La crueldad de la muerte
Envuelta en sombras, alta la guadaña, trazando golpes de dolor profundo, iba la muerte recorriendo el mundo desde el alcázar regio a la cabaña. Cuando en aquel que Manzanares baña fijando el ceño torvo y furibundo, miró a la Esposa Real, de su fecundo seno mil glorias prometiendo a España. ¡Dos víctimas! Gritó el espectro fiero: ¡Llanto de Reyes! ¡Pueblos afligidos! ¡Oh qué deleite! Y descargó el acero; y dejando en un féretro tendidos ambos despojos, se encumbró altanero, triunfando entre lamentos y gemidos.