XXIII

De Gracia a Calpena


La Guardia, Julio.

Si sigues así, tan descuidado, tan triste y estúpido, la que te ama caerá en la desesperación, y la desesperación es mal remedio de amor. Declárate pronto, y no te pongas baboso y pesado. No agas lo que Ernesto de Melville en la Eponina, que por su cortedad de genio dejó morir de pena a su amada, y él, no sabiendo cómo desenlazar la novela, se tiró a un estanque. Me figuro yo a Ernesto de Melville melenudo, de mal color, los ojos en blanco, y el dedo metido en la boca, como los niños mal criados. Así estás tú también, y yo, si no te quisiera, te pegaría una buena mano de cachetes. Como te descuides, como sigas aciendo el figurín de la delicadeza, lo pierdes todo; la que te ama se morirá de aburrida, y tú al fin no tendrás más remedio que tomarte un veneno. Ya ves: podían los dos ser felices, y serán muy desgraciados, por estarse mi niño con la boca abierta, mirando a la iguera, a ver si le cae la breva en la boca.

Otra cosa tengo que decirte, para que estés sobre aviso. El sábado pasado llegó a casa una mujer preguntando por ti. Salí yo a la puerta y puse en su conocimiento que no estabas aquí, sino en Villarcayo. Te daré las señas a ver si sacas por ellas quién puede ser la que te buscaba. Era de buena estatura, delgadita, bien echa de cuerpo. Venía mal trajeada, descalza, rendida de cansancio, sucia y cubierta de polvo. Tenía la piel de la cara desollada, del sol caliente y del aire frío, y por esto y por el polvo no pudimos saber si era bonita o fea. Si e de decirte la verdad, me pareció gitana. La Rosenda y yo le icimos preguntas, y no contestó más sino que tenía que entregarte una carta; díjele que me la diera y yo te la mandaría, y no quiso la muy perra. Tomó el pan y unos cuartos que le di, y se bajó al camino. Desde mi ventana vi que se le unían dos ombres de mala traza, también algo agitanados, y despacito se alejaron y se perdieron de vista.

Cuando Demetria se enteró de esto, mandó a Bernardo en seguimiento de la cuadrilla; mas no pudo dar con ella asta un día después, en La Bastida, donde vio a los ombres, pero no a la mujer. Esta, según los tales le contaron, abía caído mala de una fuertísima pataleta, motivada de cansancio y penas. Dijéronle también que ellos no la conocían, ni sabían su nombre; que encontrándose en el camino, abían andado juntos algunos días. Averiguó después Bernardo en el parador que la mujer, enferma de gravedad, abía sido recogida por unos vecinos piadosos, que la llevaron al ospital de Miranda, y colorín colorao: no sé más.

Valdría más que no me dejaran leer novelas, porque aora, si no leo las invento, y se me a metido en la cabeza que esa que parece gitana es tu novia, la que fue tu novia. Pero quizás sea un disparate muy gordo lo que se me ocurre. No agas caso. Demetria es de opinión que no debemos decirte nada de esto; yo creo que conviene que lo sepas, por si son gente perdida que se lleva alguna idea mala contra ti. Yo me figuro que, si la gitana es ella, uno de los ombres es el marido, y que van todos disfrazados con las caras pintadas, para robarte y matarte después. Yo que tú, si parecen por aí, daría parte a la justicia, para que les metieran a los tres en la cárcel. Yo veo un complot como el de Valeria y Beaumanoir, cuando la novia que izo la gran traición se une a los úngaros... en fin, ya no me acuerdo.

¡No me a costado pocas fatigas escribir esta carta sin que se enteren mi ermana y mis tíos! Te la mando con Sabas, que oy vuelve a Villarcayo, para que tú dispongas si sigue o no sigue a tu servicio. Con él mandamos a Doña Valvanera cuatro orzas de mostillo, orejones y tres pares de palomas de la nueva raza que nos an traído, blanquitas, chiquitas, con la cola como un abanico. Cuando las veas acuérdate de lo que te digo. Que te decidas y no agas más el Ernesto de Melville, que se tiró al estanque de puro loco. Mira que ya la que te ama se cansa de esperar, y el amor que te tiene se convertirá en aborrecimiento, en menosprecio de tu necedad. Abur, amigo. Esta carta no la firmo, para que no te des tono con ella. Sólo pongo -La misma.