La dama duende: Jornada I


PERSONAS QUE HABLAN EN ELLA

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DON MANUEL.
COSME, gracioso.
DOÑA ÁNGELA.
ISABEL, criada.
RODRIGO, criado.
DON LUIS.
DON JUAN.
DOÑA BEATRIZ.
CLARA, criada.
Criados.


Salen DON MANUEL y COSME de camino.

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DON MANUEL	 Por un hora no llegamos   
                 a tiempo de ver las fiestas   
                 con que Madrid generosa   
                 hoy el bautismo celebra   
                 del primero Baltasar. 
 
 
COSME            Como esas cosas se aciertan   
                 o se yerran por un hora,   
                 por un hora que füera   
                 antes Píramo a la fuente,   
                 no hallara a su Tisbe muerta.  
                 Y las moras no mancharan,   
                 porque dicen los poetas   
                 que con arrope de moras   
                 se escribió aquella tragedia.   
                 Por un hora que tardara  
                 Tarquino, hallara a Lucrecia   
                 recogida, con lo cual   
                    
                 sin ser vicarios, llevando   
                 a salas de competencias  
                 la causa sobre saber  
                 si hizo fuerza o no hizo fuerza.   
                 Por un hora que pensara   
                 si era bien hecho o no era,   
                 echarse Hero de la torre,  
                 no se echara, es cosa cierta,   
                 con que se hubiera excusado   
                 el doctor Mira de Mescua   
                 de haber dado a los teatros   
                 tan bien escrita Comedia,  
                 y haberla representado   
                 Amarilis tan de veras,   
                 que volatín del carnal   
                 (si otros son de la Cuaresma)   
                 sacó más de alguna vez  
                 las manos en la cabeza.   
                 Y puesto que hemos perdido   
                 por un hora tan gran fiesta,   
                 no por un hora perdamos   
                 la posada; que si llega  
                 tarde Abindarráez, es ley   
                 que haya de quedarse fuera;   
                 y estoy rabiando por ver   
                 este amigo que te espera,   
                 como si fueras galán  
                 al uso, con cama y mesa,   
                 sin saber cómo o por dónde   
                 tan grande dicha nos venga;   
                 pues sin ser los dos torneos,   
                 hoy a los dos nos sustenta.  
 

DON MANUEL       Don Juan de Toledo es, Cosme,  
                 el hombre que más profesa   
                 mi amistad, siendo los dos   
                 envidia, ya que no afrenta,   
                 de cuantos la Antigüedad  
                 por tantos siglos celebra.   
                 Los dos estudiamos juntos,   
                 y pasando de las letras   
                 a las armas, los dos fuimos   
                 camaradas en la guerra;  
                 en las de Piamonte, cuando   
                 el señor duque de Feria   
                 con la jineta me honró,   
                 le di, Cosme, mi bandera;   
                 fue mi alférez, y después,  
                 sacando de una refriega   
                 una penetrante herida,   
                 le curé en mi cama mesma;   
                 la vida, después de Dios,   
                 me debe; dejo las deudas  
                 de menores intereses,   
                 que entre nobles es bajeza   
                 referirlas, pues por eso   
                 pintó la docta Academia   
                 al galardón una dama  
                 rica y las espaldas vueltas,   
                 dando a entender, que en haciendo   
                 el beneficio, es discreta   
                 acción olvidarse dél;   
                 que no le hace el que le acuerda.  
                 En fin, don Juan, obligado   
                 de amistades y finezas,   
                 viendo que su Majestad   
                 con este gobierno premia   
                 mis servicios, y que vengo  
                 de paso a la Corte, intenta   
                 hoy hospedarme en su casa,   
                 por pagarme con las mesmas;   
                 y aunque a Burgos me escribió   
                 de casa y calle las señas,  
                 no quise andar preguntando   
                 a caballo dónde era,   
                 y así dejé en la posada   
                 las mulas y las maletas.   
                 Yendo hacia donde me dice,  
                 vi las galas y libreas,   
                 y informado de la causa,   
                 quise, aunque de paso, verlas:   
                 llegamos tarde en efeto,   
                 porque...

(Salen DOÑA ÁNGELA y ISABEL en corto tapadas.)

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DOÑA ÁNGELA      Si como lo muestra  
		el traje, sois caballero   
		de obligaciones y prendas,   
		amparad a una mujer   
		que a valerse de vós llega;   
		honor y vida me importa,  
		que aquel hidalgo no sepa   
		quién soy, y que no me siga.   
		Estorbad por vida vuestra   
		a una mujer principal   
		una desdicha, una afrenta,  
		que podrá ser que algún día...   
		¡Adiós, adiós, que voy muerta!  
		              (Vase.) 
 
 
 
COSME		 ¿Es dama o es torbellino?  
 
 
DON MANUEL 	¡Hay tal suceso! 
 
 
COSME 		¿Qué piensas hacer?  
 
 
DON MANUEL 	¿Eso preguntas?  
		¿Cómo puede mi nobleza   
		excusarse de excusar   
		una desdicha, una afrenta?   
		Que según muestra, sin duda   
		es su marido. 
 
 
COSME 		Y ¿qué intentas? 
 
 
DON MANUEL 	Detenerle con alguna   
		industria, mas si con ella   
		no puedo, será forzoso   
		el valerme de la fuerza,   
		sin que él entienda la causa.
 
 
COSME 		Si industria buscas, espera,   
		que a mí se me ofrece una:   
		esta carta, que encomienda   
		es de un amigo, me valga.

(Sale DON LUIS y RODRIGO, su criado.)

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DON LUIS        Yo tengo de conocerla,  
                no más de por el cuidado   
                con que de mí se recela.   
 
 
RODRIGO         Síguela y sabrás quién es.  


(Llega COSME, y retírase DON MANUEL.)

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COSME 		Señor, aunque con vergüenza   
		llego, vuesarced me haga  
		tan gran merced, que me lea   
		a quién esta carta dice.   
 
 
DON LUIS 	No voy agora con flema.  
 
 
COSME           (Detiénele.) 
		Pues si flema solo os falta,  
		yo tengo cantidad della,  
		y podré partir con vós.   
 
 
DON LUIS 	Apartad. 
 
 
DON MANUEL      ¡Oh qué derecha   
		es la calle!; aún no se pierden   
		de vista. 
 
 
COSME 		Por vida vuestra.   
 
 
DON LUIS 	Vive Dios que sois pesado,  
		y os romperé la cabeza   
		si mucho me hacéis. 
 
 
COSME 		Por eso 
		os haré poco.  
 
 
DON LUIS 	Paciencia   
		me falta para sufriros:   
		apartad de aquí.  
		      (Rempújale.) 
 
 
 
DON MANUEL 	Ya es fuerza  
		llegar: acabe el valor   
		lo que empezó la cautela.   
		     (Llega.) 
 
		Caballero, este crïado   
		es mío, y no sé qué pueda  
		haberos hoy ofendido,  
		para que de esa manera   
		le atropelléis.  
 
 
DON LUIS 	No respondo   
		a la duda o a la queja,   
		porque nunca satisfice   
		a nadie. Adiós.  
 
 
DON MANUEL 	Si tuviera 
		necesidad mi valor   
		de satisfaciones, crea   
		vuestra arrogancia de mí,   
		que no me fuera sin ella.   
		Preguntar en qué os ofende,  
		merece más cortesía,   
		y pues la Corte la enseña,   
		no la pongáis en mal nombre,   
		aunque un forastero venga   
		a enseñarla a los que tienen  
		obligación de saberla.   
 
 
DON LUIS 	Quien pensare que no puedo   
		enseñarla yo... 
 
 
DON MANUEL 	La lengua   
		suspended, y hable el acero.  

(Sacan las espadas.)

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DON LUIS 	Decís bien.  
 
 
COSME 		¡Oh, quién tuviera   
		gana de reñir!  
 
 
RODRIGO 	Sacad   
		la espada vós. 
 
 
COSME 		Es doncella,   
		y sin cédula o palabra  
		no puedo sacarla. 


(Sale DOÑA BEATRIZ, teniendo a DON JUAN, y CLARA, criada, y gente.)

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DON JUAN 	Suelta   
		Beatriz.  
 
 
DOÑA BEATRIZ 	No has de ir.  
 
 
DON JUAN 	Mira que es  
		con mi hermano la pendencia.   
 
 
DOÑA BEATRIZ 	¡Ay de mí, triste!  
 
 
DON JUAN 	A tu lado estoy.  
 
 
DON LUIS 	Don Juan, tente, espera,   
		que más que a darme valor,   
		a hacerme cobarde llegas.  
		Caballero forastero,   
		quien no excusó la pendencia   
		solo, estando acompañado   
		bien se ve, que no la deja   
		de cobarde. Idos con Dios,  
		que no sabe mi nobleza   
		reñir mal, y más con quien   
		tanto brío y valor muestra.   
		Idos con Dios.  
 
 
DON MANUEL 	Yo os estimo   
		esa bizarría y gentileza;   
		pero si de mí por dicha   
		algún escrúpulo os queda,   
		me hallaréis donde quisiereis.   
 
 
DON LUIS 	Norabuena.  
 
 
DON MANUEL 	Norabuena.   
 
 
DON JUAN 	¡Qué es lo que miro y escucho!  
		¡Don Manuel!  
 
 
DON MANUEL 	¡Don Juan!  
 
 
DON JUAN 	Suspensa   
		el alma no determina   
		qué hacer, cuando considera   
		un hermano y un amigo   
		(que es lo mismo) en diferencia  
		tal, y hasta saber la causa   
		dudaré.  
 
 
DON LUIS 	La causa es esta:   
		volver por ese crïado   
		este caballero intenta,   
		que necio me ocasionó  
		a hablarle mal; todo cesa   
		con esto.  
 
 
DON JUAN 	Pues siendo así,   
		cortés me darás licencia   
		para que llegue a abrazarle:  
		el noble huésped que espera 
		nuestra casa, es el señor   
		don Manuel. Hermano, llega,   
		que dos que han reñido iguales   
		desde aquel instante quedan   
		más amigos, pues ya hicieron 
		de su valor experiencia.   
		Daos los brazos.  
 
 
DON MANUEL 	Primero   
		que a vós os los dé, me lleva   
		el valor que he visto en él,   
		a que al servicio me ofrezca 
		del señor don Luis.  
 
 
DON LUIS 	Yo soy   
		vuestro amigo, y ya me pesa   
		de no haberos conocido   
		pues vuestro valor pudiera   
		haberme informado.  
 
 
DON MANUEL 	El vuestro  
		escarmentado me deja:   
		una herida en esta mano   
		[he sacado].
 
 
DON LUIS 	Más quisiera   
		tenerla mil veces yo.  
 
 
COSME 		¡Qué cortesana pendencia!  
 
 
DON JUAN 	¿Herida? Vení a curaros:   
		tú, don Luis, aquí te queda   
		hasta que tome su coche   
		doña Beatriz, que me espera,   
		y desta descortesía  
		me disculparás con ella.   
		Venid, señor, a mi casa,   
		mejor dijera a la vuestra,   
		donde os curéis.  
 
 
DON MANUEL 	Que no es nada.   
 
 
DON JUAN 	Venid presto.  
 
 
DON MANUEL 	 (Aparte.) 
		¡Qué tristeza  
		me ha dado, que me reciba   
		con sangre Madrid!  
 
 
DON LUIS  	(Aparte.) 
		¡Qué pena   
		tengo de no haber podido   
		saber qué dama era aquella!   
 
 
COSME 		Qué bien merecido tiene,  
		mi amo, lo que se lleva,   
		porque no se meta a ser   
		don Quijote de la legua.

(Vanse los tres, y llega DON LUIS a DOÑA BEATRIZ, que está aparte.)

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DON LUIS 	Ya la tormenta pasó;   
		otra vez, señora, vuelva  
		a restitüir las flores   
		que agora marchita y seca   
		de vuestra hermosura el hielo   
		de un desmayo.  
 
 
DOÑA BEATRIZ 	¿Dónde queda don Juan?  
 
 
DON LUIS 	Que le perdonéis  
		os pide, porque le llevan   
		forzosas obligaciones,   
		y el cuidar con diligencia   
		de la salud de un amigo   
		que va herido.  
 
 
DOÑA BEATRIZ 	¡Ay de mí! ¡Muerta  
		estoy! ¿Es don Juan?  
 
 
DON LUIS 	Señora   
		no es don Juan, que no estuviera   
		estando herido mi hermano,   
		yo con tan grande paciencia;   
		no os asustéis, que no es justo  
		que sin que él la herida tenga,   
		tengamos entre los dos,   
		yo el dolor, y vós la pena;   
		digo dolor, el de veros,   
		tan postrada, tan sujeta  
		a un pesar imaginado,   
		que hiere con mayor fuerza.   
 
 
DOÑA BEATRIZ 	Señor don Luis, ya sabéis   
		que estimo vuestras finezas,   
		supuesto que lo merecen  
		por amorosas y vuestras;   
		pero no puedo pagarlas,   
		que eso han de hacer las estrellas   
		y no hay de lo que no hacen   
		quien las tome residencia;  
		si lo que menos se halla   
		es hoy lo que más se precia   
		en la Corte, agradeced   
		el desengaño, si quiera,   
		por ser cosa que se halla  
		con dificultad en ella:   
		quedad con Dios.

(Vase con su criada.)

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DON LUIS 	Id con Dios.   
		No hay acción que me suceda   
		bien, Rodrigo: si una dama   
		veo airosa y conocerla  
		solicito, me detienen   
		un necio y una pendencia,   
		que no sé cuál es peor;   
		si riño y mi hermano llega,   
		es mi enemigo su amigo;  
		si por disculpa me deja   
		de una dama, es una dama   
		que mil pesares me cuesta.   
		De suerte, que una tapada   
		me huye, un necio me atormenta,  
		un forastero me mata   
		y un hermano me le lleva   
		a ser mi huésped a casa,   
		y otra dama me desprecia:   
		¡de malanda mi fortuna!
 
 
RODRIGO 	Que de todas esas penas   
		que sé la que sientes más.   
 
 
DON LUIS 	No sabes.  
 
 
RODRIGO 	Que la que llegas   
		a sentir más son los celos   
		de tu hermano y Beatriz bella.
 
 
DON LUIS	Engáñaste.  
 
 
RODRIGO 	Pues, ¿cuál es?   
 
 
DON LUIS 	Si tengo de hablar de veras   
		(de ti solo me fïara)   
		lo que más siento es que sea   
		mi hermano tan poco atento,
		que llevar a casa quiera   
		un hombre mozo, teniendo,   
		Rodrigo, una hermana bella,   
		viuda y moza y como sabes,   
		tan de secreto, que apenas
		sabe el sol que vive en casa,   
		porque Beatriz por ser deuda   
		solamente la visita.   
 
 
RODRIGO 	Ya sé que su esposo era   
		administrador en puertos
		de mar de unas reales rentas,   
		y quedó debiendo al rey   
		grande cantidad de hacienda;   
		y ella a la Corte se vino   
		de secreto, donde intenta
		escondida y retirada   
		componer mejor sus deudas;   
		y esto disculpa a tu hermano,   
		pues si mejor consideras   
		que su estado no le da
		ni permisión, ni licencia   
		de que nadie la visite,   
		y que aunque su huésped sea   
		don Manuel, no ha de saber,   
		que en casa, señor, se encierra
		tal mujer: ¿qué inconveniente   
		hay en admitirle en ella?;   
		y más habiendo tenido   
		tal recato y advertencia,   
		que para su cuarto ha dado
		por otra calle la puerta,   
		y la que salía a la casa,   
		por desmentir la sospecha   
		de que el cuidado la había   
		cerrado, o porque pudiera
		con facilidad abrirse   
		otra vez, fabricó en ella   
		una alacena de vidrios   
		labrada de tal manera,   
		que parece que jamás
		en tal parte ha habido puerta.   
 
 
DON LUIS 	¿Ves con lo que me aseguras?   
		Pues con eso mismo intentas   
		darme muerte, pues ya dices   
		que no ha puesto por defensa
		de su honor más que unos vidrios,   
		que al primer golpe se quiebran.

(Vanse y salen DOÑA ÁNGELA y ISABEL.)

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DOÑA ÁNGELA 	Vuélveme a dar Isabel   
		esas tocas, ¡pena esquiva!,   
		vuelve a amortajarme viva,
		ya que mi suerte crüel   
		lo quiere así.  
 
 
ISABEL 		Toma presto,   
		porque si tu hermano viene,   
		y alguna sospecha tiene   
		no la confirme con esto,
		de hallarte desta manera,   
		que hoy en Palacio te vio.   
 
 
DOÑA ÁNGELA 	Válgame el cielo, que yo   
		entre dos paredes muera,   
		donde apenas el sol sabe
		quién soy, pues la pena mía   
		en el término del día   
		ni se contiene, ni cabe;   
		donde inconstante la luna,   
		que aprende influjos de mí,
		no puede decir: «Ya vi   
		que lloraba su fortuna»;   
		donde en efeto encerrada,   
		sin libertad he vivido,   
		porque enviudé de un marido,
		con dos hermanos casada;   
		y luego delito sea   
		sin que toque en liviandad,   
		depuesta la autoridad,   
		ir donde tapada vea 
		un teatro en quien la fama,   
		para su aplauso inmortal,   
		con acentos de metal   
		a voces de bronce llama.   
		¡Suerte injusta! ¡Dura estrella!
 
 
ISABEL 		Señora, no tiene duda,   
		de que mirándote viuda,   
		tan moza, bizarra y bella,   
		tus hermanos cuidadosos   
		te celen, porque este estado
		es el más ocasionado   
		a delitos amorosos;   
		y más en la Corte hoy,   
		donde se han dado en usar   
		unas viuditas de azahar,
		que al cielo mil gracias doy   
		cuando en las calles las veo   
		tan honestas, tan fruncidas,   
		tan beatas y aturdidas,   
		y en quedándose en manteo
		es el mirarlas contento,   
		pues sin toca y devoción,   
		saltan más a cualquier son,   
		que una pelota de viento;   
		y este discurso doblado
		para otro tiempo, señora,   
		¿cómo no habemos agora   
		en el forastero hablado,   
		a quien tu honor encargaste,  
		y tu galán hoy hiciste?
 
 
DOÑA ÁNGELA 	Parece que me leíste   
		el alma en eso que hablaste.   
		Cuidadosa me ha tenido,   
		no por él, sino por mí,   
		porque después cuando oí
		de las cuchilladas ruido,   
		me puse, mas son quimeras,   
		Isabel a imaginar,   
		que él había de tomar   
		mi disgusto tan deveras,
		que había de sacar la espada   
		en mi defensa: yo fui   
		necia en empeñarle así;   
		mas una mujer turbada,   
		¿qué mira o qué considera?
 
 
ISABEL 		Yo no sé si lo estorbó,   
		mas sé, que no nos siguió   
		tu hermano más.  
 
 
DOÑA ÁNGELA 	Oye, espera.

(Sale DON LUIS.)

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DON LUIS 	Ángela.  
 
 
DOÑA ÁNGELA 	Hermano y señor,   
		turbado y confuso vienes:
		¿qué ha sucedido?, ¿qué tienes?   
 
 
DON LUIS 	Harto tengo, tengo honor.   
 
 
DOÑA ÁNGELA 	 (Aparte.) 
		¡Ay de mí!, sin duda es,   
		que don Luis me conoció.   
 
 
DON LUIS 	Y así siento mucho yo,
		que se estime poco.  
 
 
DOÑA ÁNGELA 	Pues, ¿has tenido algún disgusto?   
 
 
DON LUIS 	Lo peor es, cuando vengo   
		a verte, el disgusto tengo   
		que tuve, Ángela.  
 
 
ISABEL 		¿Otro susto?  
 
 
DOÑA ÁNGELA 	Pues yo, ¿en qué te puedo dar,   
		hermano, disgusto? Advierte.   
 
 
DON LUIS 	Tú eres la causa, y el verte.   
 
 
DOÑA ÁNGELA 	¡Ay de mí!  
 
 
DON LUIS 	Ángela, estimar   
		tan poco de nuestro hermano... 
 
 
DOÑA ÁNGELA 	Eso sí.  
 
 
DON LUIS 	Pues cuando vienes   
		con los disgustos que tienes,   
		cuidados te dé: no en vano   
		el enojo que tenía   
		con el huésped me pagó,
		pues sin conocerle yo,   
		hoy le he herido en profecía.   
 
 
DOÑA ÁNGELA 	¿Pues cómo fue?  
 
 
DON LUIS 	Entré en la plaza   
		de Palacio, hermana, a pie   
		hasta el palenque, porque
		toda la desembaraza   
		de coches y caballeros   
		la guarda; a un corro me fui   
		de amigos, adonde vi,   
		que alegres y lisonjeros
		los tenía una tapada,   
		a quien todos celebraron   
		lo que dijo, y alabaron   
		de entendida y sazonada.   
		Desde el punto que llegué
		otra palabra no habló,   
		tanto, que a alguno obligó   
		a preguntarla por qué,   
		porque yo llegaba, había   
		con tanto extremo callado.
		Todo me puso en cuidado;   
		miré si la conocía   
		y no pude, porque ella   
		se puso más en taparse,   
		en esconderse y guardarse.
		Viendo que no pude vella,   
		seguilla determiné:   
		ella siempre atrás volvía,   
		a ver si yo la seguía,   
		cuyo gran cuidado fue 
		espuela de mi cuidado.   
		Yendo desta suerte pues,   
		llegó un hidalgo, que es   
		de nuestro huésped crïado,   
		a decir que le leyese
		una carta; respondí   
		que iba de priesa, y creí   
		que detenerme quisiese   
		con este intento, porque   
		la mujer le habló al pasar;
		y tanto dio en porfiar,   
		que le dije no se qué.   
		Llegó en aquella ocasión   
		en defensa del crïado   
		nuestro huésped, muy soldado:
		sacamos, en conclusión,   
		las espadas. Todo es esto,   
		pero más pudiera ser.   
 
 
DOÑA ÁNGELA 	¡Miren la mala mujer   
		en qué ocasión te había puesto!
		Que hay mujeres tramoyeras.   
		Pondré que no conocía   
		quién eras, y que lo hacía   
		solo porque la siguieras.   
		Por eso estoy harta yo 
		de decir, si bien te acuerdas,   
		que mires, que no te pierdas   
		por mujercillas que no   
		saben más que aventurar   
		los hombres.  
 
 
DON LUIS 	¿En qué has pasado la tarde?  
 
 
DOÑA ÁNGELA 	En casa me he estado   
		entretenida en llorar.   
 
 
DON LUIS 	¿Hate nuestro hermano visto?   
 
 
DOÑA ÁNGELA 	Desde esta mañana no   
		ha entrado aquí.  
 
 
DON LUIS 	¡Qué mal yo 
		estos descuidos resisto!   
 
 
DOÑA ÁNGELA 	Pues deja los sentimientos,   
		que al fin sufrirle es mejor,   
		que es nuestro hermano mayor,   
		y comemos de alimentos.
 
 
DON LUIS 	Si tú estás tan consolada,   
		yo también; que yo por ti   
		lo sentía, y porque así   
		veas no dárseme nada,   
		a verle voy, y aun con él 
		haré una galantería.  
		           (Vase.) 
 
 
ISABEL 		¿Qué dirás, señora mía,   
		después del susto crüel,   
		de lo que en casa nos pasa?   
		Pues el que hoy ha defendido
		tu vida, huésped y herido,   
		le tienes dentro de casa.   
 
 
DOÑA ÁNGELA 	Yo, Isabel, lo sospeché   
		cuando de mi hermano oí   
		la pendencia, y cuando vi,
		que el herido el huésped fue;   
		pero aún bien no lo he creído,   
		porque cosa extraña fuera   
		que un hombre a Madrid viniera,   
		y hallase, recién venido, 
		una dama que rogase   
		que su vida defendiese;   
		un hermano que le hiriese,   
		y otro que le aposentase.   
		Fuera notable suceso, 
		y aunque todo puede ser,   
		no lo tengo de creer   
		sin vello.  
 
 
ISABEL 		Y si para eso   
		te dispones, yo bien sé   
		por dónde verle podrás,
		y aun más que velle.  
 
 
DOÑA ÁNGELA 	Tú estás   
		loca: ¿cómo, si se ve   
		de mi cuarto tan distante   
		el suyo?  
 
 
ISABEL 		Parte hay por donde   
		este cuarto corresponde
		al otro: esto no te espante.   
 
 
DOÑA ÁNGELA 	No porque verlo deseo,   
		sino solo por saber,   
		dime, ¿cómo puede ser?,   
		que lo escucho y no lo creo.
 
 
ISABEL 		¿No has oído que labró   
		en la puerta una alacena   
		tu hermano?  
 
 
DOÑA ÁNGELA 	Ya lo que ordena   
		tu ingenio he entendido yo:   
		dirás que, pues es de tabla,
		algún agujero hagamos   
		por donde al huésped veamos.   
 
 
ISABEL 		Más que eso mi ingenio entabla.   
 
 
DOÑA ÁNGELA 	Di.  
 
 
ISABEL 		Por cerrar y encubrir   
		la puerta que se tenía,
		y que a este jardín salía,   
		y poder volverla a abrir,   
		hizo tu hermano poner   
		portátil una alacena;   
		esta, aunque de vidrios llena,
		se puede muy bien mover.   
		Yo lo sé bien porque cuando   
		la alacena aderecé   
		la escalera la arrimé,   
		y ella se fue desclavando
		poco a poco, de manera,   
		que todo junto cayó   
		y dimos en tierra yo,   
		alacena y escalera,   
		de suerte, que en falso agora
		la tal alacena está,   
		y apartándose podrá   
		cualquiera pasar, señora.   
 
 
DOÑA ÁNGELA 	Esto no es determinar,   
		sino prevenir primero:
		ves aquí, Isabel, que quiero   
		a esotro cuarto pasar;   
		he quitado la alacena;   
		por allá, ¿no se podrá   
		quitar también?  
 
 
ISABEL 		Claro está,
		y para hacerla más buena,   
		en falso se han de poner   
		dos clavos, para advertir,   
		que solo la sepa abrir   
		el que lo llega a saber.
 
 
DOÑA ÁNGELA 	Al crïado que viniere   
		por luz y por ropa, di   
		que vuelva a avisarte a ti,   
		si a caso el huésped saliere   
		de casa, que según creo,
		no le obligará la herida   
		a hacer cama.  
 
 
ISABEL 		Y, por tu vida, ¿irás?  
 
 
DOÑA ÁNGELA 	Un necio deseo   
		tengo de saber si es él   
		el que mi vida guardó, 
		porque si le cuesto yo   
		sangre y cuidado, Isabel,   
		es bien mirar por su herida,   
		si es que segura de miedo   
		de ser conocida, puedo
		ser con él agradecida.   
		Vamos, que tengo de ver   
		la alacena, y si pasar   
		puedo al cuarto, he de cuidar,   
		sin que él lo llegue a entender,
		desde aquí de su regalo.   
 
 
ISABEL 		Notable cuento será,  mas, ¿si lo cuenta?  
 
 
DOÑA ÁNGELA 	No hará;   
		que hombre que su esfuerzo igualó   
		a su gala y discreción,
		puesto que de todo ha hecho   
		noble experiencia en mi pecho   
		en la primera ocasión,   
		de valiente, en lo restado,   
		de galán, en lo lucido,
		en el modo de entendido,   
		no me ha de causar cuidado,   
		que diga suceso igual;   
		que fuera notable mengua   
		que echara una mala lengua
		tan buenas partes a mal.

(Vanse. Salen DON JUAN, DON MANUEL y un criado con luz.)

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DON JUAN 	Acostaos por vida mía.   
 
 
DON MANUEL 	Es tan poca la herida,   
		que antes don Juan sospecho,   
		que parece melindre el haber hecho 
		caso ninguno della.   
 
 
DON JUAN 	Harta ventura ha sido de mi estrella,   
		que no me consolara   
		jamás, si este contento me costara   
		el pesar de teneros
		en mi casa indispuesto, y el de veros   
		herido por la mano   
		(si bien no ha sido culpa) de mi hermano.   
 
 
DON MANUEL 	Él es buen caballero,   
		y me tiene envidioso de su acero,
		de su estilo admirado,   
		y he de ser muy su amigo y su crïado.  


(Sale DON LUIS y un criado con un azafate cubierto, y en él un aderezo de espada.)

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DON LUIS 	Yo, señor, lo soy vuestro,   
		como en la pena que recibo muestro,   
		ofreciéndoos mi vida;  
		y porque el instrumento de la herida   
		en mi poder no quede,   
		pues ya agradarme ni servirme puede,   
		bien como aquel crïado   
		que a su señor algún disgusto ha dado,
		hoy de mí le despido;   
		esta es, señor, la espada que os ha herido;   
		a vuestras plantas viene   
		a pediros perdón, si culpa tiene:   
		tome vuestra querella 
		con ella en mí venganza, de mí y della.   
 
 
DON MANUEL 	Sois valiente y discreto,   
		en todo me vencéis; la espada aceto,   
		porque siempre a mi lado   
		me enseñe a ser valiente; confïado
		desde hoy vivir procuro,   
		porque, ¿de quién no vivirá seguro   
		quien vuestro acero ciñe generoso?;   
		que él solo me tuviera temeroso.   
 
 
DON JUAN 	Pues don Luis me ha enseñado
		a lo que estoy por huésped obligado,   
		otro regalo quiero   
		que recibáis de mí.  
 
 
DON MANUEL 	Qué tarde espero   
		pagar tantos favores;   
		los dos os competís en darme honores.

(Sale COSME cargado de maletas y cojines.)

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COSME 		Docientos mil demonios   
		de su furia infernal den testimonios,   
		volviéndose inclementes   
		docientas mil serpientes,   
		que asiéndome de un vuelo,
		den conmigo de patas en el cielo,   
		del mandato oprimidos   
		de Dios, por justos juicios compelidos;   
		si vivir no quisiera sin injurias,   
		en Galicia o Asturias, 
		antes que en esta Corte.   
 
 
DON MANUEL 	Reporta.  
 
 
COSME 		El reportorio se reporte.   
 
 
DON JUAN 	¿Qué dices?  
 
 
COSME 		Lo que digo:   
		que es traidor quien da paso a su enemigo.   
 
 
DON LUIS 	¿Qué enemigo? Detente.
 
 
COSME 		El agua de una fuente y otra fuente.   
 
 
DON MANUEL 	¿De aqueso te inquietas?   
 
 
COSME 		Venía de cojines y maletas   
		por la calle cargado,   
		y en una zanja de una fuente he dado,
		y así lo traigo todo,   
		como dice el refrán, puesto de lodo.   
		¿Quién esto en casa mete?   
 
 
DON MANUEL 	Vete de aquí, que estás borracho, vete.   
 
 
COSME 		Si borracho estuviera,
		menos mi enojo con el agua fuera:   
		cuando en un libro leo de mil fuentes,   
		que vuelven varias cosas sus corrientes,   
		no me espanto, si aquí ver determino,   
		que nace el agua a convertirse en vino.
 
 
DON MANUEL 	Si él empieza, en un año   
		no acabará.  
 
 
DON JUAN 	Él tiene humor extraño.   
 
 
DON LUIS 	Solo de ti querría   
		saber, si sabes leer (como este día   
		en el libro citado 
		muestras), ¿por qué pediste tan pesado,   
		que una carta te leyese?; ¿qué te apartas?   
 
 
COSME 		Porque sé leer en libros y no en cartas.   
 
 
DON LUIS 	Está bien respondido.   
 
 
DON MANUEL 	Que no hagáis caso dél por Dios os pido:
		ya le iréis conociendo,   
		y sabréis que es burlón.  
 
 
COSME 		Hacer pretendo   
		de mis burlas alarde;   
		para alguna os convido.  
 
 
DON MANUEL 	Pues no es tarde,   
		porque me importa, hoy quiero
		hacer una visita.  
 
 
DON JUAN 	Yo os espero para cenar.  
 
 
DON MANUEL 	Tú, Cosme, esas maletas   
		abre, y saca la ropa, no las metas.   
 
 
DON JUAN 	Si quisieres cerrar, esta es del cuarto   
		la llave; que aunque tengo
		llave maestra, por si a caso vengo   
		tarde, más que las dos otra no tiene;   
		ni otra puerta tampoco, así conviene;   
		y en el cuarto la deja, y cada día   
		vendrán a aderezarle. 


(Vanse y queda COSME.)

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COSME 		Hacienda mía,  
		ven acá que yo quiero   
		visitarte primero,   
		porque ver determino   
		cuánto habemos sisado en el camino;   
		que como en las posadas
		no se hilan las cuentas tan delgadas   
		como en casa, que vive en sus porfías   
		la cuenta y la razón por lacerías,   
		hay mayor aparejo del provecho,   
		para meter la mano, no en mi pecho,
		sino en la bolsa ajena.   
		       (Abre una maleta y saca un bolsón.) 
 
		Topé la propia, buena está, y rebuena,   
		pues aquesta jornada   
		subió doncella y se apeó preñada;   
		contallo quiero, es tiempo perdido, 
		porque yo, ¿qué borregos he vendido   
		a mi señor, para que mire y vea   
		si está cabal? Lo que ello fuere sea.   
		Su maleta es aquesta;   
		ropa quiero sacar, por si se acuesta
		tan prestro; que él mandó que hiciese esto;   
		mas porque él lo mandó, ¿se ha de hacer presto?;   
		por haberlo él mandado   
		antes no lo he de hacer, que soy crïado;   
		salirme un rato es justo 
		a rezar a una ermita. ¿Tendrás gusto   
		desto Cosme? Tendré. Pues Cosme, vamos,   
		que antes son nuestros gustos, que los amos.  
		                   (Vase.) 

(Por una alacena, que estará hecha con anaqueles y vidrios en ella, quitándose con goznes, como que se desencaja, salen DOÑA ÁNGELA y ISABEL.)

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ISABEL 		Que está el cuarto solo, dijo   
		Rodrigo, porque el tal huésped
		y tus hermanos se fueron.   
 
 
DOÑA ÁNGELA 	Por esto pude atreverme   
		a hacer solo esta experiencia.   
 
 
ISABEL 		¿Ves que no hay inconveniente   
		para pasar hasta aquí?
 
 
DOÑA ÁNGELA 	Antes, Isabel, parece,   
		que todo cuanto previne   
		füe müy impertinente,   
		pues con ninguno topamos,   
		que la puerta fácilmente
		se abre y se vuelve a cerrar,   
		sin ser posible que se eche   
		de ver.  
 
 
ISABEL 		¿Y a qué hemos venido?   
 
 
DOÑA ÁNGELA 	A volvernos solamente,   
		que para hacer sola una
		travesura dos mujeres,   
		basta haberla imaginado;   
		porque al fin esto no tiene   
		más fundamento, que haber   
		hablado en ello dos veces,
		y estar yo determinada,   
		siendo verdad que es aqueste   
		caballero el que por mí   
		se empeñó osado y valiente,   
		como te he dicho, a mirar
		por su regalo.  
 
 
ISABEL 		Aquí tiene   
		el que le trujo tu hermano,   
		y una espada en un bufete.   
 
 
DOÑA ÁNGELA 	Ven acá; ¿mi escribanía   
		trujeron aquí?  
 
 
ISABEL 		Dio en ese
		desvarío mi señor;   
		dijo que aquí la pusiese   
		con recado de escribir   
		y mil libros diferentes.   
 
 
DOÑA ÁNGELA 	En el suelo hay dos maletas.
 
 
ISABEL 		Y abiertas, señora; ¿quieres   
		que veamos qué hay en ellas?   
 
 
DOÑA ÁNGELA 	Sí, que quiero neciamente   
		mirar qué ropa y alhajas   
		trae.  
 
 
ISABEL 		Soldado y pretendiente, 
		vendrá muy mal alhajado.  


(Sacan todo cuanto van diciendo y todo lo esparcen por la sala.)

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DOÑA ÁNGELA 	¿Qué es eso?  
 
 
ISABEL 		Muchos papeles.   
 
 
DOÑA ÁNGELA 	¿Son de mujer?  
 
 
ISABEL 		No señora,   
		sino procesos que vienen   
		cosidos y pesan mucho.
 
 
DOÑA ÁNGELA 	Pues si fueran de mujeres   
		ellos fueran más livianos,   
		mal en eso te detienes.   
 
 
ISABEL 		¿Ropa blanca hay aquí alguna?   
 
 
DOÑA ÁNGELA 	¿Huele?  
 
 
ISABEL 		Sí, a limpia huele.
 
 
DOÑA ÁNGELA 	Ese es el mejor perfume.   
 
 
ISABEL 		Las tres calidades tiene,   
		de blanca, blanda y delgada;   
		mas, señora, ¿qué es aqueste   
		pellejo con unos hierros
		de herramientas diferentes?   
 
 
DOÑA ÁNGELA 	Muestra a ver. Hasta aquí loza   
		de sacamuelas parece;   
		mas estas son tenacillas   
		y el alzador del copete
		y los bigotes estotras.   
 
 
ISABEL 		Iten escobilla y peine;   
		oye, que más prevenido,   
		no le faltará al tal huésped   
		la horma de su zapato.
 
 
DOÑA ÁNGELA 	¿Por qué?  
 
 
ISABEL 		Porque aquí la tiene.   
 
 
DOÑA ÁNGELA 	¿Hay más?  
 
 
ISABEL 		Sí señora. Iten,   
		como a forma de billetes,   
		legajo segundo.  
 
 
DOÑA ÁNGELA 	Muestra.   
		De mujer son y contienen
		más que papel; un retrato   
		está aquí.  
 
 
ISABEL 		¿Qué te suspende?   
 
 
DOÑA ÁNGELA 	El verle; que una hermosura   
		si está pintada divierte.   
 
 
ISABEL 		Parece que te ha pesado 
		de sacalle.  
 
 
DOÑA ÁNGELA 	¡Qué necia eres!   
		No mires más.  
 
 
ISABEL 		¿Y qué intentas?   
 
 
DOÑA ÁNGELA 	Dejarle escrito un billete;   
		toma el retrato. 
		      (Pónese a escribir.) 
 
 
 
ISABEL 		Entretanto   
		la maleta del sirviente
		he de ver. Esto es dinero;   
		cuartazos son insolentes,   
		que en la república donde   
		son los príncipes y reyes   
		los doblones y los reales,
		ellos son la común plebe.   
		Una burla le he de hacer,   
		y ha de ser de aquesta suerte,   
		quitarle de aquí el dinero   
		al tal lacayo y ponerle
		unos carbones; dirán:   
		«¿Dónde demonios lo tiene   
		esta mujer?», no advirtiendo   
		que esto sucedió en noviembre   
		y que hay brasero en el cuarto.
 
 
DOÑA ÁNGELA 	Yo escribí; ¿qué te parece   
		adónde deje el papel,   
		porque si mi hermano viene   
		no le vea?  
 
 
ISABEL 		Así, debajo   
		de la toalla que tienen
		las almohadas, que al quitarla   
		se verá forzosamente,   
		y no es parte que hasta entonces   
		se ha de andar.  
 
 
DOÑA ÁNGELA 	Muy bien adviertes;   
		ponle allí y ve recogiendo
		todo esto.  
 
 
ISABEL 		Mira que tuercen   
		la llave ya.  
 
 
DOÑA ÁNGELA 	Pues dejallo   
		todo, esté como estuviere,   
		y a escondernos. Isabel,   
		ven.  
 
 
ISABEL 		Alacena me fecitó.  

(Vanse por el alacena y queda como estaba; sale COSME.)

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COSME 		Ya que me he servido a mí,   
		de barato quiero hacerle   
		a mi amo otro servicio;   
		mas, ¿quién nuestra hacienda vende,   
		que así hace almoneda della?
		¡Vive Cristo, que parece   
		plazuela de la Cebada   
		su sala con nuestros bienes!   
		¿Quién está aquí? No está nadie,   
		por Dios; y si está, no quiere
		responder; no me respondas,   
		que me huelgo de que eche   
		de ver, que soy enemigo   
		de respondones; con este   
		humor, sea bueno o sea malo
		(si he de hablar discretamente)   
		estoy temblando de miedo;   
		pero como a mí me deje   
		el revoltoso de alhajas,   
		libre mi dinero, llegue 
		y revuelva las maletas,   
		una y cuatrocientas veces.   
		Mas, ¿qué veo? Vive Dios   
		que en carbones lo convierte.   
		Duendecillo, duendecillo,
		quien quiera que fuiste y eres,   
		el dinero que tú das   
		en lo que mandares vuelve,   
		mas, lo que yo hurto, ¿por qué?  


(Salen DON JUAN, DON LUIS y DON MANUEL.)

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DON JUAN 	¿De qué das voces?  
 
 
DON LUIS 	¿Qué tienes?
 
 
DON MANUEL 	¿Qué te ha sucedido? Habla.   
 
 
COSME 		Lindo desenfado es ese,   
		si tienes por inquilino,   
		señor, en tu casa un duende.   
		¿Para qué nos recibiste
		en ella? Un instante breve   
		que falté de aquí, la ropa   
		de tal modo y de tal suerte   
		hallé, que, toda esparcida,   
		una almoneda parece.
 
 
DON JUAN 	¿Falta algo?  
 
 
COSME 		No falta nada;   
		el dinero solamente   
		que en esta bolsa tenía,   
		que era mío, me convierte   
		en carbones.  
 
 
DON LUIS 	Sí, ya entiendo.
 
 
DON MANUEL 	¡Qué necia burla previenes,   
		qué fría y qué sin donaire!   
 
 
DON JUAN 	¡Qué mala y qué impertinente!   
 
 
COSME 		No es burla esta, vive Dios.   
 
 
DON MANUEL 	Calla, que estás como sueles.
 
 
COSME 		Es verdad, mas suelo estar   
		en mi juicio algunas veces.   
 
 
DON JUAN 	Quedaos con Dios y acostaos,   
		don Manuel, sin que os desvele   
		el duende de la posada,
		y aconsejalde que intente   
		otras burlas, al crïado.  
		           (Vase.) 
 
 
 
DON LUIS 	No en vano sois tan valiente   
		como sois, si habéis de andar   
		desnuda la espada siempre,
		saliendo de los disgustos   
		en que este loco os pusiere.   
		            (Vase.) 
 
 
DON MANUEL 	¿Ves cuál me tratan por ti?   
		Todos por loco me tienen   
		porque te sufro; a cualquiera 
		parte que voy, me suceden   
		mil desaires por tu causa.   
 
 
COSME 		Ya estás solo y no he de hacerte   
		burla mano a mano yo,   
		porque solo en tercio puede 
		tirarse uno con su padre;   
		dos mil demonios me lleven   
		si no es verdad que salió,   
		y esto, fuese quien se fuese,   
		hizo este estrago.  
 
 
DON MANUEL 	¿Con eso
		ahora disculparte quieres   
		de la necedad? Recoge   
		esto que esparcido tienes   
		y entra a acostarme.  
 
 
COSME 		Señor, en una galera reme.
 
 
DON MANUEL 	Calla, calla, o vive Dios,   
		que la cabeza te quiebre.   
 
 
COSME 		Pesarame con extremo,   
		que lo tal me sucediese.   
		Ahora bien, va de envasar
		otra vez los adherentes   
		de mis maletas. ¡Oh cielos,   
		quién la trompeta tuviese   
		del juicio de las alhajas,   
		porque a una voz solamente
		viniesen todas!  
 
 
DON MANUEL 	Alumbra, Cosme.  
 
 
COSME 		Pues, ¿qué te sucede?;   
		señor, ¿has hallado a caso   
		allá dentro alguna gente?   
 
 
DON MANUEL 	Descubrí la cama, Cosme,
		para acostarme, y halleme   
		debajo de la toalla   
		de la cama este billete   
		cerrado, y ya el sobre escrito   
		me admira más.  
 
 
COSME 		¿A quién viene?
 
 
DON MANUEL 	A mí, mas el modo extraño.   
 
 
COSME 		¿Cómo dice?  
 
 
DON MANUEL 	Me suspende.  
		      (Lee.) 
 
		Nadie me abra, porque soy de don Manuel solamente.   
 
 
COSME 		Plega a Dios que no me creas
		por fuerza; no le abras, tente,   
		sin conjurarle primero.   
 
 
DON MANUEL 	Cosme, lo que me suspende   
		es la novedad, no el miedo;   
		que quien admira no teme.
		             (Lee.) 


Con cuidado me tiene vuestra salud, como a quien fue la causa de su riesgo; y así agradecida y lastimada, os suplico, me aviséis della y os sirváis de mí; que para lo uno y lo otro habrá ocasión, dejando la respuesta donde hallasteis esta, advertido, que el secreto importa, porque el día que lo sepa alguno de los amigos, perderé yo el honor y la vida.


 
COSME 		¡Extraño caso!  
 
 
DON MANUEL 	¿Qué extraño?   
 
 
COSME 		¿Eso no te admira?  
 
 
DON MANUEL 	No,   
		antes con esto llegó   
		a mi vida el desengaño.   
 
 
COSME 		¿Cómo?  
 
 
DON MANUEL 	Bien claro se ve,
		que aquella dama tapada,   
		que tan ciega y tan turbada   
		de don Luis huyendo fue,   
		era su dama; supuesto,   
		Cosme, que no puede ser,
		si es soltero, su mujer;   
		y dado por cierto esto,   
		¿qué dificultad tendrá,   
		que en la casa de su amante   
		tenga ella mano bastante
		para entrar?  
 
 
COSME 		Muy bien está   
		pensado, mas mi temor   
		pasa adelante; confieso   
		que es su dama y el suceso   
		te doy por bueno, señor,
		pero ella, ¿cómo podía   
		desde la calle saber   
		lo que había de suceder,   
		para tener este día   
		ya prevenido el papel?
 
 
DON MANUEL 	Después de haberme pasado,   
		pudo dárselo a un crïado.   
 
 
COSME 		Y aunque se le diera, ¿él   
		cómo aquí ha de haberle puesto?   
		Porque ninguno aquí entró
		desde que aquí quedé yo.   
 
 
DON MANUEL 	Bien pudo ser antes esto.   
 
 
COSME 		Sí, mas hallar trabucadas   
		las maletas y la ropa   
		y el papel escrito, topa
		en más.  
 
 
DON MANUEL 	Mira si cerradas   
		esas ventanas están.   
 
 
COSME 		Y con aldabas y rejas.   
 
 
DON MANUEL 	Con mayor duda me dejas,   
		y mil sospechas me dan.
 
 
COSME 		¿De qué?  
 
 
DON MANUEL 	No sabré explicallo.   
 
 
COSME 		En efeto, ¿qué has de hacer?   
 
 
DON MANUEL 	Escribir y responder   
		pretendo hasta averiguallo,   
		con estilo que parezca
		que no ha hallado en mi valor,   
		ni admiración ni temor;   
		que no dudo que se ofrezca   
		una ocasión en que demos,   
		viendo que papeles hay,
		con quien los lleva y los tray.   
 
 
COSME 		¿Y de aquesto no daremos   
		cuenta a los huéspedes?  
 
 
DON MANUEL 	No,   
		porque no tengo de hacer   
		mal alguno a una mujer
		que así de mí se fïo.   
 
 
COSME 		Luego ya ofendes a quien   
		su galán piensas.  
 
 
DON MANUEL 	No tal,   
		pues sin hacerla a ella mal,   
		puedo yo proceder bien.
 
 
COSME 		No, señor; más hay aquí   
		de lo que a ti te parece:   
		con cada discurso crece   
		mi sospecha.  
 
 
DON MANUEL 	¿Cómo así?   
 
 
COSME 		Ves aquí que van y vienen
		papeles, y que jamás,   
		aunque lo examines más,   
		ciertos desengaños tienen:   
		¿qué creerás?  
 
 
DON MANUEL 	Que ingenio y arte   
		hay para entrar y salir,
		para cerrar, para abrir,   
		y que el cuarto tiene parte   
		por donde, y en duda tal   
		el juicio podré perder,   
		pero no, Cosme, creer
		cosa sobre natural.   
 
 
COSME 		¿No hay duendes?  
 
 
DON MANUEL 	Nadie los vio.   
 
 
COSME 		¿Familiares?  
 
 
DON MANUEL 	Son quimeras.   
 
 
COSME 		¿Brujas?  
 
 
DON MANUEL 	Menos.  
 
 
COSME 		¿Hechiceras?   
 
 
DON MANUEL 	¡Qué error!  
 
 
COSME 		¿Hay súcubos?  
 
 
DON MANUEL 	No.
 
 
COSME 		¿Encantadoras?  
 
 
DON MANUEL 	Tampoco.   
 
 
COSME 		¿Mágicos?  
 
 
DON MANUEL 	Es necedad.   
 
 
COSME 		¿Nigromantes?  
 
 
DON MANUEL 	Liviandad.   
 
 
COSME 		¿Energúmenos?  
 
 
DON MANUEL 	¡Qué loco!   
 
 
COSME 		¡Vive Dios que te cogí!
		¿Diablos?  
 
 
DON MANUEL 	Sin poder notorio.   
 
 
COSME 		¿Hay almas de purgatorio?   
 
 
DON MANUEL 	¿Que me enamoren a mí?   
		¿Hay más necia bobería?   
		Déjame, que estás cansado.
 
 
COSME 		En fin, ¿qué has determinado?   
 
 
DON MANUEL 	Asistir de noche y día   
		con cuidados singulares;   
		aquí el desengaño fundo,   
		no creas que hay en el mundo,
		ni duendes ni familiares.   
 
 
COSME 		Pues yo en efeto presumo   
		que algún demonio los tray;   
		que esto, y más, habrá donde hay   
		quien tome tabaco en humo.
                         (Vanse.)