La fiesta del águila
El águila, rey de los pájaros, resolvió juntar en una gran fiesta a todas las personalidades más distinguidas de su reino en todos los ramos, y todos acudieron, deseosos de figurar en la Vida Social, que seguramente publicaría la lista de los concurrentes.
Hubo militares, como el cóndor y el carancho, el halcón y muchos otros; oradores, como el loro y la urraca; viajeros, como la golondrina y el pato; cantores, como el cardenal y la calandria; arquitectos, como el hornero; industriales, como el ganso, y no faltaron los amantes de lo bello, el pavo real, el picaflor y el cisne, ni muchas otras celebridades que anduvieron recorriendo los salones, luciendo cada cual su merecida reputación, el avestruz y la lechuza, y el chajá, y el flamenco, y en fin, todos: el pavo también estaba.
La fiesta fue espléndida; se cambiaron elocuentes brindis, algo largos algunos, pero llenos de palabras entusiastas y de altos conceptos, y todos quedaron al parecer encantados.
Y sin embargo, al tomar su vuelo para sus respectivos pagos, a todos les parecía que algo les había faltado. Y era simplemente que, habiendo venido cada cual únicamente para hacerse admirar por los demás, todos se habían chasqueado, desde el águila hasta el chingolo.