La batalla de Hohenlinden

Nota: Se respeta la ortografía original de la época

XI

LA BATALLA DE HOHENLINDEN


(CAMPBELL)


En Linden, no sangrienta todavía,
La intacta nieve blanquear se vía
A la hora en que acaba
Su giro el sol, cayendo al Occidente;
Y sus ondas el túrbido torrente
Raudo precipitaba.

Pero todo cambió cuando rompiendo
El atambor con redoblado estruendo
La paz inerte y muda,
A la Muerte mandó que incendios brote,
Y al campo, abierto á su furente azote,
Con regia pompa acuda.

Sonó el clarín y relumbró la tea.
Álzase el caballero á la pelea
La ancha espada blandiendo;
Y el pisador con altivez gallarda
Inquieto bufa, y el momento aguarda
Que empiece el choque horrendo.
 

A la explosión terrífica de guerra
Convulsa treme con rumor la tierra:
Veloz caballería
Con ímpetu se arroja á la batalla ;
Lejos, cual cielo en tempestad estalla
La roja artillería.

Y aun seguirán las cumbres, níveas antee,
Entre nubes y truenos asordantes
Lanzando llamaradas :
Y aun seguirá con rojo humor caliente
Mezclando el rando y túrbido torrente
Sus ondas espantadas.

Ya sale el sol. Apenas con su lampo
Hiende los nubarrones que en el campo
Pesadamente ondean:
Y encarnizado el galo, fiero el huno,
A quien dosel sulfúreo cubre en uno,
Con nuevo ardor vocean.

Arréciase la lid. ¡Ea, soldados,
Que en demanda corréis desesperados
De muerte cierta ó gloria!
¡Sús! ¡Munich! ¡ A banderas desplegadas!
¡A la carga con todas tus brigadas!
Ya es tuya la victoria.

Pocos, pocos saldrán de donde tantos
Así vinieron á encontrarse. ¡Oh, cuántos

El sueño postrimero
Dormirán con la nieve por sudario!
Cada césped del campo solitario
Cobijará un guerrero.