La flor de los recuerdos (Cuba): 12
II.
editarSobre un aparador de palo-rosa
Mostró a John Lees Losada,
Una caja de sándalo olorosa
De incrustaciones de marfil orlada
Y con un velo de crespón tapada.
Su tamaño sería
De media vara en cuadro,
Y apretando se abría
Un botón que a su tapa se veía
Pasar desde una faz por un taladro.
El conductor del gas que el cuarto alumbra
Prendió y puso Losada de manera
Que de lleno en la caja su luz diera:
Que es como a colocársele acostumbra
Cuando un reló, que con afán se espera
Y para el cual el día no ha bastado,
Por la noche a montar se ve obligado.
Quedó la caja misteriosa entera
Por el gas alumbrada por encima,
Mientras John Lees para que se abra espera
A que Losada su botón oprima.
Lees sin trabajo adivinó al instante
Que en la caja un reló se contenía,
Porque el rumor medido de un volante
Sonar adentro y a compás se oía:
Mas, como Inglés, inmóvil no mostraba
Curiosidad alguna ni impaciencia,
Mientras en excitárselas gozaba
Con gran placer el hombre de la ciencia.
Este apretó el botón: saltó la tapa:
Y al percibir lo que su tabla cubre,
Con un ¡oh! que del pecho se le escapa
El buen Inglés su admiración descubre;
Y es digno a fe de admiración tan franca
Lo que al doctor su exclamacion arranca.
Es un paisaje de marfil como esos
Que nos vienen en cajas de la China,
Y que el saber de Europa no imagina
Cómo pueden llevar hasta allá ilesos
En su fragilidad tan peregrina.
Aquel paisaje ebúrneo representa
Gótica catedral por su fachada
Principal: en su pórtico se ostenta
La preciosa labor filigranada,
Graciosa y complicada,
Con que el gótico estilo se ornamenta.
Sus estatuetas mil, sus mil pilares
Rematados en dobles capiteles,
Sus ligeros y arqueados botareles
Construidos al aire: sus dispares
Torrecillas y esbeltos chapiteles
Calados: las guirnaldas y festones
De frisos, arquitraves y repisas,
De mascarones, arcos y cornisas,
Vidrieras y estrellados rosetones,
Todo está con primor de alto relieve
Hecho, mas todo al aire, todo leve
Cual la espuma que el mar alza en sus ondas,
Cual del oriente el matinal celage,
Cual los pliegues flotantes de las blondas
De una mantilla de Flamenco encaje.
De aquella catedral en el labrado
Muro, que representa el diestro lado
De la sagrada nave,
Hay una fuente en nácar esculpida,
Extremada en adornos cuanto cabe
En obra por mortales concebida.
El dibujo sutil de aquella fuente,
Que forman solamente
Un caño abierto en la pared, que mana,
Y una cóncava taza, recipiente
Del líquido sonoro y transparente
Es de un gusto ideal y de galana
Ejecución: entre un festón de flores
Microscópicas de oro hechas de esmalte
Verde, morado, azul, carmín y grana
Para que la orla en el marfil resalte
Copiando de sus hojas los colores,
El frontis de la fuente que murmura
Un primoroso medallón decora,
Que encierra una preciosa miniatura
Cuya vista los ojos enamora;
Concluida y suavísima pintura
En cuya carnación no se percibe
La huella del pincel ni de la mano,
Y que parece que respira y vive
Y que interior vitalidad recibe
De un genio por el soplo soberano.
Y esta bella y valiosa miniatura,
De una guirnalda de oro guarnecida
Y en la fuente de nácar embutida,
Es la imagen perfecta y hechicera,
Es el retrato fiel de la hermosura
De Luz, la melancólica habanera.
Cuando en su fresca juventud florida
En Cuba luz de los salones era.
Bajo ella el agua de la fuente corre
Pintando la corriente de su vida
Por manantial oculto mantenida:
Y de la Iglesia gótica en la torre,
Sobre el calado pórtico elevada
De aquella ebúrnea catedral, presenta
Su rubia esfera de oro esmerilada
Dentro del rosetón la cincelada
Repetición que, para hacer la cuenta
De sus horas de afán, dio a Luz Losada.
Y es cuadro a fe de ejecución perfecto,
Feliz idea y oportuno efecto:
Porque el agua borbota cristalina,
El minutero del reló camina,
Todo en torno de Luz vive y se mueve,
Y que moverse Luz y vivir debe
Quien contempla su imagen imagina.
No era, empero, el paisaje todavía
Lo más curioso que en el cuadro había;
Aunque precioso el exterior sin duda,
Es nada más decoración que emplea
Losada como campo de su idea,
Y que su idea a realizar le ayuda.
John Lees lo contemplaba con asombro
Y Losada tras él se sonreía
Mirando por encima de su hombro,
Y aguardando tras él que el reló diera.
Tocó la aguja negra de las horas
En el número siete de la esfera:
Se oyó saltar el pasador ligero
Del muelle retentor: el minutero
Llegó a las doce, y dieron con sonoras
Notas los martilletes por entero
Las siete de la noche: todavía
Retumbaba en el aire el son postrero
De su postrero golpe, cuando lentas
A voltear comenzaron las campanas
De oro del chapitel: y en lejanía
La tembladora vibración del hierro
Imitando, empezaron las cristianas
Campanadas que anuncian un entierro
A doblar en la atmósfera; entretanto
Dentro del templo resonar se oía
Del sordo de profundis en el coro
La triste Gregoriana salmodía,
Cuyo fúnebre canto
Con la sordina cóncava seguía
De sus bajos el órgano insonoro.
Cesó todo sonido de repente:
Se abrió la torre de marfil crujiendo
Y desde ella sus alas extendiendo
La Muerte se lanzó, sobre la fuente,
El retrato y el templo lentamente
Un velo negro de crespón tendiendo;
Quedando en vez del templo y la pintura
Un cementerio frío y solitario,
Y de contemplación por solo objeto,
Sentado en una aislada sepultura,
De la desnuda muerte el esqueleto
Mal envuelto en los pliegues de un sudario.
El efecto del cuadro era completo:
Mas faltaba lo más extraordinario.
Del centro de aquel túmulo, el oído
Y el corazón llenando de pavura,
Salió hondo y tristísimo gemido
Que abrió a su son la eternidad oscura.
Era el gemido lúgubre y profundo,
Era la temerosa, última queja
De un alma triste de mujer, que deja
Su amante corazón muerto en el mundo
Y de su muerto corazón se aleja.
Era el último ¡ay! que oyó Losada
Lanzar del pecho a Luz cuando a la fría
Impresión de la ráfaga moría:
Cuya impresión mortal él todavía
Siente en su corazón como una espada.
El en su corazón conserva impresa
La triste voz de Luz en su agonía,
Y así lo fiel de su memoria expresa
En aquella obra de arte, monumento
Que a Luz Losada consagrado había:
Ofrenda del dolor y del talento.
LOSADA. | ¿Qué tal?
|
LEES. | Tal haber visto no me acuerdo Jamás. ¡Ingeniosísimo artificio |
LOSADA. | ¿Creéis que podrá a Don Luis volver el juicio Su posesión? |
LEES. | Dios le hizo un beneficio Quitándosele, y creo que no es cuerdo |
LOSADA. | Probémoslo. ¿Queréis?
|
LEES. | De buena gana: Mas creo que ha de ser empresa vana. |
LOSADA. | ¿No tenéis esperanza?
|
LEES. | Ni un resquicio: Mas lo hemos de intentar. |
LOSADA. | ¿Cuándo?
|
LEES. | Mañana. |
Apagaron el gas, y el cuarto estrecho
Dejaron a la luz de una bujía;
Y absorto Lees, Losada satisfecho,
Se fueron el artífice a su lecho,
Lees a ver los enfermos que tenía.