La exactitud de un portero

Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original.


La exactitud de un portero.

La condesa de... teniendo necesidad de escribir algunas cartas, dio á su portero el jueves último la orden de contestará todos que no estaba encasa. Este buen hombre, al dar por la tarde cuenta de las personas que se habian presentado, nombró la primera á la hermana de la condesa.

— ¡Ah! dijo esta enojada; ¿mi hermana ha venido y no la has dejado subir?

— Señora, la orden de V. S.

— ¡Imbécil! ¿no conoces que para mi hermana estoy siempre en casa?

Al dia siguiente, la señora condesa salió á pasear, y la lindísima Julia volvió á visitarla.

— ¿Está mi hermana? pregunta al portero.

— Si está, señorita.

Baja del coche, sube á la habitación, recorre la casa, el palomar, el jardin, todo, y no encontrando á la condesa, se vuelve enojada.

— Mi hermana no está, le dice al portero.

— No está, señorita.

— ¿Por qué has dicho que sí?

— Porque me tiene prevenido que para V. está siempre en casa.