La de San Quintín: 23


Escena VIII

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ROSARIO, RUFINA, VÍCTOR; después, LORENZA.


VÍCTOR.- (Que sale por la izquierda con una tabla de amasar, un rodillo y varias latas.) ¿Dónde pongo esto?

ROSARIO.- Aquí. ¿Y Lorenza, ha batido las yemas?

VÍCTOR.- En eso está. Las yemas y el azúcar: alegoría de la aristocracia de sangre unida con la del dinero.

ROSARIO.- (Con gracejo.) Cállese usted, populacho envidioso.

VÍCTOR.- ¿Está mal el símil?

ROSARIO.- No está mal. Luego cojo yo las aristocracias, y... (Con movimiento de amasar.) las mezclo, las amalgamo con el pueblo, vulgo harina, que es la gran liga... ¿Qué tal? y hago una pasta... (Expresando cosa muy rica.)

RUFINA.- Pero ese pueblo, alias harina, ¿dónde está?

ROSARIO.- ¿Y la manteca, clase media, como quien dice?

VÍCTOR.- Voy por la masa.

ROSARIO.- Pero no nos traiga acá la masa obrera.

RUFINA.- Ni nos prediques la revolución social.

ROSARIO.- (Empujándole.) Vivo, vivo.

VÍCTOR.- A escape.


(Vase por la izquierda.)


RUFINA.- (Arreglando la tabla de amasar y pasándole un trapo.) ¡Qué bueno es Víctor!

ROSARIO.- ¿Le quieres mucho?

RUFINA.- Sí que le quiero. ¡Qué hermoso es tener un hermano! ¿Verdad...?

ROSARIO.- (La mira fijamente. Suspira con tristeza. Pausa.) Sí.


(Entra LORENZA con una jofaina y toalla, que pone al extremo de la mesa; detrás VÍCTOR con la masa, que forma un bloque sobre una tabla.)


LORENZA.- Ya está todo mezclado.

ROSARIO.- ¿Y bien cargadito de manteca?

LORENZA.- Sí señora. (Pone la masa sobre la tabla y le da golpes con el puño.)

ROSARIO.- (Impaciente.) Yo, yo. (Apartando a LORENZA, golpea la masa.)

LORENZA.- Antes de trabajar con el rodillo... así, así... (Indica el movimiento de ligar con los dedos.)

RUFINA.- Y le das muchas vueltas, y aprietas de firme para que ligue bien.

ROSARIO.- (Hundiendo las manos en la masa.) Si sé, tonta. Vete tú al horno. ¿Está bien caldeado?

LORENZA.- Hay que verlo.

RUFINA.- Vamos.

ROSARIO.- En seguidita te mando masa.


(Vanse RUFINA y LORENZA por la izquierda, segundo término.)