La flor de los recuerdos (México): 38

Pesado
La flor de los recuerdos (México) de José Zorrilla
México y los mexicanos. Conde de la Cortina

Contra este vicio se ha escrito en México repetidas veces inútilmente por personas de autoridad, como el conde de la Cortina en su periódico “el Zurriago,” en “el Imparcial” y en la “Revista mexicana.” Y á propósito del conde de la Cortina, como es tan difícil escribir con imparcialidad de los amigos, especialmente de aquellos á quienes si se elogia puede parecer que se espera de ellos alguna recompensa, y si se les critica que se tiene intención de apocar su mérito; y como lo primero pudiera argüir bajeza y lo segundo envidia ó malignidad, tres cosas de las cuales espero que Dios conserve siempre exenta mi dignidad de escritor, me limitaré á decir á V. de él muy pocas palabras. El conde de la Cortina es un literato cuya erudición es tan conocida en Europa como en México; y siendo V. amigo suyo y él individuo de la Academia Española, tengo por inútil detenerme mucho en dar á V. de él noticias que no han de coger á V., de nuevo: así que, mi querido duque, me circunscribiré á dársela á V. de las obras que aquí ha publicado ó de las cuales se ocupa, después de su vuelta de nuestra península.

1.ª El Zurriago: periódico literario, que intituló antipolítico y pacífico, aunque algo entremetido, y cuyo carácter crítico-satírico no necesita de esplicacion, puesto que la lleva en los adjetivos con los cuales amplificó y calificó su título el mismo autor. Su crítica aunque severa, no es áspera, sino justa, templada, decorosa y de una gracia y oportunidad notables; su lenguaje, aunque generalmente jocoso, y familiar, es siempre puro, castizo y correcto; y sus artículos pueden servir de modelo á muchos periodistas de por acá, cuyas críticas rayan en diatribas, cuyos juicios suelen aparecer envueltos en inoportunas ó insolentes personalidades, y cuyo lenguaje chocarrero y adulterado mas parece de lavanderas y de lacayos, que de personas de educación y de estudios que, al declararse escritores públicos, pretenden ilustrar y educar á las masas populares.

2.ª Un Diccionario de sinónimos. 3.ª Otro de voces técnicas castellanas de bellas artes. 4.ª Otro diplomático. 5.ª Otro oplonográfico, español, 6.ª Otro de voces técnicas castellanas de geología, geografía y topografía. 7.ª Estudios ideolégicos de la lengua castellana. 8.ª Disertaciones sobre el origen y mecanismo de la misma. 9.ª Prontuario cronológico mexicano. 10. Prontuario diplomático consular. 11. Cartilla social. Id. Historial. Id. Moral-militar. 12. Disertaciones sobre los terremotos en la República mexicana. 13. Traducción anotada de la historia de la literatura española, de Bouterwek.

Estos son los títulos de los trabajos literarios del conde de la Cortina: la variedad de las materias por él tratadas prueba su erudición: la mayor escelencia de ellos es la corrección y pureza del lenguaje: el conde de la Cortina es uno de los mejores hablistas de nuestra época. Como poeta es menos conocido que como erudito, porque rara vez publica sus poesías: á pesar de haber cultivado desde su juventud este bello ramo de la literatura. Sus composiciones líricas, ya filosóficas, satíricas ó amatorias, pertenecen al género clásico, por su gusto y forma. Ahí van dos de ellas en las cuales hallará V. corrección, sencillez, gracia y verdad en la espresion.


LOS RECUERDOS.

¿No te acuerdas, le decia
A su pastora un pastor,
De aquel venturoso dia
En que los dos á porfía
Nos jurábamos amor?

¿Te acuerdas que á tu ventana
Suspendí un ramo de flores,
Que pintó aquella mañana
La naturaleza humana
Con los mas bellos colores?

¿Y tú luego lo llevabas
Sobre tu pecho prendido,
Y ocultarlo procurabas,
Porque por allí pensabas
Que acechaba yo escondido?

¿Te acuerdas que ya vecina
La noche, te llegué á ver
Cerca de nuestra colina,
Junto á la frondosa encina
Que á los dos nos vio nacer?

¿Y que entonces temerosa
De que yo te detuviera
En la noche silenciosa,
Te lanzaste presurosa
A correr por la pradera?

¿Y al punto que en la alquería
Cercana te ibas á entrar
Viendo que yo te seguia,
Hizo la fortuna mia
Que te llegase á alcanzar?

¡Oh¡ ¿No te acuerdas, querida,
De aquel divino momento
En que, á mis ruegos rendida,
Iba á quitarme la vida
El esceso del contento?

¿Y que á pesar del rigor
Que á mis ansias oponía
Tu inocencia y tu temor,
Luchando con el amor
Que en tu casto pecho ardía,

Logré en divino embeleso
Cual ningún mortal gozó,
Dejar en tu boca impreso
Aquel dulcísimo beso,
Que en el cielo resonó?

. . . . . . . . . . . . .
. . . . . . . . . . . . .
Aun mas iba á recordar
El indiscreto pastor
Si ella no le hace callar;
Que no se han de revelar
Los misterios del amor.


EL DELIRIO.

Pues al placer nos provoca
La libertad del festín,
Deja que llegue mi boca
A esa boca de carmín.
Verás que ningún sabor
En dulzura se asemeja
Al que en el alma nos deja
El beso que da el amor.
Quita esa gasa importuna,
Desnuda ese hermoso pecho,
Que hoy me dan este derecho
El amor y mi fortuna.

Y ningún rubor te cueste
Quitarte ese azul tisú,
De azul que llaman celeste
Tal vez por que lo usas tú.

Haz que tu semblante bello
No me ofusque esa guirnalda:
Deja flotar á la espalda
Tu perfumado cabello.

Si tú solo á tí te igualas
Y yo en tí mi placer fundo,
No necesitas de galas,
Tú eres la gala del mundo.

. . . . . . . . . . . . . .
Esparce en nuestro contorno
Esas flores que aquí ves:
Sirvan al suelo de adorno
Y de alfombra á nuestros piés.

Mira que una sola vida
En el mundo se nos dá,
Y que la deja perdida
Quien sin gozarla se va.

Esta vida es un vergel,
Y el placer es una rosa
Donde el alma se reposa
A embriagarse con su miel.

Y al empezar su camino
Una suerte al hombre toca
Que muy rara vez revoca
El caprichoso destino.

Y éste déspota inclemente
De su poder hace alarde;
Pero teme al que es valiente
Y solo oprime al cobarde.

Son sus armas el temor
Que al débil la muerte inspira;
Sus promesas son mentira,
Solo es cierto su rigor.

Pues burlemos á la suerte
Que en nosotros recayó.
¿Acaso temes la muerte?
¿Acaso la temo yo?

¿Que és morir? Dejar de ser.
¿Que és vivir? Poder gozar.
¿Y qué goce puede haber
Mayor que el goce de amar?

Si promete otros placeres
Lo que llaman la razón,
Inciertos placeres son,
O mas bien son pareceres.

Deja que de esta moral
Se escandalice y asombre
El que condena en el hombre
Todo lo que es natural.

Si en su doctrina de hiel
Es dichoso este censor,
Yo, en mi doctrina de amor
¿Soy menos dichoso que él?

Todo al placer nos convida,
Démonos prisa á vivir,
Y verás como la vida
Se desliza sin sentir.

Esa amorosa ansiedad
Que arder en tus ojos veo,
Apenas es el deseo
Y ya es la felicidad.

Cede pronto de tu ardor
Al agudo llamamiento,
Que es de gran peso un momento
En la balanza de amor.

Bien podrá hacer esta suerte
Que divida con su filo
De tan dulce vida el hilo
La guadaña de la muerte.

Cuando llegue á suceder,
Nunca temeré, querida,
La pérdida de la vida,
Sino la de este placer.

Tal hombre que así hablaba en su delirio,
El tiempo vino al fin á despertar,
Y de los desengaños el martirio
Sintió por sus entrañas penetrar.

En el humilde lecho en que yacía,
Con su trémula mano esto escribió,
Y acaso no escribió cuanto quería
Por que antes el aliento le faltó.

Las frecuentes emociones
Gastan pronto el corazón,
Ahuyentan las ilusiones,
Y ponen á la razón
En lucha con las pasiones.

Entonces la saciedad
Deja al campo sin verdor,
Sin su perfume á la flor,
Sin su brillo á la beldad,
Y sin encanto al amor.

La memoria martiriza;
Lo que se llega á la boca
Es amargo y horroriza,
Y todo cuanto se toca
Se vuelve polvo y ceniza.

Y pasando el desvarío,
Se vé el alma con dolor
En tan horrendo vacío,
Que si el vivir causa hastío,
El morir causa terror.

Ya ve V., mi querido Ángel, que el conde de la Cortina, tiene derecho á ser incluido en el número de los poetas actuales mexicanos, y que no sin razón halla V. su nombre en este lugar.