La dama boba: Acto I

La dama boba
de Lope de Vega
Primer acto

Escena I editar

[Portal de una posada en Illescas.]

LISEO, caballero, y TURÍN, lacayo; los dos de camino.
   
LISEO: ¡Qué lindas posadas!
 
TURÍN: ¡Frescas!
 
LISEO: ¿No hay calor?
 
TURÍN: Chinches y ropa
tienen fama en toda Europa.
 
LISEO: ¡Famoso lugar Illescas!
   
No hay en todos los que miras
quien le iguale.
  
TURÍN: Aun si supieses
la causa...
 
LISEO: ¿Cuál es?
 
TURÍN: Dos meses
de guindas y de mentiras.
 
LISEO: Como aquí, Turín, se juntan
de la Corte y de Sevilla,
Andalucía y Castilla,
unos a otros preguntan,
unos de las Indias cuentan,
y otros con discursos largos
de provisiones y cargos,
cosas que el vulgo alimentan.
¿No tomaste las medidas?
 
TURÍN: Una docena tomé.
 
LISEO: ¿Y imágenes?
 
TURÍN: Con la fe
que son de España admitidas,
por milagrosas en todo
cuanto en cualquiera ocasión
les pide la devoción
y el nombre.
 
LISEO: Pues, dese modo,
lleguen las postas, y vamos.
 
TURÍN: ¿No has de comer?
 
LISEO: Aguardar
a que se guise es pensar
que a media noche llegamos;
y un desposado, Turín,
ha de llegar cuando pueda
lucir.
  
TURÍN: Muy atrás se queda
con el repuesto Marín;
pero yo traigo qué comas.
  
LISEO: ¿Qué traes?
 
TURÍN: Ya lo verás.
 
LISEO: Dilo.
 
TURÍN: ¡Guarda!
 
LISEO: Necio estás.
 
TURÍN: ¿Desto pesadumbre tomas?
 
LISEO: Pues, para decir lo que es...
 
TURÍN: Hay a quien pesa de oír
su nombre. Basta decir
que tú lo sabrás después.
 
LISEO: ¿Entretiénese la hambre
con saber qué ha de comer?
 
TURÍN: Pues sábete que ha de ser...
 
LISEO: ¡Presto!
 
TURÍN: ...tocino fiambre.
 
LISEO: Pues, ¿a quién puede pesar
de oír nombre tan hidalgo?
Turín, si me has de dar algo,
¿qué cosa me puedes dar
que tenga igual a ese nombre?
 
TURÍN: Esto y una hermosa caja.
 
LISEO: Dame de queso una raja;
que nunca el dulce es muy hombre.
 
TURÍN: Esas liciones no son
de galán ni desposado.
 
LISEO: Aún agora no he llegado.
 
TURÍN: Las damas de Corte son
todas un fino cristal:
transparentes y divinas.
 
LISEO: Turín, las más cristalinas
comerán.
 
TURÍN: ¡Es natural!
Pero esta hermosa Finea
con quien a casarte vas
comerá...
  
LISEO: Dilo.

TURÍN: No más
de azúcar, maná y jalea.
Pasaráse una semana
con dos puntos en el aire,
de azúcar.
  
LISEO: ¡Gentil donaire!
 
TURÍN: ¿Qué piensas dar a su hermana?
 
LISEO: A Nise, su hermana bella,
una rosa de diamantes,
que así tengan los amantes
tales firmezas con ella;
y una cadena también,
que compite con la rosa.
 
TURÍN: Dicen que es también hermosa.
 
LISEO: Mi esposa parece bien,
si doy crédito a la fama,
de su hermana poco sé;
pero basta que me dé
lo que más se estima y ama. 80
  
TURÍN: ¡Bello golpe de dinero!
 
LISEO: Son cuarenta mil ducados.
 
TURÍN: ¡Bravo dote!
 
LISEO: Si contados
los llego a ver, como espero.
 
TURÍN: De un macho con guarniciones
verdes y estribos de palo,
se apea un hidalgo.
 
LISEO: ¡Malo,
si la merienda me pones!


Escena II editar

LEANDRO, de camino.- [Dichos.]
   
LEANDRO: Huésped, ¿habrá qué comer?
 
LISEO: Seáis, señor, bien llegado.
 
LEANDRO: Y vos en la misma hallado.
 
LISEO: ¿A Madrid?...
 
LEANDRO: Dejéle ayer,
cansado de no salir
con pretensiones cansadas.
  
LISEO: Esas van adjetivadas
con esperar y sufrir.
Holgara, por ir con vos,
lleváramos un camino.
 
LEANDRO: Si vais a lo que imagino,
nunca lo permita Dios.
 
LISEO: No llevo qué pretender;
a negocios hechos voy.
¿Sois de ese lugar?
 
LEANDRO: Sí soy.
 
LISEO: Luego podréis conocer
la persona que os nombrare.
 
LEANDRO: Es Madrid una talega
de piezas, donde se anega
cuanto su máquina pare.
Los reyes, roques y arfiles
conocidas casas tienen;
los demás que van y vienen
son como peones viles:
todo es allí confusión.
 
LISEO: No es Otavio pieza vil.
 
LEANDRO: Si es quien yo pienso, es arfil,
y pieza de estimación.
 
LISEO: Quien yo digo es padre noble
de dos hijas.
 
LEANDRO: Ya sé quién;
pero dijérades bien
que de una palma y de un roble.
 
LISEO: ¿Cómo?
 
LEANDRO: Que entrambas lo son;
pues Nise bella es la palma;
Finea un roble, sin alma
y discurso de razón.
Nise es mujer tan discreta,
sabia, gallarda, entendida,
cuanto Finea encogida,
boba, indigna y imperfeta.
Y aun pienso que oí tratar
que la casaban...
  
LISEO: [A TURÍN.]
¿No escuchas?
 
LEANDRO: Verdad es que no habrá muchas
que la puedan igualar
en el riquísimo dote;
mas, ¡ay de aquel desdichado
que espera una bestia al lado!
Pues más de algún marquesote,
a codicia del dinero,
pretende la bobería
desta dama, y a porfía
hacen su calle terrero.
 
LISEO: [A TURÍN.]
Yo llevo lindo concierto.
¡A gentiles vistas voy!
  
TURÍN: [A LISEO.]
Disimula.
 
LISEO: [A TURÍN.]
Tal estoy,
que apenas hablar acierto.-
En fin, señor, ¿Nise es bella
y discreta?...
  
LEANDRO: Es celebrada
por única, y deseada,
por las partes que hay en ella,
de gente muy principal.
  
LISEO: ¿Tan necia es esa Finea?

LEANDRO: Mucho sentís que lo sea.
 
LISEO: Contemplo, de sangre igual,
dos cosas tan desiguales...
Mas, ¿cómo en dote lo son?
Que, hermanas, fuera razón
que los tuvieran iguales.
  
LEANDRO: Oigo decir que un hermano
de su padre la dejó
esta hacienda, porque vio
que sin ella fuera en vano
casarla con hombre igual
de su noble nacimiento,
supliendo el entendimiento
con el oro.
 
LISEO: Él hizo mal.
 
LEANDRO: Antes bien, porque con esto
tan discreta vendrá a ser
como Nise.
 
TURÍN: ¿Has de comer?
 
LISEO: Ponme lo que dices, presto,
aunque ya puedo escusallo.
 
LEANDRO: ¿Mandáis, señor, otra cosa?
 
LISEO: Serviros. (¡Qué linda esposa!)

(Vase LEANDRO.)


Escena III editar

[TURÍN, LISEO.]
   
TURÍN: ¿Qué haremos?
 
LISEO: Ponte a caballo,
   que ya no quiero comer.
 
TURÍN: No te aflijas, pues no es hecho.
 
LISEO: Que me ha de matar, sospecho,
si es necia, y propia mujer.
 
TURÍN: Como tú no digas «sí»,
¿quién te puede cautivar?
 
LISEO: Verla no me ha de matar,
aunque es basilisco en mí.
 
TURÍN: No, señor.
 
LISEO: También advierte
que, siendo tan entendida
Nise, me dará la vida,
si ella me diere la muerte.

(Éntrense.)


Escena IV editar

[Sala en casa de OTAVIO en Madrid.]

Salgan OTAVIO, viejo, y MISENO.

OTAVIO: Esa fue la intención que tuvo Fabio.
 
MISENO: Parece que os quejáis.
 
OTAVIO: ¡Bien mal emplea
mi hermano tanta hacienda! No fue sabio.
Bien es que Fabio, y que no sabio, sea.
 
MISENO: Si en dejaros hacienda os hizo agravio,
vos propio lo juzgad.
 
OTAVIO: Dejó a Finea,
a título de simple, tan gran renta,
que a todos, hasta agora, nos sustenta.
 
MISENO: Dejóla a la que más le parecía
de sus sobrinas.
 
OTAVIO: Vos andáis discreto;
pues, a quien heredó su bobería,
dejó su hacienda para el mismo efeto.
 
MISENO: De Nise la divina gallardía,
las altas esperanzas y el conceto
os deben de tener apasionado.
¿Quién duda que le sois más inclinado?
 
OTAVIO: Mis hijas son entrambas; mas yo os juro
que me enfadan y cansan, cada una
por su camino, cuando más procuro
mostrar amor y inclinación a alguna.
Si ser Finea simple es caso duro,
ya lo suplen los bienes de Fortuna
y algunos que le dio Naturaleza,
siempre más liberal de la belleza;
pero ver tan discreta y arrogante
a Nise, más me pudre y martiriza,
y que de bien hablada y elegante
el vulgazo la aprueba y soleniza.
Si me casara agora (y no te espante
esta opinión, que alguno lo autoriza),
de dos extremos: boba o bachillera,
de la boba elección, sin duda, hiciera.
 
MISENO: ¡No digáis tal, por Dios!; que están sujetas
a no acertar en nada.
 
OTAVIO: Eso es engaño;
que yo no trato aquí de las discretas:
solo a las bachilleras desengaño.
De una casada son partes perfetas
virtud y honestidad.
 
MISENO: Parir cadaño,
no dijérades mal, si es argumento
de que vos no queréis entendimiento.
 
OTAVIO: Está la discreción de una casada
en amar y servir a su marido;
en vivir recogida y recatada,
honesta en el hablar y en el vestido;
en ser de la familia respetada,
en retirar la vista y el oído,
en enseñar los hijos, cuidadosa,
preciada más de limpia que de hermosa.
¿Para qué quiero yo que, bachillera,
la que es propia mujer concetos diga?
Esto de Nise por casar me altera;
lo más, como lo menos, me fatiga.
Resuélvome en dos cosas que quisiera,
pues la virtud es bien que el medio siga:
que Finea supiera más que sabe,
y Nise menos.

MISENO: Habláis cuerdo y grave.

OTAVIO: Si todos los extremos tienen vicio,
yo estoy, con justa causa, discontento.

MISENO: Y, ¿qué hay de vuestro yerno?

OTAVIO: Aquí el oficio
de padre y dueño alarga el pensamiento:
caso a Finea, que es notable indicio
de las leyes del mundo, al oro atento.
Nise, tan sabia, docta y entendida,
apenas halla un hombre que la pida;
y por Finea, simple, por instantes
me solicitan tantos pretendientes
-del oro más que del ingenio amantes-,
que me cansan amigos y parientes.
 
MISENO: Razones hay, al parecer, bastantes.
 
[OTAVIO]: Una hallo yo, sin muchas aparentes,
y es el buscar un hombre en todo estado,
lo que le falta más, con más cuidado.

MISENO: Eso no entiendo bien.
 
OTAVIO: Estadme atento.
Ningún hombre nacido a pensar viene
que le falta, Miseno, entendimiento,
y con esto no busca lo que tiene.
Ve que el oro le falta y el sustento,
y piensa que buscalle le conviene,
pues como ser la falta el oro entienda,
deja el entendimiento y busca hacienda.
 
MISENO: ¡Piedad del cielo, que ningún nacido
se queje de faltarle entendimiento!
 
OTAVIO: Pues a muchos, que nunca lo han creído,
les falta, y son sus obras argumento.
 
MISENO: Nise es aquesta.
 
OTAVIO: Quítame el sentido
su desvanecimiento.
 
MISENO: Un casamiento
os traigo yo.

OTAVIO: Casémosla; que temo
alguna necedad, de tanto estremo.
 
[Vanse.]


Escena V editar

NISE y CELIA, criada.
   
NISE: ¿Dióte el libro?
 
CELIA: Y tal, que obliga
a no abrille ni tocalle.
 
NISE: Pues, ¿por qué?
 
CELIA: Por no ensucialle,
si quieres que te lo diga.
En cándido pergamino
vienen muchas flores de oro.
 
NISE: Bien lo merece Eliodoro,
griego poeta divino.
 
CELIA: ¿Poeta? Pues parecióme
prosa.
 
NISE: También hay poesía
en prosa.
 
CELIA: No lo sabía.
Miré el principio, y cansóme.
 
NISE: Es que no se da a entender,
con el artificio griego,
hasta el quinto libro, y luego
todo se viene a saber
cuanto precede a los cuatro.
 
CELIA: En fin, ¿es poeta en prosa?
 
NISE: Y de una historia amorosa
digna de aplauso y teatro.
Hay dos prosas diferentes:
poética y historial.
La historial, lisa y leal,
cuenta verdades patentes,
con frase y términos claros;
la poética es hermosa,
varia, culta, licenciosa,
y escura aun a ingenios raros.
Tiene mil exornaciones
y retóricas figuras.

CELIA: Pues, ¿de cosas tan escuras
juzgan tantos?
 
NISE: No le pones,
Celia, pequeña objeción;
pero así corre el engaño
del mundo.


Escena VI editar

FINEA, dama, con unas cartillas, y RUFINO, maestro.- [Dichas.]

FINEA: ¡Ni en todo el año
saldré con esa lición!
 
CELIA [Aparte a NISE.]: Tu hermana, con su maestro.
 
NISE: ¿Conoce las letras ya?
 
CELIA: En los principios está.
 
RUFINO: ¡Paciencia y no letras muestro!
¿Qué es esta?
 
FINEA: Letra será.
 
RUFINO: ¿Letra?
 
FINEA: Pues, ¿es otra cosa?
 
RUFINO [Aparte. ]: No, sino el alba. (¡Qué hermosa
bestia!)
 
FINEA: Bien, bien. Sí, ya, ya;
el alba debe de ser,
cuando andaba entre las coles.
 
RUFINO: Ésta es ca. Los españoles
no la solemos poner 320
   en nuestra lengua jamás.
Úsanla mucho alemanes
y flamencos.
 
 
FINEA ¡Qué galanes
van todos estos detrás!
 
 
RUFINO Estas son letras también.
 
 
FINEA ¿Tantas hay?
 
 
RUFINO Veintitrés son.
 
 
FINEA Ah[o]ra vaya de lición;
que yo lo diré muy bien.
 
 
RUFINO ¿Qué es esta?
 
 
FINEA ¿Aquesta?... No sé.
 
 
RUFINO ¿Y esta?
 
 
FINEA No sé qué responda.
 
 
RUFINO ¿Y esta?
 
 
FINEA ¿Cuál? ¿Esta redonda?
¡Letra!
 
 
RUFINO ¡Bien!
 
 
FINEA Luego, ¿acerté?
 
 
RUFINO ¡Linda bestia!
 
 
FINEA ¡Así, así!
Bestia, ¡por Dios!, se llamaba;
pero no se me acordaba. 335
 
 
RUFINO Esta es erre, y esta es i.
 
 
FINEA Pues, ¿si tú lo traes errado...?
 
 
NISE (¡Con qué pesadumbre están!)
 
 
RUFINO Di aquí: b, a, n: ban.
 
 
FINEA ¿Dónde van?
 
 
RUFINO ¡Gentil cuidado! 340
 
 
FINEA ¿Que se van, no me decías?
 
 
RUFINO Letras son; ¡míralas bien!
 
 
FINEA Ya miro.
 
 
RUFINO B, e, n: ben.
 
 
FINEA ¿Adónde?
 
 
RUFINO ¡Adonde en mis días
no te vuelva más a ver! 345
 
 
FINEA ¿Ven, no dices? Pues ya voy.
 
 
RUFINO ¡Perdiendo el jüicio estoy!
¡Es imposible aprender!
   ¡Vive Dios, que te he de dar
una palmeta!
 
 
FINEA ¿Tú a mí? 350
 
 
RUFINO ¡Muestra la mano!
 (Saca una palmatoria.)
 
 
 
FINEA Hela aquí.
 
 
RUFINO ¡Aprende a deletrear!
 
 
FINEA ¡Ay, perro! ¿Aquesto es palmeta?
 
 
RUFINO Pues, ¿qué pensabas?
 
 
FINEA ¡Aguarda!...
 
 
NISE ¡Ella le mata!
 
 
CELIA Ya tarda 355
tu favor, Nise discreta.
 
 
RUFINO ¡Ay, que me mata!
 
 
NISE ¿Qué es esto?
¿A tu maestro?
 
 
FINEA Hame dado
causa.
 
 
NISE ¿Cómo?
 
 
FINEA Hame engañado.
 
 
RUFINO ¿Yo engañado?
 
 
NISE ¡Dila presto! 360
 
 
FINEA Estaba aprendiendo aquí
la letra bestia y la ca...
 
 
NISE La primera sabes ya.
 
 
FINEA Es verdad: ya la aprendí.
   Sacó un zoquete de palo 365
y al cabo una media bola;
pidióme la mano sola
(¡mira qué lindo regalo!),
   y apenas me la tomó,
cuando, ¡zas!, la bola asienta, 370
que pica como pimienta,
y la mano me quebró.
 
 
NISE Cuando el discípulo ignora,
tiene el maestro licencia
de castigar.
 
 
FINEA ¡Linda ciencia! 375
 
 
RUFINO Aunque me diese, señora,
   vuestro padre cuanto tiene,
no he de darle otra lición.
 

[Vase.]

Escena VII editar

[NISE, FINEA, CELIA.]
   
CELIA ¡Fuese!
 
 
NISE No tienes razón:
sufrir y aprender conviene. 380
 
 
FINEA Pues, ¿las letras que allí están,
yo no las aprendo bien?
Vengo cuando dice ven,
y voy cuando dice van.
   ¿Qué quiere, Nise, el maestro, 385
quebrándome la cabeza
con ban, bin, bon?
 
 
CELIA [Aparte. ]
 
¡Ella es pieza
de rey!
 
 
NISE Quiere el padre nuestro
   que aprendamos.
 
 
FINEA Ya yo sé
el Padrenuestro.
 
 
NISE No digo 390
sino el nuestro; y el castigo,
por darte memoria fue.
 
 
FINEA Póngame un hilo en el dedo
y no aquel palo en la palma.
 
 
CELIA ¿Mas que se te sale el alma? 395
Si lo sabe...
 
 
FINEA ¡Muerta quedo!
¡Oh, Celia! No se lo digas,
y verás qué te daré.


Escena VIII editar

CLARA, criada.- [Dichas.]
   
CLARA: [A FINEA.]
¡Topé contigo, a la fe!
 
NISE: Ya, Celia, las dos amigas
se han juntado.
 
CELIA: A nadie quiere
más, en todas las criadas.
 
CLARA: ¡Dame albricias, tan bien dadas
como el suceso requiere!
 
FINEA: Pues, ¿de qué son?
 
CLARA: Ya parió
nuestra gata la romana.
  
FINEA: ¿Cierto, cierto?
 
CLARA: Esta mañana.
 
FINEA: ¿Parió en el tejado?
 
CLARA: No.
 
FINEA: Pues, ¿dónde?
 
CLARA: En el aposento;
que cierto se echó de ver
su entendimiento.
 
FINEA: Es mujer
notable.
 
CLARA: Escucha un momento.
Salía, por donde suele,
el Sol, muy galán y rico,
con la librea del rey,
colorado y amarillo;
andaban los carretones
quitándole el romadizo
que da la noche a Madrid,
aunque no sé quién me dijo
que era la calle Mayor
el soldado más antiguo,
pues nunca el mayor de Flandes
presentó tantos servicios;
pregonaban aguardiente,
agua biznieta del vino,
los hombres Carnestolendas,
todos naranjas y gritos.
Dormían las rentas grandes,
despertaban los oficios,
tocaban los boticarios
sus almireces a pino,
cuando la gata de casa
comenzó, con mil suspiros,
a decir: «¡Ay, ay, ay, ay!
¡Que quiero parir, marido!»
Levantóse Hociquimocho,
y fue corriendo a decirlo
a sus parientes y deudos;
que deben de ser moriscos,
porque el lenguaje que hablaban,
en tiple de monacillos,
si no es jerigonza entre ellos,
no es español, ni latino.
Vino una gata vïuda,
con blanco y negro vestido
-sospecho que era su agüela-,
gorda y compuesta de hocico;
y, si lo que arrastra, honra,
como dicen los antiguos,
tan honrada es por la cola
como otros por sus oficios.
Trújole cierta manteca,
desayunóse y previno
en qué recebir el parto.
Hubo temerarios gritos:
no es burla; parió seis gatos
tan remendados y lindos,
que pudieran, a ser pías,
llevar el coche más rico.
Regocijados bajaron
de los tejados vecinos,
caballetes y terrados,
todos los deudos y amigos:
Lamicola, Arañizaldo,
Marfuz, Marramao, Micilo,
Tumba[h]ollín, Mico, Miturrio,
Rabicorto, Zapaquildo;
unos vestidos de pardo,
otros de blanco vestidos,
y otros con forros de martas,
en cueras y capotillos.
De negro vino a la fiesta
el gallardo Golosino,
luto que mostraba entonces
de su padre el gaticidio.
Cuál la morcilla presenta,
cuál el pez, cuál el cabrito,
cuál el gorrïón astuto,
cuál el simple palomino.
Trazando quedan agora,
para mejor regocijo
en el gatesco senado
correr gansos cinco a cinco.
Ven presto, que si los oyes,
dirás que parecen niños,
y darás a la parida
el parabién de los hijos.
 
FINEA: ¡No me pudieras contar
caso, para el gusto mío,
de mayor contentamiento!
 
CLARA: Camina.
 
FINEA: Tras ti camino.

[Vanse FINEA y CLARA.]

Escena IX editar

[NISE, CELIA.]

NISE ¿Hay locura semejante?

CELIA ¿Y Clara es boba también?


NISE Por eso la quiere bien. 495


CELIA La semejanza es bastante; aunque yo pienso que Clara es más bellaca que boba.

NISE Con esto la engaña y roba.


Escena X editar

DUARDO, FENISO, LAURENCIO, caballeros.- [Dichas.]
   
DUARDO Aquí, como estrella clara, 500
a su hermosura nos guía.
 
FENISO Y aun es del sol su luz pura.
 
 
LAURENCIO ¡Oh, reina de la hermosura!
 
 
DUARDO ¡Oh, Nise!
 
 
FENISO ¡Oh, señora mía!
 
 
NISE Caballeros...
 
 
LAURENCIO Esta vez, 505
por vuestro ingenio gallardo,
de un soneto de Düardo
os hemos de hacer jüez.
 
 
NISE ¿A mí, que soy de Finea
hermana y sangre?
 
 
LAURENCIO A vos sola, 510
que sois sibila española,
no Cumana ni Eritrea;
   a vos, por quien ya las Gracias
son cuatro, y las Musas diez,
es justo haceros jüez. 515
 
 
NISE Si ignorancias, si desgracias
   trujérades a juzgar,
era justa la elección.
 
 
FENISO Vuestra rara discreción,
imposible de alabar, 520
   fue justamente elegida.
Oíd, señora, a Eduardo.
 
 
NISE ¡Vaya el soneto! Ya aguardo,
aunque, de indigna, corrida.
 
 
DUARDO La calidad elementar resiste 525
mi amor, que a la virtud celeste aspira,
y en las mentes angélicas se mira,
donde la idea del calor consiste.
   No ya como elemento el fuego viste
el alma, cuyo vuelo al sol admira; 530
que de inferiores mundos se retira,
adonde el serafín ardiendo asiste.
   No puede elementar fuego abrasarme.
La virtud celestial que vivifica,
envidia el verme a la suprema alzarme; 535
   que donde el fuego angélico me aplica,
¿cómo podrá mortal poder tocarme,
que eterno y fin contradición implica?
 
 
NISE Ni una palabra entendí.
 
 
DUARDO Pues en parte se leyera 540
que más de alguno dijera
por arrogancia: «Yo sí.»
   La intención, o el argumento,
es pintar a quien ya llega
libre del amor, que ciega 545
con luz del entendimiento,
   a la alta contemplación
de aquel puro amor sin fin,
donde es fuego el serafín.
 
 
NISE Argumento y intención 550
   queda entendido.
 
 
LAURENCIO ¡Profundos
conceptos!
 
 
NISE ¡Mucho le esconden!
 
 
DUARDO Tres fuegos, que corresponden,
hermosa Nise, a tres mundos,
   dan fundamento a los otros. 555
 
 
NISE ¡Bien los podéis declarar!
 
 
DUARDO Calidad elementar
es el calor en nosotros;
   la celestial, es virtud
que calienta y que recrea, 560
y la angélica es la idea
del calor.
 
 
NISE Con inquietud
   escucho lo que no entiendo.
 
 
DUARDO El elemento en nosotros
es fuego.
 
 
NISE ¿Entendéis vosotros? 565
 
 
DUARDO El puro sol que estáis viendo
   en el cielo, fuego es,
y fuego el entendimiento
seráfico; pero siento
que así difieren los tres: 570
   que el que elementar se llama,
abrasa cuando se aplica;
el celeste vivifica,
y el sobreceleste ama.
 
 
NISE No discurras, por tu vida; 575
vete a escuelas.
 
 
DUARDO Donde estás,
lo son.
 
 
NISE Yo no escucho más,
de no entenderte corrida.
   ¡Escribe fácil!
 
 
DUARDO Platón,
a lo que en cosas divinas 580
escribió, puso cortinas
que, tales como estas, son
   matemáticas figuras
y enigmas.
 
 
NISE ¡Oye, Laurencio!
 
 
FENISO [A DUARDO.]
 
Ella os ha puesto silencio. 585
 
 
DUARDO Temió las cosas escuras.
 
 
FENISO ¡Es mujer!
 
 
DUARDO La claridad
a todos es agradable,
que se escriba o que se hable.
 
 
NISE [Aparte.]
 
¿Cómo va de voluntad? 590
 
 
LAURENCIO Como quien la tiene en ti.
 
 
NISE Yo te la pago muy bien.
No traigas contigo quien
me eclipse el hablarte ansí.
 
 
LAURENCIO Yo, señora, no me atrevo, 595
por mi humildad, a tus ojos;
que, dando en viles despojos,
se afrenta el rayo de Febo;
   pero, si quieres pasar
al alma, hallarásla rica 600
de la fe que amor publica.
 
 
NISE Un papel te quiero dar;
   pero, ¿cómo podrá ser
que destos visto no sea?
 
 
LAURENCIO Si en lo que el alma desea 605
me quieres favorecer,
   mano y papel podré aquí
asir juntos, atrevido,
como finjas que has caído.
 
 
NISE ¡Jesús!
 [Hace NISE como que cae.]
 
 
 
LAURENCIO ¿Qué es eso?
 
 
NISE ¡Caí! 610
 
 
LAURENCIO Con las obras respondiste.
 
 
NISE Esas responden mejor,
que no hay sin obras amor.
 
 
LAURENCIO Amor en obras consiste.
 
 
NISE Laurencio mío, adiós queda. 615
Düardo y Feniso, adiós.
  
DUARDO Que tanta ventura a vos
como hermosura os conceda.


[Vanse NISE y CELIA.]

Escena XI editar

[DUARDO, LAURENCIO, FENISO.]
   
DUARDO [A LAURENCIO.]
¿Qué os ha dicho del soneto
Nise?
 
LAURENCIO: Que es muy extremado. 620
 
DUARDO: Habréis los dos murmurado,
que hacéis versos, en efeto.
 
LAURENCIO: Ya no es menester hacellos
para saber murmurallos;
que se atreve a censurallos 625
quien no se atreve a entendellos.
 
FENISO: Los dos tenemos que hacer.
Licencia nos podéis dar.
 
DUARDO: Las leyes de no estorbar
queremos obedecer. 630
 
LAURENCIO: ¡Malicia es esa!
 
FENISO: ¡No es tal!
La divina Nise es vuestra,
o, por lo menos, lo muestra.
 
LAURENCIO: Pudiera, a tener igual.

Escena XII editar

Despídanse, y quede solo LAURENCIO.

LAURENCIO: Hermoso sois, sin duda, pensamiento,
y, aunque honesto también, con ser hermoso,
si es calidad del bien ser provechoso,
una parte de tres que os falta siento.
Nise, con un divino entendimiento,
os enriquece de un amor dichoso;
mas sois de dueño pobre, y es forzoso
que en la necesidad falte el contento.
Si el oro es blanco y centro del descanso,
y el descanso del gusto, yo os prometo
que tarda el navegar con viento manso.
Pensamiento, mudemos de sujeto;
si voy necio tras vos, y en ir me canso,
cuando vengáis tras mí, seréis discreto.

Escena XIII editar

Entre PEDRO, lacayo de LAURENCIO.- [LAURENCIO.]

PEDRO: ¡Qué necio andaba en buscarte
fuera de aqueste lugar! 650
 
LAURENCIO: Bien me pudieras hallar
con el alma en otra parte.
 
PEDRO: Luego, ¿estás sin ella aquí?
 
LAURENCIO: Ha podido un pensamiento
reducir su movimiento 655
desde mí, fuera de mí.
   ¿No has visto que la saeta
del reloj en un lugar
firme siempre suele estar
aunque nunca está quïeta, 660
   y tal vez está en la una,
y luego en las dos está?
Pues, así mi alma ya,
sin hacer mudanza alguna
   de la casa en que me ves, 665
desde Nise que ha querido,
a las doce se ha subido,
que es número de interés.
 
PEDRO: Pues, ¿cómo es esa mudanza?
 
LAURENCIO: Como la saeta soy, 670
que desde la una voy
por lo que el círculo alcanza.
   ¿Señalaba a Nise?
 
PEDRO: Sí.
 
LAURENCIO: Pues ya señalo en Finea.
 
PEDRO: ¿Eso quieres que te crea? 675
 
LAURENCIO: ¿Por qué no, si hay causa?
 
PEDRO: Di.
 
LAURENCIO: Nise es una sola hermosa,
Finea las doce son:
hora de más bendición,
más descansada y copiosa. 680
   En las doce el oficial
descansa, y bástale ser
hora entonces de comer,
tan precisa y natural.
   Quiero decir que Finea 685
hora de sustento es,
cuyo descanso ya ves
cuánto el hombre le desea.
   Denme, pues, las doce a mí,
que soy pobre, con mujer 690
que, dándome de comer,
es la mejor para mí.
   Nise es [ah]ora infortunada,
donde mi planeta airado,
de sextil y de cuadrado 695
me mira con frente armada.
   Finea es [ah]ora dichosa,
donde Júpiter benigno
me está mirando de trino,
con aspecto y faz hermosa. 700
   Doyme a entender que, poniendo
en Finea mis cuidados,
a cuarenta mil ducados
las manos voy previniendo.
   Esta, Pedro, desde hoy 705
ha de ser empresa mía.
 
PEDRO: Para probar tu osadía,
en una sospecha estoy.
 
LAURENCIO: ¿Cuál?
 
PEDRO: Que te has de arrepentir
por ser simple esta mujer. 710
 
LAURENCIO: ¿Quién has visto de comer,
de descansar y vestir
   arrepentido jamás?
Pues esto viene con ella.
 
PEDRO: A Nise, discreta y bella, 715
Laurencio, ¿dejar podrás
   por una boba inorante?
 
LAURENCIO: ¡Qué inorante majadero!
¿No ves que el sol del dinero
va del ingenio adelante? 720
   El que es pobre, ése es tenido
por simple; el rico, por sabio.
No hay en el nacer agravio,
por notable que haya sido,
   que el dinero no lo encubra; 725
ni hay falta en naturaleza
que con la mucha pobreza
no se aumente y se descubra.
   Desde hoy quiero enamorar
a Finea.
 
PEDRO: He sospechado 730
que a un ingenio tan cerrado
no hay puerta por donde entrar.
 
LAURENCIO: Yo sé cuál.
 
PEDRO: ¡Yo no, por Dios!
 
LAURENCIO: Clara, su boba criada.
 
PEDRO: Sospecho que es más taimada 735
que boba.
 
LAURENCIO: Demos los dos
en enamoradlas.
 
PEDRO: Creo
que Clara será tercera
más fácil.
 
LAURENCIO: De esa manera,
seguro va mi deseo. 740
 
PEDRO: Ellas vienen; disimula.
 
LAURENCIO: Si puede ser en mi mano.
 
PEDRO: ¡Que ha de poder un cristiano
enamorar una mula!
 
LAURENCIO: Linda cara y talle tiene. 745
 
PEDRO: ¡Así fuera el alma!

Escena XIV editar

FINEA y CLARA.- [Dichos.]
   
LAURENCIO Agora
conozco, hermosa señora,
que no solamente viene
   el sol de las orientales
partes, pues de vuestros ojos 750
sale con rayos más rojos
y luces piramidales;
   pero si, cuando salís
tan grande fuerza traéis,
al mediodía, ¿qué haréis? 755
 
FINEA Comer, como vos decís,
   no pirámides ni peros,
sino cosas provechosas.
 
LAURENCIO Esas estrellas hermosas,
esos nocturnos luceros 760
   me tienen fuera de mí.
 
FINEA Si vos andáis con estrellas,
¿qué mucho que os traigan ellas
arromadizado ansí?
   Acostaos siempre temprano, 765
y dormid con tocador.
 
LAURENCIO ¿No entendéis que os tengo amor
puro, honesto, limpio y llano?
 
FINEA ¿Qué es amor?
 
LAURENCIO ¿Amor? Deseo.
 
FINEA ¿De qué?
 
LAURENCIO De una cosa hermosa. 770
 
FINEA ¿Es oro? ¿Es diamante? ¿Es cosa
destas que muy lindas veo?
 
LAURENCIO No; sino de la hermosura
de una mujer como vos,
que, como lo ordena Dios, 775
para buen fin se procura;
   y esta, que vos la tenéis,
engendra deseo en mí.
 
FINEA Y yo, ¿qué he de hacer aquí,
si sé que vos me queréis? 780
 
LAURENCIO Quererme. ¿No habéis oído
que amor con amor se paga?
 
FINEA No sé yo cómo se haga,
porque nunca yo he querido,
   ni en la cartilla lo vi, 785
ni me lo enseñó mi madre.
Preguntarélo a mi padre...
 
LAURENCIO Esperaos, que no es ansí.
 
FINEA Pues, ¿cómo?
 
LAURENCIO Destos mis ojos
saldrán unos rayos vivos, 790
como espíritus visivos,
de sangre y de fuego rojos,
   que se entrarán por los vuestros.
 
FINEA No, señor; arriedro vaya
cosa en que espíritus haya. 795
 
LAURENCIO Son los espíritus nuestros,
   que juntos se han de encender
y causar un dulce fuego
con que se pierde el sosiego,
hasta que se viene a ver 800
   el alma en la posesión,
que es el fin del casamiento;
que con este santo intento
justos los amores son,
   porque el alma que yo tengo 805
a vuestro pecho se pasa.
 
FINEA ¿Tanto pasa quien se casa?
 
PEDRO [A CLARA.]
Con él, como os digo, vengo
   tan muerto por vuestro amor,
que aquesta ocasión busqué. 810
 
CLARA ¿Qué es amor, que no lo sé?
 
PEDRO ¿Amor? ¡Locura, furor!
 
CLARA Pues, ¿loca tengo de estar?
 
PEDRO Es una dulce locura,
por quien la mayor cordura 815
suelen los hombres trocar.
 
CLARA Yo, lo que mi ama hiciere,
eso haré.

PEDRO Ciencia es amor,
que el más rudo labrador
a pocos cursos la adquiere. 820
   En comenzando a querer,
enferma la voluntad
de una dulce enfermedad.
 
CLARA No me la mandes tener;
   que no he tenido en mi vida 825
sino solos sabañones.
 
FINEA ¡Agrádanme las liciones!
 
LAURENCIO Tú verás, de mí querida,
   cómo has de quererme aquí;
que es luz del entendimiento 830
amor.
 
FINEA Lo del casamiento
me cuadra.
 
LAURENCIO Y me importa a mí.
 
FINEA Pues, ¿llevaráme a su casa
y tendráme allá también?
 
LAURENCIO Sí, señora.
 
FINEA Y, ¿eso es bien? 835
 
LAURENCIO Y muy justo en quien se casa.
   Vuestro padre y vuestra madre
casados fueron ansí:
deso nacistes.
 
FINEA ¿Yo?
 
LAURENCIO Sí.
 
FINEA Cuando se casó mi padre, 840
   ¿no estaba yo allí tampoco?
 
LAURENCIO [Aparte.]
¿Hay semejante ignorancia?
Sospecho que esta ganancia
camina a volverme loco.
 
FINEA Mi padre pienso que viene. 845
 
LAURENCIO Pues voyme. Acordaos de mí.
 
[Vase.]
   
FINEA ¡Que me place!
 
CLARA ¿Fuese?
 
PEDRO Sí,
y seguirle me conviene.
Tenedme en vuestra memoria.

[Vase. ]

CLARA Si os vais, ¿cómo?

Escena XV editar

CLARA, FINEA.
   
FINEA: ¿Has visto, Clara, 850
lo que es amor? ¡Quién pensara
tal cosa!
 
CLARA: No hay pepitoria
que tenga más menudencias
de manos, tripas y pies.
 
FINEA: Mi padre, como lo ves, 855
anda en mil impertinencias.
Tratado me ha de casar
con un caballero indiano,
sevillano o toledano.
Dos veces me vino a hablar, 860
y esta postrera sacó
de una carta un naipecito
muy repulido y bonito,
y luego que le miró
me dijo: «Toma, Finea, 865
ese es tu marido.» Y fuese.
Yo, como, en fin, no supiese
esto de casar qué sea,
tomé el negro del marido,
que no tiene más de cara, 870
cuera y ropilla; mas, Clara,
¿qué importa que sea pulido
este marido o quien es,
si todo el cuerpo no pasa
de la pretina? Que en casa 875
ninguno sin piernas ves.
 
CLARA: ¡Pardiez, que tienes razón!
¿Tiénesle ahí?
 
FINEA: Vesle aquí.
(Saca un retrato.)
 
CLARA: ¡Buena cara y cuerpo!
 
FINEA: Sí;
mas no pasa del jubón. 880
 
CLARA: Luego este no podrá andar.
¡Ay, los ojitos que tiene!
 
FINEA: Señor, con Nise...
 
CLARA: ¿Si viene
a casarte...?
 
FINEA: No hay casar;
que este que se va de aquí 885
tiene piernas, tiene traza.
 
CLARA: Y más, que con perro caza;
que el mozo me muerde a mí.

Escena XVI editar

Entre OTAVIO con NISE.- [Dichas.]
   
OTAVIO: Por la calle de Toledo
dicen que entró por la posta. 890
 
NISE: Pues, ¿cómo no llega ya?
 
OTAVIO: Algo, por dicha, acomoda.
Temblando estoy de Finea.
 
NISE: Aquí está, señor, la novia.
 
OTAVIO: Hija, ¿no sabes?
 
NISE: No sabe; 895
que esa es su desdicha toda.
 
OTAVIO: Ya está en Madrid tu marido.
 
FINEA: Siempre tu memoria es poca.
¿No me lo diste en un naipe?
 
OTAVIO: Esa es la figura sola, 900
que estaba en él retratado;
que lo vivo viene agora.


Escena XVII editar

Entre CELIA.- [Dichos.]
   
CELIA: Aquí está el señor Liseo,
apeado de unas postas.
 
OTAVIO: Mira, Finea, que estés
muy prudente y muy señora.
Llegad sillas y almohadas.


Escena XVIII editar

LISEO, TURÍN y criados.- [Dichos.]

LISEO: Esta licencia se toma
quien viene a ser hijo vuestro.
 
OTAVIO: Y quien viene a darnos honra. 910
 
LISEO: Agora, señor, decidme:
¿Quién es de las dos mi esposa?
 
FINEA: ¡Yo! ¿No lo ve?
 
LISEO: Bien merezco
los brazos.
 
FINEA: Luego, ¿no importa?
 
OTAVIO: Bien le puedes abrazar. 915
 
FINEA: ¡Clara...!
 
CLARA: ¡Señora...!
 
FINEA: ¡Aún agora
viene con piernas y pies!
 
CLARA: Esto, ¿es burla o jerigonza?
 
FINEA: El verle de medio arriba
me daba mayor congoja. 920
 
OTAVIO: Abrazad vuestra cuñada.
 
LISEO: No fue la fama engañosa,
que hablaba en vuestra hermosura.
 
NISE: Soy muy vuestra servidora.
 
LISEO: ¡Lo que es el entendimiento! 925
A toda España alborota.
La divina Nise os llaman;
sois discreta como hermosa,
y hermosa con mucho estremo.
 
FINEA: Pues, ¿cómo requiebra a esotra, 930
si viene a ser mi marido?
¿No es más necio?
 
OTAVIO: ¡Calla, loca!
Sentaos, hijos, por mi vida.
 
LISEO: ¡Turín...!
 
TURÍN: ¿Señor?
 
LISEO [Aparte.]: ¡Linda tonta!
 
OTAVIO: ¿Cómo venís del camino? 935
 
LISEO: Con los deseos enoja;
que siempre le hacen más largo.
 
FINEA: Ese macho de la noria
pudiérais haber pedido,
que anda como una persona. 940
 
NISE: Calla, hermana.
 
FINEA: Callad vos.
 
NISE: Aunque hermosa y virtüosa,
es Finea de este humor.

LISEO: Turín, ¿trajiste las joyas?
 
TURÍN: No ha llegado nuestra gente. 945
 
LISEO: ¡Qué de olvidos se perdonan
en un camino a criados!
 
FINEA: ¿Joyas traéis?
 
TURÍN [Aparte.]: Y le sobra
de las joyas el principio,
tanto el jo se le acomoda. 950
 
OTAVIO: Calor traéis. ¿Queréis algo?
¿Qué os aflige? ¿Qué os congoja?
 
LISEO :Agua quisiera pedir.
 
OTAVIO: Haráos mal el agua sola.
Traigan una caja.
 
FINEA: A fe 955
que si, como viene agora,
fuera el sábado pasado,
que hicimos yo y esa moza
un menudo...
 
OTAVIO: ¡Calla, necia!
 
FINEA: ...mucha especia, ¡linda cosa! 960

(Entren con agua, toalla, salva y una caja.)
  
CELIA: El agua está aquí.
 
OTAVIO: Comed.
 
LISEO: El verla, señor, provoca;
porque con su risa dice
que la beba y que no coma
(Beba.)
  
FINEA: Él bebe como una mula. 965
 
TURÍN [Aparte.]: ¡Buen requiebro!
 
OTAVIO: ¡Qué enfadosa
que estás hoy! ¡Calla, si quieres!
 
FINEA: ¡Aun no habéis dejado gota!
Esperad; os limpiaré.
 
OTAVIO: Pues, ¿tú le limpias?
 
FINEA: ¿Qué importa? 970
 
LISEO [Aparte.]: ¡Media barba me ha quitado!
¡Lindamente me enamora!
 
OTAVIO: Que descanséis es razón.
[Aparte.]
Quiero, pues no se reporta,
llevarle de aquí a Finea. 975
 
LISEO [Aparte.]: Tarde el descanso se cobra,
que en tal desdicha se pierde.
 
OTAVIO: Ahora bien; entrad vosotras,
y aderezad su aposento.
  
FINEA: Mi cama pienso que sobra 980
para los dos.
 
NISE: ¿Tú no ves
que no están hechas las bodas?
 
FINEA: Pues, ¿qué importa?
 
NISE: Ven conmigo.
 
FINEA: ¿Allá dentro?
 
NISE: Sí.
 
FINEA: Adiós. ¡Hola!
 
LISEO [Aparte.]: Las del mar de mi desdicha 985
me anegan entre sus ondas.
 
OTAVIO: Yo también, hijo, me voy,
para prevenir las cosas,
que, para que os desposéis
con más aplauso, me tocan. 990
Dios os guarde.

(Todos se van; queden LISEO y TURÍN.)


Escena XIX editar

LISEO: No sé yo
de qué manera disponga
mi desventura. ¡Ay de mí!
 
TURÍN: ¿Quieres quitarte las botas?
 
LISEO: No, Turín; sino la vida.
¿Hay boba tan espantosa?
 
TURÍN: Lástima me ha dado a mí,
considerando que ponga
en un cuerpo tan hermoso
el cielo un alma tan loca.
 
LISEO: Aunque estuviera casado
por poder, en causa propia
me pudiera descasar.
La ley es llana y notoria;
pues concertando mujer
con sentido, me desposan
con una bestia del campo,
con una villana tosca.
 
TURÍN: Luego, ¿no te casarás?
 
LISEO: ¡Mal haya la hacienda toda
que con tal pensión se adquiere,
que con tal censo se toma!
Demás que aquesta mujer,
si bien es hermosa y moza,
¿qué puede parir de mí
sino tigres, leones y onzas?
 
TURÍN: Eso es engaño, que vemos
por experiencias y historias,
mil hijos de padres sabios,
que de necios los deshonran.
 
LISEO: Verdad es que Cicerón
tuvo a Marco Tulio en Roma,
que era un caballo, un camello.
 
TURÍN: De la misma suerte consta
que de necios padres suele
salir una fénix sola.
 
LISEO: Turín, por lo general,
y es consecuencia forzosa,
lo semejante se engendra.
Hoy la palabra se rompa;
rásguense cartas y firmas;
que ningún tesoro compra
la libertad. Aun si fuera
Nise...
 
TURÍN: ¡Oh, qué bien te reportas!
Dicen que si a un hombre airado,
que colérico se arroja,
le pusiesen un espejo,
en mirando en él la sombra
que representa su cara,
se tiempla y desapasiona;
así tú, como tu gusto
miraste en su hermana hermosa
-que el gusto es cara del alma,
pues su libertad se nombra-,
luego templaste la tuya.
 
LISEO: Bien dices, porque ella sola
el enojo de su padre,
que, como ves, me alborota,
me puede quitar, Turín.
 
TURÍN: ¿Que no hay que tratar de esotra?
 
LISEO: Pues, ¿he de dejar la vida
por la muerte temerosa,
y por la noche enlutada
el sol que los cielos dora,
por los áspides las aves,
por las espinas las rosas,
y por un demonio un ángel?
 
TURÍN: Digo que razón te sobra:
que no está el gusto en el oro;
que son el oro y las horas
muy diversas.
 
LISEO: Desde aquí
renuncio la dama boba.
 
FIN DEL PRIMER ACTO DE LA «DAMA BOBA»