimiendo,
ya las alondras cantando.

 Y en dulce tropel hirviente
livianos los ecos luchan,
fatigando el manso ambiente,
por repetir dulcemente
lo que dulcemente escuchan.

 Y los sentidos atentos
á tan deliciosos sones,
¡oh! cómo escuchan contentos
las acordadas canciones
de los acordados vientos!

 —Al ver tanto bien, mi estrella
me acuerda los que gocé
en el regazo de aquella
que loco por bella amé,
y me despreció por bella.

 No es la luz de la mañana
cuando del valle lozana
las plácidas flores pisa,
tan hechicera y galana
como su dulce sonrisa.

 Tanto se hace de temer
el oro de sus cabellos,
que menos es menester

que el que ellos se dejen ver,
por ser esclavo de ellos.

 Y mas el alma enajena
que el agua murmuradora,
porque es su voz seductora
como las auras serena,
como las fuentes sonora.

 Tiene, si el alba blancura,
nieve su pecho gentil,
como las palmas frescura,
cristales su frente pura,
coral su boca y marfil.

 Es de las serranas diosa,
dulce afán de los pastores,
tierna amiga de la rosa,
hermana del alba hermosa,
reina de las bellas flores.

 ¡Triste! y con turbado intento,
de todas mis dichas hoy
me alejo, y de mi contento!...
Por eso, flor, en el viento
sembrando ilusiones voy.

 —Adios; y no estrañes, flor,
que mis amores te cuente,
porque no hay placer mayor

como el placer que se siente
contando cuitas de amor.

 En prueba de mi ternura,
para aliviar mis dolores,
toma esta lágrima pura,
á ver si una vez natura
me da por lágrimas flores.

 Mas si nacieran así,
fuera, segun la abundancia
con que salieron de mí,
todo un pensil la distancia
que media desde ella á tí.

 Y así su són los ambientes
te den, y el abril sus galas,
ruido las mansas corrientes,
oro las rubias zagalas,
plata las serenas fuentes.

 Y al valle tu olor prestando,
con muelle calma estés viendo
cruzar por el aire blando,
ya las tórtolas gimiendo,
ya las alondras cantando.

 —Y adios; que turbio ilumina
el vespertino arrebol;
déjame, flor peregrina,
que trasponga esa colina,
antes que ese monte el sol.