La bruja (Ramos Carrión)
Personajes
editar- Leonardo
- Tomillo
- El Cura
- Hombre 1º
- Hombre 2º
- Aldeano 1º
- Aldeano 2º
- Aldeano 3º
- Inquisidor
- Oficial 1º
- Oficial 2º
- Oficial 3º
- Un Soldado
- La Bruja / Blanca
- Rosalía
- Magdalena
- Madre Superiora
- Inés
- Valentina
- Cándida
- Ana
- Aldeanos y Aldeanas,Siete Jugadores Roncaleses, Siete Jugadores Vizcainos, Seis Esbirros, Oficiales, Educándas, Monjas Profesas, Arcabuceros, y Coro General -
- La Acción Transcurre en el Valle del Roncal y Pamplona, Navarra, en los años finales del reinado de Carlos II "El Hechizado"-
- Por derechas o izquierdas entiéndanse las del actor -
Primer Acto
editarPreludio
Cuadro Primero
editarCocina de una casa de pueblo en Navarra. A la derecha, ocupando todo el ángulo y con una campana muy volada que llega casi hasta el primer término de la decoración, el hogar anchísimo en que arden carrascos y troncos de robles esparciendo viva claridad. Puerta grande y ventana al foro. Puertas laterales en primer término. Es de noche, y luce un candil suspendido de la campana de la chimenea.
Escena I
MUJERES jóvenes y viejas, delante del hogar
dando la espalda al público e iluminadas por
la lumbre, hilan acompasadamente, sentadas en
taburetes de nogal. Entre ellas están ROSALÍA
y MAGDALENA entregadas a la misma labor.
A la izquierda, sentados alrededor de una mesa,
juegan a las cartas EL CURA, TOMILLO y
HOMBRES 1.° y 2°. Les rodea el CORO de
HOMBRES del pueblo, que de pie ve jugar
y bebe del jarro que pasa de mano en mano
cuando el diálogo lo indica.
Música (N.º 1-A)
Coro de Hilanderas
Mujeres
Al amor de la lumbre
que nos presta calor,
la velada pasemos
en la gracia de Dios.
Ya la blanca guedeja
de sedoso vellón,
en finísimos hilos
nuestra mano cambió.
La velada pasemos
en la gracia de Dios.
Hilemos todas,
hilemos todas
el copo suave
y dando vueltas
en nuestras manos,
en nuestras manos
el huso baile,
entretenidas
con la labor,
las horas corren
mucho mejor.
Hilemos todas
el copo suave
y en nuestras manos
el huso baile.
Entretenidas con la labor,
las horas pasan
mucho mejor,
mucho mejor.
Hombres
Teniendo el jarro lleno,
jugando cuatro al mus,
la noche alegre pasa
en un decir Jesús.
Unos
En tanto que éstos juegan
bebamos los demás.
Otros
No echarse tan encima,
hacerse un poco atrás.
(Ábrese el grupo que rodea a los jugadores de modo que el público los vea.)
Tomillo
Ahora verás,
ahora verás.
Hombres
Hacerse un poco atrás.
Hablado sobre la música
Tomillo
Mus.
Hombre 1.º
Mus.
Hombre 2.º
Mus.
El Cura
No hay mus.
Tomillo
Paso.
Hombre 1.º
Paso.
Hombre 2.º
Paso.
El Cura
Envido la chica.
Tomillo
Quiero. Pares tengo.
Hombre 1.º
No.
Hombre 2.º
No.
El Cura
Sí. Envido.
Tomillo
Siete.
El Cura
Me achicó.
Tomillo
Tengo juego. 3
Hombre 1.º
Yo no.
Hombre 2.º
Yo no.
El Cura
Yo sí.
Tomillo
Órdago.
El Cura
No puedo.
Tomillo
Una porque no. (Cantado.)
Coro
(Acercándose con interés.)
El juego ha sido fuerte,
veamos el tanteo;
(Viendo las cartas.)
de fijo que es Tomillo
quien ha ganado el juego.
Tomillo
(Hablado.)
La grande pasada.
Dos de chica 4 y tres de duples, cinco.
(Dándole un tanteo que vale cinco.)
Amarraco limpio.
(Cantado.)
Pues yo de juego gano dos.
¡Estoy de suerte como hay Dios!
Coro
Teniendo el jarro lleno,
jugando cuatro al mus,
la noche alegre pasa
en un decir Jesús.
(Continúan jugando, mientras las MUJERES cantan la estrofa siguiente.)
Mujeres y Tomillo
Al volver de los campos,
cuando el día se va,
con la luz de la llama
nos alumbra el hogar.
Demos gracias al cielo
que en invierno nos da
secos troncos de roble
y blanquísimo pan.
De la alta rueca
bajando el copo,
se forma el hilo
poquito a poco.
Seguid, muchachas,
sin descansar,
que aquí el descanso
es trabajar…
Tomillo
(Dando un puñetazo sobre la mesa.)
Los veinte tantos ya saqué;
también en ésta les gané.
Música (N.º 1-B)
Escena
El Cura
(Levantándose.)
Basta ya de vino y juego,
y dejad las ruecas luego.
(Levantándose todos; las MUJERES dejan la rueca en un rincón.)
Como siempre la más vieja
que nos cuente una conseja.
Rosalía
¿Una vieja? No. ¿Por qué?
Yo también contarla sé.
Coro
Que la cuente Rosalía.
Magdalena
Anda, hija mía.
Rosalía
Sí que lo haré.
Formad la rueda
y oído atento;
mucho cuidado
que va de cuento.
Coro
Pongamos todos
oído atento;
cuidado, amigos,
que va de cuento.
Rosalía
Contaré el del moro
(Aparte a TOMILLO.)
ponte aquí detrás:
si algo se me olvida
tú me apuntarás.
Tomillo
Anda ya sin miedo
y empezando ve;
si algo se te olvida,
yo te apuntaré.
(Les rodean todos menos EL CURA, que se sienta
en el sillón junto a la mesa. Los demás personajes
demuestran interés durante la relación,
entusiasmándose a medida que avanza.)
Música (N.º 1-C)
Romance Morisco
Rosalía
Pues, señor, éste era un rey,
un rey moro de Granada,
que tenía una hija moza,
que Zulima se llamaba.
Ocultábala su padre
en la torre de la Alhambra,
temeroso de que un día
un cristiano la robara.
Mas de estar siempre a la sombra
enfermó de cuerpo y alma,
y volviéronse azucenas
las dos rosas de su cara.
Coro
Y volviéronse azucenas
las dos rosas de su cara.
Rosalía
Cuidadoso el rey, su padre,
ordenó, para animarla,
grandes fiestas de torneos
y de toros y de zambras.
Un cristiano que lo supo
quiso allí medir sus armas,
y vistiéndose de moro
penetró por Bibarrambla.
Sale audaz a la palestra,
y al empuje de su lanza,
ruedan moros por el suelo
como en campo de batalla.
Coro
Ruedan moros por el suelo
como en campo de batalla.
Rosalía
Sale un toro, y el cristiano,
al primer rejón lo mata,
y con vítores le atruenan,
y por vencedor le aclaman.
Era el premio, rica joya
de rubíes y de plata,
que Zulima del turbante,
se quitó para entregarla.
Para recibir el premio,
el cristiano se adelanta,
y Zulima, al ver su rostro,
de él se queda muy prendada.
Coro
Y Zulima, al ver su rostro,
de él se queda muy prendada…
Rosalía
Ocasión de hablar a solas
ella busca y al fin halla;
mas sorpréndela el cristiano
al decir estas palabras:
«Hay un medio, linda mora,
de que yo te dé mi alma;
hay un medio solamente,
y es haciéndote cristiana».
El rey moro los descubre
cuando platicando estaban,
y en mazmorra oscura y triste
los sepulta sin tardanza.
Coro
Y en mazmorra oscura y triste
los sepulta sin tardanza…
Rosalía
El cristiano, que los salve
pídele a la Virgen Santa,
y la Virgen milagrosa,
les dejó salida franca.
Los amantes van huyendo,
van huyendo de Granada,
él, en su caballo blanco,
y a la grupa, ella montada.
Muchos moros van tras ellos,
ya se alejan, ya se escapan.
Coro
Ya se alejan, ya se escapan…
Rosalía
Mas los moros, bien montados,
les persiguen, les alcanzan.
Coro
Les persiguen, les alcanzan...
Rosalía
De repente, ¡oh, maravilla!
al caballo nacen alas,
y se pierde por los aires
la pareja enamorada.
Coro
Y se pierde por los aires
la pareja enamorada…
Rosalía
Mudos quedan los infieles,
que el milagro les espanta,
y Zulima y el mancebo
llegan a tierra cristiana.
Coro
Llegan a tierra cristiana...
Rosalía
Y bautizan a la mora,
que con el cristiano casa,
¡y por el amor bendito,
el demonio pierde un alma!
Coro
¡Y por el amor bendito,
el demonio pierde un alma!…
Rosalía
Y colorín, colorín, colorao,
este cuento se ha acabao.
Todos
¡Ah, qué poco, qué poco ha durao!
¡Colorín, colorao,
este cuento se ha acabao!
¡Colorín, colorao,
colorín, colorao!
Hablado
Tomillo
¡Y muy bien que lo ha contao! Pero a todos esos romances y cuentos, prefiero yo una conseja de duendes y aparecidos y brujas y ánimas del otro mundo. Eso sí que me gusta.
El Cura
¡Duendes y aparecidos!… Ya sabes, Tomillo, que la doctrina prohíbe creer en tales cosas.
Tomillo
Ya lo sé, señor cura: pero aunque la doctrina lo mande, cuando uno lo ve...
El Cura
¿Eh? ¿Qué dices? ¿Qué has visto tú, mastuerzo?
Tomillo
(Con ironía.) No he visto na, como quien dice na.
El Cura
Pues entonces...
Tomillo
¡Si no ha de creer uno lo que ve con sus propios ojos!…
Magdalena
Di, ¿qué es lo que has visto?
Tomillo
¡La Bruja!
El Cura
¿Eh?
Tomillo
Así, como suena.
El Cura
No le hagáis caso.
Magdalena
Pero, ¿dónde?
Rosalía
¿Cómo?
Hombre 1.º
¿Cuándo?
Tomillo
Hoy mismo.
El Cura
Ea, basta; te prohíbo hablar de semejante asunto.
Tomillo
Pues... punto en boca.
Hombre 1.º
Señor Cura, que nos lo cuente.
Rosalía
No lo creeremos, pero que nos diga lo que ha visto.
Todos
¡Que lo diga, que lo diga!
Magdalena
Lo oiremos como se oye un cuento.
Unos
Eso es.
El Cura
Está bien: refiérenos esa conseja que tú has soñado.
Tomillo
¿Soñar, eh? Pues, señor... (Pausa.) pues, como íbamos diciendo...
Magdalena
Pero si no íbamos diciendo na.
Tomillo
Bien, pero se dice así. Pues, señor, hoy volvía del campo con mis ovejas, y como me he entretenido y ya era tarde y se hacía noche, tomé por el atajo, y al llegar al barranco del soto me encontré con que estaba tóo lleno de agua por la lluvia de la noche anterior. Quedeme pensando un momento si volver atrás o vadear el arroyo que venía muy crecido y en estas dudas estaba cuando... ¡María Santísima del Carmen!, veo en la otra orilla, apoyándose en el báculo, toda arrugadita y como un fantasma negro, a la mismísima Bruja en persona.
Todos
¡Ah!
El Cura
¡Qué disparate! Basta de cuentos y de...
Tomillo
(Como resignándose a callar.) Ya lo oís.
Rosalía
Déjelo, señor Cura, que no lo creemos.
Varios
No, no lo creemos.
El Cura
Sigue, hombre, sigue, que todo lo sobrenatural tiene para vosotros un encanto irresistible.
Rosalía
Vamos, habla.
Tomillo
Pues, señor, que yo me quedé con los pelos de punta, y como si estuviese pasmao... Ni ánimos tuve para echar a correr. En esto, oigo que me dice…
Hombre 1.º
¿Quién?
Tomillo
La Bruja.
Rosalía
¿Pero las brujas hablan?
Tomillo
Sí, pero con una voz como la de un ánima o cosa del otro mundo. Pero va y me dice: «Necesito pasar a ese lado; ¿quieres vadear el arroyo y llevarme allí? No te pesará, y si te niegas has de llorarlo». Yo, al oír esto, me metí en el agua, llegué junto a la viejecilla temblando de miedo y de frío, y para no verla cerré los ojos. Ella entonces me volvió de espaldas, montó sobre mí, y como quien va a caballo, me hizo entrar en el arroyo... no le faltó más que decirme: ¡Arre! (Haciendo el sonido que suelen los que arrean.) Llegué a la orilla, se dejó caer y... ella dijo que no me pesaría, pero fue verdad, porque pesaba bien poco. Es tan ligera como una pluma.
Hombre 1.º
¡Claro, como que son espíritus!
Rosalía
Y después…
Tomillo
Después… sacó de entre el manto en que se envolvía una mano toda acartonada y rugosa y seca, y me dio este doblón. (Sacándolo.)
Todos
¡Un doblón!
Tomillo
Aquí está. Y que yo no se lo he quitado a nadie; con que a ver de dónde me ha venido, si no es cierto lo que he contado.
Hombre 1.º
¡Pues es verdad!
Magdalena
¡Un doblón! (Yendo a cogerlo, lo cual evita TOMILLO guardándolo vivamente.)
Tomillo
Y de nuevo cuño, y más reluciente que un lucero.
Rosalía
Entonces, ésa no es de las brujas que hacen daño, y que roban los niños y chupan el aceite de la iglesia y hacen mal de ojo.
Tomillo
¡Qué ha de ser! Después de darme la moneda, me dijo: «Sigue tu camino sin mirar atrás». Y yo me marché por la orilla hasta el sitio por donde podía pasar el ganado, sin volverme ni una vez siquiera, y como alma que lleva el diablo.
Hombre 1.º
Y entonces se montaría en la escoba desapareciendo por los aires, como dicen que hacen todas ellas.
Una
De seguro.
El Cura
¡Claro! ¡Qué cúmulo de disparates!
Tomillo
(Con energía.) Yo digo y afirmo que…
El Cura
(Con severidad.) Basta; ¿no comprendéis, insensatos, que si tuviera ese poder sobrenatural de viajar por los aires, no necesitaba que este mostrenco la llevara a cuestas para vadear el arroyo?
Hombre 1.º
Eso es mucha verdad.
Todos
Sí…
Tomillo
Pues también es verdad que yo la he visto.
Rosalía
¿La has visto volar?
Tomillo
No, eso no; y para que no la viera, sin duda, me prohibió volver la cara.
Hombre 1.º
Eso sería.
Mujer
De seguro.
Hombre 1.º
Yo ya la veo por los aires.
El Cura
Os prohíbo terminantemente hablar de tales cosas. Ni hay semejante bruja, ni…
Tomillo
Lo que es eso…
El Cura
¿Eh? Sería alguna mendiga la que has encontrado.
Tomillo
Sí, ¡Una mendiga que da doblones! ¡Je, je! Y además, ésta es la misma que a la luz de la luna vimos todos por primera vez entrar en el castillo la última Nochebuena, cuando salíamos de la Misa del Gallo. Siempre se dijo que en tal castillo habitaban duendes y fantasmas, aunque nadie los había visto; pero esa noche todo el pueblo vio a La Bruja que se colaba por una puerta. ¿No es verdad?
Varios
¡Sí que la vimos, sí!
Tomillo
Y además, cuando el chico de los Camuños se rompió la pierna y estuvo tan malo del golpe, que ni los médicos de Pamplona ni nadie acertaban a curarlo, sus padres se encontraron una noche sobre la mesa de la cocina un unto amarillo envuelto en un papel, en que había escritas estas palabras: «aplicad esto al niño y se curará». Y por ahí anda el muchacho tan robusto, jugando al chito. Y a La Bruja se lo debe, que si no es por el unto ya tenía cojera para toa la vida. (Cojeando cómicamente.)
El Cura
Basta ya; he sido demasiado complaciente al permitir esta conversación, que no debo autorizar con mi presencia.
Magdalena
Punto en boca. ¡A callar, Tomillo, que el señor Cura se incomoda!
Tomillo
Pero… ¡si no digo palabra!
Magdalena
Haces lo que debes.
Tomillo
Pues si su mercé supiera lo que dicen por el pueblo de su mercé…
El Cura
(Alarmado.) ¿Qué, qué dicen?
Magdalena
Vaya, vaya, tengamos la fiesta en paz; ¡a callar, he dicho!
El Cura
No, por cierto; ahora sí que le obligo yo a que hable. Mis actos son públicos y notorios, y yo quiero saber cómo se juzgan.
Tomillo
No, si no es nada malo.
El Cura
Sea lo que quiera, dilo.
Tomillo
Pues dicen que la capilla de ese castillo de Acevedo, abandonado hace tantos años, se ha compuesto con dinero que a su mercé le ha proporcionado La Bruja.
El Cura
(Santiguándose.) ¡Jesús!
Tomillo
Y que la misa que todos los domingos y fiestas de guardar dice allí su mercé, aplicándola siempre por el alma del difunto conde, la oye La Bruja escondida en la tribuna alta, detrás de las celosías.
El Cura
¡Válgame Dios!
Tomillo
Ello será invención, pero así lo dicen.
El Cura
Es claro; y como lo dicen, hay que creerlo. Yo os ruego, hijos míos, que no deis crédito a las hablillas de los tontos.
Magdalena
Eso de tonto lo ha dicho por ti.
Tomillo
Bueno, bueno; yo no creeré lo que no vea, pero lo demás…
Rosalía
No seas terco. ¿Querrás saber más que el señor Cura?
Tomillo
De brujas, sí.
(Se oye la campana de la queda.)
Música (N.º 2)
El Toque de la Queda
Coro
La triste queda ya sonó,
con Dios quedad;
hasta que brille el nuevo día,
descansad.
Para el trabajo hay que dormir,
vamos allá;
con su reposo el blando lecho
brinda ya.
Unos
Con Dios quedad.
Otros
Dormid en paz.
(Vanse por el foro.)
Hablado
Escena II
ROSALÍA, MAGDALENA y TOMILLO, que se
han sentado junto al hogar.
Magdalena
Tan tarde ya y Leonardo sin venir. Todas las noches me tiene intranquila.
Rosalía
Y a mí.
Tomillo
Y a mí también.
Magdalena
¡Ah, te has quedado tú!
Tomillo
Por esperar a Leonardo hasta que venga.
Magdalena
Ya, ya, por esperar a Leonardo... oye Tomillo, es menester que hablemos con toda franqueza y sin tapujos ni rodeos. No me conviene que sigas haciendo arrumacos a la muchacha.
Tomillo
¡Señá Magdalena!…
Magdalena
¡Que no me conviene, ea! Y estoy decidida a ponerte de patitas en la calle si persistes en tu propósito.
Tomillo
¡Señá Magdalena!…
Magdalena
¡Pues no faltaba más! Mi hija ha de casarse con un hombre bien acomodado y no con un zagalón sin oficio ni beneficio.
Tomillo
Pero…
Magdalena
¡No hay pero que valga! Vas a dar lugar a que coja una vara de fresno, y a ti y a ella os ponga como merecéis.
Tomillo
(¡Ármate de paciencia, Tomillo!)
Magdalena
¡Vaya, sin duda creéis que como estoy sola en el mundo, sin un hombre que me defienda, podéis burlaros de mí! Pues no ha de ser. Si Leonardo, que es quien debiera evitar todo esto y prohibirte venir a su casa, como está medio tonto y no sé en lo que piensa, no defiende a su segunda madre, a la que le crió a sus pechos y le quiso como a un hijo propio, yo me bastaré para no tolerar tus amoríos. ¡Vaya, si me bastaré!
Tomillo
(¡Ya lo creo. Ella se basta y se sobra para esto y mucho más!)
Magdalena
Con que ya lo sabes; renuncia de grado a lo que, si no, tendrías que renunciar por fuerza.
Rosalía
(¡Pobrecita de mí!)
Tomillo
Señá Magdalena, tenga compasión de nosotros. Yo no como, ni duermo, ni sosiego, ni descanso, ni hago cosa a derechas pensando en Rosalía. Si hoy no tengo dote que ofrecerle, quién sabe, andando el tiempo, lo que sucederá; y sobre todo, ella y yo estamos conformes con el refrán: «contigo pan y cebolla». ¿Verdad, Rosalía?
Rosalía
(Sollozando.) Sí, Tomillo, sí, y pan solo.
Magdalena
Cuando digo que vais a comprometerme a hacer una que sea sonada…
Tomillo
Si viviera vuestro marido, que en gloria esté, no me despreciaríais de esa manera.
Rosalía
¡Ya lo creo!
Magdalena
Mi Pedro era un hombre pobre que no sabía de la misa la media, y que no tenía genio para nada, y que se ablandaba con cualquier cosa.
Tomillo
(Y que se murió por no aguantarte.)
Magdalena
Yo sé hacer lo que conviene y se acabó.
Tomillo
No, no se acabó, señá Magdalena. Mientras Rosalía siga queriéndome, yo seguiré adorándola, y aunque se oponga el mundo entero, ni ella, ni yo dejaremos de amarnos.
Magdalena
¡Tomillo!
Tomillo
Juntos desde chicuelos hemos andado por esos campos; juntos hemos crecido; ella mirándose en mis ojos y yo en los suyos. Si no soy rico, no es culpa mía, que yo bien quisiera serlo para ofrecerle montes de oro; pero renunciar a ella… ¡eso no! Antes me llevarán al hoyo más tieso que un palo... (Echándose a llorar cómicamente.) ¿Lo veis?... También ella está haciendo pucheros.
Magdalena
¡Rosalía! ¡Y ese Leonardo sin venir! Yo os aseguro que esta misma noche he de decirle lo que conviene. Su casa es ésta, y por consecuencia, yo no puedo arrojar de ella a nadie; pero si consiente en que sigas viniendo para atormentarme y sorber el seso a esta tontuela, yo seré quien salga de aquí y viviré en una choza donde no pondrás los pies; eso te lo juro. Y cuidado no coja a la chica y me la lleve a Pamplona y la haga entrar en un convento para toda su vida. Si tantas ganas tiene de casarse, que se case con Dios, que mejor esposo no ha de encontrar en el mundo.
Tomillo
(Sí, y será el único yerno que pueda sufrirte.)
Magdalena
Y basta de conversación. Dame la rueca. Ya arreglaré yo todo esto con Leonardo. (Se sienta a la lumbre.) Y tú, hila también; la ociosidad es madre de todos los vicios. (Bosteza.) Hoy, por lo visto, Leonardo va a venir más tarde que nunca. No sé qué diablos andará cazando por el monte a estas horas y en una noche oscura como boca de lobo. ¡Aaah! ¡Ese mozo tiene también algo que le preocupa!
(Mientras hilan bosteza ruidosamente. Empieza
la música en la orquesta.)
Música (N.º 3)
Terceto de Rosalía, Tomillo y
Magdalena
Tomillo
(Hablado.) (Sentado en el sillón.) Nada; esto no puede seguir así. No espero más. ¡Ay, Rosalía de mis ojos, yo necesito ser tu marido, aunque sea a costa de... a costa de lo que sea. ¡Con qué gracia hila! ¡Con qué primor lo hace todo! Quisiera ser copo de lana para que fuera adelgazando entre sus deditos de nieve... ¡Borrega mía!
(Tirándole un beso. Ella le corresponde con otro, cuando su madre no lo ve.)
Rosalía
(Cantado.)
(Chito, que ya mi madre
da cabezadas.)
Tomillo
(¡Cuándo estaremos lejos
de sus miradas!)
Rosalía
(¡Ojo, que se despierta!)
Tomillo
(¡Ay, qué tormento!)
Magdalena
Dame el rosario, chica.
Rosalía
Voy al momento.
(Lo coge de un clavo donde está colgado.)
Tomillo
(Ahora sí que se duerme
entre oraciones,
y ya no se
despierta ni a tres tirones.)
Rosalía
Tome el rosario, madre.
Tomillo
(Con alegría.)
Ya lo cogió.
Magdalena
(Levantándose.)
Ven a rezar conmigo.
Tomillo
¡Nos fastidió!
Magdalena
(Corre el sillón hasta frente y cerca de la concha del apuntador.)
Con el calorcillo
se me aumenta el sueño,
y me voy quedando
lo mismo que un leño.
Deja que me siente
lejos del fogón;
aquí rezaremos
con más devoción.
(Se sienta.)
Rosalía
(¡Ay madre del alma,
(Sentándose en un taburete a la derecha de MAGDALENA. TOMILLO a su izquierda, algo más separado.)
no es buena ocasión,
que tendré por fuerza,
poca devoción!)
Tomillo
(¡Ay, ay, Rosalía
de mi corazón,
tú sí que eres santo
de mi devoción!)
Magdalena
(Persignándose.)
En el nombre del Padre
y del Hijo…
Rosalía
(Antes de dos «dieces»
se duerme de fijo.)
Magdalena
Padre nuestro,
que estás en los cielos…
Tomillo
(¡Dame a mí paciencia
para estos desvelos!)
Magdalena
Hágase tu voluntad…
Tomillo
(¡Si hiciera la mía,
qué felicidad!)
Rosalía
El pan nuestro de cada día
dánosle hoy.
Tomillo
(¡Ya lo creo que te lo daría,
y no es culpa mía
si no te lo doy!)
Rosalía
Perdonamos…
(ROSALÍA hace señas a TOMILLO de que MAGDALENA se duerme.)
a nuestros deudores.
Tomillo
(¡Esto marcha bien!)
Rosalía
Mas líbranos de mal...
Tomillo
Amén.
Magdalena
(Medio dormida.)
Amén.
Rosalía
¡Amén!
(MAGDALENA deja caer el rosario al suelo.)
Tomillo
¡Amén!
Rosalía
Mira, Tomillo,
ya se durmió.
Tomillo
Del primer Padrenuestro
(Acercándose a ROSALÍA por detrás de MAGDALENA.)
nunca pasó.
Rosalía
Ahora que en calma
mi madre duerme,
no metas ruido,
no se despierte,
ya que logramos
tan pocas veces,
hablar a solas
tranquilamente.
Tomillo
Pa que tu madre
no se despierte,
bajo, bajito,
di si me quieres.
Dilo, mi dueño,
una y mil veces
que, embelesado,
lo escucho siempre.
Rosalía
Habla más quedo,
sé más prudente.
Tomillo
Pues anda, y pronto
di si me quieres.
¿Me quieres, di?
Rosalía
¡Qué pesadez!
Te quiero, sí.
Tomillo
Dilo otra vez.
¿Me olvidarás?
Rosalía
¡Ay, eso no!
Tomillo
¡Que otra vez más
lo escuche yo!
¡La última vez!
¿Me quieres, di?
Rosalía
¡Qué pesadez!
Cien veces sí.
Tomillo
¿Sí?
Rosalía
¡Sí!
Tomillo
¿Sí?
Rosalía
¡Sí!
Tomillo
Tú eres mi encanto;
mírame así.
Rosalía
¡Quiéreme tanto
como yo a ti!
Tomillo
¿Sí?
Rosalía
¡Sí!…
(Apianando hasta casi no oírse. MAGDALENA ronca muy fuerte.)
Tomillo
¡Ay, qué susto me ha dado!
(Soltando la mano de ROSALÍA, dando un salto y viniendo a sentarse en su taburete.)
Rosalía
Buena señal,
cuando ronca tan fuerte,
bien dormirá.
(Otro ronquido.)
Tomillo
¡Agua va! ¡Pues ya escampa!
¡Qué atrocidad!
En la iglesia el piporro
no suena más!
(ROSALÍA pasa al lado de TOMILLO y, juntos, avanzan hacia el proscenio.)
Rosalía
Ahora ya puedes
estar tranquilo,
que tiene el sueño
muy bien cogido.
Mas, por si acaso,
habla bajito,
sé más prudente,
no metas ruido.
Tomillo
¡Ay, Rosalía!
Tú eres mi hechizo,
por ti no duermo,
por ti no vivo.
Y si no logro
ser tu marido,
me ves un día,
colgao de un pino.
Dame un abrazo.
Rosalía
Quieto, Tomillo.
Tomillo
No te me escapas.
(Persiguiéndola por delante de MAGDALENA.)
Rosalía
¡Ya me has cogido!
Tomillo
Di si me quieres.
Rosalía
¡Vuelta a lo mismo!
Tomillo
¡Yo no me canso
nunca de oírlo!
¿Me quieres, di?
Rosalía
¡Qué pesadez!
Te quiero, sí.
Tomillo
Dilo otra vez.
¿Me olvidarás?
Rosalía
¡Ay, eso no!
Tomillo
¡Que otra vez más
lo escuche yo!
¡La última vez!
¿Me quieres, di?
Rosalía
¡Qué pesadez!
Cien veces sí.
Tomillo
¿Sí?
Rosalía
¡Sí!
Tomillo
¿Sí?
Rosalía
¡Sí!
Tomillo
Tú eres mi encanto,
mírame así.
Rosalía
Quiéreme tanto
como yo a ti.
Tomillo
¿Sí?
Rosalía
(Con el aliento.)
¡Sí!…
Magdalena
(Estornudando ruidosamente.)
¡Achís!
(ROSALÍA se deja caer sobre el taburete y
TOMILLO viene rápidamente a sentarse en el
suyo.)
Hablado
Magdalena
¡Achís, achís, achís!
Rosalía, Tomillo y Magdalena
¡Jesús!
Magdalena
Vaya, me he constipado; dejemos el rezo por hoy.
Rosalía
Como su mercé disponga.
Magdalena
Creo que para acabar el rosario faltaba algo todavía, ¿verdad?
Rosalía
Sí, algo faltaba...
Tomillo
Sí, faltaba algo.
Magdalena
Bueno, pues mañana lo rezaremos de más. Hoy no puedo tenerme ya en pie. (Levantándose.)
Tomillo
(Ni sentada.)
Magdalena
Y puesto que Tomillo se empeña en esperar a Leonardo, vamos a acostarnos nosotras.
Tomillo
(¡Maldita sea tu estampa!) Bueno, aguardaré aquí solito... (y llevado de los demonios.)
Magdalena
Enciende el candil, Rosalía.
(Mientras ésta le obedece, encendiendo en el que
pende de la chimenea otro más pequeño que está
colgado de un clavo en la pared, MAGDALENA
recoge el huso y la rueca cuidadosamente y los
coloca en un rincón.)
Tomillo
(Acercándose al taburete en que ROSALÍA está de pie.) (Luego vendré a darte música con todos los mozos, que estamos citados en la plaza. No dejes de salir a la puerta.)
Rosalía
(¿Y si mi madre lo oye?)
Tomillo
(Anda y que rabie, que bastante saliva trago yo por ella.)
Magdalena
¿Eh, qué es eso? ¿Otra vez de palique? Mira, Tomillo, que estoy harta de contemplaciones…
Tomillo
¡Señá Magdalena, si la quiero mucho!
Magdalena
(Remedándole.) ¡La quiero mucho, la quiero mucho! Con tu querer sacará ella bastante… cuando tengas cien doblones como ése que te ha dado La Bruja, vente por aquí y hablaremos. Hasta entonces, perdona por Dios, hijo...
Tomillo
¡Cien doblones!
Magdalena
Ni más ni menos. En eso ha dotarla el que se case con ella. Andando, chica.
Rosalía
Vamos, madre.
Magdalena
Buenas noches.
Tomillo
¡Felices, señá Magdalena, que durmáis bien. (Así tengas una pesadilla que te dure toda la noche.)
Rosalía
(¡Adiós!)
Tomillo
(Junto a la puerta de la izquierda.) (Adiós. ¿Me quieres?)
Rosalía
(Sí.)
Tomillo
(¿Mucho, mucho?)
Rosalía
(Mucho.)
Tomillo
(Dímelo otra vez.)
Rosalía
(Que sí.)
Tomillo
(¿Mucho?)
Magdalena
¡Vamos, muchacha!
Rosalía
(Desde la puerta.) Mucho, mucho, mucho.
Escena III
TOMILLO solo.
Tomillo
¡Cien doblones! ¡Ya lo creo que los vale! ¡Y un millón de ellos! ¡Pero facilillo es buscar tanto dinero! ¡Si yo lo tuviese!… Alquilaba el molino del tío Salvaó y quién me tosía a mí entonces… Con Rosalía y con mi molino … ya había yo de moler, ya.
(LEONARDO fuera y lejos, acercándose.
Canta.)
Música (N.º 4)
Canción de Leonardo
Leonardo
¡Noche oscura que amedrentas
al perdido caminante,
aún más negras son las nubes
en el alma de un amante!…
¡Ay de mí,
que en vano por buscarte
el mundo recorrí!,
¡Ay de mí!
Hablado
Tomillo
Vamos, ahí está Leonardo. Siempre con canciones tristes. No comprendo que haya quien cante eso habiendo una jota que, sólo de oírla, parece que le nacen a uno castañuelas en el corazón.
(Abre la puerta.)
Escena IV
TOMILLO y LEONARDO, éste con arcabuz,
avíos de caza y una bocina pendiente de un
cordón y colocado a la bandolera.
Leonardo
Buenas noches, Tomillo.
Tomillo
Felices las tengas.
Leonardo
¿Y Magdalena y Rosa?
Tomillo
A la cama se fueron cansadas de esperarte, y con cuidado por tu tardanza.
Leonardo
¡Bah! Pues ya debieran haberse acostumbrado. (Colgando el arma en la panoplia.)
Tomillo
¿Y qué tal la caza, ha sido buena? ¡Toma!... ¡Pues si vienes con el zurrón vacío! (Mirándolo.)
Leonardo
Más que lo fue a la madrugada, porque entonces llevaba las provisiones para el día.
Tomillo
¿Sabes que si continúas de ese modo, bien pronto has de perder la fama de buen cazador que tienes en el pueblo?
Leonardo
Me cuido poco de ella. (Sentándose en el sillón.)
Tomillo
Antes no había corzo ni jabalí seguro en esos bosques cuando ibas con tu arcabuz, y ahora dices que vas a perseguirlos y, por lo visto, pasan por delante de ti sin tenerte ya miedo, y vuelves a casa sin una triste liebre, ni cosa que se le parezca.
Leonardo
Es verdad.
Tomillo
¿Pero qué diablos te sucede hace algún tiempo? Enamorado, no lo estás, porque tú no sales de estos contornos, y yo conozco todas las mozas en diez leguas a la redonda y en ninguna fijas tus miradas, por lo cual andan ellas muy mustias y cariacontecidas.
Leonardo
(Distraído.) ¿Si, eh?
Tomillo
¡Vaya, pues qué más quisieran que un mancebo gallardo, como tú, las requebrara! ¡Y que al cabo y al fin eres hidalgo!
Leonardo
Si, hidalgo de gotera. Mi hidalguía no se extiende más allá de los límites de este pueblo. Saliendo de él soy tan plebeyo como tú. En esta casa que me dejó mi padre, donde él vio la luz, como mis abuelos, conforme con la suerte humilde, dueño de escaso patrimonio, pero suficientemente para mis cortas necesidades, pasaré mi vida.
Tomillo
Pues si yo estuviera en tu caso, ya había volao por esos mundos a probar fortuna. ¡Qué diantre! Un hidalguillo tan pobre como tú era, según dicen, don Fernando de Valenzuela, y a la corte se fue, y gracias a la protección de la augusta madre de nuestro rey don Carlos II, que Dios guarde, llegó a ministro y marqués y qué sé yo qué más en bien poco tiempo.
Leonardo
Y cayó luego y fue desterrado a las Filipinas y nadie se acuerda ya del santo de su nombre.
Tomillo
Sí, pero él hizo su suerte.
Leonardo
Y su desgracia; vale más no alimentar sueños de ambición, que difícilmente habrán de realizarse, y vivir tranquilo y ateniéndose cada cual a lo que tiene. Hidalgo pobre nací, hidalgo pobre moriré. (Se levanta.)
Tomillo
Sí, pero hidalgo dado a todos los diablos. Porque a lo que se ve, tú no estás muy resignado con tu suerte.
Leonardo
Por completo.
Tomillo
Entonces, ¿cuál es la causa de tu tristeza; qué es lo que te pasa? Vamos hombre, dímelo, confíame tus penas, que aunque no sepa tanto como tú, porque no haya tenido un tío cura que me haya enseñado de letras y sea un rústico pastor, no dejo de tener alguna luz natural y quién sabe si se me ocurrirá algo que te consuele.
Leonardo
Gracias, Tomillo, gracias. Estimo en lo que vale tu buena intención, y...
Tomillo
Vaya, vaya, déjate de tonterías; dime lo que te sucede, que debe de ser cosa muy grave.
Leonardo
¡Y tanto!
Tomillo
¿Eh? Ya lo decía yo y lo decíamos todos.
Leonardo
Voy a confiarte mi secreto; pero con la condición de reservarlo siempre.
Tomillo
Soy un pozo.
Leonardo
Estoy enamorado.
Tomillo
¡Ya apareció aquello! ¿Pero de quién?
Leonardo
De un fantasma.
Tomillo
¡Caracoles! (Retrocediendo.)
Leonardo
¡No, no estoy loco. Escucha y sabe la causa de esta melancolía que hace ya un año me devora.
Música (N.º 5)
Racconto de Leonardo
En una noche plácida
del ardoroso estío,
y al pie de un sauce lánguido,
que presta sombra al río,
tranquilo yo aguardaba,
durmiendo en la ribera,
del día ya cercano
la dulce luz primera.
De pronto, me despierto
y miro allí asombrado,
que una mujer bellísima
cruzaba el río a nado.
Envuelta en blanca túnica,
que apenas la cubría
a mis pasmados ojos,
la hermosa se ofrecía.
Su espalda tersa y pura
de blanco mármol era;
caía en sueltas ondas
la rubia cabellera;
y al sostenerla a flote
con su corriente fría,
en torno acariciarla
el agua parecía.
Yo absorto contemplándola
suspenso me quedé,
y con mirada atónita
sus formas admiré.
Tomillo
Pues si yo estoy allí,
aunque no sé nadar,
me zambullo de fijo en el agua
sin vacilar.
Leonardo
De mi estupor saliendo
me adelanté imprudente,
y ella asustada entonces
hundiose en la corriente.
¡Me lanzo al agua loco
dispuesto a perseguirla
y aparecer la veo
allá en la opuesta orilla!
Medrosa recatándose
de la mirada impura,
desaparece rápida
en la floresta oscura.
Yo nado, llego, busco,
recorro el bosque entero,
sin perdonar ramaje,
sin olvidar sendero;
mas todo, todo en vano,
buscando el bien que huía,
me sorprendió rendido
la luz del nuevo día.
¡Y aún dudo, triste y mísero,
si fue aquella beldad
aparición fantástica
o hermosa realidad.
Tomillo
Sueño fue, sueño fue;
yo también, ¡ay de mí!;
entre sueños 17 mil veces he visto
mujeres así…
Hablado
Tomillo
Vaya, Leonardo, déjate de bobadas y cree que todo ello fue una ilusión y nada más. Estarías adormilado, viste en el río a cualquier moza del pueblo que se bañaban como suelen y...
Leonardo
No; era un ser desconocido, ideal…
Tomillo
Calla, tonto; aunque fuera alguna chica de por acá, tú la desconocerías, y no tiene nada de extraño; como no acostumbramos a verlas en ese traje...
Leonardo
Esa mujer misteriosa existe sólo para mí. ¿Sabes quién me lo ha dicho?
Tomillo
¿Quién ?
Leonardo
La Bruja.
Tomillo
¿Eh? ¿Cómo?
Leonardo
Sí. Ella me lo ha asegurado. Ella, echándome las cartas aquí mismo, me ha repetido: «Ten fe, ten esperanza y ese ser realizará tus sueños de amor y ventura».
Tomillo
Oye, oye; ¿y cuándo te ha dicho todo eso?
Leonardo
Muchas veces.
Tomillo
¿Pero, tú la ves?
Leonardo
Sí.
Tomillo
¡Y luego dice el señor Cura que son ilusiones mías y paparruchas!
Leonardo
Tú ignoras, como todos, que fue a consecuencia de aquella misteriosa aparición el caer yo gravemente enfermo el año pasado.
Tomillo
¡Ah! ¿Con que fue de eso?
Leonardo
Sí, la excitación que me produjo el dudar si era realidad o sueño aquella imagen que me robó los sentidos, me puso en un estado tal, que temieron por mi vida.
Tomillo
Ya lo creo; como que más estuviste en el otro mundo que en éste.
Leonardo
Pues bien; ella veló mi sueño muchas veces.
Tomillo
¿Quién, La Bruja?
Leonardo
Sí.
Tomillo
¿Y entraba por la chimenea?
Leonardo
No sé por dónde entraba. Varias noches, al despertar la vi en la cabecera de mi lecho, cuidándome con cariño de madre. El asombro que la primera vez me inspiró trocose bien pronto en gratitud y afecto, y ella, que siempre venía cuando yo estaba solo, me dio no sé qué filtros y bebidas en lugar de los que el médico me mandaba y curé pronto, gracias a sus cuidados. ¡Oh! ¡No lo dudo; le debo la vida!
Tomillo
¡Canastos con la brujita! ¡Si vale más oro que pesa!
Leonardo
Ella me ha asegurado que la mujer aparecida flotando sobre las aguas del río será la dulce compañera de mi hogar, pero que para conseguirlo es necesario que pase mucho tiempo. Siempre me dice lo mismo: «Ten fe y espera».
Tomillo
Y tú...
Leonardo
Espero y tengo fe; pero a veces mi ánimo se abate, y desesperado y medio loco recorro esos bosques en busca de aquel ser ideal.
Tomillo
Vaya, ahora me explico que vuelvas con el morral vacío. ¿Y tú tienes confianza en lo que La Bruja te asegura?
Leonardo
¡Ya lo creo! Es mi protectora. Si hubiese querido dinero, lo tendría. Mil veces me lo ha ofrecido con insistencia; pero yo lo he rehusado siempre.
Tomillo
¡Qué bobo! (Pausa corta.) ¿Y la ves muy a menudo?
Leonardo
No tanto como yo desearía. Pero me ha dicho: «Siempre que para algo me necesites, llámame y acudiré enseguida. Al oír el toque de tu bocina repetido tres veces, volaré a tu lado».
Tomillo
¿Y la has llamado así?
Leonardo
Y siempre ha acudido.
Tomillo
(Bueno es saberlo.) ¿Con que… tres toques?
Leonardo
¿Comprendes ahora mi desesperación, mi tristeza? ¡Oh!, no hay un hombre más desgraciado. (Se sienta junto al hogar, meditabundo, casi de espaldas a TOMILLO.)
Tomillo
Así son las cosas en este mundo; se cree más infeliz que nadie, porque está enamorado de un fantasma y no lo encuentra. Más desgraciado soy yo, que quiero con toda mi alma a un ser de carne y hueso, y para mí como si fuera un duende.
Escena V
Dichos y ROSALÍA, que se detiene al ver a
LEONARDO.
Rosalía
¡Ah! ¡Leonardo! (Se detiene al verle.)
Tomillo
(Acercándose a ella con sigilo.) ¿Y tu madre?
Rosalía
Duerme, y yo venía a decirte que no vuelvas más aquí, que ella lo ha prohibido y que me amenaza con llevarme a un convento…
Tomillo
No te llevará. ¿Tienes valor para afrontar un peligro muy grande?
Rosalía
Todo lo que quieras.
Tomillo
¿Te atreverías a pedir conmigo protección a La Bruja?
Rosalía
Me atrevo a todo.
Tomillo
¿Sí? Pues espera. (Coge la bocina de LEONARDO abre de pronto la ventana, y volviéndose hacia ella, toca tres veces. A la primera, LEONARDO sale de su abstracción, poniéndose en pie violentamente; luego se acerca con rapidez a TOMILLO y, sin poder evitar que dé el último toque, le arrebata la bocina.)
Leonardo
¿Eh, qué es esto? ¡Desgraciado! ¿Qué haces?
Tomillo
Llamo a La Bruja.
Leonardo
¿Por qué te lo habré dicho?
Tomillo
¡Perdóname, Leonardo; yo necesito protección! Yo soy más desgraciado que tú.
Leonardo
¡Te has hecho indigno de mi aprecio!
Tomillo
¿Pero crees que vendrá?
Leonardo
¡Mira!
(Ábrese la puerta del foro y aparece en ella
LA BRUJA. ROSALÍA y TOMILLO, aterrados,
retroceden hasta cerca del hogar de modo
que ella, al entrar no los vea. Es una vieja
octogenaria y muy caduca. Viste falda y manto
negro y se apoya en un alto báculo.)
Escena VI
Dichos y LA BRUJA.
Música (N.º 6)
Cuarteto de Tomillo, Rosalía, La
Bruja y Leonardo
Tomillo y Rosalía
(Con voz sofocada.)
(¡Oh, ya está aquí!)
La Bruja
(Con voz de vieja.)
¡Ya estoy aquí!
Cual siempre a tu llamada,
solícita acudí.
¿Qué quieres? Di.
Leonardo
¡Ah, perdonad!
No os llamé yo.
La Bruja
¡Arriba en mi castillo
tranquila estaba yo
y el son de tu bocina
el viento a mí llevó!
¿Quién me llamó?
Leonardo
Un mozo, cuya audacia
castigaré.
(Yendo amenazador hacia TOMILLO.)
La Bruja
(Reparando en ROSALÍA y TOMILLO.)
¿Qué es esto? ¿No estás solo?
Tomillo
(Temblando.)
¡Ay, Dios! ¿Qué haré?
¡Perdón, yo fui
(Arrodillándose.)
quien os llamó!
La Bruja
¿Quién eres tú?
Tomillo
(LIorando.)
Pues yo... soy yo.
La Bruja
¡Je, je! ¡Je, je!
Ya sé, ya sé.
Leonardo
¡Tanta osadía castigaré!
La Bruja
No, déjale.
(Obligándole a levantarse.)
Esta tarde en el campo,
me hiciste un favor
y yo quiero pagarte
con otro mayor.
Cuando tú me has llamado
por algo será.
¿Qué deseas? ¿Qué pides?
Vamos, dilo ya.
Tomillo
(A ROSALÍA.)
(Como tú no me ayudes
nada le diré.)
Rosalía
(Pues yo estoy que no puedo
ni tenerme en pie.)
La Bruja
Nunca a nadie hice daño,
no tembléis así.
¿A qué viene ese miedo?
¿Qué queréis de mí?
Tomillo
(Basta ya de temores
y vacilación.)
Pues queremos, señora,
vuestra protección.
Rosalía
Concedednos, señora,
vuestra protección.
La Bruja
(A LEONARDO.)
Di si son dignos de ella.
Leonardo
Cierto que lo son.
La Bruja
¿Para qué necesitan
de mi protección?
Leonardo
Por favor, concededles
vuestra protección.
Rosalía y Tomillo
Por favor, concedednos
vuestra protección.
Tomillo
(Ligero y con acento quejumbroso.)
Soy un pastor de ovejas
muy desgraciado,
y estoy de esta muchacha
enamorado.
Mas como soy tan pobre,
su madre fiera
me ha dicho que no quiere
que yo la quiera.
Y aunque suplico y lloro,
dice que nones,
si no doto a la novia en cien doblones.
Ciento lo menos pide,
¡válgame Dios!,
como éste que esta tarde
me disteis vos.
Leonardo y La Bruja
¡Válgate Dios!
Tomillo y Rosalía
(Gimiendo.)
¡Válgame Dios!…
Tomillo
Vos que tenéis ungüentos
para mil cosas,
y polvos que hacen curas
maravillosas,
por Dios, señora Bruja,
dadnos un unto,
que el pecho de las suegras
ablande al punto.
Porque si no permite
que nos casemos,
ésta y yo de tristeza
nos moriremos.
Si la madre no cede,
¡válgame Dios!,
que el entierro
preparen para los dos.
Leonardo y La Bruja
¡Válgate Dios!
Tomillo y Rosalía
(Llorando a lágrima viva.)
¡Válgame Dios!…
La Bruja
Yo un talismán poseo
y te lo voy a dar,
que ablanda, cual ninguno,
pechos de pedernal.
Tomillo
¿De veras?
La Bruja
Sí, no hay otro
con que se logre más.
Al golpe de mi báculo
lo vais a ver brotar.
¿Cifráis en cien doblones
vuestra felicidad?
Pues bien, en esta bolsa
(Da en eso un golpe con el báculo y cae un bolsón.)
tenéis algunos más.
Tomillo
¡Oh! ¿Qué decís?
La Bruja
Cógelo ya.
Tomillo
(Cogiéndolo.)
Soñando estoy.
La Bruja
No; que es verdad.
Tomillo
¿Y es para mí?
La Bruja
¡Pues claro está!
Tomillo
(Enseñándolo a ROSALÍA.)
¡Y es oro, ve!
Leonardo
(Aparte a LA BRUJA.)
(¡Cuánta bondad!)
La Bruja
Yo, desgraciadamente,
no puedo por mi edad;
mas ya que no me case,
cásense los demás.
Tomillo
No es bruja, es una santa,
debémosla adorar.
Tomillo y Rosalía
A vuestros pies de hinojos...
La Bruja
¡Muchachos, levantad!
Rosalía
¡Tomillo!
La Bruja y Leonardo
¡Ja, ja, ja, ja!
Tomillo
¡Rosalía!
Lo cierto es que me dan
deseos de reír
y ganas de llorar.
La Bruja
El oro siempre ha sido
soberbio talismán;
no hay magia en este mundo
con que se alcance más.
¡Dichoso el que lo tiene
sabiéndolo emplear
y pródigo lo siembra
en bien de los demás!
Leonardo
(¡Se ve en los hondos surcos
de su arrugada faz,
un resto de hermosura
que aumenta su bondad!)
Tomillo
(¡No sé lo que me pasa,
no sé lo que me da!
¡Señor, si esto es un sueño,
no quiero despertar!)
Rosalía
(Si es el creer en brujas
un pecado mortal
de fijo, de esta hecha,
me voy a condenar)…
Hablado
Tomillo
¡Ah, señora Bruja!, ¿qué podremos hacer para demostraros nuestra gratitud y nuestro... ?
La Bruja
Guardar la mayor reserva, y ni más ni menos. En el momento mismo en que el secreto se divulgue, veréis convertirse esos doblones en víboras que os morderán sin que podáis evitarlo.
Tomillo
¡Cáspita! ¡Pues al momento le digo yo a nadie ni una palabra!
Rosalía
¿Ni a mi madre tampoco?
La Bruja
Si es capaz de guardar el secreto...
Tomillo
Cuando sepa que en hablando desaparecen las monedas, ya está más callada que mi abuelo, que se murió hace treinta años.
La Bruja
En ese caso, os autorizo para que se lo digáis, pero a ella sola.
Tomillo
Pues ahora mismo; las cosas, en caliente.
Rosalía
¡Si está durmiendo!
Tomillo
¡En cuanto oiga sonar esta bolsa, abrirá cada ojo... así! Vamos, Rosalía. ¡Ah, señora!... ¡Señora!... (Haciendo cortesías.)
La Bruja
Basta, basta; id adentro.
Tomillo
(¡Rosalía!)
Rosalía
(¡Tomillo!)
Tomillo
(¿Me quieres mucho?)
Rosalía
(¡Más que nunca!)
Tomillo
(¡Bendita sea tu boca!)
Rosalía
(¡Anda, tonto!) (Vanse.)
Escena VII
LEONARDO y LA BRUJA.
Leonardo
¡Oh, qué buena sois, qué buena!
La Bruja
Así mi alma se alboroza;
desgraciado el que no goza
al mirar la dicha ajena.
Y hecha su felicidad,
la tuya me resta hacer
¡hora es de satisfacer
tu justa curiosidad!
Para que lo oigas atento
y guardes en la memoria,
te voy a contar mi historia,
que va a parecerte un cuento.
(Se sientan en dos taburetes junto al hogar.)
Yo era una joven hermosa,
muy hermosa... y puedo hacer
mi elogio sin parecer
a tus ojos presuntuosa;
porque tal como yo era
de joven, audaz y osado,
me viste, mal de mi grado,
una noche en la ribera.
Leonardo
¡Erais vos!
La Bruja
Yo misma, sí.
Leonardo
¡Ah!
(Yendo a cogerla la mano.)
La Bruja
Respétame o me voy;
no me viste como soy,
que me viste como fui.
(Pausa.)
Allá en la corte vivía entre
el fasto y la grandeza,
y otra corte mi belleza
de adoradores tenía.
Disputábanse mi amor,
sin conseguir sus afanes,
entre otros, cuatro galanes
muy dignos de mi favor.
Mas yo a ninguno quería;
loca en sueños adoraba
a un hombre que no encontraba…
porque entre ellos no existía.
¡Un hombre que fuera así,
como tú, a quien luego hallé,
todo bondad, todo fe,
y todo amor para mí!
Con vil saña vengadora,
los amantes desdeñados
fueron a ver, despechados,
a una bruja encantadora.
Ella convencerse deja,
pone en mi contra su hechizo,
y les vende un bebedizo
para transformarme en vieja.
Leonardo
¡Qué horror!
La Bruja
Así, desgraciada,
empezó mi desventura.
¡Adiós, preciada hermosura,
adiós, juventud preciada!
Se arrugó mi tersa tez,
perdí belleza y salud,
y fui de la juventud
a la caduca vejez.
Para privarme de amores
aquella vieja zahorí,
la edad echó sobre mí,
de mis cuatro adoradores.
Leonardo
¡De los cuatro! ¿Y sostenéis
de tantos años el peso?
La Bruja
Por fuerza.
Leonardo
Mas según eso,
decidme ¿qué edad tenéis?
La Bruja
Contando como se debe
los propios y los extraños,
tengo ciento dieciocho años…
(LEONARDO se separa asustado.)
Voy para los diecinueve.
(Riendo.)
No lo debes extrañar,
que estoy bien envejecida.
Leonardo
No escuché en mi vida historia más
singular.
La Bruja
Por lo nueva y por lo varia
(Levantándose y avanzando hacia el
proscenio.)
comprendo que ha de asombrarte:
oye la segunda parte,
que es la más extraordinaria.
En la ruin transformación
que por mi mal he sufrido,
quedó el cuerpo envejecido,
mas joven el corazón.
Anheloso, palpitante,
con el amor se extasía:
éste es joven todavía…
Leonardo
(Con eso tengo bastante.)
La Bruja
Cuando tan vieja me vi,
desesperada lloré,
mas mi encanto averigüé,
y a deshacerlo corrí.
Vi a la maldita hechicera,
que tan infeliz me hizo,
y le pedí un contrahechizo,
pagando cuanto quisiera.
Pero… ¡ay!, la desgracia mía
era irreparable ya.
«Lo hecho, me dijo, hecho está,
no vale mi brujería».
Leonardo
¡Oh!
La Bruja
«Por mucho que me ofrezcas,
no encontrarás el remedio».
Y añadió: «Sólo hay un medio
para que rejuvenezcas».
Leonardo
¡Un remedio! ¿Es posible?
La Bruja
Sí.
Leonardo
(Con ansiedad.)
¿Y cuál es?, dime.
La Bruja
¡Qué tonto!
No te entusiasmes tan pronto.
La bruja me dijo así:
«Para volver a tu estado
de diez y seis primaveras,
preciso es que consiguieras
un imposible soñado.
Un galán a quien adores,
y que, aún mirándote así,
haga atrevido por ti
los sacrificios mayores;
que se lance con ardor
a una conquista que asombre,
que adquiera fortuna y nombre,
solo por lograr tu amor.
Y con su mano te dé,
ya alcanzada la victoria,
¡nombre, amor, fortuna y gloria!»
Leonardo
¡Basta, yo ese hombre seré!
Música (N.º 7) Dúo de La Bruja y Leonardo
La Bruja
(Con voz de vieja.)
¡Así, así te quiero yo!
Mi corazón no se engañó.
Leonardo
¡Confía en mí, no dudes más,
tu juventud recobrarás!
¡Fortuna, gloria y nombre
por ti he de conquistar!
La Bruja
Laureles mil te ofrece
la vida militar.
Leonardo
Luchando por la patria,
la dicha lograré.
La Bruja
La alcanzarás si tienes
amor, constancia y fe.
Leonardo
¡Sí, los tendré!
La Bruja
Hoy luchan en Italia
las armas españolas;
la guerra allí te brinda
honor, fortuna y gloria.
Un general invicto,
el duque de Saboya,
las españolas huestes
conduce a la victoria.
Con este anillo solo…
(Quitándose uno del dedo.)
que al duque mostrarás,
en sus gloriosas filas,
un puesto lograrás.
(Le da el anillo, que él se pone en la mano izquierda.)
Y si combates con valor,
serás el dueño de mi amor.
Leonardo
Allí luchando con valor,
digno me haré de tanto honor.
Será este anillo el talismán
con que se logre mi hondo afán.
La Bruja
Tanto como ese talismán
tus propios hechos te valdrán.
Leonardo
¡Mañana mismo partiré!
La Bruja
Yo aquí, tu vuelta esperaré…
Leonardo
Adiós, risueños campos
que nunca abandoné;
adiós, feraz ribera
adiós, mi humilde casa;
adiós, tranquilo hogar;
sin nombre y sin fortuna
no me veréis tornar.
La Bruja
Sí, volverás, que tienes fe;
yo aquí, tu vuelta esperaré.
Leonardo
¡Sí, volveré!
La Bruja
¡Cuánto me halaga el verle así,
buscando gloria para mí!
¡Un hombre así soñaba yo;
mi corazón no me engañó!
Leonardo
Me veo ya logrando allí
honor y gloria para ti.
Confía en mí, no dudes, no,
tu corazón no se engañó.
Leonardo
Confía en mí,
no dudes más.
La Bruja
Sí, volverás.
Leonardo
Tu juventud recobrarás.
Allí, luchando con valor
digno me haré de tal honor.
La Bruja
Un hombre así buscaba yo,
mi corazón no se engañó.
Leonardo
Será este anillo talismán
con que se logre mi hondo afán.
La Bruja
Tus propios hechos te valdrán
tanto como ese talismán.
Confío en ti, no dudo más,
mi juventud recobraré.
Leonardo
Confía en mí, no dudes más.
Tu juventud recobrarás.
Hablado
Leonardo
Todo cuanto es de valía
sin esfuerzo no se gana;
a Italia parto mañana,
en cuanto despunte el día.
La Bruja
¿Estás decidido?
Leonardo
Sí.
La Bruja
Piénsalo bien.
Leonardo
Lo he pensado.
De lauros vuelvo cargado,
o en la lucha muero allí.
Yo ofreceré a vuestras plantas
lo que conquiste arrogante.
La Bruja
¡Ve, mi caballero andante,
a ver si me desencantas!
Leonardo
¡A quién no inspiráis valor!
La Bruja
¡Ojalá no desfallezcas!
Leonardo
¡No!
La Bruja
Para que así merezcas
el ser dueño de mi amor.
Aunque, si bien se repara,
poco a la verdad merece
un amor que se te ofrece
con tal cuerpo y con tal cara.
(Ríe.)
Pero lucha decidido;
ya sabes que esta envoltura
humilde, triste, oscura,
guarda el gusano dormido;
y el calor de tus amores,
a tu vuelta venturosa,
¡nacerá la mariposa
con sus alas de colores!
Leonardo
¡Oh, sí, sí, renacerá!
(Óyese música lejana.)
Música. (N.º 8-A)
Pasacalle
Hablado sobre la música
La Bruja
¡Escucha! ¿Qué es eso? ¡Calla!
Leonardo
Es el son de una rondalla
que viene alegre hacia acá.
La Bruja
Quiero que nadie me vea,
y ya salir me precisa.
Leonardo
¡Tan pronto!
La Bruja
Sí, tengo prisa.
(De pronto.)
Me iré por la chimenea.
Leonardo
(Asustado.)
¿Cómo?
La Bruja
¡Je, je! ¡No me voy!
Pero tu asombro no creo
natural; por lo que veo,
te olvidas de lo que soy.
Leonardo
Es verdad.
La Bruja
Más vale así;
yo prefiero no asustarte.
Llévame por otra parte.
Leonardo
Venid, venid por aquí.
(Derecha.)
Al campo hallaréis salida.
La Bruja
Y mañana…
Leonardo
Partiré…
La Bruja
Y ¿no perderás la fe?
Leonardo
¡Antes perderé la vida!
(Vanse.)
Escena Última
Desde poco antes de acabar la anterior, óyese
un pasacalle de guitarras que van acercándose
hasta llegar a la puerta del foro.
TOMILLO, MAGDALENA y ROSALÍA que
salen por la izquierda.
Tomillo
¡Señá Magdalena,
venid por acá;
sepa todo el mundo
mi felicidad!
Magdalena
(Mentira parece,
mas no hay que dudar,
pues de un modo u otro
la bolsa es verdad.))
Música (N.º 8-B)
Escena
Tomillo
(Abriendo la puerta del foro.)
¡No estéis en la calle,
amigos, entrad!
Coro de Hombres
¿Qué es esto, qué pasa?
¿Qué ocurre, qué hay?
Otros
¿Por qué a tales horas
nos mandas entrar?
Todos
¿Qué es esto, qué pasa?
¿Qué ocurre, qué hay?
Tomillo
Pues hay… ¡Que me caso!
Coro
¿De veras?
Tomillo
Sí, tal.
Aquí está mi novia,
(Presentando a ROSALÍA.)
mi suegra aquí está.
(A MAGDALENA.)
¡Y aquí estoy yo, loco
de felicidad!
Coro
(Con extrañeza.)
¿La madre consiente?
Magdalena
¿Por qué lo extrañáis?
Es mozo y honrado…
(Haciéndole una caricia.)
nunca pedí más.
Tomillo
(Imitándola.)
(En mi vida he visto
desvergüenza igual.)
Coro
(Cuando ella le quiere
por algo será.)
Tomillo
(Al fin, Rosalía,
te puedo abrazar.)
Rosalía
(¡Que mira mi madre!)
Tomillo
No me importa ya.
(Le da un abrazo cuando mira MAGDALENA que finge no verlo.)
Leonardo
(Que ha entrado en escena cuando el CORO, se acerca en este momento a ROSALÍA y TOMILLO.)
Yo mañana mismo
parto del lugar,
y Dios sabe cuándo
vendré por acá.
En tanto que vuelvo,
aquí continuad,
que vuestros son siempre
mi casa y hogar.
Coro
¿Te marchas?
Magdalena
¿De veras?
Tomillo
Y ¿a dónde te vas?
Leonardo
¿A dónde? ¡Quién sabe!
¡Yo voy al azar…
por el mundo… en busca
de un sueño quizás!
Coro
(¡Siempre misterioso!
¿A dónde se irá?)
Tomillo
Para apadrinarnos,
como es natural,
tu marcha unos días
puedes retardar.
Leonardo
¡Imposible!
Tomillo
¡Basta!
(Aparte.)
(No me digas más.)
(A ROSALÍA.)
(Esto es que La Bruja
le manda marchar.)
Coro
(¡Siempre misterioso!
¿A dónde se irá?)
Leonardo
Hoy tanta alegría
no quiero turbar;
de vuestras guitarras
las cuerdas templad,
y hasta que la aurora
empiece a brillar,
de la jota a los sones alegres,
¡reíd y bailad!
Coro
¡Reíd y bailad!
(Jota. Durante el preludio, TOMILLO habla a LEONARDO, como instándole a que cante, a lo cual accede.)
Música (N.º 8-C)
Jota
Leonardo
No extrañéis, no, que se escapen…
suspiros de mi garganta,
la jota es alegre o triste
según está quien la canta.
¡Ay, canto alegre,
de mi país,
tal vez ya nunca
te vuelva a oír;
pero si acaso
no te oigo más,
siempre en el alma
resonarás!
Todos
Ésta es la jota
de mi país,
que a todas horas
me gusta oír;
sigue con ella
y ya verás,
al fin y al cabo
te alegrarás.
Hablado sobre la música
Tomillo
¡Viva la alegría
y vivan las suegras!
Y venga un abrazo,
(Abrazándola.)
señá Magdalena.
Magdalena
¡No aprietes, borrego!
Tomillo
Tengo poca fuerza.
(Sin soltarla.)
(¡Por eso te libras, que si la tuviera!… )
Leonardo
(Cantado.)
Como los pájaros cantan…
las penas de sus amores,
así canto yo la jota
para aliviar mis dolores.
¡Ay, canto alegre
de mi país!…
Todos
¡Ésta es la jota
de mi país!, etc.
(Durante el estribillo, TOMILLO obliga a
bailar con él a MAGDALENA. Risas y alegría
de TODOS. LEONARDO se deja caer en el
sillón en actitud de profunda melancolía,
contrastando con lo alegre del cuadro, que debe
ser animadísimo.)
FIN DEL PRIMER ACTO
Segundo Acto
editarCuadro Segundo
editarPlazoleta a la entrada del pueblo. A la derecha, en primer término, la casa del CURA, con emparrado sobre la puerta. En segundo término la iglesia, que hace esquina a una calle. Formando la entrada de ésta, otra casa y detrás el bosque. Al foro, camino real. A la entrada de éste, una cruz de piedra. Al foro izquierda, la montaña, con un camino practicable. En la cima, el castillo. A la izquierda, la casa de LEONARDO, exterior de la decoración del Primer Acto y llegando hasta el primer término la tapia del corral, cuya puerta da al público.
Escena I
Antes de levantarse el telón se oye el repique
alegre de las campanas de la iglesia.
ALDEANOS en traje de fiesta.
Música (N.º 9-A)
Coro
Coro
Hoy todos celebran
la Virgen de Agosto,
y hay una fiesta en el pueblo
con ríos de mosto;
las uvas doradas
espera el lagar;
no hay pena ni duelo
en todo el lugar.
La gente del campo
está satisfecha,
que en trigo abundante
se ve la cosecha.
Los días de invierno
alegres serán,
pues ya están seguros
el vino y el pan…
(Repique de campanas.)
Escena II
Dichos, TOMILLO, que sale de la iglesia.
Música (N.º 9-B)
Escena y Racconto de Tomillo
Unos
(Reparando en él.)
Allí sale Tomillo.
Otros
¡Qué triste viene!
Todos
Vamos a preguntarle
qué es lo que tiene.
(Acercándose a él.)
¿Por qué tan caviloso
vienes de allí?
Tomillo
Yo tengo mis motivos,
oíd, oíd.
Coro
(¿Qué le pasará?
¿Por qué vendrá así?)
Tomillo
A los nueve meses
de haberme casado
un niño nació;
y aunque fue tan pronto,
la verdad, amigos,
no me sorprendió.
Coro
¡Claro está que no!
Tomillo
A muy poco tiempo
encinta mi esposa
volviose a encontrar;
mas el caso entonces
no tenía nada
de particular.
Coro
¡No era de extrañar!
Tomillo
Yo al saberlo dije:
¡otro hijo tenemos,
bendito sea Dios!
Pero llega el trance,
yo esperaba un chico…
Y nacieron dos.
Coro
¡Todo sea por Dios!
Tomillo
Esto ya me asusta,
pues mi amada esposa
tan fecunda es,
que me estoy temiendo
que dentro de un año
me regale tres.
Coro
¡Harto fácil es!…
Tomillo
¡Vaya si lo es!
Escena III
Dichos, ROSALÍA, MAGDALENA y CORO
de ALDEANAS, cada una de aquéllas trae en
brazos un niño en mantillas.
Música (N.º 9-C)
Escena y Coro
Aldeanas
Ya presentó a la Virgen
la madre cariñosa
los vástagos que el cielo
le concedió:
que muchos años vivan
y sean muy cristianos,
y ricos y felices
los vea yo.
Magdalena y Rosalía
¡Gracias!
Tomillo
¡Mil gracias!
Coro
Reciban, pues,
abuela y padres
el parabién.
Magdalena y Rosalía
¡Gracias!
Tomillo
¡Mil gracias!
Aldeanos
¡Cómo ha de ser!
(A TOMILLO.)
Ya tendrás cuatro,
si hoy tienes tres.
(MAGDALENA, con uno de los niños, queda en el centro del grupo de MUJERES; una de éstas, con el otro niño, entre el grupo de HOMBRES, y en medio de éstos y el de MUJERES, TOMILLO y ROSALÍA, que miran, entusiasmados, cómo hacen caricias a sus hijos.)
Mujeres
¡Ved, qué hermosotes
y qué rollizos;
son dos mantecas
los dos mellizos!
Hombres
¡Qué ojazos negros
tan habladores!
Mujeres
¡Y qué carrillos
y qué colores!
(Haciendo fiestas.)
¡Ajito al nene,
ajito, ajito
¡qué gracia tiene
el angelito!
Hombres
¡Ajito, ajito!
Todos
¡Ajito, ajó!
¡Ven, chiquirritito,
que te quiero yo!
Tomillo y Rosalía
¡Ajito, ajito!…
Mujeres
En lo robusto
sale a su madre,
pero los ojos
son de su padre.
Hombres
No niega el chico
la parentela,
pues las narices
son de su abuela.
Mujeres
¡Ajito al nene!
Hombres
¡Ajito, ajito!
Mujeres
¡Qué gracia tiene
el angelito!
Hombres
¡Ajito, ajito!
Todos
¡Ajito, ajó!
¡Ven, chiquirritito,
que te quiero yo!…
¡Ajito, ajito,
Ajito, ajó!...
Tomillo
(A ROSALÍA.)
Dos años hace
que nos casamos,
y, como entonces,
nos adoramos.
Rosalía
Yo aún más te quiero
que el primer día.
Tomillo
Tú eres mi gloria,
esposa mía.
Rosalía
Nunca me falte
tu cariñito.
Tomillo
También el tuyo
lo necesito.
Los Dos
¡Ajito, ajito,
ajito, ajó!
Rosalía
¡Ven, mi maridito,
que te quiero yo!
(Abrazándose.)
Tomillo
¡Ven, cuerpo bonito,
que te quiero yo!
Coro
¡Ajito, ajito,
ajito, ajó!
Hablado
Aldeano 1.º
(A MAGDALENA.)
¡Abuela, que se le cae la baba!
Magdalena
¡Claro que sí! Y a mucha honra; que nietos más hermosos no los ha tenido nadie en el mundo, ¡huy, qué ricos! (Haciéndoles fiestas y cogiendo a los dos en brazos.)
Tomillo
Gracias a este prójimo.
Rosalía
¡Miren al presumido!
Tomillo
¡Y a esta rosa de mayo! (Dando cariñosamente con la mano en la cara a ROSALÍA.)
Rosalía
¡Déjame, tonto!
Magdalena
¡Ea, ea; a casa todos, que ya nos espera el agasajo! Chocolate y panales para las mujeres y para los hombres un tinto de la Rioja que tiene más años que yo.
Tomillo
¡Pues ya será viejo!
Magdalena
¡Andando, andando!
Aldeano 4.º
Nosotros aceptamos el ofrecimiento; pero después del partido. Para lanzar bien la pelota, se necesita tener la cabeza fresca y el pulso sereno. ¿Es verdad, muchachos?
Varios
¡Verdad, verdad!
Tomillo
Bueno, pues beberéis después a la salud de esos dos muñecos para que se críen sanos y robustos y, andando el tiempo, no tengan miedo en el frontón a los que vengan de Vizcaya y Guipúzcoa para medir sus fuerzas con los del Roncal.
Magdalena
Pues a casa nosotras.
(Las MUJERES viejas y algunas jóvenes, con MAGDALENA y ROSALÍA entran en la casa de la izquierda.)
Aldeano 4.º
¡Y nosotros a la plaza!
Tomillo
(Que se han acercado a la casa del CURA.) ¡Señor Cura, dese prisa, que ya le esperan! (Vase el CORO de HOMBRES y el resto de las MUJERES por la derecha, menos ALDEANOS 1.º, 2.º y 3.º.)
Escena IV
TOMILLO y ALDEANOS 1.º, 2.º y 3.º.
Aldeano 1.º
Oye, Tomillo.
Tomillo
¿Qué hay?
Aldeano 1.º
Tú, que tienes confianza con el señor Cura, ¿por qué no le preguntas si es cierto lo que dicen por ahí?
Tomillo
¿Y qué es lo que se cuenta?
Aldeano 1.º
Pues también debes haberlo oído, porque en Pamplona has estado, y en toda la ciudad no se habla de otra cosa.
Tomillo
Pero, ¿qué es ello?
Aldeano 2.º
Que el rey, que Dios guarde, está hechizado.
Tomillo
¡Toma, toma; pues si eso lo saben en todas partes!
Aldeano 1.º
Y ¿has hablado de ello con el señor Cura?
Tomillo
¡Claro que sí!
Aldeano 3.º
Y ¿qué dice?
Tomillo
No dice nada.
Aldeano 2.º
Pues no puede decir menos.
Tomillo
Cuando he querido hablarle del asunto, me ha contestado siempre lo mismo: «Pide a Dios por el rey en tus oraciones y compadécele, porque es muy desdichado».
Aldeano 1.º
Ayer en la ciudad se decía que había ido a la corte desde lenguas tierras un fraile capuchino para sacarle los demonios del cuerpo a su majestad.
Aldeano 2.º
Pero ¿será verdad que los tiene dentro?
Aldeano 1.º
Eso aseguran, y que todo ello ha sido obra de una hechicera bruja. (Mirando con temor hacia la montaña.) Acaso del castillo, porque dicen que los maleficios alcanzan a muy lejos.
Tomillo
¡No digas disparates! Ésa no hace daño.
Aldeano 1.º
¡Claro, tú qué has de decir!
Aldeano 2.º
Como a ti no te ha hecho más que favores…
Tomillo
¿A mí?
Aldeano 3.º
Y te protege siempre que la necesitas.
Tomillo
Si yo ni la oigo ni la veo, ni la entiendo desde antes de casarme.
Aldeano 1.º
Anda, anda, díselo a quien te crea.
Tomillo
Os aseguro que … (Yendo a la casa.) ¡Señor Cura, que se enfría el chocolate!
Aldeano 2.º
Se conoce que no te agrada la conversación.
Tomillo
Como que no decís más que simplezas. (De pronto.) Y aunque fuera cierto que la tal Bruja siguiera en el castillo, deberíais todos en el pueblo no mentarla sino con respeto. Cuando ha poco se incendiaron dos casas de la ribera, sin que de ellas quedase más que escombros, bien sabéis que sobre las ruinas se encontró un bolsón con escudos bastantes para reedificar cuanto se había quemado.
Aldeano 1.º
Es cierto.
Tomillo
Y ¿quién sino ella podía haberlos dejado de una manera tan misteriosa?
Aldeano 1.º
Tal creímos todos.
Tomillo
¿Y cuando el año pasado la peste azotó la comarca? Solos quedaron los vecinos enfermos con el señor Cura y los médicos que vinieron de la ciudad, y ya sabéis que los apestados dicen que La Bruja les curó con sus propias manos.
Aldeano 1.º
Eso es mucha verdad.
Tomillo
Así pues, punto en boca, y si es cierto que sigue en el castillo, allá se las haya y no hablemos mal de ella, que algún día podemos necesitarla.
Aldeano 2.º
Tiene razón Tomillo.
Tomillo
(Yendo hacia la casa.) Señor Cura…
Escena V
Dichos y EL CURA.
El Cura
¡Aquí estoy ya, hombre, aquí estoy ya! Buenas tardes, muchachos.
Aldeanos
Buenas nos las dé Dios.
El Cura
Vamos cuando quieras.
Aldeano 1.º
¿No faltará su merced al partido, eh?
El Cura
¡Qué he de faltar! Pues si yo tuviese veinte años menos… ya veríais lo que era un jugador. En mis tiempos, manejando la barra o haciendo botar la pelota, no había quien me aventajara; pero ya… vamos todos a tomar chocolate.
Aldeanos
Hasta luego, señor Cura; adiós, Tomillo.
Tomillo
Venid a casa, echaréis un trago y después nos iremos todos juntos.
Aldeano 1.º
Por mí, andando.
Aldeanos
Vamos allá. (Entran todos en la casa de la izquierda.)
Escena VI
Siete JUGADORES de pelota roncaleses por la
derecha, con los brazos arremangados. Después
otros siete VIZCAÍNOS que salen por el foro.
Música (N.º 10)
Coro de Pelotaris
Roncaleses
En la plaza ya la gente
grita, bulle y alborota,
que aguardando está impaciente
el partido de pelota.
Jugadores de Vizcaya
han venido desde allá;
mas sabrán poner la raya,
como siempre, los de acá.
Vizcaínos
(Presentándose.)
¡Eso allí
se verá!
Roncaleses
¡Eso sí,
claro está!
Vizcaínos
De Vizcaya hemos llegado
sin temor a la derrota,
que jamás nos han ganado
en el juego de pelota.
Ya se cruzan las apuestas
que dan brío al jugador,
y las manos están prestas
a aplaudir al vencedor.
Roncaleses
¡A ganar sin temor,
a jugar con ardor!
Todos
¡A ganar sin temor,
a jugar con ardor,
a jugar, a jugar con ardor, sí!
(Haciendo de cada uno de los grupos dos
JUGADORES. Los bandos siguen con interés
el partido. Los cuatro JUGADORES figuran
hacer botar la pelota sobre el suelo y recogerla
en el aire, lanzándola sobre la pared de derecha
a izquierda. VIZCAÍNOS y RONCALESES,
cuando juegan los de su bando, siguen con la
vista la marcha ilusoria de la pelota. El ruido
que producen los golpes de ésta, debe simularse
desde la concha del apuntador y entre bastidores
a la izquierda, y oírse clara y distintamente.)
(Hablado)
Roncaleses
¡Saca ya!
¡Buena va!
Vizcaínos
¡Rebotó!
Roncaleses
¡No se irá!
¡Cógela!
Vizcaínos
¡Firme da!
Roncaleses
¡La alcanzó!
Roncaleses y Vizcaínos
¡Ganará!
(Cantado)
Roncaleses
¡Ande la pelota,
mira cómo bota!
(A la vez VIZCAÍNOS y RONCALESES.)
Vizcaínos
¡Vaya un sotamano,
dale otro revés!
Roncaleses
¡Buen botiboleo,
sigue con deseo,
prueba que no en vano
eres roncalés!
Vizcaínos
¡Siéntale la mano;
vence al roncalés!
Roncaleses
Si le das, ganarás.
Vizcaínos
¡No pasó del escás!
Roncaleses
¡Paso atrás!
Vizcaínos
¡Le ganó!
Roncaleses
¡Quince más!
(Cada uno de los JUGADORES se incorpora a
su bando.)
Todos
¡Se comprende que haya
entusiasmo igual
por los de Vizcaya
y los de Roncal!
(Unidos de cuatro en cuatro, interpolados,
VIZCAÍNOS y RONCALESES, abrazándose
por la cintura vanse por la derecha.)
Escena VII
ALDEANO 1.º, que asoma por la puerta.
Después ALDEANOS, ROSALÍA, MAGDALENA
y EL CURA. Luego TOMILLO.
Hablado
Aldeano 1.º
¡Ya van los jugadores a la plaza! ¡Salid todos!
Aldeano 2.º
Vamos allá, no lleguemos tarde. (Vanse por la derecha los HOMBRES y las MUJERES que entraron antes en la casa, menos las viejas.)
Aldeano 3.º
Apuesto dos blancas por los del pueblo.
El Cura
(Yendo tras ellos.) ¡Si yo tuviera veinte años menos, ya se lo diría a los vizcaínos!
Tomillo
¡Hasta luego, Rosalía!
Rosalía
Espérate, que ahora haces falta en casa.
Tomillo
¿Para qué? ¿Para ver hartarse de bizcochos a esas viejas tragonas? ¡Ya les daría yo chocolate! Rejalgar…
Magdalena
Es preciso que prepares el refresco para los mozos, que vendrán luego. (Con amabilidad.) Y además, habiendo en casa gente de fuera, no parece bien que el amo se vaya. (Entra en la casa.)
Tomillo
(A ROSALÍA.) Sólo en ocasiones como ésta, dice tu madre que soy el amo.
Rosalía
Ya sabes tú que lo eres de todo.
Tomillo
Con serlo tuyo tengo bastante, cordera mía.
Rosalía
Anda, borrego. (Empujándolo hacia la casa.)
Tomillo
Cada día la quiero más. (Entrando en casa.)
Escena VII
LEONARDO, de capitán de Tercios de Italia.
Aparece por el camino real y se detiene en la
entrada de la plaza.
Música (N.º 11)
Arietta de Leonardo
Leonardo
¡Todo está igual,
parece que fue ayer
el día que partí!
¡Con qué placer
te vuelvo a ver,
risueña aldea
en que nací!
Allí la cruz,
donde me fui a postrar
con santa devoción;
allí la iglesia, en que aprendí a rezar
la primera oración.
El campo allí que ufano recorrí
alegre en mi niñez;
allí la senda que cruzar la vi
por la postrera vez.
El bosque allá que encantos ofreció
de plácida quietud;
allí el hogar donde feliz soñó
mi ardiente juventud.
¡Todo está igual, parece que fue ayer
el día que partí!
¡Con qué placer
te vuelvo a ver,
risueña aldea
en que nací!…
Escena IX
Dicho y TOMILLO, que sale de casa.
Hablado
Tomillo
¿Qué es lo que ven mis ojos? Pero ¿no es un sueño? ¡Leonardo¡, sí, es él. (Llamándole.) ¡Leonardo!
Leonardo
¡Tomillo!
Tomillo
¡Tú, capitán!
Leonardo
De arcabuceros de los Tercios de Italia.
Tomillo
No salgo de mi asombro.
Leonardo
Ven a mis brazos y estrecha entre los tuyos a un verdadero amigo.
Tomillo
¡Con toda mi alma! (Se abrazan.) Pero… la verdad, me infundes respeto.
Leonardo
Cariño sólo quiero inspirarte.
Tomillo
Sabes que siempre te lo tuve.
Leonardo
Ya lo sé.
Tomillo
Ven, ven a tu casa. Están ahí la familia y unas vecinas… ¡qué sorpresa va a ser para todos!
Leonardo
Quiero no ser visto de nadie. La impaciencia y el deseo de visitar estos sitios que me son tan queridos, que están para mí tan llenos de dulces memorias, me han impulsado, contra mi voluntad, a venir antes de la noche.
Tomillo
Vamos, que te estoy mirando y me parece un sueño. No extrañes el verme con la boca abierta.
Leonardo
Dime en pocas palabras lo que ha sucedido durante mi ausencia, ¿te casaste?
Tomillo
¡Pues ya lo creo!
Leonardo
¿Y tienes algún hijo?
Tomillo
¡Tres!
Leonardo
¡Cómo es posible! En este tiempo…
Tomillo
Si te retrasas un poco más, me hallas con media docena… primero uno, luego dos y luego… lo que Dios disponga.
Leonardo
¿Y eres feliz?
Tomillo
Hasta con mi suegra. Esa casa es el nido de la felicidad. Compré el molino, trabajé con fortuna y hoy ya no guardo ovejas sino que me las como.
Leonardo
Me llenas el alma de regocijo.
Tomillo
Hasta la señá Magdalena ha dejado de gruñir. ¿Querrás creerlo? Sus nietos la han domesticado. Son tres capullos de rosa, tres angelitos del retablo de la iglesia. Hoy, cumplidos los cuarenta días del nacimiento, ha presentado Rosalía los dos mellizos a la Virgen y ahí están las vecinas festejando el caso. ¡Anda, entra y conocerás a mis tres retoños!
Leonardo
Ya los veré. Déjame ahora.
Tomillo
¿Y tú? ¿Por dónde has andao todo este tiempo? Viendo que pasaban los meses y los años sin saber de ti, por muerto te dimos, rezamos un Padrenuestro por tu alma y… se llenaron de lágrimas muchos ojos.
Leonardo
Sí, lo creo.
Tomillo
Los míos no quedaron enjutos.
Leonardo
(Abrazándole.) ¡Pobre Tomillo!
Tomillo
Con que, vamos, dime lo que ha sido de ti, que aún no me doy cuenta de ese uniforme y de esa banda.
Leonardo
Antes contesta a mi pregunta.
Tomillo
(Después de una pausa y de mirar al castillo.) Sin novedad.
Leonardo
¿Cómo?
Tomillo
En el castillo; no baja más que cuando la llamo.
Leonardo
¡Me has adivinado!
Tomillo
Pues ¿podría no comprenderte?
Leonardo
El son de mi bocina…
Tomillo
Es la llamada a que siempre acude. Ni una vez ha faltado, es mi protectora, mi bien, mi guía.
Leonardo
¿Habéis hablado de mí?
Tomillo
Cuantas veces la he visto: «¿Tienes noticias de Leonardo?», me pregunta, y al oírme contestar negativamente, no habla más de ti. Ya sabes que ella gasta pocas palabras. «¿Qué deseas?», tal cosa, «toma, agur y se acabó». Cuando nació mi primer chiquillo le dije: «Señora, yo deseo que seáis su madrina». Soltó una carcajada y contestó: «Eso no puede ser». ¿Por qué?, «porque el nombre de la madrina ha de inscribirse en la fe de bautismo, y qué nombre pondrías?» Me quedé sin saber qué contestarle, y entonces me dijo: «Lo que sí quiero es que el niño se llame Leonardo».
Leonardo
(Con alegría.) ¿De veras?
Tomillo
Y así se llama. Ya lo verás; colorado como
una manzana, con unos carrillazos, que
parece estar siempre tocando la trompeta.
Leonardo
De modo que ella, por lo visto, no se olvida de mí.
Tomillo
¡Qué ha de olvidarse!
Leonardo
¡Bendita sea! Le debo mi suerte.
Tomillo
¡Me lo figuraba! Como yo la mía.
Leonardo
Llegué a Italia, presenté al duque de Saboya el anillo que ella me dio y, en el acto, tuve lugar honroso en las filas del ejército. No hubo acción de guerra en que yo no ocupase el puesto de mayor peligro; combatía con el arrojo del que todo lo espera y nada teme, y al conseguir cada victoria, el General, concediéndome el premio merecido me repetía siempre estas mismas palabras: «Bien Leonardo, así se logra todo en el mundo: tú alcanzarás lo que te ha prometido La Bruja». Y al nombrarla se sonreía.
Tomillo
¿De modo que le contaste la historia?
Leonardo
Tal como te la referí en secreto el día de mi marcha.
Tomillo
Y tal como la he guardado, sin que en el mundo la sepa nadie más que yo.
Leonardo
Las heridas que llenan mi cuerpo atestiguan el valor con que me he lanzado a la pelea. Todo me parecía poco para merecer el amor de aquel ser ideal, cuya imagen no se borra de mi memoria. Al fin, pocos días hace, el duque de Saboya me llamó a su presencia y cruzando con esta banda mi pecho, así me dijo: «Vuelve a España, ya eres digno de la mujer por quien has combatido; ve a deshacer su encanto y que el cielo os conceda a los dos toda la ventura que merecéis». Y aquí me tienes.
Tomillo
Pero ¿tú esperas que el hechizo se deshaga y que ella…?
Leonardo
Lo espero todo. La fe que me ha sostenido en la lucha, no ha de abandonarme cuando más la necesito. ¿Dudas tú acaso?
Tomillo
Yo, la verdad, como la veo así tan viejecita y tan encorvada, me parece mentira que pueda echar de sí el peso de tantísimos años. Porque ¡cuidado que está consumida! Más que cuando te fuiste. Ella es muy buena, una santa, un ángel; pero… parece una castaña pilonga.
Leonardo
¡Mi amor, mi constancia, mi fe, le volverán la juventud y la belleza!
Tomillo
¡Dios lo haga… y de salud te sirva!
Leonardo
¿Ella continuará no apareciendo más que por las noches?
Tomillo
De día, aunque la haya llamado, no ha venido nunca.
Leonardo
Pues he de verla hoy mismo. Dame la bocina, subiré al castillo, y en cuanto anochezca, la llamaré.
Tomillo
Pero antes ven a casa. No necesitas ver a la gente, entraremos por la corralada y pasas a tu habitación, que está tal como la dejaste. Así coges tú mismo la bocina.
Leonardo
¡Sea, vamos!
Tomillo
Y verás a mis chiquillos; tres terneros, aunque sea mala comparación.
Leonardo
¡Sí los veré, hombre, sí los veré!
Tomillo
Entra, entra. (Pues. señor, le estoy viendo con ese traje y me parece mentira. ¡El poder de La Bruja es mucho más grande de lo que todos creíamos!) (Vanse por la puerta del corral que da al frente del público.)
Escena X
ROSALÍA, después TOMILLO.
Rosalía
¡Tomillo, Tomillo! De seguro se ha ido a la plaza. Ha hecho bien. El pobrecillo no se divierte nunca; es justo que aproveche un día de fiesta como el de hoy. Siempre metido en casa; siempre trabajando. Es más bueno que el pan… en fin, cuando ¡hasta mi madre lo reconoce!... (Se ha acercado hablando hasta el primer término. TOMILLO, que sale por la puerta de la corralada, la llama en voz baja.)
Tomillo
¡Rosalía!
Rosalía
¡Tomillo! ¿Qué haces ahí?
Tomillo
Chist, ¡Ven acá! (En voz muy baja toda esta escena y la siguiente.)
Rosalía
(Acercándose.) ¿Qué quieres?
Tomillo
¿Dónde está tu madre?
Rosalía
Con las vecinas.
Tomillo
¿Todavía están tomando el chocolate?
Rosalía
Charlando en la cocina y bebiendo limonada.
Tomillo
Ésas, por tragar…
Rosalía
¿Pero, qué pasa?
Tomillo
Prepárate para una gran sorpresa.
Rosalía
¿Yo?
Tomillo
Sí, no vayas a asustarte y lo paguen luego los chiquillos.
Rosalía
Pero, ¿qué sucede?
Tomillo
Que vas a ver a una persona que….¡en fin, mira!
Escena XI
Dichos, LEONARDO que aparece por la puerta.
Lleva la bocina colgada a la bandolera como en
el Primer Acto. Empieza a anochecer.
Rosalía
¡Jesús! ¡Él, tú, Leonardo!
Leonardo
¡Rosalía! (Abrazándola.)
Rosalía
¡Tú aquí y en ese traje!
Leonardo
¡Yo mismo, yo!
Rosalía
¡Oh, qué alegría! ¡Madre, madre! (A voces.)
Tomillo
(Tapándole con la mano la boca.) ¡Calla, mujer! Que no quiere que lo vean.
Leonardo
(A TOMILLO con rapidez.) Voy al castillo por el atajo. Volveré a la noche. ¡Adiós! (Vase por el primer término izquierda.)
Escena XII
Dichos, menos LEONARDO,
luego MAGDALENA.
Rosalía
Pero…
Tomillo
Calla; yo te explicaré lo que pasa.
Magdalena
(Saliendo.) ¿Qué es eso? ¿Por qué me llamabas?
Rosalía
(Turbada.) Porque… ya vuelve la gente de la plaza. (Yendo hacia la derecha.) Vamos a ver quién ha ganado.
Magdalena
Válgame Dios, creí que pasaba algo.
Rosalía
No vuelvo de mi asombro. (Se acerca a TOMILLO, y mientras entra el CORO, habla con él.).
Escena XII
Dichos y CORO general.
Música (N.º 12)
Escena y Zortziko
Coro
Al cabo los del pueblo
salieron vencedores,
y vuélvense a Vizcaya
los otros jugadores.
No cabe la alegría
que el noble triunfo da;
en danza pues, muchachos,
el baile empiece ya.
(Colocándose en primer término el tamborilero
y el que toca la dulzaina.)
Tomillo
Yo de pareja con mi mujer,
otra no encuentro que haya mejor;
tal vez por eso llegan a ser
tantas las pruebas de nuestro amor.
Rosalía
Yo tu pareja prefiero ser,
no hay aquí mozo más bailador;
anda, Tomillo, que tu mujer
contigo siempre baila mejor.
(Bailan ROSALÍA y TOMILLO el zortziko.)
Escena XIV
Dichos, EL INQUISIDOR y seis ESBIRROS
que aparecen por el foro. Suspéndese el baile.
Los ALDEANOS se agrupan sorprendidos y
atemorizados.
El Inquisidor
Seguid, seguid bailando.
No interrumpáis la fiesta.
¿En dónde la morada
del señor Cura está?
Coro
(Señalando la casa.)
Ahí vive el señor Cura.
El Inquisidor
Seguid, seguid la danza.
(Entra con los ESBIRROS en casa del CURA.)
Coro
¡Qué miedo!, el Santo Oficio
aquí, ¿qué buscará?
Tomillo
No os asustéis, muchachos,
que en este pueblo todos
somos cristianos viejos,
y nada hay que temer.
De fijo va de paso,
y a descansar un poco,
y ver al señor Cura
se quiso detener.
Ellas
Eso es verdad.
Ellos
No hay que temer.
Todos
Siga el zortziko.
En baile, pues.
Rosalía y Ellas
Siempre mi mozo
lleva a compás
el arrogante cuerpo gentil,
anda moreno, muévete más,
cansa a la gaita y al tamboril.
Tomillo y Ellos
Cuando se enciende roja la tez,
son tus mejillas rosas de abril;
anda, morena, vuelve otra vez,
cansa a la gaita y al tamboril…
(Baile general. Anochece por completo.)
Escena XV
Hablado
El Inquisidor
No me digáis más, señor Cura. Comprendo que la edad y los achaques no os permitan hacer tan penosa ascensión. Basta con que alguno del pueblo me sirva de guía.
El Cura
Yo lo buscaré. Muchachos, ¿quién de vosotros quiere acompañar al señor Inquisidor hasta el castillo? (Los ALDEANOS retroceden como asustados.)
Tomillo
(Aparte a ROSALÍA.) (¡Al castillo! ¡Vienen a prenderla!)
Aldeano 1.º
A estas horas…
Aldeano 2.º
Pronto será noche cerrada.
El Inquisidor
Llevamos linternas.
El Cura
No extrañéis su temor…
Aldeano 1.º
Subir de noche allá…
El Inquisidor
¡Basta, venid todos! Así será menor su miedo y verán algo que les sirva de provechoso ejemplo en bien de nuestra santa religión. Aguardadme ahí dentro, señor Cura. ¡Vamos al castillo!
El Cura
¡Hijos míos, obedeced! (¡No puedo salvarla! ¡Rogaré a Dios por ella!) (Entra en la casa.)
Escena XVI
Dichos, menos EL CURA.
Música (N.º 12-bis)
Coro
Coro
(Siguiendo al INQUISIDOR y los ESBIRROS, que empiezan a subir por la montaña. TOMILLO detiene a ROSALÍA que va a seguirlos.)
Marchemos todos sin dilación,
que así lo ordena
la Inquisición.
Andando, andando,
vamos allá…
La noche oscura
cayendo va.
(Desaparecen.)
Hablado sobre la música
Rosalía
¡Tomillo!
Tomillo
No hay que dudar.
Rosalía
Nosotros…
Tomillo
Silencio ahora.
Hoy a nuestra protectora
es necesario salvar.
A escape vamos los dos;
ellos por el monte bajo,
nosotros por el atajo,
¡y que nos proteja Dios!
(Echan a correr y vanse por donde antes LEONARDO.)
MUTACIÓN A LA VISTA
Cuadro Tercero
editarMeseta en la cima de la montaña. A la izquierda el castillo. A la derecha, ruinas. Al fondo el horizonte. Luz de luna que se oscurece al primer toque de bocina de LEONARDO.
Escena XVII
LEONARDO, por la derecha.
Música (N.º 13)
Dúo de Leonardo y La Bruja
Leonardo
(Deteniéndose.)
¡Por fin 26 llegué! ¡No hay nadie!
¡Qué triste soledad! (Pausa.)
¡Ay Dios! ¿Por qué mi pecho
tan agitado está?
Tranquilo en cien combates
buscó la muerte audaz,
y hoy tímido lo siento
medroso palpitar.
¿Qué es esto? ¿Yo cobarde?
¡Valor, no dudo más!
(Cogiendo la bocina que trae colgada en bandolera.)
A ver si al fin mi sueño
se cambia en realidad.
(Toca la bocina. El eco repite el sonido dos veces.)
El eco a la llamada
responde nada más.
Mi fe, tan viva siempre,
empieza a vacilar.
(Toca otra vez. Ábrese la puerta del castillo y aparece LA BRUJA.)
¡Ah!
Escena XVII
LEONARDO y LA BRUJA.
La Bruja
¿Qué miro? ¡Sí, Leonardo!
Leonardo
(Arrodillándose.)
¡Rendido a vuestros pies!
La Bruja
¡Tu pecho con tal banda!
(Acercándose a él.)
Leonardo
Por vos la conquisté.
La Bruja
¡Por mí!
Leonardo
¡Por vos tan solo!
¡Mi gloria vuestra es!
(Levántase.)
La Bruja
(Con voz natural, pero reconcentrada.)
No en vano su esperanza
mi amor cifraba en él.
Leonardo
Por vos, en el combate
cien veces y otras cien
luchando valeroso,
victorias alcancé.
Aquí a buscaros vengo,
a mi palabra fiel.
Veremos si la vuestra
sabéis cumplir también.
La Bruja
(Con voz de vieja.)
¿Lo dudas?
Leonardo
Yo no dudo;
mas pienso que tal vez
lograr aún no merezca
el anhelado bien.
La Bruja
¡Oh, sí, ¡tu fe consigue
mi encanto deshacer;
al fin del negro hechizo
hoy libre me veré!
Leonardo
¿De veras?
La Bruja
Sí, Leonardo.
Leonardo
¡Oh Dios, no me engañéis!
La Bruja
Por ti rejuvenezco,
por ti vuelvo a mi ser.
Hoy mismo, ante tus ojos
huyendo la vejez,
como me viste en sueños,
me volverás a ver. ¡Sí!
Circula en mis venas
la sangre ya hirviente,
prestándome grato
su vivo calor;
el cuerpo caduco,
brioso se siente,
y agitan mi pecho
latidos de amor.
En olas de fuego
me inunda la vida,
de doble ventura
gozando a la par;
en mí se despierta
el alma dormida,
y alegre me dice:
¡ya puedes amar!
Leonardo
Así, de vos ausente,
se realizó mi sueño,
fingido por la mente
con pertinaz empeño.
Yo os vi en gentil doncella
mil veces transformada,
esplendorosa y bella
mirarme enamorada.
Mas, ay, que presto huía
la mágica ilusión,
y el nuevo sol desvanecía
la celestial visión.
La Bruja
No alimentaste en vano
esa ilusión hermosa,
verás cómo el gusano
se trueca en mariposa.
Verás cuán se desprende
la ninfa entre las flores,
y ufana al aire tiende
sus alas de colores,
buscando el bien que adora
sin ser dueña de sí,
como a la luz que la enamora
irá volando a ti.
Leonardo
Buscando el bien que adora
sin ser dueña de sí,
como a la luz que la enamora
vendrá volando a mí.
La Bruja
¡Oh juventud, florida primavera
llena de amor, de aromas y de luz;
vuelve a mi ser, alegre mensajera
de dicha y paz, bendita juventud!
El corazón que suspiraba esclavo
late otra vez con juvenil ardor.
Los Dos
Ya soy feliz, porque se torna al cabo
en realidad el sueño de mi amor…
La Bruja
(Riendo burlonamente.)
¡Je, je, je, je!
Leonardo
¿Reís? ¿Por qué?
La Bruja
¡Je, je, je, je!
Leonardo
No deshagáis mi encanto;
¡por Dios, no me engañéis!
La Bruja
¡Como me viste en sueños
me volverás a ver!
Leonardo
¡La ansiada juventud
recobre vuestro ser!
Música (N.º 14)
Final II
La Bruja
(Escuchando.)
¡Ese rumor! ¡Silencio!
Leonardo
Gente que se acerca.
(Mira a la derecha.)
¡Sí, Tomillo y Rosalía!
Los Dos
¿A qué podrán venir?
Escena XIX
Dichos, TOMILLO y ROSALÍA, que jadeantes
aparecen por la derecha.
Tomillo
¡Leonardo!
Rosalía
¡Señora!
Leonardo
¡Vosotros aquí!
Tomillo y Rosalía
Sin fuerza ni aliento
llegamos al fin.
Leonardo
¿Por qué tal espanto?
La Bruja
¿Qué ocurre, decid?
Tomillo
(A LA BRUJA.)
¡Que estáis en peligro!
¡Que vienen ahí!
Rosalía
¡Que suben!
Tomillo
¡Que os buscan!
Rosalía
¡Salvaos!
Tomillo
¡Huid!
Leonardo
¿Quién llega?
La Bruja
¿Quién viene?
Leonardo y La Bruja
¿Qué pasa?, decid.
Tomillo y Rosalía
¡Oíd!
Leonardo y La Bruja
¡Hablad!
Tomillo y Rosalía
¡Oíd, oíd!
De la ciudad al pueblo,
al ponerse el sol
llegó con seis esbirros
un Inquisidor.
Que vienen a prenderos
lo sabemos ya,
por bruja y hechicera
y no sé qué más.
Pensadlo bien, señora,
¿qué va a ser de vos
cogida entre las garras
de la Inquisición?
¡Montaos en la escoba
que tendréis ahí,
y a escape, antes que lleguen,
por el aire huid!
¡Huid, huid,
por el aire huid!
Coro Interior
Andando, andando,
llegamos ya,
la noche triste
y oscura está.
Marchemos ya,
la noche oscura
cayendo va.
Tomillo
¡Ya suben!
Rosalía
¡Ya vienen!
Tomillo
¡Ya llegan!
Rosalía
¿Oís?
Leonardo
En defensa vuestra
sabré yo morir.
(Yendo a desenvainar el acero.)
La Bruja
(Deteniéndole.)
¿Quieres, insensato,
perderte por mí?
Contra el Santo Oficio
no oses combatir;
yo sabré salvarme,
aguarda aquí.
(Entra en el castillo, cuya puerta se cierra.)
Escena XX
LEONARDO, TOMILLO y ROSALÍA.
Leonardo
¿Qué hará, santo cielo?
Rosalía
¡Ya llegan, oíd!
Tomillo
Mejor observamos
ocultos allí.
(Ocúltanse detrás de las ruinas de la derecha, primer término.)
Escena XXI
Dichos y EL INQUISIDOR. CORO general y los
ESBIRROS, que traen encendidas las linternas,
única luz que alumbra la escena. Aparecen por el
foro, subiendo del foso, y avanzan lentamente.
Coro
(En voz muy baja.)
Nada se oye,
nadie aparece,
todo es silencio,
sombra y horror;
yo no venía
solo/sola a este sitio
si me valiera
la salvación.
¡Qué triste aspecto
tiene el castillo,
sólo el mirarlo
miedo me da!
Trasgos y duendes
a media noche
de entre las piedras
deben brotar…
El Inquisidor
¡Ah, del castillo!
Coro
Nadie responde.
Leonardo, Tomillo y Rosalía
(¡Si dan con ella
no hay salvación!)
El Inquisidor
¡Al Santo Oficio
las puertas abra,
que aquí la busca
la Inquisición.
Coro
Nadie contesta.
No se oye nada,
tal vez La Bruja
durmiendo está.
El Inquisidor
¡Ah, del castillo!
(Aproximándose a él.)
Coro
¡Callad, silencio!
¡La puerta se abre!
(Retrocediendo aterrorizados.)
¡Ahí sale ya!
(La luna, que sale en este momento, ilumina
completamente la escena. LA BRUJA, transformadaen bellísima joven, con blanca vestidura, aparece y
se detiene a la puerta del castillo.)
Todos
(A un tiempo.)
¡Ah!
Leonardo
¡Es ella, el ángel de mi ilusión!
Coro
(¡Qué peregrina aparición!)
El Inquisidor
¡(¡Qué inesperada
transformación!)
Tomillo
(¡Yo quedo mudo
de admiración¡)
La Bruja
(Con acento solemne.)
Soy Blanca de Acevedo,
de este castillo dueña,
hija del noble anciano
que desterrado fue;
huérfana triste y sola
bajo un disfraz vivía;
por no ir a tierra extraña
refugio aquí busqué.
El Inquisidor
Las gentes os acusan
de horribles sortilegios
y pactos que condena
la santa religión;
de mágicos conjuros,
hechizo y brujería,
y a su presencia os llama
por mí, la Inquisición.
Blanca
(Con desolación.)
Señor, soy inocente,
yo no hice a nadie mal.
El Inquisidor
¡Os prendo aquí en el nombre
del Santo Tribunal!
(A los ESBIRROS, señalando a LA BRUJA.)
¡Apoderaos de ella
y en marcha todos ya!
Leonardo
(Desenvainando la espada y presentándose.)
¡Quien toque a esta doncella
muerto a sus pies caerá!
Coro
(Retrocediendo sorprendido.)
¡Es él!
El Inquisidor
¡Desventurado!
¡El arma con furor
alzáis contra un sagrado
ministro del Señor!
Leonardo
¡Justicia sólo pido
o a hacerla voy por mí!
Coro
(¿De dónde habrá venido?
¿Por qué aparece así?)
El Inquisidor
(Cogiendo a BLANCA por un brazo.)
¡Quien defenderla intente
no alcanzará perdón
que atrae sobre su frente
la eterna maldición!
Rosalía, Tomillo y Coro
¡Atrae sobre su frente
la eterna maldición!
El Inquisidor y Coro
¡Quien defenderla intente
no alcanzará perdón!
Todos
¡No alcanzará perdón!
Blanca
¡Oh, santa Virgen madre,
dame tu protección!
Todos
¡No alcanzará perdón!
Leonardo
¡Sola y abandonada,
suya es mi salvación!
Blanca
¡Dame tu protección
¡Oh, Virgen!
¡Oh, Madre!
¡Dame tu protección!
Rosalía y Tomillo
¡Dales tu protección!
Leonardo
¡Dale tu protección!
¡Es suya mi salvación!
El Inquisidor y Coro
¡Quien defenderla intente
no alcanzará perdón!…
Blanca
(A LEONARDO.)
Humilla ya tu acero;
yo absuelta volveré.
Leonardo
(Dejando caer al suelo la espada.)
¡Morir contigo quiero!
Blanca
¡En Dios y en mí ten fe!
(Se coloca entre los ESBIRROS que la sujetan.)
¡Veremos realizados
el sueño de los dos!
(Se la llevan hacia el foro.)
Leonardo
¡Adiós, mi bien amado!
Blanca
(Volviéndose.)
¡Leonardo mío, adiós!
Leonardo
¡Adiós!
Blanca
¡Adiós!
El Inquisidor y Coro
(En voz muy baja y marchando tras EL INQUISIDOR y BLANCA.)
(¡Quien defenderla intente
no alcanzará perdón,
que atrae sobre su frente
la eterna maldición!)…
Blanca
¡Adiós!
Leonardo
¡Adiós!
(Para no caer, se apoya sobre las ruinas. TOMILLO y ROSALÍA contemplan con temor a los que se van. Cuadro.)
FIN DEL SEGUNDO ACTO
Tercer Acto
editarCuadro Cuarto
editarSala baja en la ciudadela de Pamplona. Puertas laterales. A la derecha una mesa, sentados a ella, varios OFICIALES beben. LEONARDO, separado de ellos y meditabundo. Es de noche y alumbra la escena un farol.
Escena I
LEONARDO y OFICIALES.
Música (N.º 15)
Brindis
Coro
En tanto que la guerra
nos deje descansar,
tranquilos disfrutemos
los goces de la paz.
En alto, pues, las copas
que convidando están,
y el vino y los licores
alegres apurad.
¡Leonardo, fuera pena!
Leonardo
Dejadme, por favor,
que tengo el alma llena
de angustia y de dolor.
Coro
Razón de más
para beber,
que en fondo del vaso
se encuentra el placer.
Leonardo
Quien no es feliz
no ha de beber,
que en el fondo del vaso
no encuentra el placer.
Coro
¡A beber,
a beber!
(Le obligan a que beba.)
Leonardo
Un tiempo yo
que era dueño soñé
de una ninfa ideal
que al alma dio
el consuelo y la fe
de un amor celestial.
Al despertar,
la ventura de ayer
para siempre voló;
sólo el pesar
el mentido placer
como huella dejó.
Así, el alma mía
no puede gozar
y toda la alegría
se trueca en pesar.
La dicha y la calma
no vuelve el licor,
que toda mi alma
la inunda el dolor.
Coro
La dicha y la calma
te vuelve el licor,
y arroja del alma
tan fiero dolor.
Leonardo
Por siempre aquí
el recuerdo de amor
sólo puedo guardar.
Ya no hay en mí
más que pena y dolor;
mi destino es llorar.
Dicha de ayer,
pasajera y fugaz,
halagüeña ilusión,
no has de volver
y robaste la paz
de mi fiel corazón.
Así, el alma mía…
Coro
La dicha y la calma
te vuelve el licor…
Hablado
Oficial 1.º
Ea, bebed capitán, bebed y animaos. Desechad esa melancolía que os devora y pensad sólo en que sois joven y en que tenéis delante un porvenir glorioso.
Oficial 2.º
Y más ahora, que la guerra parece próxima a encenderse.
Oficial 1.º
En efecto, las noticias que han llegado de la corte no pueden ser más alarmantes. Se espera, de un momento a otro, la muerte del rey.
Leonardo
¿Y quién ceñirá al cabo la corona de España?
Oficial 1.º
El duque de Anjou: todas las influencias cortesanas están en favor suyo.
Leonardo
¡Dios lo haga!
Oficial 1.º
Poco partidario sois, por lo visto, de los Austrias.
Leonardo
Con ellos seguiría imperando en nuestra patria la Inquisición, y el nieto de Luis XIV viene de una tierra donde no se ha implantado ese Tribunal odioso.
Oficial 3.º
¡Tanto aborrecéis al Santo Oficio!
Leonardo
Un mandato suyo desvaneció mis sueños de ventura, arrebatándome la mujer que era todo mi encanto.
Oficial 1.º
Luego, ¿es cierto lo que dicen de vuestros amores con una hechicera?
Leonardo
Así lo juzgaron la superstición y la ignorancia, hoy por desdicha, tan arraigadas en nuestro pueblo.
Oficial 1.º
Es decir, ¿que no era tal bruja?
Leonardo
(Levantándose.) No era sino un ángel de bondad. Murió en la emigración su padre, el condede Acevedo, desterrado por conspirar contra el despótico poder de María Ana de Austria, y al encontrarse sola en país extraño, sintió el deseo de volver a su patria. Un abandonado castillo de su padre le sirvió de albergue. Rodeose de misterio para evitar el ser conocida, sembró desde allí el bien por toda la comarca, fue la providencia de los desgraciados; pero la Inquisición juzgó hechicerías sus bondades, y se apoderó de ella para imponerle el castigo.
Oficial 1.º
Y ¿la han condenado?
Leonardo
A reclusión perpetua. No encontrando causa bastante para pena más dura, el Santo Oficio la ha encerrado en un claustro, obligándola a que profese para probar su fe cristiana.
Oficial 2.º
Ahora me explico vuestros paseos nocturnos junto a las tapias del convento vecino. ¿Está allí?
Leonardo
Allí está.
Oficial 1.º
Y ¿os resignáis a vuestra desgracia?
Leonardo
No, por Dios.
Oficial 2.º
¿Qué proyecto tenéis?
Leonardo
Antes de que sus votos hagan imposible nuestra unión, procuraré salvarla.
Oficial 1.º
Si para algo podemos serviros, contad con nosotros.
Leonardo
Gracias, compañeros. Tengo mi plan y pronto espero realizarlo.
Un Soldado
(Por la puerta izquierda.) Mi capitán, dos mujeres desean hablaros.
Leonardo
¡Ah, por fin! Hazlas pasar. (A los OFICIALES.) Os ruego que me dejéis solo.
Oficial 1.º
Con Dios quedad, y no olvidéis nuestro ofrecimiento.
Leonardo
Gracias, compañeros, gracias. (Vanse por la derecha.)
Escena II
LEONARDO, MAGDALENA y ROSALÍA.
Leonardo
Veremos si por fin salgo de esta angustiosa incertidumbre. Pasad, pasad pronto. (Yendo a la puerta de la izquierda.)
Magdalena
¿Estamos solos?
Leonardo
Sí, podemos hablar. ¿Venís del convento? ¿La habéis visto? ¿Leyó mi carta?
Magdalena
Calma, hijo, calma. Déjanos siquiera respirar.
Rosalía
Venimos del convento, pero no hemos podido verla.
Leonardo
¿Y La Superiora?
Magdalena
Tampoco.
Leonardo
Entonces…
Magdalena
Hemos quedado en volver.
Rosalía
Y la suerte nos favorece.
Leonardo
¿Cómo?
Rosalía
¿Sabes quién es el sacristán de las monjas?
Leonardo
¿Yo? No.
Magdalena
Pues, como nosotros, le conoces. Ambrosio, el sobrino de los Camuños.
Leonardo
¡Ambrosio!
Magdalena
El mismo. Ya recordarás que su familia fue en el pueblo una de las protegidas de La Bruja.
Leonardo
No la llaméis así.
Magdalena
Tienes razón por nuestra bienhechora, por Blanca. Pues bien; Ambrosio nos ha prometido que hoy mismo veremos a La Superiora. Con él se ha quedado Tomillo para convencerle de que nos ayude.
Rosalía
Y Ambrosio nos ha contado todo lo que pasa en el convento.
Leonardo
¿Qué pasa?
Magdalena
La comunidad está aterrada.
Rosalía
Y las educandas muertas de miedo.
Magdalena
Desde que Blanca entró allí, como todas la tienen en opinión de bruja, huyen de ella espantadas, y no hay quien se acerque siquiera a la celda que ocupa.
Rosalía
Cuentan cosas horribles.
Magdalena
Por las noches aseguran que se oye ruido de cadenas.
Rosalía
Que la campana suena sin que nadie la toque.
Magdalena
Que andan por el claustro fantasmas y duendes.
Rosalía
Y que de la celda de Blanca han visto salir llamaradas rojizas.
Magdalena
Y que huele a azufre.
Leonardo
¡Cuánto fanatismo!
Magdalena
De todo lo cual sacan en limpio, y lo creen a ojos cerrados, que la infeliz Blanca tiene los diablos en el cuerpo.
Rosalía
Y hasta que se los saquen, no le permiten que se ponga el hábito de novicia.
Leonardo
Pero, ¿piensan acaso?…
Magdalena
¡Ya lo creo! Tienen avisado a un fraile, que según dicen es un prodigio para esas cosas, y que no ha ido ya porque anda muy ocupado sacando demonios por esos pueblos de Dios.
Leonardo
¡Cuánta ignorancia! Pero no importa, felizmente esa ceguedad viene en nuestro auxilio. No lo dudéis, Blanca será mía.
Magdalena
¡Quiéralo Dios!
Leonardo
La superstición la ha perdido, la superstición la salvará.
Magdalena
(Bajando la voz.) Si antes no nos perdemos todos.
Leonardo
¿Por qué?
Magdalena
Yo no he vacilado en atender a tu súplica y en venir a la ciudad para ayudarte; pero cree que no las tengo todas conmigo. Si la Inquisición se entera de lo que tramamos, sabe Dios lo que será de nosotros.
Leonardo
No temáis nada: el golpe ha de ser decisivo y yo os aseguro que no hay para vosotros el menor peligro.
Rosalía
De todas maneras, puedes agradecer lo que estamos haciendo. Bien es verdad que ella se lo merece todo.
Magdalena
Ella… y éste, a quien he criado a mis pechos. ¡Nunca creí que de aquel arrapiezo saliera un día nada menos que un capitán de los tercios españoles!
Escena III
Dichos, UN SOLDADO.
Un Soldado
Mi capitán.
Leonardo
¿Qué hay?
Un Soldado
Un padre franciscano desea veros.
Leonardo
¡A mí! (Aparte a MAGDALENA.) ¡Dios mío! ¿Habrán descubierto algo? Magdalena (El Señor nos proteja.)
Rosalía
(El cielo nos ampare.)
Leonardo
Hacedle entrar.
Un Soldado
Pasad, venerable padre. (Vase.)
Escena IV
Dichos, TOMILLO, de fraile franciscano. Cuando
se va el SOLDADO, bájase la capucha.
Tomillo
(Volviéndose de pronto hacia los que están en escena.) ¡Padre, sí… pero venerable, no!
Leonardo
¡Tomillo!
Magdalena
¡Él!
Rosalía
¡Tú!
Tomillo
¡Silencio!
Magdalena
Pero, ¿qué significa?
Tomillo
¿Qué significa?, pues significa que éste es el único medio de entrar en el convento como Pedro por su casa.
Rosalía
¿Eh?
Magdalena
¿Cómo?
Tomillo
Entre Ambrosio y yo hemos arreglado todo. Lo que no se le ocurre a un sacristán, no se le ocurre a nadie. Ya ha subido al convento a anunciar a La Superiora mi próxima llegada.
Leonardo
Pero…
Tomillo
¿No están esperando a un fraile para que a la pobre Blanca le saque los diablos del cuerpo? Pues para diabluras estoy yo. Hablaré con ella, le entregaré tu carta y sabrá lo que tenemos proyectado para salvarla.
Leonardo
Nunca te creí tan atrevido.
Tomillo
Cuando llega el caso, me atrevo a todo. (LEONARDO y MAGDALENA hablan aparte.)
Rosalía
(Con tristeza.) ¡Ay, Tomillo! Me pareces un fraile de verdad.
Tomillo
Todos pueden decir eso menos tú.
Rosalía
Tienes razón.
Tomillo
Pero que lo parezco es indudable. Por esas calles he venido echando bendiciones a diestro y siniestro, aunque supongo que no habrá aprovechado ninguna. Y… mira. (Enseñándole el escudo.)
Rosalía
¿Qué?
Tomillo
Un escudo. Ahí cerca me lo ha dado una dama para que diga una misa por el alma de su difunto. «Id con Dios, que ya os lo dirán de misas», le dije.
Rosalía
Pero hombre…
Tomillo
El señor Cura del pueblo se encargará de sacar ese ánima del purgatorio. Mañana mismo le haré entrega de esta limosna. (A LEONARDO, que ha estado hablando con MAGDALENA en voz baja.) Porque supongo que para mañana ya estaremos allá.
Leonardo
¿Dónde?
Tomillo
En el pueblo.
Leonardo
Lo espero así.
Rosalía
¡Quiéralo Dios! Dos días ha que estamos en Pamplona y me parece que estoy separada de mis hijos hace ya un año.
Tomillo
Y a mí, un siglo.
Rosalía
¿Te acuerdas mucho de Leonardo?
Tomillo
¿Y de Tomasín?
Rosalía
¿Y de Periquillo?
Tomillo
Hijos de mi corazón
Rosalía
¡Hijos de mi alma! ¿Los quieres mucho, verdad?
Tomillo
Tanto como a ti, ¡cara de cielo! ¡Boquita de claveles, pichona mía! Y basta , que estos requiebros no sientan bien con estos hábitos. (Redoble interior de tambores.)
Magdalena
(Que ha seguido hablando bajo con LEONARDO.) ¿Qué es eso?
Leonardo
Los golpes para la retreta. Vosotras no podéis permanecer por más tiempo en la ciudadela. Salid y esperad a Tomillo. Tú, ven conmigo a mi pabellón; tengo que hablarte.
Magdalena
Adiós, Leonardo. Confía en nosotros.
Tomillo
Adiós.
Rosalía
Hasta después.
Tomillo
Hasta luego.
(Vanse por la izquierda MAGDALENA y
ROSALÍA. Ésta se vuelve desde la puerta a
mirar a TOMILLO y le tira un beso, cambiando
luego de actitud al ver a los SOLDADOS que
salen y a los que echa una bendición. Vase con
LEONARDO por la derecha.)
Escena V
Retreta interior. Aparecen por la izquierda los
ARCABUCEROS sin armas, que se forman en
ala frente al público.
Música (N.º 16)
Rataplán
Coro
Retírase el soldado
al toque de retreta,
que dan sonoro al viento
el parche y la corneta.
Ya suenan por aquí,
llamándonos están;
tararí, tararí,
rataplán, plan, rataplán.
La negra noche
con misterio y placidez
del tierno amante
protectora siempre fue;
que amor prefiere
a la luz la oscuridad,
porque entre sombras
se consigue mucho más.
(Unos cantan la copla, otros acompañan con el rataplán.)
Todo enamorado,
menos el soldado,
logra por la noche
realizar su plan,
pues cuando él ya lista
tiene su conquista,
fuerte y despiadado
suena el rataplán.
Todos
Rataplán, plan, plan,
rataplán.
Al cuartel, al cuartel,
que llamando están;
rataplán.
Al cuartel, al cuartel,
que llamando están;
quedan ella y él
con el mismo afán.
Rataplán.
(Como antes.)
El dulce beso
que una boca nos negó
por ser pedido
a la clara luz del sol,
al fin lo alcanza
el que fue menos audaz,
si le protege
misteriosa oscuridad.
Pero si el soldado
no es bastante osado,
y de día toma
lo que no le dan,
fácil es que luego
no aproveche el fuego
y él encienda el horno
y otro coma el pan.
Todos
Rataplán, plan, plan,
rataplán.
Al cuartel, al cuartel,
que llamando están,
rataplán.
Si ella me es infiel
ya me vengarán.
Rataplán.
(Entran por la izquierda y cruzan la escena, marchándose por la derecha, sin detenerse.)
MUTACIÓN
Cuadro Quinto
editarClaustro alto de un convento de monjas. A la derecha, las celdas; de la primera se ve el interior. A la izquierda, puerta grande. Partiendo desde el segundo término y formando escuadra desde la izquierda al foro, los arcos, por los cuales se ven las copas de los árboles del patio. Al fondo izquierda, el campanario con una ventana grande. Al fondo derecha, la prolongación del claustro con entrada hacia el campanario y otra dirección contraria. Es de noche. Una lámpara alumbra el claustro y una lamparilla la celda primera.
Escena VI
Óyese órgano interior. LA SUPERIORA, que
sale por la izquierda, entra en la primera
celda, después de santiguarse, y luego en
el interior de la misma. A poco salen por la
izquierda las MONJAS PROFESAS seguidas de
las EDUCANDAS. Aquéllas vanse por el foro
derecha, y éstas quedan en escena junto a la
puerta izquierda.
Música (N.º 17)
Coro de Educandas
Profesas
«Et ne nos inducas in tentationem».
Educandas
«Sed liberanos a malo».
Todas
«Amén».
(Las PROFESAS, al pasar por delante de la primera celda, hacen la señal de la cruz, atemorizadas.)
Educandas
¡Ay, qué miedo me da
el pasar por ahí;
si La Bruja estará
acechándome a mí!
Unas
¡Ay Jesús!
Otras
¡Ay Jesús!
Todas
Al mirar a esa celda
hagamos la cruz.
La madre tornera,
que es poco miedosa,
anoche a este claustro
ya tarde salió,
y allí en la escalera
que va al campanario,
un duende y tres brujas
bailando encontró.
Y cuando al verlas
se santiguó,
por los aires huyeron…
y se acabó.
Yo no he visto nada,
mas tengo tal susto,
que suelo las noches
en vela pasar,
y observo en la sombra
mil luces extrañas
y ruidos cercanos
escucho sonar.
Y hasta que el alba
veo asomar,
¡ay de mí! No me puedo
tranquilizar.
¡Ay, Jesús! ¡Ay, Jesús!
¡Ay, Jesús! ¡Ay, Jesús!
¡Al mirar esa celda
hagamos la cruz!
Hablado
Ana
Yo estoy que no me llega la camisa al cuerpo.
Inés
Yo he escrito a mi señor padre para que cuanto antes venga a sacarme del convento.
Ana
Desde que llegó esa mujer no hemos tenido un día de tranquilidad.
Inés
Ni una noche de dormir con reposo.
Cándida
Yo tengo unas pesadillas horribles.
Ana
Yo esta mañana, al ir al coro, noté por el claustro un olor como a grasa quemada. (Las EDUCANDAS se estremecen.)
Inés
Estarían friendo tostadas para la madre Superiora.
Valentina
Pues yo, la verdad, no estoy tan asustada como vosotras, y hasta me he atrevido a mirar por el agujero de la cerradura.
Inés
¡Ay, qué valor!
Ana
¿Y qué has visto?
Todas
¿Qué has visto?
Valentina
Una joven muy linda y muy pálida, vestida de negro.
Cándida
¿Y qué hacía?
Valentina
Lloraba.
Inés
¡Pobrecita!
Valentina
¿Queréis verla?
Cándida
Yo no me atrevo.
Ana
Ni yo.
Inés
Además nos está prohibido acercarnos a esa celda.
Valentina
No tiene para qué saberlo la madre Superiora.
Inés
¿Dónde está?
Cándida
En la iglesia creo que se quedó rezando.
Inés
Entonces…
Valentina
¿Os atrevéis?
Varias
Vamos.
Escena VII
Dichas. LA SUPERIORA que sale a la celda
y se supone que habla con BLANCA desde la
puerta del dormitorio.
La Superiora
Rezad con fervor, hija mía. Pronto os devolverán la salud al cuerpo y la paz al espíritu. (Las EDUCANDAS se han acercado a la puerta. LA SUPERIORA llega hasta allí, y de espaldas a la puerta, se santigua repetidas veces.)
Cándida
¡Ay, yo no me atrevo!
Inés
(Mirando por la cerradura.) Pues yo sí.
Varias
¿Ves algo?
Inés
Sí, veo.
Todas
¿Qué?
Inés
Una cosa muy negra. Parece que se mueve. (LA SUPERIORA abre la puerta.)
Todas
(Retrocediendo.) ¡Ay! (Gritando con terror.)
Inés, Cándida y Valentina
¡La madre Superiora!
La Superiora
¡Ay! (¡Qué susto me han dado!) ¿Qué hacéis aquí, niñas?
Valentina
Nosotras…
La Superiora
¿No os tengo prohibido terminantemente acercaros a esa celda? (Cierra la puerta). La curiosidad es la madre del sobresalto, como dijo San Crisóstomo. Y no curiosidad, sino lástima debiera inspiraros esa pobre joven, víctima de los espíritus malignos que se han posesionado de ella.
Inés
Y decid, madre, ¿eso no tendrá remedio?
La Superiora
Sí, hijas mías; esta misma noche llegará el padre exorcizador, y en cuanto la haya purificado y huyan los malos de su cuerpo, volverá a esta santa casa la tranquilidad que tanto necesitamos.
Inés
¿Y entonces podremos ver a esa infeliz?
La Superiora
Entonces, sí, pero antes de ninguna manera. Es preciso evitar el contagio. Yo misma no me atrevo a penetrar en el recinto sin rociarme copiosamente de agua bendita.Tal vez por eso se me haya recrudecido el reuma. Vaya, pasad al refectorio, que ya es la hora de la colación.
Valentina
Vamos a comer las espinacas.
Varias e Inés
Quedad con Dios, madre Superiora.
La Superiora
Id con él, hijas mías. (Vanse por el foro derecha.)
Escena VIII
La Superiora
Están aterradas, lo comprendo. Yo misma no puedo vencer este miedo que me acobarda. Y cuando me veo sola, como ahora, en medio de estos claustros, ¡ay! Se me pone la carne de gallina. Y esto es muy grave, sobre todo en estos días de abstinencia. (Aldabonazo. Asustada.) ¡Ay! ¿Quién será?
Escena IX
Dicha, MAGDALENA, ROSALÍA y TOMILLO.
Magdalena
(Dentro.) ¡Ave María Purísima!
La Superiora
Sin pecado concebida santísima. (Abriendo la puerta.)
Magdalena
¿Se puede ver a la madre Superiora?
La Superiora
Pasad. Yo soy.
Magdalena
Santas y buenas noches
La Superiora
Santas y buenas.
Rosalía
Ave María.
La Superiora
«Gratia plena.»
Tomillo
«Ora pro nobis.»
La Superiora
¿Qué deseáis, hermanos?
Magdalena
Traemos una carta para vuestra maternidad.
La Superiora
Seáis bien venidos.
Magdalena
Tomad, señora, y enteraos. (Dándosela.)
La Superiora
Aguardad un momento. (Se dirige por el claustro hasta colocarse bajo la lámpara.)
Tomillo
(Aparte a ROSALÍA.) (Se la traga, vaya si se la traga.)
La Superiora
¿Dónde tendré yo los espejuelos? ¡Ah!, aquí están.
Rosalía
(Aparte a MAGDALENA y TOMILLO.) (Por lo que ha dicho Ambrosio, aquella debe ser la celda.) (Señalando a la primera.)
Tomillo
(Y por allí es la bajada al campanario.)
La Superiora
(Leyendo con la voz muy gangosa a causa de que le oprimen la nariz los anteojos.) «Pax Christi», etc.
Rosalía, Magdalena y Tomillo
Amén.
La Superiora
«Reverenda madre: os ruego encarecidamente que atendáis la petición de los dadores de estas letras, personas de toda mi estimación y dignas de que se las atienda, Viva mil años como la deseo. El padre Celestino». Pues no sé quién es.
Tomillo
(Ni nosotros tampoco.)
La Superiora
¿Con que venís de parte del padre… (Volviendo a mirar con disimulo a la firma.) Celestino? ¿Y cómo está el buen padre? (Acercándose a los otros personajes.)
Tomillo
(A ROSALÍA.) (Ya se la tragó.)
Magdalena
Tan bueno.
Tomillo
¡Y tan gordo!
La Superiora
(¿Gordo? Debe ser de los Jerónimos.) ¿Y en qué puedo serviros?
Magdalena
Pues, señora, esta hija que Dios me dio, desengañada del mundo y de sus pompas, desea entrar en este convento, aunque sea en clase de hermana lega.
La Superiora
Muy bien me parece, si es que tenéis verdaderamente vocación religiosa.
Tomillo
Sí, señora, ésta siempre ha tenido vocación de madre.
La Superiora
Sólo en la paz del claustro puede encontrarse la tranquilidad del alma. El mundo está perdido.
Tomillo
Completamente perdido. No lo sabéis bien.
La Superiora
Sí lo sé, hijo mío, sí lo sé. Del mundo vienen aquí buenos ejemplos de tal perdición. Sin ir más lejos, en esa celda hay una desdichada víctima de las sugestiones del demonio.
Magdalena
¿En qué celda?
Tomillo
¿En cuál?
Magdalena
En ésa.
Tomillo
Bien decíamos nosotros.
Magdalena
¿Qué es lo que decíais?
Tomillo
Decíamos que el mundo está perdido, madre Superiora.
Magdalena
Sí, eso decíamos. ¿Con que esa desgraciada?…
La Superiora
Felizmente, poco tiempo le queda de sufrir.
Tomillo
(Aparte a ROSALÍA.) (¡Y tan poco!)
La Superiora
Muy poseída está de los malos espíritus, pero confío en el poder del padre exorcizador que debe llegar de un momento a otro.
Tomillo
(Con la mayor naturalidad.) Pues el exorcizador que venga a exorcizarla, buen exorcizador será.
Escena X
Dichos y las EDUCANDAS.
Inés
¡Madre Superiora! ¡Madre Superiora! La Superiora ¿Qué hay? ¿Qué pasa?
Inés
¡Ah! ¡Hay gente! (Deteniéndose al ver a TOMILLO.)
Tomillo
Gente de paz.
La Superiora
Decid lo que sucede.
Inés
Que por el claustro bajo hemos visto cruzar un fraile franciscano.
La Superiora
Será el que espero. (Va hacia la puerta izquierda.) Sí, ya sube la escalera. Él debe ser. Niñas, recogimiento. ¡Que el cielo le ilumine!
Escena XI
LA SUPERIORA, TOMILLO, MAGDALENA,
ROSALÍA y las EDUCANDAS. Después
LEONARDO, con hábito franciscano, cuya
capucha, le oculta el rostro por completo.
Música (N.º 18)
Dúo de Leonardo y La Bruja con
Coro
Todos
Aquí ya está el padre
exorcizador.
Leonardo
Paz y gloria a todos
denos el Señor.
Todos
Sea bienvenido,
pase por acá.
Dentro de esa celda
la endiablada está.
Entrad, entrad,
a ver si los malos
la podéis sacar.
Leonardo
(A LA SUPERIORA que va a seguirle.)
Aquí aguardad,
que a solas con ella
me habré de quedar.
La Superiora
Si queréis hisopo
con agua bendita….
Tomillo
(Interponiéndose.)
Dice que trae todo
lo que necesita.
Pase el buen hermano,
pase por ahí.
(¡Si esto se descubre,
qué va a ser de mí!)
(Entra LEONARDO en la celda y cierra
la puerta.)
Todos y Coro
Entrad, entrad,
a ver si los malos
le podéis sacar.
Escena XII
Dichos y luego BLANCA que sale a la celda.
Leonardo
(Que ha arrojado lejos de sí el hábito.)
¡Blanca, mi Blanca!
Blanca
¡Oh, Dios! ¡Tú aquí!
Leonardo
Vengo a salvarte;
vengo por ti.
Blanca
Es imposible
ya nuestro amor.
Leonardo
No será en tanto
que viva yo.
Tomillo
Nada temamos,
que es de esperar
que el exorcismo
la salvará.
Todos
Nada temamos, etc…
Blanca
Nada, Leonardo,
puedes hacer.
De Dios la esposa
pronto he de ser.
Leonardo
Yo contra todos
tendré valor:
no hay imposibles
para el amor.
Coro
Nada se oye.
Tomillo
(Acercándose a la celda.)
Atisbaré.
Coro, Magdalena y Rosalía
¿Qué pasará, Dios mío?
Tomillo
(Mira por la cerradura.)
Yo os lo diré.
Leonardo
Ven, que mi amor inmenso
guía y amparo
nos ha de dar;
mi corazón te espera,
que late henchido
con ansiedad.
Alma del alma mía,
prenda adorada,
bella ilusión;
ven, porque en ti sólo
tendrá consuelo
mi corazón.
Blanca
Lejos de ti, Leonardo,
juzgué la dicha
perdida ya;
mas hoy, al lado tuyo
me inunda inmensa
felicidad.
Trueque piadoso el cielo
en dicha cierta
nuestra ilusión;
siempre doquier que vayas
irá contigo
mi corazón.
Tomillo, Rosalía y Magdalena
(Como acompañamiento del dúo, así como lo que canta el CORO.)
Buena, por Dios, la hacemos
si estos embrollos
nos salen mal;
quiera el Señor que al cabo
su dicha logren
en santa paz.
Si de tales embustes
llega a enterarse la Inquisición,
no será gran milagro
que nos conviertan
en chicharrón.
Coro y La Superiora
Quiera piadoso el cielo
dejar su alma
libre del mal;
pueda la sin ventura
gozar la eterna
felicidad.
Todas elevaremos
porque se salve,
santa oración;
sea nuestra plegaria
dulce consuelo
de su aflicción.
Leonardo
Ven que te espera
mi pecho amante.
Tomillo
(Que ha mirado.)
Ahora principia
lo interesante.
Leonardo
A tierra extraña
te llevaré.
¿Vendrás conmigo?
Blanca
(Después de vacilar un momento.)
¡Contigo iré!
Leonardo
Bendita seas,
bien de mi vida;
bendita el alma
que a ti va unida.
Leonardo y Blanca
¡Benditas fueron
mis ilusiones!
Tomillo
(Después de mirar.)
Ya le están echando
las bendiciones.
Leonardo y Blanca
Al fin mi dueño
te he de llamar.
Tú eres mi sola
felicidad.
Todos
Él es un santo;
no hay que dudar
que los demonios
le ha de sacar.
Hablado
Leonardo
(Poniéndose el hábito.)
Nada temas, bien mío. Tu salvación es segura.
Blanca
Mi felicidad depende de vosotros.
Leonardo
Está prevenida. Tres golpes dados junto a esta puerta serán la señal para que salgas. La Superiora (En voz muy baja.) No se oye nada.
Inés
(Ídem.) Decid, hermano, ¿habéis visto salir algún demonio?
Tomillo
Unos cuantos, unos cuantos. (Se santiguan.)
Leonardo
Adiós, Blanca.
Tomillo
Ahora va a salir el último.
La Superiora y Educandas
¡Jesús!
Blanca
Adiós, Leonardo. En ti sólo confío. (Se retira BLANCA de la celda.)
Escena XIII
Dichos, menos BLANCA.
Tomillo
(Separándose de la puerta.) Ya ha terminado.
La Superiora
Gracias a Dios.
Leonardo
Madre Superiora, podéis estar tranquila. Esa infeliz está ya en el camino de la salvación.
La Superiora
Gracias, padre mío. A vos deberá su felicidad.
Leonardo
Así lo creo.
La Superiora
Y ahora, ¿qué necesitamos hacer con ella?
Leonardo
Dejarla a solas en su meditación. Que la paz sea con vosotros.
La Superiora
El Señor os acompañe.
Todas
¡Id con Dios!
Tomillo
Adiós, padre.
Magdalena
(Adiós, hijo.) (Aparte y bajo a LEONARDO, que se va por la izquierda acompañado de LA SUPERIORA. Cesa la música.)
Escena XIV
Dichos, menos LEONARDO y LA
SUPERIORA.
Inés
¡Ay, qué gusto! Esta noche podremos al cabo dormir tranquilamente.
Cándida
Es verdad.
Tomillo
¡Al contrario!
Varias
¿Eh?
Tomillo
Por lo mismo que los demonios han salido de esa celda, es probable que anden sueltos por aquí.
Todas
(Con terror.) ¡Ay!
Inés
Tiene razón.
Valentina
¿Pero de veras los habéis visto?
Tomillo
Ya lo creo.
Inés
Serían horribles.
Tomillo
Muy horribles: azules, verdes, encarnados, de todos los colores.
Varias
¿Sí?
Tomillo
Y con unos rabos… espantosos. (Aparte a MAGDALENA que le tira del capotillo para que no exagere.) (Conviene asustarlas.)
Magdalena
(Dices bien.) Ay, hijas mías; pues esto que ha pasado aquí no es nada, comparado con lo que ocurrió hace poco en un convento de Vitoria.
Varias
¿Qué ocurrió?
Magdalena
Un sábado por la noche a una pobre novicia se la llevaron...
Inés
¿Los demonios?
Magdalena
No, las brujas.
Varias
¡Ay qué horror!
Tomillo
Por los aires desaparecieron.
Rosalía
Y no se ha vuelto a saber de ella.
Inés
El Señor nos libre.
Escena XV
Dichos y LA SUPERIORA.
La Superiora
Vaya, vaya, es hora de recogerse. (A TOMILLO.) Hermanos, bajad a la portería. El sacristán os dará alojamiento por esta noche. Mañana decidiremos acerca de vuestra pretensión. Basta que vengáis recomendados por el padre, el padre…
Tomillo
Celestino.
La Superiora
Eso es, el padre Celestino… (Nada… Que no sé quién es ese padre.) para que yo haga por él todo lo que se merece.
Magdalena, Rosalía y Tomillo
Gracias, señora.
La Superiora
Podéis retiraros.
Magdalena
¡Hasta mañana!
Tomillo
(Con intención.) ¡Si Dios quiere!
La Superiora
¡Buenas noches!
Todas
¡Buenas noches! (Vanse.)
Escena XVI
LA SUPERIORA y EDUCANDAS. LA
SUPERIORA cierra la puerta de la izquierda.
Inés
¡Cualquiera coge el sueño después de lo que hemos oído!
Cándida
Yo voy a soñar con las brujas.
Ana
Y yo.
Todas
Y yo.
La Superiora
¡Ea, niñas, a vuestras celdas! Que el Ángel de la Guarda os acompañe.
Cándida
¡Falta nos hace compañía!
Todas
¡Felices noches, madre Superiora. (Van entrando de dos en dos.)
La Superiora
Hasta mañana, hijas mías, hasta mañana si Dios quiere. (Después de mirar a todos lados.) Nada, que en cuanto me veo sola me entra un miedo que no lo puedo remediar. (Echa a correr y vase por el foro derecha.)
Escena XVII
La escena sola, BLANCA dentro.
Música (N.º 19)
Escena de Blanca
Blanca
Inquieto late el pecho mío
en esta horrible soledad.
¡Con cuánto afán que llegue ansío
la suspirada libertad!
¡Triste de mí, triste de mí!
Si a salvarme no vienen
yo muero aquí.
¡Triste de mí!
(Pausa larga. Sigue la música. De pronto suena un toque extraño en la campana de la torre. Ábrense a un tiempo las puertas de las celdas de las EDUCANDAS, y se asoman éstas, mirando con sorpresa y curiosidad.)
Música (N.º 20)
Terceto de las Brujas
Educandas
¡La campana ha sonado!
¿Qué pasará?
(Mirando hacia el campanario, en cuya ventana aparecen las tres BRUJAS.)
¡Ay, Dios mío! ¡Las brujas!
¡Ahí están ya!
(Cierran las puertas a un tiempo. De la precisión del movimiento depende el efecto absoluto.)
Escena XVII
TOMILLO, ROSALÍA y MAGDALENA, como
tres reproducciones exactas de la figura de
BLANCA en el Primer Acto.
Los Tres
¡Zahorá! ¡Zahorí!
¡Zahorí! ¡Zahorá!
(Desaparecen de la torre, apareciendo en el extremo del claustro.)
Ya tres veces el gato maulló,
la lechuza tres veces cantó,
la veleta en la torre vecina
con sonido estridente rechina.
La campana la hora da,
callandito vamos ya.
(Avanzan más.)
Una bruja encerrada está allí,
a buscarla venimos aquí,
con nosotras vendrá muy ligera
la endiablada y feroz compañera.
Esperándonos está, callandito vamos ya.
¡Ahí están ya!
Hasta mí tienden el vuelo
la corneja y el mochuelo,
cuando viene de la noche
la siniestra oscuridad.
Ignoradas y dichosas
habitamos silenciosas
con murciélagos y búhos
en medrosa vecindad.
¡Ande la rueda;
(Cogiéndose de las manos y levantando los báculos.)
mi mano agarre;
suene ya el canto
del aquelarre!
¡Vuelve acá; torna allí!
(Danzando.)
¡Zahorá! ¡Zahorí!
¡Zahorí! ¡Zahorá!
¡Torna allí, vuelve acá!
¡Zahorí! ¡Zahorá!
Educandas
(Que entreabren las puertas, miran y se retiran espantadas.)
¡Vienen hacia acá!
¡Ay, pobre de mí!
¡Aún están ahí!
¡Qué miedo me da!
(Cierran a un tiempo.)
Rosalía, Tomillo y Magdalena
En furioso torbellino,
en revuelto remolino,
cabalgando sobre escobas
nos arrastra el huracán;
en la iglesia nos metemos,
el aceite nos bebemos
de la lámpara del santo
y lo paga el sacristán.
Ande la rueda, etc…
(Como antes y repitiéndose la danza y el mismo juego escénico. Se acercan a la celda de BLANCA y dan tres golpes en el suelo con los báculos. BLANCA, que saca largo manto negro, abre la puerta y al ver a las BRUJAS se sorprende; pero al reconocer quiénes son, se coloca entre ellas, que, levantando los mantos, la ocultan a la vista de las EDUCANDAS.)
¡Sal de tu lóbrega
fúnebre cámara,
la hora del sábado
pronto dará.
Al conciliábulo
juntas marchémonos
síguenos rápida,
vámonos ya!
(Marchando cómicamente al compás de la música.)
¡Síguenos,
vámonos
rápidas ya!
(Vanse.)
Escena XIX
Apenas desaparecen las BRUJAS y BLANCA,
salen de las celdas todas las EDUCANDAS.
Luego LA SUPERIORA y MONJAS.
Unas
¡Favor!
Otras
¡Socorro!
Unas
¡Auxilio!
Otras
¡Madre Superiora!
Unas
¡Socorro!
Otras
¡Aquí!
La Superiora
¿Qué es eso? ¿Qué pasa?
Inés
¡Que se la han llevado!
La Superiora
¿A quién?
Cándida
A ella.
La Superiora
¡Jesús, la celda vacía!
Ana
¡Se la han llevado las brujas!
La Superiora
¡María Santísima!
Inés
Las hemos visto.
Cándida
Eran tres.
Ana
¡Y han bajado de la torre!
Inés
¿No habéis oído las campanas?
La Superiora
Sí, he oído campanas, pero no sabía dónde.
Varias
¡Ay, madre Superiora!
La Superiora
(Temblando.) ¡Valor, valor! Es preciso hacer algo. Subir al campanario y tocar a rebato.
Inés
Llamaremos al sacristán.
Cándida
Eso es lo mejor. (Yendo hacia la puerta izquierda.) ¡Ambrosio! (Suena un cañonazo próximo.)
Todas
¡Jesús!
La Superiora
¡El cañón de la ciudadela! ¿Qué pasará? (Otro cañonazo.) ¡Santa Bárbara bendita!
Todas
Que en el cielo estás escrita… (Otro.)
La Superiora
Y van tres. (Óyese toque de tambores que se alejan.) ¿Oís?
Cándida
¡Tambores!
Inés
¡Sí!
Valentina
(Que se ha quedado cerca de la puerta.) ¡Sube gente por la escalera! ¡Son soldados!
La Superiora
(Retroceden todas.) ¡Jesús! ¡Dios nos ampare!
Escena Última
Dichos, LEONARDO, TOMILLO y seis
ARCABUCEROS con armas.
Leonardo
¿La madre Superiora?
La Superiora
Servidora vuestra.
Leonardo
Nada temáis. El estampido de los cañones anunciando la muerte del rey Carlos II. Rogad a Dios por su alma y por la salud del nuevo rey Felipe V.
La Superiora
Pero, señor capitán, yo imploro vuestro auxilio. La reclusa que ocupaba esta celda acaba de desaparecer; la han robado las brujas.
Tomillo
Yo la he visto: ¡Por los aires se la han llevado!
Leonardo
(A TOMILLO.) Basta. (A LA SUPERIORA.) No temáis desde ahora a los duendes ni a los fantasmas. Mis arcabuceros aseguran la paz de este claustro. Con el rey hechizado, desaparecen de España la superstición y el fanatismo. Creedme, madre Superiora, la reclusa que ocupaba esa celda será la última bruja.
La Superiora
Así sea. (Volviéndose hacia las EDUCANDAS.) Hijas mías, roguemos a Dios por el desgraciado monarca.
(Se arrodilla, como toda la comunidad y las
EDUCANDAS. Los ARCABUCEROS presentan
armas. El capitán se descubre. TOMILLO se
arrodilla. Empiezan a rezar el «Pater noster».)
Música (N.º 21)
Final
FIN DE LA ZARZUELA