La estatua (Reina)

​La estatua​ de Manuel Reina

    En medio del jardín yérguese altiva,
 en riquísimo mármol cincelada,
 la figura de un dios de ojos serenos,
 cabeza varonil y formas clásicas.
 En el invierno, la punzante nieve
 y el viento azotan la soberbia estatua;
 pero ésta, en su actitud noble y severa,
 sigue en el pedestal, augusta, impávida.
 En primavera, el aureo sol le ofrece
 un manto de brocado; las arpadas
 aves con sus endechas la saludan;
 los árboles le tejen con sus ramas
 verde dosel; el cristalino estanque
 la refleja en sus ondas azuladas,
 y los astros colocan en su frente
 una diadema de bruñida plata.
 Mas la estatua impasible está en su puesto
 sin cambiar la actitud ni la mirada.
 ¡Así el genio inmortal, dios de la tierra,
 siempre blanco de envidias o alabanzas,
 impávido, sereno y arrogante,
 sobre las muchedumbres se levanta!