La crítica de El sí de las Niñas

La crítica de El sí de las Niñas
Comedia en un acto, en prosa

de Ventura de la Vega


PERSONAS

PAQUITA.
DOÑA CASILDA.
LA MARQUESA.
DON BENIGNO.
DON DIEGO.
DON CARLOS.
EL VIZCONDE.
DON PEDRO.
DON ANTONIO.
DON HERMÓGENES.
DON ELEUTERIO.
DON SERAPIO.
SERAFÍN.
CALIXTO.
RUPERTO.
TORIBIO.
EL AVISADOR del teatro.
EL RECIBIDOR de entradas.
UNA AGUADORA.
UN MANCEBO de confitería.
Hombres y mujeres que asisten al teatro.


El lugar de la escena es el vestíbulo interior del Teatro de la Cruz. -A la derecha del actor, en primer término, una verja de hierro, con postigo que da entrada a los que vienen de la calle. En segundo término de dicho lado, y en primero y segundo del izquierdo, escaleras que conducen a los pisos altos del teatro. En el fondo tres mamparas por donde se entra a la planta baja del mismo. -La acción se supone que pasa al concluirse la representación de El Sí de las Niñas, la noche del 10 de marzo, aniversario del nacimiento de Moratín.



Escena I

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EL RECIBIDOR de entradas, junto a la verja: TORIBIO, sentado en un escalón, durmiendo; RUPERTO, junto al farol, leyendo un periódico; CALIXTO, que asoma a la verja.


RECIBIDOR
¿Y la contraseña?


CALIXTO
Vengo a esperar a mis amos: si me permite usted pasear por aquí...


RECIBIDOR
Vaya, pasee usted; pero cuidado con meterse dentro. Así vienen muchos con: «Salgo al instante: voy a ver... a preguntar...» Y todo por colarse sin pagar la entrada.


CALIXTO
¡Hola, Ruperto!


RUPERTO
¡Hola, Calixto! ¡Tú por aquí! ¿Vienes a buscar a los amos? ¿Sirves todavía en casa de D. Benigno?


CALIXTO
Sí, hombre. Aquí está viendo la comedia con la señorita. Llega a tiempo, según parece.


RUPERTO
Yo lo creo. En una hora, lo menos, no se acaba la función.


CALIXTO
¿Y tú sirves todavía al canónigo?


RUPERTO
No: ahora estoy en casa de doña Casilda, una viuda muy alegre. Ahí dentro está también. Yo acabo de llegar, y por no dormirme, me he puesto a leer El Suplemento. (Toribio ronca.)


CALIXTO
Buena falta le hacía a ése otro suplemento: ¡mira cómo ronca!


RUPERTO
¡Demonio! ¡Va a alborotar el teatro! -¡Eh, lacayo! ¡Despierta! (Dando con el pie a Toribio.)


TORIBIO, levantándose muy azorado.
¿Arrimu?


RUPERTO
No: ¡que no toques la trompeta!


TORIBIO
¿En tuavía nu salen? ¡Mal añu pa las cumedias! ¡El ganadu enganchadu desde las siete!


CALIXTO
No te quejes, maruso. ¿Dónde hay vida como la de un lacayo? A ti te visten.


TORIBIO
¡De mujiganga!


CALIXTO
A ti te llevan en coche.


TORIBIO
¡A la trasera!


RUPERTO
Todo es coche.


CALIXTO
¡Si sirvieras, como sirvo yo, a un padre tonto y a una hija medio loca, teniendo que hacer equilibrios entre un viejo con quien quiere casarla el padre, y un joven con quien quiere casarse ella! -El viejo rico, pero que no afloja un cuarto. El joven pobre, pero que gratifica.


RUPERTO
Y tú protegerás...


CALIXTO
Yo siempre al pobre.


RUPERTO
¡Tienes fortuna! El chulito de mi ama entra allí como Pedro por su casa. Ya se, ve; ella es sola: no tiene de quién guardarse... yo voy a buscar otra casa donde haya padre, o marido, o... Si no, no hay propinas.


TORIBIO
¡Los tres cuartus pa las once! ¡Y yo aquí desde las ochu y media!


CALIXTO
Pues aún tienes para un rato.


TORIBIO
¡Mal añu pa las comedias! ¡Vamus! Y si se viene luegu un señuritu que suele acompañar a la marquesa, hay que llevarlu a la calle del Culmillu... y siempre da para una copa.



Escena II

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DICHOS, DON CARLOS y PAQUITA, por la verja, vienen del brazo: ella trae echado el velo; él un cucurucho de dulces en la mano.


RECIBIDOR
Caballero, las entradas.


CARLOS, dándoselas.
¿En qué están?


RECIBIDOR
Ahora mismo se va a acabar la comedia.


CARLOS, a Paquita.
Llegamos a tiempo. Súbete corriendo.


PAQUITA
Y tú, ¿qué haces?


CARLOS
Yo me voy a casa.


PAQUITA
¿No me aguardas a la salida?


CARLOS
Pero, hija, ¡y tu padre!


PAQUITA
¡Eh! ¿Qué te importa mi padre?


CARLOS
¿Y el señor don Diego, tu futuro esposo?


PAQUITA
¡Dale! ¡No me sofoques! Ya sabes que no ha venido al teatro. -¡Calixto!


CALIXTO, acercándose.
¡Señorita!


PAQUITA
¿Diste el recado a don Diego como te dije? ¿Lo enredaste bien?


CALIXTO
Palabra por palabra: no hay cuidado, que no vendrá.


CARLOS
Paquita, no nos expongamos...


PAQUITA
¡Eh! ¡Siempre tienes un miedo!...


CARLOS
¿Oyes?... ¡Ya se acaba! ¡Sube corriendo!


PAQUITA, subiendo por la escalera de la derecha.
¡Adiós!


CARLOS
¡Toma los dulces! -¡Adiós! (Ella toma el cucurucho y desaparece.)



Escena III

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DICHOS, menos PAQUITA.


CARLOS
¡Cáspita! Si lo huele el padre, me meto en un berengenal... ¡Nada, nada! Que se case con el viejo, que es rico, y luego... -Esta noche necesito desplegar toda mi habilidad. Tengo en este teatro a las tres y... Calixto: ¿te vas a estar aquí hasta que se acabe?


CALIXTO
Sí, señor.


CARLOS, dándole una moneda.
Pues toma, Calixtillo: y aunque veas lo que veas... ¿Eh?


CALIXTO
Descuide usted. (Don Carlos se va corriendo por la escalera izquierda.)



Escena IV

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DICHOS, menos DON CARLOS.


RUPERTO
Calixto: ¿ese es el joven de las propinas?


CALIXTO
Ése.


RUPERTO
¡Demonio! ¡Don Carlitos! Y no me ha visto. Pues ese es el chulito de mi ama.


TORIBIO
¡Ja, ja! ¡Ah, cundenadu! ¡Ese es el de la calle del Culmillu!


CALIXTO
¿También? -¿Cómo se gobernará el maldito con las tres?


TORIBIO
¡Toma! Una para el gustu, otra para el gastu... (Óyese dentro ruido de aplausos y voces.)


RUPERTO
Se acabó la comedia.


CALIXTO
Sí; ya sale gente. -Allí viene mi amo.

(Van saliendo poco a poco por las puertas del fondo, y bajando por las escaleras laterales, varias personas de diversas edades, sexos y cataduras: unos encienden el cigarro en el farol y se salen a la calle tomando la contraseña: otros se pasean por el vestíbulo y forman corros: la Aguadora asoma la cabeza gritando desde la verja: «¡Agua fresca!» Don Benigno, que ha salido por una de las puertas del fondo, da una vuelta y se encuentra con Calixto.)



Escena V

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DICHOS, DON BENIGNO, ESPECTADORES.


DON BENIGNO
¡Ya estás aquí, Calixto! Pero dime, hombre, ¿y el bueno de don Diego no ha parecido?


CALIXTO
No, señor.


DON BENIGNO
¡Cosa más rara! ¿No le llevaste el recado de que la niña y yo veníamos al teatro?


CALIXTO
Sí, señor.


DON BENIGNO
¿Que yo tenía un sillón y ella un asiento de tertulia?


CALIXTO
Asimismo.


DON BENIGNO
Pues ¿cómo no ha venido? ¿Si le disgustará que Paquita vaya al teatro?


CALIXTO
No tendrá nada de extraño. Ya es señor de edad, amigo de recogerse temprano...


DON BENIGNO
Cierto. ¡Y es una diablura! Porque aunque es rico, y esta boda sería la felicidad de la niña... y luego, que no es tan viejo que repugne para marido... y muy atento y muy generoso, eso sí; pero, vamos, si da en que la ha de tener encerrada en casa...


CALIXTO
¡Buenas y gordas! Lindo genio tiene la señorita para que nadie le ponga la ceniza en la frente. Capaz sería de...


DON BENIGNO
¡Ya ves tú! ¿Quién le quita a ella su prado todas las tardes, su teatro, su bailecito todos los domingos en casa de la intendenta... y su Liceo los jueves, y su Museo los miércoles, y su Instituto los sábados, y su...? En fin, cosas naturales a su edad... ¡Diez y seis años!


CALIXTO
Y el otro cincuenta y...


DON BENIGNO
¡Hija de mi vida! No, eso no.



Escena VI

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DICHOS, DON DIEGO, a la verja.


RECIBIDOR
¡Caballero, la entrada!


DON DIEGO
Perdone usted: no entro. Vengo solamente a ver desde aquí...


RECIBIDOR
Es que tengo orden...


DON BENIGNO
¡Pero calla! Mírale: allí está. ¡Señor don Diego! (Yendo hacia él.)


CALIXTO, aparte.
¡Ah, maldito! ¿Cómo habrá averiguado?...


DON BENIGNO
¡Dichosos los ojos! ¡Buena hora de venir! ¡La niña y yo esperándole a usted hasta las ocho y media! Estábamos con cuidado.


DON DIEGO, entrando.
¡Ya lo veo!


RECIBIDOR
¡Caballero!... -Ya se coló.


DON DIEGO
Pero la culpa no es mía, señor don Benigno. Yo he ido con puntualidad adonde usted me indicó.


DON BENIGNO
¿Adónde?


DON DIEGO
A la parroquia.


DON BENIGNO
¿Cómo a la parroquia?


DON DIEGO
Sí, señor. Y dígame usted: ¿cómo sigue don Martín?


DON BENIGNO
¿Mi hermano? Muy aliviado. Esta tarde le mandó el médico levantarse un poco.


DON DIEGO
¿Qué dice usted? ¿Pues no ha muerto?


DON BENIGNO
¿Muerto? ¡Hombre de Dios!, ¿qué está usted diciendo? Voy a ver...


DON DIEGO
Aguarde usted: yo no entiendo esta algarabía. Pues señor: ¿qué recado me envió usted esta tarde?


DON BENIGNO
Que veníamos al teatro.


DON DIEGO
¿Al teatro? Perdone usted, señor don Benigno: ¿qué recado me envió usted con el muchacho?


DON BENIGNO
¡Dale! Ahí está justamente. -¡Calixto!


CALIXTO, sin atender.
¡Adiós! ¿Cómo salgo de ésta?


DON BENIGNO
Calixto, ¿no oyes?


CALIXTO
¿Señor?


DON BENIGNO
Ven acá.


CALIXTO
¿Mande usted? -¡Oh señor don Diego! Tenga usted muy buenas noches. Vaya, y qué tardecito llega usted. Lo que es la comedia...


DON BENIGNO
Escucha. ¿No te dije?...


CALIXTO
El amo estaba ya con cuidado. Pues ¡y la señorita! Vaya, con la mantilla puesta... pasea que pasea...


DON BENIGNO
¿No te encargué?...


CALIXTO
Sin hacer más que decir: ¡Pero, señor, este don Diego!...


DON BENIGNO
Di: ¿no te mandé?...


CALIXTO
Hasta que ya dieron las ocho, y entonces dijo...


DON BENIGNO
¡Calixto! Quieres callar y decirme...


CALIXTO
Voy a avisar a la señorita que el señor don Diego... (Echa a correr.)


DON BENIGNO, deteniéndole.
¡Aguarda, maldito! -Ven aquí y responde. -Dime: ¿no te mandé que fueras a casa del señor don Diego y le dijeras de nuestra parte que esta noche íbamos la niña y yo a la Cruz, por ser la función de Moratín?


CALIXTO
Sí, señor.


DON BENIGNO
¿Lo oye usted, señor don Diego?


DON DIEGO
Poco a poco. A mí no se me dio tal recado. Lo que este muchacho me dijo fue que iban ustedes esta noche a Santa Cruz, por la defunción de don Martín.


DON BENIGNO a Calixto.
¡Chico! ¡chico!


CALIXTO
¡Ave María Purísima! ¡Qué! ¡No, señor! ¡Ja, ja, ja! Usted lo entendió mal.


DON DIEGO
Lo entendí muy bien; eso me dijiste.


CALIXTO
Si usted se empeña...


DON DIEGO
Allá me fui después de anochecer. La iglesia cerrada... Doy un paseo por la plaza Mayor; vuelvo. ¡Qué! Cerrada. -Entonces me dirijo a su casa de usted, y la criada me dice que están ustedes en el teatro. -¡Señor! ¡En el teatro, habiéndosele muerto su hermano! Conque me vine aquí lleno de impaciencia...


DON BENIGNO
¡Pues no es mala la equivocación! ¡Ja, ja, ja! Ca, subamos a la tertulia, a ver a Paquita... y a fuer de pretendiente galante, prepare usted su disculpa para desenojarla.


DON DIEGO, suben por la escalera derecha.
Sí: vamos allá.


CALIXTO
De ésta ya hemos salido.



Escena VII

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LOS TRES CRIADOS, DON HERMÓGENES, DON SERAPIO, DON PEDRO, DON ANTONIO, SERAFÍN y otros varios que salen por las puertas del fondo.


DON SERAPIO
¡Ja, ja, ja! ¡Ha sido cosa muy graciosa! ¿Quién será el majadero que ha pedido el autor?


DON HERMÓGENES
¡Pedir el autor! ¡Ja, ja, ja! Ha sido lo que se llama un verdadero anacronismo... un contre-sens, que dicen los franceses.


DON SERAPIO
¡Ja, ja, ja! Algo bueno daría el pobre Moratín por poder salir ahí: ¿eh?, ¿no es verdad?


DON HERMÓGENES
¡Hay gentes muy estúpidas! ¡Muy estúpidas!


DON SERAPIO
¡Hay mucha ignorancia!


DON HERMÓGENES
¡Y mucha rutina! ¡Mucha rutina!


DON SERAPIO
¡Ja, ja, ja! ¡Mucha rutina! -Daría cualquier cosa por conocer al que ha pedido el autor. ¿No es verdad?


DON HERMÓGENES
Algún dómine rezagado de la vieja escuela, que se deleita todavía con la Égloga de Batilo, la Palomita de Filis y la Poética de Luzán. (Todos se ríen.)


DON SERAPIO
¡Pedir el autor! ¡Ja, ja!


SERAFÍN, acercándose al grupo.
¡Vaya, señores, tanta burla! Yo he sido el que ha pedido el autor. ¿Y qué tenemos? Ya me han dicho ahí unos amigos que el autor se murió: yo no lo sabía, porque soy un artesano que no entiendo de eso. Asisto poco al teatro: pensé que la función era nueva, vine a verla, y he pedido el autor, porque me ha gustado la comedia: ¡clarito!


DON SERAPIO
¡Oh! Pues si le gusta al señor...


DON HERMÓGENES
Es porque al señor ha debido gustarle. El ángulo facial lo está diciendo a voces. (Risas.)


SERAFÍN
Perdone usted: ¿el qué?


DON SERAPIO
Vamos a ilustrarle. -Buen amigo: Moratín se murió en Madrid hace tiempo. ¿No vio usted aquella procesión en que fuimos todos los literatos a acompañar sus huesos?


DON HERMÓGENES
Don Serapio de mi vida, ¡qué dice usted! ¡Si Moratín murió el año 28!


DON SERAPIO
¡El año 28! ¿Y hasta ahora le han tenido de cuerpo presente?


SERAFÍN
Vaya, pónganse ustedes de acuerdo para ilustrarme.


DON PEDRO, acercándose a Serafín.
Buen hombre, por esta noche no se ilustra usted. Moratín murió en París; y allí están sus cenizas al lado de las de Molière... hasta que Dios quiera que los españoles las traigan a descansar en su patria al lado de las de Calderón.


SERAFÍN
¡Me alegraré! Porque no me gusta que ningún español de mérito muera en tierra extranjera. (Se retira al fondo.)


DON SERAPIO
¿En París? Pues no recordaba...


DON HERMÓGENES
Usted ha dicho Madrid en vez de París, por precisar, por contraer, por localizar; como Horacio dice muchas veces el mar Egeo por cualquier mar..., el bóreas por cualquier viento. Así puede decirse Madrid por París, usando de una figura retórica que se llama metonimia y que consiste en tomar una cosa por otra.


DON ANTONIO
Como quien dice: el rábano por las hojas.


DON PEDRO
Y en el día se hace mucho uso de esa figura.



Escena VIII

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DICHOS, DON CARLOS y CASILDA, que bajan por la escalera izquierda.


CASILDA
Pero ¿por qué no ha entrado usted? Vamos a ver. ¿Por qué me hace usted llamar con el acomodador?


CARLOS
Casilda, no he querido que los del palco por asientos se figurasen...


CASILDA
Ya le he dicho a usted que no me importa; que no quiero tapujos, no quiero. Yo soy libre, y no tengo que dar cuentas a nadie. -¿Y por qué no ha subido usted en los entreactos? ¿Dónde ha estado usted durante el acto tercero?


CARLOS
En mi asiento.


CASILDA
Mentira. ¿En qué acaba la comedia?


CARLOS
En que... en que se casan.


CASILDA
¿Quiénes? -¡Si no lo ha visto usted! -¿Quiénes?


CARLOS
Déjese usted de niñadas, y vamos a tomar unos dulces.


CASILDA
¡Buenos dulces me ha dado usted esta noche! ¡Estoy volada!


DON HERMÓGENES
Apelemos al juicio delicado del bello sexo. ¿Aquí está la amable, la espiritual Casildita? Vamos, sentencie usted. (Acercándose.) ¿Qué le parece a usted El Sí de las Niñas?


CASILDA
¡Detestable!


DON HERMÓGENES
¿Así, redondamente?


DON SERAPIO
¡Sin apelación!


CASILDA
¡Fría, insípida, horrible! ¡No sé cómo he podido aguantarla! ¡A cada entreacto me daban tentaciones de marcharme a mi casa! Si no hubiera sido por no dar un escándalo... ¡Qué comedia! ¡Qué peste!... ¡Atacada estoy de los nervios! Mire usted cómo he puesto el abanico. (Lo enseña hecho trizas.)


DON ANTONIO
¡Qué lástima! Eso clama al cielo contra El Sí de las Niñas.


DON SERAPIO
No vale toda la comedia el país de este abanico.


DON HERMÓGENES
Es una comedia homeopática: un globulito de acción disuelto en tres cuartillos de agua.


DON SERAPIO
¡Bravísimo!


DON ANTONIO
Vaya usted a que eso produzca efecto en estómagos que se han engullido los venenos de Lucrecia Borgia como quien se traga pastillas de la Mahonesa.


CASILDA
¿Y aquel amante? ¿Quiere usted ayudarme a sentir? ¡Tan deslavazado y tan ñoño! (Mirando de reojo a Carlos.) Bien que de ésos no se ha perdido la semilla: todos son iguales.


CARLOS
Perdone usted: hoy se ama con otra vehemencia. Hoy no habría amante que se marchara dejando que casaran a su amada con un viejo.


CASILDA, aparte a Carlos.
¡Si no la casan con el viejo! ¡Lo ve usted! ¡Infame! ¡Si no ha visto usted el acto tercero!


CARLOS, aparte a Casilda.
Le digo a usted que sí. Estaría distraído mirándola a usted. Vamos a la confitería.


CASILDA
Vamos, sí, sí: que me dé el aire un poco. -¡Jesús, qué comedión tan apestoso! Ruperto, guárdame los gemelos y espérame aquí. (Al llegar a la verja se encuentran con el vizconde que llega.)



Escena IX

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DICHOS, EL VIZCONDE.


VIZCONDE
¡Oh amabilísima Casilda! -Adiós, Carlos. ¿Se acabó esto?


CARLOS
No: la comedia no más.


CASILDA
Se ha perdido usted unos sermones de Cuaresma que le hubieran edificado. (Se va con don Carlos. -El vizconde se acerca al grupo de los otros.)



Escena X

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DICHOS, menos DON CARLOS y CASILDA.


VIZCONDE
¡Hola, caballeros! ¿Conque se acabó la comedia? ¿Y qué tal cosa es? ¿Han pedido el autor?


DON ANTONIO
¡Otro que tal!


SERAFÍN
¡Calla! Parece que no soy yo sólo.


VIZCONDE
Yo siempre, gústeme o no me guste, pido el autor: por curiosidad... porque me lo enseñen.


DON ANTONIO
Pues como si fuese el oso o la marmota.


VIZCONDE
s un tal Moratín, según me han dicho. ¡Y cuánto escribe el maldito! Yo he dado una vuelta por el Príncipe y por el Instituto... En los tres teatros hacen comedias suyas.


DON SERAPIO
¿Y qué tal por allá?


VIZCONDE
¡Mal! ¡Mucho calor!


DON HERMÓGENES
No: preguntamos por la función.


VIZCONDE
¡Ah! La función... No sé. Yo fui primero al Príncipe...: vi el primer acto... ¡Ps!..., pesadillo... Sale allí un don Eleuterio... un poetastro muy hambriento... leyendo un drama. -La duquesita estaba en su palco: ¡más coqueta! Me marché al casino a ver los periódicos franceses. -Muy embrollado anda eso por Italia. -Luego fui a dar un vistazo por el Instituto. -Después volví al Príncipe, y estuve un rato. El poetastro se finge barón y engaña a una vieja. -Allí ladra un perro, y tiran un pistoletazo. También sale un don Claudio un hidalgo muy estúpido, que echa yescas y enciende un cigarro... ¡Cosas de muy mal tono!


DON ANTONIO
¡Excelente potaje!


DON HERMÓGENES
Vizconde: está usted haciendo una pepitoria con el Príncipe y el Instituto y el Café y el Barón y la Mojigata ...


VIZCONDE
¡Ja, ja, ja! ¡Es posible!


DON HERMÓGENES
Y lo gracioso es que esa pepitoria... pot-pourri, como dicen los franceses, tiene mucho de filosófico respecto a Moratín. El vizconde ha dicho ahí una gran cosa...


VIZCONDE
Sí, ¿eh?


DON HERMÓGENES
Por supuesto, sin saberlo.


VIZCONDE
No: perdone usted...


DON HERMÓGENES
Justamente uno de los defectos capitales del amigo Moratín es que todos los personajes de sus ponderadas comedias se parecen unos a otros. Así que, al confundir en un amasijo las tres comedias, ha hecho el vizconde una sátira muy fina...


VIZCONDE
¡Ja, ja, ja! ¡Pues ya!


DON HERMÓGENES
Sin querer, por supuesto.


VIZCONDE
¡Dale! ¿Quién le ha dicho a usted que ha sido sin querer?


DON HERMÓGENES
El don Diego que hemos visto es el mismo don Pedro del Café, el mismo don Pedro del Barón, el mismo don Luis de La Mojigata.


VIZCONDE
Pues claro está. Lo he dicho con toda intención. -¿Y qué se cuenta? ¿Qué hay de Italia? Parece que Carlos Alberto...


DON HERMÓGENES
Y todos cuatro no son otra cosa que un plagio del Sganarelle de Molière. ¡Pobreza, pobreza! Siempre el mismo tipo... y voilà tout. (El vizconde, viendo que no le hacen caso, se va a recorrer otros grupos.)


DON PEDRO, aparte.
¡Esto no se puede tolerar!


DON ANTONIO, aparte.
Déjelo usted.


DON HERMÓGENES
El Café no es más que un artículo de periódico... una sátira llena de personalidades groseras, que debieron valerle al autor una paliza de mano del pobre Comella, que con toda la bulla tenía más fecundidad y más genio que Moratín.


DON SERAPIO
¡Ya lo creo! ¡Que escribió en toda su vida cinco comedias! ¿No son cinco?


DON HERMÓGENES
Cinco no más; y de ésas dos en prosa.


DON SERAPIO
Vea usted, en prosa, que eso lo hace cualquiera en ocho días. Como que no hay que buscar consonantes. ¡Compárelo usted con el otro, que compuso más de doscientas! ¿No son doscientas?


DON HERMÓGENES
Pues La Mojigata, ¿qué otra cosa es sino el Tartufe con faldas? No hablemos del Barón, que no tiene sentido común. Eso es peor que cualquier vaudeville de los que vemos en París, en el Gymnase, o en Palais-Royal, o en Folies-Dramatiques, o en el teatro de Funambules.


DON SERAPIO
¡Mucho peor!


DON ANTONIO
¡Qué espíritu de españolismo!


DON HERMÓGENES
¿Y qué diremos de El Viejo y la Niña, con aquello de los ungüentos, parches y cataplasmas, que es cosa de sentirse removido?


DON SERAPIO
¡Jesús, qué asco!


DON HERMÓGENES
Pues vengamos a la de hoy, a El Sí de las Niñas, a esa joya del teatro moderno, como esta estúpida de Empresa ha tenido la osadía de llamarla en los carteles.


DON PEDRO
Pues cuénteme usted a mí en el número de los estúpidos; porque yo también la llamo así.


DON HERMÓGENES
Como usted guste.


DON PEDRO
Y cuente usted a dos generaciones enteras que han sancionado ese juicio.


DON HERMÓGENES
Ya se va modificando...


DON PEDRO
Y cuente usted al público sano, imparcial, ajeno a las pandillas y a las sectas, que la ha oído con placer, que la ha aplaudido...


DON HERMÓGENES
Los aplausos del público...


DON PEDRO
Los aplausos del público, la noche del estreno de una obra dramática, no significan gran cosa para mí. El nombre del poeta, las circunstancias políticas, el desempeño de tal actor favorito... ¡qué sé yo!... un capricho del público, son cosas que pueden influir accidentalmente en el éxito. Pero cuando esos aplausos se repiten un año y otro y otro, durante cerca de medio siglo, y la comedia se hace y se hace, y gusta siempre, bien o mal ejecutada, y se imprime, y se vende, y se traduce, y se cita como el modelo de las de su género, y es la desesperación de los escritores dramáticos; es una pedantería, es una insolencia, es una blasfemia decir de ella lo que dice usted de El Sí de las Niñas.


DON HERMÓGENES
Señor mío, yo soy muy independiente; y aunque me quede solo en una cuestión literaria, nunca me doy por vencido. Y esa fama que El Sí de las Niñas ha tenido en tiempos de nuestros padres, sepa usted que ha perdido mucho, desde que el estudio de la estética nos ha hecho conocer la pobreza de la contextura de su fábula... del canevas, como dicen los franceses, y lo raquítico y mezquino de sus tendencias sociales y filosóficas, si se compara con las obras que hoy conocemos de Shakespeare, Balzac, Víctor Hugo, Schiller, Goethe, Kotzbue y Federico Halm, barón de Billin-gansen.

(Halm se pronuncia aspirando la H, como si fuera J. Billin-gansen se pronuncia tal como está escrito.)


DON ANTONIO
¡Qué buenos nombres para perros de caza!



Escena XI

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DICHOS, DON ELEUTERIO.


(Sale del corredor de las lunetas, con otros.)


DON ELEUTERIO
Vea usted si en lugar de esas vejeces no podía la señora Empresa emplear el tiempo en poner en escena otras obras... No lo digo precisamente por mi drama... que lo tiene en su poder hace tres meses...


DON SERAPIO
Aquí hay un poeta; y apuesto a que es de nuestra opinión.


DON ELEUTERIO
¿De qué se trata, caballeros?


DON SERAPIO
De El Sí de las Niñas.


DON ELEUTERIO
¡Uf! ¡Déjeme usted! ¡Ya estoy cansado de contemplaciones con los viejos! Es preciso levantar una bandera de exterminio contra los santones de la literatura, hasta que desaparezcan de la escena esas disertaciones en diálogo, que quieren llamar dramas.


DON HERMÓGENES
¡Bien calificadas! Voilà le mot!


DON SERAPIO
¡Me alegro!


DON ELEUTERIO
Vida, movimiento, acción, sensaciones profundas, sacudimientos nerviosos... esto es lo que nuestro público necesita. Yo les he entregado un drama en veinticuatro cuadros y dos noches. Ahí está sin hacerse. Yo creo que no lo han leído.


DON ANTONIO, a don Pedro.
Yo creo lo contrario.


DON ELEUTERIO
¡Y gastan el tiempo en hacer estas estupideces! Aquí les planto una banderilla que ha de salir mañana en el periódico. (Leyendo un papel que trae en la mano.) «La ejecución de El Sí de las Niñas ha sido detestable, digna de la comedia. El teatro de la Cruz arrastra una lánguida existencia...»


DON SERAPIO
¡Bravísimo! -¡Duro, duro!


DON ELEUTERIO
¡Ah! (A un mozo de imprenta que ha venido por la verja.) ¿Traes las pruebas para mañana? Aguarda. -¡Yo les aseguro!... ¡El Sí de las Niñas!... ¿Merece eso el nombre de drama? ¡De qué diversa manera trataríamos ahora ese argumento! -Hay en la comedia situaciones... así, apuntadas nada más; porque, al cabo, Moratín era hombre de alguna chispa... ¡Pero qué lastimosamente desperdiciadas! Figúrense ustedes si no está aquello pidiendo un par de actos siquiera en el convento donde se educa doña Paquita, y allí la figura siniestra de una monja..., de la madre Circuncisión, por ejemplo..., que sorprendiera a la niña hablando a media noche con su amante por la ventana del corral, y la monja se enamorara del oficial... y encerrara a la niña en un subterráneo, y el oficial, impaciente, escalara el convento... y la monja se lo llevara a su celda... figúrense ustedes de aquí lo que podría resultar de movimiento y de...


DON ANTONIO
¡Yo lo creo!


DON ELEUTERIO
Luego un acto en el subterráneo, donde bajara el amante a libertar a su amada, ayudado de Calamocha; y allí su escena en quintillas. En fin, si uno da rienda suelta a la imaginación... -Podía haber un episodio fantástico, en que doña Irene viera en sueños la sombra del obispo electo de Mechoacán, que murió en el mar, y las de sus tres maridos. (Se pone a repasar las pruebas.)


DON ANTONIO
¡Y hasta la del chico que se le murió de alfombrilla!


DON HERMÓGENES
Pero dejando tal como es la parte plástica de la obra, y prescindiendo del examen sintético, ¿no es una estupidez risible que aquel zangandungo de oficial obedezca como un doctrino a su tío, y le bese la mano, y abandone a su amada? ¡A ver! ¿Un hombre de tanto valor como nos pintan al don Carlos? (El vizconde, que ha andado recorriendo grupos, ahora se acerca.)


VIZCONDE
¿Qué hay de don Carlos? ¿Se dice algo?


DON HERMÓGENES, continuando.
¿Un hombre que, según nos dicen, toma baterías, clava cañones, hace prisioneros y vuelve al campo lleno de heridas?


VIZCONDE
Eso habrá sido en Cataluña, ¿eh? ¿Han entrado otra vez? ¡Malditos facciosos!


DON SERAPIO
No; si se habla de la comedia.


VIZCONDE
¡Ah, ya! Es comedia de tiros y de batallas... ¡Pues siento no haberla visto! (Vuelve a retirarse al foro.)



Escena XII

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DICHOS, EL AVISADOR de la Compañía.


AVISADOR
Señor don Eleuterio: de parte de la Empresa, que mañana a las doce se pasa por papeles su drama de usted.


DON ELEUTERIO
¿Mi drama? Bien, no faltaré. -¡Señores, se va a poner en escena mi drama! (Rompe el papel que tenía antes y escribe en otro:) «La ejecución de El Sí de las Niñas ha sido admirable, digna de la comedia. Mientras el Príncipe y el Instituto arrastran una lánguida existencia, el teatro de la Cruz se eleva cada día...»


VIZCONDE, acercándose.
¿Qué es eso? ¿La hoja litográfica de París? ¿Qué dice de Carlos Alberto?


DON ELEUTERIO
No: son pruebas. -Toma. (Le da las pruebas al mozo, que se va.)



Escena XIII

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DICHOS, LA MARQUESA.


MARQUESA, baja por la escalera derecha.
No le veo por aquí. ¡Dónde andará este hombre!


TORIBIO, acercándose.
¿Digu que arrime?


MARQUESA
No... ¿Has visto por aquí aquel joven?...


TORIBIO
¿El de la calle del Culmillu?


MARQUESA
Sí.


TORIBIO
Por aquí entró primeru con una joven...


MARQUESA
¿Con una joven? ¿Por dónde? ¡Enséñame!...


TORIBIO
Y luego salió cun otra joven.


MARQUESA
¿Con otra?


TORIBIO
No tan joven.


MARQUESA
¡Infame! -¡Bien me lo temía!


TORIBIO
Y dijerun que volvían.


MARQUESA
¿Que volvían? Bien. -¡Ya lo decía yo! Sus miradas a la tertulia... Aguardo: ¡voy a armar un escándalo! -¿Vizconde?


VIZCONDE
¡Oh marquesita!


MARQUESA
Déme usted el brazo.


VIZCONDE
¿Quiere usted venir a tomar un chantillí?


MARQUESA
Gracias, no: acompáñeme usted. Espero aquí a una persona: quiero tomar el aire.


VIZCONDE
¿También usted se ha fastidiado ahí dentro?


MARQUESA
¡Oh, y en grande! ¡Qué chinchorrería de comedia! Todo se vuelve hablar.


VIZCONDE
Es cierto: mejor sería que la cantasen.


MARQUESA
Quisiera poder silbar y patear... y tirarles los gemelos a la cabeza.


DON ELEUTERIO
Amable marquesa, ¿contra quién va eso?


VIZCONDE
¡Contra la comedia, contra la comedia!


DON HERMÓGENES
Ya tenemos otra aliada, y muy poderosa.


DON SERAPIO
Está usted con nosotros, ¿eh?


MARQUESA
¿Qué persona de la culta sociedad, de buenas maneras, puede gustar de semejante paparrucha?


DON HERMÓGENES
¡Oh, eso se nos olvidaba! ¿Y el mal tono, y las chocarrerías del lenguaje?


MARQUESA
La ensalada de berros... y la cazuela de albondiguillas... y el medio cabrito... ¡Uf! ¡Oír eso cuando una acaba de comer! Y yo que tengo un estómago... Creo que me ha dado indigestión.


VIZCONDE
Una taza de te...


MARQUESA
¿Y decir que el intendente daba una fiesta por ser los días de su parienta?


DON SERAPIO
¡Su parienta!


MARQUESA
Su parienta, por su mujer. Ese es el lenguaje de Maravillas o de Lavapiés. ¡Su parienta!


DON HERMÓGENES
Efectivamente, así dicen.


MARQUESA
¡Su parienta! Pues ¿y el tordo? ¡Vea usted, un tordo! ¿Quién tiene tordo? ¿Qué persona decente tiene tordo? Se tiene pajarera... Yo tengo pajarera. Se tienen canarios, ruiseñores, tórtolas...


VIZCONDE
Un perro de Terranova, un gato de Angora...


MARQUESA
Y otras aves así... ¡Pero tordo!


DON HERMÓGENES
¿Y para qué sirve allí? Al menos cuando es drama de protagonista irracional, como El Perro de Montargis, pase.



Escena XIV

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DICHOS, DON BENIGNO, DON DIEGO y PAQUITA, por la escalera derecha.


PAQUITA
Pero si les digo a ustedes que no tengo ganas de dulces: ¡es mucho fastidiar!


DON DIEGO
Ya veo, por el testimonio de ese cucurucho, que otro más feliz se ha adelantado a mis obsequios.


PAQUITA
Andando. ¿Por qué ha venido usted tarde?


DON DIEGO
Ya he dado explicaciones satisfactorias, y repetiré...


PAQUITA
¿Quién se las pide a usted?


DON BENIGNO
Yo le dije, Paquita, que se disculpara...


PAQUITA
Y a ti, papá, ¿quién te mete a dar consejos a nadie? Ya tiene edad para no necesitar ayo.


DON BENIGNO
Hija mía, como le estuvimos esperando...


PAQUITA
Le esperarías tú: que a mí me hacía la misma falta que los perros en misa.


DON DIEGO
Pero, vamos a ver, amable Paquita: ese cucurucho de dulces...


DON BENIGNO
¡Y es verdad que trae dulces!


PAQUITA
¡Vaya! ¿Qué misterio hay en esto? Papá me los ha subido.


DON BENIGNO
¿Yo?


PAQUITA
Tú, sí señor, tú. (Pellizcándole.)


DON BENIGNO, quejándose.
¡Ay!


PAQUITA
No lo niegues ahora; que el señor don Diego pensará... Todos los viejos son maliciosos.


DON BENIGNO
En efecto: sí, yo he sido. (Aparte.) ¡Ji, ji! ¡Diablo de chica!


DON DIEGO
Pues bien; iremos a la Iberia o a Venecia a tomar un sorbete, mientras dura el entreacto. Ahí tengo mi coche.


DON BENIGNO
¿Ves, Paquita, qué galante y qué obsequioso?


PAQUITA
¡Pues podía no serlo! Entonces no tendría el diablo por donde desecharlo.


DON BENIGNO
¡Ji, ji! ¡Qué pizpireta es!


DON DIEGO
En efecto: tiene un desenfado...


DON BENIGNO
Genialidades de la edad. Ya ve usted: criada a sus anchas, sin que nadie la haya contradicho jamás... haciendo su santísima voluntad en todo... No tiene gazmoñerías, ni... Dice cuanto se le viene a la boca. Pero con los años ya irá sentando. -Conque, ¿vamos, hija mía?


PAQUITA
¡Huy, qué machaca! Vamos. ¡Ay, Dios mío! ¿Y mis guantes? ¡Ay, que he perdido mis guantes! ¿Dónde se me habrán caído? Busca tú, papá. -Búsquelos usted. (A don Diego.)


DON BENIGNO
Te los habrás dejado en la tertulia. -Luego los recogerás.


DON DIEGO
Los míos no le vendrán a usted...


PAQUITA
¡Quite usted allá ese adefesio!


DON ELEUTERIO
¿Qué se le ha perdido a nuestra sublime actriz?


PAQUITA
Nada, los guantes.


DON ELEUTERIO
¡Se los gastaría usted para aplaudir con alma El Sí de las Niñas!


PAQUITA
¿Yo? ¿Se le figura a usted que yo soy clásica?


DON SERAPIO
¿Cree usted que la perla del Liceo y del Museo y de la Unión tenga tan mal gusto?


DON ELEUTERIO
¿Y qué se dispone ahora?


PAQUITA
Estamos ensayando El Verdugo de Amsterdam: la semana que viene lo hacemos en la calle de Enhoramala-vayas.


DON BENIGNO, a don Diego.
Cuando oiga usted declamar a la niña, se le caerá la baba.


DON DIEGO
¿También hace comedias caseras?


DON SERAPIO
También Paquita es de nuestra opinión. Todo el bello sexo está contra El Sí de las Niñas.


PAQUITA
¿Le parece a usted que la que ejercita su sensibilidad declamando dramas, puede gustar de cosas tan insulsas como la comedia de esta noche? ¿Han visto ustedes qué amantes esos? Esa Paquita... ¡y siento que tenga mi nombre!, tan tímida, tan encogida. Bueno está que se obedezca a los padres; yo obedezco al mío. -Pero cuando mandan injusticias, ¿también se les ha de obedecer? ¡Ya era fácil que yo me sometiera, si estuviese enamorada y quisieran casarme con un viejo! ¿Y la escena en que se ven los dos amantes? ¿Hay cosa más sosa? Llenos de amor los dos, y ni se besan las manos, ni se abrazan... ¡estando solos!


DON HERMÓGENES
Así sentía Moratín las pasiones.


DON BENIGNO
Pero, hija, ¿cómo quieres que en el teatro se ponga todo lo que en tales casos?...


PAQUITA
¿Qué entiendes tú de eso, papá? Se pone todo, todo; porque, en los momentos de pasión, la misma pasión... Y hay mil dramas donde no queda nada que desear... ¡Mira tú en Antoní si se pone todo!


DON HERMÓGENES
¡Allí sí que hay pasión!


DON SERAPIO
Pasión, y muerte.


PAQUITA
Vamos, lo que esa Paquita consiente que hagan con ella es ridículo, es inverosímil. ¡Casarla con el viejo!


DON BENIGNO
No, hija mía: si no la casan, al fin.


PAQUITA
¿Cómo que no la casan? ¿Conque el amante no la abandona?


DON BENIGNO
Al fin del segundo acto; pero vuelve en el tercero...


PAQUITA
¡Ah! ¿Vuelve en el tercero?


DON BENIGNO
¿Pues no te acuerdas? Y tiene aquella escena violenta con el tío...


PAQUITA
Sí, sí... en que lo desafía y lo mata...


DON BENIGNO
No, hija. Si el tío lo perdona, y lo casa, y...


PAQUITA
Sí, sí: yo me trabuco...


DON ELEUTERIO
La imaginación poética de Paquita está supliendo lo que debía haber en la comedia.


DON DIEGO
Si tardamos mucho, los sorbetes estarán pasados.


DON BENIGNO
Dice bien.


PAQUITA
¡Ay! ¡Qué par de ventosas! Vamos a tomar sorbete. Compadézcanme ustedes. (A los otros.) ¡Aquí llevo a mi don Diego y a mi doña Irene! -¡Qué es lo que veo! (Al irse, ve venir por la verja a don Carlos con Casilda del brazo, la cual trae un cucurucho de dulces.)



Escena XV

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DICHOS, DON CARLOS y CASILDA.


CARLOS, viéndola y deteniéndose.
¡Paquita! Cayose la casa a cuestas.


DON DIEGO
Vamos andando: déme usted el brazo. (A Paquita.)


PAQUITA
Aguarden ustedes.


CASILDA, a Carlos.
¿Por qué se para usted?


CARLOS
Opino que nos marchemos: lo que falta no vale nada.


CASILDA
¿Pero qué arrechucho es este? ¡Algo ha visto usted aquí!


CARLOS
Nada, sino que...


MARQUESA
Allí viene... ¡Pues! Lo que yo me temía. ¡Con una mujer! ¡Venga usted, vizconde!


CARLOS
¡Santo Dios! ¡La marquesa!


CASILDA
¿Por qué nos miran esas dos mujeres? ¡Usted me está engañando!


CARLOS
¡Qué disparate!


CASILDA
Entre usted conmigo.


CARLOS, aparte.
¡Aquí me desuellan entre las tres!


PAQUITA
Déme usted el brazo, señor don Diego. Sabe usted que le quiero, y que estoy pronta a obedecer a mi papá, casándome con usted.


DON BENIGNO
¿No se lo dije a usted? ¡Es como una malva!


PAQUITA, tirando de don Diego y al oído de don Carlos.
¡Eres un infame!


CASILDA, aparte a Carlos.
¿Qué le ha dicho a usted?


MARQUESA, aparte a Carlos.
¡Es usted un canalla!


CASILDA, aparte a Carlos.
¿Qué le ha dicho a usted?


LA AGUADORA, desde la verja.
¡Agua fresca, agua!


DON DIEGO, aparte.
Aquí hay gato encerrado.



Escena XVI

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DICHOS, UN MANCEBO de la confitería.


MANCEBO, a don Carlos.
Perdone usted: estos guantes que se dejó olvidados en el mostrador de la confitería aquella señorita...


CASILDA
Míos no son.


MARQUESA, mirando a Paquita.
Aquella niña fue.


CASILDA, le suelta del brazo; toma los guantes y se los presenta a Paquita.
Estos guantes son de usted, señorita.


PAQUITA, con descaro.
Mil gracias, señora.


DON BENIGNO
¡Calla! ¡Tus guantes en la confitería!


DON DIEGO
¡Los guantes! ¡Hola, hola! Este es un lance muy turbio.


DON BENIGNO
¿Pues no decías que era yo quien te había subido los dulces?


DON DIEGO
¿Y usted no afirmó que era cierto?


PAQUITA
Vamos arriba, papá, y excusas dar explicaciones a nadie. Ya sabes que no me gustan las explicaciones.


DON BENIGNO, aparte a Paquita.
Pero, Paquita, hija, bueno sería convencer a don Diego. Vas a perder una proporción... Mira que es muy rico.


PAQUITA
Haz lo que te digo, papá, o me da aquí un sofoco que me caigo redonda.


DON BENIGNO
No, hija mía; no, ¡por Dios! Hágase tu gusto.


PAQUITA
El señor es un visionario montado a la antigua.


DON DIEGO
Niña, niña: respete usted...


DON BENIGNO
Tiene razón Paquita.


PAQUITA
¡Un celoso, un impertinente, un viejo de Moratín!


DON BENIGNO
¡No te acalores!


PAQUITA, a don Carlos.
¡Y usted un fatuo, un hipócrita, un infame!


DON BENIGNO
Hija, mira que están oyendo, y luego el mundo...


PAQUITA
Papá, no me prediques. Vámonos de aquí. (Se lo lleva corriendo por la escalera derecha.)



Escena XVII

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DICHOS, menos DON BENIGNO y PAQUITA.


CASILDA, apoderándose del brazo de don Diego.
¡Acompáñeme usted, caballero!


DON DIEGO, sorprendido.
¡Señora! ¿Quién es usted?


CASILDA, a Carlos.
¡Infame! ¡No vuelva usted a mirarme a la cara! (Se lleva a don Diego por la escalera izquierda.)


CARLOS
Pero, Casildita, oiga usted...


MARQUESA, saliéndole al encuentro.
¡Canalla! ¡No vuelva usted a poner los pies en mi casa! (Se lleva al vizconde por la escalera derecha.)


LA AGUADORA
¡Agua fresca, agua!


DON ELEUTERIO
Carlos, ¡qué lance tan cómico!


DON HERMÓGENES
Pero, hombre, ¡tres nada menos!


DON SERAPIO
¡Tres y ninguna!


CARLOS
¡Ja, ja, ja! ¡Pensarán las tontas que no tengo tropas de reserva! En el Príncipe está Rosario, y Petra en el Instituto. Voy a traerme una de ellas a que oiga el himno. La entro del brazo a las butacas, y hago que las tres se desesperen. (Se va corriendo por la verja.)



Escena XVIII

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DICHOS, menos los que se han marchado en la escena anterior.


DON ANTONIO
¿Qué me dice usted de esto, señor don Pedro?


DON PEDRO
¡Ahí tiene usted las que criticaban El Sí de las Niñas! Dos de ellas, que han pasado la noche coqueteando con ese pisaverde, y bajaban desesperadas porque no había subido a visitarlas. ¿Y la niña? ¡Digo! Una niña que pasa la vida haciendo comedias caseras, y se escapa con su amante a la confitería, y trata a zapatazos a su padre. ¡Oh! ¿Dónde está el Moratín de nuestra época; que así como aquél pintó la tiranía paternal, y la educación monjil y gazmoña de su tiempo, nos enseñe el reverso de la medalla, la relajación de los lazos sociales, con la magia de aquel pincel que nadie después ha sabido manejar como aquel insigne poeta?


DON ELEUTERIO
Eso nada significa, señor mío. Si en el juicio de esas señoras han podido influir esas causas, no son ellas las únicas que condenan la comedia. Aquí estoy yo que cultivo el arte dramática...


DON SERAPIO
Y yo que he visto muchas comedias.


DON HERMÓGENES
Y yo, que ejerzo la crítica, y he analizado el teatro inglés y el francés y el alemán, y sostengo que los personajes de Moratín son retratos de circunstancias que murieron, y no tipos eternos, como los de Molière. ¿Quién es hoy don Eleuterio? ¿Quién es don Serapio? ¿Quién es don Hermógenes?


DON PEDRO
¿Quién es don Eleuterio? El señor, que habla mal de la comedia, porque no ponen en escena la suya. ¿Quién es don Serapio? El señor, que repite como un eco lo que les oye a ustedes... ¿Quién es don Hermógenes? ¡Usted!


DON HERMÓGENES
¿Yo?


DON PEDRO
Usted, que pasa su vida pedanteando; con la diferencia de que aquél pedanteaba en griego, y ahora se pedantea en francés. Y si ya que son ustedes monos de imitación de los franceses, los imitasen también en ponderar y ensalzar, como hacen ellos, todo lo que allí se distingue. Pero, no señor. La pedantería de hoy consiste en rebajar, en poner en ridículo, en arrastrar por tierra todo lo que en España sobresale en cualquier arte, en cualquier carrera, en cualquier profesión.


DON HERMÓGENES
Yo soy tan español como el primero; y sin embargo...


DON PEDRO, irritado.
Los tontos no son españoles, ni franceses, ni ingleses, ni nada. ¡Son tontos! Son, como los hebreos, una gente sin patria, esparcida por el mundo para tormento de sus semejantes. -Pero esta vez, afortunadamente, hay un público sano, patriota, que a pesar de todos los pedantes, sabe que Moratín es una de las glorias de nuestra patria, y va en este momento a saludarle con aplausos de entusiasmo. (Óyese dentro el ritornelo del himno.) Ya suena el himno en el teatro. ¡Adentro, buenos españoles! Vamos a honrar la memoria del gran poeta. ¡Yo arrojaré a su busto esta corona de laurel y siemprevivas! (Sacando una que llevaba preparada.)


DON ANTONIO
¡Y yo ésta! (Sacando otra.)


LOS ESPECTADORES
¡Corramos! ¡Corramos!

(Todos se entran apresurados al teatro por las puertas y escaleras. Cambia la decoración, y aparece el escenario iluminado, y en el centro, sobre un pedestal, el busto de MORATÍN. -Los actores desfilan por delante de él, arrojándole coronas de laurel, mientras se canta un himno en honor suyo.)



Versos que se recitaron en el teatro de la Cruz la noche del estreno de esta comedia, en el año de 1848.

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¡Oh pueblo de Madrid! Canta la gloria
de aquel ingenio que con rica vena
eternizó en los siglos su memoria,
restaurador de la española escena.
No cuente -¡oh mengua!- la veraz historia 
que yace allá en las márgenes del Sena.
¡Para una sombra noble y generosa
es doble peso la extranjera losa!

Ilustre Moratín: esta sonora
aclamación que el público te envía, 
de homenaje más alto es precursora,
que ya se apresta a tu ceniza fría.
La madre patria, que tu muerte llora,
en breve -¡me lo anuncia el alma mía!-
tus huesos sacará de tierra extraña, 
y muerto al menos volverás a España.


Años después se repitió esta comedia en otro teatro, y entonces se recitaron además los siguientes versos:

editar
Hoy fue cuando con himnos de alegría,
de las Musas el coro lisongero
cantó al genio sublime que nacía
a ser delicia del Parnaso ibero.
Ardua es la senda que a la gloria guía, 
y que él con planta audaz abrió el primero;
mas nos dejó, para alumbrar sus huellas,
el vivo resplandor de cinco estrellas.

¡Cinco no más! -pero de luz tan pura,
de juventud tan fresca y tan lozana... 
que vivirán cuanto en la edad futura
viva la hermosa lengua castellana.
¡Honor a Moratín, que a tanta altura
nuestra gloria elevó! Y al que se afana
por imitarle, anímele este ejemplo. 
¡Aquí al genio español se erige un templo!


Volviose a celebrar el aniversario de Moratín, el 10 de marzo de 1854, con la representación de esta comedia; y al final se recitaron las dos composiciones siguientes:

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I
Venid, rindamos el anual tributo
al ingenio inmortal, de España gloria;
que es de doctas naciones atributo
honrar de un hijo insigne la memoria.
De su elevada inspiración el fruto 
noble página marca en nuestra historia;
y por él hoy, como por Lope un día,
bella, culta, moral se alza Talía.

No es deuda sólo del que a Inarco sigue
cogiendo lauros en la patria escena; 
justo es que a todos su alabanza obligue,
pues a todos de honor su nombre llena.
Manzanares feliz por él consigue
émulo ser del Támesis y el Sena.
No es de las letras, no, su gloria sola: 
es de todo español: ¡es española!




II
Lució por fin el venturoso día.
¡Ya le miro en su patria descansando!
Cuántas veces mi rostro se cubría
de tristeza y rubor, ¡oh España!, cuando
a la margen del Sena recorría 
el vasto cementerio; y preguntando:
«¿Quién yace aquí?», me daban por respuesta:
«Del Molière español la tumba es esta.»

¡Ya rescatado está! -Mas ¡ay! tus ojos
vuelve hacia allá otra vez, ¡oh madre España!, 
que aún yacen de otros hijos los despojos,
dignos de igual honor, en tierra extraña.
Aún dos tumbas alzadas entre abrojos
el tibio sol de la Occitania baña.
Acoge, ¡oh patria!, mis ardientes ruegos: 
¡Aún está allí Meléndez! ¡Aún Cienfuegos!

La voz de Moratín en son de duelo
salir escucho del sepulcro helado.
«Traedlos, clama, a su nativo suelo,
y descansen entrambos a mi lado. 
Dadme por vuestro amor este consuelo,
o dejadme con ellos olvidado.
Las honras que me hacéis no me complacen,
si en el destierro mis hermanos yacen.»