La desconfianza
Mira, mi bien, cuán mustia y desecada del sol al resplandor está la rosa que en tu seno tan fresca y olorosa pusiera ayer mi mano enamorada. Dentro de pocas horas será nada... No se hallará en la tierra alguna cosa que a mudanza feliz o dolorosa no se encuentre sujeta y obligada. Sigue a las tempestades la bonanza: siguen al gozo el tedio y la tristeza... Perdóname si tengo la desconfianza de que dure tu amor y tu terneza: cuando hay en todo el mundo tal mudanza, ¿solo en tu corazón habrá firmeza?