La cena por la mañana
Un labrador rico, que podia sentar plaza de catedrático de economía, llevaba veinte segadores para recolectar pronto unas cebadas que esperaba con ansia el alcalde del pueblo. El día primero observó nuestro hombre que sus gentes comian demasiado; y con el objeto de ahorrar alguna cosilla en este ramo, llevó al campo por la mañana el almuerzo, la comida y la cena, seguro de que, encontrándolo todo frió, comerían indudablemente menos.
Se sientan los segadores y almuerzan.
— Hoy, dijo el amo, que no era pariente de Salomón, podremos comer cuando queramos, porque temiendo que nos hagan esperar mucho, he mandado traer la comida al mismo tiempo que el almuerzo.
— Yo, dijo uno de los segadores, creo que nos podemos ahorrar el tiempo que se emplea en sentarse y levantarse comiendo ahora y dejando todo el dia libre para segar, que con la tripa llena lo haremos como unos desesperados.
La idea fué aprobada por unanimidad, los segadores se abalanzaron á la cesta, y despacharon la comida como si hubieran ayunado ocho dias.
— ¡Oh! cómo vais á segar ahora, dijo el labrador, no atreviéndose á resolver si lo hecho le convenia, económicamente hablando, ole perjudicaba.
— Me parece, dijo un segador, que nuestro amo ha traido también la cena, y para no pensar en mas comida que la cebada, creo que podíamos cenar ahora y después segaremos con mayores deseos de dar gusto.
El labrador conoció que aquello no podia convenirle, pero la cena estaba en poder de los segadores, y no hubo remedio; cenaron.
Las provisiones se habian concluido, las botas estaban pez con pez, y los segadores dormian, sin fuerzas para levantarse ni para hablar.
— Señores, dijo el labrador botando de cólera, he dado á Vds. gusto en todo, creo que es ocasión de que Vds. me lo den principiando á segar.
— ¿Qué dice? preguntó uno,
— No es poca su ambición, repuso otro. No se contenta con lo que hemos hecho entre comida y comida, y quiere todavía que seguemos después de la cena. ¡Vaya un avaro!
Eran las seis de la mañana.